Este gobierno no va a salir de su zona de mediocridad. Carece de visión y de capacidad para convocar cuadros capacitados para las circunstancias que le toca manejar (aun cuando esté a años luz del desastre administrativo que supuso la gestión nefasta de Pedro Castillo) y lo vemos en designaciones como el de la nueva presidenta de EsSalud, un cargo de suma importancia para millones de peruanos.
En esa medida, a pesar de resultar conveniente, en términos políticos, darle cierta estabilidad al país, luego de haber tenido cinco presidentes en cinco años (Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti y Dina Boluarte), lo más sano es proceder a un adelanto ordenado de las elecciones, tanto presidenciales como congresales, y que se reinicie el proceso desde fojas cero.
Los niveles de descontento de la inmensa mayoría de la población son de tal envergadura que dejarlos crecer o mantenerse, nos va a poner al borde de un polvorín en las elecciones del 2026 (si Boluarte insiste en completar su mandato, como ya ha dejado saber). Igual, unas elecciones adelantadas no aseguran que no vaya a surgir con posibilidades un disruptivo radical como lo fuera Castillo, pero más probable es que si algo así ocurre, sea el 2026 y no antes.
No obstante ello, la marcha de protesta convocada para el 19 de julio, ampulosamente denominada Tercera Toma de Lima (como si hubiera habido dos precedentes), no responde a esas consideraciones, sino a una agenda ideológica de la izquierda que hoy quiere, con la oposición a Boluarte, lavarse la cara de su desprestigio radical por haber sido comparsa cómplice del gobierno ineficiente, corrupto y golpista de Castillo.
La izquierda merece castigo político y electoral por no haber sido capaz, seducida por las migajas del poder, de tomar la distancia que debieron tomar del desastre castillista, el mismo que de haber continuado hubiera puesto al Perú al borde de ser un Estado fallido. Pero al respecto, ya no una marcha, ni siquiera una performance crítica en algún espacio público (en el colmo de la impostura, algunos líderes de la izquierda creen que por haber publicado tres o cuatro artículos en algún periódico, ya cumplieron con su cuota de responsabilidad y de alejamiento del fiasco castillista).
La izquierda no merece, por un buen tiempo, la oportunidad de reciclarse y regenerarse, por más argumentos que le regale un gobierno mediocre y torpe como el que tenemos. Y el objetivo político de esta marcha es ése: que esa izquierda silente se recoloque en el establishment político-electoral del país. A ello no hay que sumarse.