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Francisco Sagasti archivos | Página 3 de 4 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Francisco Sagasti

La estrategia de la coalición vacadora es clara: bajarse a todos los adversarios electorales posibles. Por ello, la búsqueda de inhabilitar a Martín Vizcarra por diez años, a sabiendas de que le aporta un significativo impulso a la candidatura de Daniel Salaverry. Y luego, desestabilizar al gobierno de Sagasti para afectar la postulación de Julio Guzmán.

Esta coalición, dirigida en la sombra por José Luna Gálvez y desde el Congreso por su hijo, José Luna Morales, tiene, por supuesto, peones. Y uno de ellos es el congresista Edgar Alarcón que se de el lujo de presentarse como abanderado de la anticorrupción cuando tiene serísimas denuncias corruptas en su haber.

¿Para qué quiere capturar el poder esta coalición? Para recuperar los privilegios que sus universidades truchas tenían. Allí hay mucho dinero en juego y en ese afán coinciden no solo Podemos sino también Alianza para el Progreso y Acción Popular.

Luego, tirarse abajo el proceso anticorrupción, al equipo de Lava Jato y del Club de la Construcción, para aprovechar la infiltración que tienen en el Ministerio Público y el Poder Judicial y así salir bien librados de los serios cargos que pesan contra muchos de los integrantes de esta coalición.

Vaya uno a saber cómo, pero lo cierto es que Luna Gálvez se ha logrado hacer de 30 congresistas que siempre votan al unísono cualquier iniciativa que la bancada de Podemos presente.

Y van por todo. Si pueden vacan a Sagasti (la tardanza de la llegada de las vacunas será el pretexto, aunque ello sea responsabilidad directa de la mediocre gestión de Vizcarra) y así capturar por algunos meses el poder, tiempo suficiente para perpetrar sus objetivos y fechorías. A mediano plazo, si no logran la vacancia, apuntan a llegar como sea a la Presidencia el 2021 utilizando para ello todas las malas artes posibles.

Por la salud de la democracia y de la República es necesario ponerle coto a esta ofensiva mafiosa que nos trae el recuerdo de las viejas prácticas montesinistas (infiltración de jueces y fiscales, “adquisición” de congresistas, “disposición” de medios de comunicación y periodistas). A eso nos enfrentamos.

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Congreso, Francisco Sagasti

Debate, Episodio 23

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En el vigésimo tercer episodio: ¿Se ha eliminado la inmunidad parlamentaria? ¿Es sospechoso lo que ha aprobado el Congreso? ¿La vacuna será de acceso masivo en el país recién en el 2022, como dice The Economist?

 

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Congreso, Francisco Sagasti, Gobierno

La reciente trifulca surgida respecto de la vigencia de la Ley de Promoción Agraria debiera servir también, de paso, para despercudir a la derecha y que empiece a marcar su cancha ideológica sin tapujos.

Claramente, la ley de marras se trata de una norma que en su capítulo laboral ha sido enormemente positiva y así lo reconocen todos aquellos que no están influenciados por prejuicios de izquierda respecto de beneficios laborales inconducentes. Hay encuestas que además indican lo propio. La gente mayoritariamente está a favor de flexibilizar la legislación laboral si la misma va a servir para generar empleo.

Pero la derecha, salvo Fernando Cillóniz, ha guardado cautelas inconducentes sobre la materia. Se anda con remilgos, como si las mayorías pensasen lo contrario a sus puntos de vista. No hay medición de la opinión pública que no demuestre que la mayoría del país comulga con criterios de derecha. ¿Por qué entonces tanto pudor?

Una encuesta de Ipsos a propósito de orientación económica de los peruanos es muy clara. El 13% se autodefine como controlista y el 26% como semicontrolista, es decir un 39%, que no es poco, pero no es la mayoría. En sentido contrario, un 47% se define como de semilibre mercado y un 15% abiertamente de libre mercado. Es un 62% del país que claramente se inclina por un modelo más o menos liberal o afín a criterios que conlleva una economía de mercado.

La mayoría está a favor de la inversión minera, de la privatización de empresas públicas, de la libertad de fijación de precios, de la flexibilización laboral, de la inversión privada primordial, etc.

A ese sector mayoritario del país es al que se debe dirigir la derecha sin pudores tontos. La izquierda le aventaja en ello. Mendoza, Arana, Castillo o Vega dicen lo que piensan y no se andan en curatelas absurdas. Y así van creciendo poco o poco o convenciendo a los incautos.

La definición de esta elección va a ser muy apretada y no va a influir para nada el sambenito de que mientras más al centro se sitúe uno mejor le va a ir. Por el contrario, la soberana crisis múltiple y simultánea que vivimos ha sincerado los pensamientos de la gente. Es hora de que los candidatos de la derecha lo entiendan así.

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Francisco Sagasti, Ley de Promoción Agraria, Paro

El gobierno no viene dando pie con bola. Ahora anuncia que quiere derogar el aspecto laboral de la Ley de Promoción Agraria y dejar incólume el tributario, cuando es exactamente al revés lo que la realidad aconseja.

En verdad, la flexibilidad laboral que existe en el agro o en sectores como construcción civil debería extenderse al resto de la economía (iniciativas como la bautizada “ley pulpín” eran buenas, pero la algarada callejera se la tumbó). El llamado régimen general laboral es solo posible de ser cumplido por las empresas con alta productividad y así ya lo están haciendo.

En general, lo que se necesita en el agro es modernizar a la pequeña propiedad, que se integre al gran mercado y de esa manera mejore su rentabilidad y por ende las remuneraciones de sus trabajadores (ellos sí en situaciones casi feudales de subsistencia).

Si el Ejecutivo insiste en su propuesta o lo que es peor el Congreso va más allá y deroga la ley completa, el principal afectado va a ser el trabajador agrario porque o será despedido, reemplazado por máquinas o simplemente transitará hacia la informalidad.

Lo peor que puede hacer Sagasti es disponer un gobierno hiperreactivo a las crisis. Se publican diez comunicados rancios contra la purga policial, se vuela al ministro; le hacen bloqueos en las carreteras, se tumba la ley, sin meditar correctamente; y así sus ocho meses van a ser un suplicio político.

Por lo pronto, haría bien en afinar una estrategia frente a la protesta social. Normalmente, en periodos preelectorales suelen intensificarse, pero en el caso particular que vivimos, sin posibilidad de que se desplieguen campañas electorales propiamente dichas (mítines, visitas, etc.), la protesta se convierte en un mecanismo de campaña.

Frente a ello, tiene que tener reflejos y a la vez sapiencia. No se trata de querer contentar a tirios y troyanos. A la izquierda le ofrece volarse la ley y a la derecha le garantiza represión. Al final, lo peor de ello, es que ni la izquierda ni la derecha van a quedar contentas y el gobierno va a transitar antes de lo pensado por una crisis de subsistencia. A este paso va a llegar extenuado a las elecciones de abril del próximo año.

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Francisco Merino, Francisco Sagasti, Gobierno

El presidente Sagasti le ha entregado la cabeza del ministro del Interior, Rubén Vargas, a los termocéfalos del Congreso, quienes llevados de las narices por la ultraderecha local, amenazaban con no darle el voto de confianza al gabinete Bermúdez si se mantenía en el cargo al titular del Interior.

Por lo que se ve, la mano firme cuando escribe, acaricia y golpea -según sus términos-, se empezó a poner temblorosa a la primera andanada política.

Quizás se cometieron algunos errores en la purga policial desplegada por Vargas, pero eso se podía resolver rápidamente sin necesidad de descabezar un proceso necesario, que tenía como objetivo controlar la corrupción policial y sancionar a los responsables de los abusos cometidos durante las movilizaciones recientes. Pero lejos de eso, no solo se saca a Vargas sino que se nombra en su reemplazo a su antípoda. Marcha atrás vergonzosa.

Ya Sagasti había transmitido una sensación de debilidad cuando en su mensaje de asunción del cargo se dedicó a engreír a los mismos congresistas que horas antes habían vacado malamente a Vizcarra e impuesto al inefable Manuel Merino, un operativo digitado por las mafias universitarias, empresarios del Club de la Construcción y ambiciosos de poder político.

Sagasti se equivocaría garrafalmente si se llega a convencer de que va a tener una tregua de esta mafia vacadora que sabe que después de las elecciones e instalación del nuevo gobierno perderá probablemente todo poder de imposición de sus intereses y que por ello saben que se juegan la vida en estos pocos meses. Sin duda se reagruparán para tratar de tumbarse a Sagasti y volver a sentar en Palacio de Gobierno a alguien dócil a sus intereses y con mayor habilidad política que un torpe Merino.

Frente a ello solo queda anteponer mano firme y capacidad enérgica de reacción. A Sagasti solo lo respaldan unos pocos congresistas, pero fundamentalmente la calle, que seguramente se volverá a movilizar si siente que desde el Congreso se perpetra otro zarpazo, pero nada de ello ocurrirá si el inquilino palaciego no se comporta a la altura de las circunstancias y se muestra débil y dubitativo. La calle no marchará para defender a alguien ya rendido.

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Francisco Sagasti

Debate, episodio 14

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. ¿Fueron buenas las respuestas de Sagasti? ¿Por qué Lizárraga ha perdido por tanto margen con Guzmán? Y el Congreso aprobó el presupuesto del 2021. Eso y mas en Debate 14

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Carolina Lizárraga, Francisco Sagasti, Julio Guzmán

Lo importante de la decisión anunciada por el presidente Sagasti de remover a los altos mandos policiales no radica tan solo en el anuncio en sí mismo, que de por sí es algo bienvenido luego de los atropellos institucionales cometidos durante las protestas por la asunción al mando de Manuel Merino.

Lo relevante, en términos políticos, es que resulta la primera señal de que Sagasti ha entendido que no le basta con asumir una actitud pasiva, centrada tan solo en los objetivos macro de combatir la pandemia, reactivar la economía o asegurar un proceso electoral limpio. Se trata de gobernar y de mandar, en una situación políticamente compleja, con una mayoría adversa en el Congreso y con una calle movilizada que no le va a perdonar la inacción.

No fue el caso de Valentín Paniagua, que llegó bajo similares circunstancias, pero sucedía a un régimen putrefacto, puesto en mayor evidencia por la aparición de los vladivideos y frente a lo cual lo único que se quería era una gestión honesta (a pesar de ello, Paniagua también acometió algunas decisiones ejecutivas).

Paniagua gozó de una luna de miel ciudadana que le permitió sobrellevar un momento terrible de la democracia con una solvencia ética indiscutible. No se le podía exigir más que la reconstrucción moral del país, en sus términos más básicos.

No es el caso de Sagasti. El actual gobernante necesita, por añadidura, mantener niveles de aprobación altos, que van a ser su único activo capaz de refrenar a la coalición vacadora, que hoy solo esta atontada por el mazazo popular recibido, pero que apenas se recomponga volverá a las andadas.

Los intereses mafiosos de un grupo de universidades, coligados a empresas corruptas del Club de la Construcción y lamentablemente a algunos conglomerados mediáticos capaces de sumarse a la desestabilización porque disminuye la publicidad estatal, están allí presentes y apenas sientan que pueden volver a tentar suerte lo harán sin tapujos, sin que les importe nada.

Sagasti está advertido. Lo peor que nos podría pasar como país es que las buenas maneras del Presidente sean síntoma de candidez política.

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