Libertad de expresión

[El dedo en la llaga] El anuncio de la obra teatral “María Maricón” de Gabriel Cárdenas Luna en el marco del festival de artes escénicas “Saliendo de la Caja” organizado por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) ha generado reacciones airadas de parte de colectivos católicos, la Conferencia Episcopal Peruana, el Ministerio de Cultura, el Congreso de la República y diversos personajes vinculados a las tendencias más ultraconservadoras del catolicismo peruano. ¿Está justificada esta reacción que no sólo pretenderse quedarse en protestas declarativas, sino que busca una censura de la obra, a fin de que no sea representada ante el público de ninguna manera?

El resumen del contenido de la obra que aparece en el folleto del festival no parece ser motivo suficiente para estas reacciones hiperventiladas:

«Obra escénica testimonial que explora el conflicto entre la religión y el género, a través de la deconstrucción de diferentes vírgenes y santas católicas. Utilizando danzas folklóricas peruanas, cantos y textos religiosos y populares, además de la experiencia de vida personal del performer principal quien es homosexual, la obra teje una narrativa compleja y emotiva que desafía las normas establecidas y celebra la diversidad».

Lo que ha suscitado tantas iras santas es el título mismo de la obra, y sobre todo el afiche, donde aparece un hombre vestido con una ornamentación que suelen vestir las imágenes sagradas de la Virgen María en el panteón de la devoción católica.

En esta línea va el comunicado de la Conferencia Episcopal Peruana, que dice defender «la libertad de expresión. Sin embargo, consideramos, que no es un derecho absoluto y tiene límites, sobre todo cuando riñen con otros derechos como la libertad religiosa, la fe y la devoción del pueblo peruano. Estos límites adquieren mayor rigor si tenemos en cuenta que la PUCP es una universidad católica y pontificia que debe transmitir los valores cristianos y está sujeta a las Enseñanzas y Magisterio Pontificio». Por otra parte, el Ministerio de Cultura «invoca el respeto por los símbolos religiosos, que son patrimonio de nuestro país. El título de la obra y la forma en que se presenta el afiche, con la imagen de un varón que reemplaza la figura de María de Nazareth, atenta contra tres elementos de la fe católica que se recogen en la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica, la Sagrada Escritura y el propio Magisterio de la Iglesia». 

Lo que no queda claro es cómo una obra de teatro —o su promoción mediante un afiche— puede atentar contra la libertad religiosa, si consideramos el inciso 3 del artículo 2 de la Constitución Política del Perú:

«Toda persona tiene derecho: A la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada. No hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el orden público».

¿Acaso la obra y su afiche impiden que los católicos puedan ejercer libremente sus creencias religiosas? Lo que sí atenta contra libertades constitucionales es censurar la obra e impedir que puedan acceder a ella los que quieran verla. Soy católico, pero no comparto la necedad de Mons. Miguel Cabrejos, quien firma el comunicado de la Conferencia Episcopal Peruana en su calidad de presidente de esa entidad.

¿Hasta qué punto se deben respetar los símbolos religiosos? En la medida en que se respeta a la persona humana y sus creencias. Pero eso no anula la posibilidad de recurrir a la sátira cuando hay motivos suficientes para ello. Y la creación artística abre esas posibilidades. En ese sentido, es legítimo satirizar cualquier símbolo, sea el que fuere. Si se cree que no se puede hacer con los símbolos del catolicismo, entonces no se podría hacer con los del islamismo, del nazismo, del comunismo, del capitalismo, etc. Y en toda sátira hay ineludiblemente una vena crítica que ofende a algunos. Como decía un cura jesuita ya fallecido: son los gajes de la democracia.

¿Significa eso que en el arte todo está permitido? El límite es lo delictivo. Si una obra justifica la discriminación, el racismo y el odio a minorías, o hace apología de conductas criminales, entonces ya no es libertad de expresión sino delito. La valoración de “María Maricón”, una obra que hasta ahora nadie ha visto, debe hacerse sobre la base del contenido de la obra, no del afiche, que no configura ningún delito.

Por otra parte, toda imagen icónica o sagrada de María es una creación humana que se ha generado en determinados contextos sociales e históricos, y ninguna representa fidedignamente a la María de carne y hueso que habría vivido a inicios del siglo I en la pequeña localidad de Nazaret. Si me preguntan, ella debió parecerse más a cualquier mujer palestina que habita la franja de Gaza. Por lo tanto, satirizar artísticamente una imagen de la Virgen María no constituye necesariamente una falta de respeto a la madre histórica de Jesús.

¿Y qué decir de aquellos que exigen que la universidad que está detrás del festival censure la obra porque no es compatible con los valores cristianos que ella representa? Debo aclarar que se llama Pontificia Universidad Católica del Perú, no Pontificia Universidad Católica Conservadora Fundamentalista y Fanática del Perú. La libertad de conciencia está entre uno de los valores fundamentales que, como entidad católica, debe salvaguardar. Además, no se necesita ser católico para estudiar en esa universidad y la libertad de expresión del estudiante debe quedar incólume. Existe el derecho a la crítica y a la sátira, caiga quien caiga.

Hay quien ha hecho el paralelo con sociedades islámicas, donde una falta de respeto a la figura de Mahoma acarrea consigo reacciones violentas y sanciones crueles, incluyendo la muerte. Pero hacer este paralelismo entre católicos y musulmanes es improcedente. La mayoría de los musulmanes que conozco no son así, y eso se da sólo en sociedades teocráticas gobernadas por islamistas radicales y fanáticos. ¿Es que también son así los católicos? La mayoría de católicos no son así, predispuestos al fanatismo y a la violencia verbal … e incluso física.

¿Nos hallamos ante una blasfemia, como ha afirmado el pseudo-periodista Alejandro Bermúdez, expulsado del Sodalicio de Vida Cristiana por el Papa Francisco?

El Catecismo de la Iglesia Católica define así el pecado de blasfemia:

«La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios —interior o exteriormente— palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a “los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos” (St 2, 7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el rechazo de la religión».

Es decir, para cometer una blasfemia es requisito creer en Dios, la Iglesia, los santos y las cosas sagradas. Eso no aplica para no creyentes. Manifestar algo ofensivo respecto a cosas en cuya existencia no se cree no califica como blasfemia. Y los creyentes no pueden pretender que a los no creyentes se les aplique las mismas normas morales que valen para ellos.

Además, Bermúdez se olvida de que quien ofendió a la gente religiosa y piadosa de su tiempo fue Jesús mismo, según cuentan los Evangelios. Fue acusado en varios momentos de cometer blasfemia. Tan ofendidos se sintieron los sacerdotes judíos y los fariseos, cumplidores de la Ley, que conspiraron para matarlo y decidieron entregarlo a las autoridades romanas para su ejecución cuando interpretaron una de sus frases ante el Sanedrín como una blasfemia contra Dios.

Lo que sí se puede decir con propiedad es que el Sodalicio es una institución blasfema, pues recurre al nombre de Dios para justificar abusos de todo tipo y prácticas criminales. Y contra esas blasfemias no veo que hayan protestado con tanta vehemencia ni los católicos tradicionales ni la mayoría de los obispos peruanos.

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[El dedo en la llaga] «Tienes que pasar la página» es un consejo que hemos escuchado repetidamente quienes hemos sido víctimas de abusos, consejo proveniente de personas que carecen de una comprensión de la vida más allá de sus costumbres burguesas y de sus aspiraciones a una existencia donde pasarla bien es el objetivo supremo, aunque el mundo y el entorno social se derrumben a su alrededor. Como decía Charles Bukowski, escritor estadounidense con fama de maldito: «La mayoría de la gente va de la nada a la tumba sin que apenas les roce el horror de la vida».

Y entienden ese “pasar la página” como un olvido de lo sucedido, que permite el inicio de de una nueva etapa en la propia biografía, sin influencias negativas del pasado, guardando silencio y dejando de hablar de las experiencias de abuso sufridas y de sus consecuencias. Como si esto fuera posible en la realidad.

Si bien creen que es necesario que uno “pase la página” por el bien propio de uno mismo, en el fondo son ellos los que no quieren escuchar esas historias, ya sea porque les resultan incómodas, ya sea porque no sabrían cómo lidiar con ellas, ya sea porque desestabilizan su percepción de la realidad y resquebrajan sus frágiles seguridades. Como, por ejemplo, su creencia de que la Iglesia católica, por definición, no puede dejar de ser “santa”.

A decir verdad, uno nunca pasa la página. Porque ello es imposible. Porque nuestro historial de abusos forma parte de nuestra identidad. Porque pasar de ser víctima a sobreviviente es un triunfo encomiable. Porque queremos tener siempre la libertad de poder relatar a qué hemos sobrevivido, sin que la gente promedio sienta que tenga que taparse los oídos o te pida que no hables de “eso”, de aquello de lo cual no se debe hablar, como si se tratara de una cosa obscena. Porque seguimos luchando y tenemos una responsabilidad hacia otros que han sufrido abusos y todavía no se atreven a hablar. Porque no hay página a la que darle la vuelta mientras sigan existiendo las condiciones que permiten los abusos. Porque nuestra historia no es sólo nuestra, sino que debe formar parte de la memoria colectiva de la humanidad, para que no se vuelva a repetir aquello por lo que dolorosamente hemos pasado.

Y a fin de cuentas, porque dejar el libro abierto para narrar las transgresiones contra nuestros derechos fundamentales es también una vía terapéutica que nos permite sanar y cicatrizar las heridas. Heridas que ciertamente tenemos, pero que ya no constituyen el núcleo de nuestras vidas desde el momento en que decidimos salir adelante, enfrentarnos a los retos que afrontan los mortales comunes y corrientes, y experimentar gozos y alegrías en compañía de las personas a las que queremos y que nos aprecian. El aprender ha vivir ha sido duro, pero lo estamos logrando o lo hemos logrado, sin tener que pasar la página. Aunque para algunos la experiencia haya sido como lo que alguna vez señalara Charles Bukowski: «Hay veces que un hombre tiene que luchar tanto por la vida que no tiene tiempo de vivirla».

Hace poco he terminado de leer el libro “Verdades silenciadas: De los miedos y los pecados” de un tal Ángel Campos, autopublicado en noviembre de 2023, donde narra su infancia y adolescencia —desde los 2 hasta los 18 años de edad— en instituciones para huérfanos administrados por órdenes religiosas de la Iglesia católica en la España de los años 70 y 80. Su madre lo entregó desde pequeño a un orfanato gestionado por las Hijas de la Caridad, solamente porque había nacido fuera de una relación matrimonial. Según la mentalidad católica tradicional en la sociedad española de los 60, había sido concebido “en el pecado” y se había convertido en un lastre para su joven madre y sus abuelos, temerosos del “qué dirán” y de la discriminación que sufriría su joven hija por ser madre soltera.

El mismo Ángel resume así su historia:

«Crecí en un orfanato desde los 2 años hasta los 18, y quiso el azar de la vida que fuese en un colegio donde además de educado, también fui maltratado física y psicológicamente, sufriendo abusos sexuales por parte de curas, alguna monja y gestores del colegio con cargos públicos».

Los abusos, más que nada físicos y psicológicos —aunque también en ocasiones sexuales—, que narra el autor en las más de 200 páginas del libro son estremecedores y configuran una historia de terror con varios remansos de paz que, sin embargo, no impiden que se originen traumas que le acompañaran por el resto de sus días.

¿Por qué a los 56 años de edad, cuando ya han pasado varias décadas desde los hechos ocurridos, decide Ángel Campos contar su historia? Él mismo lo explica:

«Durante años me he mantenido en silencio debido al miedo y la vergüenza, hasta que he conocido a personas que, al igual que yo, han experimentado el mismo sufrimiento. A ellos les estoy muy agradecido por darme la fuerza necesaria para dar el paso y hablar de ello.

Actualmente, estoy sumando fuerzas para seguir adelante y no volver a callar frente a ningún pederasta que cometa abuso sexual infantil y dañe de forma permanente la vida de menores en este país.

Escribir este libro ha sido la única forma que he encontrado de liberarme un poco de la pesada carga que durante décadas arrastro en una mochila que yo no pedí colgar a mis espaldas».

Cómo Ángel Campos, muchos de los sobrevivivientes del Sodalicio hemos vencido el miedo y nos hemos atrevido a contar nuestras historias. Tenemos el derecho a hacerlo, pues narrar lo sucedido es una forma de sanación, de superar los traumas y cicatrizar las heridas. Afortunadamente, el Papa Francisco en su carta apostólica “Vos estis luz mundi” (25 de marzo de 2023) prohíbe que se obligue al silencio a quienes denuncian abusos en la Iglesia católica y a las víctimas:

«Al que presenta un informe, a la persona que afirma haber sido ofendida y a los testigos no se les puede imponer alguna obligación de guardar silencio con respecto al contenido del mismo».

Pues obligar a callar a las personas afectadas es restringir no sólo su derecho a la libertad de expresión, sino también cerrarles un camino que lleva a la curación. Y eso resulta evidente en la experiencia de Ángel Campos, quien nos dice:

«Necesito compartir mi historia, liberarme de este peso invisible que he cargado desde niño. Aunque la voz tiemble y las lágrimas fluyan, debo sacar afuera el dolor construido palabra a palabra, golpe a golpe, abuso tras abuso. […]

Me rodearé de amor, perdonaré setenta veces siete, me levantaré las veces que haga falta. Volveré a confiar, a reír, a abrir los brazos sin miedo ni vergüenza. Y cuando mire atrás, ya no con ira, sino con compasión, me sentiré orgulloso del largo trecho recorrido. Y sabré que mi lucha no fue en vano, porque ayudará a otros a encontrar el camino para salir del oscuro pozo en el que un día otros nos arrojaron».

Vos estis lux mundi” del Papa Francisco señala que «la legítima tutela de la buena fama y la esfera privada de todas las personas implicadas, así como la confidencialidad de sus datos personales, se deben salvaguardar de todas formas». Es decir, las entidades y organizaciones de la Iglesia católica que reciben denuncias de abusos tienen ese deber de confidencialidad. Pero esa confidencialidad no obliga a denunciantes, víctimas y testigos —como ya se ha señalado—, que siempre gozarán del derecho a hacer públicos los abusos denunciados. La razón la señala muy bien un aforismo con el que Ángel Campos inicia su libro:

«El silencio sólo permite al abusador que abuse».

Por eso necesitamos seguir hablando y narrando historias, sin callarnos jamás. Pues quien pasa la página y se olvida de todo lo leído hasta ese momento, nunca logrará comprender en su totalidad el sentido del maravilloso libro de su vida.

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Desde Carlos Cornejo hasta María de Jesús Gonzales. Hemos visto las diferentes denuncias hechas al Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP) con respecto a los atropellos que se han venido cometiendo en contra de los colegas periodistas. En un sinfín de quejas que se han realizado por las supuestas posturas que se tomaron en contra del gobierno y que puede haber sido un quiebre en las relaciones del canal y estos periodistas. Aun así, no todos están dentro de este contexto.

En su momento conversamos con la periodista María de Jesús Gonzales quien pudo contarnos sobre varias anécdotas que marcaron su paso por TV Perú. “Llegué a la puerta del canal, iba a ingresar, como cualquier día, y me dicen: No María de Jesús, no puedes ingresar, hay una orden que ya no ingresas, ya no estás en el canal”, reveló la periodista quien regresaba al canal después de un feriado que le corresponde por derecho y pensaba que se trataba de una confusión, ya que el agente de seguridad era nuevo. Sin embargo, esto sería el inicio de una gran odisea. 

 

Informe Benjamín Zevallos

Ley Nº24724 de la jornada de trabajo para los periodistas

Me fui a la puerta principal. Ahí fue peor, me bloquearon igual. No, no, María de Jesús, no lo hagas más difícil, por favor, no podemos permitirle el ingreso. Recuerdo a una señora en recepción que le dije, ¿qué está pasando? Me dijo que le habían indicado que ya no podía ingresar al canal”, recuerda la periodista mientras añade que pudo entrar al baño, ya que se encontraba muy afectada por el trato que había recibido.

Esta fue la oportunidad para la periodista y habló con el entonces gerente de prensa, José Vargas, quien le indicó que ya se había tomado una decisión. Ante la falta de respuestas, María de Jesús fue a increpar por los abusos recibidos al presidente del directorio del IRTP, Hugo Coya, quien se encontraba con visitantes en su oficina. “¿Por qué me haces esto? ¿Así tratas a los periodistas?”, fueron las palabras de María de Jesús hacia el alto directivo de la entidad. Este solo mostró su indiferencia pidiendo que la retiraran de su oficina.

Conversamos con Carolina Caycho, Gestora de Medios del Ministerio de Cultura, sobre la problemática ocurrida con la periodista. Según Carolina, el tema ya ha sido resuelto y la periodista se encuentra actualmente trabajando. Además, nos mencionó que el IRTP es un organismo público con autonomía y que Ninoska Chandia, presidenta del directorio del IRTP, es la encargada de responder nuestras preguntas y las de nuestros lectores.

Intentamos tener un acercamiento con la misma Ninoska, pero en un afán por esquivar nuestras dudas, nos mandó con la dirección de prensa para recién entablar una conversación formal. Sin embargo, tenemos que seguir informando y los protocolos que se disponen solo son días perdidos para tantos colegas que exigen ser escuchados y de una ciudadanía que le ha bajado el dedo a la calidad y transparencia del canal del Estado. 

¿Realmente es peligrosa esta inestabilidad en TV Perú?

Véase pues las denuncias que se han venido propagando por este problema de intentar dar una opinión en favor de la libertad de expresión y las diferentes represalias. En su momento, gremios periodísticos del Perú levantaron su voz para advertir sobre la posible influencia del gobierno en los canales del Estado y han alertado sobre el riesgo que esto representa para la libertad de prensa en el país. 

Justamente hablábamos de Ninoska Chandia quien asume el cargo más importante de la institución. No obstante, se debe también visualizar el pasado de la actual directiva, y es que anteriormente había ocupado un cargo de confianza para Dina Boluarte. Fue directora de Comunicación e Imagen del Despacho Presidencial.

Por su parte, estas preocupaciones surgieron después que se dieran despidos injustificados de periodistas que han cuestionado la gestión de Dina Boluarte. En ese momento, el gobierno enfrentaba una situación complicada, ya que diversas organizaciones internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Human Rights Watch y Amnistía Internacional acusaban a la gestión de Boluarte de vulnerar los derechos de los manifestantes que protestaban en contra de su régimen en diferentes regiones del país.

Uno de los puntos de quiebre habría sido cuando la periodista Ximena Carrasco, de TV Perú, hizo una pregunta incómoda durante una conferencia de prensa ofrecida por Dina Boluarte y su equipo ministerial. Poco después de esto, la periodista fue despedida sin razón ni justificación aparente. En sus palabras, había recibido comentarios de que algunos funcionarios se mostraron incómodos con su trabajo de cuestionar e incomodar en su labor periodística.

Informe Benjamín Zevallos

Tweets de la periodista sobre su salida

El caso de Carlos Cornejo

Cuando conversamos con Carlos Cornejo denunció que su salida de TV Perú fue injustificada y que hubo una irregularidad en términos de contratación laboral. Según él, su contrato era mensual y no había llegado a su fin. Esta situación ha sido reportada por varias personas que también fueron despedidas de TV Perú. La Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP) respaldó a Cornejo y consideró su salida del Instituto Nacional de Radio y Televisión (IRTP) como incausada, arbitraria e injustificada. 

Al cierre del informe, nos encontramos en espera de la respuesta de la Sra. Ninoska Chandia quien en su calidad de representante y presidenta del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú debe responder sobre estas irregularidades. De igual manera, esperamos la pronta respuesta de la Sra. Leslie Urteaga, ministra de cultura.

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El rostro de Owen, mientras cuenta la anécdota, es todo un poema. Y continuó Gary.

  • Todos pensamos: por Dios eso es imposible. Recuerdo ir a entrenar, al día siguiente, y que todos lo intentáramos. Y lo mejor que alguien logró fue hacerlo tres veces, corriendo para alcanzar la tercera.

Ese es el gran Gary Lineker. Didáctico y con una gran empatía. Esto es, un hombre de principios. Dio una opinión política en twitter y el gobierno obligó a la conservadora BBC que lo censurara. El caballero ingles no se retractó. No tenía por qué. Recibió el apoyo de sus compañeros. El domingo último, Match of the Day no tuvo ningún presentador, su emisión fue de solo 20 minutos en mute.

El prestigioso diario El Guardián declaró en su editorial lo que muchos pensamos.

  • Seamos claros: realmente no importa lo que Lineker haya estado diciendo en Twitter. No importa si te gusta, si estás de acuerdo con él o si te molesta. Quizá sólo quieras ver el fútbol. Tal vez te desagraden los temas sobre los inmigrantes. Tal vez sea en parte porque el gobierno y los medios de comunicación afines siguen afirmando (incorrectamente) que el Reino Unido está siendo desproporcionadamente asaltado o invadido o colonizado por ellos. El hecho es que todo el mundo pierde, todo disminuye, cuando está en manos del gobierno de turno decidir quién puede decir qué en cuestiones de bondad humana básica. Lo que tenemos aquí es la censura estatal de facto por el delito de tener opiniones independientes en las redes sociales.

Y continua el diario.

  • Su suspensión, por supuesto, estará vinculada explícitamente al hecho de que se supone que los presentadores de BBC deben evitar las declaraciones políticas. Pero el uso de este poder en este caso parece arbitrario. Lineker es un comentarista de fútbol independiente con una cuenta privada de Twitter. No hace política para BBC. Es extraño sugerir que existe algún problema de interés público, alguna amenaza a la independencia, que justifique amenazarlo para que guarde silencio en sus cuentas personales de redes sociales”.

La presión ciudadana en las redes sociales obligaron, esta semana, a que la BBC le levantara el castigo al Crack Comentarista.

  • No se disculpó por sus tuits. Como debe ser.

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De todas maneras es un atropello contra la libertad de expresión”. Así calificó el congresista de APP, Luis Picón Quedo, la decisión del juez Jesús Vega de condenar a dos años de prisión suspendida y una reparación de S/400.000 al periodista Christopher Acosta y a Jerónimo Pimentel, director de la editorial Penguim Random House. La sentencia es por la publicación del libro ‘Plata como cancha’.

Para el parlamentario, que respondió brevemente las consultas de Sudaca, que César Acuña haya pedido S/100 millones como compensación económica es “un amedrentamiento” contra el periodista por investigarlo.

Dentro de la bancada, Picón es -al parecer- una rara avis. Consultada por este medio, la también congresista Gladys Echaíz dijo que no se puede tomar como un amedrentamiento lo hecho por su jefe. “Se puede pedir el cielo si usted quiere, pero ya eso está en manos de los que administran la justicia. Eso no le puede amedrentar a nadie, es solo un pedido”, afirma. Los demás congresistas no atendieron nuestras llamadas.

Lo que sí hicieron fue emitir un escueto comunicado que bien podría haber sido elaborado por el área de relaciones públicas del Estudio Ghersi. Manifiestan, por ejemplo, su “respeto absoluto por la libertad de expresión y de prensa, pero también observancia plena a los derechos fundamentales de todas las personas”. Vacío y predecible. 

Quienes tampoco dudaron en brindarle su apoyo a César Acuña fueron sus hermanos. “Como se trata de mi hermano, por supuesto tengo que defender que el juez le haya dado la razón”, dice Virgilio Acuña. Y agrega: “Si en este momento tenemos un periodista con sentencias, es por una decisión que él ha tomado. Y para tomar una decisión uno tiene que estar bien enterado del tema”.

Virgilio Acuña, sin embargo, es citado en el libro con frases poco amigables hacia su hermano César. “Lo que César hizo en la familia fue instaurar la cultura del más vivo”, dijo, por ejemplo. Ahora intenta explicar a Sudaca que, cuando dijo esa frase, se refería a que el líder de Alianza para el Progreso “es el que más conoce de oportunidades y es el que más nos enseña a ser despiertos y vivos”. Sí, cómo no.

Su hermana, la congresista María Acuña, también sale en su defensa. “No creo que esa sentencia sea un atropello contra la libertad de expresión. Todos tenemos derecho a la libertad de expresión, pero hay que saberla expresar”, dice. Para ella, además, esto no va a perjudicar a Alianza para el Progreso en las próximas elecciones.

Quien no quiso atendernos fue Augusto Álvarez Rodrich, el flamante presidente del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS). Mientras en sus columnas calificaba como “acoso” y “un atropello brutal” el allanamiento a la casa del periodista Pedro Salinas, a la hora de escribir sobre su amigo César Acuña se le bajaron las revoluciones.

En su columna del 9 de enero, escribió que, aunque él participa “activamente en la defensa de la libertad de expresión desde hace una década”, la querella planteada por Acuña es solo “un error”. Álvarez Ródrich conoce al líder de Alianza para el Progreso desde 2008, cuando el mismo Acuña lo llamó para dictar clases en la Universidad César Vallejo. Desde el 2020 integra el directorio de esta universidad.

Conocida la sentencia calificó de “nefasto” el fallo judicial y en una entrevista de RPP señaló que espera que la situación se pueda revertir. ¿Pero sobre César Acuña? Parecía que, para Álvarez Rodrich, la demanda la había puesto un fantasma. Ni una palabra sobre él. En su programa de hoy en LR+, le dedicó menos de un minuto y medio al tema.

Otra persona que también evitó dar declaraciones a Sudaca es la expremier y defensora del pueblo Beatriz Merino. Ella, al igual que Álvarez Rodrich, ha tenido una relación cercana con el fundador de la Vallejo, pues es la presidenta ejecutiva de esta casa de estudios. Y aunque en el pasado condenó enérgicamente la llamada “Ley Mulder”, que prohibía la publicidad estatal en los medios, hoy permanece muda.

También enviamos mensajes a Álvaro Vargas Llosa, miembro de la Fundación Internacional para la Libertad, a la que también pertenece César Acuña; y a Luis Iberico, periodista que el año pasado acompañó al líder de APP en su plancha presidencial como segundo vicepresidente. Lo curioso es que el 2016, Iberico rechazó enérgicamente una condena por difamación contra el periodista Rafo León. ¿Y ahora?

Acosta y Pimentel ya informaron que apelarán la sentencia del juez Vega. Mientras tanto, Acuña sigue sin dar la cara al público a pesar de haber salido victorioso. Tampoco se ha reunido con sus congresistas. 

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El caso de la ciudadana Ana Estrada, quien clama porque le permitan disponer dignamente de su vida, no es solo un caso de dignidad sino también de la más íntima libertad.

La vida humana es el bien más preciado no sólo ética sino también legalmente. El mismo respeto debe existir, por ende, porque exista libertad para disponer de ella cuando uno, el dueño de la misma, así lo decida.

Víctima de una enfermedad degenerativa y autoinmune, ella considera que el tipo de vida que puede llevar -absolutamente dependiente, sufriente y limitada- no corresponde a sus deseos humanos de sobrevivencia y desea que le permitan morir por propia decisión.

El caso ha llegado a los juzgados. Luego de una larga lucha, Ana Estrada logró que la Defensoría del Pueblo la acompañe presentando una acción de amparo ante Jorge Ramírez Niño de Guzmán, titular del 11 Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Lima, quien ha declarado que resolverá en tiempo razonable.

Invocamos un sentido de justicia superior y por ello hacemos votos para que el magistrado calibre la real dimensión no sólo jurídica sino moral del amparo presentado. Al final de cuentas, debe recordar el juez, el derecho no es una abstracción teórica sino una herramienta ética.

No hay precedente legislativo en el Perú y en el mundo subsiste intenso debate respecto de este derecho humano. Será motivo para lograr que al menos en esta materia, nuestro conservador país se ponga a la vanguardia y se convierta en ejemplo mundial de respeto a las libertades más básicas y a uno de los más humanos de los derechos.

Ojalá nuestra legislación y quienes son llamados a interpretarla sepan ponerse a la altura de las circunstancias. Y ojalá la sociedad entera vea en este caso toda la hondura compleja y moral que implica la vida humana. La lucha incansable de Ana Estrada debe ser la de quienes creen en las libertades y en la defensa a ultranza de la dignidad humana.

La labor maravillosa y heroica que hasta el momento ella ha librado ya merece inmenso reconocimiento. Su lucha ha dignificado su vida y la nuestra.

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