confianza

Año tras año, como lo indican las encuestas, la desconfianza entre los ciudadanos aumenta. ¿No son acaso el uso irregular de los recursos públicos, los escándalos de corrupción, la ineficiencia en la prestación de servicios públicos, entre otros hechos, los que provocan que la confianza en el Estado y en las instituciones disminuya? ¿A los que detentan el poder les preocupa que su desempeño sea valorado de manera positiva? ¿Qué las instituciones, bajo su responsabilidad, sean percibidas por los ciudadanos como justas y transparentes en la prestación de servicios públicos y por eso mismo confiables? ¿Se dan cuenta que la desconfianza política impacta la confianza interpersonal? ¿Sería mucho solicitarles que evalúen los efectos de la creciente desconfianza política e implementen las acciones necesarias para contrarrestarla? Tal vez sea mucho pedir en las actuales circunstancias.

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Insisto, asimismo, en que los partidos políticos deben tener una narrativa que trascienda la plaza pública. Para ello, es imprescindible su participación mediática a través de programas que conecten el internet con la televisión. En estos tiempos, política y medios no pueden ir por separado o que estos últimos sean sustitutos partidarios.

Así, entre otras medidas, se puede reconstruir la legitimidad y confianza de las instituciones políticas en nuestra joven democracia.

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Comunicarse de forma correcta y eficiente es un requerimiento de todo emprendedor. Hablar en público de forma profesional implica un conjunto de habilidades, entre ellas la honestidad, clave para lograr cautivar a quienes nos escuchan y convencerlos de aquello que exponemos.

Saber cómo hablar en público es un conjunto de habilidades cada vez más requerido tanto en el contexto de la formación como en el contexto profesional. La comunicación, en definitiva, ha pasado a ser vista como un elemento fundamental tanto del aprendizaje como del trabajo, y por eso dar charlas, exposiciones o conferencias es el modo habitual de demostrar que se tiene soltura en ese dominio

José Mejuto, autor del podcast de coaching Habla y Conecta, explica que la honestidad genera confianza en los demás. “Cuando hablamos de honestidad al hablar en público, hablamos de que el cuerpo no miente”, advierte Mejuto que pone de ejemplo a los políticos en situaciones cuestionables. “En una conferencia de prensa, una pregunta incómoda les obliga a bajar la mirada, fruncir el ceño, hacer una mueca o tragar saliva de forma inconsciente. Estas son señales de que algo no va bien en el interior”, explica.

Hablar con el cuerpo

Además de ser honesto durante las conversaciones o negociaciones, es importante cuidar de nuestro lenguaje corporal, que reforzará la seguridad de nuestras palabras. Carol Kinsey Goman, coach de ejecutivos brinda algunos consejos para ello:

Revisar la posición de tus pies: Muchas veces nos enfocamos en la parte superior de nuestro cuerpo pero los pies son bastante reveladores sobre nuestras emociones. Por ejemplo, si nos acercamos a alguien y sus pies se mantienen en la misma posición en lugar de girar hacia nosotros, esa persona no desea entablar una conversación. O, por ejemplo, si conversamos con alguien pareciendo interesado, pero nuestros pies apuntan hacia la puerta, revelaremos que en realidad deseamos irnos.

Sonreír: Las personas que sonríen, incluso sin estarlo en ese momento, consiguen empezar a sentirse contentos, reveló un estudio de la Universidad de Cardiff. Hacerlo de manera justa te dará una buena energía y humor para conversar, mientras brindas una sensación de confianza a quienes te escuchan.

Bajar la voz con la respiración: Las personas con voces profundas tienen mayor posibilidad de ser percibidas como una autoridad o expertos en sus materias. Para bajar tu voz, especialmente antes de una reunión, procura tomar algunas respiraciones profundas. Esto logrará relajar tu garganta, que suele contraerse y elevar el tono de voz en momentos de tensión.

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Hoy el primer gabinete del gobierno del presidente Castillo acudirá al Congreso en busca de la confianza. Este acto implica que la palabra de la representación nacional interpela al ejecutivo con la finalidad de que éste dé fianza, es decir, garantía, de que se cumplirá con  lo ofrecido. Esto es lo que se podría esperar en una situación normal de sana convivencia política.

Pero, estamos en una situación en la que el gobierno acude al congreso bajo amenaza. Una oposición que ha querido desde el primer día socavar la gobernabilidad y doblegar a la alternativa de cambio por la que el pueblo peruano votó no otorgará esa confianza sin antes no intentar una y otra vez que se haga lo que ella quiere. El encono, el resentimiento y la imposibilidad de aceptar la voluntad popular han colocado a nuestra derecha, incluso la más progresista, en las antípodas de los modales democráticos preparando lo que a todas luces es un golpe parlamentario.

En este enfrentamiento el único que pierde es un pueblo que mira desde su esfuerzo diario por sobrevivir cómo los políticos siguen enfrentados  y sin poder solucionar los problemas que los aquejan en su cotidianidad. Un gobierno que no puede dedicarse a trabajar porque vive al tanto de los ataques, zancadillas y amenazas de una derecha que no comprende que perdió la elección y ahora debe dar paso a que una nueva manera y estilo de gobierno se instituya.

Ninguna sociedad puede establecer lazos mínimos de convivencia sin la necesaria confianza que debe haber entre quienes la integran. Una sociedad de la desconfianza es una sociedad destinada a desaparecer. Lamentablemente, el escenario político de los últimos meses en el Perú se ha vuelto uno en el que parece predominar la desconfianza. Mientras ésta persista no habrá posibilidad para el diálogo y terminaremos destruyéndonos los unos a los otros.

Los arrebatos de uno y otro lado han perdido toda mesura y sabemos que si ella no es posible lograr una convivencia sana. Sabido es que la política se constituye en un espacio de confrontación y lucha por el poder, pero sobre la base de acuerdos mínimos de quienes persiguen el bien común y no sólo el bien de uno de los grupos en conflicto.

Lo más racional, fuera del cálculo político, sería que se otorgue la confianza al gabinete y a partir de ello poder evaluar el accionar de cada ministro y solicitar el cambio de aquellos que no cumplan con lo ofrecido por ellos mismos. Pero, descalificar a priori o por decisiones o declaraciones anteriores al ejercicio del cargo, son majaderías que el gobierno no debería permitir. Un funcionario público deber ser evaluado y juzgado por el ejercicio de su función y no por otros motivos. En ese sentido, la elaboración de listas de ministros que deberían dejar el cargo si siquiera tener el tiempo para mostrar su trabajo es un despropósito.

Como nos enseñó Gadamer: “El arte de comprender consiste, seguramente y ante todo, en el arte de escuchar. Sin embargo, a ello hay que añadir la posibilidad de que el otro pueda tener razón. El otro de entrada se encuentra en una mala situación si ambos lados no sienten eso […] Siempre que se quiera comprender a otro o una cosa, debemos preguntarnos cuál será la pregunta respecto a la cual esta o aquella manifestación lingüística constituirá la respuesta. Hasta que no llego a este punto, no he comprendido absolutamente nada”. Es pues necesario saber escuchar para llegar a comprender y para eso se debe estar dispuesto a aceptar que podemos estar equivocados. Aceptar que el otro puede tener razón es el esfuerzo más grande que exige la comprensión y por tato la confianza, pues sólo puedo confiar en lo que puedo comprender.

Por ello se hace imprescindible que hoy ambos poderes del estado estén dispuestos a dejarse escuchar e interpelar. Que ambos depongan sus diferencias en bien de aquellos que cifraron sus esperanzas en una vida y un país mejor. Si de verdad es cierto que todos los que mañana estarán en el Congreso quieren lo mejor para el Perú entonces tienen el imperativo de escucharse y empezar a trabajar no para intereses particulares sino para todos.

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Estamos atravesando un período de turbulencia política que no le hace bien a la economía. La incertidumbre genera postergaciones de compras e inversiones que desaceleran la reactivación y el aumento del empleo. Mientras tanto en regiones como Arequipa, se encuentran en una ola devastadora de contagios, por la que todos deberíamos estar preocupados.

Hoy más que nunca está claro que la política influye en la economía; no voy a caer en el deporte nacional de buscar culpables como si eso arreglara algo. Aquí no se trata de culpar a unos o a otros; el problema es que no confiamos en nadie ni en nada y en ese contexto es imposible que progresemos como sociedad.

Veamos a los países exitosos, entendiendo por exitosos aquellos que brindan altos niveles de bienestar a todos sus habitantes. Son países con alto nivel de confianza interpersonal. Entonces todo fluye. El gran reto que tenemos como sociedad es volver a confiar, si es que alguna vez lo hicimos.

Lo que pasa es que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta. Y esa realidad se caracteriza por una desconfianza casi total. Entonces nos dedicamos a insultar y agredir a todos aquellos que piensan diferente. No somos una sociedad deliberante, en la que el debate alturado y basado en evidencia empírica nos lleve a lo más cercano a la verdad. La mitad quiere convencer a la otra mitad y si no lo logra, entonces la insulta.  No nos damos cuenta que así nos alejamos más unos de otros.

La cooperación puede hacer en economía que 2 más 2 sea 5. El conflicto hace que la misma suma sea 3. Vean como funcionan las sociedades con alta calidad de vida. Funcionan tanto el mercado como el estado, tanto el sector privado como el público. ¿Cómo así? Pues el mercado produce riqueza y beneficia directamente a través de buenos empleos a aquellos que tuvieron la suerte de estudiar, entre otras ventajas que les brindó la lotería de la vida. El estado cobra impuestos y con el dinero invierte en aquellos que no se pueden integrar tan fácilmente al mercado, a través de una educación de calidad, salud de primer nivel, seguridad ciudadana, acceso a agua potable y desagüe, etc. Son sociedades libres de corrupción. No se busca lograr cosas con trampa, sino se espera el turno. Son estados que usan bien el dinero que tienen en beneficio de todos.

Nuestra pregunta creo que tendría que ser, ¿cómo hacemos para que el entorno dentro del cual funciona la economía sea conducente a elevar el bienestar? Cada cinco años creemos que lo logramos en una en elección, para luego desilusionarnos. Los mismos que apoyaron a la persona que ganó se le voltean. Es historia vieja. Para desarrollar debemos crecer y reformar, pero por encima de todo, volver a confiar.

Lo que rodea a la economía es tan importante como la economía misma. Necesitamos mejores instituciones y aumentar el capital social, que simplemente se refiere a la confianza, tanto interpersonal como a aquella que tenemos en nuestras instituciones. Es urgente volver a creer para volver a crecer.

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Carlos Parodi, confianza, Entendiendo de Economía, Turbulencia