Antipolítica

[EN EL PUNTO DE MIRA] Reflexionar sobre la herencia fujimorista es importante para el conocimiento público. Hasta la fecha tenemos estudios sobre lo que pasó en el régimen autoritario, así como la gran corrupción sistemática que hubo. También existen investigaciones (y videos que salieron a la luz pública) sobre la compra, por parte del gobierno autoritario de Fujimori, de medios de comunicación. Además, existen estudios sobre la liberalización del mercado y las reformas del consenso de Washington que permitieron el crecimiento económico del país. 

De todo este proceso en mención ¿qué nos dejó como herencia política y social el fujimorismo? En términos políticos, nos legó la compra de conciencias, como si fuera un producto más del stock de una tienda. Si actualmente estamos presenciando los ‘jales’ políticos como algo normal, es porque durante el fujimorismo se impulsó, de manera perversa, la compra de operadores políticos con el fin de debilitar a los partidos. Siempre hubo mercantilismo político, pero durante los noventa se volvió la regla.

En términos sociales, producto del sistemático desprestigio por parte del gobierno autoritario hacia los partidos políticos y de la compra de medios de comunicación, el fujimorismo nos dejó como herencia una sociedad desconfiada. El peruano desconfía de todo. ‘Después de mí, el diluvio’ se volvió la regla. La ciudadanía en general desconfían de los políticos. Y la gran mayoría de la clase política (y del periodismo) desconfían de otorgar dinero para la ejecución de una obra a los ciudadanos. De arriba hacia abajo, y viceversa, existe la desconfianza.

¿Qué hacer frente a ello? Propuestas y acciones que contribuyan a reconstruir al Perú como sociedad. En la sociedad, el Estado y el mercado son de suma importancia para la confianza, que es vital para la ciudadanía. La clase política tiene la urgente necesidad de dar propuestas y acciones que generen confianza ciudadana para fortalecer el Estado y para que se genere un nuevo pacto entre el capital y el trabajo. La herencia política y social del fujimorismo golpista hizo mucho daño al país.

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Antipolítica, Fujimorismo, Política

[EN EL PUNTO DE MIRA] Hoy por hoy en el Perú, la política ha dejado de atraer a las grandes mayorías de peruanos. Para ser más precisos, hoy por hoy la política partidaria ha dejado de atraer a miles de ciudadanos peruanos por diversas razones. Una de ellas es -creo yo una de las principales- por lo anticuado de las formas de comunicar el mensaje.

En una época de tecnologías de la información, y donde el medio es el mensaje, las formas cobran vital importancia para decirnos algo. Cómo lo dices y con qué etiqueta lo dices cobran mayor relevancia. Pablo Iglesias -líder de Podemos- sostuvo alguna vez en una conferencia que su agrupación política atrae porque es sexy. Vale decir, porque apela –aparte de la razón- a la pasión. Y agregaba que ser del Real Madrid o del Barcelona no tiene nada que ver con la razón, sino con la pasión o con una emoción que difícilmente puede ser explicada, pero que moviliza conciencias y corazones.

Pues, bueno, eso ha perdido –hoy por hoy- la política partidaria en el Perú. El APRA fue eso en el siglo XX. Fue la entrada del Perú a la modernidad, porque atrajo a las grandes mayorías, tanto racional como pasionalmente. En pleno siglo XXI, la pasión va a favor de los antis. Ser antiaprista o antifujimorista aglutina más conciencias y corazones.

Si bien –a finales de los noventa- el gobierno autoritario de Fujimori cumplió su objetivo de generar una política despartidirizada, la globalización –más las tecnologías de la información como soporte- pulverizaron las grandes ideas, que daban sostén a los partidos realmente existentes.

He sostenido en reiteradas ocasiones que el país pasa por dos tipos de divisiones que es necesario saber interpretarlos y decirlos. La primera transita por una división que generan las corporaciones nacionales como transnacionales con respecto a la vulneración de los derechos del consumidor en el ámbito urbano. El otro pasa por los límites que está teniendo la forma de hacer minería y de extraer petróleo en el ámbito rural.

Quien dé un mensaje racional, pero -a la vez- pasional sobre lo que implica defender estos temas, dará el gran salto en el país. Asimismo, quien capte la revolución de la horizontalidad en el trato, en el que cuestione las jerarquías sociales y culturales, tendrá el corazón y las mentes de los peruanos y peruanas.

¡Ya tú sabes!

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Antipolítica, pasión, Política

[EN EL PUNTO DE MIRA] La campaña electoral que recién empieza ha visibilizado un asunto bastante complejo de la dinámica política peruana: tener en disputa dos tipos de práctica política. La primera está representada por la práctica política mercantilista. En este punto podemos encontrar que la compra de votos es la condición sine qua non para llegar al electorado y para tener relativo éxito electoral. Durante el Gobierno autoritario de Fujimori esta forma de hacer política tuvo su incentivo perverso. Hasta el día de hoy se puede apreciar cómo este ejercicio político ha logrado generar un sentido común difícil de romper.

Con esta práctica lo que se busca es no tener militantes, sino clientes y redes de patronazgos. Y también –de acuerdo con Henry Hale– se busca hacer política mediante sustitutos partidarios (léase oenegés, canales de televisión, consorcios universitarios, equipos de fútbol, etc.), en los que se tenga como prioridad el candidato con dinero (así no tenga ideas claras de gobierno).

Por el otro lado tenemos a la práctica política institucional, que tiene su base en la estructura partidaria para generar adhesión política y éxito electoral. En estos momentos, dicha práctica política se encuentra disminuida por la presencia casi hegemónica de la política mercantilista, y por errores propios también. Pero, de acuerdo a una investigación que realicé para mi tesis de maestría, en las elecciones del año 2010 y 2014 para las elecciones regionales en Cajamarca, la política mercantilista tiene sus límites. El MAS, con su lema “aquí manda el pueblo” y con el uso estratégico de la problemática minera, logró ganar de forma abrumadora a un candidato fujimorista que ofrecía y regalaba dinero y víveres a cambio de votos.

Para las elecciones generales del 2026, la antipolítica (disfrazada de mercantilismo) pretende hacerse nuevamente de la política como organización y como liderazgo. Pero en un escenario caótico como el que vive actualmente el Perú, ir del terreno de las propuestas vinculadas a la recuperación de la política como asunto público –mediante liderazgos distribuidos y un partido organizado– se puede revertir ese escenario. Es un reto muy grande, pero apelando siempre a la capacidad de agencia se puede cambiar el escenario fragmentado y mercantilizado que tenemos actualmente en el Perú.

 

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Antipolítica, Campaña electoral, Institucionalidad política, Mercantilismo político

Muchos de esos rasgos antipolíticos se han mantenido y se han exacerbado a lo largo de más de dos décadas. Ahora no son patrimonio de tal o cual fuerza política o de tal o cual liderazgo. Por el contrario, se les encuentra en líderes y partidos políticos que se ubican en las derechas, en las izquierdas y en el centro del espectro político; algunos de los cuales tienen hoy responsabilidades gubernamentales y legislativas. Por eso, durante las movilizaciones de protesta, los cuestionamientos al gobierno de Boluarte fueron respondidos con un uso excesivo de la fuerza policial y militar que causó la muerte de 49 ciudadanos. O cuando Perú Libre y Fuerza Popular, partidos ubicados, al menos declarativamente, en polos opuestos la elección del Defensor del Pueblo teniendo en el horizonte sus particularísimos intereses. Como se aprecia, la antipolítica, por el momento, goza de buena salud y seguirá, en consecuencia, erosionando nuestra precaria democracia.

Carlos Iván Degregori partió a la eternidad un 18 de mayo de 2011. Aquel día nos dejó un estupendo intelectual, un antropólogo sin par, un excelente docente y un escritor excepcional.  Aquel día se nos fue uno de los imprescindibles como diría el dramaturgo y poeta Bertolt Brecht. Hoy queda releerlo, pensar los problemas del país, imaginar futuros posibles muchos más dignos y humanos que el presente y actuar en consecuencia para hacerlos posibles.

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Alberto Fujimori, Antipolítica, Carlos Iván Degregori, conflicto armado interno, corrupción, Dina Boluarte, hiperinflación, Política
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