depresión

[Migrante al paso] La noche se estira como un chicle, es como esos hilos de queso que se extienden después de una buena mordida de pizza. Desde la ventana, Pedro de Osma parece más ancha, los árboles más altos, las luces más débiles, digno de los clásicos de terror de aquella Inglaterra lúgubre. Un Uber solitario pasa, una ciclista cruza sin miedo, alguien camina apurado. Afuera todo está en pausa, pero mi cabeza sigue en marcha. La cama es incómoda, el techo tiene grietas que nunca había visto, dibujo mapas en él, la luz proyecta sombras raras en la pared. Giro, me acomodo, intento no darle muchas vueltas. Igual, a veces esas vueltas son productivas laboralmente.

—Deberías dormir —dice mi cabeza, creo que todos tienen una, en esos momentos tienes varias.
—No ves que no puedo —respondo—. Tampoco ayuda que hables.

Un perro cruza como si fuera dueño del mundo. Momentos alegres para la gente canina. En cualquier hora un cachorro te saca una sonrisa. Hay neblina, hasta se mete al cuarto, dejo que me envuelva y que el humo de mis cigarros se camufle en ella. 

A veces el insomnio no es solo no poder dormir. Es también no querer hacerlo. Se supone que descansar es necesario, pero hay noches en las que cerrar los ojos se siente como perder el control. Como rendirse a algo que no pedí. La madrugada, en cambio, me deja estar. No hay llamadas, no hay mensajes, no hay interrupciones. Solo yo y el silencio. De repente unos cuantos fantasmas. Cuando ya eres veterano en las desveladas, ya no hay miedo. Intentar dormir es prácticamente una lucha perdida de antemano. 

—Te gusta esto —dice nuevamente la voz.
—Un poco, es como ser un espectador.
—¿Y qué ganas con ver todo esto? -me imagino una sonrisa burlona en ese personaje interno.
—Supongo que algo.

Podría ser de cualquier lugar. Si me esfuerzo un poco, puedo fingir que no estoy aquí, que este cuarto es otra cosa, otro país, otro espacio. Algún lugar del mundo donde estuve estos últimos años. Un cuarto enano en Hiroshima, uno gigante en Las Vegas, uno del Riad marroquí, incluso, algunos que no estuve solo. Todas estas habitaciones víctimas de mi insomnio. Mejor verlo así que a la inversa. A falta de viajes, uno se conforma con imaginar. El tiempo en la madrugada no tiene sentido. A veces pasan cinco minutos y parecen horas. Otras, parpadeo y ya casi amanece.

Francisco Tafur 

—¿Y si esto ya pasó antes? —digo de la nada—. Imagínate, todas las noches repitiéndose, como un disco rayado.

Me río solo. Ante todo, la mejor respuesta es la risa. La calle sigue igual, con los semáforos cambiando, parecen guardianes de una comunidad vacía, sin autos. Cierro los ojos. Nada.

—Esto es horrible —murmuro.

El hambre llega de golpe. Me levanto con la esperanza de encontrar algo, aunque sé que mi refrigeradora está vacía. Como si eso fuera a hacer que aparezca comida cuando la vuelva a abrir. Infinitas veces he ido por un sublime a las 3 de la mañana. 

Y entonces me acuerdo de otra noche, muchos años atrás. Me había quedado despierto a escondidas. Bajé a la cocina y ahí estaba mi papá, revisando el refrigerador. No dijo nada, solo sacó un par de baby beef y los puso sobre la mesa. No pregunté nada. Solo lo ayudé. Tiró la carne a la sartén caliente y nos quedamos ahí, esperando en silencio. Ni una palabra. Solo el sonido de la carne quemándose. Terminamos y mi papá me dijo que intentara dormir. Esa vez sí pude, con la barriga llena. Parpadeo. Ahora no hay baby beef, ni papá despierto, ni nada en la cocina que valga la pena. Miro el celular y los minutos parecen días. 

Un sonido rompe la calma

—Fue la madera —dice mi cabeza, con calma sospechosa—. O una tubería. O el refrigerador. O alguien moviéndose en la cocina.
—Vivo solo, es como volverse un poco loco.

Silencio. El resto del mundo sigue durmiendo.

Es ridículo. Te tiene atrapado toda la noche y cuando por fin sientes que podrías dormir, la ciudad empieza a despertar. Una combi frena en seco. Uno que otro loco barranquino está gritando. Los primeros pájaros comienzan su escándalo. Me ha pasado tantas veces que he desarrollado su lenguaje. La luz del amanecer aparece sin apuro, sin emoción. Solo como un foco de sala quirúrgica. El problema de no dormir no es solo la noche en vela. Es el día que viene después. Sigue como si nada. La gente se levanta. Yo camino entre ellos con la cabeza pesada y lenta. Todo se siente más lejos, más denso. Los Red Bulls no ayudan. La Coca-Cola tampoco y odio el café. Como si hubiera dejado algo en la cama.

La noche se va sin despedirse, llevándose todo lo que parecía tener sentido hace un rato. Las ideas que creí brillantes ahora son solo garabatos torpes en una hoja. Igual, siempre regresa la misma conversación absurda.

Y quizás, al final, no es tan malo.

El insomnio deja espacio para pensar sin interrupciones. En esas horas donde todo está en pausa, las ideas aparecen sin filtro. A veces sirven, a veces no, pero están ahí. También obliga a adaptarse, a seguir funcionando con lo mínimo. A veces, hasta se siente como una ventaja. No dormir significa ver el mundo de otra manera. La ciudad en silencio, el tiempo que avanza raro, la sensación de estar en un lugar distinto. Quizás es solo cansancio, pero también es otra forma de estar despierto.

Mientras tanto, el insomnio hace lo suyo, como el escrito que les dejo. 

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amanecer, ansiedad, depresión, insomnio, noche

La temporada navideña suele estar compuesta por reencuentros, comidas, regalos y una sensación de bienestar fraternal y familiar. Esto no significa que sea igual para todos, pues la Navidad para algunos puede implicar recordar a quienes ya no están o una serie de sentimientos negativos que pueden llevar a una temporada de depresión.

Además, según un informe de Psicología y Mente, plataforma de bienestar emocional, no es de extrañarse que sea relativamente común sufrir problemas de ansiedad durante los días y semanas posteriores a las fiestas de Navidad.

Presta atención a algunos factores que pueden dar paso al vaivén de emociones en estas épocas. Detectarlas a tiempo puede ayudarte a manejar mejor tu contención emocional.

Exigencias del trabajo: Antes de la Navidad y Año Nuevo, puede que el trabajo sea muy intenso dado que muchos salen de vacaciones. Además, tras la Navidad ya no existe esa tendencia contagiosa a ser comprensivo y conciliador con los demás, sobre todo en el ámbito laboral.

Culpa por los gastos: Mientras más se acerca la fecha central de la Navidad, desaparecen los efectos psicológicos de las campañas de marketing realizadas en estas fechas y aparece la realidad objetiva del dinero gastado en compras y en comidas. Tener conciencia de esto puede ser un golpe emocional. A ello se le suman los problemas que muchas personas experimentan para conseguir ahorrar.

Malestar por cambios alimentarios: Tras iniciarse los días de encuentros para almorzar o cenar, con comidas prolongadas, puede surgir un malestar que va de lo físico a lo emocional. Además, puede ser complicado pasar de las comidas familiares que duran varias horas a una situación en la que se tiene media hora para prepararse algo en la jornada laboral.

Para contrarrestar estos efectos, el informe de Psicología y Mente brinda algunos consejos prácticos para trabajar en uno mismo:

Regálate algo

Puedes aprovechar los días de Navidad y sus ofertas para hacerte un pequeño obsequio. En lugar de tener la presión de un intercambio de regalos, o de entregar un presente a cada uno de los que conoces, puedes invertir en tu bienestar y tu autoestima. Cuanto más personal y significativo para ti sea un auto-regalo, mejor te sentirás.

Comparte tiempo con los tuyos

Crea tu propio calendario de eventos y anima a tus seres queridos a participar en ellos. Por ejemplo, si en temporada navideña sueles tener más trabajo del normal, propón una cena con amigos cercanos en alguna de las semanas posteriores como alternativa.

Ten un bonito recuerdo para los que faltan

En estas épocas vienen a nosotros los recuerdos de nuestros seres queridos. Aprovecha para recordarlos de la mejor manera posible y agradece por todos los momentos maravillosos que pasaron juntos. Si eso te hace sentir mal, no te obligues a ello, cada cosa debe darse a su tiempo.

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depresión, Emociones, Navidad

Durante este último año y medio no solo nuestra salud física se ha visto afectada a causa de la pandemia, sino también nuestra salud mental. Desde marzo del 2020 las atenciones en el Servicio de Salud Mental del hospital Edgardo Rebagliati se incrementaron en un 30% y la patología más recurrente ha sido la depresión. Solo por Emergencia, se registran más de 300 casos de depresión y 200 de ansiedad en el hospital Rebagliati.

Además, este año los peruanos hemos estado expuestos a la constante preocupación sobre la crisis política y nuevas elecciones. El psicólogo Luis Martínez-Casasola explica que las personas muy implicadas en la vida política de su país corren el riesgo de sumergirse en una espiral de seguimiento de la actividad e incluso de activismo a favor de uno u otro partido que puede llegar a ser desgastante.

Además, explica que uno de los mayores problemas es el sentimiento de rivalidad que se llega a generar entre las diferentes facciones de pensamiento. “Este estado de activación constante es desgastante a nivel emocional y genera síntomas compatibles con ansiedad y depresión, y una gran irritabilidad que puede desencadenar cambios en el estado de ánimo”, indica.

Cuidar de la salud mental

Frente a este contexto complejo que afecta nuestra estabilidad y armonía personal, estos son algunos aspectos a los que podemos prestar especial atención y generar mayor cuidado sobre nosotros mismos:

1.-Gestión de la ansiedad

La ansiedad es la compañera inseparable tanto de la pandemia como de la inestabilidad política. Las consecuencias de ambas han generado que muchas personas noten que sus vidas se tambalean, y ante esto, es fácil que su sistema nervioso esté siempre en modo “vigilancia”. Aunque como individuos no podemos hacer nada para evitar estas grandes crisis, sí podemos modificar la manera en la que gestionamos nuestras emociones y nuestros patrones de conducta ante esta.

2.-Gestión de la soledad

La tendencia a adoptar hábitos más solitarios sigue presente incluso si ya no se llevan medidas extremas de confinamiento como hace unos meses. El desgaste producido por llevar muchos meses apenas viendo a familiares y amigos puede pasar factura, sobre todo en las personas más extrovertidas y acostumbradas al trato cara a cara. Es importante amistarse con la propia soledad y empezar a tener una buena relación con ella.

3.-El autocuidado

Al perder los referentes de aquello que ya nos habíamos acostumbrado a hacer, como los horarios de trabajo fuera de casa y las rutinas de actividades junto a los amigos, podemos entrar en un estado de pasividad que nos haga interiorizar nuevas costumbres que son fáciles de llevar a cabo. Por ejemplo: quedarnos hasta tarde viendo vídeos en Internet, comer mucho entre horas, o pasarnos horas frente al televisor. Frente a ello es necesario saber seguir una cierta disciplina a la hora de estructurar el día a día y no postergar aquello que de verdad deberíamos hacer por nuestro bien.

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ansiedad, depresión, Salud Mental, soledad

El estrés es uno de los principales males de nuestra era. Según el Ministerio de Salud (MINSA), el 52.2% de la población de Lima Metropolitana sufre de estrés moderado a severo. Esto se debe principalmente al COVID-19 y los problemas de salud, económicos o familiares que trajo consigo la pandemia. Además, la investigación elaborada por el Instituto Nacional de Salud Mental del MINSA reveló que el 54.6% de limeños reportó problemas para dormir.

«El estrés no es una enfermedad, pero puede tornarse en un trastorno mental cuando la persona estresada empieza a desarrollar cuadros de ansiedad y depresión», indicó el doctor Javier Saavedra, director de la Oficina Ejecutiva de Apoyo a la Investigación y Docencia Especializada del INSM.

Alimentos para combatir el estrés

Cuando atravesamos momentos de estrés es importante sostener hábitos saludables para generarnos un propio estado de bienestar. Uno de esos hábitos que más debemos cuidar es nuestra alimentación y ciertos elementos pueden ayudarnos a tener mayor energía y continuar con el día a día. Un informe de ABC Bienestar reveló algunos de los alimentos que pueden ayudarnos durante temporadas de estrés:

Lentejas: Una de las claves para ayudar al cuerpo a reducir el nivel de ansiedad es la sensación de saciedad tras comer. En ese sentido, las menestras son grandes aliadas y las lentejas resultan una gran opción pues son unas legumbres más ligeras y con alto contenido de hierro.

Chocolate amargo: El chocolate ayuda a mejorar el estado de ánimo, debido a que contribuye a elevar los niveles de triptófano y serotonina. Lo ideal es consumir el chocolate más puro posible y con la menor cantidad de ingredientes añadidos como azúcar o leche.

Semillas de linaza: La linaza es uno de los alimentos con mayor cantidad de magnesio 392 miligramos por cada 100 gramos. Esto, su efecto de regulación de la digestión y su aporte proteico hacen de estas semillas un gran aliado contra el estrés.

Salmón: Los pescados, al ser ricos en proteínas, ayudan a sostener una dieta saludable y balanceada, esencial para contar con una buena salud mental. El salmón es rico en Omega 3, lo cual ayuda a mantener un mejor estado de ánimo.

Plátano: Las frutas ayudan a mantener una alimentación sana y bajar nuestros niveles de estrés. El plátano cuenta con 3.4 gramos de fibra por cada 100, lo que ayuda a nuestro tránsito intestinal, muchas veces afectado por la ansiedad.

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