Israel

No hay visos de solución al conflicto israelí palestino. Los sectores radicales de ambos lados han ganado la partida y predominan sobre las voces más sensatas. Los palestinos extremistas jamás van a reconocer al Estado de Israel; los israelíes extremistas quieren expulsar a los palestinos de su territorio y adueñarse de sus tierras a como dé lugar.

No parece haber otra solución que una intervención multilateral extranjera. Difícil, porque buena parte de Occidente está ciento por ciento alineada con los intereses israelíes, a quienes consideran aliados estratégicos en la zona, pero queda claro que si algo así no ocurre este conflicto no va a parar nunca.

En el primer mes del mismo ya hay más de once mil muertos, la mayoría de ellos palestinos, y el 70% niños, mujeres y ancianos. Y no tiene cuando acabar. Netanyahu ya está, claramente, aprovechando el conflicto para recuperar capital político interno, ya que estaba sumido en una crisis sin precedentes.

La solución pasa por un cese inmediato de los bombardeos a Gaza, por volver a los acuerdos iniciales de partición del territorio, por la salida de los colonos israelíes de Cisjordania, por la eliminación de los grupos terroristas palestinos y por el reconocimiento del mundo árabe del Estado de Israel (éste debería ser el punto de negociación para que Israel se allane a detener los ataques y a devolver el territorio ocupado ilegalmente).

Si este conflicto no se soluciona, el riesgo mundial es enorme. No solo por el eventual escalamiento del mismo, sino porque más temprano que tarde el acceso a armamento nuclear será factible para las naciones árabes y si la tensión actual continúa incólume, no sería aventurado sostener que muy probablemente se emplearían en ataques a Israel, con la respuesta no solo de Israel sino de Occidente y el involucramiento reactivo de Rusia y China, que están del lado palestino.

Lo que se temió que pudiera ocasionar la guerra entre Rusia y Ucrania, podría detonarlo el conflicto Israel-Palestina. Como bien se ha dicho, es parte de la fricción mundial que se va a generar por la pérdida paulatina del poder unipolar de los Estados Unidos. La ONU tiene un papel activo que cumplir, y las potencias mundiales están llamadas a intervenir para resolver un conflicto que las partes, en su versión extrema dominante, no parecen dispuestas a querer remediar.

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Israel, Juan Carlos Tafur, palestina

[EN LA ARENA] La guerra ha sido la herramienta con la que Israel decidió hacerse del territorio cedido por el gobierno británico y ampliarlo en la medida de todo lo posible, provocando que la migración se haya prolongado dolorosamente en el territorio del Levante (Siria, Líbano, Palestina). En estos días, la población de Gaza huye hacia las fronteras y gobiernos y organizaciones internacionales demandan que se abran corredores hacia países que los puedan recibir. Cómo no huir de la crueldad con la que el gobierno Israelí está vengando el ataque de Hamas, duplicando las cifras de personas muertas y heridas en guerras anteriores, lanzando misiles contra hospitales… Y esta guerra recién empieza.

¿Cómo es posible que judíos que sufrieron persecuciones, víctimas de genocidio, que pasaron de una diáspora a otra, no puedan comprender en el recuerdo de ese sentir la dimensión del daño que están causando? ¿Cómo es posible que palestinos que sufrieron cacerías religiosas, que se saben de armamentismo precario, puedan regir y asesinar en nombre de su fanatismo islámico? Lo cierto es que es en esos contextos cuando sólo queda migrar.

Así fue como llegaron a nuestro continente. Los judíos expulsados por los Reyes Católicos al finalizar el siglo XV y perseguidos por la Inquisición creada para combatirlos con saña, llegaron para refugiarse en México, Brasil y Surinam. Cuando el zar Alejandro III dio rienda suelta al antisemitismo y los pogromos de fines del siglo XIX, llegaron hasta Argentina. Los palestinos vinieron cuando las autoridades turcas del Imperio otomano, al comenzar el siglo XX, empezaron a restarle derechos a los palestinos cristianos y a utilizarlos como carne de cañón en su ejército. Llegaron a Argentina, al nuevo mundo, con pasaportes turcos, pero decidieron trasladarse a Chile y algunos a Perú. Cuando en 1948 se creó el Estado de Israel el 80% de palestinos que ocupaban el territorio, 800 mil personas, tuvieron que ser forzadas a migrar, algunos consiguieron venir hasta aquí y reunirse.

Tanto en Perú como en Chile, los palestinos, por ser cristianos ortodoxos y al haber perdido un territorio a donde regresar, se integraron rápidamente a nuestras culturas. Por eso no fueron asociados a una cultura “oriental”. Por el contrario, rápidamente desarrollaron el comercio y la producción textil, destacando, como en todo el continente, en política, arte y deportes. En Chile, donde se encuentra la comunidad palestina más grande, de más de 150 mil, tienen un importante club de fútbol, el Deportivo Palestino.

Perú, por su catolicismo colonial, no acogió muchos judíos sino hasta finales del siglo XIX. Y aunque la comunidad judía tuvo un pequeño apogeo en los años 40, tras el gobierno de Fujimori y el enfrentamiento con Baruch Ivcher, su población, ya con claros destinos, se redujo a un poco más de mil personas. Por el contrario, los árabes en Perú han crecido y son hoy más de 10 mil. Mientras tanto, la migración peruana también ha crecido exponencialmente y fue por una guerra que empezamos a salir.

Más de tres millones de peruanos empezaron a migrar con la crisis económica que (irónicamente) provocó el alza del precio del petróleo que pusieron los países árabes para detener a Israel en la década de 1970. Pero el real impacto en Perú se produjo cuando los gobiernos de Belaúnde y Alan García se vieron sobrepasados por la deuda externa y Sendero Luminoso desató una cruenta guerra interna. Hombres y por primera vez, mujeres empezaron a migrar masivamente, cambiando los países de destino. Dejaron de ser la entonces exitosa Venezuela, Estados Unidos y España y se sumaron países como Italia, Argentina, Chile y Japón. Hoy, aunque hace una década parecía haber descendido la ola, tras la pandemia y el abandono del Estado en manos de mafias durante la celebración del bicentenario ya han migrado casi medio millón. En América Latina no son las guerras, sino el huir de la delincuencia y la pobreza la razón principal para escapar.

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[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] Para no pecar de políticamente incorrecto, en estos tiempos de castrante cultura de la cancelación, la que ha revertido la libertad de expresión de la que gozábamos hasta hace pocas décadas, no voy a avalar -y porque además no creo en la violencia- los ataques del grupo Hamás contra Israel. Por principio, considero deplorable cualquier acción terrorista contra población civil indefensa.

Tensiones en el Medio Oriente
Ataque de Hamás tomó por sorpresa a inteligencia israelí.

Dicho esto, me queda muy claro que la nueva versión del viejo conflicto entre Occidente y el mundo musulmán (que se remonta  a la expansión del Islam tras la muerte de Mahoma (ss. XVII – VIII d.C.) se inició con la fundación del Estado de Israel en 1948, en un territorio donde más del 90% de la población respondía a la patria palestina, aplastándola  de todas las maneras como un Estado – de discutible legitimidad- puede aplastar a una nación que no se reconoce en él.

El origen remoto de esta situación lo podemos rastrear hasta  el movimiento sionista de fines del siglo XIX el cual, a tono con los nacionalismos de la época, llamó a los judíos del mundo a recuperar los lugares santos.  Para hacerlo más sencillo: a la Tierra Santa a la que los condujo Moisés algunos milenos antes de Cristo. Pero en esos territorios también se encontraban los palestinos, que llegaron a la región casi en paralelo con los judíos – a los palestinos de entonces se les llamaba “pueblos del mar”- y, en todo caso, no fueron los responsables  de que en el siglo II después de Cristo, el emperador romano Adriano haya aplicado una brutal y condenable represión militar contra el pueblo judío, obligándolo a abandonar sus territorios, iniciándose así la diáspora judía por diferentes confines del mundo, principalmente Europa central y occidental.

El tema es que con la expansión del Islam, desde Mahoma, los palestinos, inocentes en cualquier caso, y que permanecieron en el lugar tras la expulsión de los judíos, adoptaron la religión islámica en el siglo VIII. Más de mil años después, los palestinos fueron sometidos al colonialismo inglés, durante la era del imperialismo en el siglo XIX, y luego, tras la Segunda Guerra Mundial, al dominio del Estado de Israel, siempre apoyado por Estados Unidos e Inglaterra, las principales potencias occidentales.

No hay que ser demasiado perspicaz para deducir las consecuencias de la imposición de un Estado judío en medio del mundo musulmán, ni para comprender que los argumentos religiosos, la “Tierra Santa” de Moisés, solo pueden ser válidos para sus practicantes, pero no para el resto de la humanidad. De esta situación, impuesta de facto y a contra voluntad, se desprenden cantidad de situaciones, desde la Guerra de los Seis Días de 1967, la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que de hecho perpetraba acciones de sabotaje, pero que luego mereció para su líder, Yasser Arafat, el premio Nobel de la paz en 1994, por sus esfuerzos para lograr un entendimiento entre Israel y Palestina, y que honró con la misma distinción al recordado y carismático líder y primer ministro israelí, Isaac Rabín.

Esta larga guerra, declarada o no, tiene consecuencias secundarias o colaterales: el embargo del petróleo de la OPEP a Occidente que generó la gran depresión económica mundial de 1973, debido a la escasez de crudo y la cuadruplicación de su precio. Incluso, el atentado contra las Torres Gemelas de 2001, que deploro y condeno por brutal e inhumano, forma parte de las manifestaciones de un problema no resuelto, y que no se resolverá mientras Occidente apadrine la posición del Estado de Israel en un lugar en el que no debe estar, o, respecto del cual, debería negociar con los palestinos mucho más liberalmente que hasta ahora.

Hoy día tenemos Israel, el movimiento sionista logró su máximo objetivo pues ya cuenta con un hogar nacional para los judíos, pero ha perdido la paz. ¿La reencontrará algún día?

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