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Migración

[PIE DERECHO]  La última encuesta anual de Lima como vamos, ratifica, en Lima y Callao, lo que sucede a nivel nacional: el principal problema, de lejos, es el de la inseguridad ciudadana. Así lo considera el 70.9% de los habitantes de Lima y Callao. Muy lejos, en segundo lugar, la limpieza pública, con 34.9%, seguido de corrupción de funcionarios (33.8%), contaminación ambiental (32.8%) y, además de otros, calidad del transporte público (24.7%).

Un 87% se muestra insatisfecho con la seguridad ciudadana y curiosamente, el problema es percibido más significativamente en el sector A (con 82.1%), a diferencia del E, donde un 58.6% lo considera el problema más importante. Da para un análisis más profundo esa diferencia sociológica del mapa del delito, ya que los medios parecieran transmitir la percepción de que éste ocurre con mayor intensidad en las zonas más empobrecidas de la ciudad.

De otro lado, preguntada la población respecto de qué medidas la harían sentirse más segura, barre la respuesta de “patrullaje continuo de la policía o del serenazgo (con 72%), cámaras de seguridad (54.8%), casetas de serenazgo (34.1%), iluminación de calles (32.1%). Es decir, se reclama mayor presencia del Estado.

Sorprende ingratamente, al respecto, ya no solo la ineficaz respuesta del gobierno frente a esta situación (en sus últimas decisiones ha demostrado no saber qué hacer sobre la materia), sino, sobre todo, la inexistencia de propuestas por parte de la clase política nacional. No hay precandidato alguno que haga del tema su eje programático y no plantee, por ende, una solución o una alternativa respecto de qué hacer frente a este problema, lo que explica en gran medida el malestar ciudadano expresado en las encuestas sobre la democracia.

Una democracia incapaz de asegurar el cumplimiento de la cláusula primera del contrato social, es decir, la provisión de seguridad, la defensa de los derechos a la propiedad y a la vida, es una democracia fallida.

No sorprendería, si se pudiera hacerle la pregunta al millón y medio de peruanos que ha migrado al extranjero en los dos últimos años, que la inseguridad ciudadana sea una de las razones consideradas para tomar esa decisión radical. Si desde ya, como otra encuesta ha señalado, más de un millón de peruanos paga cupos a las mafias de la extorsión, se entenderá que la zozobra que ello conlleva pueda dar sustento a decisiones de esa envergadura.

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Democracia, inseguridad ciudadana, Migración, Propuestas políticas

[MIGRANTE DE PASO] Regresé después de dos años y medio. Después de la pandemia pasé del encierro que nos impusieron por la cuarentena a mudarme a otro país: sin nadie conocido, comida nueva y climas más potentes. Buenos Aires fue mi techo todo este tiempo y ahora vuelvo a Lima, donde crecí y está toda la gente que quiero. Me parece poco acertada la palabra “regresar”; en una crónica sobre Messi de la Revista Orsai, hablan de los migrantes con la valija sin desarmar. Yo fui uno de ellos. Jamás cambié mi forma de hablar para encajar, ni agaché la cabeza porque crean que mi nacionalidad es menos, si tenía la oportunidad de demostrar mi peruanidad lo hacía casi como instinto.

Efectivamente mis maletas siempre estuvieron a la vista en el monoambiente donde pasé la mayor parte de mi temporada argentina. Hablaba seguido con mi familia y amigos. Y ahora que he vuelto siento que nunca me fui. Existía una resistencia perpetua en dejar mi nacionalidad atrás. No era un peruano que buscaba ser argentino. Era un peruano en otro país. Lo que comenzó como una aventura académica terminó siendo una travesía prolongada de autoconocimiento. Le debo mi solidez a Buenos Aires, que se ganó mi cariño y amor. En fin, ya lo volveré a visitar y afirmaré, orgulloso, yo viví acá.

Cuando le entregué la llave, que parecía de hace un siglo, típico de los barrios viejos de la ciudad, al arrendador, regué mis plantas una vez más y  salí, con mis tres maletas, sin mirar atrás. Preferí despedirme así del lugar que vio triunfos, fracasos, penas y alegrías mías por tanto tiempo. En el taxi le di un último vistazo a la ciudad y sonreía sin razón aparente, supongo que es un buen indicio. En migraciones utilicé por última vez mi dni de residente argentino y en el avión mi mente ya estaba tentada por llegar a mi caótica y querida ciudad. El lomo saltado, chicharrón, inka kola, limonada con limón de verdad, mis perros y el mar.

Después de las cuatro horas y media de vuelo y un paso migratorio ágil respiré por primera vez la contaminación de mi ciudad. No creo que sea algo bueno, pero llenó mis pulmones de nostalgia infantil. Luego de pasar por la inmanejable Faucett llegamos a la bajada de la Costa Verde. Neblina y brisa marina: “Ahora sí me siento en casa”. Saqué una mano por la ventana y jugaba con el impacto del aire por la velocidad. Hacía lo mismo de chico. Me relaja. Estaba pendiente de que en pocos días cumplía 30 años, pero esta última semana en Lima me regresó el ímpetu de juventud, sólo es un número y el pico de la juventud es la muerte. Me calmo con esa forma de pensar.

Ya en Barranco, los árboles y calles viejas, me hicieron regresionar hacia mis exploraciones infantiles por el distrito en bicicleta y a cuando jugaba pichangas en la calle. Unas cuantas ventanas fueron nuestras víctimas. Quipu, mi peludo siberiano, me esperaba en la puerta cuando llegaba del colegio y ahora fue igual. Casi con 16 años y con su acompañante de 55 kilos, Maui. Directo a la cocina donde me esperaba un pollo a la brasa, no podía comer por mi risa de bienestar. Extrañaba demasiado mi casa y la comida. Dormí como no lo había hecho en dos años y me desperté del mejor humor posible. Esta vez, un chicharrón de El Chinito fue mi premio matutino.

Al día siguiente fue mi cumpleaños e hice una pequeña reunión para tomar unas cervezas y conversar. Hace dos años no estaba acompañado durante mi santo. Nos reunimos los de siempre, con los que te sacas la espina, con quienes te mueres de risa, con quienes nos hemos peleado en la calle y los mismos. Son como familia. Espero que todos puedan tener un círculo de amistad similar, porque aprendí, en momentos de soledad de migrante, que alguien sin amigos es realmente peligroso. Cerveza, porros e incontables risas, de las genuinas, de las que contagian. En la misma sala que fue cuarto de juegos, taller de pintura de mi hermano, luego, mi cuarto. Hablaría de los que es cumplir 30, pero la verdad que no sé qué decir, sólo es un dígito distinto y aún no siento ninguna pegada. De hecho, siento que tengo 25.

Dos días después, partidito de fútbol 7, no jugaba desde antes de la pandemia. Es mágico lo que un parido con amigos puede hacer. Te olvidas de todo, sólo existe la pelota y tu equipo. Por dos horas sólo eso componía mi realidad. Estaba bastante oxidado, pero aun así me sorprendí. Pensé que iba a estar, pero marqué goles y planeo no abandonar las canchas de nuevo por tanto tiempo. Así que tranquilos, para los que bordean los 30, nos quedan por lo menos 50 años de vida. Bajo esa percepción somos bastante jóvenes, no hemos conocido ni la mitad de nuestras vidas.

Es muy fácil escribir sobre las injusticias de poder que están sucediendo en demasiados lugares del mundo, y en el Perú también. Intenté unas cuantas veces hacer un párrafo al respecto, pero no logré encontrarlo de mi gusto. Resulta que el panorama mundial me ha dejado sin bando. No sé si soy de izquierda, centro, derecha, arriba o abajo. Me parecen ridículas las doctrinas políticas. Por ahora prefiero recibir más información y después poder hablar al respecto. Al regresar me di cuenta de algo. Sólo es necesario encontrar lo tuyo, aferrarte a ello con todas tus fuerzas y no hacerle daño a nadie. Creo que es la manera correcta para no apresurarte con el rabo entre las patas a determinar qué está bien y qué está mal. O creen ser dioses o sólo se agrupan al montón. Ojo, que el montón está dividido también. Serían montones. Por ahora no me importa, quiero acomodarme en mi país, ahora que estoy de vuelta, estar bien yo. De esa manera, podré ayudar a quienes sienta que debo hacerlo. El poder por el poder se está saliendo de las manos en las cúspides peruanas y, francamente, es absurdo.

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Argentina, identidad, Migración, Reflexiones, Retorno

[EN LA ARENA] La guerra ha sido la herramienta con la que Israel decidió hacerse del territorio cedido por el gobierno británico y ampliarlo en la medida de todo lo posible, provocando que la migración se haya prolongado dolorosamente en el territorio del Levante (Siria, Líbano, Palestina). En estos días, la población de Gaza huye hacia las fronteras y gobiernos y organizaciones internacionales demandan que se abran corredores hacia países que los puedan recibir. Cómo no huir de la crueldad con la que el gobierno Israelí está vengando el ataque de Hamas, duplicando las cifras de personas muertas y heridas en guerras anteriores, lanzando misiles contra hospitales… Y esta guerra recién empieza.

¿Cómo es posible que judíos que sufrieron persecuciones, víctimas de genocidio, que pasaron de una diáspora a otra, no puedan comprender en el recuerdo de ese sentir la dimensión del daño que están causando? ¿Cómo es posible que palestinos que sufrieron cacerías religiosas, que se saben de armamentismo precario, puedan regir y asesinar en nombre de su fanatismo islámico? Lo cierto es que es en esos contextos cuando sólo queda migrar.

Así fue como llegaron a nuestro continente. Los judíos expulsados por los Reyes Católicos al finalizar el siglo XV y perseguidos por la Inquisición creada para combatirlos con saña, llegaron para refugiarse en México, Brasil y Surinam. Cuando el zar Alejandro III dio rienda suelta al antisemitismo y los pogromos de fines del siglo XIX, llegaron hasta Argentina. Los palestinos vinieron cuando las autoridades turcas del Imperio otomano, al comenzar el siglo XX, empezaron a restarle derechos a los palestinos cristianos y a utilizarlos como carne de cañón en su ejército. Llegaron a Argentina, al nuevo mundo, con pasaportes turcos, pero decidieron trasladarse a Chile y algunos a Perú. Cuando en 1948 se creó el Estado de Israel el 80% de palestinos que ocupaban el territorio, 800 mil personas, tuvieron que ser forzadas a migrar, algunos consiguieron venir hasta aquí y reunirse.

Tanto en Perú como en Chile, los palestinos, por ser cristianos ortodoxos y al haber perdido un territorio a donde regresar, se integraron rápidamente a nuestras culturas. Por eso no fueron asociados a una cultura “oriental”. Por el contrario, rápidamente desarrollaron el comercio y la producción textil, destacando, como en todo el continente, en política, arte y deportes. En Chile, donde se encuentra la comunidad palestina más grande, de más de 150 mil, tienen un importante club de fútbol, el Deportivo Palestino.

Perú, por su catolicismo colonial, no acogió muchos judíos sino hasta finales del siglo XIX. Y aunque la comunidad judía tuvo un pequeño apogeo en los años 40, tras el gobierno de Fujimori y el enfrentamiento con Baruch Ivcher, su población, ya con claros destinos, se redujo a un poco más de mil personas. Por el contrario, los árabes en Perú han crecido y son hoy más de 10 mil. Mientras tanto, la migración peruana también ha crecido exponencialmente y fue por una guerra que empezamos a salir.

Más de tres millones de peruanos empezaron a migrar con la crisis económica que (irónicamente) provocó el alza del precio del petróleo que pusieron los países árabes para detener a Israel en la década de 1970. Pero el real impacto en Perú se produjo cuando los gobiernos de Belaúnde y Alan García se vieron sobrepasados por la deuda externa y Sendero Luminoso desató una cruenta guerra interna. Hombres y por primera vez, mujeres empezaron a migrar masivamente, cambiando los países de destino. Dejaron de ser la entonces exitosa Venezuela, Estados Unidos y España y se sumaron países como Italia, Argentina, Chile y Japón. Hoy, aunque hace una década parecía haber descendido la ola, tras la pandemia y el abandono del Estado en manos de mafias durante la celebración del bicentenario ya han migrado casi medio millón. En América Latina no son las guerras, sino el huir de la delincuencia y la pobreza la razón principal para escapar.

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comunidad palestina, Guerra, Israel, judíos, Migración

El juicio de la historia deberá ser muy severo con los gobiernos de la transición democrática, especialmente los de Toledo, García y Humala, quienes gozaron de la resaca del crecimiento económico sembrado por las reformas estructurales de los 90, de Fujimori, y a pesar de la bonanza fiscal que disfrutaron fueron incapaces de emprender alguna reforma institucional seria en ningún aspecto de la vida nacional.

Hoy, el resultado lo vemos a la vista. El año pasado se han ido del país más de 400 mil peruanos, en su mayoría jóvenes, porque no ven futuro promisorio en el Perú. Y eso que no han pasado por la crisis de los 80, con hiperinflación y terrorismo, cuando la diáspora fue mayor y más justificada.

Uno podría pensar que las nuevas generaciones tienen menos resiliencia y capacidad de resistir la adversidad, pero el problema que más alarma a los nuevos emigrantes es la sensación de que nada mejora en el país, sino que todo va cuesta abajo, peor ahora de que se acabó la prosperidad económica y la crisis vuelve a asomarse por estos lares.

Si uno analiza en detalle, los problemas e instituciones del país, comprenderá el desánimo. La salud pública es un desastre, que funciona hoy peor que hace dos décadas. La educación pública lo mismo y lo único bueno que se había hecho -la reforma universitaria- se la han tirado abajo unos cuantos mercaderes de la educación y una pandilla de congresistas aceitados, sumados a un Ejecutivo indolente. La seguridad ciudadana ya es un problema vital y cotidiano para las inmensas mayorías del país y la policía se ha vuelto un antro de corrupción, sin que ningún gobierno le ponga el cascabel al gato. El tránsito infernal es una calamidad que cada día que pasa toma más porciones de las principales ciudades del país.

A nivel político, el Congreso se ha vuelto un nido impresentable de sinvergüenzas y corruptos, de donde, salvo honrosas excepciones, no hay nada bueno que esperar. El Ejecutivo es un desierto tecnocrático por culpa del segundo gobierno de García que puso límites a los sueldos de la tecnocracia y la espantó, perdiéndose más de una década de mejoramiento sustantivo del funcionamiento del Estado. Los gobiernos locales y regionales son una lágrima de ineficiencia, donde también, salvo aisladas excepciones, se han vuelto antros de corrupción (casi todos los alcaldes y gobernadores terminan millonarios luego de sus gestiones). Y ni qué decir de jueces y fiscales cooptados por la corrupción.

Y mientras eso ocurre, las mafias ilegales, el narcotráfico, la trata de personas, el contrabando, la minería ilegal, los traficantes de terrenos, las pandillas extorsivas, los madereros informales prosperan y crecen capturando porciones de la sociedad. Es, efectivamente, como para salir corriendo.

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Congreso, Crisis económica, Crisis política, Migración

Pero en última instancia, la migración puede tener beneficios significativos para todas las partes involucradas. Si se gestionan adecuadamente, los flujos migratorios pueden ser una fuente de enriquecimiento y progreso para los países de origen, los países de destino y los propios inmigrantes. Por lo tanto, debemos reconocer la migración como una fuerza positiva en lugar de tratarla como un problema a resolver.

En el Perú debería proporcionársele de modo inmediato permisos laborales y documentos de identidad que integren a las poblaciones migratorias. Ya hay suficiente experiencia en el mundo de que la exclusión genera guetos, marginalidad y delincuencia. La migración no es el problema sino la buena o mala recepción que exista de ella.

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Chile, fronteras, intercambio cultural, Migración, migración venezolana, Perú, Venezuela

Las mujeres y niñas migrantes no solo se ven expuestas a violencia en el hogar, sino también en espacios públicos debido a los estereotipos y la xenofobia. Según la Encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país (ENPOVE 2022), el 41% de los casos de maltrato físico fue ejercido por el cónyuge o pareja (41%), mientras que la violencia psicológica la ejercen principalmente personas desconocidas (39%). Una forma especialmente preocupante de violencia es la trata de personas, que se vincula con redes de explotación sexual. En el Perú, son frecuentes las noticias de operativos policiales en los que niñas y adolescentes venezolanas son rescatadas de estas mafias. De acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 55% de las víctimas de trata asistidas en Perú durante 2020 fueron personas menores de 17 años. De ese grupo, el 81.2% fueron adolescentes mujeres.Dado el contexto de violencia que enfrentan las migrantes venezolanas, en Save the Children Perú, estamos trabajando para crear espacios seguros para las mujeres y niñas. Un ejemplo de ello es nuestra campaña “Hablemos de migración”, que nos permitió llegar garantes de derecho y otros actores relevantes para sensibilizarlos sobre la importancia de incluir a la población migrante en diferentes acciones, programas y políticas. Nuestra experiencia como organización muestra que las soluciones a los problemas que afectan a la población migrante deben incluir a las comunidades de acogida. La integración es el objetivo y el camino.

Todo lo descrito muestra la necesidad de continuar apoyando a familias vulnerables, creando espacios seguros para que las niñas aprendan y jueguen, garantizando el acceso a derechos elementales como la salud, la educación y la vivienda. Desde Save the Children Perú, también ofrecemos servicios de asesoramiento y apoyo emocional a las niñas y adolescentes migrantes y refugiadas que han sufrido abuso, violencia o explotación. Al proporcionar estos servicios de protección, estamos trabajando por garantizar que estas mujeres y niñas tengan la oportunidad de un futuro mejor. No obstante, somos conscientes que estas buenas prácticas, para maximizar su impacto, deben ser recogidas por el Estado y sus instituciones en políticas, programas y servicios que no discriminen por razones de nacionalidad, etnia, edad ni género. Como sociedad civil, el llamado no solo es a que estos enfoques se apliquen sobre el papel, sino que se implementen con urgencia para empezar a transformar la realidad que amenaza a miles de niñas y mujeres.

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Día de la mujer, Migración

Las mujeres y niñas migrantes no solo se ven expuestas a violencia en el hogar, sino también en espacios públicos debido a los estereotipos y la xenofobia. Según la Encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país (ENPOVE 2022), el 41% de los casos de maltrato físico fue ejercido por el cónyuge o pareja (41%), mientras que la violencia psicológica la ejercen principalmente personas desconocidas (39%). Una forma especialmente preocupante de violencia es la trata de personas, que se vincula con redes de explotación sexual. En el Perú, son frecuentes las noticias de operativos policiales en los que niñas y adolescentes venezolanas son rescatadas de estas mafias. De acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 55% de las víctimas de trata asistidas en Perú durante 2020 fueron personas menores de 17 años. De ese grupo, el 81.2% fueron adolescentes mujeres.

Dado el contexto de violencia que enfrentan las migrantes venezolanas, en Save the Children Perú, estamos trabajando para crear espacios seguros para las mujeres y niñas. Un ejemplo de ello es nuestra campaña “Hablemos de migración”, que nos permitió llegar garantes de derecho y otros actores relevantes para sensibilizarlos sobre la importancia de incluir a la población migrante en diferentes acciones, programas y políticas. Nuestra experiencia como organización muestra que las soluciones a los problemas que afectan a la población migrante deben incluir a las comunidades de acogida. La integración es el objetivo y el camino.

Todo lo descrito muestra la necesidad de continuar apoyando a familias vulnerables, creando espacios seguros para que las niñas aprendan y jueguen, garantizando el acceso a derechos elementales como la salud, la educación y la vivienda. Desde Save the Children Perú, también ofrecemos servicios de asesoramiento y apoyo emocional a las niñas y adolescentes migrantes y refugiadas que han sufrido abuso, violencia o explotación. Al proporcionar estos servicios de protección, estamos trabajando por garantizar que estas mujeres y niñas tengan la oportunidad de un futuro mejor. No obstante, somos conscientes que estas buenas prácticas, para maximizar su impacto, deben ser recogidas por el Estado y sus instituciones en políticas, programas y servicios que no discriminen por razones de nacionalidad, etnia, edad ni género. Como sociedad civil, el llamado no solo es a que estos enfoques se apliquen sobre el papel, sino que se implementen con urgencia para empezar a transformar la realidad que amenaza a miles de niñas y mujeres.

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Día de la mujer, Migración

El ser humano siempre ha requerido la presencia de sus pares para en la tensión natural, se puedan generar sentimientos de competitividad y por ende afinar estrategias para sobresalir en la carrera por la adaptabilidad. Sucedió en el Perú hace muchos años y sigue sucediendo. El sentido cooperativo alimenta los procesos de construcción de estructuras sociales. Esto también es inherente a la condición humana. Es decir, todos los esquemas que configuraron o que están configurando a nuestra sociedad, hacen que en nuestro país, que se encuentra en plena construcción, nada esté aun definido y estático por el tiempo pues la experiencia es amplia pero no suficiente para marcar las pautas sino, para aprender y promover desde la integración social el desarrollo sostenido.

Es el Estado, el encargado de establecer las normas, las leyes, y permitir desde esta ventana estatal la regularización de los migrantes, que van a ser o ya son parte viva de nuestra sociedad, eso es un hecho innegable, sin embargo, lo más difícil es complementar esta obligación con la aceptación de la sociedad de acogida, quien tiene que aprender a establecer puentes y dejar de lado las percepciones inmediatas y mediáticas, evaluando las grandes oportunidades que se presentan  en la tolerancia para la convivencia.

Son años de encuentros culturales que han logrado la construcción de una nueva cultura popular urbana y son años los que nos tomaran para seguir construyendo una cultura peruana, estamos en pleno camino, y es ahí donde, debemos reflexionar y entender que las nuevas culturas que llegan a nuestro país, van a contribuir a nuestra propia construcción. Es importante, muy importante, los detalles legales, la contribución a las identidades legales y a la regularización en sí, pero es mucho mas relevante que la sociedad peruana aprenda a aceptar y a entender que éste fenómeno migratorio, nos encuentra jóvenes en la construcción como sociedad y por ende nos presenta herramientas para el éxito.

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Emprende, Emprendedor, Integración, Migración

Por tanto, el emprendedor peruano es joven, y aún es parte de una historia por construir, espero no sea lejano el día en se llegará a hablar de los mercados internos diferenciados a nivel de regiones, las exportaciones peruanas productos de las innovaciones que las regiones permitirán, los grandes socios pendulares de la comunidad, flujos financieros internos regionales, apuestas desconcentradas, es decir, el emprendedor peruano tiene mucho por hacer. Y así tener la fuerza para convivir y competir con las otras culturas que la globalización en el siglo de las migraciones, genera. Convivencia pura.

Al reducirse la migración interna, se acrecienta la venida de extranjeros y con ello el reconocimiento de otras culturas. Pues bienvenidas.

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Economía, Emprendimiento, Innovación, Migración
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