Sporting Cristal

[CASITA DE CARTÓN] No sé la razón ni en qué momento pasó, pero la palabra muerto ya estaba escrita en esta hoja antes de empezar a escribir esta columna. Acabo de entrar al Inicio de Facebook. Dicen que murió un padre. Alguien quien lo fuera cuando mi padre brillaba por su ausencia y negligencia, porque muchas veces la presencia no quiere decir presencia como la ausencia tampoco ausencia. Ha muerto, dicen los estados de la gente. Ha muerto, un lunes 26 de junio. Todos se lamentan con mucho penar. Pero cuando estaba con vida, ¿qué tanto lo valoraron como apreciaron?

Me desconozco ahora, me veo en el espejo. Soy un hombre frívolo, otro miserable. Pero yo no era así, en qué momento me convertí en esto… Las gentes transcurren, acaban de bajar decenas de personas en la 9 de julio. Caminan siguiendo su paso. Parece una pintura que alguna vez vi, la gente desfilando dentro de sus pasos cotidianos cuando alguien en un costado horrorizado los ve. Ese reflejo soy yo. Ese ser horrorizado, espantado y triste soy yo.

Dicen estación “Catedral, final del recorrido”. De nuevo soy yo bajando y caminando por el desfiladero donde todas las animas van. Una comparsa hermosa de tristeza en el desfiladero de la humanidad. Ahora soy yo el que va con ellos. Me han encaminado. No vivo. Así iré a parar al Cocito… con una moneda al infierno.

Aborrezco los pésames, son tantas veces las palabras básicas de la hipocresía. No pondré un pendón ritualistico de muerte. Seré sincero conmigo y con él. Y me pondré a oír las cumbias, rock o huaynos que me lleven a esos días en que íbamos hablando sobre fútbol a su casa. En esas noches en que desde su kiosco nos íbamos hacía los Olivos, allí esperan mis primos. Y que en noches tan desoladas como ésta, cuánto quisiera tener la dicha de volver a oírlas.

Porqué será que la muerte no tiene tiempo, se sostiene  entre los vientos de un pasado que pareciera ayer. Ayer, hoy y mañana. El presente eterno.

Por estos días estoy leyendo Pedro Paramo. Y sé que estoy yendo en paso lento a Comala. No sé si lo veré a él, pero mañana iré al Monumental y gritaré un gol y lloraré, probablemente. Porque parte de este fanatismo futbolero nacieron de esos días.

“Me retraía a los años en la casa del tío Tomás, que quedaba al límite de San Martín de Porres y Los Olivos, a pocas cuadras del cruce entre las avenidas Alisos y Universitaria. Cada vez que llegábamos se levantaban las arenas como centenares de escarchas al voltear por el jirón Los Jaspes, dejando atrás hoteles con luces de neón y ventanas sombreadas, las cuales siempre me causan nostalgia al pasar por alguna avenida con hoteles de la Lima profunda. Es un poco raro, quizá, pero cierto. Y en menos de dos minutos llegábamos a su pacífica casa. Eran la familia ejemplar. En su vivienda, de piso y medio de construido, esperaba mi tía Meche con una amabilidad beatifica, y con mis primos Robert, Abel y Junior.  Por esos años me acogían todos los fines de semana como en vacaciones. Eran mi segunda familia, después de mis amigos de la quinta”. **

Hoy acabo de descubrir que la muerte vence al amor. La hace polvo, piedras, arena. El vivir cuesta una vida, pero el morir no. El amor, que hasta ayer sentía, ha muerto.

“Y en el que no pudo evitar soltar unas lágrimas al despedirnos. Él fue como un padre, y me veía ahora con veintidós años encima. Recordaría seguramente cuando iba a repartir los periódicos de niño. Cuando sacaba y empalmaba a regañadientes cuando El Comercio salía grueso (como así le decíamos los canillas cuando llegaba con varias publicidades). Cómo aborrecía en esos momentos este oficio como a ese diario, ya que eran muy pesados llevarlos. Una y otra vez se tenía que regresar, y peor en épocas de lloviznas, por lo friolento que eran esas cuadras en las madrugadas”. **

Espero que mañana su Sporting Cristal le dé una alegría en el cielo, porque allá debe de estar. Porque él creía en ese Dios y porque Dios debe darle por obligación y por un mínimo de misericordia ante tanto sufrimiento que le hizo pasar en esta vida, una última alegría. Ojalá que ganen, ojalá para darle un poco de emoción a la vida. Te amo, tío. Y perdón.

 

*Esta columna fue escrita el lunes 26 de junio.

**Párrafos de la novela Generación Equivocada del presente autor.

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Generación Equivocada, los Olivos, muerte, Pedro Paramo, Sporting Cristal

Piero Quispe reapareció como el conductor ofensivo; además de abrir el marcador, se le vio participativo durante todo el encuentro para pedir la pelota, asociarse y, cuando podía, superar en el regate individual. Lo rodearon jugadores que también respondieron en sus funciones, especialmente Perez Guedes, que supo ubicarse en la volante y sumarse al juego combinativo.

Cuestionado por sus primeras apariciones con la camiseta crema, Emanuel Herrera anotó por primera vez en el año con la ‘U’. La ‘Maquinaria’, aún recuperando la distancia, se generó más ocasiones para incrementar su cuenta; aunque no acertó, da con lo que puede aportar al cuadro merengue en el área rival.

Universitario, así, empieza a recuperar el sentido futbolístico y la lógica. Con ello, además de la experiencia de su entrenador, buscará, al mismo tiempo de dar batalla en la Sudamericana, recomponerse en el torneo local luego de un inicio poco auspicioso.

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Cristal hoy, ante el Arsenal de Sarandí, necesita a Carlos Lugo, un don nadie. ¿Te suena su nombre? Era nadie y fue nadie después, incluso. Jugó al fútbol catorce años, sin demasiados méritos. Carlos Lugo podría ser cualquier persona. Pero un tiro libre en Arequipa sacó a Lugo del anonimato y la inexistencia. Fue el único gol trascendente de su carrera, y le dio a su vez algo único al fútbol peruano. 

Lugo era el central de aquel Cienciano del 2003. Un equipo único para la historia del deporte nacional, con un logro inesperado, exclusivo, aislado. El rojo del Cusco ganó la Copa Sudamericana, un torneo extenso, valioso y altamente competitivo, que en su segunda edición aquel año contó con Sao Paulo, Boca Juniors, Independiente, Fluminense y San Lorenzo, entre otros. Y Cienciano eliminó a la Católica de Chile, a Santos, al Atlético Nacional, y a River Plate. 

Esa fue la campaña del Upa que upa upa, upa u papá. Los meses infinitos del sí se puede. Cienciano tuvo fútbol, sin eso es imposible ganar, pero más mérito fue la motivación y la convicción. Las masas movieron la ilusión de un equipo. Y también “pasaron cosas”; es decir, entraron goles imposibles, hubo autogoles a favor y los rivales tuvieron noches de mala fortuna, entre otros inexplicables.

Han pasado 18 años. Sí, en el tiempo reciente la selección llegó a un Mundial, a la final de una Copa América y superamos brechas como ganarle a Ecuador de visita o a Colombia y Brasil partidos oficiales. Hoy, el equipo de Gareca le hace partido a cualquiera, casi siempre. Pero aún el fútbol peruano tiene una gran deuda futbolística. Desde la creación de los torneos continentales, en realidad.

Ningún equipo peruano hace una jornada digna en las copas de la Conmebol.  

Ya está. Punto. Ninguno. En el ranking histórico de clubes de la Conmebol, el primer equipo peruano, Cristal, es el puesto 35. Es decir, 34 clubes han competido mejor a nivel sudamericano. El único país que no tiene equipos en el ranking delante de Perú es Venezuela. Luego de Cristal va Universitario en el 46, Alianza en el 57, y Melgar y Real Garcilaso en el grupo de los setentas. El resto, por encima del puesto cien.

Digo más. Desde el 2013, ningún equipo peruano pasa la fase de grupos de la Copa Libertadores. Ese año, lo hizo el Real Garcilaso, que llegó hasta Cuartos. En los últimos veinte años, solo seis equipos peruanos progresaron de la fase de grupos. En esas dos décadas, Cristal disputó catorce Libertadores (el más recurrente), pero solo una vez, en el 2004, logró avanzar la fase de grupos. 

La Copa Sudamericana no ha ido mejor. En la última década, solo un equipo llegó a Octavos de Final (Huancayo en el 2020) y otro a Cuartos (Vallejo en el 2014). La inmensa mayoría de participaciones quedan en primera o segunda fase de competición. Demasiado lejos se ve aquel campeonato de Cienciano. De hecho, desde la creación del torneo, solo dos equipos lograron meterse entre los mejores ocho, y nunca Perú volvió a poner equipos en las semifinales. 

Más dolor. Todos los equipos peruanos que han competido en Libertadores tienen diferencia de gol negativa, algunos abrumadora. Alianza tiene -134 goles y Cristal -79. El Deportivo Binacional, que solo ha jugado el torneo una vez, tiene -22 goles. Sport Huancayo, el equipo peruano que más veces ha jugado la Sudamericana, registra -27 goles en dicho torneo. Todos los clubes peruanos han perdido partido a partido, de lejos, mucho más de lo poco que han ganado.

Los números son fríos y desoladores. No es una sorpresa para nadie que vayan equipos peruanos de visita y regresen con cinco, seis o hasta siete goles en contra. Ahí es donde el ritmo de competencia local queda en evidencia. Y donde el chocolate peruano y el tiqui taca no importan nada frente a la mejor forma física de brasileños, argentinos, colombianos, ecuatorianos, chilenos o quien se ponga.

El rival en Sudamérica gana al peruano por velocidad, mentalidad y calidad. Pero había algo que siempre parecía jugarnos en contra: los mejores equipos peruanos iban a la Libertadores a probar suerte contra los mejores del continente, y equipos de menor nivel a la Sudamericana a enfrentar a equipos más accesibles, al menos en el papel. Entonces se pensaba que sería diferente si tan solo Cristal, por ejemplo, tuviera una chance de colarse en la Sudamericana.

Pues, tampoco. En el 2019, Melgar llegó a la Sudamericana desde la Libertadores y quedó eliminado en segunda fase por el Católica de Ecuador (un equipo de media tabla) goleado 6-0 de visita. Solo como información adicional, en esa misma edición del torneo, Municipal fue goleado 5-0 por Colón y UTC también fue fácilmente vencido por el Cerro uruguayo. Sin asco. 

La esperanza era Cristal, el mismo año. El equipo rimense jugó la Sudamericana al entrar directamente a Octavos de Final por haber quedado tercero en su grupo en la Libertadores. La realidad no pudo sonreír mejor a los rimenses, pues les tocó el desconocido Zulia de Venezuela. Un equipo fundado el 2005 y que apenas tenía diez años compitiendo en la primera división de un país en crisis política y social donde el béisbol es el deporte nacional. 

¿Qué pasó? Pues, más de lo mismo. Cristal quedó afuera por el gol de visitante. Perdió 1-0 de visita y ganó 3-2 en el Nacional. No pudo hacer más. Prácticamente nunca un equipo peruano puede dar ese paso adicional de firmeza para terminar venciendo a nivel internacional. Esa es la típica de Cristal, compite pero no cierra los partidos. Queda a un gol, a veinte minutos de mantener el ritmo. A un paso de dar el golpe. Y en el 2019, ni aunque tuvieran en frente al Zulia de Venezuela. Ni así.

Entonces, queda claro por qué si Cristal logra pasar de llave ante el Arsenal de Sarandí estaría haciendo historia. Dicho en números fríos, sería apenas el quinto equipo peruano en los últimos veinticinco años que llegara a Cuartos de Final de un torneo continental. Y en esos años, los equipos peruanos lo han intentando 139 veces. Es decir, se tuvo éxito solo el 3% de los intentos. 

Ya, no importa cómo se logre. Cristal es casi un equipo invencible en el torneo local, donde hace años no le gana nadie en Perú cuando tiene todos los titulares en la cancha y está en ritmo de competencia. Los dirigidos por Mosquera tienen una chance inigualable -y una mochila muy pesada- de sumar cambios concretos en la lamentable experiencia peruana en la Conmebol. Un empate es suficiente.

Es hora de resucitar a un fútbol plagado de don nadies. ¿Será hoy, Carlos Lugo?

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Arsenal de Sarandí, Carlos Lugo, Sporting Cristal
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