Migrante de paso

Luego de Tokio, a cuatro horas en tren bala, llegué a Hiroshima. Definitivamente una de las ciudades más hermosas y conmovedoras que he podido visitar. Dejé mis maletas en el hospedaje y salí a caminar. La modernidad abunda por donde vayas y los ciudadanos caminan tranquilos y sonrientes. Si uno no supiera la historia sería imposible imaginar que hace menos de 100 años los estadounidenses lanzaron por primera vez una bomba atómica sobre un lugar poblado. Uno de los crímenes de guerra más atroces de la historia de la humanidad. No tiene perdón. Se calcula que de manera inmediata murieron aproximadamente 80 mil personas y días después 50 mil más debido a las secuelas. Tres días después, lanzaron otra en la ciudad de Nagasaki y amenazaban con una más para Tokio. Japón se vio obligado a rendirse en 1945 y el emperador Hirohito tuvo que declarar que había perdido la guerra y que su calidad divina no era cierta. Definitivamente el golpe más potente que ha recibido este país. Mientras caminaba por lo que en un momento era tierra devastada e imperaba la tragedia, no podía creer el nivel de prosperidad de los japoneses para recuperarse de manera tan rápida. Otra gran sorpresa es que no existe una actitud de víctima.

A diferencia de nuestro Perú, que sufre de una victimización masiva a la que yo le echo la culpa del poco desarrollo civil e identitario. Peor aún, esto está respaldado por grandes académicos que atribuyen nuestra precariedad a la herencia colonial. Nadie la niega, pero si los académicos la defienden en lugar de buscarle solución es inevitable la falta de progreso. En nuestro caso se da una retroalimentación académica-población negativa. Por lo tanto, hemos fallado. Sé que las circunstancias son distintas, nosotros somos un país colonizado y Japón nunca lo fue, pero estamos hablando de una diferencia de más de 400 años en cuanto a la paliza psicosocial que se dio. Es hora de cambiar nuestro mecanismo de defensa y de afrontamiento colectivo para pasar de pensar que estamos destinados a la perdición a uno que eleve la voluntad de agencia en los ciudadanos. Me encantaría saber la respuesta, pero no la conozco, por lo menos es valioso pensarlo. Solo sé que es momento de dejar de buscar culpables y encontrar resoluciones.

Francisco Tafur 

Me quedé un rato contemplado los edificios en el parque Shukkeien, rodeado de árboles de sákura y pequeñas islas verdes que están interconectadas por puentes en forma de u invertida. Tras perderme un rato entre esa belleza fui al memorial de la paz de Hiroshima que se encontraba a pocos minutos a pie. La Cúpula Genbaku o Cúpula de la Bomba Atómica. El edificio que originalmente era una exposición comercial ahora permanece en ruinas como recuerdo del atentado nuclear. El hipocentro de la explosión del 6 de agosto de 1945 se dio a solo 150 metros de la estructura. En 1996 se declaró patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se puede ver cómo el hormigón fue derretido por las altas temperaturas y, en fotos de la devastación, se puede ver cómo ésta fue prácticamente la única construcción que se mantuvo en pie. Entre varios turistas, me senté al frente unos minutos imaginando el caos que se desató. Luego me di cuenta de que mi imaginación no fue suficiente para retratar semejante tragedia. 

La estructura se encuentra en uno de los extremos del Parque Conmemorativo de la Paz. Seguí mi camino y me encontré con varias sorpresas que te dejan helado por lo escalofriante. Una estatua dedicada a los niños muertos por el ataque; un monte conmemorativo que contiene las cenizas de 70 mil personas no identificadas; una inscripción que se traduce como: descansen en paz, pues el error jamás se repetirá; y la Llama de la Paz que permanecerá encendida hasta que las amenazas de aniquilación nuclear dejen de existir. Lamentablemente, la situación mundial está cada vez más belicosa y maldita debido a enormes egos de seres impresentables que juegan a ser dioses y que no me daría pena verlos sufrir, entre ellos: Vladimir Putin, Benjamín Netanyahu, Joe Biden y más. A este paso esa llama nunca será apagada. Me considero una persona buena, pero también poseo, como todos, oscuridad que no niego ni está dentro de mis planes erradicar así que considero que estas personas merecen lo peor. Para finalizar mi recorrido entre al Museo de la Paz en el otro extremo del parque. 

Francisco Tafur 

«Todos los irradiados caminábamos con los brazos levantados a la altura del corazón. Parecíamos fantasmas. Las quemaduras eran tan graves que solo podíamos arrastrar nuestro cuerpo.»

«El cielo se prendió en fuego»

«No podía entender lo que estaba sucediendo, pero sentía que se me estaba quemando el brazo derecho, la cabeza y el lado izquierdo del cuello. A la luz enceguecedora le siguió una oscuridad tremenda, como si fuera la medianoche, y empezó la ‘lluvia negra’ del hongo atómico con polvo radiactivo. En medio de esa lluvia yo estaba aturdida y todos los edificios de los alrededores, destruidos o en llamas. Pero traté de ubicarme para poder volver a mi casa. Cuando llegué, no quedaba nada en pie, y mi mamá no me reconoció inicialmente porque el cabello se me había chamuscado por el calor y yo estaba totalmente tiznada con mi ropa hecha harapos”

Todo el museo está repleto de testimonios de esta categoría, caminas entre fotos de niños con heridas que no me atrevo a describir. Tumultos de cuerpos. restos de ropa y zapatos. Imágenes aéreas de la ciudad devastada. Me quedé una hora y media y ya no podía más. Se me escapaban lágrimas que, cobardemente, intentaba aguantar. Se me aceleraba el corazón. Sentía rabia hacia Truman. Sentía una tristeza inconmensurable. Cada paso succionaba la poca alegría que me quedaba. Por momentos caminaba mirando el piso. Ya no soportaba las imágenes y declaraciones. Me enteré de que la bomba tenía nombre y era Little Boy, no me gusta admitirlo, pero sentí asco y rencor hacia Estados Unidos. 

Sentía mis piernas débiles y las manos adormecidas. El recorrido se hacía eterno, pero era mi responsabilidad como ser humano presenciarlo.ya que nadie debe olvidar lo sucedido. Aprendí sobre la estremecedora historia de los Hibakusha, la traducción literal es: persona bombardeada. Las personas no se les acercaban por temor a contaminarse de radiación. Fueron condenados a vivir en soledad y estigmatizados. Sentía mi espíritu quebrarse, ya no pude contener el llanto. Me gustaría tener la fuerza para poner en palabras lo que se ve dentro de ese importantísimo y totalmente necesario museo, pero acepto mi debilidad. Al salir me sentía como un niño abandonado, con las manos temblorosas, saqué mi billetera y me tomé dos clonazepam porque ya estaba comenzando a tener un ataque de pánico. Me alejé, busqué un árbol y me eché un rato prolongado para poder recuperarme. Siendo sincero, ahora, varios días después, sigo impactado.

Fue como si un dios levantará su colosal pie y me diera una patada directa en el alma. Creo que todos, deberían presenciar esto y darse cuenta de que el potencial humano va para los dos lados y que somos capaces de cometer actos extremadamente crueles. Mientras escribo, recuerdo que en mi país existe un sector, perdónenme las palabras, de gente realmente estúpida que parecen tener el coeficiente intelectual de una rana que quiere clausurar lugares imprescindibles como el LUM. Ya he mencionado anteriormente que, a mi parecer, debería ser aún más potente. 

Francisco Tafur 

Tomé un taxi porque seguía con las piernas inestables y mis pensamientos estaban aturdidos. Me fui al santuario Mitaki Dera, solo seguí mi instinto y pensé que en este lugar podría calmar mi mente turbulenta. El lugar se encuentra al pie de una colina boscosa con cataratas y cientos de esculturas de Buda que están por todos lados. El agua de este lugar es considerada sagrada y se usa como ofrenda hacia las víctimas de la bomba atómica una vez al año. Solo subía las escaleras y me senté acompañado de las piedras esculpidas. Mi respiración se tranquilizó, y recuperé la fuerza de mis extremidades. Cuando regresaba, le pregunté al taxista sobre el atentado y su respuesta me agarró desprevenido. Me dijo que estaban en una guerra y así es, también me comentó que tal vez era lo que merecían por las atrocidades que ellos cometieron en Corea y China. Yo no estoy de acuerdo, pero su madurez y mentalidad me pareció admirable. Finalmente me quedo con esta pregunta: ¿Qué se necesita para llegar a este nivel de templanza e identidad de nación? 

Francisco Tafur

 

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Bomba atómica, Hiroshima, japon, museo de la memoria

Es imposible negar la existencia de actividades, acciones y sucesos que no se pueden explicar por la ciencia y permanecen eternamente en un misterio. Tal vez lo más atractivo y tentativo de la veracidad de esta lógica es que el progreso del conocimiento fáctico y, también, espiritual depende de esta búsqueda sin fin en la que obtener un final epistemológicamente absoluto es imposible. Nunca podremos explicarlo todo, ni en siglos o milenios por venir. En el folclor de muchas culturas se lo atribuyen a espíritus, seres que en algún momento tuvieron vida y no encontraron descanso, incluso, a demonios o maldiciones. Pero qué tan contrastable es eso con la experiencia propia de estas situaciones. Yo no creo en dios, pero si en un desarrollo espiritual personal y por lo tanto acepto su lugar en la realidad. Desde niño me tentó el ocultismo, las historias de terror, la demonología y todo este mundo que se encuentra bajo el telón ante una mirada simple. Tal vez esto nace del lado materno de mi familia que está lleno de vacíos de las que no recibo respuestas para rellenarlos, como si hubiera algo oculto. Después de todo hay que tener cuidado con la macumba como aconsejaría mi abuela Mamamora.

Es extraño escribir respecto de estos temas considerándome a mí mismo alguien sumamente racional, pero a lo largo de mi corta vida he presenciado una que otra experiencia paranormal y presenciar estas anomalías me ayudaron a conectarme conmigo mismo y a reprogramar el sentido que le doy a la cotidianeidad. Al parecer, esto no es algo nuevo en mi familia, como ya mencioné anteriormente, por el lado de mi madre aparentemente sucedieron cosas extrañas.

Hay que tener suerte, pero en los días que mi abuela se pone conversadora puede soltar uno que otro dato. Lo que no hay duda es que el animismo y esoterismo está presente en esas ramas de mi árbol genealógico. Dentro de esto hay anécdotas graciosas y otras de temer. Por momentos, cuando recuerdo las palabras de mi abuela siento que es mentira o que yo mismo lo he inventado, pero aparentemente cuando mi madre y mi tío eran niños, algún sujeto desagradable y malintencionado arrojó dos sapos, al jardín donde vivían, y en sus paladares tenían fotografías de los dos hermanos incrustadas con un alfiler. Suena espantoso y si es verdad, no puedo imaginar el terror de mi abuela. Felizmente es fuerte y conociéndola tomó una que otra medida mística.

Francisco Tafur

Desde hace unos días, debido a mi inminente viaje a Japón, me puse a leer historias y cuentos de terror de la tradición japonesa y me di cuenta de que hay narrativas arquetípicas que se van repitiendo a lo largo de distintas culturas: el caso de la llorona o la muñeca embrujada, etc. Recuerdo cuando leí los tomos completos de Lovecraft y Édgar Allan Poe, y también cuando en mi infancia este tipo de relatos me llenaban de una sensación bastante particular donde se generaba una extraña mezcla de la inocencia, la curiosidad, el miedo y, tal vez, un poco de voluntad de aventura infantil. Lo que llama más mi atención es cómo ahora, ya adulto, ante estas situaciones sigo sintiendo exactamente lo mismo.

Nunca fui de tenerle miedo a lo sobrenatural. De hecho, cuando éramos chicos quien bajaba por agua a la cocina a oscuras era yo y quien se pasaba a mi cama en las noches de películas de horror era mi hermano. Yo sentía cierto goce, me encantaba envolverme en leyendas y mitos que me hacían dudar la realidad fáctica. De chico siempre decía que, si se aparecía algún dios ante mí, algún demonio o lo que sea que demuestre la existencia de un sistema paranormal, dedicaría mi vida a su investigación. A ese punto llegaba mi afán por lo oculto. A veces pienso que ver de niño por casualidad El exorcista y Neon Génesis Evangelion me abrieron, a la fuerza, un poco la mente. Una vez que surge una duda existencial, se multiplica.  

Sólo he escuchado rumores de que mi madre una vez leyendo las cartas en su época universitaria le funcionó tan bien que se asustó y dejó de hacerlo. Mi abuela con sus 89 años ha visto distintos tipos de brujería, según lo que me cuenta y sus creencias. A una tía una vez le pasaron el cuy, una actividad tradicional para absorber malas energías, y cuando lo sobaron en su cabeza el pobre animal murió inmediatamente. Está bastante loca. También mi tío me cuenta que de niño solía ver cosas y que de un momento a otro dejó de verlas porque le incomodaban. Y en cuanto a mí, más de una vez me he despertado con Teresita, la ahijada de mi abuela, ahumando mi cuarto para darle una limpieza espiritual. Así que crecí con esta incógnita platónica. 

Francisco Tafur

Tengo anécdotas de chico que se las atribuyo a la imaginación debido a lo niño que era. Todas las mañanas veía a una bailarina pequeña que daba vueltas en uno de los cubículos de un estante del cuarto. Literal veía a monstruos persiguiéndome, pero todo esto es dudoso debido a que en mis recuerdos también vi a Papá Noel volando en su trineo. La imaginación de un niño es de lo más extraordinario que existe.

Ya un poco más grande me di cuenta de que en la casa, esporádicamente, se escuchaba el piano y el único que sabe tocarlo es mi hermano. A veces, parece que alguien te está llamando y cuando vas a preguntar no es nadie. Durante mi adolescencia aparte de un tarro de leche que se cayó sin razón alguna; lo más cercano al misticismo qué he estado fue cuando jugué la Ouija con unos amigos en tiempos de secundaria. Éramos cinco y jugamos cinco veces, es como una adicción porque te mueres de miedo y una vez acaba la ronda vuelves a poner el dedo sobre el vaso casi sin pensarlo. De las sesiones que tuvimos hay tres de las que puedo pensar que era una broma de mis amigos. Las otras dos que sólo jugué con uno de ellos, el más cercano, donde nos comunicamos aparentemente con una víctima de Sendero Luminoso fue demasiado real y me cuesta sospechar de su falsedad.

En fin, todas estas cosas podrían ser atribuidas a una imaginación infantil. Sin embargo, hace unos años, ya adulto, viví lo que llamo mi mayor aproximación a un ente inexplicable. Tenía 27 años y un día sacando a pasear a Gruñón, mi antiguo jack russel, con un amigo, fue que sucedió. En la oscuridad de la sala, camino a la puerta, nos detuvimos los tres casi por instinto. Yo que estaba por delante frené para dejar pasar una gigantesca sombra deforme, brillante y, a la vez, de una oscuridad profunda, que finalmente nos adelantó. Apenas salí de la casa volteé a preguntarle a mi amigo y antes de formular la oración, él me mira y me pregunta ¿qué fue eso? Dentro de todo, la experiencia fue positiva: no hubo miedo, no hubo conflicto y fue todo bastante armónico, pero me quedé pensando unas semanas en lo vivido y en buscarle explicación. Lo cual fue imposible.

Francisco Tafur

No es necesario entender todo y sobre todo es peligroso obsesionarte con intentar hacerlo. Probablemente sea una de las peores obsesiones. El simple hecho de ser humanos con una programación orgánica determinada nos hace estar limitados tanto por el lenguaje como por sentidos físicos. Debido a esto siempre van a existir fenómenos paranormales. El no poder entender todo es parte de nuestra naturaleza. Recomiendo explorar un poco este tipo de cosas, pero no es nada necesario. Depende de cada uno si se divierte con eso o no. A mí me parece divertido y me gustaría volver a vivir situaciones similares. Tal vez, algún día me anime a jugar la Ouija de nuevo, pero que mi abuela no se entere.  

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brujería, cartas astrales, crónica, demonología

Llevo más de un año escribiendo crónicas semanales y me ha enfermado de curiosidad. No sé si le pase a los demás que relatan sobre momentos y vivencias, pero sueño con acontecimientos del pasado. Una tentación platónica porque a pesar de ser experiencias antiguas, incluso, recuerdos que no presencie, y estos están difuminados. Sin embargo, existe un hambre de expresarlas sobre el papel. Me cuesta elaborar un texto abarcador de algo que no fue vivido para escribirlo. Imagino que la experiencia cambia si tienes el objetivo de describirla. Tengo una lista enorme, pero comentaré las más aproximadas y en las que hubiera gozado soltar la pluma sobre ellas. También, me arrimaré en el tiempo, de lo contrario escribiría sobre los viajes de Marco Polo o de recorrer el Tahuantinsuyo en su máximo esplendor.

Ronaldo Luis Nazario De Lima. El mejor goleador de la historia, en un Brasil y Real Madrid que hacía temblar a quien se le opusiese, llegaba a Lima por una entrevista que le iba a hacer Magaly Medina en su show. Todas sus camisetas, los famosos chimpunes Mercurial que usaba, por la que surgió la marca R9, revistas y posters; lo tenía todo. Era mi ídolo y sigue siendo mi favorito. Fue un boom en Lima, todo el mundo estaba al tanto de su llegada. Mi padre consiguió unos pases para poder tomarnos fotos con él donde se hospedaba. 

Fue uno de los mejores días que he tenido. Hicimos una cola enorme junto a otros niños hasta que llegamos a él. Mis ojos brillaban. Me sorprendió su altura, era imponente. Nos acercamos con la camiseta 9 de Brasil, coge mi hombro y nos toman la foto. Tímidamente, le pedí que me firme la camiseta. Apoyo su cabeza en mi espalda y la firmó. La felicidad me duró semanas, la frente del fenómeno, como se le conoce, había tocado mi espalda. Enmarcamos la foto junto con la camiseta, cuando la vi me llevé una horrible decepción de mi infancia. Un niño de otra familia se había unido a nuestra foto. No sabía ni quién era. Mi foto con Ronaldo fracasó. Eso no fue la peor, la busqué hace unos meses y resulta que la botaron porque estaba vieja, fue terrible. Igual nada superaba haberlo conocido. 

Me hubiera encantado retratar ese momento y registrarlo de manera inmediata, tal vez perdería la magia infantil, pero quién sabe. Otra experiencia con la que se demuestra mi admiración hacia él fue cuando en el estadio, durante un Perú vs Brasil, todo el público le gritaba “cachudo o “gordo”. Yo no quería que él crea que lo estaba insultando, la imaginación de un niño es sorprendente. Me sentía identificado con él porque yo también andaba subido de peso y me quedo con una anécdota suya y Ancelotti, uno de los mejores DT de la historia: El director técnico lo criticaba por haber llegado al club con más de 100 kilos y el astro respondió: —Si quieres goles méteme, si quieres que corra, no. Durante el partido hizo dos. 

Francisco Tafur

Mi padre es periodista desde siempre y de vez en cuando lo visitaba a su trabajo. El ambiente laboral que vi era apresurado, desordenado y con el sonido de tecleos constantes. Recuerdo cuando era chico y mi viejo decía que tenía que escribir su columna, ya de noche, no entendía. Pensaba que tenía algo que ver con su columna ósea. También, cuando me pedía que le lleve el fax. Rarísimo. Según lo que me ha contado, el ambiente era brutal y agresivo. Lo visité cuando trabajaba en Expreso y recuerdo el papeleo infinito, las computadoras enormes y gritos desde todos lados. 

Le pregunté a una amiga periodista, no quiso decir su nombre, sobre cómo describiría el periodismo antiguo: —“En periódicos y revistas eran informales y el sueldo era de hambre, no pagaban a tiempo y te explotaban. Había mucha exigencia a la hora del cierre. El ambiente era caldeado donde los gritos y maltratos estaban normalizados”. Por alguna particular razón me hubiera gustado describir ese ambiente y tal vez experimentar el trabajo, como una prueba de si pudiese aguantar.

Mi otra tentación literaria es escribir sobre un momento más oscuro y, a la vez de liberación. Después de más de una década donde el terror se había apropiado de una nación entera, el 12 de setiembre de 1992, Abimael Guzmán fue capturado, el líder de Sendero Luminoso. Casi un año antes de que nazca. Murió también en setiembre hace dos años. Estaba con mi abuela cuando recibimos la noticia, ella es una devota y cristiana. Verla celebrar la muerte del terrorista me impresionó. Su felicidad me recordó el demonio que representa este sujeto para el Perú. Pensé en cómo habrá sido el ambiente del país el día que cayó. Las casas se deben haber llenado de júbilo y esperanza, que probablemente ya veían perdida. Vivir el declive del grupo terrorista y cómo se recuperaba la ciudadanía debe haber desatado un sentido de euforia colectivo, aunque el miedo no se pierde fácil. 

Pasemos a los hermanos Gallagher y Mick Jagger. Oasis vino y llenó las tribunas con más de 40 mil participantes. Yo tenía el peinado de Liam, con las patillas largas y también vestía de negro. Sus canciones me acompañaban todas las idas y venidas del colegio. Su música me llenaba de ganas de vivir para siempre, haciendo referencia a su canción. Hasta el día de hoy escucho sus canciones cuando busco superación. Lamentablemente, no pude ir al concierto de la banda de Manchester porque aún era muy chico para ir solo. Al día siguiente en el colegio mis amigos mayores me comentaban lo espectacular que fue. Definitivamente es el concierto del que más me arrepiento de no haber ido para poder escribir sobre él.  

El segundo, la legendaria banda Los Rolling Stones, llegó al Estadio Monumental para llenarlo el 6 de marzo del 2016. De más esta decir que verlos fue una experiencia de locos. Veías a grupos de gente mayor que parecía rejuvenecerse. No me orgullezco, pero le dimos unas pitadas de marihuana a un señor que luego se desmayó. Nos sentimos demasiado culpables, pero felizmente apenas comenzó el concierto se levantó. Mick Jagger tenía la energía de un veinteañero a sus 72 años, en ese momento. Keith Richards tocó: Youve got the silver. Era mi canción favorita en ese momento. Fue una locura. Aparte, mi padre es fanático de toda la vida entonces nos pegó su afición hacia ellos.

Francisco Tafur

De vuelta al fútbol, era un ex pelotero empedernido después de todo, pero un momento importantísimo fue la llegada al mundial. Lo de ex es porque hace unas semanas jugué un partido 11 vs 11 y sentí que me iba a dar un infarto o caer desmayado. Parecía tortura. El 16 de noviembre del 2017, estadio lleno, barras por todos lados. Yo con un amigo, vistiendo la camiseta, no parábamos de mover las piernas por la ansiedad. Se jugaba el partido de vuelta por repechaje para llegar al mundial de Rusia 2018. Con gol de Farfán y Ramos le ganamos 2 a 0 a Nueva Zelanda. Las tribunas explotaron, todos quedamos afónicos. He estado en la tribuna popular de la Bombonera y la sensación se le compara. Continuando con el deporte tuve la apreciada oportunidad de ir a Rusia, cuando aún se podía, y ver las dos semifinales y la final. Fue un viaje de puro éxtasis. Debí llevar un diario para escribir cada día. 

Termino este conglomerado de hechos que me coquetean constantemente con una de las principales musas de los cronistas: los viajes. Tengo la suerte de que mis padres nos decían que preferían gastar su plata en viajar que en carros o casas de playa. Tienen mi agradecimiento eterno. Me dieron mundo desde temprana edad. 

Intentar describir el impacto que tuvo la primera vez que Machu Pichu se posaba frente a mí. Comentar sobre Chichen Itzá, Tulum y cuando me empujaron a un cenote congelado. Por primera vez le di sentido a la palabra sublime cuando nadando con tiburones ballena la vi sumergirse y perder su colosal cuerpo en la oscuridad de las profundidades. Pensar que iba a ser secuestrado por unos vendedores en el bazar de Egipto y también entrar en las pirámides. Viajar en un avión tan pequeño que pensé que iba a morir camino a las ruinas de Abu Simbel. El invierno de Praga, donde comíamos embutidos bajo la nieve en una ciudad que te sumerge en un cuento de hadas. Los coffeshops de Ámsterdam junto a mi hermano. Haber conocido Palestina e Israel y entender ese conflicto sin sentido. Caminar entre un cañón para ver la majestuosa Petra. Viajar en carro, por más de 20 horas, hacia Cocachimba en la selva donde se encuentra la catarata de Gocta. Caer bajo el hechizo de Brujas. Sentirme diminuto frente a la Catedral de Colonia. Hedonismo en Berlín. Estos sucesos plagan mi cabeza antes de dormir y nutren mi existencia. Después de todo, estamos formados por recuerdos. 

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Mick Jagger, Ronaldo Luis Nazario de lima

A kilómetros de altura, viendo las nubes, nevados y el mundo reducido a figuras diminutas desde las pequeñas ventanillas del avión, se crea un entorno de reflexión y pensamiento. Lo llamo trance de avión. Voy camino a una de mis deudas turísticas, que es conocer Ayacucho, y sólo pienso es su historia.

Definitivamente, un terreno golpeado y marcado por estampas de sangre. Desde los Wari, civilización preinca, que era una sociedad militarizada, y sus expansiones bélicas, mantuvieron esa época de guerras. Probablemente la civilización más poderosa antes de la llegada de los Incas. Imposible no pensar en la batalla de Ayacucho que fue la última de las luchas por la Independencia, fue ahí que se consolidó la liberación ante los españoles y ganamos soberanía. Esta provincia sufrió al desnudo una de las etapas más siniestras de la república, Sendero Luminoso nació en Huanta, ciudad del departamento y logró tomar todo el territorio convirtiéndolo en su centro de operaciones y en lo que llamaron zona roja. En tiempos más recientes, el 2022 por una represión policial abusiva murieron 15 personas, incluido un chico de 15 años. Por eso, hace menos de un mes Dina Baluarte recibió un jalón de pelo en su visita al departamento. No sabía qué esperar de Ayacucho, pero todo esto es lo que pasaba por mi cabeza antes de poner pie en uno los pilares de nuestra historia. 

Francisco Tafur

Dejé mis cosas en el hospedaje y partí rápidamente al Monumento del Santuario Histórico de la Pampa de la Quinua. A una hora desde la plaza de Huamanga, capital de la provincia, se encuentra, cruzando el pueblo de Quinua, con U (no es de mi agrado la huachafería pituca de llamarla Quinóa). En esta pampa fue donde se dio la batalla final de la Independenciala de Ayacucho. El camino entre valles y asfaltado serpenteaba rodeado de las flores amarillas de retama que florecen en esta época. De ahí nace la canción y le dedico una de sus estrofas al titular de mi crónica. El huayno, compuesto en 1969 por Ricardo Dolorier, habla de un evento ocurrido en Huanta en el que miles de estudiantes protestaron debido a un decreto del gobierno militar de Velasco Alvarado que pretendía que los alumnos pierdan el colegio gratuito si se desaprobaba algún curso. La represión fue brutal y dio razón a esta canción de protesta contra el autoritarismo militar. Lamentablemente, por ignorancia se asocia la canción con Sendero Luminoso o apología al terrorismo. La etimología del lugar cae como anillo al dedo por su historia, Ayacucho significa el rincón de los muertos.

En donde la vida
Se hace más fría que la muerte misma
Taita inti arde indignado
Las grandes nieves se descongelan
Y los grandes lagos comienzan a colmarse
El gran aluvión, está por llegar
Para sepultar, mundos que oprimen
Y sobre la tierra nueva; florecerá la retama
Y así las palmas que suenen arriba.

La flor de retama

El pueblo de Quinua es conocido por sus artesanías en cerámica y me llamó la atención que en todos los techos, bajos e inclinados por la lluvia, había una cerámica que asemejaba una iglesia. Es un rito de protección del hogar similar a los toros de Pucará. Ya a 3400 metros de altura, casi mil más que Huamanga, se llegas al punto de acopio para partir a la pampa. Caminé casi un kilómetro y lo demás lo hice a caballo, estaba asustado porque no me subía a uno desde pequeño, también temía que no pueda soportar mi peso. Son alrededor de 300 hectáreas y se transita por el mismo lugar donde los cañonazos se dispararon y la caballería e infantería se enfrentaban a muerte por la liberación del Perú y me atrevo a decir que de Latinoamérica. El obelisco de 44 metros de altura homenajea a los caídos en esa batalla de suma importancia. Me senté un rato a fumar un cigarro e imaginar cómo habrá sido ese caótico momento, hipnotizado por las nubes majestuosas típicas de nuestra sierra. 

De regreso, con el chofer Wenceslao, se nos pasó el rato tomando Volts y conversando. Le conté que yo no había vivido la época del terrorismo porque nací un año después de la captura de Abimael Guzmán. Él me dijo que tenía 10 años y que en la zona fue espantoso. El miedo reinaba el día a día y la gente dormía rezando para que la mañana siguiente no venga con malas noticias. 

Me contaba cómo él y sus 5 hermanos se escondían todas las noches en cuevas o chalas de maíz tratando de mantener el mayor silencio posible. Escuchaban pasos de tropas, ya sean senderistas o militares, ambas les daban tanto pánico que no dormían. Al amanecer tenían que regresar a sus casas rápidamente para no levantar sospechas porque mucha gente acusaba falsamente y en esas circunstancias eso significaba la muerte. 

Al escuchar sus relatos me hervía la sangre por saber que aún hay gente que sigue a Sendero o lo justifica. Francamente, a esas personas les digo directamente que su sentido de justicia es infantil y que a sus opiniones les falta inteligencia: solo la palabra ignorancia los caracteriza. Lo mismo va para quienes defienden las acciones de las fuerzas armadas sin cuestionamientos. Para terminar mi primer recorrido paramos en el Museo de la Memoria y, ahí sí, mi conducta explosiva quería desquitarse con lo que sea. Este pequeño centro esta manejado por las madres y familiares que perdieron seres queridos durante el conflicto armado interno, te cuentan la historia general y testimonios personales que te dejan sin palabras. Este momento oscuro, caótico y bárbaro no debe ser olvidado jamás. Aunque la DBA se esfuerce en echarle tierrita, es deber de todos no caer en sus jugadas amnésicas. 

Francisco Tafur

Al día siguiente me reuní con Carlos Condori, periodista y antropólogo ayacuchano y exdirector de la dirección de cultura en la región, fuimos al Cementerio General de Ayacucho para visitar la tumba de Edith Lagos. No por devoción sino por cultura general. Entre los mausoleos y otras tumbas de policías y ciudadanos muertos en la época del conflicto armado se encuentra ella, que fue partidaria y líder de Sendero Luminoso. 

Ella estudió derecho en la Universidad San Martin de Porres para luego abandonarlo y regresar a Huamanga. Ahí se integró a los destacamentos urbanos del grupo terrorista y se ganó el alias de Camarada Nelly. A los 19 años murió en un tiroteo en Ocabamba. Sus restos fueron trasladados a Ayacucho. Su tumba estaba rodeada de flores y homenajes; me cuenta Condori que antes era mayor, todos los días cubrían su lapida de ornamentos. No entendía por qué tanta devoción hacia una terrorista, sobre todo, en el lugar más golpeado por estos movimientos subversivos. Carlos me comentó que es por ser una joven líder revolucionaria, su entierro fue multitudinario debido a su imagen de símbolo de protesta. Después de la visita rápida, regresamos al hospedaje para una entrevista nutritiva. 

Francisco Tafur

¿Como se recuperó Ayacucho?

Sendero llegó con un mensaje de cambiar la situación, empezar una nueva historia, se volvieron la ley y enterraron todo lo anterior. Sendero se fue contra su propio mensaje. Una vez retirados dejaron al pueblo inerte y abandonado. La visión prejuiciosa de los militares golpeó fuertemente al pueblo. Con la formación de los comités de autodefensa expulsaron a los terroristas. El papel de los CAD fue fundamental. En el mundo andino existe una apreciación a la vida milenaria y los actos de Sendero iban en contra de todas esas costumbres. Luego de la expulsión, la misma población fue recuperando las organizaciones. 

En cuanto al gobierno regional.

Es la misma política de siempre, asociada a obras de infraestructura. La inversión ha crecido, pero todo es infraestructura sin contenido. Construcciones de hospitales gigantes, pero sin especialistas y equipos antiguos. Se han cerrado instituciones educativas en pueblos por falta de personal, son obras muertas o agonizantes. Existe un manejo de recursos mal empleado. La corrupción se encuentra en las obras ejecutadas sin necesidad. Ya es un caso de corrupción institucionalizada. El gobernador Wilfredo Oscorima lleva tres periodos en el cargo.

¿Cuáles son las principales problemáticas en la actualidad?

El principal problema es la corrupción y la inseguridad que ha crecido bastante, no hay indicadores estadísticos, pero está a la vista. Dentro del casco urbano hay una desprotección completa. Otro problema se da porque las posibilidades laborales son escasas para los graduados. No hay trabajo ni mercado. Los jóvenes terminan en servicios o migrando a Lima. Por otro lado, está la violencia familiar. Nunca hubo una política integral de salud mental. Lo peor, es que somos un pueblo acostumbrado a la violencia, es algo normal. El tratamiento hacia las comunidades campesinas andinas se encuentra abandonado y no reciben un tratamiento inclusivo, ya que el 80% habla quechua. 

¿Qué expectativas tienen con el bicentenario?

La verdad que nos ha dejado el tren. La fragilidad en las instituciones se mantiene y las políticas se quedan estancadas sin ejecutar. Había un proyecto para el bicentenario, pasó del Ministerio de Cultura a la PCM y luego regresó al Ministerio. No hay un esfuerzo potencial por mejora desde el poder. No se siente un ambiente del bicentenario. Creo que no se ha logrado una movilización social necesaria. Seguimos manteniendo la imagen de ser un lugar de mayor pobreza. Hay una fractura muy grande entre la provincia y el Estado. 

Luego de despedirnos me dediqué a pasear y visitar iglesias. Se le conoce a Huamanga como la ciudad de las iglesias, solo en este pequeño terreno hay 33. Las más importantes son la Catedral, la de Santo Domingo y la de San Francisco. En la época de los españoles, vieron Ayacucho como centro estratégico de evangelización y por eso la aglomeración de templos. Lamentablemente, los horarios son difusos y muchas están cerradas la mayor parte de la semana, así que sólo tuve la oportunidad de visitar la Catedral que se encuentra en la plaza. Vale recalcar que la Plaza Mayor de Huamanga es preciosa. Durante mi estadía pasaba horas contemplado el movimiento de las personas y la limpieza del lugar. La catedral de Ayacucho o Catedral Basilical de Santa María, de estilo barroco, fue construida en 1632 y es patrimonio histórico cultural de la nación. Cuenta con 10 retablos, expresión artística típica del lugar, bañados en oro. Tal vez el más importante es el retablo de altar mayor de la Virgen de las Nieves. Mis visitas a las iglesias son de naturaleza museológica, ya que en mi opinión esta institución debe desaparecer. Siempre pienso en que los curas, sacerdotes o cualquiera que tenga el delirio de ser elegido por dios debe ser tratado como a los políticos: siempre desde la duda y la desconfianza.

Francisco Tafur

Pasando la página, al día siguiente me desperté con ánimo de trasladarme al pasado. Me dolía la cabeza, pero con dos pastillas se me pasó. Como diría mi tío: dos son una y una es ninguna. Acompañado por mi ahora amigo, Wenceslao y su hijo Dylan, por Bob Dylan, de 8 años, enrumbamos hacia Vilcashuaman, un centro estratégico administrativo Inca, anteriormente de los Chancas. Halcón Sagrado es su significado en quechua. Si algo he aprendido es que las nominaciones del país son dignas de ficciones.

Mientras ascendíamos a 3500 metros de altura. Los paisajes del valle te dejan encantado y el tiempo pasa volando. Chacras con caballos, vacas, ovejas y cabras se ven en cada curva, que, por cierto, son miles. Los árboles de eucalipto te dan la sensación típica de los ambientes de la sierra. Llegando a cierta altura la neblina no permite visualizar los acantilados, solo el camino. Los cultivos de quinua y papa son abundantes en el recorrido.

Francisco Tafur

Arribamos en una plazuela al frente del complejo arqueológico. Es impresionante el poder cautivador de los restos de civilizaciones antiguas. Bajo el sol calcinante, caminamos directo al recinto inca. No es muy grande, pero de belleza única. La base es una estructura incaica y en la cima construyeron una iglesia católica: San Juan Bautista, construida a fines del siglo XVI. Me recordó al Quoricancha en Cusco. Según historiadores, la ciudadela se llegó a albergar a 40 mil personas. Actualmente se mantiene el Templo del Sol y el Ushnu, una pirámide trunca que se encuentra separada a unos metros. Mi pasión por la arqueología y fanatismo por Indiana Jones me tentaba a entrar donde no se puede. Claramente no lo hice. Por alguna peculiar razón cuando camino entre lugares arcaicos me siento cómodo y en casa. Mi curiosidad se potencia a niveles estratosféricos y mi imaginación toma vuelo ante cualquier indicio de antigüedad.

Como dato curioso, durante el gobierno de Fujimori y su íntimo Montesinos se construyó un aeródromo en la zona de Vilcashuaman. Claramente es un sinsentido, no tiene lógica estratégica, política ni económica. Ya les dejo a ustedes cultivar sus propias sospechas.

Retornamos y así termina mi aventura ayacuchana. Sin dudas, es un lugar imprescindible para todo peruano, la importancia de la región rebasa las expectativas. Los paisajes, pequeños pueblos y Huamanga son hermosos. Te cautivan al punto de querer volver definitivamente. Tengo como deuda pendiente probar la Puka Picante, plato típico. Mi amor a la trucha pudo más. Así me despido de este pilar histórico, donde la melancolía reina y, aun así, no se pierde la esperanza. Deseo que en los próximos años se cumplan las propuestas que merece esta provincia.

¡Ya estamos en el túnel de árboles!, decía cuando de niño me emocionaba al saber que ya estábamos cerca de casa. Me refería a la corta calle de Pedro de Osma que se encuentra acompañada por árboles centenarios que se yerguen en los laterales, cuyas copas unidas le dan sombra a la vieja avenida. El ferrocarril que empapa el entorno de antigüedad y los rezagos de carriles metálicos cubiertos por cemento mal puesto fueron piso para mis aventuras y travesuras infantiles. Entre el OJO, PARE, CRUCE, TREN y el acantilado, aún sin mallas, fueron mi terreno imaginario. Ahí se encontraba mi pista de carrera para patines y skate, la mejor canchita de futbol con las veredas como límite y un par de palos de arco, ni había carros en esa época salvo uno que fue víctima de numerosos pelotazos. 

El distrito es conocido por su vida bohemia y artística, grandes esplendores como Chabuca Granda, el poeta José María Eguren y uno de mis escritores favoritos, Abraham Valdelomar. Fue un centro de vanguardia en las artes de su tiempo. El famoso colegio Los Reyes Rojos lleva el nombre de un poema de Eguren. Barranco esta elegido entre los distritos más bonitos del mundo y National Geographic lo describe como el barrio más indispensable de Lima, para mí es una extensión de mi hogar. No solo yo crecí acá, también por el lado de mi madre han sido burranquinos desde que mi abuela era joven. Es por eso que no me imagino viviendo en otro distrito. 

Francisco Tafur - Crónica

Mi madre fue al colegio San José de Cluny, que se fundó en el distrito en 1918, mi tío estudio en el colegio San Luis de Barranco, de 1926. Yo estudié en el Colegio Trener, excelente lugar, mis únicas quejas no rebaten la excelencia de ese colegio. Tal vez algo que no me gustaba es que me alejaba de mi querido distrito. Antes de los 10 explorábamos el barrio y al ser uno de los más antiguos permite que la imaginación de un niño vuele casi sin límite. La Bajada de Baños era nuestro camino a la playa y caminar por ahí daba la impresión de regresar a los años 30, sumado a la casi leyenda del funicular que bajaba a los bañistas.  Cruzábamos el Puente de los Suspiros aguantando la respiración sin conocer la hermosa canción que Chabuca Granda le dedica. Llegábamos a la Ermita de Barranco, de 1874, y la admirábamos sin saber qué significaba ermita. Fantaseábamos con su interior porque se encontraba en ruinas, contábamos historias de terror sobre ella, como que un sacerdote se había ahorcado dentro. Después, ese lugar se volvió nuestro primer escondite para fumar cigarros sin que nuestros padres sepan. En todos estos años la belleza no ha disminuido y sigue emanando un aura de misticismo.

Francisco Tafur - Crónica

Uno de mis lugares más recorridos era la emblemática cantina Piselli que estaba en la esquina de mi casa, antes que se muden. Era mi lugar de abastecimiento para helados, coca colas y chocolates. Siempre estaban los mismos viejos borrachitos, lo digo con cariño porque siempre me trataron bien e incluso cuidado. Entraba escurriéndome entre ellos hasta llegar a la barra para pedir mis adicciones infantiles. Éramos los pequeños de la cuadra. Ahí conocimos al Zorro que en ese momento habrá tenido 20 años y sigue trabajando ahí. 

Establecimos una amistad barrial con él y me sigue saludando cada vez que nos cruzamos: Cómo está mi gordito me dice, mientras me abraza. Hasta ahora recuerdo cómo en el boulevard de Barranco, uno de los antros de la ciudad, cuando recién salíamos a tomar nos comenzó a seguir un grupo de malandros que no ocultaban su amenaza, apareció el Zorro y les dijo: con estos no se metan, desde ese momento no he tenido ningún problema como ese. 

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Si bien solo he contado experiencias bonitas, no se salva de la inseguridad y pobreza que acecha a todo nuestro país. Es común escuchar de mal manejo policial y de robos a la luz del día. De hecho, a mi hermano le robaron con pistolas literalmente en mi calle. También es un centro de vida nocturna desmedida y la cocaína fluye como ríos en el boulevard. En esa calle de unos 100 metros es probable que te ofrezcan blanco, en sus palabras, unas 5 veces.

Para dar a conocer el trabajo abusivo, holgado y poco efectivo de la policía del distrito, les contaré una anécdota de la que no estoy orgulloso.  A los 16 años, iniciando las tentaciones nocturnas, tuvimos una pelea porque un carro aceleró como para chancarnos y luego se bajó buscando pleito. Te cruzas a muchos tipos así en el barrio. Se fue a los golpes con un amigo en mitad de la pista y aparecieron primero 3 policías. Recalco que no estoy orgulloso y se lo atribuyo a mi conducta adolescente y desaforada de esos tiempos.  De pronto aparecieron otros 3 policías y nos empotraron contra la pared, las caras pegadas al cemento, éramos 3. Nosotros decíamos que la pelea había sido por culpa de la otra persona y que nosotros éramos menores de edad. No les importaba y presionaban con más fuerza. Debido a mi explosividad del momento pude zafarme a empujones gritando que ya basta y que le estaban pegando a menores. Esta vez aparecieron 5 policías más. 

Francisco Tafur - Crónica

Estábamos rodeados totalmente, el ambiente ya se había llenado de luces por los carros de los oficiales, la gente había salido de los bares en nuestra ayuda, suelten a los chibolos gritaban. Como es de esperar, nadie intervino. Todos sacaron sus palos y comenzaron con la golpiza, parecen inofensivos, pero es de los dolores más fuertes que he sentido. A ese punto mis instintos de defensa ya estaban acostumbrados y tuve que tomar una opción más ofensiva por los palazos y la humillación consecuente. Saqué mi celular para pedir ayuda, pero uno de los golpes lo hizo volar para no volverlo a encontrar. Me impactaron dos veces y ya en posición de defensa, con mis habilidades aun afiladas en ese momento, pude esquivar unos cuantos y golpear, tenía miedo de que nos maten. Al final eran como 15 policías, uno incluso sacó pistola, nosotros fuimos reducidos a un círculo abrazado recibiendo golpes. Algo mágico sucedió, una pareja de ancianos apareció en la escena y detuvieron el conflicto sólo con su presencia tranquila y abogacía por nosotros. Cuando nos vimos sueltos regresamos rápidamente a mi casa entre asustados y adrenalínicos. Luego descubrimos que hubo dos robos por la zona, pero que toda la fuerza policial se encontraba pegándole a tres chiquillos. 

Este es mi querido distrito que, aunque ha sido plagado de tráfico tiene mi cariño intacto. No puedo dejar de comentar cómo la mala implementación del Metropolitano dividió el distrito en dos. El Metropolitano se vuelve una muralla diferencial. Donde lo que está del lado del mar es más adinerado y el otro lado lo contrario. Espero que se tome una medida para aplacar esa diferencia y unificar el distrito. A pesar de todo, muchas gracias, Barranco por verme crecer. 

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[MIGRANTE DE PASO] Yo vi a Papa Noel, el recuerdo es tan vívido que es difícil creer que fue producto de mi imaginación. Claramente lo fue. La mente de un niño es capaz de todo. No sólo lo vi a él. Lo vi en su trineo volando y soltando una camiseta de la U. Lo que pasó en verdad es que en las bolsas de regalos, una mía y otra de mi hermano, siempre ponían lo mismo, pero se olvidaron de la camiseta en la mía. Mi padre se subió al techo y tiró la camiseta de fútbol hacia el jardín. Me dijeron que Papa Noel estaba tirándome el polo porque se había olvidado. Si no supiera que todo fue un invento para llenar el mundo de un poco de magia, estaría convencido hasta el día de hoy que lo vi. Está en mi memoria. 

Fue unos cinco o seis años después que descubrí que no existía. Por una conversación de mi padre con el vendedor del playstation 1 que nos regalaron. Me parece necesario este engaño juguetón por lo menos una vez al año. Entre tanta tragedia y disputas absurdas un poco de magia no cae mal. Queda claro que no todos la pueden gozar. No todos los niños tienen la suerte de contar con una familia o una situación que les permita disfrutar de este momento de goce compartido. Se podría decir que todos jugamos un poco en estas épocas navideñas. O somos engañados o somos de los que engañan. Todo para seguir con el hechizo regalón.

En mi caso nunca se trató del nacimiento de Jesús. Era una celebración de familia, comida y regalos. Mi familia nuclear siempre fue pequeña. Éramos mi hermano y yo, mis padres, mi abuela y mis dos tíos. Escribiendo esto desde el avión voy acompañado de mi prima y mi sobrina de 10 años que sigue teniendo la ilusión navideña; la familia creció un poco. Mi hermano ya está casado y su esposa es parte de la familia desde antes de su matrimonio. Cada vez aumenta más.

Esta semana que culminará entre chancho, pavo, risas, envolturas y un poco de champán coincidió con un cambio radical en mi vida. Después de dos años regresé a mi país, cumplí 30 años y una despedida para siempre se juntaron en pocos días. Aún es muy cercano ese adiós como para ponerlo en palabras. Sólo puedo decir que, por motivos incontrolables, uno de los guías que iluminaba la exploración de mi propio ser se vio obligado a apagar la antorcha. Nunca había querido que exista algo como el cielo o reencarnación. Lo que sea, algo más que la nada misma en la que creo. En algún momento, después de compartir un cigarro con su recuerdo, donde sea que honren su vida, sentiré lo que es una pérdida.

Tras dos años en el extranjero experimenté lo que es la soledad. Te carcome y corroe la cordura, que de por sí la tengo un poco desfasada. Mis propios engaños me redujeron a un ser diminuto que estaba solo y sin rumbo en un mundo desconocido. Me sentía desintegrado. Mi hermano y María Angela, mi amiga y su esposa, viven en Nueva York juntos. Mis padres en Lima juntos; y, mi abuela con mi tío en Miami. Yo estaba solo, había momentos que hablaba en voz alta sólo para escuchar mi voz. En fin, fueron dos años donde puse a prueba mi mente y autocontrol. No eran más que engaños que invadían mis pensamientos. Lo que aprendí es que no quiero estar solo nunca más. Mi hogar será donde está mi hermano. Tal vez en algún momento yo tenga pareja e hijos, nadie sabe. Pero por ahora daría mi vida para tener una Navidad más con mi familia.

He tomado pésimas decisiones y no sé qué consecuencias habrán tenido en la gente que quiero. Mis veintes estuvieron marcados por drogas, caos, una decepción amorosa que fue bastante fuerte para mí, peleas en la calle y furia incontrolable. Trataba de mantenerme calmado, pero bastaba una chispa para incendiarme. Situaciones de las que no estoy seguro cómo sigo vivo. Sin embargo, es fácil fijarse en lo negativo, hasta cierto punto, pero también tuve muchos logros que aprendí a celebrarlos después. Darle vueltas a mi última década genera pensamientos que no valen la pena. A veces se incrustan en mí, incógnitas como ¿merezco este momento feliz? La verdad es que sí, aunque sea unas cuantas veces al año le agradezco a la vida misma poder permitirme disfrutar de la gente que quiero, mi familia. Eso es lo importante de la Navidad, a quién le importa el nacimiento de Cristo en el fondo. Mientras escribo esto me río. Quién me creo intentando esparcir una sabiduría que no tengo. Como me dicen mis padres: “Aun te quedan 50 años de vida, por lo menos”. Supongo que en estas épocas la melancolía se escurre entre las conductas y me hace pensar cosas así.

Antes no podía calcular la suerte de que mi teléfono suene y sean mis padres llamando o mi abuela, de 89 años. No todos tienen esa suerte. Es verdad que acabó una etapa. Antes de volar, rompí todos mis apuntes y dibujos que había acumulado en los últimos años. Pensé en guardarlos en algún lado, pero no habría significado lo mismo.  Mientras lo hacía recordé la primera vez que escribí algo por mi propia cuenta y convicción. Tenía algo que ver con un amor infantil y también con la sombra de mi excelsa familia. Lo terminé de escribir y a las horas le robé un encendedor a mi hermano para quemarlo. Nunca recordaré exactamente lo que contenía ese papel.

¿Por qué lo hice? Los años que vienen me voy a dedicar a viajar, escribir y leer. Navegaré como un pirata buscando los tesoros que esconde el mundo, mi intuición me lo susurra desde niño y ahora es el momento. Nada me amarra para no hacerlo. Creo que lo hice por eso, en esta nueva travesía mi valija emocional tiene que estar ligera y con espacio para cosas nuevas. Lo hice ahora que voy a ver a todos mis seres queridos reunidos. Una Navidad sin árbol en casa. Me equivocaba pensando que no tengo nada cuando lo tengo todo. Incluido personas que quiero proteger más allá de la obligación. Eso me hace más fuerte. En este divagar de palabras escritas les muestro todo lo que me genera esta época del año. Solo puedo finalizar diciéndoles: ¡Feliz Navidad!

 

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El dueño diferencia entre dos tipos de librerías, “unas hechas por libreros de alma y formados; y el segundo, las de shopping”. El famoso Ateneo encaja en la segunda categoría, a pesar de su hermosa arquitectura, basta rasgar la superficie de la literatura para ya no encontrar nada. Al conversar con los encargados de Ávila, es fácil darte cuenta de que es una librería del primer tipo.

Estaba en un sueño. Las bibliotecas abundan en toda mitología y ficciones a lo largo de la historia. Los libros parecen respirar cuando están amontonados y expuestos. Te sumergen en misterio, expectativa y esperanza.  Esa sensación fue permanente en mi visita. La madera del lugar parece mimetizarse orgánicamente con los libros.

Se remonta hasta el virreinato de La Plata, esa esquina esconde mucha más historia de la que se puede percibir a simple vista. También fue la primera edificación con dos plantas. “Es conocida, pero pasa desapercibida”, me dijo el encargado. La Librería del Colegio era llamada tradicionalmente. A unos cuantos metros se encontraba el Colegio Real San Carlos que se transformaría en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Inicialmente, funcionaba como farmacéutica y en 1930 toma el nombre de Librería del Colegio. A 100 metros de la Plaza de Mayo y frente al Café de Marco, altamente recurrido por personajes de importancia en la época. También, escritoras como Victoria Ocampo y los íntimos amigos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

“La importancia se debe a su estrecha relación con la Revolución de Mayo. Fue como un nido, un avispero del pensamiento (los primeros años del siglo XVIII). En los momentos previos, la librería traía los libros de la Revolución Francesa. Los jóvenes Paso, Castelli, Moreno y Belgrano se reunían y venían a buscarlos”- dice Miguel Ávila en una entrevista.

La Revolución de Mayo de 1810 llevó a que surja el Estado Argentino, sin una proclamación oficial. Se crea la primera junta presidencial. Los jóvenes mencionados fueron la clave para el éxito del movimiento juntista. Se expulsó al autoritarismo colonial. Esto puede haberse ideado gracias a la Librería del Colegio.

Dando vueltas a la librería, existe un placer curioso cuando ojeas libros. Basta con tocarlos. No importa si los vas a comprar o no. Un hueco para dar luz permite ver cómo este archivo de conocimiento tiene otra sección. Veo las escaleras donde una cadena impide mi paso. El misterio aumentaba cada vez más.

Subsuelo

“Los libros que ya no se ven se encuentran en el subsuelo” dice un cartel arriba. Por suerte, abrieron la cadena y por las mismas escaleras por donde bajaban clientes hace 200 años descendí a otra dimensión.

Hasta el olor de los libros antiguos te separaba por completo de lo que ocurría fuera de este salón. Enciclopedias, tomos de historia del arte, libros sin nombre, libros oscuros y demás. Estuve media hora ojeando libros que no entendía. Parecía estar cerca de la verdad, si es que existe tal cosa. Ahora que escribo esta crónica solo pienso en volver.

La esquina corrió el riesgo de volverse un McDonalds hasta que Miguel Ávila, el dueño actual, la salvó al comprarla. Mantuvo la estética tradicional para continuar la magia que emana del lugar. En una entrevista confirmó que los especialistas de librerías y un libro de Jorge Carrión consideran que no solo es la más antigua de Argentina, sino que es la más antigua, en cuanto a locación, del mundo.

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