Es integrante del movimiento Fuerza Ciudadana y en septiembre, como parte de un acuerdo entre grupos políticos, se inscribió en el Partido Morado. Su intención era acompañar a Julio Guzmán en la plancha presidencial, pero ese lugar finalmente lo obtuvo la exministra de Educación Flor Pablo. Hoy defiende las coincidencias ideológicas entre el socialismo y el centrismo morado.

Ha sido gerenta de fiscalización de cuatro municipalidades: Lima Metropolitana, Los Olivos, La Victoria y Magdalena. En la última ejerció el cargo hasta el 30 de noviembre pasado. A los vendedores ambulantes afectados por sus operativos les dice que solo cumplió con la ley, que le exijan a sus alcaldes que trabajen más el área de desarrollo económico distrital y que ella buscará hacerlo como parlamentaria.

La candidata Paredes quiere llevar parte de su agenda municipal al Congreso: quiere cambiar la Ley Orgánica de Municipalidades y combatir el tráfico de terrenos. Se sigue considerando una mujer de izquierda, pero todavía no perdona a Verónika Mendoza por su fallida alianza con Vladimir Cerrón, a quien llama “misógino y homofóbico”, e insiste en que no sabe qué piensa su exjefe George Forsyth. En vísperas de Navidad, conversó con Sudaca.

En 2006 postuló al Congreso con el Partido Socialista y en 2011 con Fuerza Social. En su página web hay un texto que, refiriéndose a usted, dice: “en San Marcos conoce al Perú y al socialismo mariateguista que orienta su vida hasta el día de hoy”. ¿Se sigue considerando socialista?

Bueno, hay distintas interpretaciones del socialismo. Si el socialismo es un Estado fuerte que cobre impuestos, y estos se traduzcan en servicios y oportunidades para todas y todos, sí. Pero no estoy de acuerdo con los regímenes en los que hay partido único, control de la prensa, control del aparato del Estado por el mismo partido.

Se lo preguntaba porque el ideario del Partido Morado dice, textualmente, que el socialismo “no da una respuesta satisfactoria a las demandas y oportunidades de la vida moderna”. También dice que el republicanismo les permite superar al socialismo. ¿No encuentra cierta discordancia ideológica entre las agrupaciones?

No, porque este es un acuerdo político donde cada uno entra con sus esencias. Nosotros somos de centro izquierda. Ellos son de centro republicano. Sin embargo, encontramos coincidencias.

¿Qué coincidencia ideológica encuentran?

La del centro y los valores republicanos que de ninguna manera se contradicen con el origen socialista. Si el socialismo es una educación pública de primer nivel, soy socialista. Si la salud tiene que ser gratuita en los hospitales públicos, y que con tu receta vayas a cualquier farmacia y te la den pagada por el Estado, sí, estoy de acuerdo. Eso pasa en Francia, por si acaso, y son conquistas que la influencia del socialismo ha logrado. Lo que pasa es que en el Perú, en el afán de satanizar a la izquierda, satanizan cualquier origen ideológico que venga del socialismo. Pero eso es ignorancia pura y dura. Yo me defino como socialdemócrata.

El plan de acción de Fuerza Ciudadana es crítico con el modelo económico neoliberal e indica que, frente a eso, el Estado, como usted misma está diciendo, debe tener un rol más participativo. ¿El Partido Morado concuerda con esa idea?

En algunos puntos, sí. Por ejemplo, en la educación. ¿Quién tiene que garantizarla? El Estado, pues. Universidades públicas, salud pública, eso es un Estado fuerte. El acceso a la justicia. Todas las personas deben tener un abogado que se lo pague el Estado. ¿Hacia a dónde me quieren llevar?

La pregunta que quiero hacerle es sobre las actividades productivas del Estado.

Ajá, ya ves, ahí me quieres llevar. Para que haya productividad tienen que haber derechos. Para que un trabajador sea productivo debe tener educación de alta calidad. Pero también justicia. Primero eso, después lo otro. ¿Dónde está la contradicción? Lo que pasa es que quieren ir de frente a los temas productivos sin empezar con la esencia de la persona. ¿Tú has visitado el Loayza, el Dos de Mayo, el Bravo Chico [todos centros de salud públicos]? Parece un viaje al pasado. ¿De qué nos sirvió todo ese crecimiento? Entonces, no es una cuestión de hablar en abstracto del tema productivo, hablemos de los problemas concretos de la gente.

Postuló dos veces al Congreso y una vez a la alcaldía de Magdalena con partidos abiertamente de izquierda. A esta última lo hizo con Juntos por el Perú. 

Sí, soy una mujer de izquierda.

No tuvo buenos resultados en ninguno de esos tres procesos. No logró el objetivo de ser elegida. 

No, pero sí tuve muy buenos resultados. El problema es que la lampa arrastró. Pero le gané a los que habían invertido miles de soles en campaña. Hice toda mi campaña a pie y en bicicleta, y solo puse letreros en las casas. Y así le empaté al PPC. Respecto a las postulaciones anteriores, conquisté algo más importante que un cargo: posicionar el tema de los derechos LTGB dentro de una agenda política. Eso es un triunfo. Los éxitos electorales a veces no son el reflejo de éxitos políticos. Mi participación allanó el camino. Ahora estoy en el Partido Morado que tiene el matrimonio igualitario en su agenda parlamentaria desde antes que entre yo. ¿Eso ha sido producto del azar? No, ha sido una construcción política de la narrativa de los derechos de las personas. Creo que las preguntas que me haces es porque no creemos que exista el centro en el Perú y el Partido Morado es de centro.

De postular con partidos de izquierda, ahora lo hace con uno de centro. ¿Es un cambio de estrategia para revertir la tendencia de no lograr sus objetivos electorales?

No. Yo me voy de Juntos por el Perú. ¿Cómo vas a postular con una persona como Verónika [Mendoza], que intentó hacer un acuerdo con Cerrón, un hombre misógino, homofóbico, condenado por la justicia? Yo no podría acompañar a esa ciudadana.

¿A pesar de que ya no está con Cerrón?

No importa que ya no esté. ¿Por qué no está? ¿Porque no quiso o porque no pudo? Porque no pudo. Eso en derecho se llama delito en grado de tentativa. O sea, no lo pudiste hacer, pero lo hubieras hecho. Yo no podría estar al lado de ni tomarme una foto con el señor Cerrón. Creo que a él le daría asco tomarse una foto conmigo también, porque represento todo lo que desprecia. ¿Cuánto se demoró Verónika en decir que Venezuela era dictadura? Un montón de tiempo. Yo no.

l perfil de Susel Paredes con el Partido Socialista decía que el “socialismo mariateguista” orienta su vida.

Y si se trataba de ir con un candidato de centro, ¿no le hubiera convenido postular con George Forsyth, a quien tenía cerca y ha estado primero en las encuestas con bastante holgura?

Yo no hago política porque me convenga. Para eso hubiera escogido otros partidos, donde hubiera ganado elecciones. Yo no solamente participo para ganar, sino para afirmar posiciones. Además, no sé qué piensa el señor Forsyth.

Hace unos meses declaró a Cosas que Forsyth no tenía propuestas. ¿Todavía lo piensa?

Sí. Por ejemplo, lo de los jurados, haciendo la comparación con las películas, a mí me parece poco serio. Le tengo el mayor de los respetos, pero no sé qué quiere para el país. Yo sí sé qué quiere Julio [Guzmán] para el país, y lo puedes leer y contrastar con nuestras posiciones desde Fuerza Ciudadana. Eso nos diferencia. El señor Forsyth va con Restauración Nacional. ¿Cómo voy a postular con el partido de un pastor evangélico, que desprecia a mi comunidad, que desprecia las libertades de las personas? Aunque le cambien de nombre, mantendrá sus principios, ¿no? Nosotros pensamos que debemos tener un Estado laico.

Volvamos a un punto específico del plan de gobierno del Partido Morado. Indica que harán un referéndum para consultar el cambio de Constitución en el segundo año. ¿Cuál es su posición personal sobre el tema?

Sí habría que cambiarla, al igual que en Chile, porque es un documento promovido por un dictador: Alberto Fujimori. A nivel simbólico y político me parece que estaría muy bien que la cambiemos. Es un oprobio orientarse por esa Constitución.

¿Qué gana Fuerza Ciudadana con este acuerdo, además de que usted pueda ser candidata?

Ahora somos conocidos a nivel nacional, la gente sabe que existimos. Eso hemos ganado: visibilidad. Dos: afirmación. Tres: creemos que nuestras propuestas, que se han incluido en el plan de gobierno, van a poder hacerse efectivas.

¿Por qué no se concretó su participación en la plancha presidencial?

Es una decisión de la Comisión Política del Partido Morado. Ahora, estoy muy de acuerdo con esa decisión. Conozco muy bien Lima. La verdad es que me siento más cómoda en la lista con el número 1. Lima ha tenido un problema: sus representantes han funcionado como senadores. Muchos representantes de las regiones después han sido representantes por Lima, como [Yohny] Lescano. Yo quiero que la agenda de estos más de 10 millones de ciudadanos y ciudadanas esté presente y se trabaje. Que se represente a Lima. Por ejemplo, creo que se necesita trabajar desde la fiscalización y el control político el tema del tráfico de terrenos. Y es un tema en el que no se meten los congresistas sino para dar títulos, para hacer leyes que postergan la titulación. Con esos me voy a mechar.

Dice que siente que representa mucho a Lima.

Sí.

¿Cree que no fue incluida en la plancha presidencial para evitar que esta sea ‘muy limeña’?

Puede ser, ¿no?

Los invitados del Partido Morado han sido criticados en redes sociales por diferentes razones: por ser influencers, no tener experiencia política. ¿Qué respondería usted a esas críticas?

Que la Constitución señala expresamente que la libertad de expresión de las ideas es un derecho. Entonces, tienen derecho a opinar.

Hablemos sobre los informales. Usted ha ganado protagonismo mediático por sacar a los ambulantes de los espacios públicos.

Sí. Cumplo con lo que me dice la Ley Orgánica de Municipalidades.

Estamos en un país que es 70% informal. ¿La solución contra la informalidad es la confrontación?

No. Lo que yo planteo es que la Ley Orgánica de Municipalidades tiene que darle más fuerza a [la parte de] desarrollo económico, para que el ordenamiento del territorio tenga un correlato promotor de la economía. Entonces el enfoque de la ley no va a ser solo represivo. Ahora, yo lo que he hecho siempre es cumplir con lo que dice la ley. No cometo abuso de autoridad, cumplo. La ley dice ‘decomiso’, ‘retención’, y yo lo hago. Lo que pasa es que los que hacen desarrollo económico no tienen mi velocidad.

Quizá usted está poniendo la carreta delante de los caballos, al hacer primero la labor represiva sin que haya una continuidad de promoción.

En todo caso, han puesto la carreta delante de los caballos los congresistas, como siempre, porque la Ley Orgánica de Municipalidades ordena eso. El orden lo tiene [la gerencia de] Fiscalización y te da todas esas herramientas. Ese mismo peso no lo ha puesto en Desarrollo Económico. Entonces, hay que arreglarla, eso voy a hacer yo.

Mientras usted no esté en el Congreso y pueda cambiar esas disposiciones, ¿qué le propone a los ambulantes, a los comerciantes informales que viven de su venta, en un contexto de crisis económica?

Que le exijan a los alcaldes que hagan su trabajo. Por ejemplo, en Magdalena: la feria que hay ahora en el coliseo Chamochumbi y la de la propia plaza son iniciativas que propuso
[la gerencia de] Fiscalización. Yo, en mi experiencia, lo que he visto es que no se hace ese trabajo de promoción cuando sí se puede. Magdalena es la prueba.

Usted ha tenido un discurso de orden, autoridad y represión. ¿Cuál es su posición sobre la acción de la Policía en las protestas de trabajadores de empresas agroexportadoras?

El derecho a la protesta es un derecho que tenemos todos. Yo he protestado, el presidente Sagasti ha protestado, Julio [Guzmán] ha protestado. Soy sanmarquina, he vivido protestando. La policía tiene obligaciones, leyes, manuales y protocolos que cumplir. Entonces, esos que han disparado canicas tienen que ir presos. El señor [Manuel] Merino tiene que ir preso. El control del orden tiene reglas. En mi opinión, en el caso de la muerte de Inti y Bryan, hay responsabilidad por esos homicidios.

En el caso de los bloqueos de carreteras, ¿cree que los protestantes están haciendo vandalismo?

En el caso del volteo de la ambulancia [en Ica], por supuesto que están haciendo vandalismo. No se puede voltear una ambulancia. Esos trabajadores de la agroindustria tienen derecho a protestar, pero la policía tiene derecho a ordenar. Sin embargo, desde ambas partes tienen que controlar los límites.

¿Qué opina de la reacción del gobierno de Sagasti frente al problema laboral agrario?

Ha recibido una policía en una situación muy grave: 516 policías muertos de Covid, la institución desmoralizada. No los ha matado solo el virus, sino la corrupción. [A eso súmale] una bomba de tiempo que tenían los trabajadores del sector agroindustrial, que ya no daba para más. El Congreso debe tomar más responsabilidad y acelerar lo más pronto posible la aprobación del proyecto del nuevo régimen agrario. Sagasti está haciendo todo lo humanamente posible para resolver el problema en este contexto, pero tiene un Congreso adverso, golpista, y una policía de luto.

¿Cree que el mayor problema del Partido Morado en la campaña va a ser cargar con los errores que pueda cometer Sagasti?

Claro, el poder desgasta. Por supuesto que todo lo que haga nos afecta. Son los costos de hacer una campaña con un militante en el poder. Pero tengamos claro que este es un gobierno de transición y emergencia, este no es un gobierno elegido por el pueblo. No es un gobierno morado.

Si el Partido Morado gana y usted tiene la posibilidad de conformar el gabinete, ¿qué ministerio preferiría?

[Piensa] Bueno, estoy postulando para congresista, pero un ministerio que me encantaría, en el que creo que lo haría muy bien, sería el de Cultura.

Alberto Beingolea dio esta entrevista a mediados de noviembre. La coyuntura, sin embargo, obligó a publicar solamente sus respuestas sobre los sucesos que en esos días ocupaban urgentemente al país: la caída del breve gobierno de Manuel Merino. Pero la convulsión ha pasado y la campaña ya empieza a calentar. Por eso, Sudaca recupera ahora lo que dijo sobre su campaña y sobre el PPC. Este es el candidato Beingolea, el cuarto más votado en las congresales del verano que, sin embargo, no obtuvo una curul porque su partido no pasó la valla.

Después de lo ocurrido en el Congreso, ¿cree que el PPC se hubiera perjudicado si continuaba la alianza con APP, que tuvo un papel central a favor de la vacancia?

Eso ya es pasado, no hablaré de eso. Ahora el PPC tiene una candidatura propia. Hemos tratado durante mucho tiempo de convencer a más gente, resignando inclusive nuestras propias ambiciones. Hemos tratado de convocar, pero la gente no entiende. Hoy vivimos un mundo difícil en donde es un todos contra todos, sin razón. Es “vamos a pelear porque tenemos que pelear”. Nosotros hemos intentado conciliar, buscar, sumar. Creemos en la unidad nacional y, bueno, lo hemos intentado.

¿Hubo alguna otra posibilidad de alianza o algún partido con el que a usted le hubiera gustado hacer esa convocatoria?

Te repito, yo ya no quisiera hablar de eso. Solo te diré esto: nosotros conversamos con prácticamente todas, o todas, las fuerzas de este sector de la cancha, de esto que vamos a definir como centro político. Y con todos encontramos la misma actitud. Todos son divos, todos son los salvadores de la patria. Entonces así es medio difícil, ¿no?

Ahora que ya están corriendo solos, ¿cree que es una ventaja que el PPC no haya colocado congresistas en las últimas dos elecciones?

Sí, a la luz de los hechos es una tremenda ventaja porque queda evidencia, para quienes recuerdan un poco y tienen memoria, que en estos congresos desastrosos el PPC no estuvo. Mientras el PPC estuvo dentro del Congreso por lo menos había una luz de un grupo a veces más grande, a veces más chico, de gente sensata, que ponía tranquilidad y que evitaba que circunstancias como estas ocurriesen. Pero eso terminó.

¿Es un capital político, entonces, que utilizarán en la campaña?

No sé si lo usemos, porque la gente suele no tener mucha memoria, pero espero sí recordarlo. O sea, a nosotros no pueden responsabilizarnos de lo que está ocurriendo. Yo no entiendo cómo después de esto la gente puede votar por APP o por Acción Popular, o por Podemos Perú, o por cualquiera de estos grupos. O por Frepap, que fue el voto tan coolde las últimas elecciones. A ver, quisiera ver que vuelvan a votar por ellos. No lo entendería. El PPC es un partido que mientras estuvo en el Congreso hizo las cosas bien. Tú del PPC solamente escuchabas en el Congreso buenas opiniones. Podías no estar de acuerdo, pero tenías que admitir que era un grupo de gente honesta que trabajaba por el país.

En los últimos años el PPC ha sufrido una serie de reveses: derrotas electorales, alianzas rotas, problemas internos, etcétera. ¿El partido se siente frustrado?

No. Creo que son las historias normales de cincuenta y tantos años de historia. Haber vivido supone haber tenido experiencias, buenas y malas. Eso es algo que un partidito que nace de la noche a la mañana no puede contar, nosotros sí. Hemos enfrentado dictaduras, hemos pasado cierres, hemos perdido inscripción, nos hemos vuelto a inscribir, hemos tenido victorias, derrotas, hemos pasado de todo. Es parte de tener tantos años en la vida de la república. El PPC no es una anécdota en la vida del Perú, el PPC ha acompañado más de medio siglo a la historia del Perú, y toca de todo, ¿no?

Lo preguntaba porque, cuando usted asumió la presidencia del PPC en el 2017, declaró a El Comercio que era urgente una reingeniería partidaria. Dijo: “necesitamos volver a nuestros mejores momentos”. ¿Qué evaluación hace de su gestión como presidente del partido, dado que los reveses han continuado después del 2017?

Ortega y Gasset dice: “yo soy yo en mi circunstancia”. Estos tres años del gobierno del partido habría que analizarlos también en función a las circunstancias. Nadie podría haber pensado, cuando comenzó el gobierno, en diciembre del 2017, que íbamos a tener el cierre del Congreso, unas elecciones congresales. El panorama que nosotros teníamos era unas elecciones municipales inmediatas y, con serenidad, a tres años y medio, unas elecciones presidenciales para las cuales nos íbamos a preparar. El PPC venía de unos descalabros electorales. Por primera vez en la historia el PPC no tenía congresistas. Eso fue con la directiva pasada.

Veníamos de una campaña municipal que había sido desastrosa. Estábamos en nuestro peor momento. Correspondía una reingeniería partidaria. Lo primero que hicimos fue lograr que las comisiones políticas sean expresión real de todas las regiones. Luego vinieron las elecciones municipales en donde tomamos la decisión de participar con la idea de acercar otra vez al PPC al electorado. Creo que no fue mala la campaña. Mucha gente dice que pudimos haber ganado.

La gente dice que nuestro plan de gobierno era el mejor y que en el debate ganamos nosotros. Nadie pensaba que íbamos a tener unas elecciones para las que no estábamos listos y en las que nos presentamos con nuestra mejor voluntad. Y, a pesar de que no pasamos la valla, el candidato número uno a Lima tuvo la cuarta votación más alta en todo el país. Siendo malos los resultados, en ambos hemos subido el porcentaje de lo que veníamos. Y nosotros aspiramos a que esto siga porque nos queda la evidencia que nuestro actual candidato presidencial ha tenido muy buenas votaciones personales.

Usted fue el candidato a la alcaldía de Lima en el 2018 y la cabeza de lista en las congresales del 2020. ¿Siente que el intento de volver a los mejores momentos ha recaído básicamente sobre sus espaldas? ¿Siente ese peso?

[Piensa] Eso tendrás que contestarlo tú, ¿no?

¿Se ha sentido solo en ese intento?

[Piensa] No, me he sentido acompañado de un partido que está presente. Hoy en este esfuerzo me acompaña el directorio, así le llamamos, que está integrado por diez pepecistas, figuras importantes dentro del partido. Está el CEN, por otro lado, en donde tengo una compañía de un grupo de jóvenes dirigentes que son secretarios nacionales. Están los secretarios regionales, con permanente participación en todas las decisiones. Está la gente del plan de gobierno, en donde hay exministros, exviceministros, gente importante que está trabajando en ese rubro. De manera que yo me siento acompañado por un partido vivo, que existe, discute, debate, saca decisiones, y camina adelante.

¿Qué tan ilusionado y comprometido está usted con su precandidatura?

No sé si ilusionado sea la palabra, estoy comprometido. Hace veinte años yo era un abogado con un programa deportivo muy exitoso, mi situación económica era estupenda. O sea, yo muy bien. Y tomé la decisión consciente de meterme de cabeza en mi partido para colaborar con cambiar las cosas y, entonces, comencé a trabajar con intensidad, pensando en la formación de los jóvenes. Luego tomé una decisión que no fue fácil, diez años atrás, la decisión de postular, porque entendí que había que comprometerse más, que el Perú te exigía más compromiso. Me di cuenta de que yo también tenía que jugar. Por eso salió el slogan de “el 10 entra a la cancha”. Porque me decían ‘10’ en la interna. Entonces dije: “okey, hay que salir a jugar”. Con todo el sacrificio personal, familiar, económico que eso significaba. Lo hice con consciencia y con convicción. Si las personas que sabemos que somos buenas no nos metemos, vamos a dejarle esto a la gente que está hundiendo el país. Entonces, absolutamente comprometido. Esa es la palabra, no es ilusión, es compromiso. Es mi deber comprometerme y llegar hasta el final. Y dejar lo último en la cancha. O sea, voy a darlo todo por intentar.

¿Y eso no le genera ilusión?

Me genera compromiso. ¿Ilusión de cambiar las cosas? Por supuesto, es lo primero con lo que comienzas. Más que ilusión es un ideal. O sea, yo soy idealista, toda la vida lo fui, y siempre soñé con un Perú mejor. Pero, más que ilusión lo que me genera es un enorme compromiso con mi patria. La patria es la tierra de tus padres. Yo no soy un improvisado en esta tierra. Y lo digo con convicción porque esa es otra cosa que veo. Casi siempre los peruanos elegimos a un extranjero, o un hijo de extranjeros, o alguien que está vinculado. Yo no entiendo. En ese sentido sí reclamo más nacionalismo. Esta es mi tierra, es la tierra de mi familia, es la tierra de mis hijos. Aquí están enterrados mis abuelos, aquí está enterrado mi padre y aquí estaré enterrado yo el día que me muera.

En las coordinaciones previas a la entrevista me comentó que estaba estudiando un doctorado.  

Sí, en San Marcos.

¿Va a interrumpir el doctorado para hacer campaña?

No quisiera. Voy a tratar de no interrumpir nada. O nada de lo que pueda. Tengo un programa deportivo diario que se emite a nivel nacional. Lo hago todos los días, es mi trabajo. He hablado con mis auspiciadores y les he explicado que no se preocupen, que lo voy a seguir haciendo. Me quita una hora de chamba diaria. Dos, yo dicto clases en la universidad San Martín. Aspiraría a seguir dictando. Si tú me preguntas: ¿en qué momento te sientes más feliz en tu vida? Cuando estoy dictando clase. Me encanta. Es mi cable a tierra. Hago consultorías como abogado, eso sí voy a tener que dejarlo porque algunas las hago para instituciones estatales. Ahí habría un choque evidente. La consulta privada la voy a tener que dejar también.

Pero es lo único que pienso dejar. Si gano la presidencia sí creo que voy a tener que dejar el doctorado, pero lo dejaría faltando un ciclo, me quedaría con la espinita. Si estoy en el cuarto ciclo de seis, no falta nada, ¿no? Yo creo que puedo hacer la campaña mientras curso el quinto y, si salgo presidente, pues bueno, me quedaré debiendo el sexto.

Decía que va a continuar con su programa de periodismo deportivo. Usted ha dedicado mucho tiempo al fútbol, incluso me llamó la atención que en su descripción de Twitter dice “periodista deportivo” antes que “militante del PPC”. Además, no dice “presidente del PPC”, sino “militante”.

Es una tontería, no hay ningún significado en eso. Nada.

La pregunta que quiero hacerle es si le importa más el fútbol que la política, o, en este caso, ¿el fútbol o su campaña?

Me interesa muchísimo más la política que el fútbol, largamente. A mí me decían, cuando yo hacía periodismo deportivo, antiguamente, que no me meta en política. Ese era uno de los problemas que había. En la época de esplendor de mi programa deportivo estábamos en los peores años del fujimorismo y yo pegaba muy duro en mi programa. A mí me llamaban los directivos del canal a decirme que me calle. Porque yo creo que el fútbol, como lo definió no sé quién, pero Markarián lo dijo en su momento, “el fútbol es la cosa más importante de las cosas que no importan”. O sea, si ya no hay fútbol, no pasa nada. La política es muchísimo más importante. La política significa la organización de nuestra sociedad, la vida del país. No hay punto de comparación. Te digo que voy a continuar con mi trabajo no porque me muera por el fútbol, que por cierto me muero por el fútbol, sino porque es mi trabajo, y yo tengo que vivir. O sea, la gente tiene que saber que yo soy un candidato que trabaja para vivir. Es la manera como mantengo a mis hijos, y cuando esté en campaña tengo que seguir trabajando. Ya lo he hecho en tres campañas, así que no hay ningún problema, se puede. Es difícil, duermes menos, pero se puede y te quedas en paz.

Hay otro precandidato que también ha pasado muchos años vinculado al fútbol. ¿Usted conoce personalmente a George Forsyth?, ¿qué puede decir de él y de su candidatura?

Lo conozco personalmente. No tenemos amistad, lo conozco. Pero no diría nada de su candidatura. No me parece elegante. Te tocaría a ti juzgar su candidatura, ¿no? Solo lamento que haya dejado La Victoria a la mitad de su gestión, no me parece responsable. Si yo busco el voto de la gente, cumplo mi palabra primero, después lo que quieras.

Honestamente, ¿cuáles cree que son las posibilidades reales del PPC en este proceso electoral?

Ganar. Honestamente, el voto en la última elección ha sido muy fragmentado. El que quedó en segundo lugar me parece que alcanzó el 9% o el 9.5%. Eso, ¿qué cosas te dice?, si nosotros duplicamos la votación que obtuvimos en la última elección, estamos en la segunda vuelta. Así de sencillo. Por supuesto, mi análisis es mucho más complicado y no lo voy a compartir contigo, pero, en una matemática simple, nuestra opción es ganar. Nosotros apuntamos a ganar.

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Alberto Beingolea, Candidatos presidenciables, Elecciones 2021

Los jóvenes salieron a las calles en todo el país para protestar contra la vacancia de Vizcarra. Cayó el gobierno de Merino. Los jóvenes que trabajan en el campo se manifestaron en regiones contra el régimen laboral de las empresas agroexportadoras. Se derogó la Ley de Promoción Agraria. La participación política de la juventud ha sido determinante en las últimas semanas y probablemente siga siéndolo en los días que vienen.

Los jóvenes demostraron que sí les interesa la política y están dispuestos a correr riesgos -policiales y sanitarios- para hacer sentir su voz. La evidencia también es estadística: según la encuesta de noviembre del IEP, el 75% de jóvenes entre 18 y 24 años tenía algo o mucho interés en la política. ¿Cuál es la paradoja? Que los jóvenes no tienen representación etaria en política institucional. Una muestra es lo que ocurre en el espacio de representación política por excelencia: el Poder Legislativo.

La juventud está subrepresentada. El 16.3% de peruanos tiene entre 20 y 29 años, pero el porcentaje de congresistas de hasta 30 años es de apenas 4.6%. Solamente hay tres congresistas menores de esa edad y, luego, otros tres que fueron elegidos con 29 y cumplieron 30 después de la elección de enero.

Pero ni siquiera ellos representan la voz de la juventud en temas netamente políticos. Los tres congresistas menores de 30 años votaron a favor de la vacancia de Martín Vizcarra, algo que -horas después- su generación rechazó en las calles. Entre los que tienen 30 años cumplidos, dos votaron a favor y una, Arlette Contreras, se abstuvo.

Las sangrientas protestas ciudadanas protagonizadas por los jóvenes estallaron, precisamente, a consecuencia de la vacancia de Martín Vizcarra. Uno de los mensajes más expuestos en las pancartas de los protestantes, quienes terminaron asediados por las bombas lacrimógenas pese a marchar pacíficamente, fue “este Congreso no me representa”.

Foto: Luca Daniel / Sudaca

¿Jóvenes sin juventud?

Los tres congresistas más jóvenes del Parlamento son María Bartolo (27, Áncash), quien fue elegida por UPP, pero ahora es vocera de la bancada Nueva Constitución; Alexander Lozano (28, Madre de Dios), de UPP; y Luz Cayguaray (29, Loreto), del Frepap. Luego están los que tienen 30 años: Paul García (Callao), de Acción Popular; Felícita Tocto (Cajamarca), que postuló con Somos Perú pero ahora es de la bancada Descentralización Democrática; y Arlette Contreras (Lima), que llegó al Congreso con el Frente Amplio pero luego se desligó de la bancada y vota como no agrupada.

En los 9 meses que llevan en el cargo, estos seis congresistas sí han impulsado algunos proyectos de ley dirigidos a su generación. Por ejemplo, García y Cayguaray propusieron leyes para bajar las pensiones y suspender la matrícula de centros educativos, entre ellos institutos y universidades, mientras dure la emergencia sanitaria. García también propuso una ley que busca promover la inserción laboral y el empleo de jóvenes en las entidades públicas.

Tocto impulsó la Ley General de Juventudes del Perú, para proteger los derechos de la juventud y promover su participación ciudadana. Contreras impulsó la eliminación del matrimonio adolescente, para disminuir los casos de violencia sexual contra las mujeres jóvenes. Incluso, García propuso un proyecto que fomenta directamente la participación política de los jóvenes, mediante una cuota de 20% de candidatos al Congreso menores de 29 años.

Y lo más interesante es lo siguiente: después de la vacancia, García -que votó a favor- y Contreras propusieron declarar el 14 de noviembre como el Día Nacional de la Conmemoración de la Generación del Bicentenario. El proyecto también establece la necesidad de crear el Ministerio de la Juventud. Este proyecto, como la mayoría de los antes citados, todavía no es debatido en comisión.

Pero ese supuesto interés por la agenda juvenil no aterriza en las votaciones más importantes. El interés por la vacancia de Vizcarra de los tres parlamentarios menores fue potente. Lozano y Bartolo firmaron la segunda moción. Por supuesto, votaron a favor de aprobarla. García y Tocto -de 30- también votaron para sacar al presidente. Luego, obstruyeron la primera salida de la crisis: en la votación para elegir a Rocío Silva Santisteban como presidenta, Bartolo se abstuvo y Cayguaray votó en contra.

Sudaca intentó contactarlos para conocer la razón de sus votos y su trabajo de representación con el electorado coetario. Cinco de ellos no respondieron, a pesar de que cuatro dijeron que sí lo harían. No es coincidencia que quienes votan en contra de la voluntad popular no quieran atender a la prensa. 

La única que respondió fue Arlette Contreras. Ella votó en contra durante la primera moción de vacancia y se abstuvo en la segunda. “No apoyé el primer pedido de vacancia porque merecíamos unir esfuerzos para seguir luchando contra la pandemia. En el segundo intento cambió bastante el contexto. Se evidenciaron con más claridad las denuncias sobre Vizcarra. La corrupción es un problema que no podemos subestimar y, como joven, la rechazo”, argumentó.

Arlette Contreras, la única congresista joven que respondió a Sudaca. Foto: Prensa de la congresista.

¿Por qué?

Sin respuesta de los congresistas, Sudaca se comunicó con militantes jóvenes de diferentes partidos para entender por qué un grupo tan grande de personas no encuentra representación equivalente. Una de ellas está afiliada al partido que protagonizó el intento de vacancia: Acción Popular. Su nombre es Milagros Muñoz, tiene 25 años. Pese a que la bancada accionpopulista fue responsable directa de la vacancia, ella cree que el sentimiento general de las juventudes de su partido se orientó a apoyar las protestas de noviembre. “Todos se sentían defraudados”, asegura.

A Muñoz, sin embargo, le parece “normal” que los políticos no vean las cosas tan claras cuando ya han asumido un cargo. “Lo comparo con esas veces en las que eres el que le dice al amigo ‘oe, esa flaca no es para ti, no seas gil, cómo no te das cuenta’. Pero cuando a ti te toca, tú terminas siendo el gil que no se da cuenta porque estás metido en el problema”, comenta. Dice, además, que la gente en las calles nunca ha participado en política y no entiende lo que sucede por dentro.

Arlette Contreras tampoco cree que haya oposición entre la calle y los congresistas. “Ser congresista es diferente. Se tiene conocimiento de primera fuente del escenario político. No todos los detalles se conocen a través de los medios de comunicación. Si yo no fuera congresista, mi percepción hubiera sido distinta”, comenta.

Pero más allá de la percepción cualitativa sobre la vacancia, las cifras son claras: hay un problema estructural. ¿Por qué son pocos los jóvenes que postulan al Congreso y poquísimos los elegidos? De más de 24 millones de electores, en enero postularon 209 candidatos de entre 25 y 30 años. Ese es el rango etario con más electores en el país: incluye a más de 1.700.000 personas. Solo tiene a seis congresistas.

Hay varios factores que ayudan a explicar la discordancia. Según una encuesta del IEP de noviembre, el 65% de peruanos no se siente representado por ningún partido. La baja participación en las elecciones internas refleja fielmente el poco interés en militar y, entre militantes, de participar. “La madre del problema está en que nuestros partidos no representan a nadie y menos a los jóvenes”, dice la politóloga María Paula Távara.

Un militante joven del Partido Morado, cuya identidad se mantendrá en reserva, tiene el mismo diagnóstico: hay muy pocos vasos comunicantes entre la participación civil y la política partidaria. “Hay muchos jóvenes que hacen política no partidaria, activistas. Dar el paso a militar en un partido, la gente no lo hace”, sostiene.

Para Távara, hubo un punto de quiebre en la relación entre los partidos y los jóvenes: la ‘ley pulpín’. Fue una de las primeras acciones de los partidos, desde el Congreso, que tocó directamente los intereses de la juventud actual. La relación quedó rota desde entonces.

Foto: Giovani Alarcón

Marginación partidaria

Pese a todo, hay jóvenes que militan. El problema es que igual casi no candidatean. De los 2.326 candidatos inscritos en las últimas elecciones, solo 209 tenían menos de 30 años. En 2016 los jóvenes representaban el 30% del padrón electoral, mientras que los candidatos jóvenes eran solo el 7% de postulantes. Gabriela Vega, politóloga que encabeza el proyecto de capacitación para candidatos jóvenes Recambio, explica que la culpa es, principalmente, de los partidos.

“Son los partidos los canales institucionales que tienen que adaptarse para poder vincularse con ellos y ellas, no al revés. Los jóvenes han hecho y están haciendo lo que les corresponde: están expresándose, participando, interviniendo en la esfera pública a través de sus manifestaciones, porque los partidos y bancadas no canalizan sus demandas”, afirma.

Távara agrega que los partidos no tienen espacios para la juventud. “Los liderazgos más antiguos de los partidos están acostumbrados a ser adultistas y machistas”, sostiene. Para ella, una cuota juvenil, como la que propuso el proyecto de ley de García, obligaría a los partidos a atender a sus juventudes. Es una propuesta debatible. “Los partidos políticos no apuestan por los cuadros jóvenes. Nos ven como una cuota”, sostiene la congresista Arlette Contreras.

El afiliado al Partido Morado detecta una barrera cultural. Para él, algunos políticos asumen que ‘juventud’ es igual a inexperiencia, y no siempre es así. En el caso de las mujeres el panorama puede ser más incómodo. “Mis amigos mayores a veces no me hacen caso, pero también por ser mujer. Es algo de lo que jamás me quejo, pero sí me molesta. Si tengo carácter, soy mandona. Si un pata tiene carácter, es líder”, reclama Muñoz.

Arlette Contreras no es militante, pero llegó al Congreso con el Frente Amplio. Ella también se ha sentido minimizada por ser una mujer joven. “No se me daba el espacio ni se reconocía mi voz”, afirma. Ella considera que hay una forma de actuar de los políticos mayores: imponerse sobre los jóvenes y minimizar sus ideas. “El Frente Amplio ni siquiera quería firmar mi primer proyecto de ley”, cuenta.

Y el otro problema es la plata. Los tres militantes jóvenes consultados por Sudaca coinciden en ese punto. “Una elección es una inversión y muchos jóvenes no tienen dinero. Entre las costas electorales, la campaña interna y la externa, es bastante plata”, comenta Muñoz. “Muchos jóvenes serían estupendos candidatos y candidatas, y no están postulando porque saben el costo enorme que eso implica. ¿Cómo puede postular un joven precarizado, con pocas oportunidades de empleo, sin estabilidad laboral, sabiendo que competirá con personas que van a invertir mucho dinero?”, se pregunta Eduardo Maldonado, del Movimiento Nuevo Perú.

¿Cuánto puede costar una campaña? “Se gastan mínimo unos S/20 mil. Una campaña misia y corta”, asegura Maldonado. Muñoz sugiere una cifra más alta. “S/70 mil para el Congreso, y es un presupuesto misio. Los mejores podrían meterle S/300 mil”. La cifra, claro, varía de acuerdo al tipo y cantidad de propaganda.

Sin votos

Más allá de la disposición de los jóvenes para involucrarse en los partidos y del interés de los partidos para darles cabida, los votos no los acompañan. De 209 candidatos menores de 30 años en las últimas elecciones solo fueron elegidos 6. Un factor clave es la ubicación de los jóvenes en las listas: les suelen dar los números más altos. En Lima, el promedio del número de lista de los jóvenes fue 22. La única que consiguió entrar al Congreso, Arlette Contreras, postuló en cambio con el número 8. Pero no es lo único.

Muñoz dice que es un problema de carencia de habilidades políticas. “Les falta aprender a hacer política. Puede haber gente muy buena y capaz, pero si no tienen la muñeca para defenderse de otros políticos, es lo mismo que nada. Entonces, parecen con poca preparación. La gente asocia al joven con ‘pulpín’ inexperto. Lo que más debemos cuidar es, si ya sabemos que ese es el cliché, no caer en el error de desesperarnos y parecer ‘nuevos’”, comenta.

“Me resulta bastante cuestionable el discurso que tiene que ver con la ‘preparación’ y la ‘experiencia’. Eso es clasista y es falso. El Congreso es un espacio donde debemos estar representados todos. En un país donde un gran porcentaje no tiene empleo fijo, maestrías ni educación superior, exigirle a la gente que vote, no por quien la represente, sino por quien tenga títulos, experiencia empresarial y éxito económico, es ir en contra del propio sentido del Congreso”, afirma Maldonado.

Al final, no solo los votantes jóvenes sienten que no están representados, sino que los pocos políticos jóvenes que llegan ni siquiera asumen la representación de su generación. Consultada sobre su representatividad entre los jóvenes, por ejemplo, Arlette Contreras respondió: “Yo represento a las mujeres. Hago un trabajo dirigido a favor de los derechos de las mujeres y las personas más vulnerables”.

¿Representarán los próximos congresistas menores de 30 a su generación? ¿Seguirá subrepresentada la juventud en el Parlamento? Todo indica que sí. Los cuatro meses que faltan para las elecciones de abril son muy poco tiempo para cambiar un problema estructural, pero la coyuntura -al menos- ha dictaminado que los jóvenes sí quieren participar de la discusión pública del país. El reto está dado.

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Juventud, Política

¿Quién va a ser el próximo presidente del Perú? Todo peruano sabe que dar una respuesta certera a esa pregunta es complicado. La mayoría de analistas suele advertir algo irrefutable: en este país puede pasar cualquier cosa. Y esa afirmación es cierta, sobre todo, en una elección tan volátil como la actual, donde ninguna candidatura termina de cuajar y varios posibles ganadores coquetean con el margen de error. Sin embargo, sí se pueden hacer proyecciones informadas. Es muy probable, por ejemplo, que el ganador de las próximas elecciones ya esté entre los cinco primeros puestos de las encuestas. Ha sido así en todas las campañas presidenciales de este milenio, contando cinco meses antes de la primera vuelta.

Lo mismo ocurre con la intención de voto: desde 1995, el presidente electo siempre ha tenido más de 4% en noviembre del año pre-electoral, midiendo el consenso de las encuestadoras. En 1990 ocurrió algo rarísimo: Alberto Fujimori le ganó la carrera a Vargas Llosa empujando desde atrás. Pero se trató de una excepción. Y el refrán popular dice que las excepciones son las que confirman las reglas.

¿Qué candidatos están en ese afortunado ‘pelotón de los cinco a cinco meses’? George Forsyth (16%), Julio Guzmán (7%), Daniel Urresti (6%), Verónika Mendoza (6%) y Keiko Fujimori (5%), según el sondeo de Ipsos de noviembre, realizado de forma presencial justo después de las protestas de ese mes. Luego, hay un candidato que podría empujar por los palos: Hernando de Soto, que apareció sexto en dicho sondeo, con 4%, y hoy está segundo en la medición de Datum de diciembre, con 5%. Su ascenso podría estar influenciado, en parte, por la indecisión: 58% de los electores aún no tiene preferencia definida, dice Datum. De entre esos cuatro hombres y dos mujeres saldría –si la tendencia de más de dos décadas se mantiene– el presidente del Bicentenario. Yonhy Lescano (3%) y César Acuña (3%), según Ipsos, quedan marginados por la estadística.

Información de Ipsos a noviembre, elaboración de Alexandra Ames (el campo de los dos primeros meses es solo urbano; el de los siguientes, urbano-rural).

Se puede cernir aún más ese ‘menjunje’ electoral. Forsyth lidera la intención de voto desde abril, pero difícilmente pueda ganar. El consenso de tres analistas consultados por Sudaca es que seguirá desinflándose. Keiko Fujimori, por su parte, tendrá que remontar un antivoto gigantesco, mayor incluso al de su última derrota. El techo de De Soto, que estaría robándole puntos a la candidata naranja, es bajo. El horizonte parece brillar, entonces, solo para tres candidatos. 

Hacer ‘futurología’ política en el Perú es un ejercicio aventurado, y este medio está dispuesto a someter sus afirmaciones al filtro de la realidad cuando haya calentado la campaña. Hasta entonces, este análisis pretende resumir –en corto y sencillo– qué fuerzas definirán la carrera presidencial del 2021. En días de alta incertidumbre, es oportuno ir aclarando un poco el panorama.

Forsyth y el maldito primer lugar 

Una tendencia (otra) que se ha mantenido, sólida, desde el 2006 es que quienes ocupan el primer lugar a seis meses de las elecciones nunca ganan. Le pasó a Lourdes Flores en la contienda de ese año y a Luis Castañeda en la siguiente. Ninguno pasó, siquiera, a la segunda vuelta. En noviembre del 2015, las encuestas le daban el primer lugar a Keiko Fujimori. Ella ocupó ese puesto en la votación de abril del año siguiente, pero perdió en el ballotage.

Según Ipsos, Forsyth ha caído de 23% a 16% entre setiembre y noviembre. Según Datum, de 20% a 10% entre octubre y diciembre. Su inclinación hacia abajo es clara y no se debe solo a la ‘maldición’ de aparecer primero en los sondeos. Es, más bien, la consecuencia natural de ser un candidato sin mucho que mostrar. “Es un envase vacío”, dice el politólogo José Alejandro Godoy. Y asegura que hay un consenso entre sus colegas: será muy difícil que se mantenga arriba hasta el 11 de abril.

Para Mauricio Saravia, gerente de la consultora InTarget, con más de 15 años interpretando estudios de opinión, la tibieza de Forsyth para definirse políticamente lo convierte en una incógnita sin muchas posibilidades. “No es ni siquiera un candidato viable”, coincide el politólogo Mauricio Zavaleta.

Al frente de la Municipalidad de La Victoria, el exarquero de Alianza Lima ha construido su endeble imagen política sobre el mediático  (y supuesto) ordenamiento de Gamarra. Pero importantes empresarios del emporio, que conversaron con Sudaca indignados por su primer lugar en las encuestas, cuestionaron que su gestión haya logrado avances concretos y aseguraron que no lo apoyan. Zavaleta completa la idea: la debilidad del candidato hace imposible que imponga un discurso de ley y orden.

Si todo eso no fuera suficiente, hay otras dos cosas que nunca ocurren. La primera es que los exalcaldes no llegan al Palacio de Gobierno. Bedoya, Barrantes, Belmont, Andrade y Castañeda: todos gobernaron Lima y luego perdieron la presidencial. Y el capital electoral de Forsyth es más pequeño: un distrito, donde obtuvo apenas 40.654 votos. Lo otro es que, desde 1995, los ganadores han tenido experiencia previa en elecciones presidenciales. Él es debutante.

La ya improbable revancha de Keiko

En el caso de Fujimori, la historia reciente debió haberle jugado a favor. Por casi quince años, el nuevo presidente había perdido la segunda vuelta de la elección anterior. Le pasó a Alejandro Toledo en el 2001, a Alan García en el 2006 y a Ollanta Humala en el 2011. Pero Keiko rompió esa racha en el 2016. Hace cinco años se convirtió en la primera y única candidata del siglo en perder la segunda vuelta dos veces consecutivas.

Foto: Andina

¿Podrá desquitarse ahora? El pronóstico de Sudaca que su mejor oportunidad ya pasó. ¿Por qué? La respuesta está en el antivoto. En los más de tres años que dominó el Congreso, el fujimorismo consolidó a su principal enemigo: el grupo de peruanos que aseguran que no le votarían jamás. Ello, en lugar de afirmarse como opción electoral viable.

Para Saravia, aunque no está escrito en piedra, el antivoto es poderoso y puede marcar un punto de no retorno. El porcentaje de electores que dice de ninguna manera votaría por Fujimori es de 63%, según Datum en diciembre. Esta es una cifra mayor que la de la última elección, en la que fue derrotada precisamente por el antifujimorismo. En enero del 2016, el antivoto de Fujimori era de 39%, según GfK.

El único registro reciente de un candidato sobreponiéndose a una mochila de esa magnitud es Alan García en el 2006, cuando empezó la elección con 62% de rechazo. Sin embargo, en el caso de Fujimori la cifra también marca una diferencia larga respecto a sus competidores. Keiko es la candidata con más antivoto por lejos. Los que la siguen, Ollanta Humala y César Acuña, tienen 48% y 47%, respectivamente.

La otra cara del antivoto es el voto duro, un concepto que se ha convertido en una suerte de leit motiv cuando se analiza electoralmente al fujimorismo. Godoy, sin embargo, asegura que la lealtad fujimorista ronda el porcentaje que obtuvo Martha Chávez en el 2006: 7%. Fue la única vez que se presentaron sin un candidato de apellido Fujimori. En un escenario disperso como el actual, una base de entre cinco y siete puntos sería un gran comienzo para cualquiera. Pero no basta si debes remontar un antivoto de casi la mitad del país.

Según Ipsos, el respaldo de Fujimori está concentrado entre los mayores de 43 años. Sudaca ha podido constatar en sus incursiones a la Escuela Naranja la añoranza con la que algunos peruanos recuerdan el gobierno de Alberto Fujimori. El voto duro sí existe. Sin embargo, Zavaleta también calcula que el fujimorismo puede crecer sólo hasta alrededor de 12% debido a sus errores estratégicos de los últimos años. “La actuación política de Keiko ella la ha dilapidado”, cierra Godoy.

Fuerza Popular (FP) pinta, entonces, más como un partido de nicho. Podría aspirar a tener representación parlamentaria antes que pasar a la segunda vuelta. Todo esto depende de que se desestime la solicitud del fiscal Domingo Pérez para suspenderla. Si el pedido es aceptado por el Poder Judicial, los naranjas no podrán participar en la contienda

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El problema de ya ‘ser gobierno’

Han pasado más de cuatro años desde que Julio Guzmán postuló con Todos Por el Perú y fue retirado por problemas con su inscripción. Se dedicó, entonces, a formar el Partido Morado. Para Godoy, haber ganado ampliamente las internas legitima su liderazgo. De 3% en julio a 7% en octubre, además, Guzmán viene subiendo. De acuerdo a Ipsos, su intención de voto en el NSE A llega a 11%, una cifra bastante más alta que la que tiene en otros segmentos. También es más respaldado entre los jóvenes hasta 25 años. Tras consolidarse en ambos grupos, tendrá que buscar crecer en los demás.

Foto: Andina

La ruta es parecida a la que tomó Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en las últimas elecciones. No es coincidencia que en estos años el Partido Morado haya involucrado a políticos que antes apoyaron al expresidente, como Gino Costa y Alberto De Belaúnde. Con figuras como esas, además, la candidatura morada puede posicionarse entre los votantes liberales. Aparece hoy como la alternativa más viable para congregar las simpatías del ala más sensata de ese sector.

Zavaleta cree que Guzmán tiene grandes posibilidades de llegar a la segunda vuelta. Las protestas de noviembre –dice– consolidarán el respaldo que ya tenía. “Guzmán ha salido ganando en este contexto, básicamente por tomar una posición adecuada: oponerse a la vacancia”, comenta. Los accidentes de su vida privada, sin embargo, han afectado su credibilidad y su confianza. “Guzmán estaba más entero en las elecciones pasadas”, sostiene Saravia.

Pero el mayor riesgo político de Guzmán –aunque sea paradójico– está en Palacio de Gobierno, a donde su partido llegó antes que él. Para Godoy, sus oponentes van a hacerlo cargar, sí o sí, con el pasivo del gobierno de Francisco Sagasti. Saravia coincide: el Partido Morado puede perjudicarse mucho si da la sensación de ser ineficiente en el poder.

Sagasti puede terminar siendo un búmeran y, aparentemente, los morados lo saben. Esa sería una de las razones por las cuales insisten tanto en la independencia partidaria de Sagasti al mando del Ejecutivo. La distancia que puedan marcar va a ser fundamental para definir el destino de Guzmán en las urnas.

La mejor oportunidad de Mendoza

Las movilizaciones ciudadanas de noviembre no tuvieron liderazgos políticos claros, pero eso no impidió que Humala, Guzmán y Mendoza se sumen al espíritu de la calle. Para Saravia, son los dos últimos los que se han beneficiado. Las encuestas respaldan la hipótesis. Inmediatamente después de las movilizaciones, Guzmán subió al segundo lugar, con 7%, y Mendoza al tercero, con 6%, para Ipsos

Foto: Andina

Pero la candidata de Juntos por el Perú tiene un ingrediente particular. En el libro ‘El mal menor’, Carlos Meléndez sostiene que la política peruana está marcada por una dicotomía pro y anti establishmentHoy, la mayoría de candidatos con alguna posibilidad tienen una clara membresía en el primero de esos grupos. Fujimori y De Soto son evidentes ejemplos. El Partido Morado también, sobre todo ahora que está en el gobierno. El caso de Urresti es más cuestionable: para Zavaleta, Podemos Perú tiene propuestas redistributivas, aunque no sean de izquierda.

En ese espectro, una sola candidata evidencia una definitiva posición anti establishment: Verónika Mendoza. En el texto ‘¿Por qué no se construyen partidos en el Perú?’, Zavaleta y Steven Levitsky indican que hay un alineamiento neoliberal en la oferta política peruana, lo que impide la diferenciación. Y aquí Mendoza es quien se distingue del resto con mayor claridad. 

Zavaleta sostiene que la candidata de izquierda podría sacar ventaja al diferenciarse de un conjunto de partidos de derecha. Y agrega que utilizar una agenda más radical le permitiría fortalecer su base. La derecha, sea conservadora, liberal o popular, sigue teniendo muchos puntos en común. Hay, sin embargo, una salvedad: candidatos como Humala o Lescano podrían restarle votos si se ubican en posiciones de centro izquierda. Ese fraccionamiento es el que definirá si Mendoza supera el 18.7% que, en el 2016, no le alcanzó para llegar a la segunda vuelta.

La imagen autoritaria de Urresti

“Un amplio sector del electorado, especialmente de los estratos populares, quisiera votar por un candidato que fuera autoritario y democrático a la vez”, indica el perfil del candidato ideal definido por Alfredo Torres en el libro ‘Opinión pública 1921-2021’. Los postulantes que compiten en contiendas democráticas pero han construido un perfil de mano dura tienen ventaja. 

Foto: Andina

Zavaleta explica que la creciente delincuencia genera una demanda clara por un discurso enfocado en la seguridad ciudadana. Urresti tiene pasado militar, ha sido ministro del Interior y gerente de seguridad ciudadana de Los Olivos. Ya ha explotado el discurso ‘ley y orden’ en la campaña municipal del 2018, en la que obtuvo más de un millón de votos, y en las elecciones congresales de este año, en las que fue el candidato más votado. Ambas campañas fueron en Lima Metropolitana, donde la victimización (el porcentaje de personas que ha padecido algún delito) subió más de 7 puntos entre el 2018 y el 2020. Los delitos con arma de fuego (los más violentos) aumentaron más de 4 puntos en el mismo periodo, según el INEI.

Pero la popularidad en Lima y Callao no basta para llegar a la segunda vuelta. Por eso, Urresti tiene otro terreno fértil para posicionarse: el sólido norte. Según Ipsos a noviembre, esa es la región en la que tiene más intención de voto fuera de la capital, con 7%. No es casualidad que, en el boletín de seguridad ciudadana del INEI a agosto, el departamento con mayor incremento de víctimas de la delincuencia en el último año sea Lambayeque.

Para seguir creciendo en base al mismo discurso, Urresti también podría concentrarse en la sierra centro-sur. Según los datos del INEI, Puno, Junín y Cusco son los departamentos con mayor índice de victimización en el último año, mientras que Arequipa registró la más alta percepción de inseguridad después del Callao. En Ica, la respuesta de algunos sectores a la protesta de trabajadores agroindustriales también podría ser el discurso autoritario.

La diferencia entre victimización y percepción de inseguridad es altamente favorable para el candidato de la familia Luna. El promedio nacional de percepción de inseguridad es de 81%, cuando la victimización llega solo a 23%. Un país con miedo tiende a buscar liderazgos como el suyo.

Esta, sin embargo, no es una receta infalible. Varias cosas podrían debilitar el discurso de la mano dura: los excesos policiales de las últimas semanas y el juicio –aunque sea por autoría mediata– del Caso Bustíos. Para Godoy, las muertes de Inti y Bryan han marcado un punto de inflexión en la teoría del discurso autoritario. Los próximos meses revelarán cuánto, pero ya podríamos estar viendo una foto preliminar: en Datum de diciembre, Urresti aparece séptimo con apenas 3%. Aunque como el margen de error es 2,8%, todavía entra cómodamente en el pelotón de los cinco.

El concolón con techo

El candidato que empuja por los palos es Hernando De Soto. Con el acorralamiento político de las fuerzas conservadoras, tras su participación en bloque en el breve gobierno de Manuel Merino, él estaría beneficiándose de tomar el liderazgo de ese sector. ¿Por qué? Porque Fujimori carga una mochila muy pesada y la candidatura (casi cívico-religiosa) de Rafael López Aliaga no terminar de pegar. De Soto ha crecido, por ejemplo, tras retar a Mendoza a un debate sobre la nueva Constitución.

“Dentro de las candidaturas conservadoras es la que tiene cierta consistencia”, apunta Godoy. Aunque ese bolsón electoral podría seguir siendo explotado, lo conmina a un techo bajo. De Soto es un representante del liberalismo económico, pero no logra identificarse con posturas sociales de ese tipo. Eso implica un perfil ya conocido: un hombre blanco querido entre los votantes mayores y adinerados, pero que tiene declaraciones desatinadas y es fácilmente caricaturizable por los jóvenes. 

Difícilmente su candidatura pegará entre el imprescindible electorado juvenil. Según Ipsos, al 2019, el 40% de la población peruana ya sería millennial o centennial. “De Soto puede convocar al fujimorismo y al ‘lopezaliaguismo’ pero no al moradismo”, resume Saravia. Entre las opciones de derecha más liberales –asegura– Guzmán y Forsyth “lo harán puré”.

Luego, también tiene el techo de la clase acomodada: su respaldo, según Datum, va de 11% en el NSE A/B a apenas 1% en el mucho más masivo D/E. “De Soto es un candidato para San Isidro y Miraflores que se ve amenazado por una nueva Constitución”, sentencia Godoy. Su mérito estará en seguir acumulando votos de sectores debilitados, como el que le votaba al PPC: limeños, mayores y con dinero. El pronóstico de Sudaca es que no le alcanzará.

Hay otros tres candidatos que podrían colarse en este pelotón de arriba. No dejaría de ser una sorpresa, pero vale la pena nombrarlos: César Acuña, cuya ventaja es que tiene los recursos de su conglomerado educativo-empresarial; Yonhy Lescano, que ha subido a 4%, según Datum, al representar en soledad a Acción Popular; y Ollanta Humala, que podría aprovechar su experiencia para armar un discurso de estabilidad y redistribución. Es probable que, aunque no lleguen a la presidencia, sus partidos sí logren pasar la valla electoral. Lo mismo Somos Perú, arrastrado por Martín Vizcarra. Para el resto, buena suerte.

Es, ciertamente, muy complicado hacer un pronóstico electoral certero cuando ni el verano ni la campaña han calentado todavía. La política peruana ha demostrado que, a veces, solo resiste los análisis ex post. Pero esta es una de las elecciones más importantes de nuestra historia y merece analizarse así: en detalle y desde ahora.

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori

Rocío Silva Santisteban estuvo cerca de ser la primera presidenta del Perú. Representantes de distintas bancadas le aseguraron su apoyo, pero finalmente no consiguió los votos. Cree que no fue elegida por ser mujer, izquierdista y feminista. Ahora su mayor interés es impulsar una Asamblea Constituyente. En diálogo con Sudaca, explica en detalle qué pasó detrás de las agitadas dos últimas semanas en el Congreso.

Quiero empezar preguntándole si, como congresista, usted cree que ha terminado el momento de inestabilidad política después de la juramentación de Francisco Sagasti. 

Quisiera decir eso, pero no lo creo, porque hay muchos intereses en contra. Quizás haya un momento de tregua con Sagasti, pero posteriormente va a continuar esta confrontación. Sobre todo, con ciertos sectores del Congreso, que también van a tener una actitud de confrontación con mi compañera Mirtha Vásquez [Frente Amplio], la presidenta del Congreso.

Entonces, ¿cree que el voto a Sagasti ha sido solamente coyuntural?

Totalmente. Y el que me hubieran dado a mí, que no me lo dieron, también. Todo dependía de ese momento, no es una situación que pueda ser estable.

Usted podría haber sido quien juramentara como presidenta. ¿Cómo se siente al respecto?

Una sensación de gran responsabilidad sobre el país. Obviamente, era una situación circunstancial. Para mí ha sido un honor, por supuesto, estar en esa posibilidad, pero sabía que era muy difícil. Yo misma les comenté a mis compañeros que la veía, en ese momento, mientras estaban contabilizando los votos, muy difícil, porque soy una mujer de izquierda y feminista, y eso asusta mucho a varios sectores de la clase política. En primer lugar, al empresariado más tradicional y a los poderes fácticos. Por supuesto, también a sectores conservadores. Ese fue el motivo por el cual creo que el Frepap no votó por mí.

¿Qué fue lo que pasó? 

Todo fue bastante caótico. Yo había conversado con Francisco Sagasti y él me había planteado una lista. Primero, que la encabezara yo, pero después cambió y me dijo “no”, mejor que la encabece él. Después volvió a cambiar, no, mejor que la encabezara yo. Finalmente, antes de entrar a la oficina donde estaba reunida la Junta de Portavoces, me dijo que mejor era que él encabezara. Cuando entramos, todos ya habían conversado, excepto nosotros. En ese momento Luis Valdez [entonces presidente interino del Congreso] me dijo que yo era la candidata de consenso. Le dije que para mí era un honor que hayan pensado en mí, pero que yo era una mujer del Frente Amplio. Le dije: “Pero, ¿todas las bancadas están de acuerdo?”. Ahí estaban. Les fui preguntando y todos me dijeron “sí”, incluso Otto Guibovich [Acción Popular], Pepe Luna [Podemos Perú], José Vega [Unión por el Perú].

Entonces, ¿esas bancadas incumplieron ese acuerdo inicial?

Por supuesto, pero el asunto es el siguiente: los que dicen que tienen los votos de su bancada, es falso. José Vega dijo: “UPP está de acuerdo” y casi todos votaron en contra. Chagua votó en contra. Yo le dije después: “oiga, usted votó en contra de mí”. Entonces, me dijo: “sí, porque estaba Apaza en la lista”. José Vega puso a Apaza y yo pensé que eso había sido parte del consenso, porque representaba a UPP, pero en realidad representaba solo a un sector mínimo de UPP. Por otro lado, Otto Guibovich dijo que sí porque estaba Luis Roel en la lista, pero después le quitó el voto. Es más, Guibovich, en un segundo momento, planteó una lista con Teresa Cabrera en el primer lugar y Leslie Lazo. Y no le había preguntado, al parecer, a Leslie Lazo. Leslie retiró su nombre porque ni siquiera había puesto su firma. Eso significa que los voceros no representan a sus bancadas, los voceros representan a una facción de sus bancadas que es minoritaria.

¿Esa fue la razón por la cual presentaron la lista dos minutos antes de la hora máxima y por la que hubo un momento en que Sagasti dijo que ya no iba a estar, aunque luego volvió?

Sagasti retiró su firma sin consultarme ni avisarme. Yo me enteré porque me lo dijo un vocero de Acción Popular. Entonces, le dije: “¿Qué?, ¿Francisco, has retirado tu firma?”. Me pareció, verdaderamente, una falta de seriedad. Un congresista de la bancada Descentralización Democrática, el vocero, le dijo: “colega Sagasti, yo le pido que reflexione porque ya estamos en un momento en que no podemos no tomar ninguna decisión y la gente está en las calles, y ya ha habido dos personas muertas”. Yo le dije lo mismo. Entonces, Sagasti llamó por teléfono, salió, regresó, y dijo: “retiro mi retiro y sigo en la lista”. Y, bueno, eso fue un minuto antes.

¿Por qué retiró la firma? ¿Nunca se lo dijo?

No.

Después de que no votaron por usted, como le habían dicho, ¿se sintió traicionada?

(Piensa) Eh, sentí… bueno, hubo varias situaciones. Entre ellas, que una persona de Acción Popular me dijo que Gino Costa estaba moviéndose de bancada en bancada diciendo que no se vote por la lista. Entonces, Lenin Checco me dijo: “voy a comenzar a moverme y hay que hablar con José Vega”. Yo le dije: “no, Lenin, no”. Era mientras votaban. La votación era no, no, abstención, no, abstención, sí, no, no, “abstención”. Lenin estaba preocupado y me dijo: “voy a conversar”, o sea hablar, pero ‘hablar’. ¿Qué significa, pues eso, en ese momento? Le dije: “Lenin, yo no voy a negociar en este momento nada, no salgas”. Estaba un poco desesperado, pero le dije: “no, no, no”. Yo entiendo que eso es hacer política, pero en ese momento se hubiera prestado a que pudieran condicionar su voto: “Ah, ya, pero me haces presidente de tal comisión o que pase tal cosa”.

¿Algún congresista le pidió algo a cambio de su voto?

No, ninguno.

¿Qué cambió al día siguiente? ¿Por qué la lista de Sagasti sí tuvo el apoyo que no tuvo la suya?

Bueno, porque ya corrían cuatro listas. Y en todas había un morado (ríe). Había una lista con Carolina, una lista con Zenaida. Yo sabía porque los convoqué a la sala Bolognesi. Mientras esperaba, entraban los de Acción Popular y se iban, entraban los de APP y se iban, entraban los de UPP y se iban. Entraba la gente y se iba. Entonces, yo dije: “bueno, están negociando por separado, hay que esperar”. Y en un momento comencé a dar vueltas por el Congreso para ver qué pasaba y me di cuenta que estaban varias listas.

¿Qué estaban negociando?

Estaban al fragor del debate. Incluso, Mirtha [Vásquez] estaba en dos listas. Yo decía: “oye, pero me acaban de decir que estás en la otra lista”. Todo era así, noticias, rumores. No obstante, había un grupo que nunca llegó y yo dije: “bueno, ellos están negociando la lista que probablemente puede ser la lista ganadora”, y fue verdad. Si Leslie [Lazo] no se hubiera retirado, esa lista, encabezada por María Teresa Cabrera, ganaba, lo que hubiera sido realmente una bofetada al movimiento estudiantil. Felizmente que se retiró.

Antes, cuando usted convocó a la votación, tuvo que lidiar con las interrupciones de la congresista Martha Chávez. Me llamó la atención la calma que usted tuvo, pero a la vez la firmeza con la que pretendía que el debate continúe, a pesar de las interrupciones. ¿Hay alguna enemistad personal entre ustedes?

No, en lo absoluto. No la conozco. Lo que sucede es que Martha Chávez es bastante conocida porque interrumpe siempre. Y cuando va a votar no vota de frente, sino que tiene que mandarse con un discurso. Nunca entendí por qué Luis Valdez le permitía tanta malcriadez. Ella siempre está interrumpiendo, pidiendo cuestiones previas, cuestiones de orden. Conoce muy bien el reglamento del Congreso y los usos parlamentarios, y utiliza todo ese conocimiento para obstruir la marcha de las discusiones. Ella siempre tiene esa actitud y la seguirá teniendo, ¿no?

Habiendo pasado el episodio de las votaciones del Congreso, ahora que Sagasti ha juramentado, ¿cree que está solucionado el problema de fondo?

No creo. Por ejemplo, ahorita se viene la presentación del gabinete en el Congreso y es bien importante que los ministros y la premier vayan a conversar, escuchen cuáles son los pedidos de las bancadas. Por ejemplo, ya Francisco Sagasti ha dicho que no es el momento para una Asamblea Constituyente y la nueva bancada se llama ‘Nueva Constitución’. Si, de arranque, al primer día de tu gobierno, dices que no a una demanda de varias bancadas del Congreso, incluyendo la mía, incluyéndome a mí, no estás… digamos, hay que tener un poco más de escucha al otro, ¿no?

¿Cuál cree que debe ser el camino para plantear una nueva Constitución?

Un referéndum. Si la mayoría de la población dice “sí, queremos una nueva Constitución y queremos una Asamblea Constituyente”, entonces hay que pensar en la metodología y hay que hacer un debate nacional. Ya no se puede parchar más esta Constitución. No solamente debemos cambiar el capítulo económico, sino que, por ejemplo, la nueva Constitución debe tener en consideración qué implican los derechos de la naturaleza. O sea, por qué la amazonia, el mar, los ríos, los bosques, deben de ser preservados per se, y no en función del ser humano.

Tiene que haber un cuestionamiento al antropocentrismo y plantear un enfoque biocentrado. Es la supervivencia de la especie humana y se tiene que pensar en una nueva constitución, eso no está en la del 93. Por otro lado, tenemos que pensar en un futuro de la sociedad peruana, que es muy heterogénea y en la que muchos se han mantenido en la periferia de las normas. Por ejemplo, está reconocido el derecho a la salud, ¿pero para qué sirve si el oxígeno te lo van a vender a cinco mil soles y las personas que no tienen plata durante la pandemia se van a morir? Todos esos elementos tienen que discutirse. Esa generación que ha salido a las calles es una generación que está planteando otro momento. Se ha dado un momento destituyente, por eso se tiene que dar un momento constituyente.

¿Cree que la consulta popular deba hacerse el 11 de abril?

Sí. Podría tener un poco de esperanza, para la poca esperanza que hay en los políticos, ¿no? También deberíamos discutir el tema de los partidos. ¿Cómo van a funcionar? ¿Cómo se va a reorganizar los partidos? ¿Solo los partidos pueden formar parte, por ejemplo, de la Asamblea Constituyente o también las representaciones campesinas, o las organizaciones indígenas? Se debe dar un debate profundo de la representación. Estamos ante una crisis profunda de los partidos políticos. La clase política se tiene que dar cuenta de eso. No puede seguir igual, por Dios. Esta Coordinadora Republicana, ¿qué estaba pensando? Salieron los jóvenes y dijeron: “no los queremos”, porque representan los sentimientos fosilizados de la gente, ¿no?

En una entrevista a La Republica publicada el domingo, ha dicho que la indignación es contra todo el sistema político, incluyéndola. ¿Usted se siente más cerca al rechazo popular por ser congresista, o al respeto de la ciudadanía por haberse opuesto a la vacancia?

Bueno, definitivamente hay un gran sector que me apoya y me respeta, que es básicamente el sector popular, de jóvenes, y el sector rural, que es en el que yo me muevo más. También ciertas capas medias que ya están cansadas de los políticos tradicionales. Pero sí hay un rechazo a toda la clase política, porque la clase política decepciona, porque dices una cosa y cuando estas arriba no la haces. Eso es muy decepcionante, sobre todo para los jóvenes.

¿Cree que la ciudadanía, a través de estas manifestaciones, se está acercando más a la izquierda?

[Piensa] No sé si sean manifestaciones que se acercan a la izquierda. En todo caso, se acercan a un malestar con la política, y también con los políticos de izquierda.

¿Cómo debería reaccionar la izquierda ante estas demandas ciudadanas?

En primer lugar, escuchándolas y no minimizándolas. No seguir diciendo que la izquierda está representada solo por los sindicatos o solo por los gremios, o solo por tales personas. Hoy en día el pueblo está organizado de múltiples maneras, es muy heterogéneo. Siguiendo mis análisis gramscianos, habría que plantear un frente y no un partido. Por eso yo estoy a favor de un frente popular. Por eso estaba a favor del Frente Amplio, pero el Frente Amplio se terminó convirtiendo en un partido y fue un desastre. Lamentablemente, tengo que admitirlo.

La labor legislativa va a continuar. ¿Cree que este Congreso debería tomar decisiones polémicas e importantes, como la elección de magistrados del Tribunal Constitucional?

No, eso ya quedó descartado definitivamente. Quizá lo vuelvan a intentar, ¿no?, con otra comisión, pero está muy desacreditado ya el Congreso. Eso lo tienen que leer los congresistas. Espero que sepan entender.

El Gabinete de Sagasti tiene que ir al Congreso. ¿Usted está satisfecha con estos ministros? En todo caso, ¿cuál es su posición con respecto al Gabinete?

El Gabinete está constituido con la rapidez y urgencia del caso. Yo confío en Violeta Bermúdez. Me parece que ha sido acertado de parte de Sagasti nombrar a una mujer feminista, a una jurista que tiene bastante experiencia, que ha sido funcionaria pública y creo que eso está permitiendo un aire diferente. Ahora, vamos a ver, pues, cómo se dan las próximas dos semanas, porque sí tiene que haber un acercamiento, ¿no?

¿De eso depende el voto de investidura?

Sí, creo que sí, que va a depender de que Violeta, que es una excelente jurista, también haga un trabajo político, ¿no?

Estos sucesos le han dado mayor protagonismo en la vida política del país. ¿Cuál es el futuro de su carrera política? ¿Va a continuar con el Frente Amplio?

Es urgente un frente, pero el Frente Amplio lamentablemente ya se desdibujó y se ha convertido en un partido político, y ha pasado a tener los problemas que tienen todos los partidos. Yo no soy militante del Frente Amplio, soy activista de un grupo político que se llama comité Ana Tallada, desde el año 2016, cuando éramos el Frente Amplio, amplio, de verdad. Lo que ahora estamos planteando es independizarnos aún más y poder consolidarnos como comité. No pensando en el 2021, sino en más adelante. Una de las tareas es debatir entorno a diferentes temas de una posible próxima asamblea constituyente.

¿Ese es el punto más importante en su agenda política?

En estos momentos para mí el punto más importante es apoyar a Mirtha y que pueda salir lo mejor posible de este encargo, que es una presidencia de un Congreso tan fragmentado y tan difícil. Posteriormente, ya veremos, pero yo quisiera pensar más allá del 2021, en un horizonte mayor.

¿Y qué ve en ese horizonte? ¿Qué proyecta?

Me gustaría trabajar por una asamblea constituyente y, si hay la posibilidad, ser asambleísta.

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Congreso, Rocío Silva Santisteban

Ya todos aparecieron, pero durante la madrugada del domingo parecía imposible ubicar a 74 ciudadanos. Ellos estuvieron entre los miles que el sábado 14 marcharon contra el ya derrocado gobierno de Manuel Merino. Esa misma noche, prendida la alarma entre sus familiares y amigos, empezaron a circular avisos con sus nombres que acusaban su desaparición.

Inmediatamente, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) elaboró una lista de personas no ubicadas. El documento se difundió por distintas vías y se actualizó conforme estas iban apareciendo. El fantasma de los años de violencia política hace de este un tema extremadamente delicado en el país. ¿Cómo vivieron auqellas horas las personas cuyo nombre apareció bajo la etiqueta de ‘desaparecido’? Sudaca conversó con diez de ellos.

Una batalla campal

La marcha fue convocada para las 2 de la tarde en la Plaza San Martín. Diego Ojeda, estudiante de música, estuvo ahí alrededor de las 5. También Derrick Adrianzén, quien llegó junto a varios amigos. Por algunas horas todo estuvo bien. Tras el atardecer, sin embargo, la marcha largó hacia el Parque Universitario. Derrick quería apoyar a la primera línea y decidió, junto a sus amigos, avanzar hacia la avenida Abancay.

Diego, por su lado, estaba preparado para soportar la represión. Tenía dos botellas de agua con bicarbonato, casco, rodilleras, coderas, mascarilla, visores, una pañoleta y guantes de cuero. Su objetivo era devolver las lacrimógenas que –presumía– iba a lanzar la policía. Cuando el grupo de Derrick estaba llegando al Parque Universitario, las bombas empezaron a caer.

Hubo un silencio. Los gases hicieron que todos se replieguen. En medio del caos, su grupo se dispersó. “Cayó una bomba lacrimógena en medio de nosotros. Me quedé junto a un amigo y, de pronto, cayeron más bombas a nuestros pies. Justo cuando las estábamos apagando, cayeron unas cuatro a nuestro costado y yo me quedé encerrado entre ellas. Absorbí todo el humo. Sentí que me moría. Fui al parque, vino un grupo y me ayudaron a respirar. Me quedé ahí, tratando de recuperar la respiración”, recuerda Derrick.

La represión era poderosa cuando Derrick retomó la búsqueda de sus amigos. “Volví a la parte del caos y comencé a avanzar hacia el Congreso. Sin darnos cuenta, habíamos roto la barrera policial y los policías cayeron en desesperación. Comenzaron a disparar perdigones por todas partes, entonces entré al callejón que une la Estación Colmena con el Parque Universitario y me quedé ahí cubriéndome. Después de un rato comenzaron a lanzar lacrimógenas dentro del callejón, sin importarles que ahí había heridos. Un joven se metió a un hueco y ahí estuvimos cubiertos por maderas. Abría la boca y botaba gas. Comenzaron a salir demasiados heridos. Eso los incitó a tener más furia y comenzó una guerra campal. Llegó un grupo de al menos 80 o 100 policías y comenzaron a disparar a diestra y siniestra. Perdigones y gas lacrimógeno. Nos habían acorralado”, recuerda.

‘Carlos’ estaba en la primera línea cuando vio caer a un compañero. Él y algunos amigos se acercaron para ayudarlo. Pero la policía les siguió disparando y lanzando bombas. En realidad, Carlos no es su verdadero nombre, pero lo llamaremos así porque, después de lo que pasó, tiene justificado miedo de revelar su identidad.

“Dos policías se acercaron y jalaron a un herido. Lo golpearon. Siguieron disparando y le cayó a mi amigo en el estómago. Seguimos, pero en ese momento le cayó un perdigón en la cabeza y lo dejó inconsciente. Se lo llevaron los encargados de primeros auxilios. Los policías aprovecharon en agarrar a cualquiera que estaba cerca”, cuenta.

Para Derrick la lucha continuó: “ya eran como las 10 u 11 de la noche. Los policías seguían disparando. Los que dejaron de pelear fueron los protestantes. Cuando nos enteramos de la muerte de Inti vi a muchas personas llorando y decepcionadas. Yo también había perdido las ganas de luchar. Cuando confirmaron la muerte del segundo, que fue Bryan, fue el fin de esa batalla campal. Cuando me di cuenta ya eran las 12 y decidí retirarme”.

Minutos después, otro protestante que prefiere que su nombre no sea mencionado, a quien llamaremos ‘Guillermo’, llegó a la avenida Abancay junto a sus compañeros y se sentó. En paz. “Estábamos cantando el himno. En eso, unos Ternas, porque eso eran, incendiaron una basura. Al instante los policías se acercaron violentamente hacia nosotros. Por la desesperación, levantamos nuestras manos al aire en señal de que, por favor, no nos hicieron nada”, relata.

Guillermo, de 21 años, cuenta que fueron emboscados. “Los policías tiraron una gran cantidad de bombas lacrimógenas en el callejón que estaba a la espalda de nosotros. Era el único lugar en el que teníamos pase libre sin policías. Algunos pudimos correr rápido mientras seguían tirando bombas. Muchas personas se quedaron atrás y cayeron al suelo, desvanecidos. Los que estábamos adelante corriendo ni siquiera podíamos respirar. Nuestros ojos, nuestra garganta, nuestra cara ardía”, dice. Solo atinó a correr para escapar de la policía.

Las detenciones

Su miedo no era infundado, para entonces algunos manifestantes ya habían sido detenidos. Uno de ellos, Carlos. “Me agarraron y me golpearon. Me tenían en un carro policial. Era plan de 10 u 11 pm”, cuenta. Dice que recibió golpes por entre cinco a diez minutos. Luego, el carro comenzó a avanzar. No estaba solo: “Había un chico, pero se lo llevaron. No sé cómo se llama”.

Luis Fernando Araujo también fue detenido. Luego declaró, en un video difundido por redes sociales, lo que le habían hecho pasar. “He sido agredido por lo que viene a ser el grupo Terna. Me han tenido tres días sin comer, sin agua, en una habitación, aparentemente escondido, con otra persona. No sé quién era porque nos tenían separados”, relató.

Mientras, en Lima ya había empezado la búsqueda de quienes no respondían los mensajes de parientes y amigos. Durante la madrugada, la CNDDHH recopiló las alertas ciudadanas y armó una lista de personas llamadas ‘desaparecidas’. El verdadero nombre de Guillermo llegó a la lista porque su mejor amiga y su mamá hicieron publicaciones en redes sociales. Lo habían visto en la televisión cuando empezaron las bombas lacrimógenas. “Varios amigos y familiares hicieron viral mi ‘desaparecimiento’[sic]”, cuenta.

A Derrick le sucedió algo parecido. “Mis amigos, preocupados, publicaron una foto que nos habíamos tomado horas antes. Llegó hasta mi universidad. Ellos pusieron mi nombre en la lista”, relata. A Carlos también lo empezaron a buscar sus amigos: “Pasaban las horas y nadie sabía nada de mí. Plan de 2 am ya estaba circulando mi foto como desaparecido”. Él no sabe cómo llegó su verdadero nombre a la lista.

Diego también se había tomado una foto ese día y, al no saber nada de él, su grupo de amigos la publicó en Instagram con una leyenda que decía: “así estaba vestido”. La publicación llegó a personas de su promoción, a su familia y a la CNDDHH. Al día siguiente pasó a los medios. Él quedó sorprendido, horas después, al ver un video que mostraba cómo gritaban su apellido en Cusco.

La huida

Después de la represión, los taxis querían cobrarle a Diego demasiada plata para volver a su casa, en Surco. Fue a una sanguchería y le pidió a una chica alquilarle el celular. Quería llamar a su padre y decirle que estaba bien. La chica se lo prestó sin cobrarle. Luego, caminó hasta la avenida Javier Prado. Desde allí fue a la Av. Aviación y finalmente tomó un taxi. Llegó a su casa y, exhausto, se fue a dormir. En ese momento aún no sabía que su nombre estaba en la lista de personas no ubicadas.

Minutos antes de las 4 de la madrugada, Carlos escuchó al policía que lo controlaba preguntarle a otro qué debía hacer con él, si llevarlo a la comisaría o soltarlo. “Ya ve tú qué haces”, le respondió, y se alejó. Carlos decidió hablarle al solitario. “Suéltame, ya es tarde. Iré caminando a mi casa”, le dijo.

“Lo pensó por unos minutos, agarró su celular, no sé qué hizo. Me pidió mi DNI”, recuerda. Luego, el policía le confió: “Si te vas nadie se dará cuenta. Vete antes de que te chapen de nuevo”. Carlos regresó a pie por la avenida Alfonso Ugarte y luego por Caquetá. “Fui a mi barrio en San Martín de Porres y a mi hermano lo vi en la calle buscándome. Ahí recién me di cuenta que mis fotos y nombre estaban en ‘desaparecido’. Eso fue a las 4:30 de la madrugada”, indica.

A Guillermo no pudieron detenerlo. “Vimos a dos chicos en un auto amarillo que nos miraban y estaban hablando por el celular. Le dije al chico de mi costado: ‘oye, mira, seguro son Ternas’. Cuando vieron que estábamos hablando de ellos, se fueron rápido. ¡Acto siguiente, la policía comenzó a perseguirnos! Yo y tres chicos más nos escabullimos en uno de los callejones. Nos habremos escondido unos minutos, después seguimos caminando. Llegamos al Sheraton y cada uno se fue a distintos puntos. Dos caminamos toda la avenida Brasil y toda la avenida La Marina, hasta que cada uno tomó un taxi. Él se fue a Ventanilla y yo al Callao. Llegué a mi casa a las 6 am”, cuenta.

Foto: Alejandro Guzmán

Apariciones y confusiones

Carlos no sabe cómo la CNDDHH actualizó su nombre en la lista para aclarar que ya había aparecido, él solo hizo una publicación en Facebook. Para Diego fue más complicado: personal de la Tercera Fiscalía de Derechos Humanos acudió a su casa el lunes para cotejar presencialmente su paradero. El día anterior había visitado a sus familiares para que sepan que estaba bien. “Espero que mi nombre no figure como desaparecido nunca más”, comentó.

Luis Fernando apareció recién el martes en la tarde. “Estoy bien, gracias a Dios no me han hecho nada. Unos golpes que cualquiera los soporta. Y gracias a todas las personas que han estado apoyando la causa de mi madre para poder encontrarme”, publicó en el video que fue compartido en redes sociales.

Las historias de Derrick, Diego, Luis Fernando, ‘Carlos’ y ‘Guillermo’ son las de aquellos jóvenes que, de una u otra manera, podrían no haber llegado a casa tras la represión. Pero hay otros nombres que fueron marcados como ‘desaparecidos’ por error o circunstancias extrañas.

“Ciudadana Fransheny Vílchez Zapata acaba de aparecer, según reportaron sus compañeros de la universidad”, informó América Noticias. El suyo fue un caso de confusión. Se le había agotado la batería del celular mientras marchaba, poco antes de las 8 de la noche. Logró prenderlo pasadas las 10. “Me doy con la sorpresa de que me han reportado como desaparecida. Me asusté y alteré muchísimo”, contó en sus historias de Instagram. “Mi nombre estuvo ahí por una confusión, yo en ningún momento estuve como desaparecida”, dice sobre la lista de no ubicados que se recopiló en un muro del parque Kennedy. Ella misma escribió a la CNDDHH para avisar que estaba bien.

No fue el único caso. Elizabeth Corzo también dijo que estuvo una hora desconectada y sus allegados se preocuparon. Una persona cercana a Gian Francisco Sotelo aseguró que en su caso pasó lo mismo: “no estuvo retenido. Solo tuvo un problema con su celular y al no contestarle a sus amigos, lo pusieron en la lista”. Otra manifestante comunicó en sus redes sociales que, después de marchar, se quedó a dormir en casa de un amigo y puso su celular en modo avión.

A Valeri Robladillo le incomodó que la incluyan en la lista. “Todo fue un malentendido. Siempre estuve con mi padre bien segura. Mis amigas se alarmaron muy rápido hasta el punto de mandar mi nombre y foto para que me buscasen. Cuando llegué a mi casa, prendí mi celular y me llegaron infinidades de mensajes. Les dije a mis amigas: ‘¿por qué se apresuraron en decir que “estoy desaparecida”, cuando nunca lo estuve?’”.

Pero el caso de máxima confusión probablemente sea el de Karen Espinoza. Su nombre estaba en la lista. No era un homónimo, porque también se consignaba su número de DNI. Sin embargo, ella publicó en sus redes sociales que no había participado de la marcha. “Yo nunca participé y no sé si esa lista es oficial o inventada, pero sale mi nombre”, confirmó a Sudaca.

Un cierre desde los fantasmas

El sábado se produjo una situación caótica. Muchos perdieron el contacto con su familia y amigos. Había personas no identificadas en hospitales. Los familiares se asustaron y lanzaron alertas de desaparición. Sin embargo, Mar Pérez, abogada de la CNDDHH, aclara que legalmente no se puede decir que estas personas fueron “desaparecidos”, sino solo que estuvieron “no ubicados”, porque la etiqueta “desaparecido” implica una calidad jurídica con la que la mayoría de los que faltaron no fue clasificada.

La representante de la CNDDHH comenta que lo sucedido el sábado despertó el recuerdo de los desaparecidos durante la lucha interna, lo que confirma que todavía hay secuelas del conflicto armado. “Nos ha venido el fantasma de las desapariciones forzadas de la violencia política. Está todavía muy presente”, remata.

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Bicentenario, Marchas

Por José Gil (s)*

Carlos Tubino, excongresista, empieza la transmisión de una de las conferencias con saludo partidario: a los “correligionarios y simpatizantes de Fuerza Popular” que –él asume– se han inscrito en la Escuela Naranja, el programa virtual de formación política que viene implementado el fujimorismo desde hace tres meses. Al otro lado de la conexión, sin embargo, puede estar cualquiera. Desde jóvenes entusiastas que esperan algún día escalar posiciones en la organización, hasta quienes ellos mismos llaman –en sus grupos de Whatsapp, con inusitado enojo y cómica persistencia– “los caviares”, “los rojos” o “los comunistas”.

“Debe haber algunos ahí que no sean fujimoristas”, reconoce Luis Galarreta, secretario general de Fuerza Popular, en declaraciones a este medio. Y esa afirmación es cierta. En la cuarta promoción de la Escuela Naranja hay, cuando menos, una persona que no es devota del legado político de Alberto Fujimori. Es un reportero de Sudaca. Su objetivo no es ingresar al partido que hasta el año pasado dominaba largamente el Congreso, sino entender qué valores ensalza y cómo se forman políticamente sus nuevos cuadros. Hay, más allá de las notas judiciales, un ideario político que este reportero busca entender.

El autor de esta nota no revelará su verdadero nombre mientras no se realice el evento de clausura de la promoción que ha integrado, el cual se suspendió por la coyuntura pero se realizará en los próximos días. No es que tema por su vida ni nada semejante, sino que la relación histórica del fujimorismo con la prensa le obliga a inferir que le prohibirán participar en el evento y lo expulsarán de los chats de la escuela si sus compañeros descubren quién es. Con tanto material por revisar y analizar, sobre todo respecto a qué comentan los jóvenes fujimoristas de lo que está ocurriendo en el país, prefiere firmar por ahora con un seudónimo (s). Sudaca, como medio, se hace cargo de lo aquí escrito.

Así fue la escuela por dentro

El jale de la planilla de profesores de este nuevo ciclo apunta al corazón del voto duro fujimorista: el expresidente Alberto Fujimori. Según Galarreta, la idea de armar “La clase del Chino” surgió en una de las tantas conversaciones que Keiko Fujimori tiene con su recluido padre. Pero ‘el Chino’ no dicta realmente una clase. Al menos, no en vivo, para desazón de sus más fervientes seguidores. El partido ha editado grabaciones suyas junto a imágenes de archivo en piezas audiovisuales de aproximadamente cuatro minutos. Esos videos son publicados en la plataforma virtual. Cada promoción tiene mil alumnos, según Galarreta.

Desde la mañana del lunes 19 de octubre, quienes alcanzaron una vacante en el nuevo ciclo pudieron acceder, todos los días, de lunes a viernes, a “La clase del Chino”, además de una conferencia complementaria para la que se invitaba a un expositor. Cada fin de semana, la plataforma abrió diez preguntas de opción múltiple y evaluó el conocimiento adquirido. No era, por supuesto, un examen común y corriente. Un ejemplo: “Las residencias universitarias servían para almacenar gran cantidad de armamento y se planificaban nuevos atentados todos los días. ¿Verdadero o falso?”. Cada lector es libre de dar su respuesta. La alternativa que el sistema consideró correcta fue (sorpresa) “verdadero”.

Esta es la plataforma de la Escuela Naranja. Aquí los alumnos accedieron a una ‘Clase del Chino’ y a una conferencia.

Todas las clases intentaban resaltar lo que los seguidores naranjas consideran aciertos del gobierno fujimorista, aunque no necesariamente lo sean. Este es un análisis en profundidad sobre la segunda: la “revolución de la educación”. 

El conferencista

“Durante su gobierno, Alberto Fujimori nos dio una lección de trabajo y amor por el Perú”, dice una voz en off al inicio del video. Y otra continúa: “20 años después, él mismo la va a transmitir a todos sus alumnos de la Escuela Naranja”. En cuatro minutos y 16 segundos, el hoy preso expresidente explica cómo construyó colegios, entregó desayunos a los alumnos e implementó un seguro escolar en su gobierno. El plato de fondo del día es una exposición titulada “La reforma educativa en los años 90”. El conferencista: Jorge Ferradas.

Aunque Galarreta asegura que algunos de los expositores de la escuela son independientes, la parrilla de este ciclo tiene a varios conocidos fujimoristas. Por ejemplo, Martha Moyano o Carlos Tubino. ¿Por qué la exposición sobre educación no estuvo a cargo de un personaje público de esa tendencia? Uno, en específico, parecía idóneo para dictarla: Jorge Trelles, excongresista, ex ministro de Educación y –según Infogob– fundador, ex secretario general y afiliado a Fuerza Popular.

Jorge Ferradas no quiso declarar para este reportaje.

La otra escuela naranja

Sus colores oficiales son el azul y el granate, pero en el fondo el Trener es de corazón naranja. Desde su fundación, la historia del colegio es un correlato fiel del proceso de reforma educativa orientada a la inversión privada que implantó el gobierno de Fujimori. Antes de ese gobierno los centros educativos no podían tener fines de lucro, pero la Constitución de 1993 afirmó el camino para cambiar ese sistema. “Toda persona, natural o jurídica, tiene el derecho de promover y conducir instituciones educativas y el de transferir la propiedad de éstas”, dice el artículo 15.

Hasta ese año, el abogado Jorge Trelles había fracasado en política: postuló sin éxito a la Cámara de Diputados en 1985, con Acción Popular, y en 1990, con el Fredemo. Pero 1994 sería su año feliz. En febrero fue nombrado ministro de Educación por Fujimori y en abril ya había fundado el Colegio Trener. Según la Sunat, este empezó sus actividades ese mismo mes sin fines de lucro. Ojo: aunque ya existían las bases constitucionales para el lucro en la educación, aún faltaba el desarrollo legal para que ese centro de estudios pudiera generarle utilidades. De eso se encargaría Trelles.

Como ministro, “[Trelles] fomentó la libertad a la inversión en la educación privada”, dice su ficha biográfica publicada por el Ministerio de Educación (Minedu). Al año siguiente, en el Congreso unicameral de 1995, consiguió una curul por Cambio 90–Nueva Mayoría y el proceso se aceleró.

Trelles alentó, desde el Minedu y el Congreso, la participación privada en la educación. La puerta giratoria en persona.

En mayo de 1995 –conocido el resultado de las elecciones– se inscribió en Registros Públicos la ‘Sociedad Civil Colegio Trener de Monterrico’ y, en julio, la Sunat registró la inscripción del ‘Colegio Trener de Monterrico S.A’. Estas razones sociales sí le permitían a los accionistas repartirse los dividendos de la operación. Trelles fue fundador de ambas. Para decirlo de otra manera: en 1995, mientras se cocinaba una norma específica que permitiera el negocio de la educación, mas sí el marco constitucional, Trelles ya estaba preparado para usufructuarla. 

El empresario fue rápidamente designado como presidente de la Comisión de Educación del Parlamento, cargo que ocupó hasta 1997. Según información del Congreso, Trelles fue uno de los autores del proyecto de Ley 26549, que autorizó a las instituciones que controlaban un centro educativo a adoptar la organización más adecuada para sus fines, sea con o sin capacidad de lucrar. Su colegio aguardaba ese cambio. Antes del final de 1995, el Colegio Trener pasó de ser operado por la asociación sin fines de lucro a estar en manos de la sociedad con fines de lucro.

Al año siguiente, en 1996, el gobierno de Fujimori promulgó el famoso Decreto Legislativo 882, con el cual concretó la ‘revolución educativa’ que venía gestando. Esta norma creaba “el derecho a la libre iniciativa privada para realizar actividades en la educación” y precisaba: “Este derecho comprende los de fundar, promover, conducir y gestionar Instituciones Educativas Particulares con o sin finalidad lucrativa”.

Jorge Trelles es el accionista mayoritario del Colegio Trener de Monterrico S.A.

Cuando quedó explícitamente abierta la posibilidad de lucrar con la educación, el Trener ya estaba listo para generar utilidades para sus dueños. Entre ellos estaba Trelles, uno de los impulsores de la reforma. En enero de 1999, la asociación y la sociedad civil fueron dadas de baja en la Sunat. La operación del colegio pasó a estar en manos de la sociedad anónima, de la que Trelles era accionista mayoritario. En menos de cinco años el empresario había logrado acomodar su propio negocio a las nuevas –y provechosas– condiciones que él mismo fomentó.

En los años siguientes la idea de la revolución educativa se afianzó en el colegio y, con ella, la ideología que la había hecho nacer. Un antiguo profesor del Trener cuenta que, más que órdenes directas, “los jefes sugerían no abordar ciertos temas que podrían no gustar a los accionistas”. Por ejemplo, una vez, el profesor en cuestión iba a dictar una clase sobre corrupción. ¿Cómo hacerlo sin hablar del gobierno de Fujimori? Al parecer a los coordinadores del curso les parecía posible. El profesor fue instruido por su superior a no incluir a Fujimori en la exposición. Prefirió cancelar la clase.

Jorge Ferradas, subdirector académico del colegio fundado por Trelles, dijo a Sudaca que no tenía nada que declarar sobre su charla en la Escuela Naranja. Tampoco quiso dar un descargo oficial sobre la institución en la que trabaja. Trelles, su tocayo, dejó de responder a los mensajes tras asegurar que no es dueño de ningún colegio. Hubiera sido provechoso conocer la versión de la persona que impulsó un marco regulatorio que benefició a su propio negocio. O para decirlo de otra manera: diseñó el campo de juego para, inmediatamente, entrar a jugar el partido. 

Resolución que da cuenta del cambio de promotor del Colegio Trener. Pasó de no tener fines de lucro a tenerlos.

Fue útil la reforma educativa?

Ha pasado suficiente tiempo como para preguntarse si las políticas implementadas por Fujimori han mejorado la calidad de la educación en el país. Diferentes académicos, especialistas y educadores consultados por Sudaca cuestionan que el fomento de la inversión privada y la licencia para lucrar con la educación hayan dado resultados positivos, a pesar de haber generado una amplia alternativa frente al saturado y también precario servicio público.

En su exposición para los alumnos de la Escuela Naranja, Ferradas –asalariado del gestor de la reforma– dijo que en las últimas dos décadas ha aumentado la inversión en el sector y que la educación privada tiene mejores resultados que la pública. Sin embargo, para Mario Naranjo, magíster en Educación de la PUCP y especialista en evaluación educativa, el fomento a la inversión privada en la educación no ha mostrado avances significativos en la calidad del servicio. Los resultados de las evaluaciones –dice– no reflejan una clara ventaja de la calidad de las escuelas privadas.

Los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) del Minedu obtenidos entre 2007 y 2016 muestran que las escuelas privadas no registran una ventaja frente a las escuelas públicas urbanas, según una investigación de María Balarin publicada en 2017. El caso más notorio es el de la evaluación en matemáticas. En el año 2016 las escuelas privadas colocaron al 11.38% de sus alumnos en el nivel satisfactorio mientras que las públicas urbanas consiguieron 36.4% de alumnos en el mismo nivel. 

Esa estadística es solo un ejemplo que contradice el discurso de Ferradas. Diversos estudios académicos concluyen que los resultados de la comparación de rendimiento entre escuelas públicas y privadas son heterogéneos. No hay una relación causal entre el tipo de gestión y el rendimiento académico, ya que este último depende de otro tipo de factores.

Es algo que también se ha evaluado en otros países. “Existe una evidencia voluminosa que muestra que no existen diferencias significativas entre colegios públicos y colegios privados en resultados de pruebas estandarizadas una vez que se controla por factores socioeconómicos, efectos de pares y sesgos de selección”, anota la investigación ‘El lucro en la educación escolar’, del Departamento de Economía de la Universidad de Chile.

El Minedu no tiene información estadística que diferencie los resultados de colegios privados con fines de lucro y aquellos sin fines de lucro, pero la evidencia internacional sí ha registrado esa distinción. La investigación de la Universidad de Chile, por ejemplo, indica que los colegios privados sin fines de lucro tienen resultados levemente mejores que los privados con fines de lucro.

“La educación de calidad requiere inversión. Si está impartida por instituciones con fines de lucro, se va a restar inversión porque parte del dinero va a ir a las utilidades”, explica Naranjo, quien resume el resultado de las reformas educativas fujimoristas en el surgimiento de muchos colegios de baja calidad y bajo costo.

Con eso se potenciaron, además, las brechas educativas. Los hijos de personas con dinero sí pueden acceder a los pocos colegios privados cuya calidad es teóricamente más alta. Sin embargo, la gran mayoría debe contentarse con escuelas que, además de tener fines de lucro, no mejoran significativamente la calidad respecto al sector público, como demuestran las cifras antes citadas. “La segregación educativa en el Perú se ha profundizado desde 2004, en clara coincidencia con el crecimiento del mercado de la educación privada”, afirma otro estudio de Balarin publicado en 2016 por la Revista de la Asociación de Sociología de la Educación.

El antiguo profesor del Trener que prefirió no ser identificado, comparte la reflexión de Naranjo: “Las consecuencias son negativas. Las normas de la reforma fueron vigilantes de la educación básica, pero poco controladoras de la educación privada. Quien educa es una empresa, como si la educación no fuera un bien público. Está centrada en la rentabilidad, que afecta la calidad. El servicio privado ha crecido, pero es peor”.

Son numerosos los estudios académicos que han defendido la misma tesis. Por ejemplo, una investigación de Grade de 2018, con cuatro autores, dice sobre el mercado privado de la educación: “Claramente han aumentado la oferta y demanda de educación privada. Pero la falta de un marco regulador adecuado ha formado un mercado que no llega a todo el país y, ahí donde sí lo hace, la oferta privada no siempre supera a la pública en calidad o resultados”.

Las universidades-garage

En el ámbito universitario las consecuencias son claras y públicas. El modelo de negocios de las universidades-garage, más de veinte años después, recién está terminando de ser depurado. Según información de la Sunedu, hasta octubre 49 universidades no habían obtenido licenciamiento por no cumplir con estándares mínimos de calidad. A excepción de dos de ellas, todas son universidades privadas. Y aún más: 37, la mayoría, tienen fines de lucro. En otras palabras, le deben su existencia a la reforma fujimorista.

No se debe dejar pasar este dato: la gran mayoría de casas de estudio superior que no han cumplido con las condiciones básicas de calidad –es decir, las peores entre las malas– son producto de la ‘revolución’ fujimorista. ¿Por qué esto importa? Porque los magnates surgidos a raíz del lucro en la educación hoy tienen ramificaciones políticas importantes. No solo controlar partidos con representación parlamentaria y experiencia en clientelismo electoral, sino que pueden incluso –como hemos visto– traerse abajo a un presidente y poner en máxima tensión la democracia del país.

Luego, está el sueldo de los profesores del Estado. Para Naranjo, un elemento clave para mejorar la calidad educativa es el salario docente. Y según el Documento de Trabajo 5, publicado por el Minedu en 2001, durante todo el gobierno de Fujimori los maestros públicos ganaron menos en términos reales que cuando este empezó.“El empobrecimiento del magisterio a lo largo de toda la década de los 90, un magisterio que venía ya muy golpeado salarialmente, quita credibilidad y factibilidad a cualquier intento serio de reforma educativa desde cualquier perspectiva ideológica. Sin un sueldo mínimamente digno, no es factible exigir mayor cosa a los docentes, ni atraer mejor talento hacia la carrera”, sostiene Naranjo.

Esta es, para Sudaca, la conclusión de la clase: el discurso fujimorista de la revolución educativa está basado en una interpretación auténtica que la evidencia no es capaz de sostener. El fomento de la inversión privada no ha mejorado la calidad de la educación. Lo que sí ha hecho es beneficiar económicamente a los empresarios que lucran con sus centros educativos. ¿Será coincidencia que uno de ellos legisló para abrir esa posibilidad?

Sudaca siguió, durante cuatro semanas, prestando atención a las ‘clases del Chino’ para encontrar más historias como esta. Las seguiremos publicando en las semanas que siguen. “Hemos vivido, desde el gobierno de Toledo, un flujo de mentiras y mezquindad”, sostiene el exministro y excongresista fujimorista Alejandro Aguinaga en una reunión virtual de confraternidad de la Escuela Naranja. Varios participantes manifiestan que es hora de contar la verdad. Es hora, también, de revisar cuál es la versión naranja de la verdad.

*Nota de edición: Este artículo fue originalmente firmado con un seudónimo para que su autor, Alejandro Guzmán, pudiera seguir participando de la Escuela Naranja. El reporteo continuaba para el segundo artículo, sobre la versión fujimorista de la guerra subversiva. Lo puede revisar aquí.  

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Fuerza Popular, Fujimorismo

El jueves, mientras la ciudadanía se movilizaba, Alberto Beingolea respondía virtualmente a estas preguntas. Dijo, entre otras cosas, que le parecía irresponsable salir a marchar. Este domingo, minutos después de la renuncia de Manuel Merino y un días después del asesinato de dos jóvenes, agregó un comentario que se consigna al final de esta entrevista.

Empecemos con el tema obligado. Fue uno de los candidatos más votados en las elecciones en las que se eligió al Congreso que ha vacado al presidente. No consiguió el escaño, pero si hubiera estado en el pleno del lunes, ¿cuál hubiera sido su voto?

Solamente déjame insistir en que no conseguí el escaño habiendo tenido más votos que 127 de los que estaban ahí sentados. Mi voto hubiera sido en contra de la vacancia.

El año pasado, cuando Vizcarra cerró el Congreso, usted publicó que se había perpetrado un golpe de Estado. ¿También considera que lo que ha sucedido el lunes es un golpe de Estado?

No. Lo políticamente correcto en este momento es decir lo contrario a lo que voy a decir, pero para que haya un golpe de Estado lo que tiene que ocurrir es que un poder del Estado sea cerrado de manera irregular, inconstitucional. Lo que ha pasado ahora es que, siguiendo estrictamente las reglas que fueron escritas antes que existiera Vizcarra y antes que existieran estos congresistas en el panorama político, se ha procedido con la vacancia. Que yo no esté de acuerdo es otra cosa. O sea, yo no estoy de acuerdo con el voto, pero de ahí a decir que ha habido una irregularidad jurídica, no. Ha sido estrictamente lo que mandaba la ley.

Entonces, las razones por las que usted está en contra son políticas, porque jurídicamente cree que sí se ha respetado el debido proceso y la vacancia sí es constitucional.

Jurídicamente creo que se ha respetado la ley. Una ley que podía terminar en una votación a favor o en contra. Eso se llama democracia. No estoy de acuerdo, creo que ha sido una enorme irresponsabilidad ese voto, creo que estamos en la mitad de una crisis espantosa, pero los congresistas lamentablemente han seguido empeñados en su pleito personal con Vizcarra y viceversa. Es una actitud que yo deploro. Pero hablar de golpe de Estado es hablar de una calidad jurídica que no corresponde a lo que ha pasado ahora. Lo que plantean muchos es que es inconstitucional porque se le ha vacado argumentando incapacidad moral permanente y que ese concepto no está definido. Bueno, okey. Se le está pidiendo al Tribunal Constitucional (TC) que defina el concepto. Mientras eso ocurra, la norma existe, no se puede desconocer. Los congresistas han aplicado la ley. Si el Tribunal Constitucional dijera después que la forma de interpretar correctamente es una u otra, esa es otra historia. Por razones [también] jurídicas, yo hubiera votado en contra de la vacancia. Hubiera interpretado que aquí no había incapacidad moral permanente porque no se han probado las imputaciones sobre Vizcarra. Se tendrán que probar cuando acabe el trabajo de la fiscalía. En tanto no ocurre, no hay forma de saberlo.

¿Esa es la posición oficial del PPC después de la vacancia?

Hemos sacado un comunicado. Básicamente, dice que nosotros advertimos esto con anticipación, que dijimos que se iba a generar una situación indeseada por esta inestabilidad política y que, dadas las cosas, pedimos al nuevo gobierno que entienda que es un gobierno de transición, que la principal tarea es asegurar elecciones libres, entregarle el poder a un gobierno elegido por el pueblo. También que, como no tiene legitimidad, porque este es un gobierno legal pero ilegítimo, no se atreva a tomar decisiones en algunos puntos sensibles. Primero, que no se le ocurra hacer ningún indulto, por lo menos no a un político. Segundo, que el Congreso de la República no se aboque a ver el tema de la elección del TC. Tercero, que no se toque el tema de la reforma universitaria, ni Sunedu. Y, por último, una invocación al pueblo peruano: comprender que si estamos en esta situación es porque hace menos de un año tuvimos que ir a las urnas y evidentemente nos equivocamos de nuevo. En unos meses vamos a tener la posibilidad de corregir eso. Ojalá toda la ira se transforme más bien en seriedad para votar bien.

Entonces, ustedes proponen que la solución es aceptar el gobierno de Merino y que cumpla sus funciones hasta julio del próximo año. ¿Esa es la solución al problema político?

¿Cuál sería si no? Estoy pidiendo una salida posible, jurídica y políticamente. Lo que toca es tener una actitud vigilante para que este gobierno de transición sea eso, un gobierno de transición, al que hay que exigirle que enfrente inmediatamente la crisis sanitaria y la reactivación económica, que no se meta en más. Si vemos que se meten con Sunedu, o que pretenden nombrar al TC, indultar a Antauro, o cualquiera de esas barbaridades, tenemos que salir directamente a impedirlo.

El lunes usted declaró que estaba en contra de las manifestaciones en las calles…

Perdóname, yo estoy muy a favor de las manifestaciones en las calles. Creo que la gente tiene todo el derecho a manifestarse libremente. Lo que declaré el lunes es que vi a un candidato presidencial que salió al estilo Toledo a convocar a la gente a las calles [se refiere a Julio Guzmán]. A mí me pareció que es un irresponsable, más bien, porque lo que no puedo olvidar es que todo esto está ocurriendo en medio de una pandemia. Dios no lo quiera, pero dentro de 15 días espero que no comencemos a enterrar personas que se han contagiado en esas marchas. O sea, me parece altamente irresponsable lo que ha ocurrido. Yo hubiese entendido una convocatoria más serena, mejor programada, que busque guardar la distancia social. En las imágenes de la televisión no hay ninguna distancia social guardada, mucha gente está sin mascarilla. La protesta es súper justa, me parece muy correcto que la gente se manifieste. Los cacerolazos son, por ejemplo, algo que aplaudo, me parece estupendo, ¿pero hacer estas convocatorias? Es un tema de biología, no son ciencias sociales, son ciencias naturales. ¿Qué pasa si en dos semanas comienza a morirse la gente?, ¿qué pasa si arrancamos una segunda ola? Me parece que, si alguien aspira a ser gobernante, en los momentos más difíciles es cuando más serenidad debe mostrar. Algunos me han llamado a criticarme: “Alberto, pero este es el momento”. Cuando más difícil es el problema, más sereno tienes que estar. Un líder político tiene que pensar fundamentalmente en la vida de la gente. Sin vida no hay derecho. ¿De qué derecho me hablas si vas a estar muerto?

¿Cree que una posible solución es cambiar la Constitución?

No, porque no está mal la Constitución, sino su aplicación. Reconozco que hay algunas cosas que tienen que cambiar, pero esas son modificaciones. Por ejemplo, hay que definir correctamente qué cosa es incapacidad moral permanente. Pero eso no te lleva a un cambio de Constitución. Ese es el modelo chavista, ¿no?, que nos tienen así de las narices en toda América Latina y nos van ganando la pelea. Ese es el abecé: “vamos a crear zozobra, vamos a deslegitimar el sistema, vamos a convocar nueva Constitución, refundación de la república”. Vamos, abramos los ojos, está pasando en toda América Latina. Ahora está comenzando a pasar en Perú. No. No me parece que esto sea necesario. Creo que lo que hay que empezar a hacer es una aplicación correcta. Los países civilizados no cambian Constitución por quítame estas pajas. En el Perú tenemos que aprender eso de una vez. Tenemos una Constitución, es una buena Constitución. A mí me gustaba más alguna otra, está bien, pero es un tema de gustos. Lo que no podemos hacer es, en función al capricho de turno, estar cambiando constituciones.

Decía que el cierre del Congreso del año pasado sí fue un golpe de Estado y lo de esta semana no. Desde esa óptica, ¿el Congreso ha vacado a un golpista?

No. Porque el TC lo santificó. Yo estuve en contra del fallo del TC que, dicho sea de paso, fue un fallo de cuatro contra tres, o sea, no es que fue clarísimo. Cuatro contra tres, bien apretadito. Y si soy un hombre de derecho, que lo soy, tengo que aprender a respetar las normas jurídicas. Es importante que la gente entienda. O sea, no se trata de que, cuando estoy de acuerdo, todo bien y cuando estoy en desacuerdo catalogo a todos de golpistas. Yo puedo tener convicciones muy firmes, o estar con ideas muy claras, pero si democráticamente soy derrotado, soy derrotado pues, y esto hay que aceptarlo. Para mí, el cierre fue un golpe porque no se siguió el cauce constitucional. El Tribunal Constitucional, sin embargo, dijo lo contrario.

¿Cree que la votación del lunes fue definida por Alianza para el Progreso? Se especulaba que ellos iban a votar en contra y terminaron votando a favor.

Sí. No sé qué habrá pasado ahí, habrá que preguntarle a Alianza para el Progreso. No tengo una bola de cristal.

Pero, ¿cree que es la bancada que definió todo?

No lo sé. Yo escuché a Acuña unos días antes decir que él iba a votar en contra y de repente vi a su bancada votar a favor. No entendí nada, así que eso pregúntenle a ellos, yo no tengo nada que ver con ellos.

Eso me lleva a preguntar si, después de haber visto todo lo que sucedió, ¿se siente aliviado de que se haya roto la alianza con APP?

Eso ya es pasado. Yo, francamente, no hablaré de eso. Solamente diré que ningún socio nuestro hubiera votado de esa manera, no lo hubiéramos permitido.

Hay algunos exmilitantes del PPC que han terminado en otras orillas políticas. Uno de ellos es Ántero Flores-Aráoz . ¿Cómo vio su designación en ese cargo? ¿Cree que debió aceptarlo en estas circunstancias?

Yo no voy a juzgar si las personas deben o no deben aceptar, pero hace un instante decíamos que frente a estos hechos debemos tratar de exigirle al gobierno una serie de circunstancias y yo lamento mucho que la crispación política de hoy nos está llevando a que las mejores personas no acepten los cargos. En eso también tenemos que reflexionar todos los peruanos, y no estoy hablando solamente de esta crisis, ah. Te hablo en general, ya desde antes.

¿Se le ofreció algún ministerio a algún militante del PPC?

No. No hubiera tenido ningún sentido, porque nosotros estamos en plena competencia electoral. Hubiera sido un absurdo.

¿No hubieran aceptado?

Pero porque estamos en plena competencia electoral. Sería absurdo, no tiene sentido. ¿Qué es lo que sí te estoy tratando de decir? Estamos espantando a los mejores peruanos. Y no estoy hablando de esta crisis, por Dios, estoy hablando de los últimos años, desde hace treinta años viene esto, pero se ha ido poniendo cada vez peor. Los peruanos responsables, que hacen bien su chamba, que tú dirías “oye, este pata podría ser bueno en el Congreso, este pata sería un gran ministro”. Anda y ofrécele, ¿qué te contesta? “No, cuñado, estás loco, o sea, nada que ver, déjame tranquilo en mi casa, mi mujer me mata” o “mis hijos… no, olvídate”. Entonces, lo que estamos haciendo es espantando a todos. Hoy necesitamos al mejor gabinete posible, pero al mismo tiempo decimos “nadie va a aceptar una convocatoria”. Nos condenamos nosotros solos. Tenemos, como sociedad, que reflexionar en lo que estamos haciendo, porque yo creo que estamos hundiéndonos cada vez más, estamos cavando cada vez más profundo el hoyo, haciendo más difícil la salida. Pero no puedes decir: “qué indignante que esta porquería nos gobierne, que a nadie se le ocurra venir, ah”, porque, entonces, ¿cómo hacemos?, salvo que quieras una anarquía, ¿no?

Nota de edición: Después de la muerte de dos jóvenes en las protestas del sábado y la renuncia de Merino el domingo, Beingolea agregó el siguiente comentario:

Todo el problema ha tenido su origen en la votación de los peruanos. Nosotros elegimos a este Congreso, nosotros elegimos a aquel presidente y a su vicepresidente. Desde que comenzó este conflicto, que fue con PPK hace cuatro años, vacado por un Congreso que elegimos nosotros, con un vicepresidente que se convirtió en presidente a quien elegimos nosotros, que cerró el Congreso para que venga otro Congreso al que elegimos nosotros. Hemos elegido a una serie de autoridades que, ahora nos quejamos, no tenían ni siquiera un nivel de estudios como el que debiera tener una autoridad pública. Yo no entiendo cómo es que siempre nos quejamos diciendo que debería haber condiciones mínimas de estudios para los congresistas, pero a la hora de elegirlos los elegimos sin esas condiciones. Espero que hayamos aprendido la lección: que tenemos que votar conscientemente, porque si no, vamos a generar estas crisis. Votamos por agrupaciones que no son partidos serios, que son grupos de poder que se reúnen alrededor de una figurita de turno. El problema es que nos dejan una bancada en el Congreso, como lo que acabamos de ver. Y estas elecciones que vienen van a ser más de lo mismo. Necesitamos elegir a grupos políticos que de verdad sean equipo, que se conozcan desde antes. Ya no más improvisación. Ojalá que esa sea la lección que quede. Lamento muchísimo la muerte de estos dos chicos. Se pudo evitar. Esperemos que este capítulo se cierre con una nueva elección y que se consigne a una persona que sí represente a los peruanos.

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Alberto Beingolea, Marchas
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