violencia sexual

Durante el terremoto del 2007, como en las inundaciones provocadas por el niño costero, se registró un aumento de los casos de violencia de género, especialmente de violencia sexual. Un nuevo escenario de catástrofe como el que vivimos actualmente con el Ciclón Yaku vuelve a generar la alerta. Pero una vez más, nos encuentra sin mecanismos estatales establecidos para la atención de uno de los principales problemas que tiene el país que registra más de 25 000 denuncias por violencia sexual al año en agravio de mujeres, siendo que para el 2022, 11 080 eran de violación sexual y de estas, 7614 en agravio de niñas y adolescentes.

La solidaridad ciudadanía es aplaudida, sobre todo la relacionada con dotación de alimentos para la población afectada. Sin embargo, hay necesidades que son invisibles en estas circunstancias pero que exponen y agreden a las personas más vulnerables y cuya atención es responsabilidad estatal.

Urge un protocolo de actuación específico para estos casos, que involucre la participación ciudadana y contribuya a la lucha contra la violencia y la discriminación.

 

[1] Artículo 8 del Reglamento de la Ley N°30364 – “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar” que reconoce como una modalidad de violencia a la violencia en conflictos sociales.

[2] Recomendaciones del Comité CEDAW al estado peruano en el marco de su noveno informe periódico, párr. 24, h).

[3] Recomendación General N°37 del Comité CEDAW, párr. 56.

Tags:

Ciclón, desastre natural, violencia sexual

Cuando las autoridades tienen afirmaciones como las expresadas por los congresistas, se convierten en cómplices de la violencia, pues reproducen la cultura de discriminación que agrede diariamente a las mujeres.

El actual Congreso de la República es expresión de aquellos sectores sociales que promueven pensamientos machistas, con débiles valores democráticos,  que odia a las mujeres y sus luchas. No sé si es el peor congreso que hemos visto, pero si uno de los más degradados éticamente. Vergüenza nacional.

 

Tags:

Congreso de la República, violencia sexual

Hace 7 años, fui a ver una obra de teatro, escrita por Mariana Silva Yrigoyen, llamada “Sobre Lobos”. La obra, ganadora del concurso de dramaturgia “Sala de Parto”, relataba la historia de una joven de 24 años que, un día cualquiera, regresando a su casa de la bodega, fue seguida por un carro con dos hombres adentro que la secuestraron y violaron por varios días de manera violenta, hasta que finalmente la protagonista logró escapar. 

En el monólogo final de la obra, interpretado de manera impresionante por Gisela Ponce de León, se relataba una escena de violación sexual masoquista, que terminó por darme un ataque de pánico. La crudeza con la que se relataba la violación fue tal, que sentí que me quedaba sin aire y me desmayaba. Tuve que taparme los oídos para dejar de escuchar, y salir de la sala.

Por mucho tiempo me pregunté por qué me había impactado tanto una escena de aparente ficción, considerando que yo, una joven limeña bastante privilegiada, no había vivido nunca una experiencia de este tipo. Con el tiempo llegué a la conclusión de que cualquier mujer que vive en Lima sabe que la posibilidad de ser víctima de violencia no es ficción, sino un riesgo que puede volverse realidad en cualquier día de mala suerte y “poco cuidado”.

7 años después de ver “Sobre Lobos”, leí ayer en Twitter un testimonio compartido por la excandidata al Congreso Narezcka Culqui, que relataba: “Una de mis mejores amigas fue secuestrada y abusada sexualmente en grupo casi 12 horas, el hecho ocurrió en la Av. Habich y el hotel donde la llevaron quedaba en Pista Nueva, el carro que se la llevó era una camioneta negra”. 

Culqui, conmovida por la noticia, relata en un hilo como ella, en por lo menos dos oportunidades, fue también seguida por un carro cerca de la misma avenida cuando sacaba a pasear a su perro en las mañanas. En ambas ocasiones, felizmente, la excandidata al Congreso logró escapar, auxiliada por otras personas. En respuesta a este testimonio, muchas mujeres comenzaron a compartir los suyos: más de una había sido seguida y perseguida por un carro con hombres dentro, en distintos distritos de Lima. La mayoría había logrado escapar a tiempo, a diferencia de la víctima cuyo caso se compartió en Twitter, y la protagonista de la obra “Sobre Lobos”. Mi mente regresó al ataque de pánico que tuve en el 2014: no es ficción. Nunca fue ficción. Es la amenaza de ser mujer joven en Lima en su más brutal expresión.

12 horas de violación. Pasó, pasa y seguirá pasando. ¿Qué tenemos que hacer para que esto deje de ocurrir? ¿Qué tiene que pasar para que este caso nos indigne hasta las lágrimas, o hasta quitarnos el aire? Hace unos años, miles de mujeres salimos a las calles a gritar “Ni una menos”, conmovidas por dos casos de violencia de género también brutales. Me parece que este caso amerita una movilización similar, con exigencias claras y concretas, como justicia para la víctima, especial resguardo policial en las zonas donde esta modalidad se ha vuelto recurrente, capacitación en las comisarías para casos de violencia de género, entre otras.

Una ciudad donde una mujer no puede salir a pasear a su perro sin terminar secuestrada y violada es una ciudad en la cual simplemente no podemos vivir ni un día más. Basta.

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

Tags:

mujeres y niñas, Ni una menos, violencia a la mujer, violencia sexual