PASO

[PIE DERECHO] La Comisión de Constitución fue más allá de lo que se temía respecto de la eliminación de las PASO (elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) (74% de la población está a favor de las mismas, según encuesta de Ipsos). Las ha colocado como opción voluntaria, cargándoles además una valla mínima imposible de alcanzar para, obviamente, desalentar su empleo como mecanismo de selección de candidatos al Congreso; se ha restituido el nefasto voto preferencial; y, lo que es increíble, se ha vuelto a exigir la presentación de firmas de adherentes para inscribir un partido, planteando la valla de 500 mil firmas.

En suma, se tiran abajo el proceso de reformas políticas que laboriosa y parcialmente se había comenzado a implementar en el Perú. Le facilitan las cosas a los partidos ya inscritos, permitiéndoles que siga vigente la marmaja de los dineros sucios en la conformación de sus listas, y, además, se pretende cerrar el ingreso de nuevos actores a la arena electoral.

Estas normas tienen que pasar todavía al Pleno y ojalá en esa instancia se reflexione sobre el grave despropósito que encierra este paquete legislativo, que solo contribuirá a hacer más impopular un poder del Estado, que según la última encuesta de CPI apenas es aprobado por el 5.2% de la ciudadanía.

Lo que de bueno hizo el Congreso aprobando la bicameralidad y la reelección lo borra de un plumazo con este mamotreto antidemocrático que solo busca mantener incólume la oligarquía partidaria ya inscrita, cerrando el mercado electoral, y socavando la participación ciudadana en los procesos de democracia interna de los partidos.

¿Es conveniente que haya menos partidos? Sí, pero no a la bestia y de manera arbitraria, con claro conflicto de interés, porque los partidos que en el Congreso promueven estas normas, ya tienen su inscripción. A los que claramente perjudica es a los nuevos actores.

En la encuesta citada se le pregunta a la gente por qué desaprueba al Congreso y las respuestas mayoritarias son tangibles: porque no hacen nada; porque no trabajan para el pueblo; porque solo ven sus intereses personales. Más claro no puede quedar que si el Pleno aprueba este mamarracho arbitrario y antidemocrático, la percepción negativa se va a ahondar. Lo que es más grave, con las normas que el Congreso quiere aprobar, el Parlamento que tendremos después del 2026 será aún peor, lo que ya parecía inimaginable.

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Cambios en el Sistema Político, Comisión de Constitución, participación ciudadana, PASO

[PIE DERECHO]  Sería una barbaridad que el Congreso, como pretende bajo la batuta de Fuerza Popular, se tire abajo las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, PASO, dispuestas por ley, pero aún no aplicadas en el Perú.

Dicho procedimiento, lo primero que permite es destruir las designaciones a dedo de los candidatos al Congreso, que, al final del día, terminan siendo elegidos en función de los aportes económicos que efectúan, y éstos, en muchos casos, provienen de economías delictivas. Con las PASO se entrega ese poder de decisión a la ciudadanía y se rompe el círculo perverso que permite el nivel de influencia de los dineros sucios en las campañas electorales, lo que genera, a la postre, un Congreso plagado de parlamentarios que se deben más a sus “auspiciadores” que a sus electores.

Las PASO son una buena manera de evitar que el narcotráfico, la minería ilegal, los tratantes de personas, los explotadores de madera ilegal, los contrabandistas, los transportistas informales, los traficantes de terrenos, etcétera, hagan y deshagan en el recinto legislativo, como sucede ahora. La “casta” partidaria peruana, no obstante, parece querer seguir viviendo de esos dineros, abundantes, que alimentan las arcas de sus campañas electorales.

Pero tal vez lo más importante de las PASO en estos momentos en el país, es que se establecería un filtro para la enorme cantidad de candidatos que asoman en el horizonte (ya hoy nomás hay como siete de izquierda y más de veinte del centro y la derecha). Quien no obtenga al menos el 1.5% (que, inclusive, es una valla baja; debió ser más alta), saldría de la competencia electoral.

La eliminación de las PASO generará una horda de candidatos y el consecuente incremento del riesgo de que surja en el horizonte un outsider apartidario, improvisado, sin experiencia política y con una gran incógnita respecto de su solvencia gubernativa. El ánimo antiestablishment del elector peruano está al tope y seguramente algo así ocurriría si se produjera una disgregación descontrolada del número de candidatos.

Pero ese riesgo no lo ve el establishment, que malpiensa que le conviene esa disgregación, ya que estiman que como sus principales miembros (Fuerza Popular, Alianza para el Progreso y Perú Libre), tienen un voto fijo asegurado, un bolsón electoral determinado, la dispersión electoral mencionada los terminará por favorecer, cuando, en verdad, constituye un suicidio anunciado.

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Candidatos, Designaciones a dedo, Influencias ilícitas, PASO, Riesgos electorales

No se entiende que haya partidos como Alianza para el Progreso o Renovación Popular que se opongan a la realización de elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). A la centroderecha, en general, le conviene que se haga realidad ese filtro que disminuya el número de candidatos de ese sector del espectro ideológico (en estos momentos, entre inscritos y por inscribirse, hay más de veinte postulantes de este tenor).

Otra lógica puede guiar a Fuerza Popular, interesada en la dispersión y proliferación de candidaturas de dicho perfil, porque sabe que tiene un núcleo duro de votantes que, dado el caso, le permitirán, con un pequeño empujón, volver a pasar a las lides definitorias, pero el resto de partidos centroderechistas debería estar en la primera línea de batalla para que las PASO se lleven a cabo.

Hay un gran riesgo de que, dada la consolidación de un poderoso ánimo antiestablishment en el país, y particularmente en las zonas andinas, haya dos candidatos de la izquierda radical en la segunda vuelta. Existe también una dispersión de candidatos de la izquierda (hay, al menos, ocho ya en carrera), pero no es comparable a la de la centroderecha, con lo cual, este escenario hipotético es altamente probable si no se produce un aglutinamiento del sector creyente, relativamente, en las bondades del modelo económico.

La mejor forma de evitar esa dispersión es aprobando la realización de las PASO, que además del beneficio señalado, incorporan la democrática transición hacia un sistema de designación de candidatos al Congreso por vía de la elección popular previa, restándole poder de discreción a los caciques partidarios que abundan en el endeble sistema de partidos del país.

El Perú no puede caer en manos de la izquierda el 2026. Sería calamitoso y podría llegar a ser terminal para la economía y la democracia peruanas. Evitar ese riesgo está en manos de la centroderecha, que, a pesar de todo, sigue siendo mayoría en el mapa ideológico peruano, pero parece encaminada a hacer todo lo necesario para favorecer las expectativas de este radicalismo de izquierda.

Se juega mucho en las elecciones venideras -las que, se espera, se produzcan el 2026, salvo que ocurra algún percance que se tumbe al gobierno de Dina Boluarte- como para que la centroderecha congresal actúe con cálculos mezquinos e irresponsables e irracionales decisiones.

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centroderecha, Elecciones, Izquierda Radical, PASO

Hay que ejercer presión ciudadana para que el Congreso se allane a disponer la realización de elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, las llamadas PASO, antes del proceso electoral del 2026.

Es un método probado para mejorar la calidad de la representación y que sea la ciudadanía y no el dedo digitador del líder partidario o, lo que es peor, el dinero del candidato, el que determine su ubicación en las listas congresales.

Debemos revertir esta pavorosa tendencia al deterioro que muestra el Parlamento, como segundo y a veces primer poder del Estado -como sucede ahora- y no se repita el espectáculo deprimente de la representación actual, llena de congresistas corruptos (Los Niños), mocha sueldos, viajeros irresponsables, causantes de escándalos permanentes, y, sumado a ello, absolutamente improductivos en materia legislativa y fiscalizadora.

No hay forma de darle estabilidad política a un país sin un Congreso moderno, democrático, honesto y eficiente. Ya está probado -lo estamos viviendo ahora en carne propia- que la crisis política surgida de un Ejecutivo y un Parlamento mediocres, por más que no sean izquierdistas o radicales, provoca tal zozobra en el mundo inversor que éste se retrae y disminuye su vocación expansiva. El capitalismo, la economía de mercado, se ralentizan si no hay una institucionalidad política mínimamente decente.

Que sea la ciudadanía activa la que elija a quiénes van a ser los candidatos de una lista congresal no es la varita mágica para que tengamos un mejor Congreso. Tenemos experiencia de sobra de Parlamentos con personajes notables que, sin embargo, contribuyeron a la ruina del país (pensemos, sobre todo, en la década de los 80), pero en las circunstancias actuales asegura un mejor mecanismo, superior al vigente, para lograr cierta elevación del nivel político de sus integrantes, lo que ya es bastante decir.

No basta asegurar una economía de mercado robusta y trazar una política proinversión privada, ágil y expeditiva. Se requiere acompañar el capitalismo de democracia. Y no hay democracia cabal sin una funcional separación de poderes, la misma que, a su vez, no es posible si seguimos viendo el deterioro paulatino del poder Legislativo, cueva de mediocres y corruptos, que en lugar de ser fuente matriz de reformas de largo aliento, se ha convertido en pasillo de lobbies y triquiñuelas ilícitas.

 

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Calidad Política, Congreso, Democracia, elecciones primarias, PASO

Las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) fueron parte esencial de las iniciativas de reforma planteadas por la comisión Tuesta, pero se suspendieron en las últimas elecciones por la pandemia. Hoy deben ser asumidas como filtro obligatorio ante la avalancha de partidos que se está inscribiendo.

Los propios partidos del statu quo no las quieren, claro, prefieren seguir manteniendo el esquema de que los candidatos presidenciales y las listas parlamentarias se decidan prácticamente a dedo, por los “dueños” de los partidos. Así, se diluye la posibilidad de generar una situación que les convendría a ellos mismos, ya que las PASO no tienen otro propósito que reforzar a los partidos políticos, piedra angular de una democracia más funcional que la que tenemos.

Si este mecanismo, que se aplica con éxito en varias democracias del mundo y de la región, se aplicase en el Perú, influiría en gran medida para que un poder integrado por partidos, como es el Congreso, recupere algo de la legitimidad y representatividad que en nuestro país ha venido perdiendo paulatinamente (cada Parlamento es más desacreditado que el anterior), hasta llegar a los límites actuales, con un poder del Estado con aprobación que apenas llega al 6%, según algunas encuestas.

Los partidos políticos son una parte fundamental de la democracia. Son las organizaciones que canalizan las demandas de los ciudadanos y las llevan a las instituciones gubernamentales. Sin partidos políticos, la democracia sería una mera formalidad, sin capacidad de representar los intereses de la mayoría.

Los partidos políticos no son perfectos, y a menudo se ven envueltos en luchas de poder y corrupción. Sin embargo, son una parte esencial de la democracia, y su función es básica para el funcionamiento de las instituciones gubernamentales.

Los partidos políticos son los pulmones de la democracia. Sin ellos, la democracia sería una máquina sin combustible, incapaz de funcionar. Ellos son los encargados de llevar el oxígeno de la participación ciudadana a las instituciones gubernamentales, y de asegurar que éstas funcionen en beneficio de la mayoría.

Hay que recuperar la legitimidad del establishment democrático en el país. Lo que hoy sucede no es solo culpa del gobierno de Boluarte. Es parte de un proceso histórico de paulatino deterioro, que, si no hacemos algo para remediarlo, irá de mal en peor, alentando la posibilidad de aventuras autoritarias y radicales.

La del estribo: agenda obligada de la cartelera teatral acudir al Teatro de Lucía a espectar Hasta que la muerte nos separe, con la dirección del gran Alberto Isola y las actuaciones de Sandra Bernasconi, Javier Valdés, Roberto Ruiz, Airam Galliani, Antonella Gallart y Sol Nacarino. Va hasta el 21 de agosto y las entradas se venden en Joinnus.

 

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Congreso, Democracia, elecciones primarias, PASO, Perú

El transfuguismo es una de las peores calamidades que viene asolando nuestro sistema político. Fuera de casos aislados de migrantes partidarios, previos a los 90, es en el 2000 que este fenómeno se estrena, con la compra de voluntades políticas perpetrada por el montesinismo, que, con rumas de billetes, logró brindarle a Fujimori la mayoría congresal que necesitaba para su fallido periodo de gobierno 2000-2005.

Luego de ello, durante la transición democrática, hubo un periodo de relativa calma, porque los gobernantes supieron establecer pactos de gobernabilidad que otorgaron estabilidad y, por ende, hicieron innecesario el transfuguismo digitado. Así, Toledo pactó con el FIM, Alan García con el fujimorismo y Ollanta Humala con Perú Posible.

La desgracia volvió a sobrevolar los predios de nuestra política cuando Kuczynski amañó los votos del grupo de Kenji Fujimori en base a ofrecimiento de prebendas de gasto social a diversos congresistas regionales, logrando con ello, los votos que evitaron su vacancia (cuando se destapó el escándalo con los “mamaniaudios”, PPK tuvo que renunciar a la Presidencia).

El problema, sin embargo, siguió escalando y durante el gobierno de Castillo llegó a su cúspide, con el reclutamiento de los bautizados “Niños”, quienes a cambio de cargos públicos para allegados, proyectos en sus regiones y demás gollerías, simplemente, sin dejar sus bancadas, votaban a favor del gobierno en cuanta ocasión era necesario.

El transfuguismo es una perversión del voto popular. Altera el sentido del sufragio y daña a la democracia y al juego político limpio. ¿Cómo desterrarlo? Por lo pronto, emprendiendo la principal reforma política que el establishment político se niega a aprobar: las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), que fueran sugeridas, sin éxito hasta ahora, por la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, presidida por Fernando Tuesta.

Con ello, se acota la posibilidad de que ingresen a una lista de candidatos los que más dinero sucio ponen sobre y debajo de la mesa, se asegura una mejor selección de postulantes y futuros congresistas, y disminuye ostensiblemente la posibilidad de que los así elegidos vayan a ser materia prima dispuesta a venderse por un plato de lentejas al gobierno de turno.

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