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antiestablishment

Que 400 mil peruanos se hayan ido del país el 2022 y que probablemente ese número crezca este año, es un síntoma claro del deterioro de las perspectivas económicas, sociales y políticas por el que transita nuestro país.

La mayoría de los que toman esa decisión son jóvenes. La propia encuesta última del IEP sobre el tema revela que en agosto del 2022, 36% quería irse y ahora ha crecido a 47% de ciudadanos, pero en el detalle etario, en la población entre 18 y 24 años, ese porcentaje de gente que quiere irse crece a 60%.

Muchos atribuyen este fenómeno a la llamada “generación cristal”, frágil e incapaz de soportar la mínima adversidad (después de todo, lo que estamos pasando ahora no es nada respecto de lo que se vivía en los 80s), pero esa sería una explicación muy superficial y prejuiciosa.

Una razón que influye mucho es el nivel de globalización existente hoy, que le permite a los jóvenes haber viajado o apreciar, vía las nuevas tecnologías informativas, la calidad de vida de otros países más desarrollados y su natural deseo de vivir su futuro en ese estatus y no en el deteriorado ambiente nacional (inclusive, el 44% del sector AB quiere emigrar y supuestamente, ese sector la pasa bien).

Lo que no se ve en el Perú es horizonte promisorio. Todo ha empeorado en los últimos cinco años. La salud, la educación, la economía, la política, la seguridad ciudadana, la corrupción, el urbanismo, etc. Y la clase política encargada de resolver esa pendiente es de última categoría, sin narrativa nacional motivante ni visión de futuro.

Y los pronósticos respecto de lo que se viene son pesimistas en todos los ámbitos. Y no hay un liderazgo político que les otorgue a los ciudadanos de a pie la esperanza de que de acá a cuando se produzcan las elecciones presidenciales, la cosa vaya a mejorar, sino todo lo contrario.

Lo que hoy predomina es el ánimo antiestablishment, un equivalente psicológico al mandarse a mudar. Y eso sucede porque no surgen personajes capaces de brindar optimismo ni confianza respecto de que con buenas decisiones gubernativas, el país puede mejorar y retomar la senda del crecimiento que lo caracterizó los últimos 25 años, antes de la crisis desatada en el 2016.

Es responsabilidad de los que pretenden gobernar este país, empezar desde ya su campaña y revertir este pesimismo cada vez más enraizado en los ciudadanos de a pie, particularmente entre los jóvenes.

 

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antiestablishment, Encuesta IEP, Exodo, liderazgo político

Que no se confundan quienes aprecien hoy el espectáculo de una derecha congresal abusiva con la realidad política del país, que marcha en sentido contrario.

La centroderecha, para englobar también a candidatos del centro, la tiene cuesta arriba para el próximo proceso electoral (programado para el 2026, pero que bien podría ser adelantado para el 2025 cuando este sector se percate que el régimen de Boluarte, lejos de ayudarlos, afecta sus intereses electorales).

El inmenso grado de desaprobación y rechazo activo de la ciudadanía respecto del que consideran un gobierno derechista surgido del pacto con un Congreso también derechista, pero aun más desprestigiado que el Ejecutivo, hará que la población se incline por buscar fórmulas antiestablishment, que, como es natural, no afincarán en la centroderecha sino en la izquierda, la cual, por arte del destino, ha salido bien librada del achicharramiento en el que se encontraba por su complicidad punible con el nefasto y corrupto gobierno de Pedro Castillo.

Si, como todo hace prever, la población andina vota en la primera vuelta del 2026 o 2025 como votó en la segunda vuelta del 2021, habrá no solo uno sino dos candidatos de izquierda disputando la jornada definitoria. Y mientras tanto, la derecha anda en babas. O conspirando para capturar autoritariamente todas las entidades del Estado, desde el Congreso, o desde afuera, haciendo campaña en base a tuits, entrevista en canales de cable y declaraciones a medios escritos que ya nadie lee.

En lugar de tomar estratégica distancia del régimen, la derecha se mimetiza con aquél, en lo que debe ser una más de las “brillantes” jugadas políticas concebidas en el entorno naranja. El resultado final de ello va a ser fatal. Al paso que andamos, vamos a perder el país, el mismo que se embarcará en una aventura autoritaria, populista y estatista de la que habrá difícil retorno, por obra y gracia de una centroderecha frívola, con poderes fácticos torpes y miopes, que le sirven en bandeja el triunfo a la que debe ser una de las izquierdas más anacrónicas de la región.

La del estribo: brillante la novela Fortuna, del escritor argentino Hernán Díaz, escrita en inglés y ganadora del Premio Pulitzer de ficción 2023. Es una sinfonía narrativa, sorprendente, inteligente y sutil, que enriquece sobremanera al lector. Publica Editorial Anagrama.

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antiestablishment, centroderecha, Panorama Electoral, Política Elecciones

El transfuguismo es una de las peores calamidades que viene asolando nuestro sistema político. Fuera de casos aislados de migrantes partidarios, previos a los 90, es en el 2000 que este fenómeno se estrena, con la compra de voluntades políticas perpetrada por el montesinismo, que, con rumas de billetes, logró brindarle a Fujimori la mayoría congresal que necesitaba para su fallido periodo de gobierno 2000-2005.

Luego de ello, durante la transición democrática, hubo un periodo de relativa calma, porque los gobernantes supieron establecer pactos de gobernabilidad que otorgaron estabilidad y, por ende, hicieron innecesario el transfuguismo digitado. Así, Toledo pactó con el FIM, Alan García con el fujimorismo y Ollanta Humala con Perú Posible.

La desgracia volvió a sobrevolar los predios de nuestra política cuando Kuczynski amañó los votos del grupo de Kenji Fujimori en base a ofrecimiento de prebendas de gasto social a diversos congresistas regionales, logrando con ello, los votos que evitaron su vacancia (cuando se destapó el escándalo con los “mamaniaudios”, PPK tuvo que renunciar a la Presidencia).

El problema, sin embargo, siguió escalando y durante el gobierno de Castillo llegó a su cúspide, con el reclutamiento de los bautizados “Niños”, quienes a cambio de cargos públicos para allegados, proyectos en sus regiones y demás gollerías, simplemente, sin dejar sus bancadas, votaban a favor del gobierno en cuanta ocasión era necesario.

El transfuguismo es una perversión del voto popular. Altera el sentido del sufragio y daña a la democracia y al juego político limpio. ¿Cómo desterrarlo? Por lo pronto, emprendiendo la principal reforma política que el establishment político se niega a aprobar: las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), que fueran sugeridas, sin éxito hasta ahora, por la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, presidida por Fernando Tuesta.

Con ello, se acota la posibilidad de que ingresen a una lista de candidatos los que más dinero sucio ponen sobre y debajo de la mesa, se asegura una mejor selección de postulantes y futuros congresistas, y disminuye ostensiblemente la posibilidad de que los así elegidos vayan a ser materia prima dispuesta a venderse por un plato de lentejas al gobierno de turno.

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antiestablishment, Fernando Tuesta, Kuczynski, mamaniaudios, montesinismo, Ollanta Humala, PASO, transfuguismo

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antiestablishment, Estado, Salud pública

Una de las banderas principales que la izquierda enarbola en el mundo es el de la provisión de una salud pública eficiente, digna, capaz de contribuir a la creación de ciudadanía.

Porque, efectivamente, no hay mejor forma de hacerle sentir a la población que el Estado se preocupa por su bienestar y considera a sus compatriotas ciudadanos de primera clase, que proveerle de salud y educación gratuitas de primer orden, competitivas y comparables a las que pueda ofrecer el sector privado.

Bueno, pues, la pregunta que, al cabo de cinco meses de gestión, cabe hacerle al ministro de Salud, Hernando Cevallos, es qué está haciendo al respecto. Porque la logística de la vacunación, que viene funcionando adecuadamente, suponemos que no genera un desvelo de tiempo completo en el titular de la cartera, ya que habrá funcionarios subalternos encargados de velar por el eficaz cumplimiento de los planes anticovid.

¿Se va a integrar por fin el Minsa con EsSalud, eliminando la contribución que hace el empleado, bajo retención de su sueldo, a un sistema de seguro, práctica absolutamente antitécnica (como la de las AFP)? ¿Se va a integrar el SIS al resto o a universalizar? ¿Se ha previsto partidas presupuestales para compensar la pérdida de ingresos de EsSalud? ¿Entre las prioridades que el gobierno se ha trazado, con las facultades delegadas, está esa reforma en la salud pública?

Al año se producen en el Perú, 70 millones de actos médicos, de los cuales 50 millones deben ser públicos, señalan los expertos. Casi 150 mil contactos médicos diarios en algún hospital, posta o centro de salud estatal. Y, me atrevo a señalar, en el 80 o 90% de esos contactos, el trato que el paciente y su familia reciben debe ser indigno. No les dan medicamentos porque no hay, no les dan citas porque están topadas, no les entregan camas porque son insuficientes, no los operan porque no hay médicos o salas disponibles; las muertes o daños médicos por cualquiera de esas causas debe superar ampliamente a aquellas que inevitablemente se deberían producir.

En suma, nuestra salud pública es una fábrica de peruanos antisistema, irritados con el Estado, prestos a cualquier narrativa antiestablishment, que sienten y resienten una situación que los coloca como ilegales dentro de su propio país.

¿Está haciendo algo al respecto el gobierno izquierdista de Castillo? Que se sepa, nada. Un ejemplo más de la pasmosa mediocridad gubernativa, medida, inclusive, bajo sus propios parámetros ideológicos.

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antiestablishment, Estado, Salud pública

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antiestablishment, Derecha, IEP, Perú Libre

La última encuesta del IEP es reveladora respecto de la fuerza política de la derecha, que prácticamente supera en todas las variables de medición a la izquierda. El Perú es un país inclinado a la derecha: lo de las últimas elecciones fue un hipo disruptivo producto de la pandemia que difícilmente se va a repetir en nuestra historia electoral.

De acuerdo a la medición referida, el 35% del país se define de derecha frente a un 24% de izquierda. En el Perú rural, supuesto bastión izquierdista, el 38% se autodefine de derecha mientras que solo el 29% dice ser de izquierda.

En la región centro -reino de Perú Libre- la derecha obtiene un 35% de identificación mientras que la izquierda representa al 28%. Solo en el sur gana la izquierda, con 28%, pero la derecha tiene un nada despreciable 26% de identificación.

En todos los sectores socioeconómicos, la gente se considera más de derecha que de izquierda. En el AB, 32% de derecha versus 18% de izquierda; en el C, 36% de derecha versus 23% de izquierda y en el DE, la derecha 36% y la izquierda 28%.

Lo más interesante, sin embargo, radica en la respuesta que acontece cuando se distingue por edades. En el rango de 40 a más, 36% dice ser de derecha mientras que 23% de izquierda; en el rango de 25 a 39 años, el 32% es de derecha y el 26% de izquierda; lo sorprendente ocurre cuando nos vamos al rango más joven, de 18 a 24 años: allí, el 40% dice ser de derecha mientras que solo el 24% dice serlo de izquierda.

Es hora de que la derecha se despercuda y se deje de tibiezas ideológicas. El país espera un liderazgo que claramente se defina de derecha, democrático, promercado, defensor del orden público, de la reforma de un Estado elefantiásico, y que en ese trance no esquive ningún tema polémico sino que lo responda con absoluta transparencia y propiedad.

Empiezan a surgir nuevos liderazgos. Hay que tenerlos en cuenta. Se requiere cambiar el elenco estable de la derecha. Su fracaso en las últimas elecciones ha obedecido, en gran medida, a ello. Se impone una derecha que salga de los corsés fujimoristas y convoque al país a una apuesta reformista y transformadora, con una narrativa moderna y antiestablishment. La tribuna está su favor.

La del estribo: no deje de participar en el taller El amor en la literatura, que dictará el escritor Alonso Cueto, a través de cinco novelas del siglo XIX y XX: Jane Eyre (Charlotte Bronté), Eugenia Grandet (Balzac), Rojo y Negro (Stendhal) El amante de Lady Chatterley (Lawrence) y La tía Julia y el escribidor (Vargas Llosa). Inscríbase en www.edicionescueto.com/productos y arranca este miércoles 17 de noviembre hasta el 9 de diciembre, de 7 a 9 pm.

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antiestablishment, Derecha, IEP, Perú Libre

A pesar de la pésima performance política y electoral de Hernando de Soto, Avanza País obtuvo el 11.62% de los votos válidos en la primera vuelta electoral y logró colocar una bancada de siete congresistas. Con una mejor candidatura presidencial pudo haber pasado a la segunda vuelta.

Más allá de la agrupación en particular, que fue claramente un vientre de alquiler, y más allá del propio De Soto, a quien, enhorabuena, ya no le queda edad suficiente para volver a ser protagonista, lo que ello revela es que hay predisposición ciudadana favorable para la conformación de un partido propiamente liberal, que reivindique abiertamente una economía de mercado y la democracia representativa como opciones centrales.

Hay plazo suficiente para que muchos de los jóvenes que se identifican con ese predicamento puedan construir una opción partidaria propia, cumpliendo los plazos legales de inscripción y de realización de los trámites solicitados para ese propósito.

Es importante que surja en el Perú una opción partidaria orgánica de derecha, alternativa a las opciones de extrema derecha nacientes y a la lamentable devaluación política a la que Keiko Fujimori ha sometido a Fuerza Popular (que bien pudo haber evolucionado hacia terrenos liberales, pero su lideresa parece entender que su destino va por otro lado).

Debe haber unidad en la derecha para contener cualquier arrebato populista o autoritario que quiera desplegar el gobierno de Castillo, pero eso no es argumento para pensar que deban mezclarse identidades ideológicas distintas, mucho menos en vistas de los procesos electorales venideros.

Una opción liberal auténtica en un país como el Perú debe ser radical y contestataria, antiestablishment, disidente del esquema mercantilista y anticompetitivo que nos ha regido los últimos lustros.

Y con mayor razón, deberá marcar una clara distancia del modelo centroizquierdista que en el mejor de los casos aplicará el equipo económico de Castillo en los años siguientes. El Perú necesita un shock institucional acompañado de un shock capitalista. Requiere un movimiento de derecha popular que sintonice con las demandas de cambio y logre instalar en el Perú una democracia consolidada y funcional, un Estado eficaz y moderno, y un capitalismo competitivo.

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antiestablishment, Hernando De Soto, Liberalismo
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