Producto de un contexto de imputaciones, de una política del veto, de desprestigio del adversario y, también, de políticos inexpertos y ambiciosos que pululan por nuestro medio nacional es que podemos apreciar una baja confianza ciudadana en la clase política del país. “Clase política”, ¡qué gran oximorón!
Efectivamente, desde los años noventa en adelante, hemos podido apreciar en el Perú que el activismo, el sindicalismo y la protesta no basta para hacer política. Lo que el país requiere, frente a los grandes problemas que lo aqueja, es tener nociones de estadistas (vale decir, nociones de plazos para las reformas que requerimos), de constructores de diálogo y de vocación de servicio, algo tan simple y sencillo, pero que no se aplica.
Eso lo podemos apreciar en los graves errores que viene teniendo tanto el ejecutivo como el legislativo. Errores que se traducen en realizar estrategias políticas que priorizan la coyuntura, el enfrentamiento constante y la desidia para afrontar la crisis económica y social que vivimos producto de la pandemia que generó la covid-19.
Otro ejemplo, durante el gobierno de Martin Vizcarra en la que se judicializó la política al extremo, perdimos la oportunidad del gran proyecto del tren bioceánico que hubiese generado directamente al país entrada de capitales y conexión al Asia pacífico, pero no. Dicho proyecto, frente al error de nuestra “clase política”, fue acogida por los chilenos que, pese a también tener enfrentamientos, lograron unirse para que Piñera atraiga ese proyecto importante al vecino país del sur.
En tiempos de normalidad política se precisan de reformas para cambiar dicha situación, pero en tiempos turbulentos como el que vivimos, acechados por los populismos que detestan cualquier atisbo de participación política activa y fiscalizadora, es que precisamos de acercarnos a la profesionalización de la política y los políticos.
¿Cómo? Es importante para dicho cometido, volver a acciones del origen de los partidos, y una de ellas es el de generar escuela política. Escuela política entendida como la capacidad de enseñar a la militancia y ciudadanía la otra cara de la política partidaria. Sí, la otra cara, la de políticos con visión de estadistas, con vocación de diálogo y con convicción por el servicio social.
Para ello es necesario que los partidos salgan de sus cuatro paredes y comiencen a realizar actividades itinerantes, acercar la política así a los vecinos y ciudadanos. Motivar mentes y corazones mediante la creación de proyectos de ley o políticas públicas y haciendo entender que la creación de riqueza y del capital es necesario para que haya un Estado efectivo y eficiente sin ser tan elefanteasico. Todo eso requerimos para reconstruir los lazos de confianza entre políticos y ciudadanos, así como para reconstruir la gobernabilidad que nuestra joven democracia requiere.