EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.
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La cuasi aceptación de la colaboración eficaz de Karelim López señalando que habría entregado dinero, a través de Bruno Pacheco, exsecretario de Palacio, al propio presidente Castillo a cambio de favoritismo en obras públicas, roza los términos suficientes para resucitar, esta vez con mayor fundamento, la posibilidad de una vacancia presidencial.
Karelim López, visitante de Palacio y del pasaje Sarratea en Breña, concurrió entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre, según revela IDL Reporteros, a la oficina del procurador anticorrupción Javier Pacheco y luego a la de la fiscal anticorrupción Karla Zecenarro, con el objetivo de ofrecer su colaboración eficaz.
La misma le fue negada porque Karelim López no aceptó, en principio -requisito legal para acogerse a dicha figura-, admitir culpa en el delito investigado y “luego, revelar, con pruebas, otras ilegalidades que pudieran servir para contrapesar la responsabilidad confesada”. Puntualmente, se le pedía que reconociese haber cometido tráfico de influencias sen el caso del puente Tarata, obra adjudicada, como aparente intercambio de favores.
Está en la cuerda floja nuevamente el Primer Mandatario. Bastará que López, reconvenida por su abogado, acepte lo solicitado por la fiscal y aporte más pruebas, que certifiquen la relativa veracidad de sus dichos, o indicios suficientes de que el tema alcanza al Presidente, y la vacancia volverá a estar en ristre.
Y dado ese caso, esta vez será difícil que los partidos que lo protegieron en la última oportunidad que se votó por la vacancia -particularmente Acción Popular y Alianza para el Progreso-, se sumen al tándem oficialista de protección.
La interpretación más estricta de la incapacidad moral permanente -que fue la esgrimida por el magistrado del Tribunal Constitucional, Eloy Espinoza en su oportunidad-, hablaba de ella como de una minusvalía psíquica, mental, que incapacitase al mandatario para gobernar. La interpretación de Marianella Ledesma y Carlos Ramos -quienes junto con Espinoza, votaron por precisar el tema- era que aludía al incumplimiento de ciertas condiciones morales para ejercer el gobierno.
Ajustada a esta segunda interpretación, más sensata, si se prueba que Castillo, a los pocos días de llegar a Palacio, recibió una coima para facilitar el acceso a obras públicas de una “oferente”, califica de lleno en el rango de incapacidad moral permanente. Por cierto, ¿a esa “chanchita” se habrá referido Castillo cuando, asustado, la mencionó, casi autoinculpándose, aludiendo al contenido de los audios que él temía que saliesen en un programa dominical? Queda claro, una vez más, que el principal promotor de su vacancia es el propio Presidente de la República.
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Si es cierto que Castillo está siquiera elucubrando la posibilidad de darle salida soberana al mar a Bolivia por territorio peruano, como ha denunciado un importante grupo de diplomáticos peruanos, encabezados por el excanciller Allan Wagner, bastaría y sobraría como causal, no solo de vacancia, sino de acusación de traición a la patria.
Finalmente, gracias a la presión política desplegada, la cumbre Runasur, prevista para los próximos días, ha sido cancelada. En ella, bajo el liderazgo de Evo Morales y so pretexto de un discurso anticolonial y anticapitalista, se buscaba infiltrar a la región de un espíritu antirepublicano que, como cereza del postre, contenía dicho “obsequio territorial” del Perú a Bolivia.
No es broma lo que se está queriendo gestar, porque supondría la destrucción de las democracias representativas en la región -máxima aspiración republicana- y su reemplazo por asambleas plurinacionales, que a la postre ocultan una vocación dictatorial, como las que se aprecian en los países contaminados por su ideología de base.
Geopolíticamente, es menester actuar preventivamente respecto de semejante proyecto. Hay una clara insatisfacción subregional por parte del mundo andino -en particular del sur- en relación a la dinámica social capitalina o costeña, que ya es aprovechada por caciquismos regionalistas que aparecen y triunfan en cuanto proceso electoral local existe (los partidos nacionales hace tiempo han sido borrados del mapa electoral en estas regiones), y que podría crecer si se le soslaya.
Por lo pronto, se necesita modificar sustantivamente tres temas cruciales: uno, la descentralización, que solo ha dado pie, en muchos casos, a ineficiencias pavorosas en el manejo administrativo de los recursos públicos que en estas localidades se manejan; dos, la legislación del canon y las regalías mineras, que han permitido que buena parte de los dineros que provee la actividad capitalista moderna termine en los bolsillos de autoridades corruptas y no directamente en los que deberían ser beneficiarios (quizás la propuesta de Keiko Fujimori de hacer entregas monetarias directamente a los ciudadanos, pecaba de individualista y por eso fue rechazada por los propios electores locales, pero el reparto directo, soslayando a los gobiernos subnacionales, es una buena idea que debería cuajar, tal vez en favor de las comunidades y no de los individuos); y, tres, debe emprenderse una cruzada nacional contra las mafias delictivas que prosperan en las zonas mencionadas, atentando directamente contra el Estado-Nación (quizás Puno sea el mejor ejemplo: allí coexisten el contrabando, el narcotráfico, la tala ilegal, la trata de personas y la minería informal, todas contestatarias del ente estatal).
-La del estribo: emocionante ver el documental Get Back del director neozelandés, Peter Jackson, sobre imágenes inéditas del proceso creativo del álbum Let it be, de The Beatles, y que se propala en Disney Channel, pero que, faltaba más, ya su proveedor favorito tiene. Quien escribe es un flamante sesentón que siempre prefirió a los Rolling Stones -vieja “querella” entre aficionados-, pero que se rinde ante la genialidad de los de Liverpool, más aún luego de ver las casi ocho horas estupendas que dura este documental que muestra las entrañas, ya finales (culmina con su última actuación en vivo en la famosa azotea de Apple, poco antes de su ruptura definitiva), del grupo musical británico.
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Si el presidente Castillo cree que el fracaso de la moción de vacancia supone una vuelta a fojas cero y que los dislates cometidos con insólita fruición en sus primeros 130 días de gobierno, pasan al olvido y todo empieza de nuevo, cometería un nuevo error, que se sumaría a su largo rosario de estropicios políticos cometidos en lo que va de su gestión.
De hecho, cuando el próximo año su nivel de popularidad siga cayendo (hoy la encuesta de Datum muestra una caída en su aprobación de 40 a 32% y un crecimiento de 50 a 59% de su desaprobación), cuando la crisis económica empiece a hacerse sentir en términos de menor bienestar (mayor pobreza y desempleo), cuando eventualmente acontezca la tercera ola, y cuando, además, se acerquen las elecciones municipales y regionales, que harán que los partidos del ubicuo centro (particularmente Acción Popular y Alianza para el Progreso) se intenten desmarcar de un gobierno que para entonces seguramente rozará el dígito de aprobación, sobrevendrá un “momento destituyente”.
Y cuando eso ocurra, todo lo anterior, denunciado hasta ahora, se empozará y se sumará a las nuevas denuncias que eventualmente surgirán, dada la desprolijidad con la que este régimen maneja la administración pública. Ya no serán el jirón Sarratea ni los baños de Palacio el epicentro del escándalo, pero habrá, seguramente, otros lugares y otros personajes cercanos a Palacio comprometidos en inconductas que volverán a rozar al Presidente.
Si Castillo cree que ha salido empoderado en su línea de conducta y se ratifica en ella, va camino, pronto, al suicidio y a lograr que una segunda ola vacadora se lo lleve de encuentro de Palacio, esta vez involucrando ya no solo a las bancadas de derecha, que, por precipitadas, arruinaron siquiera el objetivo de hacerlo comparecer al Presidente ante el Congreso, sino a aquellas del centro que esta vez le dieron su respaldo.
La paciencia política ya se agotó con Castillo. La calle lo desaprueba y pronto lo hará toda la clase política de oposición, si no es capaz de entender que tiene que enmendar rumbos, rápida y estructuralmente, descartando tesis maximalistas como la de la Constituyente, y acercándose a posturas de centro antes que a escenarios de confrontación radicales.
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Ha sido una dura derrota política de la derecha congresal que no se haya admitido siquiera a debate la moción de vacancia presidencial presentada por la congresista Patricia Chirinos. Este sector tiene, en principio, 43 congresistas (sumando Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País) y, al final, solo logró convencer a tres más para que se sumen a su pedido. Un fracaso por donde se le mire.
Hay muchas razones que explican lo sucedido. Primero, el Ejecutivo, increíblemente -dada la banal impericia del Presidente- les ganó por puesta de mano una ronda de diálogos con otras bancadas. La derecha, ensimismada en su propósito vacador, no atinó a realizar una labor de convencimiento de su causa, ni siquiera de la eventual conveniencia, ya no de vacar a Castillo, sino de obtener los votos suficientes para llevarlo al Congreso, que era un propósito loable y atendible por sí mismo.
Segundo, se precipitó en sus actos. No transitamos un “momento destituyente”. Según las encuestas del IEP y de Datum, la mayoría del país está en contra de una vacancia. Siendo como es, un proceso semejante, no solo un acto jurídico sino, sobre todo, político, la derecha debió medir mejor sus fuerzas.
Tercero, sin duda, el efecto anticlimático que produjo una inflada denuncia periodística que terminó por desvirtuar la gravedad de los hechos originalmente denunciados y que terminó dándole argumentos a quienes sostenían que estábamos ante una conspiración política y no ante una acción de control necesaria frente a un Primer Mandatario sordo a las exigencias ciudadanas de transparencia.
Se equivocaría rotundamente la derecha peruana si cree que igual habría sido un logro lo obtenido, ya que sería, según su antojadiza interpretación, la primera piedra de un proceso que se retomará en otro momento, que lo ocurrido habría debilitado al régimen, y que al poner el tema sobre el tapete habría roto el tabú que puede existir en nuestra clase política al respecto.
No solo ha fortalecido al Ejecutivo, sino que, eventualmente, puede haber logrado el efecto adverso de obligar a Castillo a recomponer una alianza con los sectores más radicales del cerronismo para sentirse a salvo. En lugar de atraerlo al centro, como era deseable, una vacancia precipitada y tontamente conducida, podría llevar al Presidente a sentir la necesidad de atrincherarse y transitar nuevamente los circuitos de la confrontación y el afán de refundación constitucional.
Eso pasa cuando niñatos en política se meten a hacer cosas de mayores. La derecha ha jugado a la vacancia como si fuera una puesta en escena teatral, sin fundamento político ni sentido estratégico. Ese error le va a costar caro al país.
Luego de poco más de cuatro meses del gobierno de Pedro Castillo, la vacancia, o al menos el intento de, parece ser casi inevitable. Se repite la historia de los últimos 5 años, en donde la vacancia jugó un rol predominante en nuestra inestabilidad política, incrementando tensiones, y, a mi parecer, generando una crisis mayor en el país. Por ello me pregunto, ¿vacar a Castillo resolvería el problema de fondo?
Volviendo 5 años atrás, se dio el primer intento de vacancia con PPK, que, si bien él terminó renunciando, su salida solo llevó a que se continúen incrementando las tensiones entre el Ejecutivo y el Congreso. Recordemos el Congreso obstruccionista de Fuerza Popular que llevó a que se genere esta situación. La renuncia de PPK puso a Vizcarra como presidente de la República, y justamente para poder gobernar y evitar este obstruccionismo, es que decide cerrar el Congreso y convocar a nuevas elecciones. Aún así, las tensiones continuaron y terminaron con la vacancia de Vizcarra.
¿Los promotores de esa vacancia tenían en mente las consecuencias de lo que finalmente sucedió? Tuvimos días de protestas masivas en todo el país que desencadenaron en la muerte de dos jóvenes, muchos heridos, una caída del nuevo gobierno de Merino en solo 3 días, y la creación de una nueva mesa directiva para gobernar el país. Recuerdo escuchar días después a varios congresistas de diversos partidos pidiendo disculpas por votar a favor de la vacancia, la mayoría argumentando que no previeron las consecuencias de su decisión.
Hoy en día, Castillo ha dado muchos más motivos de los que dio Vizcarra para ser vacado. Para comenzar, es un presidente que no da la cara, que no rinde cuentas, que no demuestra transparencia. ¿Por qué, a pesar de todo, Vizcarra tenía tanta popularidad? Justamente porque siempre se dirigía a la población, dando calma y explicando las acciones que se estaban tomando dada la crisis sanitaria que estábamos viviendo. Castillo, por el contrario, ante las acusaciones en su contra, su vago mensaje fue: “Deslindo de cualquier acto de corrupción. […] Las reuniones oficiales únicamente se realizan en Palacio de Gobierno. En mi domicilio solo he recibido visitas de carácter personal”. ¿Es esto suficiente cuando existen videos que prueban lo contrario? ¿Es esto una causal para ser vacado por incapacidad moral?
Actualmente existe un gran vacío en lo que vendría a ser la definición de incapacidad moral permanente, que prácticamente se engloba en comportamientos que no son éticos. Si nos basamos en ello, entonces Castillo ha tenido varios comportamientos no éticos durante sus cortos 4 meses de mandato. Por poner un par de ejemplos, tenemos las dudosas asignaciones a cargos públicos saltándose la meritocracia, como fueron los cuestionados ascensos de las FF.AA., o los cargos otorgados a sus familiares como es el caso de su sobrino Fray Vásquez, integrante de la comisión de transferencia del Ministerio de Defensa, y cuya única experiencia laboral es la de ventas de pollos a la brasa en Chota. Es decir, se contrató a un vendedor de pollo a la brasa para que supervise información técnica de la seguridad nacional, solo por ser sobrino del presidente.
Los ejemplos mencionados, sumado a las reuniones secretas de Castillo en el local en Breña que dan pie a un posible caso de corrupción, ponen en cuestionamiento la ética del actual presidente de la República, y le da argumentos más sólidos al Congreso para poder vacarlo. Pero ¿los problemas de gobernabilidad se resolverán con un simple cambio de la cabeza del Ejecutivo? ¿El 25% de aprobación de Castillo será suficiente para que se generen protestas masivas como ocurrió con Vizcarra? ¿Dina Boluarte tendrá un mejor desempeño que Castillo? ¿Renunciará? ¿Se quedará? Lo cierto es que esta vez los congresistas deben hacerse responsables de las consecuencias de sus decisiones, no podemos tener 5 años más de crisis, y es necesario un acuerdo centroderechista en el legislativo que, en caso se dé la vacancia, evite una mayor inestabilidad política y una lucha de poderes en el Congreso.