Castillo

Lo que causa rechazo es que el proceso de exterminio ideológico de la izquierda “caviar” en la que se halla empeñado el Congreso de la República, en base a la mayoría espúrea conseguida por la alianza entre el fujimorismo y el cerronismo, es que sucede por la puerta falsa.

Es equivalente a lo que se quiso hacer con el gabinete Flórez Araóz durante el cortísimo mandato de Manuel Merino. De la noche, a la mañana, la inmensa mayoría de la población que endosaba su respaldo a Martín Vizcarra se encontró con otro gobierno, de cariz distinto, queriendo hacer y deshacer.

En el caso actual sucede lo mismo. La población votó mayoritariamente por Castillo y ahora ve con sorpresa que desde un Congreso envalentonado se quiere hacer tabla rasa de uno de los sectores que facilitó el triunfo del maestro chotano.

Si alguien quiere emprender una restauración conservadora, como la ha bautizado Rosa María Palacios, o, mejor aún, una conversión del Estado peruano en uno derechista liberal y despejar las habitaciones de resabios izquierdistas, hasta bienvenido sería, pero debe hacerse con la legitimidad precedente de haber conquistado el poder por las urnas.

Como bien señala Michael Reid, exdirector senior de The Economist, “el desafío que enfrenta el Perú es sobre todo político. Es volver a construir organizaciones políticas que tengan credibilidad con los ciudadanos y que puedan agregar intereses e implementar políticas buenas. Ahí está el desafío en liderazgo y comunicación política”.

El Congreso, con este intento de tirarse abajo a toda la Junta Nacional de Justicia por causas injustificadas, está yendo más allá de la legitimidad que posee e, inclusive, de la legalidad de la propia medida que quiere implementar. Así no se construye una república derechista ni mucho menos. A trompicones, con leguleyadas y trastiendas jurídicas lo único que se logra es reacciones adversas y efectos contrarios al buscado.

Si la derecha quiere efectuar una poda ideológica en el Estado peruano, tiene el derecho político de hacerlo si es que, previamente, ganase las elecciones y obtuviese mayoría congresal, y además gozase de un alto grado de aprobación, pero no lo puede hacer un Parlamento hechizo, armado con componendas truchas, y con una desaprobación que bordea casi el absoluto rechazo ciudadano. Y encima con trampas jurídicas ostensibles y groseras, como las que apreciamos en el caso de la JNJ, la que, dicho sea de paso, tampoco ha puesto de su parte con un comportamiento ejemplar.

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Al paso que anda la centroderecha en el Perú, no es improbable que el 2026 o antes (no está descartado un proceso de vacancia de Dina Boluarte), la definición de la segunda vuelta se produzca entre dos candidatos de la izquierda.

La centroderecha va a presentar alrededor de veinte candidatos, ninguno hace campaña con tiempo, esperan a la última hora electoral para activarse, no recorren el país, no plantean propuestas atractivas y disruptivas.

La izquierda, si bien va a mostrar una baraja más amplia de lo normal (seis o siete candidatos), tiene algunas ventajas que corren a su favor. Lo más probable es que el sur andino vote en primera vuelta como votó en la segunda vuelta del 2021, es decir 80% o más a favor de alguien de izquierda radical. Solo con eso ya tiene asegurado el pase a la segunda vuelta. Y alcanza para que sean dos los que lo hagan si sumamos el bolsón de votos del resto del país, que identifica la desaprobación altísima al gobierno actual con una descalificación de la derecha, la misma que no marca distancias del régimen, y anda feliz, e irresponsable, porque ello sirvió para que saliera Castillo del poder.

A la izquierda le cayó del cielo la salida abrupta del poder del nefasto Castillo, porque, tanto en su vertiente radical como moderada, se estaba achicharrando por su punible complicidad con los latrocinios administrativos, políticos, económicos y, sobre todo, corruptos que el régimen del Atila chotano estaba desplegando.

Hoy se viste de virginal oposición a Dina Boluarte, construye la narrativa de que se enfrenta a un gobierno genocida y autoritario de derecha, y lamentablemente no halla respuesta polémica de una derecha que también debería, pero desde otra perspectiva, marcar distancia de este gobierno mediocre y precario que nos ha tocado en suerte bajo el mando de la dupla Boluarte-Otárola.

Restan casi tres años para la campaña electoral, pero si la centroderecha no reacciona a tiempo, le dejará la mesa servida a la izquierda, que con gran injusticia histórica, saboreará nuevamente las mieles del poder y se abocará, como siempre ha ocurrido, a destruir el país.

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De por sí es grave que el gobierno esté empeñado en convertir a la parte informativa del canal del Estado, en una sucursal del área de prensa de Palacio de Gobierno, es decir una caja de resonancia y de apoyo mediático a las labores del Ejecutivo y, en particular, de la presidenta de la República.

Lo más preocupante, sin embargo, es que pone de manifiesto un grosero error de interpretación de los orígenes de la crisis política por la que el régimen transita. ¿Cree que con noticias positivas del canal estatal o cobertura amplia de sus actividades mejorará sus niveles de aprobación? ¿Es esa la lógica que anima al entorno de asesores palaciegos, creer que está allí la madre del problema?

Bastaría, según estos “inteligentes” asesores, con asegurarse una mirada positiva y amplia de las actividades del gobierno, y la puesta de soslayo de sus errores, para que poco a poco Dina Boluarte vaya subiendo en las encuestas y mejorando su performance ante la opinión pública.

Ello, lo que revela, es que no están entendiendo nada de la lógica política que lleva a que Boluarte tenga, según la última encuesta del IEP, la mayor desaprobación desde que inició su gobierno, o que la mayoría piense que su gestión es peor que la de Castillo (lo cual no es cierto, pero así lo percibe la ciudadanía).

Mientras el gobierno no tome cartas en el asunto en el tema pendiente de los muertos de diciembre y enero y mientras, a la vez, no emprenda agresivamente políticas públicas reformistas o audaces, la población percibirá que es un gobierno mediocre, pasivo, inerte, además derechizado y traidor de sus orígenes.

Ello pesa infinitamente más que la labor independiente de uno o dos reporteros o editores del canal del Estado, despedidos intempestivamente en las últimas semanas por haberse atrevido a mostrar cierta neutralidad respecto de los andares del gobierno. El Ejecutivo puede tener el canal estatal sometido al ciento por ciento y no va a subir ni una décima en sus tasas de aprobación.

Ensimismado, al parecer, en la guerra ya no tan sorda entre el premier Alberto Otárola y el hermanísimo de la presidenta, este gobierno no da pie con bola a la hora de tener un diagnóstico correcto de las causas de la crisis política que lo agobia.

 

 

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Cuando la fraseología ideológica se usa sin fundamento, se pervierte cualquier posibilidad de discusión productiva. Es lo que está pasado ahora con el gobierno de Dina Boluarte y el ejercicio del poder que está ejerciendo un Congreso abierta y desembozadamente derechista.

¿Serlo los vuelve fascistas? Uno puede criticar ciertas decisiones gubernativas o congresales, u otras hechas en complicidad, pero no debería extenderle por ello partida de defunción a la democracia. Se ven tan fuera de la realidad a quienes hablan de dictadura congresal o régimen fascista de Boluarte, como los que, desde la derecha, durante el fallido régimen de Castillo, hablaban sin ningún criterio sensato, de la dictadura comunista que nos gobernaba.

Hay mucho por criticar del proceder de un Parlamento mediocre, corrupto y autoritario. La destrucción de la reforma universitaria, el intento de copamiento de otras instituciones (aunque sea normal en cualquier Parlamento del mundo con mayoría suficiente para proceder a ello), es discutible poner en el mismo saco la inhabilitación de Zoraida Ávalos, quien nunca, en verdad, debió ser ratificada por la Junta Nacional de Justicia, la arremetida anunciada contra los organismos electorales por razones infundadas, la falta de reformas importantes (ha sido vergonzoso el retroceso del fujimorismo en el tema de la bicameralidad), etc., pero no es verdad que el Congreso sea comparsa plena del Ejecutivo, y que, por ende, haya desaparecido la separación de poderes y, en consecuencia, haya muerto la democracia, como se ha dicho con más afán de impacto mediático que cercanía con la realidad política que hoy nos define.

Hay que activar los mecanismos de vigilancia democráticos y, además, estar pendientes del proceder de los poderes del Estado que hoy nos gobiernan, porque la contrarreforma que se ejecuta podrá ser legítima, pero no por ello está o puede estar libre de merecidas y duras críticas cuando se cometen en su nombre dislates como los mencionados.

Pero la batalla política debe empezar con la corrección en los términos y no mediante fraseología sensacionalista que no resiste el contraste de la realidad.

-La del estribo: imperdible la monumental muestra Los Incas. Más allá de un imperio, que se expone en el MALI. La muestra incluye una selección de más de 250 objetos arqueológicos y obras de arte procedentes de colecciones públicas y privadas, muchas de ellas nunca exhibidas, y comprende desde sus orígenes hasta el Tahuantinsuyo, incluyendo su supervivencia en el periodo colonial. De manera complementaria se presenta Piedra en imagen. Lo inca en la fotografía, ca. 1900-1940, curada por Natalia Majluf. Va hasta el 26 de noviembre.

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Bicameralidad, Castillo, Congreso, Dina Boluarte, Natalia Majluf., Zoraida Ávalos

Ya no existe una izquierda socialista claramente consolidada (después de verla de cómplice del castillismo, queda claro que lo suyo no tiene a la ideología como parámetro de conducta). El centro está vacío de contenido y desolado por la atracción que ejercen los movimientos polarizantes que vienen creciendo en el Perú y en el mundo. La derecha ha perdido su identidad liberal y se ha convertido paulatinamente en un amasijo de intereses mercantilistas, autoritarios y conservadores. Ya no hay un PPC o un Movimiento Libertad en el horizonte, salvo dos o tres esfuerzos, aún nacientes, en perspectiva. Y el APRA, que era el partido históricamente doctrinario, hoy no se sabe lo que es.

Así, no hay forma de que los partidos políticos se consoliden, se vuelvan a convertir en fajas de transmisión de intereses colectivos y en canales de representación de aglomeraciones cívicas. El 2026, al menos, volveremos a ver más de lo mismo que hemos sufrido en los últimos procesos electorales.

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“Fueron unos minutos confusos cuando los oficiales leales a la Constitución nos informaron que Castillo y Torres estaban saliendo de Palacio hacia la Embajada de México situada en una casona sanisidrina. En ese momento, la fiscal Benavides llama al comandante general de la Policía Nacional, quien estaba reunido con los otros comandantes generales y el jefe del Comando Conjunto. El alto jefe policial le dice a la doctora Benavides que podría detener al golpista en flagrancia. La titular de la acción penal le dice que proceda, que era lo ajustado a la legalidad. El comandante general de la PNP le dijo que ellos podían proceder en la medida que ‘usted lo autorice y nos respalde, porque en esos temas la legalidad la conduce el Ministerio Público’. Como en esos momentos la situación era aún confusa, la fiscal y el general deciden esperar hasta que el Congreso consiga los 87 votos para subrogar al Presidente de la República. Por eso, una vez que se consiguen los 101 votos y se lee la resolución que declara vacante la sede del Poder Ejecutivo, se le ordena a un destacamento de la Sub Unidad de Acciones Tácticas (SUAT) que detenga a la caravana presidencial, capture al ciudadano Castillo Terrones y lo conduzca a la Prefectura. En síntesis, en el momento que el presidente del Congreso lee la resolución de la vacancia, y Betssy Betzabe huye con rumbo desconocido, Castillo y Torres son detenidos por la Policía.

Una vez detenidos los golpistas, la Fiscal de la Nación se dirige a la Prefectura para realizar los actos propios de tan histórico momento”, nos dice con voz firme y perfecta dicción nuestro informante.

Finalmente, nuestra fuente nos dice: “Minutos después de escuchar el acta de detención, el expresidente Castillo mira a la fiscal Benavides y le pregunta: ‘¿cómo está mi hijita, cómo está mi Alondrita?’. Castillo sabe que ha perdido”.

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Castillo, Dina Boluarte, golpe

Ojalá se consigan hoy los 87 votos necesarios para librarnos de esta lacra gubernativa que se ha instalado en Palacio. Que se produzca la sucesión constitucional y, como bien ha dicho Jorge Nieto, se constituya un gabinete de salvación nacional, bajo la conducción de Dina Boluarte, y se proceda, en el más corto tiempo posible, a una reforma constitucional que nos lleve al adelanto de elecciones generales, y que sea el pueblo, con su voto en las urnas, el que termine de limpiar la mugre y volver a empezar.

Es el único camino posible para salir del estado de calamidad al que Castillo va a conducir el país en años venideros críticos en materia internacional, que con un régimen dedicado tan solo a robar de donde se pueda, sin ninguna política pública en mente, arruinará al país, política, económica, social y, sobre todo, moralmente.

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Castillo, Vacancia

Pero lo que merece mayor énfasis, cabe reiterar, es el fracaso diplomático y político del gobierno, porque no ha logrado su propósito esencial, que era denunciar una estrategia golpista de la oposición derechista y que era ello lo que amenazaba la estabilidad democrática del país. De eso, ni un renglón en el informe preliminar de la OEA. Por lo menos, no se tragado el sapo expuesto por el canciller Landa en la sesión extraordinaria del 20 de octubre.

Vemos difícil que la oposición logre sacar democrática y constitucionalmente a Castillo del poder. Pero no es posible negarle el derecho legítimo de intentarlo dentro de los cauces que la propia Constitución establece. Eso no es golpismo. Eso es democracia y Castillo, luego del traspiés de la OEA, debería empezar a entenderlo.

-La del estribo: a leer con placer el libro del correcto e inteligente periodista deportivo, Juan Carlos Ortecho, La fe de ayer, amor, fútbol y revolución, una novela que nos habla de fútbol, de política, de dictaduras, del terrorismo, bajo la perspectiva de una mirada infantil, que incluye a toda una generación que se va a identificar con el imaginario que recorre este libro editado por Plaza Janés.

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Castillo, OEA

Seguiremos en lo mismo, lamentablemente, con un Ejecutivo y un Congreso torpes y mediocres, sin ninguna reforma importante en curso, sin ninguna política pública decente, con una degradación irreversible de la atmósfera política y una parálisis económica segura (Castillo, según frase del economista Elmer Cuba, es el equivalente a un fenómeno del Niño para la economía nacional).

Y lo preocupante, no nos cansaremos de decirlo, es que ese escenario construye los cimientos psicosociales necesarios para que surja y crezca una opción disruptiva y antiestablishment una vez más en los próximos comicios electorales. Y mientras el centro y la derecha andan dormidos creyendo que la campaña debe empezar pocos meses antes de la elección, Antauro Humala ya recorre el país de palmo a palmo y se despliega en medios de comunicación regionales, que son los que en el Perú, fuera de Lima, realmente inciden e influyen. Ese es el peligro mayor que la mediocridad vigente incuba.

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