Salud pública

La lamentable muerte del primer vicepresidente del Congreso, Hernando Guerra García, producto de una desatención sanitaria en una posta médica de la Punta de Bombón en el valle del Tambo, debiera servir de acicate para que de una vez por todas el Estado peruano tome en serio la urgencia de emprender una radical reforma de la salud pública en el país.

Ya la pandemia nos había puesto de relieve la calamitosa situación de un servicio básico, universal y gratuito -supuestamente- para todos los peruanos, y se esperaba que ello sirviera para hacer algo al respecto, pero pasó la emergencia del covid y simplemente no se ha hecho absolutamente nada.

Casi 25 años de bonanza económica y fiscal no han servido para que uno de los servicios mínimos de un Estado decentemente inclusivo y equitativo, sea brindado con relativa dignidad.

Al día, cerca de 150 mil peruanos acuden a algún centro médico, posta u hospital estatal para buscar atención a un problema de salud, y lo que reciben de respuesta es indolencia, ineficacia, rechazo y maltrato. Si consideramos reincidencia, podemos decir que cerca de diez millones de peruanos al año, en algún momento de su vida busca atender un problema en algún centro público (sea del Minsa o de EsSalud -que es otra calamidad-) y la respuesta del Estado es un detonante de disidencia, indignación, ánimo antiestablishment, hartazgo con el orden establecido y el modelo.

Los gobiernos de transición simplemente se zurraron en una de las reformas más importantes si se quiere brindarle gobernabilidad democrática al Perú. Para llamar a mayor escándalo, según ha referido Pedro Cateriano, con espanto, en los últimos cinco años (entre el 2018 y el 2022) se han dejado de gastar, a pesar de estar presupuestados, ocho mil millones de soles en el sector salud, incluyendo gobierno nacional, regionales y locales. O, como ha revelado el exministro de Economía. David Tuesta, en el primer nivel de salud, solo hay 17 médicos por cada diez mil habitantes, solo 51% tiene medicamentos esenciales, 95% está en condiciones inadecuadas y solo 43% funciona al menos doce horas.

Dina Boluarte tiene tres años por delante para gobernar. Al menos debiera hacer algo bien hecho, con equipos técnicos y asesoría internacional, en un sector básico para la viabilidad cívica de cualquier país democrático, como es la salud pública.

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Hernando Guerra García, Reforma de Salud, Salud pública, Sistema de Salud

Quien quiera tener alguna posibilidad electoral el 2026 (o antes, ya no se sabe) va a tener que tomar la mayor distancia política posible del régimen fallido de Dina Boluarte y el premier Alberto Otárola.

El gobierno es una lágrima en cuanto a la resolución de los cuatro principales problemas que aquejan a la población (inseguridad ciudadana, corrupción, crisis económica y salud pública). La seguridad urbana se reduce a cotos muy exclusivos y la mayoría de ciudadanos del país está expuesta a la delincuencia creciente (el Tren de Aragua y el Comando Vermelho actúan con absoluta impunidad). El Perú no es un paraíso para las inversiones sino para el delito y demagógicos estados de emergencia no van a resolver nada.

La corrupción campea en todas las instancias del sector público (desde guachimanes hasta gerentes) con absoluto descaro. La crisis económica ya claramente no depende de factores externos (pandemia y guerra Ucrania-Rusia) sino de factores internos que provocan la caída de la confianza empresarial y el concomitante desplome de la inversión privada, principal sostén del crecimiento económico.

Por su parte la salud pública sigue siendo un desastre. Cerca de 150 mil peruanos acuden todos los días a alguna entidad de salud pública y son tratados como ciudadanos de quinta categoría, sembrando disidencia masivamente. Y el gobierno no mueve un dedo para mejorar ello.

El régimen de Boluarte es el reino de la medianía más rampante. El papelón protagónico de su reciente viaje a Nueva York, donde no se ha reunido con nadie importante, solo refleja la mediocridad estructural de un gobierno que se encontró el poder de casualidad y no ha sabido responder a la altura de las circunstancias.

Y la derecha tonta, empezando por su cúpula empresarial, anda feliz de la vida simplemente porque hay aparente estabilidad y ya no hay conflictos sociales. Y ni qué decir de la clase política de la centroderecha parlamentaria que no agita ni un plumero si cree incomodar al oficialismo del Ejecutivo, no pasando de bravatas verbales o gestos parlamentarios irrelevantes (como la eventual censura a los titulares del Minem y de Defensa).

La oposición se está haciendo a sí misma un flaco favor otorgándole un periodo de gracia permanente a un gobierno que merecería, casi, el mismo maltrato que el desastre de Castillo (quien, a pesar de todo, obtuvo sumisamente la confianza de todos sus gabinetes). Las urnas se lo van a hacer pagar caro.

 

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corrupción, Crisis económica, inseguridad ciudadana, Salud pública

A raíz del sensible fallecimiento cientos de pobladores de Paracas se han movilizado para exigir a las autoridades las garantías para la salud pública del distrito. El día lunes 15 del presente mes, se realizó una marcha pacífica para que las autoridades municipales en conjunto al Gobierno Central puedan brindar un presupuesto para la construcción de un centro de salud que tenga atención las 24 horas. Ello, con la finalidad de garantizar la salud pública en el segundo lugar turístico más visitado del Perú.

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El Chaco, Javier Juárez Carrasco, Paracas, posta médica, Salud pública

-Potenciar las alianzas público-privadas para generar una inversión multimillonaria en infraestructura de todo tipo, de la que el país carece y sin la cual es insostenible el desarrollo productivo del país.

-Abrir todos los mercados cerrados o parcialmente cerrados, a la libre competencia nacional e internacional.

-Flexibilizar las torpes normas laborales, que, por rígidas, solo contribuyen al empleo informal y a la falta de resguardos mínimos que todo trabajador debería tener (seguro de desempleo, cobertura de salud, garantías laborales, etc.).

-Profesionalizar la administración pública. Extender los alcances de Servir a cuanta entidad estatal se pueda y lograr así un manejo relativamente eficaz de las políticas públicas. ¡Adiós primos, sobrinos, amigos, partidarios!

-Finalmente, establecer, entre los firmantes del pacto, mecanismos internos de rotación de poderes y de resolución de conflictos. Si no, por más acuerdo programático que haya, a la primera crisis estalla la alianza centroderechista que se propone.

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centroderecha, Descentralización, Educación, Salud pública

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antiestablishment, Estado, Salud pública

Una de las banderas principales que la izquierda enarbola en el mundo es el de la provisión de una salud pública eficiente, digna, capaz de contribuir a la creación de ciudadanía.

Porque, efectivamente, no hay mejor forma de hacerle sentir a la población que el Estado se preocupa por su bienestar y considera a sus compatriotas ciudadanos de primera clase, que proveerle de salud y educación gratuitas de primer orden, competitivas y comparables a las que pueda ofrecer el sector privado.

Bueno, pues, la pregunta que, al cabo de cinco meses de gestión, cabe hacerle al ministro de Salud, Hernando Cevallos, es qué está haciendo al respecto. Porque la logística de la vacunación, que viene funcionando adecuadamente, suponemos que no genera un desvelo de tiempo completo en el titular de la cartera, ya que habrá funcionarios subalternos encargados de velar por el eficaz cumplimiento de los planes anticovid.

¿Se va a integrar por fin el Minsa con EsSalud, eliminando la contribución que hace el empleado, bajo retención de su sueldo, a un sistema de seguro, práctica absolutamente antitécnica (como la de las AFP)? ¿Se va a integrar el SIS al resto o a universalizar? ¿Se ha previsto partidas presupuestales para compensar la pérdida de ingresos de EsSalud? ¿Entre las prioridades que el gobierno se ha trazado, con las facultades delegadas, está esa reforma en la salud pública?

Al año se producen en el Perú, 70 millones de actos médicos, de los cuales 50 millones deben ser públicos, señalan los expertos. Casi 150 mil contactos médicos diarios en algún hospital, posta o centro de salud estatal. Y, me atrevo a señalar, en el 80 o 90% de esos contactos, el trato que el paciente y su familia reciben debe ser indigno. No les dan medicamentos porque no hay, no les dan citas porque están topadas, no les entregan camas porque son insuficientes, no los operan porque no hay médicos o salas disponibles; las muertes o daños médicos por cualquiera de esas causas debe superar ampliamente a aquellas que inevitablemente se deberían producir.

En suma, nuestra salud pública es una fábrica de peruanos antisistema, irritados con el Estado, prestos a cualquier narrativa antiestablishment, que sienten y resienten una situación que los coloca como ilegales dentro de su propio país.

¿Está haciendo algo al respecto el gobierno izquierdista de Castillo? Que se sepa, nada. Un ejemplo más de la pasmosa mediocridad gubernativa, medida, inclusive, bajo sus propios parámetros ideológicos.

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antiestablishment, Estado, Salud pública

Esa es la cifra hasta el 22 de mayo, ya oficial y actualizada, del número de fallecidos por covid en el Perú desde el inicio de la pandemia. Un número de espanto que nos convierte en el país con el mayor número de muertos per capita de acuerdo a su población, del mundo.

Mucho de responsabilidad en los gobiernos, sin duda. La mediocridad e indolencia lindante con la corrupción de Vizcarra para la compra de vacunas y la provisión de oxígeno y camas UCI, y la tardía reacción de Sagasti ante la segunda ola (él mismo ha reconocido que los tomó por sorpresa), explican en cierta medida el desastre.

Pero lo que más debería llamar a reflexión es que ese resultado lo que pone en evidencia es el fracaso del Estado peruano, en este caso con el tema de la salud pública, pero la misma situación la veríamos sin nos referimos a otros dos aspectos esenciales del sector público, como son la educación y la seguridad interna.

Y no es sólo ineficiencia o corrupción, lo que explica el desastre. Es verdad que el sector público es un paquidermo que no funciona si no es a las patadas y si no hay funcionarios públicos que se juegan el pellejo judicial haciendo que algunas cosas funcionen nada se mueve, y es cierto también que la corrupción campea en todo el aparato estatal haciendo que la poca inversión pública existente termine en bolsillos privados y no en los beneficiarios finales, como debiera ser.

También es preciso construir un nuevo Estado, de hecho no sólo más eficiente y menos corrupto, sino más grande. Suena a tirar los evangelios liberales por los suelos y seguramente escandalizará a algunos fundamentalistas ingenuos, pero el Perú necesita un Estado más grande. Somos el país con menor tasa de presupuesto público respecto del PBI de la región, y ya nuestra región es una de las que peores índices muestra al respecto en comparación al resto del planeta.

El Estado debe invertir y gastar más en esos tres aspectos esenciales: salud y educación públicas y seguridad interna. Es la única manera de construir un Estado equitativo e inclusive, que haga que la ciudadanía no voltee irritada cada cinco años a buscar un candidato antisistema que ofrezca patear el tablero, como sucede ahora con Castillo y seguramente el 2026 con Antauro Humala si no se hace nada al respecto.

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