Semana Santa

Como una gran mayoría de peruanos, yo fui educada dentro de la doctrina católica, en un colegio de monjas, por añadidura, donde desde chiquita nos hacían leer la Biblia, ir a misa, escuchar las clases de religión y repetir las frases adecuadas para cada ritual.

La Semana Santa era uno de esos acontecimientos importantes, que desde la mirada infantil podía significar dos cosas: vacaciones cortas en la playa o recogimiento familiar para comer ese salado bacalao con garbanzos que –menos mal– solo volveríamos a ver en las mismas fechas el año siguiente.

Pero creciendo fui dándome cuenta del significado de la Semana Santa y por qué es una fecha que reabre muchas esperanzas, seamos practicantes o no.

Una de las grandes interrogantes de los seres humanos desde tiempos prediluvianos es qué pasa después de la muerte. La ciencia hoy no logra dar una respuesta absolutamente conclusiva. Cada vez es más creciente el número de personas que apuestan a que la vida de cada uno acaba completamente después de que dejamos de respirar, por lo que las causas de la vida misma en este planeta se reducen a una cuestión de simple casualidad. La vida en general y la humana en particular, luego de la evolución desde algún primate antiguo, es una simple cuestión de suertes y coincidencias. Nada de Dios ni un espíritu creador. Por lo mismo, nada de una vida después de la materia. Como dice el refrán, «la vida es una sola».

Sin embargo, muchos preferimos explorar el territorio de la creencia para poder mirar nuestra precaria existencia en este planeta como un camino hacia un final menos incierto y oscuro. Pese a los descreídos, seguimos siendo una amplia mayoría los que fijamos nuestras expectativas en que alguna forma de continuidad debe darse, porque, si no, sería realmente absurdo que estemos aquí.

A menos que seamos psicópatas, en términos culturales las sociedades contemporáneas le dan un espacio a la empatía y a la solidaridad con los menos aventurados. Se supone que la política misma debe estar dirigida a mejorar las condiciones de vida de la población menos favorecida. Es decir, a pesar de que podamos creer que nada pasa después de la muerte, nos empeñamos a que en esta vida algo pueda hacerse para hacerla más llevadera.

Y esta tendencia que parecería no tener nada que ver con la religión, sino con los simples derechos humanos establecidos en un mundo secularizado, remite sin embargo a la idea que, según el mito cristiano, Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Por lo tanto, una existencia digna es lo mínimo que tendríamos que lograr para lograr cierta coherencia con ese origen, al menos desde el punto de vista de los creyentes.

La Semana Santa nos recuerda el martirio y muerte humana de Jesús, ese enviado de Dios en forma humana para redimirnos del pecado original, es decir, el que cometieron Adán y Eva al morder la manzana del paraíso y por lo tanto perder su inocencia primigenia. Creamos o no en esta narrativa cristiana, lo cierto es que Cristo (el ungido, título que se le añadió a posteriori a

Jesús) se las vio negras entre soldados romanos, fariseos y clavos que a cualquiera le causarían dolores insoportables.

Pero además de toda esa tortura (pensemos en las víctimas del genocidio en Gaza) lo curioso es que al tercer día volvió a la vida material, en carne y hueso, y los testimonios de sus discípulos y otras personas que lo rodearon apuntan a que subvirió el orden biológico a través de un poder que la ciencia de entonces y de ahora difícilmente podría explicar.

Creamos o no en esta historia, la simple posibilidad que que continuemos de alguna manera en este universo después de la muerte debería darnos fuerzas para seguir adelante en el mejoramiento de esta vida.

Quizá no resucitemos en carne, como dice el mito cristiano, pero algo podría quedar si nos conducimos según valores mínimos de convivencia y amor al prójimo.

Que la Semana Santa no sea solamente para ir a la playa y parrandear. Dentro de nosotros despertemos al Jesús que nos insufle de esperanza. 

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Esta casita de cartón abre sus puertas rememorando días de antaño en estas fechas, cuando en la quinta donde crecí mis primeros años de vida, Enrique Palacios, todavía aludes de fe brotaban de algunos vecinos, como la familia de mi gran amigo, el ‘pumita’ Andy (apodo que le pusieran por el famoso cantante del grupo Génesis), que lo llevaban a regañadientas a la iglesia o lo encerraban para hacerle ver la vida de Jesús en películas que se emitían por canales de señal abierta, como a varios alguna vez nos pasó, o como también cuando los niños teníamos la excusa al no tener clases para hacer ‘diabluras’ y media por el barrio, como jugar hasta altas horas de la noche fútbol en las veredas o las pistas, a las canicas, al trompo, a los ‘chipitaps’, a las escondidas, chapadas, etc. Pero a su vez, justamente entre esos recuerdos está uno en especial, porque descubría el otro lado del pueblo y del que era parte inevitablemente al ser hijo de provincianos emigrados a Lima. Y es que en aquellos tiempos mis padres se encontraban en separaciones y por eso me iba por temporadas a vivir al cerro San Cristóbal, donde mi tío Felix, en aquellos años donde los celulares no tenían cámaras que pudieran registrar al momento, o con un ‘live’ compartirlo o subirlo al Tik Tok, sino por el contrario, eran unos ladrillos que pocos tenían, y entre eso estaba un acontecimiento extraordionario, por el sentimiento popular entrañable que vería. Era el funeral de un vecino y quien lo despedía era el famoso ‘cantante de los muertos’ o de los ‘funerales’, como así también lo conocían a William Palomino, el popular ‘Chacalín’.
Cuenta la historia, que aquel chico humilde, ‘crema’ de corazón, tendría su primera oportunidad en un escenario por el recordado Tongo, quien lo conoció cuando vendía caramelos y cigarros, y en una presentación le invitaría a subirse en el escenario, y de allí no pararía con el estilo ‘chacalonero’ que lo distinguiría. Compartiendo escenarios con grandes de la chicha como ‘Papá’ Chacalón o el ‘Rey’ Vico. Y es que se dice que despidió a más de diez mil muertos en los cerros y barrios fervorosos de la Lima profunda. Curiosa y tristemente, quien lo hacía en despedida para los que están arriba, ahora lo hace presencialmente. Y es que todos lo que alguna vez éramos ‘patas de perro’ o hemos vivido en algún cono o calles o cerros candentes donde los vientos populares se respira, ha oído ‘Diabetes de amor’ (en relación a la penosa enfermedad que tenía) o aquella memorable interpretación allá por finales del 2016, un lunes aparentemente cualquiera y en un cumpleaños, en la ‘sabrosa’ Santa Anita, con los ‘herederos’ de los ‘bravos’ de la carretera central, Pity Coronado y Richard Navarro. Y los temas eran ‘Vasito de Licor’ y ‘Virgen de las Mercedes’, ésta última, canción emblema para las personas recluidas. Y de esto y en sí, en la búsqueda de ese palpito y sentir único que tiene el pueblo, del que no se puede describir pero que late en cada cerro o barrio profundo, escribiría en mi libro ‘Generación Equivocada’ este episodio real. He aquí a un párrafo:

«Allá en el cielo se escucha un canto/ Aquí en la tierra, / lamento y llanto. / De tus amigos/ que te extrañan tanto/ Y tu familia/ que llora por ti… La canción era parte del repertorio de despedida que infaltablemente en cada cerro de Lima se escuchaba. Nunca te olvidaré y para otros Se Fue, eran los nombres, aunque más conocido era por el último. Y el féretro saldría cargado con mi primo de uno de sus lados delanteros. Veía llorar a sus amigos y familiares penosamente. “Se fue…/ se fue…/ Y no volverá jamás / Carlos se ha ido / Para la eternidad…/ Carlos – era el nombre de la persona fallecida – se ha ido / para la eternidad. Lo bañarían de cervezas. Allí vería a mi otro primo, Fidel, con el rostro caído mientras que Pool lloraba insondablemente como la novia que dejaba al igual que su hija. La madre sería auxiliada, estaba ahogándose entre llantos y penar. Al fondo de la sala vería una gigantografía de su foto con las siguientes palabras: “Carlos Alberto Ruiz Paredes. El adiós del amigo del barrio. ¡Hasta siempre hermano!”. Dentro de mí un suspiro conceptualizó el momento: ojalá alguna vez me despidan así, con esa muestra tan afectiva llena de pasión y sentimiento. Del suelo se alzaba el polvo y las casitas de estera eran empapadas por éstas, y las gentes lanzaban flores mientras los fuegos artificiales al cielo le daba un hermoso marco. Fue la mejor despedida que le pudieron dar, estoy seguro. Me uní a las voces que coreaban: “¡Carlos, presente! ¡Carlos, por siempre presente!”.
Con los años este artista volvería a mi vida y justamente con aquella ya lengendaria presentacion de ese himno que todo carretero ha oído, ‘Vasito de Licor’. Pero curiosamente ya no por aquellos lugares, sino en el corazón de la capital, el Centro de Lima, y con aquellos bellos y jóvenes locos que suelen reunirse, como el ‘Chato’ Alex o Crisor y los grupos urbanos que invaden con sus diferentes modas extranjeras, pero del que cuando llegan a sus puertas el desamor, desprenden lágrimas y cantos profundos con estos temas. Pues así como el amor tiene una pasión indescriptible al amar, al desamar no hay respuesta, por igual. Se dice que el ‘cantante de los muertos y los entierros’ murió a consecuencia de la diabetes que acarreaba. Yo creo que allá arriba, ahora, con su voz quebrada y ‘aguardientosa’, como lo tienen aquellos artistas destinados a cantar al alma, está ahora cantando esas canciones que dan una ‘sed’ inacabable y a puro baile. Esta casita de cartón cierra sus puertas evocando aquel día en homenaje a este cantante popular de ese otro Perú o Lima que se desconoce pero que existe, y del que también va para ellos este reconocimiento. Con esa música que nos acompaña en el sentimiento al perder un
amor y hasta un familiar. ‘Allá en el cielo se escucha un canto’… seguramente. Hasta volvernos a encontrar, maestro.

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Hoy es Sábado de Gloria -aunque ya nadie lo llama así ¿verdad?- y, a mitad de camino entre los fiesteros, que ya deben estar lo suficientemente sazonados como para aparecer, como se debe(zampados hasta su mano), en los clásicos reportajes que saldránmañana sobre las juergas playeras por el fin de semana largo, y los “piadosos” políticos que deberían arder por combustión espontánea cada vez que comulgan, se golpean el pecho en la Catedral de Lima o en Ayacucho, o pasan por la puerta de alguna iglesia; podemos dedicarnos a recordar aquellas composiciones que, inspiradas en los relatos bíblicos y desde distintas épocas, crearon momentos musicales inolvidables y sobrecogedores.

Algunos pueden pensar en Bach o en Haendel, en Neal Morse o en Stryper, en los boleros evangélicos de Iván Cruz o las plegarias pop-rock monetizadas de Jesús Adrián Romero. Como ocurre con tantos otros géneros artísticos, después de varias décadas de producciones musicales, hay para todos los gustos y sensibilidades. Hoy vamos a referirnos a dos títulos emblemáticos de la Semana Santa musical: una ópera-rock que marcó a varias generaciones en distintos idiomas, por sus conexiones con la estética y filosofía hippie; y una pieza sinfónica-coral que fue fondo para la película más descarnada sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, estrenada hace ya dos décadas.

Jesucristo Superstar (1970): Un clásico que conecta rock y religiosidad

¿Quién no ha visto, en colegios o grupos parroquiales de barrio, alguna representación de esta icónica obra del teatro musical? Desde actuaciones austeras y amateurs hasta producciones profesionales de enormes presupuestos, Jesucristo Superstar conserva su irreverente propuesta, 53 años después de haber sido estrenada en Broadway, en octubre de 1971.

Sin embargo, lo que pocos saben es que la famosa ópera-rock apareció primero en 1970, como un álbum doble para luego convertirse en libreto a ser interpretado por actores. Los británicos Tim Rice (79, letra) y Andrew Lloyd Webber (76, música) compusieron esta obra conceptual sobre la última semana de la vida pública de Jesús,interpretando libremente las clásicas historias de los Evangelios canónicos.

La voluptuosidad y desenfreno de la contracultura hippie definieron el guion de Jesus Christ Superstar, que significó un cambio radical frente a las clásicas representaciones de temas bíblicos en las artes escénicas y musicales, en las que primaba el recato y la épica espiritualidad, como en las películas de Cecil B. de Mille. La versión fílmica, dirigida por Norman Jewison en 1973 y protagonizada por los actores y cantantes Ted Neeley (80) e Yvonne Elliman (72), desató iras santas que la acusaron de hereje, blasfema y lujuriosa.

Musicalmente hablando, Jesus Christ Superstar contiene interesantes arreglos para orquesta, coros y grupo de rock, entre lo psicodélico y lo sinfónico. The Grease Band -Allan Spencer (bajo), Bruce Rowland (batería), Neil Hubbard y Henry McCullough (guitarras)-, conocidos por haber acompañado al vocalista inglés Joe Cocker (1944-2014) en Woodstock, se encargó de la base rockera mientras que la orquesta de los prestigiosos estudios Decca fue dirigida por el mismo Lloyd Webber, uno de los compositores de obras musicales más reconocidos del mundo.

El principal atractivo del disco son los vocalistas, todos en el primer momento de sus carreras: En el papel de Jesús estuvo Ian Gillan, quien había ingresado un año antes a Deep Purple, banda con la que alcanzaría fama y fortuna a nivel mundial. Como María Magdalena se luce Yvonne Elliman, cantante hawaiiana que, luego de participar en los primeros montajes teatrales y cinematográficos de esta obra, se hizo mundialmente conocida con su versión del tema disco If I can’thave you, composición original de los Bee Gees para la banda sonora de la recordada película Saturday Night Fever (1977, la que convirtió en megaestrella al actor John Travolta).

Asimismo, destacan Murray Head como Judas Iscariote, Victor Brox y Brian Keith en los papeles de Caifás y Anás, y John Gustafson, como Simón el Zelota. Head tuvo éxito radial en 1985 con el temaelectropop One night in Bangkok, mientras que Gustafson es conocido entre los fanáticos más profundos del hard-rock clásico como bajista y vocalista de Quatermass, grupo que editó un único LP en 1970 que pasó a la historia por contener la versión original de Black sheep ofthe family, uno de los temas del álbum debut de Rainbow, el grupo que armó Ritchie Blackmore tras su salida de Deep Purple en 1975. Por su parte, el fallecido Barry Dennen, conocido por ser parte del elenco de la versión cinematográfica de otro recordado musical, Fiddler on the roof (1971), interpretó a Poncio Pilatos.

La vigencia de esta obra se sostiene en la calidad de sus composiciones: los leitmotiv centrales son Overture y Hossana, presentes en distintas variaciones, intensidades y acentos. Esta y otras técnicas del teatro musical, como el llamado y respuesta de dos coros –The templeWhat’s the buzz/Strange thing mystifying– o el tema en clave de vaudeville –Herod’s song (Try it and see), son usadas por Lloyd Webber de forma dosificada y precisa para no cansar al oyente. Temas como Gethsemane (I only want to sayI don’t know how tolove him se han convertido en himnos modernos por las potentes interpretaciones vocales de Gillan y Elliman, pero hay otras canciones igualmente valiosas como Everything’s alrightSuperstar o Judas death, en la que se repite la melodía de This Jesus must die, con otra letra y en una tonalidad diferente a la cantada por Brox, quien fuera integrante de The Aynsley Dunbar Retaliation -el combo de blues-rockliderado por el legendario baterista que trabajó para John Mayall, Frank Zappa, Journey, etc.-, entre 1968 y 1970.

El impacto de Jesus Christ Superstar fue tan grande que existen grabaciones distintas hasta en 48 idiomas, siendo una de las más conocidas la versión en español de 1975. La traducción y adaptación de los textos, hecha por los españoles Jaime Azpilicueta e Ignacio Artime había tenido algunas representaciones locales, pero su repercusión fue nula debido a la censura durante los últimos años del régimen franquista. El baladista y cantautor Camilo Sesto, entonces con 29 años y cinco exitosos discos publicados, invirtió 12 millones de pesetas para una gigantesca producción, con orquesta, coros, vestuarios y banda en vivo, que fue presentada durante medio año en el Teatro Alcalá Palace de Madrid. La correspondiente versión en LPse convirtió en un clásico de la música en español, gracias a las emocionantes interpretaciones de Camilo Sesto, Teddy Bautista y Ángela Carrasco en los papeles de Jesús, Judas y María Magdalena, respectivamente.

Los segmentos rockeros estuvieron a cargo de Los Canarios, conocida banda de jazz-rock de entonces, integrada por Antonio García de Diego (guitarras), Christian Mellies (bajo), Matías Sanveillán (piano, teclados), Alan Richard (batería) y el propio Teddy Bautista quien se encarga de la dirección musical, pianos y teclados. Aquella primera temporada de Jesucristo Superstar es considerada uno de los máximos momentos del teatro español, con llenos totales y ovaciones cerradas en cada una de sus funciones.

En cuanto al disco, también tuvo gran repercusión comercial, con singles como Getsemaní y Es más que amor, versiones en nuestro idioma de Gethsemane (I only want to say) y I don’t know how to lovehim, respectivamente, que sirvieron para consolidar la ascendente carrera del cantautor español y hacer conocida a la joven dominicana, en su primer trabajo profesional. Esta versión de Jesucristo Superstar es, hasta ahora, el insumo principal para todos aquellos que se animan todavía a representarla durante la Semana Santa, y se hizo muy popular entre estudiantes católicos de todo el mundo hispano.

En el año 2012 se estrenó una nueva versión de la obra, con elenco seleccionado a partir de un programa de competencias producido por Andrew Lloyd Webber, Superstar. Con una puesta en escena modernizada y la participación de cantantes como Ben Forster (Jesús), Tim Minchin (Judas) y la ex-Spice Girl Mel C (María Magdalena), Superstar salió de gira durante casi un año.

La Pasión de Cristo (2004): Acordes para sublimar la violencia

Cuando esta polémica y, por momentos, escalofriante película se encontraba en proceso de edición, Mel Gibson pensó presentarla sin música, una decisión que habría hecho mucho más difícil verla. El director pensaba que una sofisticada y convencional partitura sinfónica no tenía mucha relación con la patética crudeza de las imágenes del film que este año cumple dos décadas. Recuerdo haber estado en la función de estreno con dos queridísimos amigos y haber salido de la sala estupefactos, casi sin poder hablar.  

La desgarradora tensión del largometraje necesitaba con urgencia un balance sonoro. Por ello, Gibson inició la búsqueda de un compositor para la música de fondo que requería esta angustiante, oscura y sangrienta versión de los últimos días de Jesucristo. Su elección sorprendió a más de un experto en bandas sonoras: el californiano John Debney (67), musicalizador habitual de las producciones de losEstudios Disney, el universo Marvel y de canales infantiles como Nickelodeon y Hannah-Barbera.

El resultado, no obstante, es definitivamente notable. Debney quedó muy impactado tras visualizar The Passion of the Christ y, pocos meses después, entregó una pieza musical de extraordinaria y ominosa belleza, capaz de conmover y, a un tiempo, distraer al espectador lo suficiente como para soportar el estremecedor realismo con la que el también director de Braveheart (1995) y Apocalypto (2006) decidió acometer esta historia, decidido a romper con la imagen idealizada e indolora que tiene el común de los creyentes sobre lo que habría sido el paso de Jesús por la tierra, sus padecimientos y humillaciones, tal y como nos las cuenta la tradición católica desde que tenemos uso de razón.

Durante los momentos más violentos escuchamos coros de largas notas cantadas en latín y arameo que acarician el alma, llenando los breves espacios entre golpe y golpe, que sirven para amortiguar la brutalidad mostrada en las pantallas. Aun cuando estos recursos no eran nada nuevo en la cinematografía mundial para el año 2004, el hecho de que se aplicara a un personaje como Jesucristo afectó mucho a la sensibilidad de muchas personas criadas en el Catolicismo que veían el relato bíblico sin aproximarse ni siquiera levemente a cómo se habrían sentido esas escenas.

Según crónicas previas al estreno, Gibson solicitó que la música para The Passion of the Christ fuese lo más cercana posible a la que se hacía en esa época, para seguir la línea hiperrealista de las imágenes, locaciones y el idioma utilizado para los diálogos. Para acercarse a este objetivo, Debney combinó en su partitura potentes arreglos orquestales con voces sublimes y tremebundas -a cargo del Coro Filarmónico de Transilvania (Rumania), sutiles ambientaciones electrónicas e instrumentos solistas, en función de la naturaleza trágica y depresiva de esta película, hasta hoy motivo de múltiples polémicas.

Debney y Gibson -quien participó de los coros en diversas secciones traducidas al arameo por dos sacerdotes- usaron, además de la orquesta, dirigida por el experimentado Nicholas Ingman (75), un elenco de solistas expertos en instrumentos ancestrales como ouds, erhus (cuerdas), douduks, flautas de bambú (vientos) y otros, muy comunes en la música de Turquía, Armenia, China y diversos países de la Península Balcánica (Serbia, Bosnia, etc). Asimismo, es destacable la voz de Tanya Tsarouska, cantante nacida en Macedonia que, ese mismo año, también participó de la banda sonora de Troy, película en la que Brad Pitt interpreta el papel de Aquiles en una lectura posmoderna de la histórica guerra de Troya, narrada originalmente por Homero. Tsarouska -o Carovska como figura en su primer disco en solitario No record or wrong (2010), en clave de pop y música folk de su país– aparece en secuencias como Peaceful butprimitive procession, The olive garden/Night sky o Mary goes toJesus.

Entre otras composiciones notables de esta partitura original que fuera nominada al Oscar ese año, podemos mencionar Song of complaint,Crucifixition/Raising the cross, Flagellation/Dark choir, el mejor ejemplo del contrapeso entre imágenes violentas y musicalización suave; o los temas iniciales The olive garden/Night sky/Bearing thecross, que generan una atmósfera de oscura incertidumbre, con sonidos influenciados por artistas como Dead Can Dance o Deep Forest, llevando un paso más adelante el logro artístico alcanzado porPeter Gabriel con Passion, banda sonora que escribió para el largometraje The last temptation of Christ, también fuente de encendidos debates tras su estreno en 1989.

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Más promesas incumplidas

Tras un accidentado viaje, muchos de los pasajeros exigieron la devolución de su dinero. No obstante, la postura de la empresa no mostraba predisposición para escucharlos y, por el contrario, hasta parecían querer intimidarlos. «Llegó el representante y nos dijo que había hablado con el abogado y este les había dicho que no ofrezca nada y que si queríamos hacer la denuncia correspondiente que la hagamos porque al final no teníamos las de ganar», recuerda Raúl.

Resignados ante la actitud de la empresa y con la intención de disfrutar los tres días que restaban, los clientes de Quovadis aceptaron la devolución de cincuenta soles que les ofreció el representante de la empresa y la reprogramación de los tours prometidos. Sin embargo, las promesas seguirían siendo incumplidas. «Llegó el día viernes y esto tampoco se cumplió. El bus llegó once de la mañana (una hora tarde), salimos y llegamos prácticamente a la una. Hicimos un tour rápido y el bus recién partió a las tres y media para llegar a Ayacucho a las cinco de la tarde», cuenta Raúl.

La situación no mejoró para el día domingo. El bus que los llevaría de regreso a Lima también llegó tarde y el representante de Quovadis que les entregaría los cincuenta soles nunca apareció. «Como entro a trabajar a las siete de la mañana, no podía esperar que la empresa venga a la hora que se le de la gana a entregar el dinero. No podía perder un día de trabajo. Preferi partir y que en Lima nos hagan el depósito del dinero», explica Almonacid y agrega que la mayoría de pasajeros adoptó esa misma postura, aunque su desconfianza aumentó al percatarse que en las boletas figuran que el pago hecho a Quovadis fue de cero soles pese a que todos hicieron el depósito correspondiente en la cuenta bancaria de dicha empresa.

Ha pasado cerca de un mes de aquel viaje y los afectados siguen siendo ignorados por la empresa Quovadis cuando piden la compensación prometida. «Nos han dicho que no pueden hacer el depósito porque ha ocurrido un accidente con una de sus unidades y están pagando el seguro y compensando a los pasajeros. Dijeron que están esperando tener otros ingresos para hacer el depósito», explica Raúl sobre la excusa que les dieron en una de las pocas oportunidades que se comunicaron.

Sudaca consultó con Martín Cuellar, abogado especialista en defensa del consumidor, para conocer los pasos que podrían seguir los clientes de esta empresa. «Si es posible el reembolso total. En la negociación directa pueden concederse una serie de compensaciones, pero si no existe esa voluntad necesariamente se tiene que ir a Indecopi para velar por el derecho de recibir un servicio acorde a la contratación», explica el abogado.

Según la web de Sunat, Empresa de Transporte y Multiservicios Quovadis S.A.C. empezó sus actividades en abril del 2013. Además, acorde a su perfil en redes sociales, se ha encargado de organizar viajes por Semana Santa durante años anteriores.

Ante la indiferencia de la empresa Quovadis, Raúl y los más de cincuenta pasajeros que fueron a Ayacucho ven con poca esperanza la posibilidad de recibir algún tipo de compensación por un viaje por Semana Santa que prometía ser una experiencia inolvidable y terminó siendo un viacrucis a Ayacucho. Sudaca intentó comunicarse con los representantes de Quovadis, pero no obtuvimos respuesta hasta el cierre de este informe.

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PASSION – PETER GABRIEL (Real World Records, 1989)

La imagen de carátula de este álbum, titulada Drawing study for self image (1987), pertenece al artista plástico británico Julian Grater y no fue encargada de manera específica para ilustrarlo. Sin embargo, hay algo en su oscuridad, textura espinosa y perfil indefinido -una obra que usa desde flores marchitas hasta carboncillo sobre lienzo-, que la une a la mágica combinación de sonidos del Medio Oriente, África y el Sudeste Asiático que el músico británico Peter Gabriel creó para el soundtrack de The last temptation of Christ, la controversial película que Martin Scorsese filmara en 1989, con guion basado en el libro homónimo del griego N. Kazantzakis (1883-1957), publicado en 1955.

Passion representa uno de los puntos más altos de la discografía de Peter Gabriel e impone una valla muy alta para el género conocido como «world music», un membrete que, sin quererlo, el compositor ayudó a acuñar con el Festival World of Music, Arts and Dance (WOMAD), creado por él en 1980. Precisamente, de la cantera de músicos no-europeos que saltaron a la palestra internacional gracias al apoyo y vocación de Gabriel, es que salió el variado y talentoso personal que dio vida a estos orgánicos sonidos.

Suele ocurrir que las bandas sonoras de películas basadas en historias bíblicas son grandilocuentes y obvias, interpretadas por monumentales ensambles sinfónicos. Aquí pasa todo lo contrario. Sobre la base de lo que podríamos considerar como representaciones más pegadas a la realidad de los desiertos, las calles empedradas y montañas de Judea en el año 1, Peter Gabriel y sus brillantes cómplices consiguen un efecto mucho más convincente que los violines y trompetas de procedencia europea.

Passion es el octavo álbum solista del ex líder de Genesis y además de la voz -a veces natural y otras, procesada electrónicamente-, teclados y ocasionales flautas del autor; cuenta con un selecto equipo multinacional de músicos entre los que destacan los vocalistas Youssou N’Dour (Senegal), Nusrat Fateh Ali Khan (Pakistán), el percusionista Hossam Ramzy (Egipto), Vatche Housepian (Armenia), intérprete del duduk y otros instrumentos de viento, el violinista L. Shankar (India), entre otros. Asimismo, músicos como David Rhodes (guitarras) y Manu Katché (batería), habituales en sus bandas, colaboran también e intercalan sus apariciones con otros destacados músicos de sesión como Nathan East (bajo), Billy Cobham (batería) y David Sancious (teclados). Escuchar temas como Zaar, A different drum, Of these hope, Troubled, It is acomplished y With this love (choir), solo por mencionar algunos, hacen que uno se convenza de que está delante de una obra maestra de la música contemporánea: sus melodías van de lo misterioso y atemorizante a lo celestial y triste, como la historia que cuenta la película.

BONUS TRACK: Nada más irreverente en Semana Santa que recordar al colectivo Monty Python y la última escena de Life of Brian (Terry Jones, 1979). Si no la han visto, se pierden una de las más inteligentes parodias de todos los tiempos. En la última escena, un Gólgota particularmente lleno de crucificados, en trance de agonía, silban y cantan una melodía que podría haber inspirado, por su rebosante optimismo, al clásico Don’t worry be happy de Bobby McFerrin (1988). Always look on the bright side of life, escrita por Eric Idle -uno de los Monty Python- se convirtió en el emblema de este genial sexteto de actores y humoristas británicos que tuvo, entre sus más grandes fans y financistas, al ex Beatle George Harrison.

 

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En definitiva, la reflexión de Semana Santa que debemos hacer en el Perú es sobre el valor de la honestidad y la integridad en la vida pública. Hay claramente una contradicción esencial entre ser un país tan católico confeso y a la vez tan corrupto. Los sepulcros blanqueados abundan y demuestran que el mensaje ético católico simplemente es letra muerta. Es imperativo recordar que la corrupción es un mal que afecta a todos y que solo podemos combatirlo juntos, con el compromiso y la participación de todos los ciudadanos. Solo así podremos construir un país más justo, equitativo y próspero para todos.

Corrección: me hacen notar, con razón, que he pecado de exageración al cuestionar la miopía moral del arzobispo Carlos Castillo respecto de la gestión de Pedro Castillo, y me traen a colación que fue uno de los primeros en pedir la renuncia del exmandatario. Mea culpa. Rectifico la dureza de mi columna de ayer.

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“Los seguros de autos se adaptan a las necesidades de las personas. Por ejemplo, un Plan Kilómetros es económico ya que pagas sólo por los kilómetros que recorres y cubre los daños a tu carro y a los otros vehículos ante choques, lesiones a las personas dentro y fuera del auto en un accidente, o el robo total o de las piezas de tu vehículo, además de incluir asistencias”, señala Renzo Zapata, gerente de Negocios Vehiculares de Pacífico Seguros.

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