Nació en Lima un 8 de julio de 1874, en una época que pronto sería sombría para el Perú: la de la guerra con Chile, que duró de 1879 a 1883. Es decir, José María Eguren era apenas un niño de cinco años cuando se vivió el horror y la humillación de la invasión chilena, sobre todo en la costa peruana. Sin embargo, entre los cinco y los nueve años su imaginación, que se habría forjado al compás de saqueos, violaciones y fusilamientos, se formó más bien en la relativa tranquilidad de la hacienda Chuquitanta, al norte de Lima, propiedad de su hermano mayor Jorge. José María fue un niño de salud frágil, propenso a las recaídas, y bastante tímido. Por eso su universo está poblado de animales silvestres y de mucho color, que se expresó en una obra plástica (cuadros y fotografías) de singular sensualidad.

Seguramente algún crítico especializado ha examinado este aspecto de la formación de Eguren, pero vale la pena insistir en el tema para explicar la increíble riqueza imaginativa y el tono aparentemente alejado de la realidad prosaica que su poesía ostenta.

José María Eguren también creció en un ambiente literario con un estilo vigente, el del Modernismo, que a fines del siglo XIX y principios del XX se encarnaba en el Perú en la figura de José Santos Chocano, un año más joven y por lo tanto miembro de la misma generación, consagrado internacionalmente y figura pública de enorme resonancia. Uno pensaría que por la diferencia diametral entre el estilo de ambos poetas ellos serían rivales mortales en la vida pública y cotidiana, pero no fue así. Llegaron a ser buenos amigos y Chocano impulsó a Eguren a publicar en las mejores revistas limeñas antes de acabar el siglo XIX.

Hacia 1897 se mudó Eguren al balneario de Barranco, donde vivió más de treinta años antes de regresar al centro de Lima. Sin embargo, como gran observador de la naturaleza y el paisaje, pasaba largo tiempo en caminatas por los alrededores, cruzando fundos y haciendas, pedregales y acequias, que alimentarían su visión de la vida con insectos, pájaros y otros animales que aparecen de manera familiar en su amplio bestiario. Nunca salió de Lima, Barranco y sus alrededores. Ni siquiera viajó a provincias; mucho menos al extranjero.

Se dice que su primer libro de poemas, Simbólicas, publicado en Lima en 1911, representa la superación del Modernismo vigente e inaugura la moderna poesía en el Perú. Puede ser, dependiendo de qué se entienda por modernidad. Lo cierto es que es un libro muy inusual, no solo por la temática fantasiosa, nada realista, muy cercana al sueño y al mundo de la pura imaginación, sin aspiraciones morales, políticas o nacionales, como observó años más tarde José Carlos Mariátegui, llamándolo nuestro primer poeta «puro». El lugar común lo clasifica como poeta simbolista, pero esta es otra etiqueta que también requiere revisión debido a la tremenda originalidad de su escritura.

El prestigio que le valió su primer libro fue consolidado con «La canción de las figuras “ (1916), su segundo poemario. Luego, en 1929, Mariátegui tuvo la feliz iniciativa de reunir dos libros inéditos (Sombras y Rondinelas) con una amplia selección de sus dos primeros libros bajo el título general de Poesías. Y eso fue prácticamente todo lo que publicó en vida. Sus artículos de reflexión estética y filosófica fueron reunidos póstumamente con el título de Motivos.

Algo que siempre llamó la atención fue su renuencia a participar en la vida pública y en el candelero literario. Hoy, que los poetas pululan y se 

autoglorifican en festivales y redes sociales, Eguren sin duda se habría sentido extraño. Su salud frágil y su carácter tímido lo acompañaron toda la vida. Pero llegó a ejercer el cargo de Director de Bibliotecas y Museos Escolares del Ministerio de Instrucción Pública entre 1931 y 1940, más por necesidad que por vocación.

Se murió un 19 de abril de 1942, sin cumplir los 68 años. Cómo me hubiera gustado conocerlo. Hasta hoy sigue siendo una figura admirada y emulada, que abrió una veta riquísima en la escritura en español en el Perú. Su musicalidad, sus referencias a mundos inéditos o de un pasado mágico, lo hacen un autor muy querido para todo aquel que quiera escapar de la poesía social o de una visión realista de la vida. La poesía, después de todo, también debe servir para liberarnos de las cadenas de la cotidianidad y hacernos volar por mundos inéditos. Si no, nuestro parnaso sería todavía más aburrido.

Este jueves 18 de julio hablarán de todo ellos tres especialistas en poesía peruana. Se trata de Jorge Valenzuela, Renato Guizadoy Jorge Kishimoto, quienes sostendrán un sustancioso conversatorio sobre Eguren en la Biblioteca Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores. El acto comienza a las 7:30 pm en Av. Larco 770, segundo piso. Si quiere saber más sobre Eguren, y de paso dar rienda suelta a su imaginación, le recomendamos darse una vuelta. Pero –¡cuidado!–, no se lo vaya a comer Paquita.

 

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[La Tana Zurda] Hoy elevo una mirada al cielo y despido desde mi firmamento a un ícono popular, a una persona que empoderó a muchos talentos jóvenes desde sus inicios sin importarle género o sexualidad, un alma pionera que innovó en todo ámbito. Se trata de la querida Yola Polastri, fallecida el pasado 7 de julio a los 74 años de edad.

Es verdad que ella hizo mucho por la música, la animación infantil en fiestas, pero también estimuló otras manifestaciones del quehacer cultural. Desde sus innovaciones en las actuaciones con las aclamadas «Burbujitas», empoderó a niños y niñas, haciéndolos protagonistas de su popular show «Hola Yola», que se convirtió en un referente alternativo del también popular «Tío Johnny» desde los años 1970.

Yola cultivó asimismo el periodismo cultural y deportivo. Cuando yo jugaba tenis y campeoné en un torneo internacional, ella fue la primera que me entrevistó y me hizo sentir querida por gente que de repente nunca conocí, pero Yola Polastri siempre invitó a jóvenes a su estudio y hacía que compartieran sus sueños y logros.
Recuerdo también haber conocido a gente talentosa como Marisol Martínez, Fernando Beingolea y otros más. Yola Polastri les dio confianza a muchos jóvenes y a muchas mujeres que, sin títulos y sin ninguna autoridad, hizo que fueran descubiertos por su talento. Muchos de ellos ahora ocupan grandes puestos en la escena cultural peruana.

Desde su inocente figura hasta la gran artista que se volvió, Yola Polastri inició una trayectoria para muchas otras más. Fue educada en el Colegio Parroquial Santa Rosa de Lima, en Lince, donde desde pequeña mostró grandes aptitudes para la actuación. Era una muchacha alegre y amorosa, muy querida por sus compañeros de aula y por los profesores. Hay que recordar que de esa institución han surgido personalidades como Beatriz Merino (ex Defensora del Pueblo), el artista Efraín Díaz-Horna, los escritores Guillermo Niño de Guzmán, Mariela Dreyfus y José Antonio Mazzotti, así como el abogado Manuel Pulgar-Vidal, ex Ministro de Ambiente durante el gobierno de Ollanta Humala y actual líder mundial en cuestiones de conservación ambiental.

La fama de Yola Polastri no debe ocultar su espíritu de aliento a la juventud y su práctica de lo que Horacio, el poeta latino, decía: «enseñar deleitando». Yola hizo del entretenimiento una vía privilegiada para aprender habilidades y cultivar el gusto por la música y la socialización. Los niños crecían complementando sus estudios escolares con una hora de entretenimiento diaria en la que se relajaban de la escuela sin dejar de aprender. Esa, al menos, fue mi experiencia.

Gracias, Yola, por tu innovación y por tu creatividad, por tu vuelo artístico y por ofrecer tu vida entera al Perú.

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[LA TANA ZURDA] Digan lo que digan y pese a todos sus problemas, Cuba sigue siendo un país que produce intelectuales de altísimo nivel. Podremos comprobarlo esta semana con la visita de la Dra. Susana Haug Morales, profesora de la Universidad de La Habana y talentosa poeta que llega al Perú invitada por el Centro de Estudios Vallejianos (CEV) y la Asociación Internacional de Peruanistas (AIP).

En el reciente mes de marzo, cuando se develó el primer busto de César Vallejo frente a la Casa de la Poesía de La Habana, Susana Haug participó en una mesa redonda sobre la presencia de Vallejo en Cuba, haciendo gala de erudición y un sentido agudo de la obra de Vallejo que motivó a las mencionadas instituciones peruanas, dirigidas por Jorge Kishimoto (CEV) y José Antonio Mazzotti (AIP), a gestionar su presencia en el Perú. Estos vallejólogos de cepa compartieron la mesa redonda sobre el gran poeta peruano, a los que se sumó el consagrado poeta cubano Roberto Méndez.

En el Lima y Cuzco, Susana Haug tiene programadas las siguientes actividades:

Lunes 24 de junio, 10 am: Universidad César Vallejo (campus Los Olivos) para impartir una charla al alumnado sobre «Vallejo en Cuba». Seguirá la charla «El Inca Garcilaso y sus eternos detractores» por José Antonio Mazzotti.

Miércoles 26, 7:30 pm: Vallejo Librería-café, presentación del libro El Inca Garcilaso y la invención del Perú, de José Antonio Mazzotti. Participan Susana Haug (Universidad de La Habana), José Carlos Vilcapoma (UNALM) y Luis Millones Santa Gadea (UNMSM).

Jueves 27 de junio, 11 am: Universidad Nacional Agraria la Molina (auditorio A5). Conferencias magistrales y conversatorio: «Nueva visión sobre Junín y Ayacucho».

Dr. José Antonio Mazzotti (Tufts University, Boston): «Bolívar en la encrucijada frente al incaísmo de Olmedo»

Dra. Susana Haug (Universidad de La Habana): «Versión cubana: Junín y Ayacucho en el continente».

8:30 pm: Recital de poesía en Rayuela Mundo Café (Terán 951, Chorrillos) con los poetas peruanos Raúl Mendizábal, Pablo Salazar Calderón y José Antonio Mazzotti.

Viernes 28 de junio, 7:30 pm: Mesa redonda «Vallejo en Cuba» en el Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores (Av. Larco 770), junto con José Antonio Mazzotti y Jorge Kishimoto. 

Sábado 29 de junio, 3 pm: Gran recital y concierto Perú-Cuba organizado por la Asociación Cultural La Huaca es Poesía en el Complejo Arqueológico Huallamarca (esquina Nicolás de Ribera y Av. El Rosario, San Isidro). Participan también los poetas Rafael Hidalgo, Lesley Costello, Brenda Vallejo y Manuel Liendo, concluyendo con un concierto del cantautor Rudy Rivera. Tambien la poeta cubana presentará el libro Poemas posthumanos de José Antonio Mazzotti. 

Viernes 5 de julio, en el Cuzco:  Simposio sobre «El Inca Garcilaso en dimensión internacional» junto con Jorge Kishimoto y Christian Fernández Palacios en el auditorio de la Municipalidad del Cuzco, Ciudad Imperial.

Susana Haug es poeta y profesora de Literatura Hispanoamericana y Caribeña en la Universidad de La Habana, Cuba. Sus numerosos trabajos publicados incluyen ensayos sobre poesía hispanoamericana contemporánea, José Martí, José Lezama Lima, César Vallejo, el Inca Garcilaso, narradores del continente y procesos culturales antes y después de la Revolución cubana. Su estudio sobre Los raros en las literaturas hispanoamericanas del siglo XX. Apocalípticos e integrados. (Los casos de Pablo Palacio, Macedonio Fernández, Antonio Di Benedetto y Hugo Hiriart) es un sólido examen de algunos de los autores que, por razones cronológicas, no pudieron entrar en la lista de “raros” de Rubén Darío (un tipo de escritor que trabaja al margen del canon pero que, por la misma razón, innova y desafía las convenciones literarias existentes). La profesora Haug identifica cuatro autores que merecen amplia atención, pero que la mayoría de los críticos literarios no han logrado explicar en profundidad. Ella elabora el concepto de Borges de “un canon del deseo” en contraposición a “un canon del poder”, ofreciendo perspectivas originales sobre los autores antes mencionados y sus correspondientes tradiciones nacionales.

Aproveche esta semana y vaya a alguna de las actividades mencionadas. Valen un Perú (y una Cuba).

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Por razones de tiempo no suelo ver mucha tele y menos películas. La chamba es demasiado fuerte, pero a veces me doy mis gustitos, hago mi balde de pop-corn y enciendo la pantalla.  

Esta vez me dio curiosidad una película, Madame Web, que vienen anunciando mucho en Netflix y que al poco rato me di cuenta que era para adolescentes. Pero por qué no, me dije. Total, tengo una hija adolescente y siempre hay cosas peores.

La decepción, sin embargo, se vio pronto superada por la sorpresa. Ocurre que el Perú sigue siendo emporio y objeto de la imaginación colonizadora, pues desde el principio se hace alusión a nuestro país. En la cursilona cinta, una fotógrafa norteamericana incursiona en la selva amazónica en busca de una araña desconocida que podría curar la enfermedad congénita de su hija aún dentro de su vientre.

Una vez que la fotógrafa encuentra la mágica arañita, su ayudante Ezequiel (presumiblemente un peruano, o un latino al menos) la traiciona. Mata a balazos a los otros miembros del equipo y a ella misma le mete su plomo para quedarse con la arañita. No contaré el resto para no pecar de «spoilera», pero debe saberse que la hija llega a nacer, es rescatada por una extraña tribu de amazónicos llamados «Las arañas» (qué original) y adquiere superpoderes gracias al veneno del arácnido que le es aplicado al momento de morir la madre durante elparto.

Cassie Webb (Cassie por Casandra, la adivina que puede ver el futuro, y web por la red o internet y a la vez por la telaraña) es esa hija que treinta años después vive en Nueva York y poco a poco empieza a entender su extraordinaria condición y sus dotes personales.

Técnicamente, la protagonista sería una peruana por nacimiento, aunque de padres gringos. Por eso mismo, comparte con cientos de miles de hijos de migrantes peruanos que han venido a establecerse en los Estados Unidos la condición de la transterritorialidad. Al buscar sus raíces en la selva, Cassie, ya adulta, encuentra su verdadera identidad. Pero el Perú solo aparece como un lugar agreste, lleno de gente pobre, con ómnibus que se balancean al borde los precipicios. En suma, una imagen que representa un lado dolorosamente cierto de nuestra realidad.

Lo interesante es que esa imagen no empaña la idea de que seguimos siendo fuente de riquezas naturales exorbitantes y de misterios insondables, pues la legendaria arañita puede con su veneno curar enfermedades que la ciencia occidental apenas comprende y otorgar poderes físicos increíbles, como le ocurre al traicionero Ezequiel.

Esta idea del Perú como espacio de lo imposible o como fuente de la felicidad no es nada nueva, en verdad. Surgió desde las primeras expediciones de colonizadores españoles que buscaban el «País de la Canela», la «Ciudad de los Césares» o «El Dorado» desde el siglo XVI. La selva amazónica ha sido imaginada como una proyección rimbombante de la fantasía occidental, y Madame Web no es muy diferente.

La biodiversidad amazónica es tan grande que hay miles y miles de especies animales y vegetales que la biología apenas ha estudiado y catalogado en un 50%. Es posible que la cura del cáncer, el parkinson o el alzheimer se encuentren en las sustancias que quizá la ciencia llegue a descubrir en el futuro.

En Madame Web el veneno de la arañita peruana sirve, además, para salvar a la Gran Manzana de los horrores del guía traidor, que simbolizaría al latino egoísta, ambicioso y criminal. Mientras tanto, Cassie, nacida en el Perú, pero de madre gringa, restablece el orden civil y protege a tres jovencitas (una anglo, una latina y una afroamericana) que simbolizan el futuro étnicoy racial de los Estados Unidos.

En suma, el Perú sigue siendo excusa para las propuestas»políticamente correctas» del multimillonario negocio del entretenimiento mediático yanqui, como es el caso de Netflix y otras plataformas. Sin embargo, hay que reconocer que el cuidado de la biodiversidad peruana puede ser la clave de un futuro sostenible y menos contaminador que el que nos deparan gobiernos neoliberales como el de Dina y su posible sucesor(a). O sea, entre Willax y Netflix, la opción es obvia.

Ojalá se descubra la arañita mágica y salgamos del hoyo en que nos encontramos.

Este pasado 15 de mayo se cumplieron 61 años de la muerte de Javier Heraud (1942-1963), un caso muy particular en la historia de la poesía peruana. Su corta vida y trágica muerte, sus veintiún años de existencia, su destacada figura en los deportes y en la labor intelectual le dieron un perfil brillante, el más relevante en su momento dentro de su generación, que luego sería bautizada como ‘Generación del 60’. Aunque no muchos se hayan acordado del luctuoso aniversario, lo traigo a colación porque su caso, después de todo, tiene ciertas implicancias con la situación política actual del Perú.

Desde sus primeros poemarios, El río (1960), El viaje (1960, primer premio compartido con César Calvo en el concurso «El poeta joven del Perú) y Estación reunida (1961) se revelaba su precoz aporte dentro del llamado «británico modo», un estilo de poesía que asumía de manera directa el lenguaje conversacional, la frase sencilla y el ritmo fluido, propio de lo que el poeta mexicano José Emilio Pacheco llamaría en 1979 «la otra vanguardia», es decir, la poesía que derivaba de la tradición anglosajona más que de la francesa (como el surrealismo, por ejemplo) o de cualquier otra escuela de vanguardia europea continental. En inglés, la vanguardia se encarnó en la escuela imaginista, que preconizaba la escritura directa, derivada del habla común, así como las imágenes visuales, sin retorcimientos semánticos.

También se nota la influencia del Neruda de las Odas elementales (1953), con sus versos cortísimos y su ritmo «vertical», como un chorro de agua, que, sin embargo, al reunirse, evocaba a veces formas tradicionales del español como el verso endecasílabo y el alejandrino.

Heraud era ya un poeta consagrado desde sus primeros años de universidad. Le hubiera sido muy fácil acomodarse al «establishment» cultural, convertirse en catedrático, o quizá en miembro de la Academia de la Lengua, o en un caserito más de la mamadera estatal, como tantos y tantas hoy en día. Pero al alejarse del Perú en 1962, atraído por el socialismo y el triunfo reciente de la revolución cubana en 1959, Heraud se fue politizando de manera cada vez más visible. Viajó a Cuba supuestamente a estudiar cine, pero se enroló en las filas del Ejército de Liberación Nacional y regresó al Perú como guerrillero. Con este gesto, que algunos necios calificaron de ‘absurdo’, ‘ingenuo’ o ‘muestra de inseguridad personal’, sorprendió a todo el mundo, particularmente a la clase media y oligárquica peruana, que no podía entender cómo un muchacho tan joven, de ‘buena familia’ y con un futuro brillante, podía haberse metido en actividades que hoy fácilmente serían calificadas de terroristas. Sus poemas de esa época, bajo el pseudónimo de Rodrigo Machado, nos presentan a un poeta muy explícito en sus creencias políticas. Su lenguaje literario se volvió, a su vez, todavía más directo, casi panfletario (lo cual, claro, es una pérdida para la literatura).

El resto ya es bastante conocido. Él y su grupo fueron avistados en la selva de Madre de Dios y el 15 de mayo de 1963 fue baleado con proyectiles explosivos (las famosas y vedadas balas «dum dum») mientras trataba de escapar, ya que la bandera blanca de rendición que él y su compañero Alain Elías enarbolaron desde su canoa en el río no sirvió de nada. No solo fue la policía la que lo masacró, sino muchos civiles desaforados, que mostraron así su rabia y su pánico, aplicando una ejecución sumaria sin justificación alguna.

La crueldad de la muerte de Heraud nos deja hoy palidecidos. Su vida y su entrega a sus ideales lo revelaron como un mártir del fervor revolucionario de esos años. Hoy algunos dirían que solito se colocó «fuera de la sociedad» y por lo tanto, incluso de haber sobrevivido, no merecería una vida civil ni una reintegración al tejido social peruano. Para esos cuantos, Heraud debería permanecer eternamente como un paria.

Piénsese en lo que ocurre hoy con aquellos condenados por terrorismo que ya han pagado con largas condenas de cárcel sus acciones equivocadas. ¿Hasta cuándo seguirán siendo castigados? ¿Son mejores moralmente quienes saquean el estado, mienten descaradamente y se mantienen en el poder con uñas y dientes?

Heraud, al menos, sobrevive como ejemplo de excelente poeta y hombre íntegro, por muy equivocado que haya estado. 

Quedan tan pocos en el Perú.

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La casa de Mamá Adelina y Papá Amador siempre fue un recinto lleno de respiro familiar. Los Ballumbrosio cobijaron en Chincha a diferentes artistas y compartieron sin refreno todo su conocimiento no solo musical, sino tradicional en general: recetas culinarias, remedios caseros, historias ancestrales, entre otros. Yo tuve la inmensa suerte de participar en numerosas ocasiones en esos festejos y visitas gracias a mi relación con Filomeno Ballumbrosio, el primogénito de la mítica pareja, que me trataron siempre con cariño de padres y mentores en asuntos de la vida. Fue gracias a Filomeno, o «Meno», como cariñosamente lo llamamos siempre, que aprendí muchos secretos del arte de la música afroperuana y la sabiduría popular que conlleva. 

En los ochenta, muchos investigadores y estudiantes curiosos comenzaron a abrirse al heterogéneo panorama artístico de nuestro país e incluyeron así en sus obras diferentes perspectivas de la nación. El poeta César Calvo, por ejemplo, produjo un texto documentado que tituló “Es Amador”, en el que relata la vida de don Amador Ballumbrosio Mosquera. De hecho, fue a través de la amistad de Cesar Calvo que personajes importantes de nuestro acervo musical afroperuano como Nicomedes Santa Cruz empezaron a frecuentar Chincha. El reconocido músico Micky González también se nutrió de las técnicas e instrumentos afroperuanos de Chincha para enriquecer su propia producción musical rockera. El zapateo, esa musicalidad que se desprende de la tierra con el contacto de los pies, crea un ritmo único, y era protagonizado con increíble maestría por don Amador. Aparte de eso, el cajoneo también insufló de vida muchas manifestaciones artísticas, tanto que Joan Manuel Serrat lo incorporó a algunas de sus canciones.

Por otro lado, Mamá Adelina siempre pensaba y cuidaba detodos nosotros. No solamente nos alimentaba con riquísima y mágica comida, preparada en los tradicionales calderos y ollas de barro que desprendían aromas exquisitos, sino que también nos chequeaba, como escaneándonos, y conversaba con nuestras mentes, porque hasta en el silencio Mamá Adelina sabía qué sucedía en cada uno. 

Todos esos recuerdos intensos se plasmarán muy pronto en un evento que no pueden perderse. La renombrada fotógrafa Jeannine Ferrand presentará una exposición de imágenes históricas de la gran pareja fundadora afroperuana junto a sus quince hijos, titulada “Adelina y Amador”. Ferrand pudo retratar a la familia en pleno enseñándonos ciertos segmentos de rutina diaria, así como numerosas imágenes posando para la cámara. En todas las fotos se distingue a la familia compartiendo quehaceres y actividades emblemáticas y distintivas: escenas de la vida cotidiana, manifestaciones de su arte, bailes espontáneos, preparación de comidas y muchas más.

Jeannine Ferrand (Lima, 1954) es una fotógrafa independiente con más de 45 años de experiencia en el campo de la fotografía documental y artística. Ella pudo viajar a El Carmen numerosas veces en los ochenta y capturar así estas hermosas e importantes imágenes de los Ballumbrosio.  

Este miércoles 8 de mayo al mediodía será la inauguración en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería, ubicado en Jirón Ucayali 391, Lima 1. Por supuesto, el ingreso es libre.

¡Vamo pa’la exhibición, familia!

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La historia de la poesía peruana está llena de arañazos. Muchas veces son los que los poetas se propinan a sí mismos ante la adversidad de una reseña o un comentario negativo a sus recientes creaciones. Otras veces los arañazos van dirigidos a las personas que ellos consideran culpables de haberles desinflado el globo.

Es lo que ha ocurrido hace poco con la reseña que publiqué en esta misma columna al libro La edad ligera. Novela en poesía de la poeta Mariela Dreyfus. La reseña puede leerse pulsando este enlace: https://i.mtr.cool/wasujdodou

El libro de Dreyfus presenta la versión de su autora sobre el Movimiento Kloaka (1982-1984), grupo que contribuyó a fundar, enfatizando los primeros meses de ese colectivo incendiario, permeados de intensidad, drogas, sexo y angustia ante la situación de violencia y crisis económica que se vivió en esos años. No menciona en absoluto las discrepancias internas ni mucho menos la expulsión de la propia Dreyfus del «paraíso kloaka» en enero de 1984 por razones ideológicas y de actitud personal. A pesar de que en mi reseña argumento razonadamente sobre la historia del Movimiento y las diferencias con la versión de Dreyfus, y que demuestro que la conformación de los 63 textos que componen el libro obedece a una concepción que no se diferencia de la prosa referencial si se les quita a los textos el artificio de la falta de puntuación y la división en versos, la poeta ha reaccionado de manera bastante deplorable.

Primero, publicó en el muro del Movimiento Kloaka-refundado en Facebook una imagen que parece ser la radiografía de dos testículos. ¿Qué quiso decir? ¿Que a la reseña –como se diría vulgarmente– le faltan huevos? ¿O que le sobran, quizá?

Poco después, a través de un amigo cercano suyo, el músico tarabilla Piero Bustos, quiso destacar que el número 63 (el total de textos cortos que quiere hacer pasar por poemas) era un homenaje frustrado a Julio Cortázar, el gran autor argentino, que en algún momento escribió sobre la armonía del número 64, formado por los radicales 8 x 8. Pero Dreyfus se quedó corta y decidió publicar solo 63 textos, lo cual sospechosamente coincide con el número de años que cumplió el 2023, cuando se publicó el libro.

Lo que se hace evidente es que este volumen –que no es ni novela ni poesía– resulta una especie de autohomenaje por la edad de la autora. Ahí no hay nada extraño, pues un poeta puede decidir cuántos poemas incluye en un libro por las razones que mejor le parezcan. Por otro lado, cumplir 63 años no es ningún delito ni causa de vergüenza alguna, y con suerte muchos de nosotros llegaremos a esa edad con buena salud si Dios quiere.

Pero la queja de Bustos se pasa de la raya cuando afirma sin el menor empacho que yo no soy la autora de mi reseña, sino el consagrado poeta e intelectual José Antonio Mazzotti, verdadero objeto de los odios de Dreyfus y del creador de esa patraña, el muy conocido agilito Róger Santiváñez, quien sostuvo la misma estupidez en una polémica conmigo por otra reseña que publiqué el 2021 sobre una supuesta historia del grupo Hora Zero escrita por sus amigos José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo.

En aquel momento, Santiváñez fue expulsado del Movimiento Kloaka por tergiversar la historia del grupo y por sus claras aspiraciones escaleriles en la derecha intelectual peruana.

La cosa, sin embargo, no queda ahí: el tarabilla Bustos usa el tema de la edad de Dreyfus para acusar a Mazzotti de misoginia sin prueba alguna. Yo me pregunto: ¿qué puede haber más misógino que negarle a una mujer como yo, con doctorado en literatura y autora de cuatro libros y numerosos artículos, la capacidad de escribir por mí misma los textos que yo firmo? ¿Es que las mujeres somos tan analfabetas en su cabeza con más pelos que ideas?

Cuando traté de razonar con Bustos solo recibí insultos suyos, de su ex novia la poeta lisurienta Dalmacia Ruiz-Rosas y del también ex novio de ésta, el ya mentado agilito Santiváñez. En suma: un intento de linchamiento solo a partir de una simple reseña.

Todos estos sexagenarios parecen haber perdido la brújula. Debe haberles dolido mucho mi reseña para haber reaccionado de esa manera. Lástima que los egos desproporcionados manchen el quehacer poético en un país tan necesitado de claridad y, por qué no, de un poquito de humildad. Ojalá que en el futuro aprendan, al menos, a insultar con más inteligencia y menos machismo.


 

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Crítica Literaria, movimiento kloaka, poesía

Todos saben que el mes de abril es conocido como el Mes de las Letras en el Perú. La coincidencia de nacimientos y fallecimientos de numerosos autores es lo que llama la atención, mucho más que en ningún otro mes. Por ejemplo, Flora Tristán nació en Francia el 7 de abril de 1803. Teresa González de Fanning falleció también un 7 de abril, pero de 1918. El Inca Garcilaso de la Vega nació en el Cuzco el 12 de abril de 1539. Hace poco festejamos el centenario del nacimiento de Jorge Eduardo Eielson el 13 de abril. El 15 de abril de 1938 fallecía en París nuestro vate bandera, César Vallejo. El 16 de abril de 1930 moría en Lima el gran ensayista y primer marxista de América Latina José Carlos Mariátegui. También un 16 de abril de 1899 nacía en Puno Alejandro Peralta, el poeta del grupo Orkopata, hermano de Arturo Peralta, más conocido como Gamaliel Churata. El 17 de abril de 1905, también en Puno, venía al mundo uno de nuestros mejores vates, Carlos Oquendo de Amat, autor de los 5 metros de poemas. Y, por si fuera poco, el 24 de abril de 1616 pasaba a la inmortalidad el Inca Garcilaso de la Vega, según su partida de defunción en los archivos de la Catedral de Córdoba, en España. Y no olvidemos a José Watanabe, que falleció de un cáncer el 25 de abril del 2007.

Mucho se ha dicho que el Inca Garcilaso murió un 23 de abril para hacer coincidir su muerte con las de Cervantes y Shakespeare, pero eso es solo para regocijo de los astrólogos, pues Cervantes falleció un 22 de abril y Shakespeare, que se regía por el calendario juliano todavía vigente en Inglaterra en 1616, se iría al otro mundo a principios de mayo en la equivalencia gregoriana. Además, tampoco hay una fecha absolutamente precisa. 

Lo cierto es que en ese afán populachero la Academia de la Lengua decidió festejar por muchos años el Día del Idioma (como si el español fuera el único idioma) cada 23 de abril, alucinando algún misterioso alineamiento de los astros. Ahora el sentido común prefiere hablar del Día del Libro, lo cual está más cerca de los alcances y limitaciones de la efeméride.

Todo esto nos lleva a pensar en la invisibilización de nuestras lenguas originarias, que son nada menos de 48 si nos atenemos a los registros del Ministerio de Cultura. Pero sabemos que seguramente hay más sin documentar y lamentablemente en peligro de desaparición. ¿Acaso esos no son también idiomas? ¿Por qué celebrar como «Día del Idioma» el 23 de abril, cuandose trata en realidad solo del «Día del Idioma Castellano», lengua de la colonización?

Pero volviendo a las letras propiamente dichas, la multitud de aniversarios que trae abril en relación con nuestros escritores es síntoma de algo más grande: la enorme cantidad y calidad de autores con los que cuenta nuestro país. A los hispanohablantes hay que añadir muchos que provienen de las canteras del quechua, el aimara, el awajún, el shipibo y otras lenguas originarias, lenguas que estuvieron en lo que hoy es territorio peruano siglos antes de la llegada de la lengua de los conquistadores, es decir, el castellano, y al margen de que sus autores hayan nacido o muerto en abril.

Considerando la abundancia de escritores hispanohablantes, fue Augusto Tamayo Vargas quien propuso abril como Mes de las Letras Peruanas en 1931. Sin duda sus razones se han visto reforzadas por otros aniversarios en abril que hoy conmemoramos y que él no logró prever.

Nuestro país no solo es rico en escritores, sino en tradiciones orales. Hace falta prestar más atención a ese valioso componente de nuestras identidades, sin el cual prolongamos nuestro colonialismo interno. Se dirá que ya existe un «Día de las Lenguas Originarias» en el Perú, celebrado el 27 de mayo. Pero en la práctica, así, el estado peruano (de estirpe criolla, no olvidemos) vuelve a poner en un ghetto la producción verbal indígena. Un solo día para celebrar 48 lenguas. ¡Qué bonito! ¡Y cómo huele a naftalina colonial!

Lo que hace rica nuestra tradición literaria en castellano es precisamente su convivencia con la abundancia de otras lenguas. ¿Qué sería del Inca Garcilaso sin la tradición oral incaica? ¿Y de Vallejo sin el castellano andino, los quechuismos y cullismos? ¿Y de Arguedas sin el quechua? ¿Y de Churata sin el aimara? Pensemos en ello y hagamos más productiva nuestra reflexión cuestionando la naturaleza de las celebraciones oficiales, sin negar, por supuesto, el tremendo sacrificio que significa ser escritor en el Perú, en cualquiera de sus lenguas. 

A todos los autores y narradores y poetas orales nuestro eterno agradecimiento. Nuestros artistas de la palabra valen tanto como el cebiche o Machu Picchu. No dejemos nunca de apoyarlos y promocionarlos.

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Día del idioma, día del libro, inclusión lingüística, mes de abril

«El poema gana si adivinamos que es la manifestación

de un anhelo, no la historia de un hecho» (Jorge Luis Borges)

Hace unos meses, en setiembre del 2023, la poeta Mariela Dreyfus (Lima, 1960) publicó su octavo libro de creación, La edad ligera. Novela en poesía (Editorial Peisa), que corona una larga trayectoria iniciada en 1984 con su estreno juvenil, Memorias de Electra. Desde entonces se ha distinguido como una clara representante de la poesía de los años 80, y más específicamente de la llamada «poesía femenina» que se desató en esa década a partir del ejemplo de Carmen Ollé y su célebre libro Noches de adrenalina (1981).

La desinhibición del cuerpo, la problemática de la opresión masculina, las limitaciones de una vida en un contexto limeño en que la clase media se veía desgarrada entre una crisis económica feroz y la violencia política del estado y los grupos subversivos contribuían a un ambiente de tensión y fragilidad. Los jóvenes de entonces deambulaban entre la desesperación y la rabia. El lenguaje poético requería de nuevas formas, en lo cual no poco tuvo que ver la llegada de la «movida» española postfranquista y su abierta tendencia a los temas sexuales y la liberación de los tabúes contra las mujeres.

En ese ambiente surge el Movimiento Kloaka (1982-1984), fundado por Dreyfus, Róger Santiváñez, Edián Novoa y Guillermo Gutiérrez, aunque en los últimos años Dreyfus y Santiváñez han reclamado la exclusividad de la fundación. Este revisionismo histórico y otras actitudes de los dos últimos nombrados provocó una sonora ruptura con Santiváñez, que fue expulsado de Kloaka en octubre del 2021, al más puro estilo de los años 80.

Menciono estos datos casi anecdóticos porque son pertinentes al libro que ahora quiero comentar. Dreyfus aborda el tema de Kloaka usando un trillado verso del poeta Garcilaso, el toledano, para referirse a la juventud: «todo lo mudará la edad ligera / por no fazer mudanza en su costumbre». El viejo tópico del ubi sunt?, o dónde quedaron las bellezas de la juventud, tan viejo como la poesía misma, aflora como marco general para ofrecer su versión personal de los años 80, cuarenta años después.

No es raro que los 63 textos que componen La edad ligera coincidan con el número de años que la autora cumplió el 2023. El metarrelato obvio es que se trata de una auto-celebración de la ya avanzada edad de la poeta, que busca así saldar cuentas con algunas versiones de Kloaka que empañan la imagen idílica, rebelde, intensa y supuestamente auténtica que el libro intenta ofrecer.

Kloaka, como bien se sabe, pasó por varias etapas. A partir de 1983 el grupo empezó a desintegrarse y en enero de 1984 un grupo de los miembros (entre ellos el mismo Santiváñez) expulsaron a cuatro de los otros miembros (Guillermo Gutiérrez, Julio Heredia, Mary Soto y, por supuesto, Mariela Dreyfus) por diversos motivos, que no vale la pena desarrollar aquí, pero que se relacionan con la traición ideológica al grupo y pueden encontrarse en el «Parte de Expulsión» emitido por la «Instancia Suprema» de Kloaka en la mencionada fecha.

Con La edad ligera, Dreyfus vuelve a aquellos años, pero solo muestra la parte inicial de Kloaka, no las rupturas y serias desavenencias políticas que marcaron aquellos años del Movimiento. Sin embargo, no importa qué versión de Kloaka ofrezca finalmente Dreyfus (cada quien es libre de dar su propio testimonio, por muy parcial que sea), sino el producto verbal que se asume en esa elaboración de la memoria.

Al subtitularse como «novela en poesía» el libro lanza como «disclaimer» la ficción, de modo que parecería ser inmune a las aclaraciones históricas. ¿Pero realmente un libro puede desentenderse así de la materia vital que lo nutre? ¿No son las novelas también muestras de la ideología de sus autores?

Los 63 textos asumen la forma de pequeñas narraciones fragmentadas que por lo general carecen de imágenes y pueden leerse de manera lineal si uno recompone los textos partidos en versos a lo que parecería ser su forma original: pequeñas prosas. Hasta aquí no hay problema. Hay muchas novelas compuestas de fragmentos narrativos, casi caleidoscópicos, incluso. Y también hay novelas en verso (El cumpleaños de Juan Ángel, de Mario Benedetti, viene inmediatamente a la memoria, entre otras).

Hay siete personajes que con Dreyfus protagonizan los 63 textos. Son los miembros de Kloaka con pseudónimo, excepto su mentor Santiváñez, que aparece claramente como «Roy».

Escojamos al azar uno de los textos, el 17, para citarlo fragmentariamente:

17

En la Biblioteca Nacional David

revuelve ficheros tras sus lentes

verdes de avispón verde en la Edda

menor buscamos cómo nombrar

la palabra bosque la palabra piedra

la palabra cielo y al cielo sin cielo lo

ensombrece un aire de guerra no es

fácil contar la epopeya de los hombres

a caballo hombres-bomba volando

pero David prefiere volar a otras eras

donde su lengua modula su seseo y les

habla a los dioses mientras planea al

ras de las veredas o se detiene y saca

un pan con mantequilla y sí nosotros

solemos comer del mismo plato como tres

ratas ciegas de tanto mirar el panorama […] (p. 32).

Puesto en prosa y puntuado, el texto queda así:

«En la Biblioteca Nacional, David revuelve ficheros tras sus lentes verdes de avispón verde. En la Edda menor buscamos cómo nombrar la palabra bosque, la palabra piedra, la palabra cielo y al cielo sin cielo [famoso verso de Sebastián Salazar Bondy] lo ensombrece un aire de guerra. No es fácil contar la epopeya de los hombres a caballo, hombres-bomba volando, pero David prefiere volar a otras eras, donde su lengua modula su seseo y les habla a los dioses mientras planea al ras de las veredas, o se detiene y saca un pan con mantequilla. Y, sí, nosotros solemos comer del mismo plato como tres ratas ciegas de tanto mirar el panorama […]».

Cualquiera de los otros 62 textos del libro es pasible también de prosificarse, revelando así un descriptivismo bastante heredero del conversacionalismo ya trasnochado desde hace décadas en la poesía peruana.

Al no tener mayor uso de recursos poéticos (ritmo coherente, imagen) ni una visión novelística totalizante de los eventos autobiográficos que se presentan, el libro queda a medio camino entre la novela y la poesía. Sin ser ni una cosa ni otra, se puede apreciar sobre todo como el testimonio personal de esta importante autora de la Generación del 80 peruana. Vale.

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Años 80, Kloaka, Literatura peruana, Novela en poesía
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