Keiko Fujimori

Usted ha escrito, luego de la primera vuelta, que suele decirles a sus pacientes que la culpa o la ira son asesores catastróficos. ¿Cree que las dos opciones que están en segunda vuelta reflejan eso claramente?

Claramente, sí. Y no es una elección de pobres versus ricos, porque en el Perú hay demasiados pobres y muy pocos ricos. De modo que hay pobres que han votado por Keiko Fujimori también. Sí es una polarización ideológica extrema con el agravante de que ya conocemos las trapacerías del fujimorismo. Sabemos de lo que es capaz y sabemos qué es lo que va a pasar, porque no hay ninguna razón para pensar que eso va a cambiar. De otro lado tenemos un enigma, pero un enigma congelado en el tiempo. Normalmente teníamos claro cuál era el mal menor, hasta que por fin hemos llegado a una situación donde nadie sabe con certeza cuál es y eso nos pone en tensión. Me animo a decir que ya la salud mental que venía bastante deteriorada ha empeorado con esta disyuntiva. Yo escucho a mucha gente, pacientes y amigos hablar de que está durmiendo peor desde las elecciones del domingo.

Se ha hablado de la metáfora del abismo, como si este país se quisiera autoeliminar permanentemente. ¿Le parece acertada?

Digamos que, en una extrapolación un poco arriesgada a lo personal, la tentación del abismo vendría a ser la pulsión tanática, la pulsión de muerte, la tentación de la autodestrucción. Tánatos en realidad se impone y logra su cometido cuando las fuerzas que se le oponen, las fuerzas de la vida, de Eros, están debilitadas, disgregadas. Eso es lo que está ocurriendo en este momento. Nunca hemos tenido una fragmentación tan grande porque nunca hemos tenido una crisis más terrible. Entonces, sí, claro, probablemente Tánatos ahora impera: impera en las colas del oxígeno y, por ejemplo, una persona que trabaja en un hospital de provincias me contaba escenas inenarrables de los viajes que tiene que hacer y las decisiones que tienen que tomar a diario los médicos en el área Covid [de un hospital]. Ahora, cabe recordar algo que me parece que era Nietzsche el que lo decía: si miras durante suficiente tiempo al abismo te vas a reconocer. Ese abismo lo hemos creado entre todos, porque en 200 años no hemos sido capaces de cerrar la brecha.

 

El 9 de abril, en una entrevista donde hablaba de una campaña envenenada con los insultos que se lanzaban los candidatos, dijo que mucha gente llegaba al día de las elecciones asustada y se incluía a usted mismo. Finalmente, ¿se cumplieron sus temores?

Se cumplieron con creces. Me quedé corto, porque lo que yo veía, y sigo viendo, es que la cuerda del arco estaba muy tensa por las circunstancias que todos padecemos: la pandemia, la atroz crisis económica, el miedo y la desesperación. Por supuesto que todo matizado desde qué lugar uno ocupe en la sociedad. Y también [desde] la desafección brutal de la política, porque la mayoría de las personas está enfocada en la supervivencia, literalmente. Entonces, yo me pregunto cuánta gente habría acudido a votar si no fuese obligatorio y con multa. El resultado es la decisión tomada en condiciones extremas. Y, que yo recuerde, nunca hemos vivido en condiciones tan extremas como esta.

 

¿Qué dicen de nosotros, como país, el enfrentamiento de estas dos posturas totalmente antagónicas en segunda vuelta, pero que pueden tener como punto común el autoritarismo?

Sí pues, un síntoma de eso es que en algún momento el candidato más extremista de derecha y antiderechos, valga el juego de palabras, dijo que en medio de todo por lo menos ambos [Castillo y Fujimori] son personas de familia que tienen cosas en común. En otras palabras, si tú escuchas que López Aliaga encuentra algo rescatable en las personas elegidas ya sabes dónde estamos. Y sí revela un fondo muy autoritario, antiderechos, machista, homofóbico, en contra de las minorías. Un problema que corre el grave riesgo de ser invisibilizado en esta elección porque, como hay tantas cosas en juego, fácilmente esto puede ser considerado como una preocupación superficial de personas privilegiadas, pero es todo lo contrario. Eso en realidad define qué tipo de sociedad somos y qué tipo de sociedad queremos ser.

 

Hay mucha gente que no tiene en agenda los derechos de ciertas minorías y por eso también me gustaría referirme a otras libertades que atañen, por ejemplo, a la libertad de prensa. Si uno lee el plan de Vladimir Cerrón, encuentra ciertas restricciones para el ejercicio profesional. Y del fujimorismo ya sabemos.

Completamente de acuerdo. Las dos opciones que tenemos son amenazas para las libertades fundamentales como es la libertad de expresión y de prensa. He leído el plan de Vladimir Cerrón y coincido en que es una amenaza y sabemos que el fujimorismo lo es también. La sociedad civil va a tener que ser un actor fundamental en todo esto, cada quién desde su trinchera, como los jóvenes que se tumbaron a Merino en cinco días. Esa es la imagen a la que yo acudo cuando me inunda la desesperanza. Estos muchachos se bajaron al gobierno usurpador en cinco días. Eso es algo que hay que recordarles a las personas que aspiran a gobernarnos los próximos cinco años. Aspiran, repito, porque no hay ninguna seguridad de que vayan a durar cinco años.

 

Pero incluso con las marchas hemos llegado a este punto: primero, donde el elenco de candidatos era muy poco alentador y, finalmente, a una segunda vuelta que no representa a un porcentaje importante de la población. ¿No cree que la ciudadanía está fallando? Como diría Alberto Vergara, tenemos “espasmos de ciudadanía”.

No hemos construido ciudadanía en este Bicentenario. Está clarísimo que lo que tenemos son irrupciones esporádicas. Claro, la ciudadanía que tenemos es precaria, pero porque no hemos sido capaces de construir otra cosa en estos cinco años. Ese es un enorme desafío. A lo que yo estaba acudiendo no es por supuesto al grado de organización, si no a la energía y a una serie de fenómenos que no estamos entendiendo a cabalidad porque son muy recientes, como la fuerza de la tecnología, de las redes sociales, la crisis de los medios tradicionales. Estamos en una serie de cambios en el Perú y el mundo con efectos imprevisibles, seguramente también en la ciudadanía. Pero es cierto que estamos muy deficitarios en eso como en muchas otras cosas y lo que tú me estás diciendo enfría mi entusiasmo. Pero es importante no caer en opciones maniacas y tampoco depresivas porque, si no, que nos coma el tigre. Se nos vienen tiempos muy duros y eso quiere decir que son tiempos de luchar.Y vamos a tener que luchar venga quien venga en cualquiera de las dos opciones. Con luchar me refiero a exigir que se respete la ley, que se respeten los derechos.

 

Apenas se confirmó la victoria de Castillo, la frase más rápida e irreflexiva, pero no sé si por eso totalmente falsa, era “no lo vimos venir”. ¿No lo vimos venir o no quisimos verlo?

Puedo hablar por mí. Creo que lo que Perú Libre hizo con bastante habilidad fue desplazarse por terrenos que desde el centralismo limeño y desde las grandes urbes se desprecian, se desconocen, no se toman en cuenta, se marginalizan. Entonces sí, creo, salvo alguna que otra persona extremadamente sagaz, la gran mayoría de observadores no vimos la emergencia de este fenómeno. Estoy tentado a utilizar la metáfora de Lacan: la emergencia de lo real. Lo real en el sentido de aquello que no está procesado y no está simbolizado. En este caso no está procesado ni simbolizado por las élites, estas élites limeñas, urbanas y modernas que estamos acostumbrados a movernos en ciertos ámbitos que son de privilegio, de burbuja. Y esta irrupción de fuera de la burbuja produce un efecto de sorpresa muy grande.

 

Hay un sector que está yendo a las urnas con la consigna clara de que se está jugando el modelo económico, ¿pero no está empeñando otras cosas?

Bueno, eso es lo que Goethe llamó muy bien el pacto con el diablo. No importa que el fujimorismo, no el de las esterilizaciones forzadas, el de las matanzas en Barrios Altos o Pativilca, no; sino el del fujimorismo reciente, el de la mototaxi, el de la vacancia, el de la alianza con Hinostroza y con la mafia judicial, el fujimorismo que tiene como principal punto de plan de gobierno secuestrar el Poder Judicial. Claramente, con las investigaciones que tiene Keiko Fujimori, ella puede terminar en la cárcel por un largo tiempo. Entonces tiene una motivación muy poderosa para ganar la elección y, de acá al 2026, ver cómo maneja al Poder Judicial. Las personas que creen que al votar por ella están salvando al modelo, no se dan cuenta que el modelo no es sólo cálculos económicos, sino un sistema legal, una igualdad ante la ley.

 

¿Y el sector antifujimorista duro que va a refrendar a Castillo?

Pedro Castillo ha dicho que va a suprimir el Tribunal Constitucional. Como se dice de manera coloquial: ¡ahora, pues! Ahora sí que nos enfrentamos a una disyuntiva. Yo utilizaba muchas veces un término que se usa mucho en el cine: el dilema sádico. Por ejemplo, tu pareja está amarrada en las vías del tren y por otro lado tienes a tu mamá que se está ahogando en el río. ¿A quién salvas? El cine suele hacer esto. Sólo que, en el cine de Hollywood tradicional, el o la heroína suele salir airoso o airosa salvando a esas dos personas. Acá existe esa disyuntiva, vamos a tener que quedarnos con una persona. Y lamentablemente el voto blanco o viciado no nos es de utilidad. Pero tampoco se puede proscribir esa opción. En fin, aún estamos comenzando la campaña. Ninguna de estas dos personas ha hecho ofrecimientos completos ni ha dado algún tipo de garantías. De modo que a la sociedad le corresponde exigirlas y luego ver la manera de hacer que se cumplan. Por eso yo le pongo mis fichas a los jóvenes con sus banderolas y sus zapatillas en caso de que la cosa se ponga, como es muy probable, muy fea en algún momento.

 

Hablando de que la cosa se va a poner fea. Juan Carlos Tafur ha dicho que los candidatos no se van a moderar y que la campaña va a ser sangrienta. ¿Se va a trasladar eso a la opinión pública? Ya empezamos a ver reacciones feroces en redes sociales.

Si lo que dice Juan Carlos Tafur se cumple, la sociedad se va a ver desgarrada. Ya lo está, pero todavía de una manera incipiente. De aquí a la segunda vuelta esto se puede poner peor. Tienes que decidirte por alguna de las tres opciones: votar por una persona o por otra, o viciar tu voto. Y cuando tienes escenarios tan angustiosos, vamos a necesitar calmarnos, serenarnos y estar muy firmes y valientes para enfrentar esto y espero también que algún aprendizaje salga de esto. No es una casualidad lo que nos está ocurriendo, esto lo hemos engendrado entre todos.

 

Y hay aprendizajes fallidos. Empieza a manifestarse un racismo en redes sociales, que parece un tema que no tiene fin en este país a pesar de todas las políticas, de todas las campañas. ¿Piensa que este es un país irreconciliable?

Seguimos teniendo un gravísimo problema de racismo, claro que sí. Cada vez que las papas queman, mucha gente desentierra el arma racista, por supuesto. En general, como cada vez que una civilización se ve en una situación extrema, el delgado barniz se agrieta y aparecen las bajezas. El racismo es una de nuestras peores bajezas, pero también aparecen una serie de violencias. Y este es un momento violento: violencia contra las mujeres, contra las minorías, el terruqueo. También, en otro sentido, hay una rabia contenida contra sectores de las élites que no han sido capaces de construir un modelo más inclusivo, más equitativo, más considerado con las personas que menos tienen. Y por eso ahora vemos escenas medievales de personas muriendo por falta de oxígeno, falta de camas UCI y enfermeros. Tenemos una sociedad cuyas élites son expertas en levantar muros, a lo Trump, pero no en darse cuenta de que esos muros no los va a mantener a salvo eternamente.

 

La última pregunta: ¿se puede diagnosticar un país a través de una primera vuelta electoral? ¿Esta primera vuelta nos dice algo claro de lo que somos?

Claro que no, pero sí hay algunos indicadores. Creo que somos un país que está en una situación de depresión feroz, y con razón. No es una depresión endógena, sino exógena. Hay circunstancias externas que son terriblemente deprimentes. La feroz crisis económica y el otro jinete del apocalipsis que es la pandemia. En salud mental ahorita los cuadros más significativos son la depresión y el trastorno de ansiedad. Y creo que el Perú está en eso también, porque la mayoría de los peruanos está así. Entonces, es un círculo vicioso. Esa situación ha traído este resultado y eso ha traído más depresión y más ansiedad. Más angustia.

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

El Marqués de Vargas Llosa sorprendió a la afición hace dos días con su apoyo público a la candidata Keiko Fujijmori.

 

Después de que el 2016 había dicho que de ninguna manera se podía votar por la hija de un comprobado ladrón y asesino como “el Chino”, de pronto “se echa” con la hija del dictador y señala que es el “mal menor” frente al profesor Pedro Castillo.

 

La lógica de este sapazo que el Marqués ha debido tragarse tiene que ver con esa paranoia tan criolla de que los indios no saben gobernarse, y que si llegaran al poder se desataría el caos, la asonada, la ruina masiva e inmediata de la sociedad civil.

 

Esta paranoia se ampara en el “cuco” venezolano y cubano, unimismando en dos realidades distintas un posible escenario supuestamente más catastrófico que la opción de la hija del dictador, que ha demostrado desde la caída de su padre el 2000 que actúa con saña, ambición corrupta (recuerden Odebrecht), flagrante prepotencia y poco sentido democrático.

 

La paranoia también viene de esa arraigada concepción de que “el indígena está corrompido porque aspira a cosas que no son de él, aspira a algo que no le corresponde”, como dijo una poeta oficial, amiguísima del Marqués. O sea, el indígena aspira a compartir los beneficios del crecimiento económico, de la democratización de la cultura, del bienestar para él y sus hijos luego de quinientos años de saqueo y opresión económica y racial.

 

Al profesor Castillo, por ende, le achacan ignorancia, folclorismo, resentimiento, pero principalmente el tocar los intereses del gran capital. Ah, no, eso no se lo pueden permitir. Se “igualaría” con los criollos limeños (o en este caso arequipeños).

 

También, en una graciosa apelación a la bola de cristal, predicen que el profesor Castillo se perpetuaría en el poder y que la democracia se acabaría para siempre (como si ahora no viviéramos ya bajo una dictadura neoliberal que solo busca perpetuarse).

 

Dejémonos de paranoias. No sabemos tanto del profesor Castillo como de Keiko Fujimori. Dentro de los marcos legales, el profesor Castillo tendrá que atenerse a las normas jurídicas e institucionales vigentes para poder implementar sus reformas y la ansiada nueva constitución que garantice salud y educación. No es que por ganar la presidencia Pedro Castillo en segunda vuelta el próximo 6 de junio el Perú se vaya a convertir en un páramo desolador y la inflación se dispare. Hay mucho por ver y sin duda el profesor Castillo tendrá que asesorarse bien para no caer en lo que algunos han llamado “el abismo”.

 

Pero ocurre que el pueblo peruano ya ha estado viviendo en el abismo por treinta años de corrupción y marginación. Ya es hora de que los criollos compartan un poco la mamadera del estado y saquen la cara por el Perú, por ese pueblo de empleadas domésticas, jardineros, ambulantes, obreros, campesinos, indios y mestizos que los sustentan y forman la gran mayoría del país, esperando desde hace siglos alcanzar un poco más de dignidad.

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Keiko Fujimori, Vargas Llosa

El impacto electoral del apoyo que Mario Vargas Llosa le ha dado a Keiko Fujimori, considerándola el mal menor respecto de Pedro Castillo, no es tan alto, como algunos parecen suponer.

El sector que de algún modo lidera moral e intelectualmente el escritor es aquel integrado por la derecha liberal y cierto centro progresista. Un sector que en algunos casos podía mostrarse culposo o avergonzado de tener que endosarle su voto a su archienemiga fujimorista, pero hoy, con el aval moral del Premio Nobel, puede aliviar un poco esa angustia existencial y descamisarse sin complejos.

Pero ese sector, que fue incidente en el triunfo de Toledo sobre García el 2001, de García contra Humala el 2006, de Humala contra Keiko el 2011 y de PPK contra la propia Keiko el 2016 (en todos los casos, con la participación abierta de MVLl), ha quedado reducido a polvo en esta elección.

La “coalición paniaguista” ha quedado muy maltrecha en las urnas. Si uno suma a Guzmán, algo de Forsyth y algo menor de Mendoza, no llega ni al 4% de votos válidamente emitidos. Claro, en una elección ajustada puede influir, pero claramente ya no es el 15% o más del electorado, como era antaño (ello es consecuencia de la sucesión de gobiernos centristas mediocres, como los que hemos tenido los últimos lustros).

Keiko va a tener que correr la cancha si quiere ganarle a Castillo, quien seguramente en la encuesta que aparecerá hoy en la noche estará arriba, porque viene en alza y además ha estado sobreexpuesto en los medios, como es natural por su triunfo en primera vuelta.

No le bastan ni de lejos respaldos precoces como los de Vargas Llosa (¿no pudo esperar un poco más, para certificar las reales intenciones democráticas del fujimorismo?) ni tampoco otros como los que pudiera recibir de algunos candidatos perdedores de la contienda (De Soto, López Aliaga, Acuña, Forsyth, Lescano, etc.).

La lucha es clara: entre los beneficiarios del modelo aplicado los últimos 25 años, que suman millones, versus los marginados del mismo, que también suman millones (acrecentados por el efecto devastador de la pandemia y el mal manejo de ella por parte de Vizcarra).

Quien logre convocar más razones y emociones alrededor de esa batalla ganará la elección, sin importar endoses o respaldos personales, por más impactantes que estos sean.

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Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori, Vargas Llosa

No hay sumatorias a priori que valgan. Uno, ingenuamente, podría pensar que Castillo, sumado a Mendoza, Arana y una parte de Lescano no pasaría del 30% y, por ende, perdería fácilmente la segunda vuelta. Seguramente se alinearan los demás actores políticos, derrotados em esta primera vuelta, pero muy pocos tienen la capacidad de endosar su propia votación en favor de alguno de los dos candidatos.

Al tener a Keiko Fujimori al frente Castillo tiene frentes que explotar. A Castillo lo perseguirá su radicalidad, su cercanía al Movadef, la vinculación de algunos de sus candidatos al Congreso con Sendero Luminoso; a Keiko Fujimori, el pasado de corrupción y autoritarismo de los 90 y la tenebrosa actuación política de los últimos cinco años que de algún modo ha sido la causante de la crisis política que hoy vivimos.

A Keiko le pasó lo mismo que al candidato de Perú Libre: mientras la derecha se concentraba en Mendoza, la izquierda lo hacía en López Aliaga. Pasaron a la segunda vuelta los dos candidatos menos vapuleados de la contienda, siendo, en la práctica, los que mayor antivoto tienen y mayores flancos débiles exhiben.

Más fácil, le hubiera ido a Castillo contra De Soto o López Aliaga. La figura del cholo provinciano, rural, maestro, pobre, versus el blanco pituco, señorial, limeño, es casi imbatible en términos de una campaña electoral en el Perú.

Con Keiko no va a poder hacer lo mismo, porque el fujimorismo tiene pueblo (más bien, los sectores AB han abandonado a Keiko, lo que de algún modo la favorece y la emparenta más con los orígenes sociales del fujimorismo auroral), tiene presencias subregionales fuertes y tiene organizaciones de base.

Faltan casi dos meses para la elección. Va a ser una contienda polarizada. Normalmente, las segundas vueltas constituyen un torneo por ver quién captura el centro, pero esta primera vuelta ha demostrado que el centro virtualmente ha desaparecido. Si uno suma a Forsyth, Guzmán y Humala no llegan ni al 8%. La gran batalla va a ser confrontacional y el teatro de operaciones va a ser la defensa o la crítica al modelo económico. Allí va a estar cifrado el resultado de esta elección.

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Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori, Pedro Castillo, Segunda vuelta

La última encuesta de Datum -efectuada antes de los debates- es simulación (con cédula y urna) y en esa medida no es metodológicamente comparable al ciento por ciento con su propia encuesta anterior. Sin embargo, hay datos relevantes que cabe comentar en la comparativa.

Lescano (12.1%, -1.9): Ya se estaciona. La encuesta es predebate y a pesar de que no le fue mal (me parece que ganó anoche), la agresividad de Rafael Santos no le permitió lucirse. Es difícil que Mendoza, quien sigue complicada con el crecimiento de Pedro Castillo, lo llegue a alcanzar. Tendría que ocurrir un terremoto para que no pase a la jornada definitoria.

Fujimori (7.9%, -0.1): en lo suyo. Tranquila, sin perder la compostura. Ha internalizado a la perfección que no puede salirse un milímetro del guión. Muchos en la derecha, especialmente los lopezaliaguistas, ya empiezan a pensar que es mejor asegurarse que Keiko pase a la segunda vuelta y evitar así el temido escenario de una final Lescano-Mendoza.

Forsyth (7.4%, -0.6): también estacionado. Sorprende que no haya caído más, como se preveía. Es un mal candidato. Es probable que se mantenga allí, salvo que la teoría del voto perdido termine por afectarlo en el tramo final. No le fue bien en el debate. Entre Mendoza y Fujimori lo apabullaron.

López Aliaga (7.2%, -1.8): ya no solo se ha detenido sino que ha empezado a caer. Es producto de sus propios errores y necedades. Muchos de sus votantes ya empiezan a migrar a Fujimori o a De Soto. Su rol en el debate de anoche fue un papelón, sin atenuantes.

De Soto (6.5%, +1.5): sigue subiendo. En una de esas, dependiendo de la migración lopezaliaguista, termina alcanzando a Keiko Fujimori y pasa a la segunda vuelta. Pero le fue mal en el debate. Necesita a gritos media training intensivo y comités de asesoría permanente. Lo suyo es una cadena de errores, que hasta el momento, suertudo él, parecen no afectarlo.

Mendoza (5.7%, -0.3): estuvo solvente en el debate. Tiene varios topes: uno, el sector caviar que podría apoyarla está de capa caída y el poco que hay anida con Julio Guzmán, a pesar de su desgracia. Dos, el crecimiento de Castillo, que le arrancha votos de varias regiones claves y a quien tampoco le fue mal en el debate.

 

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori

Antes de empezar, voy a permitirme una aclaración. El candidato y el autor de esta entrevista no tienen ningún parentesco. Dicho esto, empecemos.

Hace apenas un par de años usted declaró en algunas entrevistas que Keiko Fujimori no tenía ninguna posibilidad de ganar las elecciones, ¿cree que su pronóstico se cumpla?

No. La campaña de demolición que organizó el gobierno de Martín Vizcarra y los fiscales a su servicio fue muy fuerte, muy violenta y hasta cierto punto hizo creer falsamente que Keiko Fujimori había cometido delitos en la campaña del 2011 cuando recibió aportes privados, cosa que no era delito. Eso también lo he dicho yo desde el principio. No obstante, ha habido algunos cambios. Primero, que el jefe de la campaña de difamación y mentiras [se refiere a Martín Vizcarra] ha quedado desenmascarado como un corrupto y como un manipulador del sistema judicial. En segundo lugar, los operadores de esa campaña, empezando por el fiscal politizado y prevaricador José Domingo Pérez están también muy desacreditados, lo que hicieron fue usar la fiscalía para atacar a los enemigos de Vizcarra. No era delito el 2011 recibir aportes privados y menos aún estas cosas absurdas de organización criminal y lavado de activos.

 

Pero ese dinero era sucio, venía de la “Caja 2” de Odebrecht.

Eso es mentira, el dinero que recibió Keiko Fujimori del Banco de Crédito no era sucio…

Pero el dinero de Odebrecht…

En el caso de Odebrecht, Keiko Fujimori niega haber recibido el dinero y la fiscalía no ha podido demostrar que haya sido así. En todo caso, no es dinero sucio, no es dinero como el del narcotráfico o de la minería ilegal. Un asunto es que Odebrecht soborne a funcionarios públicos para recibir obras, cosa que ocurrió en los gobiernos de Humala y Toledo, y otra cosa son aportes de campaña que, según Odebrecht, [también] recibieron Ollanta Humala y Nadine Heredia, Pedro Pablo Kuczynski, Alejandro Toledo. Ninguno de ellos está acusado de organización criminal.

Están siendo investigados. Y por el mismo equipo fiscal al que usted critica.

Es el mismo equipo politizado y prevaricador que solamente ha perseguido y acusado por ese supuesto delito a Keiko Fujimori. Pero en el caso que tú mencionas de Odebrecht, nadie ha podido demostrar, y Odebrecht jamás ha admitido, que el dinero que utilizó para financiar campañas electorales de muchos candidatos sea dinero sucio. Es dinero legítimo. Y, además, lavado de activos implica que el que recibe dinero sabe que es un dinero producto de un delito. En el año 2011, nadie acusaba a Odebrecht de ser una empresa corrupta. Los fiscales están presentado kilos de papel, están haciendo un show mediático.

Candidato, la fiscalía tiene colaboradores eficaces y testimonios de gente muy cercana a Keiko en este proceso. El mismo Rolando Reátegui…

Desde que yo tengo conocimiento, todas las campañas, 100%, han recibido dinero que no se declaraba. Y ese dinero lo han introducido en sus campañas. Siempre.

¿Y usted cree que fuera gratuito, por ejemplo, el aporte del BCP? ¿No cree que Keiko Fujimori iba a pagar los favores siendo presidenta?

Esas son suposiciones que no tienen ningún asidero dentro de la realidad. Yo puedo suponer, tú puedes suponer, todos pueden suponer.

Lo he escuchado en entrevistas recientes mencionar que una de las cualidades del fujimorismo es la institucionalidad. ¿Históricamente, el fujimorismo no representa todo lo contrario?

Tú estás fijado en el pasado, yo estoy fijado en el presente y en el futuro. El presente es el de la última década y es que Keiko Fujimori está haciendo algo que casi nadie hace en el Perú, que es construir un partido político. La única manera de fortalecer la democracia. Y eso lo he visto yo personalmente, por lo menos, desde el año 2011, cuando la apoyé en la segunda vuelta contra Ollanta Humala. A partir de ahí, en varias oportunidades, me han invitado a participar en eventos de Fuerza Popular.

Me voy a coger de sus declaraciones del pasado reciente. Cuando el fujimorismo fue por la cabeza del entonces fiscal de la nación Pablo Sánchez, usted dijo en una entrevista a TV Perú que la bancada “estaba actuando como una aplanadora, pasando por encima de la institucionalidad y no respetando ninguna regla política”. ¿No es una contradicción con su actual discurso?

No, para nada. Eso no tiene que ver. Una cosa es construir la institucionalidad política con un partido con errores que, sin duda, cometió la bancada y que ellos mismos han reconocido…

¿Pero no fueron digitados por Keiko?

No, no sé, de repente tú estabas dentro de la bancada y escuchabas eso [ríe].

¿Y los chats [del grupo de Telegram “La Botica”]?

Yo no sé. Sin duda, no es fácil manejar una bancada y, menos aún, una bancada de 73 personas, que es una cosa grande. Sin duda ahí ha habido de todo. Pero ese es el pasado, pues. Si seguimos centrados en eso…

Pero es el pasado reciente. Eso es lo que preocupa.

Sí, ellos lo han reconocido. Y tú puedes creerles o no. Ese es otro tema. Pero el punto es que estamos ahora en una crisis política, económica y de salud, y necesitamos superarla. Y yo creo que la mejor opción es, sin duda alguna, Fuerza Popular. No sólo porque es un partido organizado, sino porque tiene un equipo y tiene propuestas que son las adecuadas para salir adelante. Si tú te vas a quedar pegado al pasado, puedes estar ahí toda tu vida, pero no creo que puedas avanzar mucho.

Candidato, cuando ve a Keiko en un spot junto a la figura de su padre, Alberto Fujimori, ¿no le da escalofríos? Usted que luchó contra esa dictadura.

No, no. No pues, porque es muy obvio que ellos se pelearon el 2017 y 2018, dentro de Fuerza Popular y dentro de la propia familia, y una parte de su esfuerzo ha sido recomponer eso.

Pero yo me refiero a la figura de Alberto Fujimori como dictador, como el dictador contra el que usted se enfrentó.

Mira, como te digo, este es un esfuerzo de Fuerza Popular y de la familia por cerrar heridas y recomponer una relación. Punto. Lo que hay que hacer es mirar hacia adelante.

El 2019, en una entrevista con el semanario “Hildebrandt en sus Trece”, se le preguntó por la cartera de clientes de su consultora “FRC Consultores”, pero no quiso dar detalles. Ahora que es candidato es pertinente insistir con la pregunta: ¿quiénes son los clientes de su consultora?

No, por supuesto, no vas a insistir en esa pregunta. Y si insistes no te voy a responder. No tiene ninguna relevancia.

¿No cree que, a modo de transparencia, por la gente que quiere votar por usted, sería bueno revelar quiénes son sus clientes?

No, para nada. Para nada.

¿No lo diría tampoco de llegar al Congreso? Previendo posibles conflictos de intereses, digo.

No tengo ningún conflicto de interés. Yo he desarrollado mi vida en la actividad privada. Tanto en el periodismo, como en la vida académica, como en las consultorías… Yo no vivo del Estado.

Lo digo previendo posibles conflictos de interés cuando esté en el Parlamento.

No hay ninguno.

¿Y lo habrá?

No hay ningún conflicto de interés, a menos que yo, en la eventualidad de salir elegido, siguiera desarrollando la actividad privada… Eso está prohibido.

Pasemos al plan de gobierno. Si usted tuvo que ver con el capítulo de seguridad ciudadana, asumo que usted va a querer ejecutarlo. Es decir, aceptaría ser ministro del Interior de Keiko.

Mira, por favor, eso nadie lo sabe. Primero hay que participar en la primera vuelta, luego en la segunda y después armar un gabinete. Eso está fuera de la discusión ahora. Ahora de lo que se trata es de explicar cuáles son las propuestas.

Vamos con una de ellas. Para acabar con la corrupción policial, se propone crear una oficina de asuntos internos. ¿Ya no existe la Inspectoría General de la PNP?

La Inspectoría existe claro, pero el problema es que ahí hay policías que tienen compañeros, amigos, subordinados y entonces, en mi experiencia, eso no funciona adecuadamente. La oficina de asuntos internos es algo que yo hice el año 2002 [Rospigliosi fue ministro del Interior durante el gobierno de Alejandro Toledo], con la asesoría de un equipo del FBI. Creé la oficina, pero requería modificaciones legales que no alcancé a hacer. Era dirigida por un civil y policías investigadores para detectar casos de corrupción, pero yendo a las cabezas, a los generales. Pero no tenía capacidad sancionadora, lamentablemente. Como no hubo continuidad, eso fue liquidado.

Sobre la lucha contra el narcotráfico, usted propone la erradicación de cultivos en el Vraem y el desarrollo alternativo. Es una fórmula que se viene proponiendo hace años, pero no se logra nada. ¿Por qué ahora sería diferente?

En la década del 2000 la principal producción de drogas en el Perú estaba en el Alto Huallaga. Esa combinación, de erradicación forzosa, lucha contra el narcotráfico y programas de desarrollo alternativo fue muy exitosa. Al punto de que prácticamente desaparecieron los cultivos de drogas, o la mayor parte, de toda esa región. Funcionó bien y tiene que ir todo junto.

Pero en el Vraem hay otro problema, porque hace tiempo se anuncia que se va a entrar y no pasa nada.

Es que no ha habido erradicación y no va a haber mientras estén estos remanentes terroristas. Y ahí también hay una alternativa, que ya se ensayó en el Alto Huallaga, entre el 2006 y el 2012, cuando la Policía liquidó a la banda terrorista de Artemio, que trabajaba estrechamente vinculada al narcotráfico. Eso fue indispensable para hacer la erradicación y la liquidación de cultivos de hoja de coca. Se hizo con inteligencia y golpes de mano. Se averiguaba, se infiltraba y se descubría dónde estaban los terroristas, y se les capturaba o se les abatía. Eso se empezó a hacer en el Vraem, el 2012 y 2013 se hizo eso y se liquidó a varios cabecillas del grupo terrorista. Después, no sé por qué, nunca más se llevó a cabo esa estrategia.

En un eventual gobierno de Keiko Fujimori, ¿regresarían a sus puestos los oficiales defenestrados por Sagasti?

Inmediatamente, si es que antes el Poder Judicial no los ha repuesto.

Pero justamente varios de ellos tienen investigaciones por corrupción.

Se les retornaría y las investigaciones que tengan que hacerse, se tendrán que hacer. Lo que no puede hacerse es violar la ley, la Constitución, y maltratar a la institución. La ley es clarísima. El presidente puede nombrar al jefe de la policía entre los tres primeros. No al número 18. Esto está clarísimo y Sagasti va a tener que responder eso a partir del 29 de julio.

En el plan de gobierno se señala que las movilizaciones de noviembre contra Merino fueron violentas. ¿Únicamente violentas de parte de los manifestantes? ¿Qué opina de la actuación policial?

Los policías responden una agresión. Está clarísimo y demostrado con videos. Por ejemplo, en el Jirón de la Unión y Emancipación son atacados a pedradas, con gente que llevaba piedras en la mochila para atacarlos. Y lo mismo ocurre en las avenidas Abancay y Colmena. Está clarísimo que hubo grupos organizados y violentos que atacaron a la Policía con objetos contundentes y pirotécnicos. Nadie va a una manifestación pacífica con pirotécnicos. La Policía no atacó a manifestantes pacíficos…

Pero hay testimonios que van en contra de lo que usted dice. Y no testimonios de manifestantes, sino de los mismos periodistas que sufrieron agresiones de la policía. ¿No cree que se les pasó la mano o cree que las canicas salieron disparadas por obra y gracia de quién sabe quién?

Para nada, la Policía respondió una agresión violenta e hizo bien. Y evitó, por ejemplo, lo que ocurrió en Guatemala, donde una turba atacó el Congreso y le prendió fuego. O lo que sucedió en Estados Unidos, donde una turba ingresó al Congreso y causó destrozos. Acá no ocurrió eso, porque la policía lo evitó. Hubo claramente una provocación de parte de manifestantes violentos, que lo que estaban buscando eran muertos y heridos. Lamentablemente murieron estos dos muchachos, estos dos delincuentes juveniles que estaban ahí no precisamente para defender la democracia. Hay que ser muy idiota o muy ingenuo o muy canalla para inventar historias como esas. (**)

Pero uno de esos chicos al que usted llama “delincuente juvenil” sólo estaba desactivando los gases lacrimógenos. O sea, no hubo un ataque de él…

Yo no digo que son delincuentes juveniles. Eso lo dice el Poder Judicial y la Policía. Antes de esas manifestaciones, uno de ellos fue sentenciado por robo agravado y el otro fue detenido por microcomercialización de drogas.

Pero usted sabe cómo funciona la Policía y los casos de microcomercialización. Cualquiera puede haber sido detenido…

Ah ya, ya, ya. Claro, claro, cualquiera puede ser detenido. ¡Hazme el favor! ¡Lee el atestado! Ahora, ese no es un delito mayor y no justifica que ese muchacho haya muerto, ¡pero no me vengan a inventar héroes de la democracia! ¡No me vengan, pues! ¡No me cuenten cuentos! Este gobierno, que denigra y ataca a la Policía ha emitido un inmundo informe responsabilizando a la Policía y no responsabilizando a los que atacaron a la Policía. Sin ninguna evidencia. ¿Sabes cuál es la pena por atacar a la Policía? 12 años de prisión. ¿Cuántos detenidos hay por atacarla? ¿O también vas a negar que atacaron a la Policía?

Yo no estoy negando eso. Yo le hablo de la circunstancia particular de estos dos jóvenes…

¿Cuántos detenidos hay? ¿Cuántos procesados? ¿Cuántos sentenciados por atacar a la Policía? Y ahí el informe del ministerio del interior del gobierno morado de Sagasti no responsabiliza a nadie por atacar a la Policía. Los únicos culpables son los que defienden el orden público. Se trata de una campaña sistemática para desmoralizar y destruir a la Policía.

Me sorprende que no haya un matiz en sus respuestas anteriores. Usted mismo, en el plan de gobierno señala que “la formación policial no solamente es deficiente”. ¿Esa deficiencia no ha llevado, por ejemplo, a las detenciones arbitrarias que se realizaron en noviembre?

Claro, los 70 desaparecidos que inventaron, ¿no? ¿Dónde están los desaparecidos? [ríe]

No, yo hablo de las detenciones arbitrarias que sí ocurrieron.

Es verdad que, desgraciadamente se ha hecho populismo, se ha llegado a crear 29 escuelas policiales en todo el país que la Policía no puede manejar adecuadamente. Hay que reducir significativamente el número y concentrar las escuelas policiales. Lo más importante es la calidad. Pero eso no tiene nada que ver con lo que ocurrió en esas supuestas 70 desapariciones, no hubo una sola desaparición.

Yo me refiero no a los 70, sino a personas identificadas, con nombre y apellidos.

Bueno, si había gente manifestando y atacando a la Policía, esta tiene el derecho de detenerlos. Si hubo algún error, no sé. Lo que sí hubo fue, al contrario, una falta de detenciones y de procesamientos a los responsables de los ataques a la policía.

En su plan se habla de un marco normativo que proteja a la Policía, ¿ya no se aprobó la ley Del Castillo de protección policial?

Claro, un grupo de personas colaboramos con el congresista Del Castillo en un paquete de leyes que él presentó. Uno de esos proyectos fue aprobado el año 2019. Vizcarra disolvió el Congreso y se negó a promulgar la ley. Pero Manuel Merino, cuando fue presidente del Congreso, la promulgó por insistencia. Pero hay otras propuestas, como la doctrina Del Castillo, que no tienen nada que ver con el excongresista. Implican que, si alguien invade mi casa, yo tengo derecho a defenderme. Y si en el curso de esa agresión, el delincuente termina abatido, el habitante de la vivienda no tiene ninguna responsabilidad penal ni civil. Yo espero que eso sea aprobado en el siguiente Congreso.

(**) Carlos Rivera, abogado de la familia de Inti Sotelo, niega que este registre antecedentes penales o judiciales.

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Fernando Rospigliosi, Keiko Fujimori, Lavajato, Manuel Merino

George Forsyth: ha detenido aparentemente su caída. Es el candidato antipolítico. La encuesta de Ipsos le da nuevos bríos. La del IEP lo debe haber postrado en la depresión. Puede jalar los votos de quienes están dispuestos a votar por cualquiera con tal de evitar que López Aliaga pase a la segunda vuelta.

Rafael López Aliaga: sigue en crecimiento. Creo que está pronto a llegar a su techo. Si hubiera empezado su rush actual de acá a dos semanas no solo pasaba a la segunda vuelta segundo sino que podía amenazar a Lescano. Lo han empezado a atacar de varios frentes no solo políticos sino también mediáticos. Hay quienes creen que los ataques ayudan porque colocan la marca. No, los ataques hacen daño. Pronto se detendrá su ascenso y probablemente empiece a descender.

Keiko Fujimori: está condenada a no salirse de su eje de campaña y apostar a que el voto duro fujimorista -mucho del cual está escondido- a la hora de acercarse a las urnas se manifieste. Si desciende López Aliaga ese voto se dividirá entre Keiko y De Soto. Para la lideresa de Fuerza Popular es una partida de póker. No puede perder la calma.

Verónika Mendoza: es mala candidata. Lo ha sido y lo es. La izquierda debió buscar otro rostro. Su discurso es inasible, oenegero. Encima, equivocadamente trató de migrar al centro sin percatarse de que ésta era una elección polarizada. Sus huestes se han dedicado a pelear con los morados de Guzmán en lugar de confrontar con Lescano, que es quien los ha pulverizado en sus bastiones históricos.

Daniel Urresti: es un buen candidato, pero debió buscar otro convoy electoral. Ir de la mano con el conspirador Luna Gálvez, el mandamás de la principal universidad trucha del país y además comprometido en procesos judiciales, ha terminado por complicarle vida a quien, corriendo en otro vehículo, pudo y debió haber sido quien ocupase hoy el lugar de Lescano.

Hernando de Soto: reaccionó tarde, pero al final lo hizo. Tendría que duplicar su intención de voto para entrar a la segunda vuelta. Pero crecer cinco o seis puntos en un mes es perfectamente factible. Todo depende de que sepa sostener su campaña y no desaparecerse por temporadas como hizo hasta hace poco. Hace bien en confrontar con López Aliaga: son sus mismos votantes. De taquito, también podría intentar quitarle algo a Keiko.

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Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga, Verónika Mendoza

Es evidente el cambio de estrategia de Hernando de Soto. Ha iniciado una maratón de apariciones mediáticas combinadas con visitas a diversas zonas del país y eso parece estarlo sacando de la modorra en la que se encontraba.

Según la última encuesta de Datum viene creciendo sostenidamente desde hace tres meses. Tuvo 3% en enero, 4% en febrero y ahora 5% en marzo. Si sigue en ese ritmo, en la próxima encuesta puede meterse en eL pelotón de los que disputan el segundo lugar.

Su principal desafío es convencer a los sectores populares. Tiene 16% de intención de voto en el AB, pero tiene apenas 2% en el E. Con igual disfuncionalidad, en términos regionales o de ámbito geográfico tiene 9% en Lima, pero apenas 1% en el oriente.

Esas disparidades son resultado de una mala campaña, de falta de estrategia electoral, de objetivos mal planteados, de equipos de trabajo demasiado complacientes con un candidato evidentemente narcisista a quien debe ser muy difícil convencerlo de sus errores. De seguir en ese plan, el autor de El misterio del capital va a terminar cometiendo los mismos errores de su odiado Mario Vargas Llosa (cuando se le preguntó a uno de los asesores externos de la campaña del Fredemo, Marc Mallow Brown, cuál era el principal problema de la misma, con flema británica dijo que era el propio autor de Conversación en la Catedral).

De Soto ha realizado una jugada audaz y arriesgada al ir a expresarle su respaldo a Rafael López Aliaga cuando éste se hallaba en el trance de ser sancionado por el Jurado Nacional de Elecciones. Quizás pudo haber pensado que si al candidato de Renovación Popular lo sacaban de la contienda se quedaba con todos sus votos, o calculó que igual el gesto le iba a suponer un trasvase electoral, pero lo cierto es que un candidato que venía en las ligas menores, casi desahuciado, apareció de pronto en todas las primeras planas, en las redes sociales y en las abridoras de los programas estelares de televisión. En ese sentido, una buena jugada.

De seguir la tendencia creciente (la siguiente encuesta va a medir recién su gesto), puede terciar en la disputa por la derecha que vienen librando Keiko Fujimori con Rafael López Aliaga. De Soto, con inteligencia, ha decidido golpear al candidato de Renovación Popular. Sabe que su respaldo es más efímero que el sólido bolsón fujimorista, refractario a cualquier tentación ajena.

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Hernando De Soto, Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga

Los últimos resultados de la encuesta de Datum confirman la tendencia que el resto de encuestadoras serias revela: salvo George Forsyth (13%), el resto conforma un pelotón casi homogéneo (Keiko Fujimori con 6%, Verónika Mendoza empatada con Julio Guzmán en 5%, seguidos de Yonhy Lescano con 4% y Daniel Urresti, Hernando de Soto y César Acuña, con 3% los tres; más abajo Daniel Salaverry y Ollanta Humala con 2% ambos).

Si suponemos que Forsyth cae de acá a la primera vuelta -algo bastante probable dada su orfandad ideológica y carisma limitado- y se junta al pelotón de minicandidatos, no hay forma sensata de establecer un pronóstico factible.

¿Pueden disputar la segunda vuelta Forsyth versus Keiko? Sí. ¿Puede haber una segunda vuelta entre Urresti y Acuña? Sí. ¿Y podría haberla entre Lescano (ojo con esta candidatura) y Guzmán? Sí, también. Del mismo modo, no sería sorpresivo que De Soto dispute la final contra Verónika Mendoza, u Ollanta Humala contra Salaverry.

Hay todavía un gran número de indecisos (19%) y de quienes, a la fecha votarían blanco o viciado (30%), quienes suelen disminuir conforme se acerca la definición electoral.

Normalmente, se ha visto, además, que en las ultimas dos semanas o inclusive a pocos días de la elección, el tablero se mueve haciendo que algunos candidatos crezcan cuatro o cinco puntos. La diferencia entre todos los mencionados es tan poca que ese salto lo colocaría al beneficiario ya en la lid definitoria.

Bastaría una entrevista televisada feliz, un traspiés vergonzoso de algún competidor, una metida de pata de algún candidato congresal, una denuncia grave contra cualquiera de los mencionados, para que el proscenio se modifique y nos lleve a una definición imprevista.

Como está dado el tablero socioideológico del país uno tendería a pensar que en conjunto los candidatos de la derecha o el centro tendrán mejor performance, pero dada la dispersión, la izquierda podría colarse. Nada puede olearse ni sacramentarse. El gobernante del bicentenario se va a definir la última semana de una campaña sui generis, sin chorros publicitarios ni mitines consagratorios.

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Keiko Fujimori, Pedro Castillo
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