Los niños

Acción Popular es un partido que merece desaparecer. Los dos gobiernos de Belaunde fueron un desastre y el segundo, a la par de incompetente, corrupto. No tiene la solera democrática que se le atribuye, conspiró en el golpe militar del 62 para evitar el triunfo de Haya de la Torre, saboteó la Constituyente del 79 solo por afanes electorales de Belaunde, y una gestión eficaz y pulcra como la de Valentín Paniagua, en la transición post Fujimori, no salva la heredad nefasta de ese partido.

Últimamente, sus parlamentarios se han visto envueltos en deleznables actos de corrupción al haberse vendido al gobierno de Pedro Castillo a cambio de puestos a familiares y allegados, obras públicas o dinero contante y sonante. El partido los acaba de sancionar y ha pedido a los renunciantes a la bancada que regresen a la misma para no desaparecer, pero el problema, en su caso, es de fondo y no de formas.

Ya no debería haber cabida en el Perú para partidos tan amorfos como Acción Popular, sin una ideología definida, sin ubicación topográfica en el espectro ideológico nacional, con aventureros recolectados a última hora para tratar de llegar al poder (Jorge Muñóz, Alfredo Barnechea, que al poco tiempo renuncian al partido).

Se necesitan partidos sólidos, con cuadros tecnocráticos (¿quién es el economista principal de Acción Popular?, ¿quién su experto en seguridad?, ¿quién su gestor de reformas políticas?) y con doctrina algo menos gaseosa que la fórmula ya risible de “El Perú como doctrina”, como si la nación exudará una fórmula ideológica intrínseca, natural e insoslayable.

“Los Niños” son solo un síntoma del proceso de degradación política de un partido que otrora fuera importante y que últimamente pareció reverdecer. No merece otra oportunidad. Ya tiene, además, reemplazo. Hoy Alianza para el Progreso, con su estructura disforme, es el Acción Popular del presente, sin banderías ni principios.

Líderes con solera democrática y gran capacidad política como Víctor Andrés García Belaunde, Mesías Guevara, o predicamento como Jonhy Lescano, deberían buscar otra nave en la cual navegar en las agitadas aguas de la actividad política nacional. El barco acciopopulista se ha infestado de piratas a los cuales es imposible sacar.

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Acción Popular, Jonhy Lescano, Los niños, Mesías Guevara, Víctor Andrés García Belaunde

Entre dos malas opciones, es infinitamente mejor que haya ganado la lista apoyada por la derecha en vez de la presidida por “Los Niños” y el apoyo de la mayoría de la izquierda. Garantiza que al menos la estabilidad mediocre que nos signa, se mantendrá. Darle la Mesa Directiva a la oposición no nos salvaba de la mediocridad, pero hubiera aportado una situación de inestabilidad política que al país no le conviene.

Es el de Dina Boluarte un régimen constitucional legítimo. No es una dictadura, ni abierta ni encubierta, como nos quiere vender la narrativa de la extrema izquierda y algunos incautos de centro. Las muertes de diciembre y enero deben ser condenadas, pero su ocurrencia convierte a la democracia vigente en una teñida de sangre injustamente derramada, no cambia el signo del régimen político que representa.

Acá funciona la separación de poderes. El Ejecutivo no controla al Legislativo y aún si lo hiciese ello no es requisito o síntoma dictatorial. Si así fuera tendríamos que atribuirles esa condición a los gobiernos del segundo Belaunde, a los dos gobiernos de García, a Toledo y a Ollanta Humala, que por angas o por mangas se hicieron de la mayoría suficiente para tener al Legislativo a su disposición.

Hay libertad de prensa absoluta y cuando ha habido algunas iniciativas para afectarla, el Congreso ha terminado por retroceder. No se han capturado instituciones autónomas (véase cómo el Tribunal Constitucional, supuesto apéndice del Parlamento, le acaba de poner un “estáte quieto” con el tema del presidente del JNE). La fiscal Zoraida Ávalos bien sancionada y dentro de las atribuciones congresales. Las iniciativas por afectar a la Junta Nacional de Justicia y a los organismos electorales hasta ahora no han pasado de bravatas que ojalá no se consumen. ¿De qué dictadura hablamos?

En esa medida, es saludable para la democracia que la Mesa Directiva del Congreso recientemente electa no tenga entre sus planes sabotear al Ejecutivo y es de esperar, más bien, que el buen signo entre ambos poderes del Estado conduzca a que se plasmen algunas medidas importantes, aunque luego de escuchar el pobre discurso del flamante nuevo presidente del Legislativo, las esperanzas son pocas o nulas. Por su lado, al menos, no se augura nada bueno. Esperemos a mañana a ver si Boluarte nos sorprende.

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Dina Boluarte, Los niños, mediocridad, Mesa Directiva, Separación de poderes

No es un “golpe blando” lo que se propone. No estamos ante un escenario de “lawfare” o judicialización de la política para desprenderse de los adversarios, como enajenadamente sostienen algunos voceros políticos y mediáticos de la izquierda, hipotecados a la tentación del poder cercano o cegados por su odio a la derecha.

Lo que tenemos al frente es un desafío de profilaxis moral del poder palaciego y legislativo para iniciar un proceso de reconstitución democrática, no con los mismos de siempre, sino con nuevos liderazgos, que ya asoman, y que prometen una mejoría sustantiva del proscenio político peruano, tan deteriorado por la izquierda, centro y derecha corruptas que nos han gobernado los últimos lustros.

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Congreso, Los niños

La tesis que maneja la Fiscalía indica que estas adjudicaciones serían el resultado de los acuerdos entre Pedro Castillo y los congresistas mencionados. Se apoya, además, en que ´Los Niños´ se abstuvieron en votaciones referidas a cuestión de confianza, censura de ministros e vacancia presidencial. El allanamiento de esta mañana y el posible levantamiento del secreto de comunicaciones podría terminar de esclarecer el detrás de escena del vínculo entre el presidente Castillo y estos congresistas.

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Y ya se entiende la guerra política declarada por Palacio en contra de la Fiscal de la Nación. Han presentado una denuncia penal en el afán de amedrentarla y refrenar lo que saben que se les viene: una fundada acusación, con pruebas contundentes, de que el propio presidente Castillo ha sido el operador y gestor de la organización criminal que actuó en diversos frentes (no se sabe aún cuáles serán los casos que finalmente la Fiscalía de la Nación presentará ante el Congreso).

Se vienen tiempos políticos turbulentos. Desde Palacio se anuncia, inclusive, que se podría llegar al extremo de desacatar una decisión congresal adversa. Será ese el momento en que las instituciones del Perú deberán probar su real compromiso con la democracia.

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