Modelo económico

[PIE DERECHO]  “De acuerdo con Lorenzo Eguren, en los últimos 30 años el Estado invirtió US$6,321 millones en Olmos, Chavimochic, Pasto Grande, Majes-Siguas, Jequetepeque-Zaña y Chira-Piura, que han añadido más de 200.000 hectáreas de tierras en la costa. De esta cantidad, el Estado solo recuperó US$462 millones (el 7% de lo invertido)”, señala Humberto Campodónico en su último artículo.

Ratifica lo que venimos diciendo hace tiempo: las irrigaciones son un caso de hipermercantilismo supremo, en el que se destinan ingentes recursos públicos para subsidiar una actividad económica privada en particular. En el caso mencionado, a los grandes grupos empresariales agrícolas, que aprovechan muy bien este regalito estatal.

Propuse que se establecieran unidades agrícolas más pequeñas para generar una red de medianos empresarios agrícolas. Se me dijo que eso no era rentable, por el costo técnico de disponer las tomas de agua. Bueno, pues, que las subsidie el Estado, como ya subsidia toda la operación.

En otros países, son unidades pequeñas y medianas las que componen el grueso de la actividad agroexportadora, formando consorcios absolutamente rentables. Algo así podría lograrse en estos proyectos de irrigación obteniendo un beneficio social inmensamente superior al que hoy se logra, al entregarle estas tierras subsidiadas a megagrupos inversores.

Si a quienes alientan este tipo de esfuerzo estatal, este gran subsidio no les importa, en aras de la mejora de un sector privilegiado, pues entonces, que no se hagan ascos en apoyar la ley de promoción de la industria que la Sociedad Nacional de Industrias viene promoviendo y que tantas críticas ha merecido. Al final de cuentas, los industriales no tienen por qué ser menos que los agroexportadores.

Desde un punto de vista ortodoxo liberal, no debería haber privilegios para nadie y debería dejarse al mercado actuar libremente. Pero eso no sucede en el Perú (por ejemplo, mientras existan las AFP de contribución obligatoria no habrá libre mercado en el país) y, todo lo contrario, con el tiempo se ha ido perforando el modelo económico liberal que parcialmente se había instaurado a mediados de los 90.

Beneficios para todos o para nadie. La segunda opción es la correcta, sobre todo en un país donde el Estado es débil e ineficiente, en alguna medida por falta de recursos. A quienes saltan hasta el techo, con razón, por el despilfarro de la refinería de Talara, quisiera escucharlos haciendo lo mismo con el impresionante apoyo estatal a actividades productivas privadas, como la reseñada al inicio de este artículo.

 

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Humberto Campodónico, Inversiones Estatales, Irrigaciones, Modelo económico

No nos dejemos llevar por comentarios interesados. La solución es tener un modelo en el que el Estado y el mercado funcionen. Sin una visión multidisciplinaria, que incluya aspectos políticos, institucionales, históricos, entre otros, no entenderemos cómo lograrlo. El mercado crea riqueza y el Estado redistribuye y evita el abuso de la posición de dominio de empresas en el mercado. Ambos deben cumplir con su función.

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Modelo económico, Perú

La insistencia en un nuevo modelo económico supone responder dos preguntas: primero, ¿qué modelo tenemos ahora? Y segundo, ¿cómo sería el nuevo modelo? Se entiende que un modelo son solo los lineamientos generales y los problemas están en los detalles.

Tanto en la constitución de 1979, como en la de 1993, se define al modelo económico como una economía social de mercado. Ambas dieron resultados económicos distintos. Sea como fuere, la estrategia se basa en dos pilares: por un lado, está el mercado, en el que actúa el sector privado; ¿qué hace? Produce riqueza, genera empleo y paga impuestos; por el otro, está el estado, que actúa como redistribuidor y como regulador. Una cosa es lo que está escrito y otra, lo que pasa en la realidad. Ni todos los privados pagan impuestos ni el estado cumple sus roles. Entonces, ¿qué queremos cambiar?

Sin duda, la estrategia ha dado resultados positivos en las cifras macroeconómicas y en la reducción de la pobreza monetaria o por ingresos. Sin embargo, está claro algo que cualquier ciudadano sabe: que el Estado no funciona, lo que se refleja en la creciente inseguridad, los bajos niveles de educación y salud públicas, el exceso de tramitología y la baja credibilidad en las instituciones como el Poder Judicial, Jurado Nacional de Elecciones, Congreso y la policía nacional, además del cáncer que representa la corrupción. La bonanza macroeconómica no se ha conectado con el bienestar microeconómico.

Cuando se alude al cambio de modelo, lo que se está pidiendo es que el Estado funcione y enfrente los problemas que son su chamba y que nos afectan en nuestra vida diaria.  Las posturas difieren en cómo hacerlo, pero no en el hecho de que haya que hacerlo.

Hacer que el Estado funcione no es de izquierda ni de derecha, como tampoco lo es la lucha contra la corrupción; no hay modelo económico posible que funcione sin un Estado que actúe de acuerdo con sus obligaciones. Si entendemos que lo anterior es el modelo, sin duda alguna todos estamos de acuerdo con la necesidad de un cambio.

Sin embargo, cualquier estrategia alternativa a la que se ha descrito no puede ir en contra del crecimiento económico ni de la apertura hacia el exterior. Basta ver, en los últimos diez o quince años, la evolución de los países que optaron por un camino diferente, como Venezuela.

Muchos señalan que en Bolivia todo funcionó. Dos puntos: primero, funcionó mientras los precios de los productos primarios que exportaba estaban altos; segundo, si hubiera sido así, entonces, ¿por qué la población obligó a Evo Morales a renunciar después de 13 años? El tema no pasa por tener o no tener recursos naturales. De lo contrario, ¿cómo países como Noruega y Australia, que ostentan la mayor calidad de vida del mundo, son exportadores de bienes primarios?

El asunto no es tan simple como parece. ¿Cambiar el modelo, matizarlo o completarlo? ¿cambiar el modelo y parecernos más a Venezuela o mejorar la economía social de mercado con una reforma del Estado? El Estado no puede abandonar a la población. ¿Implica eso cambiar todo o mejorar lo que tenemos?

Mi posición personal, y respetando todas las opiniones en contrario, es que la estrategia requiere ser completada con una reforma institucional, donde la del Estado sea la pieza clave. El gobierno deberá trabajar en la construcción de un Estado al servicio de los ciudadanos, que otorgue seguridad, respeto a los derechos de propiedad, acceso a servicios básicos de calidad en igualdad de condiciones, etc. Ese es el Estado que necesitamos, sin que ello implique alterar las piezas básicas de la estrategia económica.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Modelo económico

Hay un dato revelador en la última encuesta del IEP: un 58% de la población señala que se debería mantener el modelo, pero con cambios, mientras que un minoritario 33% dice que se debería cambiar totalmente. En la propia izquierda, hay un 52% que señala lo propio, que se debe mantener el modelo, pero con cambios, y en la derecha el 63%.

No estaría cayendo en saco roto el mensaje de Keiko Fujimori de defensa del modelo y su narrativa anticomunista. Claramente apunta a reforzar su núcleo duro, de derecha, centro y hasta una porción de la izquierda. Y es más fácil para Keiko decir que va a defender el modelo y le va a hacer algunos cambios que a que Castillo lo haga.

Castillo está atrapado en su lógica radical. Difícilmente va a poder salir de ella. Su propia bancada está partida en tres: los prosenderistas, los cerronistas y unos cuantos castillistas. Si se modera no solo perdería a su facción radical -que fácilmente puede dejar de votar por él y pasarse al bolsón de blancos y viciados- sino que puede resultar inverosímil y proyectar la imagen de la impostura.

No es casual que Castillo rehúya las entrevistas en set, ante periodistas calificados y acuciosos y solo decida declarar a reporteros, sin posibilidad del intercambio de preguntas y respuestas necesario y sin el tiempo debido (él mismo se encarga de cortar las entrevistas).

Nada está definido en esta elección aún. Las actitudes, más que la ideología, va a jugar un papel preponderante y ya estamos viendo que, según la propia encuesta del IEP, hay mayor facilidad de que el discurso de Keiko (si le agrega alguna dosis de anti establishment) pegue antes que el de un rígido Castillo (no tiene muchas variables de juego).

No es momento de que los castillistas celebren alborozados el triunfo ni de que los keikistas se conduelan deprimidos por los resultados de las primeras encuestas. La campaña recién comienza y no estamos ante bloques ideológicos afianzados y duros que sean imposibles de convencer de su migración.

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Keiko Fujimori, Modelo económico, Pedro Castillo

La divergencia radical entre la propuesta económica de Castillo con la de Keiko va a ser la que va a definir el desenlace electoral de esta segunda vuelta.

No va a ser el eje corrupción-anticorrupción, porque a los recuerdos de los 90 del fujimorismo se le antepondrán los de Vladimir Cerrón, mentor ideológico de Castillo, sentenciado por corrupción.

No va a ser el eje democracia-autoritarismo, porque ambos adolecen exactamente de lo mismo: una propuesta basada en el ninguneo a las formas democráticas. Si a Keiko se le achacará el autogolpe, a Castillo se le va a enrostrar sus cercanías subversivas.

No va a ser el eje liberal-progresista, porque ambos son conservadores. Inclusive, me atrevería a pensar que la propuesta de Castillo es mucho más conservadora en materia de derechos civiles, y si es verdad que Keiko ha migrado hacia el albertismo podría recuperar algunas líneas progresistas de ese entonces (en esta campaña se ha desprendido de su entorno ultraconservador).

Va a ser el modelo económico y el consecuente debate sobre el cambio de Constitución el que inclinará la balanza. Y allí hay varias acotaciones que hacer. No será tan sencilla la colisión. A Keiko la favorece que, con los filtros descartados, disminuirá el antifujimorismo, pero no le será suficiente.

Indudablemente, el modelo económico estrenado con las reformas de los 90 ha sido inmensamente positivo para el país. Tanto que a pesar de que se paralizó al final de los propios 90, que fue desplegado luego por gobiernos cargados de corrupción y muy mediocres, logró hacer que la economía crezca, disminuya la pobreza y se reduzcan las desigualdades.

En beneficio de Castillo juega el hecho que de que justamente las incompletudes del modelo, producto de los gobernantes ineptos señalados, ha generado un bolsón marginado de ese boom económico. Y a ello se suma el enorme bolsón de la población cuya economía ha sido destruida por la pandemia y obviamente ha votado de mal humor e irritada con lo que puede considerar el modelo.

No va a ser una elección fácil. Va a ser muy ajustada. Va a depender de la fina estrategia electoral de ambos. Por lo pronto, cometerían un grave error en la derecha si hacen sumatorias simples de eventuales adherencias (ya hemos visto al fantoche celeste coqueteando con Castillo, demostrando así su falta de empaque moral; felizmente nos libramos de tenerlo en la segunda vuelta). Va a ser una final de fotografía. Quien logre convencer a la gente de persistir o de tirarse abajo el modelo económico ganará.

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Juan Carlos Tafur, Modelo económico, Pedro Castillo
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