Modelo económico

La insistencia en un nuevo modelo económico supone responder dos preguntas: primero, ¿qué modelo tenemos ahora? Y segundo, ¿cómo sería el nuevo modelo? Se entiende que un modelo son solo los lineamientos generales y los problemas están en los detalles.

Tanto en la constitución de 1979, como en la de 1993, se define al modelo económico como una economía social de mercado. Ambas dieron resultados económicos distintos. Sea como fuere, la estrategia se basa en dos pilares: por un lado, está el mercado, en el que actúa el sector privado; ¿qué hace? Produce riqueza, genera empleo y paga impuestos; por el otro, está el estado, que actúa como redistribuidor y como regulador. Una cosa es lo que está escrito y otra, lo que pasa en la realidad. Ni todos los privados pagan impuestos ni el estado cumple sus roles. Entonces, ¿qué queremos cambiar?

Sin duda, la estrategia ha dado resultados positivos en las cifras macroeconómicas y en la reducción de la pobreza monetaria o por ingresos. Sin embargo, está claro algo que cualquier ciudadano sabe: que el Estado no funciona, lo que se refleja en la creciente inseguridad, los bajos niveles de educación y salud públicas, el exceso de tramitología y la baja credibilidad en las instituciones como el Poder Judicial, Jurado Nacional de Elecciones, Congreso y la policía nacional, además del cáncer que representa la corrupción. La bonanza macroeconómica no se ha conectado con el bienestar microeconómico.

Cuando se alude al cambio de modelo, lo que se está pidiendo es que el Estado funcione y enfrente los problemas que son su chamba y que nos afectan en nuestra vida diaria.  Las posturas difieren en cómo hacerlo, pero no en el hecho de que haya que hacerlo.

Hacer que el Estado funcione no es de izquierda ni de derecha, como tampoco lo es la lucha contra la corrupción; no hay modelo económico posible que funcione sin un Estado que actúe de acuerdo con sus obligaciones. Si entendemos que lo anterior es el modelo, sin duda alguna todos estamos de acuerdo con la necesidad de un cambio.

Sin embargo, cualquier estrategia alternativa a la que se ha descrito no puede ir en contra del crecimiento económico ni de la apertura hacia el exterior. Basta ver, en los últimos diez o quince años, la evolución de los países que optaron por un camino diferente, como Venezuela.

Muchos señalan que en Bolivia todo funcionó. Dos puntos: primero, funcionó mientras los precios de los productos primarios que exportaba estaban altos; segundo, si hubiera sido así, entonces, ¿por qué la población obligó a Evo Morales a renunciar después de 13 años? El tema no pasa por tener o no tener recursos naturales. De lo contrario, ¿cómo países como Noruega y Australia, que ostentan la mayor calidad de vida del mundo, son exportadores de bienes primarios?

El asunto no es tan simple como parece. ¿Cambiar el modelo, matizarlo o completarlo? ¿cambiar el modelo y parecernos más a Venezuela o mejorar la economía social de mercado con una reforma del Estado? El Estado no puede abandonar a la población. ¿Implica eso cambiar todo o mejorar lo que tenemos?

Mi posición personal, y respetando todas las opiniones en contrario, es que la estrategia requiere ser completada con una reforma institucional, donde la del Estado sea la pieza clave. El gobierno deberá trabajar en la construcción de un Estado al servicio de los ciudadanos, que otorgue seguridad, respeto a los derechos de propiedad, acceso a servicios básicos de calidad en igualdad de condiciones, etc. Ese es el Estado que necesitamos, sin que ello implique alterar las piezas básicas de la estrategia económica.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Modelo económico

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