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Es una terrible injusticia histórica y política que la izquierda radical -o en cualquiera de sus variantes- reaparezca con posibilidades ciertas para el escenario del 2026.

Porque ella fue socia o cómplice del corrupto, golpista y terriblemente ineficiente régimen de Pedro Castillo, que causó en poco tiempo la ruina del país y lo hubiera destruido si no fuera porque, ajochado por las investigaciones de la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, y su sentido de culpabilidad, quisiese patear el tablero el 7 de diciembre del 2022 (si Zoraida Ávalos hubiera conducido la Fiscalía de la Nación, hasta hoy estaría Castillo y con 80 “niños” destruyendo el país).

Ese lapso de gobierno fallido debiera haber servido para curar en salud a los peruanos que lo votaron y llevarlos a una reconvención de sus principios, pero lamentablemente eso no ha ocurrido así. La centroderecha cometió el gravísimo error de sostener el mandato de Dina Boluarte hasta el 2026 y con ello le ha dado oxígeno a la izquierda para salir de cuidados intensivos y presentarse -¡oh paradoja!- como opción nueva frente al electorado.

El Congreso adefesiero que tenemos, coludido con una mediocre gestión, como la de Boluarte, percibida como una coalición derechista por las mayorías, le ha servido de pólvora a los discursos radicales de Antauro Humala, Guido Bellido o Aníbal Torres, quienes se perfilan como las más potentes cartas de esa izquierda para los venideros comicios.

Si le sumamos la manutención de las condiciones sociales que explicaron el estallido electoral de Castillo, la absoluta desigualdad en los servicios de salud, educación, seguridad, infraestructura básica que existe entre la Lima acomodada y el resto del país, se entenderá por qué puede seguir prendiendo un discurso que, llevado a la práctica, ya demostró su inviabilidad.

Si se hubiese adelantado el proceso electoral, como inicialmente aprobó el Congreso, el país se hubiera volcado masivamente por alguna opción de centroderecha sensata y moderna -claro está, sin la fragmentación suicida que hoy muestra- y el país hoy estaría reconducido por la senda de las reformas que tanto se esperan. Perdimos una oportunidad histórica que ahora nos pasa factura al resucitar una seria amenaza al orden democrático y económico hasta hoy relativamente vigente.

La del estribo: dos recomendaciones imperdibles. La primera, la notable película La piel más temida, de Joel Calero, que como parte de la saga estrenada en La última tarde, ahonda en los grises de los rezagos del conflicto armado interno. Actuaciones sobresalientes de Juana Burga y Luis Cáceres. La segunda, Maquillage, obra de hace más de 70 años, de Jorge Eduardo Eielson, como parte de los homenajes que se están efectuando en el país, por los cien años de su nacimiento. Va en el Británico solo hasta el 5 de mayo. Es una gran comedia, brillantemente protagonizada por un elenco actoral de primera. Entradas en Joinnus.

Los candidatos de izquierda radical recorren el país de cabo a rabo. Lo hacen especialmente en la zona del sur andino, su bastión electoral más importante. Su cálculo es sencillo: allí los ciudadanos van a votar en la primera vuelta del 2026 como lo hicieron en la segunda vuelta del 2021, es decir 80% a favor de un candidato de izquierda extrema.

El sur andino representa el 20% del electorado nacional y si logran ese porcentaje ya tendrían el 15% de la votación nacional asegurada. Si le suman el resto del mundo andino y los bolsones de pobreza de la costa y la selva peruana podrían trepar hasta un 25% o más.

Y hablamos de los votos totales, eso se traduce luego en votos válidos en cerca del 30% o más. No solo se aseguran el pase a la segunda vuelta y el colocar una voluminosa bancada parlamentaria, sino eventualmente -si subsiste la fragmentación de la derecha y el centro- de repente colocar a dos candidatos de izquierda en la jornada definitoria del 2026.

Mientras eso ocurre, los candidatos de la centroderecha -para englobar a todos- se dedican a salir en Willax, canal N y RPP, algún canal de señal abierta y a escribir en periódicos limeños. Así creen que se hace política y que ello les va a redituar en votos en el proceso electoral. Craso y trágico error.

La visita presencial no tiene reemplazo. Se pueden acompañar de estrategias modernas de microsegmentación social para hacerlas más eficaces, pero no hay nada que sustituya la llegada al mercado, a la plaza, comer algo del puesto de comida ambulante, dar entrevistas a los medios locales, recorrer sus calles, dejarse ver, conversar con la gente humilde, escucharlos y aprender de la realidad nacional. El día que se acerquen los votantes a las urnas, ese recuerdo pesará más que haberlo visto al candidato en televisión limeña, sin lugar a dudas.

No es prematuro empezar desde ya. El grado de malestar e insatisfacción ciudadana en el sur andino es casi refractario al cambio. Se van a tener que redoblar esfuerzos para conseguir algo del fondo de la olla. Se necesita, por ello, un trabajo de largo aliento. Ya los tiempos son cortos. Queda apenas año y medio de campaña por delante. Ojalá se tome conciencia de ello.

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Candidatos de Izquierda, Democracia

A las múltiples reformas que le corresponderá emprender al gobierno entrante -a éste no se le puede pedir ya nada, por su mediocridad rampante-, entre ellas la reforma del Estado, la de la salud y educación públicas, del proceso de regionalización, de la trama de instituciones pro inversión privada, etc., se deberá sumar, en primer orden, la reorganización completa del Poder Judicial y del Ministerio Público.

Ambos poderes -ya no me sorprenderían más represalias por esta columna- están imbuidos de una degradación institucional terrible y profunda, cruzados por conflictos internos irresolubles y agitados por lógicas políticas que han desnaturalizado el inmenso poder del que gozan, el que, dicho sea de paso, deberá ser acotado.

Se ha intentado ya con anterioridad hacer reformas semejantes y todas han fracasado. Desde fuera y desde dentro. Habrá que repensar con paciencia y reflexión el mejor camino, pero la urgencia de hacerlo es irreversible.

Se suponía que la Junta Nacional de Justicia, que reemplazó al Consejo Nacional de la Magistratura, iba a lograr ello, pero ha fracasado en el intento, sumándose a la mediocridad y politización de los dos entes a su cargo. Se deberá repensar también cómo se conforma un nuevo órgano de control.

El sistema de justicia es vital para la democracia y para el libre mercado. Es, por ello, uno de los rasgos institucionales que rebaja nuestra calificación en todas las mediciones de libertad económica y calidad de la democracia que a nivel global se llevan a cabo.

Degrada la democracia tener un Ministerio Público politizado y arbitrario, afecta la institucionalidad tener un Poder Judicial venal e ineficiente, pervierte la libertad empresarial no tener previsibilidad respecto del modo como se imparte justicia en el país.

Desde ya, las diversas agrupaciones que aspiran a ocupar el poder el 2026 deberán ser interrogadas respecto de qué piensan hacer al respecto. No podemos conformarnos con candidatos carismáticos, disruptivos o sorpresivos. Se debe exigir hondura programática, claridad ejecutiva y presencia de equipos tecnocráticos calificados. Entre ellos, un equipo de juristas de primera nota que ofrezca un cambio urgente al desmadre de corrupción y abuso que reina en las dos instituciones mencionadas, tanto el Ministerio Público como el Poder Judicial.

Abusiva, irracional e inmotivada ha sido la medida de allanamiento dispuesta en mi contra por el equipo de la fiscal Marita Barreto. No se me imputa ningún delito, salvo una referencia inicial difuminada a una supuesta pertenencia a una organización criminal y a la publicación de un informe crítico contra la propia fiscal por el caso Sada Goray, por el viaje que la magistrada efectuara a Punta Cana y Miami a tomarle sus declaraciones.

En base solamente a ello se ha procedido a un allanamiento de mi vivienda y a la incautación de mi equipo telefónico y tres laptops (la mía, de mi esposa y del personal doméstico). El objetivo es claro y evidente: acceder a mis fuentes informativas, que son muchas y sobre diversos temas, pero que en el caso del allanamiento buscan encontrar quiénes eran las personas que me proporcionaban información que sustentaba los informes publicados. Si no fuera así, se me hubiera podido investigar normalmente citándome a la fiscalía, a la que ya varias veces he acudido a rendir testimonio por casos vinculados.

Yo he negado mis fuentes y lo seguiré haciendo. Es un juramento profesional que, maliciosamente, la fiscal Barreto quiere romper, violando los preceptos constitucionales de resguardo de la libertad de prensa. Con mis fuentes siempre he mantenido una reserva absoluta y el compromiso de no revelar identidades bajo ninguna circunstancia, compromiso que estoy obligado a cumplir.

Se esconde además en este presunto afán investigatorio una clara represalia por el informe de Sada Goray, que no faltaba a la verdad en ninguna línea del mismo. Tanto es así que yo no he merecido ninguna carta aclaratoria, carta notarial o querella por difamación de ninguno de los artículos publicados.

Hay un sector del Ministerio Público, que en estos momentos transita por conflictos sangrientos en su seno, que está encontrando víctimas en civiles que no tenemos vela en ese entierro.

Yo no he participado de ningún trasiego de dinero, no he sabido de ello bajo ninguna circunstancia, no he realizado asesorías institucionales ni media training a nadie del Ministerio Público y a ninguno de los imputados, no he recibido jamás emolumento alguno, tampoco he sido operador de ningún favor administrativo de los muchos que se les imputan a otros inculpados en el expediente fiscal.

Conmigo se ha cometido una grave injusticia, se ha atentado contra la libertad de prensa y se ha vulnerado derechos democráticos esenciales. Frente a ello, la frente en alto, la conciencia tranquila y la disposición absoluta a cualquier investigación que se me quiera hacer al respecto.

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allanamiento Tafur, Caso valkiria XI, Sada Goray

Hemos venido diciendo con terca insistencia, que si la centroderecha liberal (que debe excluir a los partidos merca mafiosos del Congreso), no se une para las elecciones del 2026, le va a regalar el triunfo a la izquierda radical.

Pero hay otro riesgo que podría ocurrir si tal cosa no sucede: permitirle a Keiko Fujimori que pase una vez más a la segunda vuelta y sea por cuarta vez derrotada en esas elecciones.

Keiko Fujimori debe tener, con el upgrade del padre indultado, un 12 o 15% ya en el bolsillo. Si no se produce un aluvión por la izquierda radical -que la lleve a meter dos candidatos a la jornada definitoria-, la candidata de Fuerza Popular tiene asegurado su pase a la segunda vuelta.

Contra escenario de alto riesgo también cabe invocar sensatez en el resto de candidatos. Anderson, Añaños, Chiabra, Belaunde, Marisol Pérez Tello, etc., son lo más potable de la oferta electoral nueva que se aprecia. Están obligados éticamente a conversar y tratar de sacar adelante un proyecto común, que impida no solo la avalancha radical sino el retorno indeseado del fujimorismo a las instancias decisivas.

El keikismo se ha convertido, ya sin ambages, en un movimiento autoritario, conservador y mercantilista. Ha colapsado el centro liberal que alguna vez su padre encarnó. Las pocas luces de Keiko Fujimori hicieron que su labor congresal contra PPK frustrara su triunfo el 2021. Su bancada congresal está volviendo a hacer lo mismo, pero esta vez para el 2026.

Se necesita una opción plenamente liberal, que nos saque del atolladero económico, social y político en el que nos encontramos. Si accede al poder una opción de ese tipo, y dado su éxito, repite la jornada el 2031, en un decenio habremos dado vuelta a la página y retornado, con mejor institucionalidad, a la espiral de crecimiento de los primeros años de este milenio.

Un buen candidato, un conglomerado de partidos, y equipos tecnocráticos bien afiatados, son la fórmula a aplicar para aspirar a tener éxito y distinguirse del aventurerismo del resto. La extrema derecha y la extrema izquierda deben ser derrotadas en las elecciones que se avecinan.

La del estribo: tres exposiciones artísticas imperdibles en estos días. Canto abierto. Homenaje a Jorge Eduardo Eielson, en el marco del centenario del poeta, escritor y artista plástico peruano. Va en el CCPUCP hasta el 12 de mayo. Ver por contacto. Fotogramas 2014-2024, de Roberto Huarcaya, en el ICPNA (acaba de inaugurar su muestra en la Bienal de Venecia). Va hasta el 23 de junio. Y la de Alejandro Alayza en Galería Fórum, que va hasta el 4 de mayo.

El eventual desencadenamiento de una conflagración bélica mundial generará, de inmediato, una ola migratoria sin precedentes en el mundo. Y América Latina, al ser un continente marginal, donde los arrestos militares no tocarán sus costas, se convertirá seguramente en un destino ineludible de cientos de miles de ciudadanos del mundo que buscarán acá la paz y la esperanza que sus países bombardeados a diario no tendrán.

¿Qué hacer frente a ello? Ya debería ser una parte de la agenda de la Cancillería. El riesgo de una tercera guerra mundial es enorme y que ésta escale a niveles nucleares factible. En ese escenario se repetirán las oleadas migratorias al continente que ocurrieron en las dos guerras mundiales anteriores o en conflictos de menor escala, como la Guerra Civil española.

Al respecto, surgirán, por supuesto, voces xenófobas que tratarán de cosechar políticamente el tema, pero felizmente creemos que la mayoría de peruanos no hace eco de esos discursos. No lo ha hecho con el millón y medio de venezolanos, difícilmente lo hará con cientos de miles provenientes de otros lugares de la tierra.

El Perú ha tenido una actitud ejemplar en el caso venezolano. La migración de ese país se ha adaptado perfectamente al status nacional, desperdigándose por todo el territorio, sin conformar guetos, como ocurre en Europa con los migrantes, y si bien hay un problema delincuencial asociado a los venezolanos, los hechos demuestran, empíricamente, que se trata de una porción menor de inmigrantes la involucrada en ello y que más allá de la bulla mediática irresponsable, la delincuencia ha crecido por la inacción policial, la pobreza producto de la recesión última y la alta corrupción de las autoridades. Es decir, dicho aumento implica también a enormes bandas peruanas, muchas de ellas asociadas a las mafias ilegales, las cuales son propiamente autóctonas.

El Perú debe prepararse para recibir oleadas migratorias importantes si estalla una conflagración mundial. Somos, a pesar de la crisis política recurrente, un país atractivo para quienes pueden buscar algo de esperanza vital. Nos asolan grandes problemas de calidad de vida, pero nuestros activos sociales pueden pesar más en la balanza. Ojalá predomine, si tal escenario se desencadenase, una actitud global, abierta y liberal, frente al tema, y no una actitud nacionalista, obtusa y populista

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migracion masiva, migración venezolana

Alan García se suicidó hace cinco años y aún seguirá en discusión el balance de su historia política. Si acaso, qué pesará más en la balanza, su desastroso primer gobierno o su eficiente segundo gobierno, con superlativo éxito económico.

Me inclino a pensar que más allá de las controversias sobre su moralidad personal, que es lo que finalmente lo convierte en un personaje que despierta tantos odios como afiliaciones, el término del balance se tendrá que inclinar favorablemente. Lo que logró en su segunda gestión en términos de reducción de la pobreza (y no fue solo por los altos precios de las materias primas, como mezquinamente se señala) fue extraordinario, pero al mismo tiempo sembró el terreno para su desgracia política posterior.

Porque un clasemediero emergente, como los millones que surgieron gracias a su buena gestión, elevaron sus exigencias exponencialmente, como suele suceder. El pobre puede resignarse a su desgracia, el ciudadano de ingresos crecientes exige buena educación, mejor salud, seguridad, calidad de vida.

Y es ese ciudadano el que, al parecer, no le perdonó a García que en su segunda gestión no emprendiese reforma alguna en materia institucional. Su maníaca disposición a alentar inversiones privadas no fue acompañada de una dinámica similar para lograr una mejora de la paupérrima salud pública, la abandonada educación estatal, etc.

Apristas cercanos a él con los que he conversado me señalan que nunca se pudo explicar por qué, a pesar de su buen segundo gobierno, el pueblo lo rechazó de la manera tan brutal como lo hizo en las elecciones del 2016, las últimas en las que participó, aliado torpemente al PPC y a una figura tan poco carismática como Lourdes Flores (apenas pasó la valla electoral con 5.83% de los votos válidos).

La razón de ello es mencionada líneas arriba y, por lo mismo, debiera servir de lección futura para quienes aspiren a ocupar el poder el 2026. La pandemia arrojó a la pobreza a millones de peruanos y eso explica el voto airado del 2021 por alguien como Castillo. Hoy que empieza la recuperación económica, lo más probable es que el 2026 la agenda de necesidades ciudadanas vuelva a ser la de mejor salud, educación, seguridad, transparencia gubernativa, etc. Quien quiera ganar, desde la centroderecha, tendrá que poner especial relieve en ello, si quiere enfrentar con éxito a las fuerzas centrífugas que el inmenso malestar ciudadano hará que muchos se inclinen por opciones radicales. Que el caso de un animal político inédito, como Alan García, sirva de espejo a los nuevos liderazgos.

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Alan García, Apra, apristas, clase media, Partido Aprista Peruano

El general retirado Roberto Chiabra ha anunciado que se lanza a la presidencia para el 2026. Lo acompañan buenos augurios.

Es congresista. Ingresó por las filas de Alianza para el Progreso, de la cual rápidamente se alejó. No carga, no obstante, con el desprestigio de los congresistas. No se le ve como parte de la claque parlamentaria, con bajísimos niveles de aprobación y enorme rechazo popular.

Está ubicado en unas coordenadas ideológicas propicias. Es alguien de centroderecha, sin resquemores de ninguno de ambos sectores, pudiendo ser capaz, por ende, de aglutinar esfuerzos multipartidarios y encabezar un frente político amplio y convocante, con mayor posibilidad de pasar a la segunda vuelta en medio de la atomización brutal de la oferta electoral.

Tiene activos políticos importantes, el principal, haber sido el líder de la lucha militar contra Ecuador en la guerra del Cenepa, goza de elocuencia y energía, suficientes como para enfrentar los arrestos de la izquierda radical y en particular de alguien como Antauro Humala, la bestia negra de los radicales disruptivos. Tiene biorritmo, a diferencia de muchos lanzados a las arenas electorales y cuya aguja vital no mueve ni conmueve a nadie.

Su condición de militar, además, le otorga créditos en materia de la inseguridad ciudadana y le roba así el protagonismo bukeliano que algunos quieren enarbolar (Antauro, Álvarez, etc.).

Ojalá entienda la urgencia de armar su propio partido y no depender de un vientre de alquiler, de la necesidad de conformar equipos técnicos suficientes y, sobre todo, del imperativo de armar coaliciones de diversas agrupaciones.

Su presencia puede romper la terrible pendiente que a muchos ya aterroriza, como es una segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Antauro Humala.

Su presencia, asociada a la defensa de un modelo de mercado y la institucionalidad democrática, le puede dar nuevos bríos a un sector de centro que hasta hoy no hallaba un candidato con liderazgo suficiente para tomar las riendas del sector ciudadano más amplio del país. Y la derecha no lo ve mal, pudiendo también capitalizar de allí (no sería de extrañar que la guerra sucia que, sin duda, le caerá encima, provenga no de la izquierda, sino de sus pares del centro o la derecha).

Asoma un buen candidato y si actúa con inteligencia y modulación, seguramente será protagonista principal de la justa electoral venidera.

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Alianza Para el Progreso, Roberto Chiabra

Me parece bien que no se le haya inhabilitado al exPremier, Aníbal Torres. La moción consideraba tan solo sus expresiones beligerantes como razón para dicha inhabilitación, lo cual hubiera constituido un despropósito democrático tremendo.

Otra cosa sería si el Poder Judicial finalmente determina que tuvo efectiva participación -como todo lo hace pensar- en el fallido golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo. En tal caso, la inhabilitación caería por su propio peso, pero en tanto ello no suceda, solo estamos, claramente, ante un intento antidemocrático de excluir candidatos que se considera riesgosos (una última encuesta de Ipsos lo coloca en lugar expectante).

Lo mismo sucede con el manido afán de algunos congresistas de reformar la Constitución para impedir que Antauro Humala pueda postular el 2026. También es claramente antidemocrático. La razón -señalan- es que su mensaje no se condice con los valores democráticos y que la democracia se debe defender. Pregunto: ¿deben prohibirse entonces todos los partidos comunistas? Eso no ocurre en ningún país desarrollado del mundo, a pesar de que claramente dichos partidos trastocarían el orden político vigente.

O, para medir con la misma vara, entonces que el fujimorismo también sea excluido de cualquier contienda electoral ya que tiene probada solera antidemocrática y riesgo latente de reeditar el autoritarismo de los 90.

Lo peor de todo es que semejantes actos de exclusión no tendrían ningún efecto práctico, como el que desean sus promotores. ¿Creen realmente que si excluyesen a personajes como Aníbal Torres o Antauro Humala, la izquierda radical desaparecerá del escenario electoral venidero? Claramente eso no va a ocurrir. Surgirán otros en su reemplazo. Hay una pulsión antiestablishment radical en el país, asentada sobre todo en el sur andino, que se va a expresar por los mencionados o por cualquiera que asome el rostro el 2026, por más exclusiones que la derecha congresal perpetre.

A la izquierda radical se le debe desterrar del país. Es un peligro para la economía de mercado y la institucionalidad democrática, pero se la debe derrotar en las calles y las urnas, no mediante leguleyadas que, además, fácilmente podrían ser revertidas en instancias legales, nacionales o supranacionales.

Se asoma un horizonte electoral de alto riesgo, pero por culpa, sobre todo, de la irresponsabilidad política del centro y la derecha. Que no pretendan zafar responsabilidades excluyendo adversarios inconstitucionalmente y destruyendo los parámetros electorales democráticos.

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