Audiocolumna

Lo que es fascinante —y profundamente revelador— sobre el fenómeno de Martín Vizcarra es la evidencia de que, en el Perú, la memoria política es corta, pero la repulsión hacia la clase gobernante es tan persistente como una enfermedad sistémica.

En un país donde el descrédito de los partidos tradicionales ha alcanzado proporciones épicas, Vizcarra se presenta, a pesar de sus propias sombras, como una figura que se convirtió, aunque solo fuera por un momento, en «uno de nosotros», alguien que encarnó una ilusión: la del moralista outsider enfrentando un aparato de poder corrupto.

Es cierto que su gobierno fue mediocre y caótico; la gestión de la pandemia osciló entre la improvisación y el populismo sanitario, y su disolución del Congreso fue ampliamente celebrada por una gran parte de la ciudadanía, aunque, sin embargo, declarada inconstitucional. Para complicar aún más las cosas, hay serias acusaciones de corrupción que en otro contexto habrían sido suficientes para enterrarlo políticamente.

Pero no en el Perú. Porque aquí, en esta tierra apestada de política, un corrupto suena menos aterrador que una mafia.

Vizcarra, con todas sus peripecias, su discurso antipolítico y su enfrentamiento directo con el Congreso, hizo algo que pocos candidatos solo pueden soñar: ser enemigo del sistema. Y en un país donde el sistema se ve como una máquina insaciable de saqueo y cinismo, eso es más que suficiente para lanzar a un hombre al podio de aspirantes presidenciales (por más inhabilitado que esté, le quedan recursos jurídicos internacionales que lo podrían traer de vuelta).

La lección es clara para cualquiera que espere postularse el 2026: se trata menos de lo que puedas proponer que de lo que puedas oponerte. La respuesta no está en los planes de gobierno, sino en las luchas simbólicas. Asaltar el tinglado del poder actual no es una estrategia retórica; para muchos, es una cruzada moral. El pueblo peruano ya no vota por esperanza, sino por venganza. Y en esta coreografía de resentimientos, quien pueda encarnar esa insatisfacción más eficazmente, incluso si tiene algunas cuentas pendientes con la justicia, tendrá opciones genuinas de llegar al poder.

Tags:

Sudaca, Sudaka, Vizcarra

-Si Martín Vizcarra pudiera presentarse a las elecciones, por lo menos pasaría a la segunda vuelta. ¿Por qué ocurre ese fenómeno en alguien con serias denuncias de corrupción, con un manejo pésimo de la pandemia y con una disolución del Congreso finalmente declarada inconstitucional? La razón me parece muy sencilla y puede servirle de referencia a los candidatos del 2026: Vizcarra se enfrentó a la partidocracia frontalmente y la gente odia al elenco estable de la política peruana. Si alguien quiere destacar en la jornada electoral venidera sería bueno que vaya enfilando sus baterías contra el establishment que hoy conforma la alianza Ejecutivo-Congreso, que simbolizan Dina Boluarte, Keiko Fujimori y César Acuña.

-¿Qué admiro de Mario Vargas Llosa, a propósito de sus 89 años recién cumplidos? Varios atributos: su incondicional vocación por decir lo que piensa, sin tapujos y sin que importe el lugar común arraigado, su compromiso irreductible con las libertades, su pródiga dedicación a muchas causas simultáneas, pero, sobre todo, su inmensa voluntad de trabajo (ya quisiera tener el 10% de su capacidad de enfrascarse en lecturas, aún hasta hoy).

-Si he podido con la U, puedo hacerlo con el Perú, ha dicho Jean Ferrari, administrador del equipo más popular del país, haciendo referencia al salvataje administrativo que ha efectuado de un club que estaba prácticamente quebrado, con una millonaria deuda, y poniendo en evidencia que alberga ya el bichito de la política en su seno. Su gran popularidad lo haría, sin duda, un candidato que podría dar la sorpresa. Está inscrito en Avanza País así que mucho ojo con él.

– A inicios de año, la Comisión de Dumping, Subsidios y eliminación de barreras comerciales no arancelarias del INDECOPI dispuso iniciar un procedimiento de investigación por presuntas prácticas de dumping en las exportaciones al Perú de alambrón de acero sin alear, de bajo y alto carbono, de sección y superficie lisa, y con determinadas dimensiones, originario de China. Mucho ojo con ceder a presiones de la competencia afectada y a trasiegos indebidos en el organismo regulador. Lo único que nos faltaría es que, sin pruebas suficientes y acreditadas, entremos en una guerra comercial con China, dado el impulso proteccionista de Donald Trump. Léase el informe que ha preparado Sudaca al respecto https://f.mtr.cool/oyirhpodjr.

Lo que ha sucedido con la fiscalía en el caso Cocteles es un desastre predecible, una prueba más de lo que muchos ya sabían y temían: nuestro sistema judicial se ha convertido en víctima de la sobrepolitización, de una plaga que socava el mismo ADN de la justicia.

La anulación del juicio oral por parte de la Corte Suprema no es un error procesal; es una señal clara de que las instituciones supuestamente encargadas de garantizar el orden y la equidad están al servicio de intereses ajenos al bien común. Como ha sucedido tantas veces en nuestra historia, la justicia se ha transformado en un juego de poder en el que los hilos invisibles de la política tiran de los destinos de los casos más relevantes, como si fueran marionetas.

Lo que está en juego no es solo el destino de un caso en particular, ni de los implicados en éste, sino la misma idea de justicia, que está siendo relegada cada vez más al trasfondo. La politización de la justicia no solo comete una barbaridad contra aquellos que dependen de la protección de la ley, sino que también amenaza el mismo núcleo de la democracia, ya que el principio de imparcialidad, que debería ser el fundamento de cualquier sistema judicial, se desvanece en un caldo impregnado de manipulación e intereses oscuros.

Y lo más triste es: al perder este juicio no solo perdemos un caso: perdemos años de esfuerzo, de una lucha por la verdad. Los fiscales ahora se enfrentan a un sistema que los abandona y el ciudadano común se encuentra una vez más desencantado, aplastado y convencido de que en el Perú, la justicia es solo un espejismo, una quimera que nunca se realiza.

Debemos preguntarnos si estamos listos para seguir permitiendo que la justicia ceda ante la voluntad de aquellos que, desde las sombras del poder, manejan los hilos de los destinos de todos nosotros.

Tags:

justicia, Sudaca, Sudaka

La política peruana, una vez más, está atrapada en la espiral de interpelaciones, que dejaron de ser un mecanismo de control y supervisión del poder para convertirse en un espectáculo vacío y estéril.

El Congreso, que debería ser el bastión de la democracia y la deliberación política, se ha convertido en un circo donde se ejerce todo, menos el interés común. Un Congreso, que es cómplice del gobierno en lo sustancial, quiere aparentar una distancia crítica que a nada bueno conduce porque es inocua.

El ping pong de las interpelaciones ministeriales -ya hay como seis ministros amenazados con ello y el Premier ya ha sido citado- evidencia una señal segura de degradación de la clase política, incapaz de asumir responsablemente la tarea que se les ha encomendado. En lugar de debatir y legislar para resolver los problemas de raíz que aquejan al país —con la pobreza, la corrupción o la inseguridad sobre la mesa—, el Congreso entró en una espiral de acusaciones, donde lo que importa no es el fondo, sino la exposición pública.

Esto no es meramente un asunto de ineficacia política; está en juego la propia salud del orden democrático. Estas interpelaciones difícilmente son un ejercicio de transparencia, sino más bien son espectáculos de estilo circense donde los problemas causados por el gobierno se exhiben como si tuvieran su propio reality show, y cualquier posible solución es solo humo y espejos, sin diálogo honesto. Es un espectáculo de gestos y represalias, en el que personas en un podio intentan llamar la atención, no por una visión o plan real, sino por sus bombas retóricas e interrogatorios que no logran tracción.

Lo más trágico es que el país, enterrado en la desigualdad y la alienación social, aún no recibe respuestas serias. Mientras los líderes políticos muestran una guerra de egos —los ciudadanos en las trincheras, y sin fe en sus instituciones— las perspectivas de un mejor mañana se desmoronan.

Tags:

política peruana, reality show, Sudaca, Sudaka

La concurrencia de factores sociales y políticos en el ascenso de la izquierda marxista radical en el Perú no es solo ideológica. Tal ideología marxista, en sus versiones más extremas, ha tenido en la historia mundial un precio relativamente alto de descrédito, debido a fracasos en otras partes del mundo, pero lo que a menudo ha resonado con el electorado peruano es su capacidad para canalizar la frustración y el enojo hacia el orden establecido.

La izquierda radical ha logrado presentarse como la voz de los desposeídos, las personas que sienten que el sistema político y económico tradicional no ha logrado ofrecer oportunidades ni atender a sus necesidades. El pueblo peruano no es marxista, ni siquiera es mayoritariamente de izquierda, como ratifica la última encuesta del IEP, pero sí va contra el statu quo y alienta opciones de ese perfil, dentro de los que encajan las opciones marxistas señaladas.

El descontento aboga en favor de propuestas que, más allá de su contenido ideológico, se postulan como una ruptura con el statu quo, específicamente en el sur andino, donde las desigualdades sociales, la pobreza y el abandono estatal son más profundos. Es por eso que los líderes cuyo ascenso se debe, aunque sea poco acorde al marxismo, a la contextualización de una crisis en la legitimidad de las instituciones del país están volviéndose cada vez más populares.

Dentro de este contexto, la ideología marxista deja de ser una idea abstracta y se convierte en una herramienta de protesta social, un medio para aquellos actores hartos de las promesas vacías.

Los líderes de este movimiento no son vistos como ideólogos extremistas sino como representantes de una lucha popular contra un orden excesivamente centralizado percibido como ajeno y opresivo para las provincias. Entonces, más allá de su ideología, el peligro de este ascenso radica en la profundidad de un malestar colectivo que podría empujar al país por un callejón sin salida, poniendo en riesgo la democracia y la estabilidad institucional.

Tags:

izquierda peruana, Sudaca, Sudaka

Javier Milei y Donald Trump, dos figuras emblemáticas de la política de derecha contemporánea, están unidos por una retórica incendiaria y un populismo que resuena con amplios segmentos frustrados con los sistemas políticos tradicionales. Sus trayectorias, sin embargo, sus enfoques y estilos, presentan diferencias significativas que, en cierto modo, representan a sus respectivos países y los contextos políticos que los moldearon.

Milei, un economista de formación, es un defensor pronunciado y radical del liberalismo económico. Su retórica es de austeridad fiscal, reduciendo el tamaño del estado y oponiéndose a lo que él llama «socialismo» en las estructuras de poder. Su personalidad está impregnada de una retórica casi apocalíptica que promete la destrucción de estructuras políticas que considera corruptas e ineficaces, e imponiendo un orden más «liberal».

Este extremismo económico no llega solo: va acompañado de una defensa feroz de los valores tradicionales argentinos, especialmente en materia social, y ya le viene dando resultados importantes en lucha contra la inflación y reducción de la pobreza.

Trump, en contraste, no es ni economista ni teórico político, sino un empresario que entró en la escena política con un mensaje populista motivado por la superioridad nacionalista y el odio a la élite globalista. Aunque también recorta impuestos y es proteccionista, su enfoque económico es más pragmático y menos ideológico que el de Milei.

Trump no tiene tanto deseo de destruir el sistema como de reformarlo desde dentro: su «América Primero» rechaza el enfoque tradicional en política exterior, favoreciendo presuntamente a la clase trabajadora estadounidense (a la que la inflación ya existente se la está devorando).

Ambos tienen una crítica contundente de la izquierda y una especie de retórica incendiaria que trata el caos y la indignación como combustible para los motores políticos. Pero mientras Milei encarna una visión de austeridad y reforma económica general, Trump prospera en el nacionalismo y una crítica contundente del sistema político estadounidense.

Así, mientras Milei habla de una reconstrucción económica a través de la cruz de una liberalización dolorosa, Trump es un avatar de resurrección nacional arraigado en el proteccionismo y el orden. Milei es ultraliberal, Trump es ultraconservador. Ambos son iconos de la desilusión, pero ofrecen diferentes caminos hacia el futuro.

Tags:

Milei., Perú, Sudaca, Sudaka, Trump

Las crisis, especialmente una tan destructiva como la provocada por la pandemia de 2020, dejan cicatrices profundas en los cimientos de la economía. Y el segmento más doloroso no es la contracción en sí, sino las huellas que dejó atrás, en decenas de miles de empresas que pueden estar abiertas, pero siguen luchando desesperadamente por recuperarse. Hoy, el proyecto de ley 9433 puede verse más que nunca como una medida vital para prevenir una catástrofe económica aún mayor, especialmente para las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes).

Las Mipymes, que representan el 99,5% de las empresas formales en el país, fueron las más afectadas durante la pandemia. Muchas de estas empresas, que aún están lidiando con sus deudas, han sido incapaces de mantenerse a flote con pérdidas que ascienden a millones. Sin la aprobación de esta ley, el futuro de más de 600,000 negocios formales es sombrío. No poder trasladar sus costos ni contar con un mecanismo para compensar sus pérdidas amenazaría la existencia de más de 300,000 de ellas. Y con ello, la economía nacional perdería más de un millón de empleos formales.

La política tributaria mencionada en el proyecto de ley 9433 es extraordinaria, y es una amnistía no para los impuestos en sí, sino para que las empresas puedan recuperarse y operar en la economía formal. Se propone que las pérdidas de las Pymes puedan compensarse hasta el año 2032, sin exceder los S/ 500 millones. En el caso de que la ley no pase, el cierre masivo de empresas puede promover la informalidad, lo que reducirá aún más la base tributaria y comprometerá los ingresos del Estado.

Lo que está en juego aquí no es solo la supervivencia de las empresas, sino también la estabilidad del país. Sin un tejido empresarial, no habrá florecimiento económico. Esta ley no representa un favor para las empresas, sino más bien para el futuro económico de todos los peruanos.

La ley debe debatirse y aprobarse cuanto antes en el pleno del Congreso y ser promulgada por el gobierno de inmediato. Solo la visión cortoplacista de algunos funcionarios del MEF que andan medio despistados podría creer que una norma como esta les haría perder ingresos tributarios. Todo lo contrario. Ponga un poco de orden en su sector señor Salardi y deje un legado a largo plazo, como es su objetivo.

Tags:

ley 9433, mipymes, Pymes, Sudaca, Sudaka

Hacer que la nave del Estado navegue hacia un puerto seguro con un gobierno y un parlamento con cerca de un 2% de aprobación -según la encuesta del IEP publicada hoy en La República- es una lucha interminable. Es una perspectiva sombría, donde la legitimidad del poder se evapora y la autoridad se siente como un espejismo más que una realidad tangible.

La política peruana, especialmente, se encuentra en un torbellino de desconfianza, divisiones y corrupción sistémica que impide cualquier posibilidad de reforma seria.

Parece una tarea irredimible al principio, pero nada es definitivo en política, como en la vida. Lo que el Perú requiere es una redefinición del pacto social, un esfuerzo titánico para recuperar la confianza, una tarea que no se puede lograr con discursos llenos de buenas intenciones y promesas vacías. Lo que necesita, en su lugar, es un esfuerzo determinado para recuperar el terreno que la democracia ha perdido.

El poder debe ser consciente de que su propósito no es preservarse a toda costa, sino devolver al pueblo la sensación de que tiene el control de su destino. La legitimidad no proviene de la arrogancia de quienes creen poseer la verdad, sino de escuchar, ceder y reconstruir consensos rotos.

Se requiere una transformación radical en el comportamiento de la clase política, que es incapaz de entender que no se gobierna mediante la manipulación, el clientelismo o el interés personal. Se necesita un pacto de gobernabilidad para elevarse por encima de la lucha de egos y asegurar reformas estructurales que aborden las raíces de la corrupción, la desigualdad y el clientelismo.

La del estribo: Mario Vargas Llosa acaba de cumplir 89 años. Peruano universal, personaje admirable, nuestro Nobel ha vivido varias vidas en una y será tarea de los historiadores irla descifrando. Por lo pronto, a empezar a hacerlo con dos libros que prometen: Vargas Llosa, su otra gran pasión, de Pedro Cateriano y Mario Vargas Llosa: palabras en el mundo, de Alonso Cueto.

Tags:

Encuestas, IEP, Sudaca, Sudaka

La cercanía de un ciclo electoral renovado en el Perú se cierne como una nube negra que no solo garantiza fricción en las aguas políticas, sino que también hará explotar las fracturas internas de la sociedad.

Como en un laberinto sin salida, el país seráarrastrado por la violencia política, una especie de maldición que, lejos de disiparse, se alimenta de la creciente presencia del crimen organizado. En lugar de ser un ejercicio de democracia, este enfrentamiento electoral se puede convertir en el caldo de cultivo de los peores vicios de la política: populismo, corrupción y, sobre todo, violencia.

El baile de los narcotraficantes contra los políticos, como muestran ejemplos de países como Colombia o México, ha sido lo que ha marcado allí los caminos del poder: sombría advertencia. Por supuesto, debemos recordar que armaron en Colombia durante el siglo XX la violencia periódica en campañas de forma institucionalizada, donde mataban candidatos o los obligaban a someterse a los intereses del crimen organizado. En México, las mafias han penetrado tan eficazmente las estructuras de poder que las elecciones se convierten en campos de batalla entre intereses criminales y legítimos.

En el Perú, la historia puede ser similar. El narcotráfico, la minería ilegal y demás perlasdesafían tanto el estado de derecho como penetran las estructuras de poder, creando un legado de impunidad.

Esta campaña electoral será una manifestación más de un Perú dividido, y la democracia se encuentra rodeada de un enemigo invisible: el crimen organizado. La violencia política no es meramente consecuencia de la crisis económica o social, sino un síntoma de una enfermedad de larga data que amenaza con aniquilar la confianza en el sistema político y las instituciones que deben garantizar la paz y el bienestar.

x