Audiocolumna

Todas las encuestas revelan que la ciudadanía está buscando rostros nuevos en la escenografía electoral que se montará para la jornada del 2026.

Hay varios que cumplen ese perfil y otros que salen descalificados por ser ya “tradicionales”. Cartas jugadas son Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Hernando de Soto, César Acuña, Guido Bellido, Aníbal Torres, Verónika Mendoza, Alfredo Barnechea, Martín Vizcarra, Francisco Sagasti. Será difícil que la ciudadanía que busca novedad recale su atención en ellos.

Rostros nuevos hay muchos. De la izquierda destaca Lucio Castro, actual secretario general del Sutep; también Virgilio Acuña, además de muchos desconocidos; de la centroderecha, Jorge Nieto, Carlos Espá, Carlos Álvarez, Phillip Butters, Rafael Belaunde, Carlos Neuhaus, Javier Gonzáles Olaechea, Pedro Guevara, Carlos Anderson, Wolfang Grozzo, entre muchos otros.

En la actual contienda electoral del Perú, la posibilidad de que un candidato nuevo dé la sorpresa no es una mera fantasía, sino una realidad plausible. El panorama político, marcado por la desilusión de un electorado desencantado con las promesas incumplidas de los tradicionales, abre un espacio fértil para propuestas frescas.

Como en el Perú de antaño, los ciclos de corrupción y desesperanza alimentan el fervor por la irrupción de un rostro nuevo que, con un discurso renovador, se erija como una esperanza en medio de la tormenta.

El nuevo candidato, sin las ataduras de los viejos poderes, puede aprovechar la vulnerabilidad de un sistema desgastado, pero debe hacerlo con agudeza. La lucha no es solo por conquistar el voto, sino por robarle la atención de los medios, ganarse la confianza de una ciudadanía que desconfía, y navegar entre las aguas turbulentas de un país profundamente dividido.

Este tipo de ascenso meteórico ha ocurrido en otras latitudes, y en el Perú, un pueblo que, en su historia, ha mostrado un apetito por lo insólito, no parece ajeno a tal sorpresa. Sin embargo, la travesía será ardua y no estará exenta de desafíos, pues la política, siempre cambiante, es un terreno que se reconfigura constantemente.

Si así nomás, con un poco de seguridad en la permanencia de Boluarte y con el ingreso de Salardi al MEF (que no es un macroeconomista de nota sino un buen gestor), la confianza inversora se ha disparado y ya se habla de la posibilidad de crecer este año 4%, imaginemos lo que ocurriría si ingresase a Palacio un gobierno orgánicamente liberal, con cuadros técnicos alineados con ese esquema y un plan agresivo de medidas económicas.

El Perú tiene un potencial de crecimiento enorme. Con un buen gobierno, ni siquiera uno extraordinario, podría llegar a tasas cercanas al 6%, que, esas sí, permitirían la reducción de la pobreza y el desempleo, y las desigualdades, como aconteció durante los gobiernos de Toledo y García, en la primera década del milenio, antes que Humala empezará a revertir el modelo de crecimiento aplicado.

Un gobierno que despliegue un agresivo programa de inversiones privadas, que destrabe valientemente los proyectos mineros congelados, que privatice Petroperú, Sedapal y Córpac, que desregule el sector laboral, que invierta en servicios públicos esenciales, como educación, salud y seguridad, podría transformar el país rápidamente.

Milei y lo que está haciendo en Argentina es un buen ejemplo de las bondades reestructuradoras que puede tener para un país una política liberal. En Argentina se ha cambiado la estructura mental populista y los resultados positivos ya saltan a la vista en muy corto tiempo. El Perú cuenta con la ventaja de que gran parte de ese camino ya lo recorrió y lo único que tiene que hacer es retomarlo.

Con dos periodos de gobierno sucesivos en esa misma perspectiva, el país podría dar vuelta a la página de los riesgos políticos antisistema que rondan permanentemente porque se hizo una parte de la tarea, pero no la otra, la de proveer beneficios a las mayorías populares del país, que es lo que cabe reclamarle a la transición, que desaprovechó la bonanza fiscal para hacerlo (incluidos los mencionados Toledo y García).

La economía le puede jugar una buena pasada al gobierno de Dina Boluarte. Según la última encuesta de Datum, 80% de la ciudadanía considera que su situación este año será mejor y ya los indicadores macroeconómicos apuntalan ese optimismo, sumados al nombramiento de un ministro capaz como Salardi que asegura confianza del sector inversor.

Lo que políticamente no logra, por su falta de capacidad, por la ausencia de políticas públicas, por su fracaso en la lucha contra la delincuencia, por los remanentes de las muertes por las protestas al inicio de su gestión (que enconan al sur andino de modo permanente), por las sombras de corrupción que se ciernen sobre varios sectores de su gobierno (baste ver lo de Qali Warma), la buena marcha económica se lo puede dar.

Hay varias consecuencias políticas de semejante hecho. Primero, se diluirían las posibilidades de que Dina Boluarte sea vacada por el Congreso. No es lo mismo tirarse abajo a una gobernante con 3% de aprobación que a una que tenga 10% por ejemplo (puede crecer a esa tasa si la economía sigue mejorando). Sin necesidad de pagarle a los canales de televisión, como sibilinamente acaba de declarar, Boluarte puede hacerse más visible para la gente de a pie y mejorar sus rangos de aprobación.

Segundo, puede arrastrar en esa mejora aprobatoria al Congreso, su socio político permanente, que hoy se halla enfrascado en escándalo tras escándalo (no pasa un día sin que no aparezca un nuevo motivo de primeras planas contra el Legislativo).

Tercero, mejoraría la performance electoral de los partidos que la soportan, particularmente del fujimorismo y el acuñismo, que ya no cargarían con un lastre tan grande. Ello amplía el margen de opciones electorales para el 2026.

Cuarto, disminuiría el factor de la irritación ciudadana como elemento disruptivo de la jornada electoral venidera, y que alimenta las opciones antisistema, particularmente las radicales de izquierda, que abrevan de la insatisfacción generalizada contra el gobierno y el “pacto de derechas” que la ciudadanía percibe como vigente.

Tags:

Encuesta Datum, opinión de Juan Carlos Tafur, pie derecho

La vida política en el país no vive uno de sus mejores momentos. La mediocridad y simplonería del gobierno y la deleznable conducta del Congreso, reducen los márgenes de discusión de políticas públicas o de iniciar debates intensos sobre el quehacer cotidiano.

Pero hay temas sobre los cuales cabe pronunciarse y la centroderecha liberal guarda silencio sepulcral sobre los mismos, salvo muy escasas excepciones. La corrupción en Qali Warma, la presunta red de prostitución en el Congreso, la impunidad de la que gozan los congresistas, el distractor tema de la pena de muerte lanzado por el gobierno, los recientes cambios ministeriales, la permanencia del cuestionado ministro del Interior, la ola delincuencial, las denuncias de pederastia que comprometen a quien fuera la máxima autoridad de la iglesia peruana, la disolución del Sodalicio, las políticas migratorias y comerciales de Trump, las relaciones con China bajo esa perspectiva, etc., son, por ejemplo, temas sobre los que cabría esperar un pronunciamiento político de un sector que debiera ser decisorio en la próxima contienda electoral.

Pero el silencio es sepulcral. No se pronuncian sobre ninguno de esos temas y le dejan la cancha libre a alguien como Rafael López Aliaga, el político más ducho hasta el momento para pronunciarse sobre todo y a toda hora. Por eso crece en las encuestas. Ha pasado de un 33 a un 46% de aprobación, según la última encuesta de Datum y su desaprobación ha caído de 62 a 50%. Es el único líder que hace política y se prodiga en hacerlo aprovechando su tribuna edil.

Se sabe que hay un trabajo interno de la centroderecha por armar planes de gobierno, equipos técnicos, listas congresales y posibles alianzas, pero ninguno de esos factores justifica el silencio político en el que andan sumidos.

Si van a esperar a diciembre para recién empezar a hacer política van muertos, reducidos a varias minicandidaturas sin ninguna posibilidad de alcanzar el protagonismo que ya tienen asegurados el fujimorismo, la izquierda radical y la derecha ultra. La centroderecha liberal arranca de cero y debe construir su camino con antelación si quiere aparecer con expectativas reales de protagonizar la lid definitoria, es decir, pasar a la segunda vuelta. El silencio y el vacío en política son fatales, porque ese espacio lo llena otro y después es casi imposible arrebatarle el terreno conquistado.

Tags:

opinión de Juan Carlos Tafur, pie derecho

Los niveles de degradación institucional a los que está llegando este Congreso no tienen parangón en nuestra historia republicana reciente. Ya no se trata solo de paquetes de normas anticonstitucionales que afectan la lucha contra la criminalidad sino de actos puntuales que revelan la entraña pueril que lo signa.

El reciente blindaje al congresista Jerí, acusado de violación sexual, por parte de la comisión de Ética, es parte de un rosario de impunidades compartidas entre todas las bancadas con “niños”, “mochasueldos” y demás.

Por ello, el descrédito mayúsculo y la furia ciudadana en contra de los parlamentarios. No es que estemos tan solo ante un síntoma de un fenómeno global, como es el desprestigio de la labor legislativa, sino que en el Perú le sumamos ingredientes que coadyuvan a que ese fenómeno mundial se agrave hasta grados superlativos.

Ya hace algunos años, el fallecido y correcto congresista Daniel Abugattás me contó que al día siguiente de haber juramentado, ya había gente que en la calle le mentaba la madre. Ser parlamentario en el Perú es desde hace tiempo un motivo de agravio y deshonra, no de prestigio y solera, como era antaño.

Tarea primordial de los partidos que aspiran a ocupar el poder a partir del 2026 es no solo armar un buen plan de gobierno o conformar equipos técnicos que le garanticen una buena gestión gubernativa desde el saque, sino filtrar, en grado sumo, la solvencia ética y profesional de aquellos a quienes llevará en sus listas congresales. Solo así podremos aspirar a revertir la tendencia al deterioro que vemos en un poder del Estado que cada quinquenio estrena una situación peor que la anterior.

A quienes señalan que una de las causas de ese descrédito es el pacto con el Ejecutivo habría que señalarles que de repente la situación es al revés, que la bajísima aprobación presidencial, a pesar de su despliegue de inauguraciones de obras y demás, se debe a este pacto con el Legislativo, con un poder del Estado absolutamente degradado moral y políticamente. En esa perspectiva, bajo la convicción de que por nada del mundo la van a vacar (el país no toleraría otro Merino), Boluarte debería empezar a marcar distancia de la plaza Bolívar.

Si la intención de la presidenta Boluarte era refrescar el gabinete para lograr algún oxígeno político, ha fracasado por todo lo alto. Los cambios son cosméticos e, inclusive, salvo el de Demartini, insulsos, aunque en algunos casos, como el de Arista, plenamente justificados.

Mientras continúen Adrianzén, Arana, Santiváñezy Quero, ese gabinete es el mismo de siempre, uno que no es capaz de articular alguna política pública decente y que ni siquiera le sirve a la presidenta de parachoques institucional que la proteja de las crisis recurrentes en las que su gobierno recae.

El gobierno no ha cambiado y no quiere cambiar. Una presidenta de mirada corta no podrá lograr, queda claro, un gabinete de mirada larga. Seguiremos atrapados en los mismos problemas, básicamente los de la inseguridad ciudadana y la creciente corrupción, sin que desde el gobierno se haga algo significativo para resolver ambos.

Como pronóstico inevitable, la crisis política se mantendrá incólume y la inversión privada, sensible a ella, no se acrecentará en la medida de lo necesario, para crecer a tasas por encima del 5%, como es posible y deseable, a pesar del buen talante del entrante ministro Salardi, quien viene de hacer una excelente gestión en Proinversión.

Una lección mínima de política básica es que si un gobierno quiere tomar una bocanada de oxígeno, debe cambiar su rostro notoriamente. Eso no lo ha logrado, ni de cerca, la presidenta, y todo parece más bien un pretexto para deshacerse de un ministro como Demartini, a quien el sector que corta el jamón en el gobierno, ya le había puesto la puntería, como revelaron algunos audios escandalosos propalados durante la semana,

La del estribo: teatro de primer nivel se verá esta semana en Teatro La Plaza, con la puesta en escena de Encuentros breves con hombres repulsivos, del gran director Daniel Veronese, inspirada en la obra de David Foster Wallace. Es una coproducción de Teatro Timbre 4 -una de las mejores compañías teatrales de Argentina-, y Teatro a Mil, y solo tendrá dos funciones: lunes 3 y martes 4 de febrero. A no perdérsela. Entradas en Joinnus.

 

(Entrevista publicada en Tendencias Atik Edición 2)

1.- ¿Qué representa para el Perú el nuevo gobierno de Trump?

Un riesgo y una posibilidad. Un riesgo porque Trump es proteccionista y puede afectar el libre comercio que existe entre ambas naciones desde hace cerca de dos décadas. Si establece una política de aranceles mayores a las exportaciones peruanas nos afectaría sobremanera. Y una posibilidad porque si el Perú sale del radar proteccionista de Washington y son otros los países afectados, ello supondría una ventaja competitiva para los productos peruanos. Hay que hilar muy fino para evitar una represalia comercial contra nuestro país, con un gobernante autoritario y caprichoso.

2.- ¿Significa la lucha por un nuevo orden mundial entre China, Rusia y EEUU?

De hecho, es una disputa que ya se viene dando desde hace décadas, con Estados Unidos perdiendo el liderazgo hegemónico que exhibía. Gran parte de su “desgracia” es haber perdido el norte respecto de la búsqueda de la afirmación del capitalismo democrático, la única dupla económica y política capaz de generar desarrollo.

3. ¿Las relaciones con EEUU pueden verse afectadas por el aumento de presencia económica china en el país?

Ya la Casa Blanca ha lanzado una advertencia sobre las inversiones chinas en el megapuerto de Chancay. El Perú va a tener que emplear todas las artes diplomáticas de Torre Tagle para que la evidente presencia masiva de inversiones chinas en el país -que nos son muy necesarias- no vaya a provocar una reacción destemplada del gobierno de Trump.

4.- ¿Quién cree que llegue a tener más presencia económica durante los siguientes años entre China y USA?

Estados Unidos están aún lejos de China en términos de potencia económica, pero la velocidad de crecimiento de China hace pensar que en algunas décadas, aún, podría alcanzar y superar a los Estados Unidos como eje central de la economía mundial. A pesar de ser una dictadura, en China se gozan de mayores libertades económicas que en los Estados Unidos y eso explica su rápida expansión.

Se le anularon las posibilidades de postular a la presidencia de la república al anularse la conformación de su partido y no tener ya chance de inscribirse en otro que le permita la candidatura, pero, sin duda, Antauro Humala buscará postular al Senado o a Diputados, por medio de alguna invitación de alguna otra agrupación.

Mantendrá su arrastre, así que habrá que esperar a que coloque una buena bancada congresal. La pregunta es si ese arrastre se trasladará al candidato presidencial que lo lleve. ¿Antauro Humala será la María Corina Machado del candidato que lo incorpore en sus filas congresales? Si así fuera, le habríamos hecho un gran favor sacándolo de carrera porque encima jugará la carta de la victimización, tan fructífera en el Perú.

Se ve difícil, sin embargo, que ello funcione. Antauro tendría que adherirse a un candidato de similares características, un ultraradical en lo político y económico y que, además, contenga la propuesta bukeliana que tanto arraigo le otorgaba al líder etnocacerista. Nadie en la izquierda recoge ese mensaje. Por el contrario, les repele la fórmula del gobernante salvadoreño, por considerarla derechista y autoritaria.

No se ve en el horizonte a nadie que se acerque al pensamiento Antauro como para que se produzca un fenómeno similar de endose como el ocurrido en Venezuela entre María Corina Machado, la pugnaz lideresa opositora, y Edmundo Gonzáles, el presidente electo. Antauro será una locomotora de congresistas, más no así de votos presidenciales ajenos.

Nada asegura tampoco que su jale congresal termine por insertar en el futuro Parlamento a una horda de furiosos etnocaceristas, capaces de desestabilizar el funcionamiento de ese poder del Estado. Él va a concentrar la votación, dejando el terreno libre para que, gracias al voto preferencial, su casa matriz termine por colocar a sus cuadros en lugar de los antauristas.

Jugará un papel protagónico en las próximas elecciones así no sea como candidato presidencial, pero su rol será bastante mediatizado por el sistema electoral mismo. No se le ve llevando de la mano a la segunda vuelta al partido ni al candidato presidencial que lo lleve en sus filas, por más que, de hecho, le vaya a sumar votos  

 

La última encuesta de Ipsos publicada en Perú 21, anticipa lo que va pasar con la centroderecha si no hace esfuerzos extraordinarios de aglutinamiento. Serán pigmeos electorales que sucumbirán a la mayor fuerza del fujimorismo, la izquierda y la derecha radicales.

En la encuesta de marras, aparecen De Soto con 3%, Carla García con 2%, George Forsyth con 2%, César Acuña con 2%, Alfredo Barnechea con 2%, Fernando Olivera con 2% y Rafael Belaunde con 2%. Y la lista sigue con una pléyade de candidatos con 1% que ya no son mencionados en la medición.

El fujimorismo tiene un bolsón electoral fijo de 12 o 13%; la izquierda radical deberá alcanzar otro tanto, y la derecha radical lo propio (López Aliaga será, al parecer, el candidato que despunte en el sector, aunque por allí aparece expectaticio, Carlos Álvarez y de alguna manera Phillip Butters).

Entre esos tres sectores estará definida la contienda electoral, si la centroderecha no hace su tarea principal: unirse en conglomerados partidarios que potencien sus virtudes. Por el momento, no hay, al parecer, intención alguna de emprender semejante tarea y cada uno apuesta por ir solo, a la expectativa de que la ruleta de la fortuna electoral que funciona en el Perú los termine por beneficiar faltando una o dos semanas para el proceso en las urnas.

Si a ello le sumamos la posibilidad de que alguien como Jean Ferrari, quien está inscrito en un partido, el administrador exitoso del club más popular del Perú, se lance a la arena electoral, la suerte de la centroderecha está echada. Hay que agregarle, adicionalmente, que ninguno de sus candidatos es precisamente un dechado de virtudes políticas: elocuencia, carisma, carácter disruptivo, etc.

No basta con emprender un trabajo interno concienzudo de preparación de planes de gobierno. Es importante, pero no decisivo, menos en un país donde la gente no vota por programas sino por liderazgos (aunque en esta encuesta el 22% señala que se fijarán en propuestas y políticas de gobierno, apenas superado por un punto por aspectos personales del candidato).

Tampoco basta con recorrer el país de cabo a rabo, tarea que algunos ya están emprendiendo con gran ahínco. Eso es relevante, la izquierda ya lo está haciendo, pero la única manera de marcar una diferencia pasará por armar alianzas o pactos diversos que eliminen la fragmentación y aglutinen activos políticos ya presentes en cada uno de ellos.

Tags:

candidatos 2026, elecciones peruanas
x