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Si el 2024 nos ha parecido un año penoso, el 2025 se asoma con visos de serlo aún más. No hay en el horizonte nada que permita atisbar una mejoría, así sea leve, del panorama político, económico y social.

Desde el Ejecutivo se mantendrá incólume la retahíla de escándalos palaciegos, ya que no hay propósito de enmienda ni arrepentimiento. Seguirá en pie la ausencia total de políticas públicas, en particular la vinculada al manejo de la pandemia de inseguridad ciudadana que nos asola. La gestión mediocre del gobierno se desplegará sin reparos este año entrante.

El Congreso seguirá haciendo de las suyas. Si los inicios marcan la pauta, ya vemos un frívolo viaje del titular de este poder del Estado en medio del escándalo de la presunta red de tráfico sexual en el corazón del Legislativo. Todo hace prever que, sin importar las atingencias públicas que han hecho los presidentes del Poder Judicial y del Ministerio Público seguirá irreversiblemente su marcha la andanada de proyecto inconstitucionales y antidemocráticos. Si a ello le sumamos la avalancha de proyectos populistas (exoneraciones tributarias y demás) que el Parlamento seguirá perpetrando con la anuencia del Ejecutivo, el panorama no pinta bien.

El 2025 es un año electoral. Normalmente, eso la da un respiro al gobierno e históricamente está probado que ello redunda inclusive en un aumento de la aprobación gubernativa. Pero el panorama electoral que se avecina es de espanto. En el peor de los casos habrá como 60 candidatos, lo que convertirá esta elección en un sainete. Y la presencia de candidatos radicales de izquierda con posibilidades reales de triunfo, espantará el flujo de inversiones privadas, lo que, a su vez, afectará la dinámica económica que ya empezaba a mostrar signos de recuperación.

La irritación popular crecerá como la espuma este año, convirtiendo el país en un terreno propicio para la insurgencia de conflictos sociales de envergadura y la reaparición de la protesta como actor político, tema ausente en el lamentable año anterior. El 2025 empieza cargado de sombras ominosas y no hay ningún indicio de que ello vaya a cambiar de giro. No hay sujetos políticos capaces o con voluntad de dar un golpe de timón.

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lo peor del 2025

Al ausentarse vergonzosamente de la votación para impedir que sentenciados por crímenes graves puedan postular, Fuerza Popular ha mostrado claramente cuál es su carta jugadora para el 2026: una segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Antauro Humala.

La apuesta del fujimorismo es que en ese escenario sí le sería posible a Keiko Fujimori ganar las elecciones dado que el antifujimorismo sería menor que el terror que despierta en gruesos sectores de la población el líder etnocacerista.

Es de una supina irresponsabilidad el juego de Keiko. Primero, porque nadie asegura ese triunfo. Si a Castillo, acusado por sus vinculaciones con el Movadef, no le pudo ganar, mucho menos lo podrá hacer con alguien infinitamente más articulado como Antauro Humala. Segundo, porque al dejar libres las fuerzas radicales de izquierda, hace que Antauro arrastre consigo a otros de su perfil, y dado el profundo malestar antiestablishment que existe, probablemente pasen a la segunda vuelta dos radicales y no solo Antauro. Tercero, si la gente busca a alguien que salve al Perú de estos radicales, es más probable que piense en un López Aliaga o en un Butters que en una perdedora como Keiko Fujimori.

Keiko Fujimori confía en el 10% que más o menos le dan todas las encuestas como intención de voto. Lo que no estima es que ese también es su techo, Su complicidad abierta con el desprestigiado gobierno de Dina Boluarte le va pasar factura sí o sí en las elecciones del 2026. Cualquiera que sea socio del régimen va a sufrir las consecuencias electorales ineludiblemente.

Keiko Fujimori y sus asesores demuestran una vez más su profunda desconexión del Perú político, que ya la llevaron a tres derrotas electorales que debió haber ganado (quizás con la de Ollanta Humala sí tenía menos posibilidades, pero con PPK y Castillo perdió por su propia culpa estratégica). Si logra pasar a la segunda vuelta -cosa que se hace dudosa- lo más probable es que también vuelva a perder.

-La del estribo: muy recomendable la película María Callas, con la que quizás sea la mejor actuación de Angelina Jolie. Dirigida por Pablo Larraín. Cónclave, dirigida por Edward Berger con Ralph Fiennes. Firebrand, la última reina, dirigida por Karim Ainouz, sobre la vida de Catalina Parr, la sexta y última esposa de Enrique VIII. Todas con su proveedor favorito.

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2da. vuelta 2026

Contra la mayoría de analistas, considero que la compra de una flotilla de aviones de combate, es una buena decisión del gobierno. Ya estaba contemplado hace años en los pliegos analíticos del ministerio de Defensa y simplemente se ha activado para el año venidero.

No es verdad, para empezar que el continente sea una región liberada de potenciales conflictos militares, en los que el Perú pueda ser parte. Un golpe militar nacionalista en Ecuador que desconozca el acuerdo de Itamaraty, la contínua expansión del narcotráfico colombiano en las fronteras con el Perú (y, como se sabe, detrás del tráfico de drogas están siempre los militares), el nunca abandonado expansionismo brasileño, una resurrección del aymarismo boliviano, la decisión geopolítica chilena de apropiarse de recursos que conforme persista el cambio climático, serán estratégicos para ese país y que el Perú posee, pueden ser tranquilamente detonantes de conflictos militares indeseados.

Ya de por sí, la historia prueba con suficiente data fáctica que un desequilibrio geopolítico constituye per se una razón para la aparición de conflictos militares. Y el Perú hoy en día es un país rico y débil militarmente, extremadamente débil, incapaz de sostener un conflicto militar con alguna solvencia defensiva.

No hay mejor garantía para la paz, que estar militarmente apertrechados de manera suficientemente disuasiva. Y ya era hora de que el país se modernice militarmente (y debe hacerlo no solo en la Fuerza Aérea sino también en la Marina y en el Ejército).

Tenemos suficiente experiencia histórica de haber perdido todos los conflictos militares por estar mal equipados militarmente. ¿Que con esos dineros se podrían construir hospitales y colegios que tanto necesitamos? Sí, por supuesto, pero calcúlese los costos de una guerra perdida y se entenderá que el nivel de catástrofe seríainfinitamente mayor.

El Perú debe estar preparado para una guerra y para que, dado el caso, sea suficientemente disuasivo para que algún afiebrado vecino lo piense tres veces antes de siquiera declararnos hostilidades.

El nivel de encanallamiento moral del régimen ha alcanzado su cima con las deplorables declaraciones del ministro de Educación, Morgan Quero, respecto de los derechos humanos de las víctimas de la violencia represiva del 2022 y 2023, luego de las protestas por la caída del régimen de Castillo.

Lo peor -y que revela complicidad ética del gobierno- es la falta de reacción palaciega a semejante brutalidad. Cualquier gobierno normal, en cualquier país del mundo, ya le habría extendido ipso facto su carta de despido al ministro que se atreva a decir semejante pachotada. Acá no. No pasa nada.

En general, el gobierno ha mostrado una actitud indolente y hasta justificatoria de los desmanes represivos ocurridos entonces, sin admitir culpa, ni siquiera moral, respecto de lo sucedido, que claramente desbordó los límites de una represión justificada.

Pero al menos se conservaban las formas, medianamente, y se dejaba seguir el curso penal de las investigaciones que al respecto existen. Salvo algunas declaraciones altisonantes de la primera mandataria o de su expremier, Alberto Otárola, no había pronunciamiento oficial avalando el proceder de las fuerzas policiales y militares.

Lo que allí sucedió fue una matanza violatoria de los derechos humanos, en gran medida avalada por un gobierno que oía con placer los cantos de sirena de una derecha extrema que clamaba que hubiera tantos muertos como los que fueran necesarios para recuperar la paz (ya corresponderá a los fueros judiciales determinar si la cadena de mando llegó hasta las entrañas palaciegas para proceder a las sanciones penales correspondientes y no sean, como siempre, solo los hombres de uniforme los que carguen con todas las responsabilidades).

Quizás el ministro Quero no ha dicho otra cosa como no sea lo que se comenta en las sobremesas palaciegas, pero la responsabilidad política de haberlo expresado públicamente es ineludible y justifica sobradamente su retiro del gabinete ministerial.

Lo dicho solo alimenta la distancia sideral que existe en el sur andino respecto del gobierno y del statu quo. Aun visto desde una perspectiva política, lo declarado es una barbaridad que solo va a abonar en favor de la radicalización de una región del país que va a decidir el destino de las próximas elecciones. Mientras más tiempo dure Quero en el gabinete será tanto peor.

 

El 80% de la ciudadanía pide la salida de Juan José Santiváñez del ministerio del Interior y apenas el 4% aprueba su gestión. Claramente, es un lastre para el gobierno y no aporta nada para que la presidenta Boluarte empiece a mejorar en algo su también alicaída aprobación popular.

El propio ministro señaló que si los estados de emergencia decretados por su gestión no funcionaban, él daría un paso al costado. Claramente, dichas medidas no han dado ningún resultado y el ministro solo ha dado un paso más cerca de la presidenta que lo respalda con inexplicable entusiasmo.

No hay posibilidad de que una gestión al mando del ministerio del Interior funcione si no arremete directamente y sin tapujos contra la alta penetración de la corrupción en la policía nacional, la misma que se halla comprometida ya no solo con los famosos operativos de tránsito, sino que participa en extorsiones, hurtos, operativos bamba, complicidad con el narcotráfico o el delito organizado. Y ya no solo son elementos aislados sino que la corrupción es sistémica. Ya no es una manzana podrida sino esel barril el que hay que cambiar.

Mientras eso no ocurra, será imposible emprender una lucha cabal contra la inseguridad ciudadana, porque la policía es parte del problema, o porque es sobornada para hacerse de la vista gorda o porque ella misma forma parte del crimen organizado.

En Colombia se hizo una purga monumental de la policía, se reclutaron equipos especializados y se reemprendió la formación de los policías. Debemos seguir ese ejemplo.

Mientras la inseguridad ciudadana no se resuelva no habrá gobernabilidad democrática en el país. Toca la fibra esencial del contrato social que da origen a toda sociedad y en particular a una que se pretenda democrática. La permanencia de un ministro inefable como Santiváñez, solo contribuye a hacer más inviable este gobierno y le aporta una enorme cuota de ilegitimidad.

Hay que tener en cuenta que la inseguridad es la responsable de las marchas de protesta más importantes contra el régimen. De seguir como va, el tema va a seguir escalando y va a tener inclusive repercusiones electorales  

 

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santivañez

Sorprende el silencio casi absoluto de los principales partidos ubicados en la centroderecha respecto de los problemas acuciantes que soporta el país.

Ya sería hora de que Roberto Chiabra, Carlos Neuhaus, Javier Gonzáles Olaechea, Oscar Valdéz, Fernando Cillóniz, Alfredo Barnechea, Carlos Anderson, Rafael Belaunde, Jorge Nieto, o cualesquiera de los muchos que en este sector se lanzan como precandidatos, se pronuncien con claridad sobre temas que ameritan ya una propuesta orgánica sobre los mismos.

Por ejemplo, qué hacer con la inseguridad ciudadana. ¿Se van a extremar más las penas, se van a construir penales, se va reformar el sistema fiscal y judicial, se va a reformar la policía, etc.?

¿Qué se va a hacer con la corrupción que se ha vuelto endémica en el sector público? ¿Cómo se piensa enmendar rumbos? ¿Se va a cambiar el esquema de regionalización? ¿Se va a reconstruir la meritocracia? ¿Bajo qué criterios?

¿Cómo se piensa impulsar la inversión privada en el país, el shock capitalista que se requiere y reclama? ¿Qué reglas de juego se van a modificar? ¿Cómo se piensa destrabar la inversión minera, clave para el desarrollo del país? ¿Cómo se va resolver el tema de la informalidad, en particular el de la minería ilegal?

La centroderecha tiene una ventaja: la izquierda no va a entrar a ese tipo de debates, como no sea con la muletilla gaseosa de una Asamblea Constituyente. Ella confía en que el ánimo antiestablishment existente los catapulte electoralmente y sólo esperan que la rueda de la fortuna les sonría en el último tramo de la campaña electoral para encaramarse sobre el resto de competidores. Lo más probable es que hi siquiera pergeñen un plan de gobierno decente.

Sabemos de varios partidos que están preparando concienzudamente planes de acción. Ya es hora de que los que vayan desplegando. Quien muestre primero que el resto una luz al final del túnel en el que nos encontramos, partirá con ventaja respecto de sus competidores y aliviará en gran medida la desesperanza que cunde en las inmensas mayorías nacionales. Es momento de hablar.

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centro derecha del peru

Las encuestas que reflejan que para la mayoría dela ciudadanía lo del 7 de diciembre de hace dos años no fue un golpe de Castillo sino uno contra él, sumadas a las que le otorgan un caudal de intención de voto electoral, no son desdeñables y muestran que el exgobernante mantiene un índice de incidencia política que podría ser decisiva en la contienda electoral entre los candidatos de la izquierda.

Hoy descolla Antauro Humala, pero tienen un perfil potencial atendible Guido Bellido y Aníbal Torres, además de Lucio Castro, secretario general del Sutep y, eventualmente, más por el centro, Verónika Mendoza y Alfonso López Chau.

Tal como sucede en la derecha y el centro, la fragmentación probablemente se mantendrá y no habrá grandes alianzas o frentes electorales capaces de aglutinar perspectivas y potencialidades. El resultado sería, pues, muy reñido y se definirá probablemente por décimas quién de la izquierda pase a la segunda vuelta, si acaso no dos de ellos.

Allí puede jugar un papel Pedro Castillo, No es casual que haya reaparecido zarandeando a Dina Boluarte. Está haciendo política desde Barbadillo y probablemente apostará a que suba al poder en el 2026 alguien con capacidad de influencia para aminorar sus pesares judiciales.

El castillismo puede ser el gran elector de la izquierda en el país. Su pronunciamiento final a favor de alguna de las candidaturas puede sumarle al referido receptor del favor, la suma de votos suficiente para marcar distancia de sus contendores de la misma fraternidad ideológica.Será tan reducida la diferencia entre aquellos, que un caudal significativo como el castillista puede ser definitorio.

La del estribo: dos lecturas a recomendar. La primera Cuentos de Navidad de Charles Dickens, novela corta escrita en 1849, que viene a pelo por las fechas (mérito nuevamente del gran Club del Libro de Alonso Cueto). La segunda, La vegetariana, de la flamante premio Nobel, Han Kang. No se complique en estas fiestas. Regale un libro. Es de lamentar la tardía llegada al Perú de las novedades literarias -de ficción y no ficción-, pero igual se encuentra material de sobra para un buen disfrute del placer de la lectura. 

 

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castillismo, Pedro Castillo

Hoy cumple dos años en el gobierno Dina Boluarte, luego de la sucesión presidencial acaecida después del fallido intento de golpe de Estado perpetrado por el inefable Pedro Castillo.

El balance no puede ser positivo. La relativa estabilidad que le ha dado al país, luego de la vorágine de desgobierno que exhibió su antecesor, no le otorga el certificado de buen gobierno a una gestión que más allá de la reactivación económica -que, además, no es mérito suyo- no tiene nada que exhibir, como no sea una ausencia absoluta de políticas públicas eficientes y un rosario de denuncias fiscales por inconductas o delitos cometidos.

No la quiere casi nadie. Apenas un ralo 3% de ciudadanos aprueba su gestión. De arranque, la mitad del país que votó por Castillo la aborrece por lo que considera una traición suya a la persona e ideario del Atila chotano. Y la otra, que al comienzo le otorgó cierta licencia, la ha ido abandonando al son de su desgobierno absoluto y su falta de solución a los principales problemas del país, entre ellos el de la galopante inseguridad ciudadana.

Es una buena lección, de paso, para los aspirantes a sentarse en el sillón de Pizarro del 2026 en adelante. Nuestro país ya no puede seguir siendo gobernado en piloto automático. Ya lo hizo por casi veinticinco años y ya vemos los resultados políticos, más allá de la bonanza económica del primer decenio del siglo.

Un gobernante que no emprenda hiperactivamente un despliegue de reformas urgentes caerá pronto en el mismo desprestigio que Boluarte. Se requiere un gobierno 24×7 que sea capaz de emprender varias reformas a la vez, y enrumbar al país por la senda del republicanismo liberal que nos toca como cifra clave para sacar el país del estancamiento en el que se halla postrado, y que lo aleje de los abismos de la amenaza izquierdista radical que se asoma al proceso electoral conposibilidades ciertas.

El escándalo de los Rolex y el más reciente de la cirugía plástica emprendida por la pretenciosa mandataria, no escalan al punto de promover una vacancia, como pretende la izquierda, pero sí constituye, por lo menos la segunda, una infracción constitucional que, como bien ha dicho el constitucionalista Aníbal Quiroga, supondrá una pena para la presidenta Boluarte una vez que acabe su mandato.

Pero lo relevante en términos políticos es el síntoma de carácter o de falta de él que estos hechos reflejan en nuestra gobernante. La vanidad, elevada a la n potencia, refleja un narcisismo patológico. El narcisismo en su justa medida es saludable porque ayuda a superar las adversidades cotidianas. Pero cuando se desborda -como claramente lo ha hecho en los dos casos citados- es síntoma de una personalidad frágil y endeble.

Personalmente, no entiendo la obsesión enfermiza en ciertos sectores sociales por los relojes y los vehículos de alta gama. Me parece una obscenidad sin fundamento utilitario. Pero, en fin, con el dinero producto de su trabajo uno puede hacer lo que quiera y el lujo también moviliza la economía de una manera impresionante (su cadena de valor es enorme). Lo que llama a escándalo es que ello se pretenda con dinero mal habido o sin justificación patrimonial, como es el caso de la primera mandataria.

El poder es la peor droga, la más adictiva, la que más marea a las personas que lo tienen. La circulina, ya lo hemos dicho, es peor que la cocaína. Su dependencia es letal cuando no se tienen los pies bien puestos sobre la tierra.

Y ese parece ser el caso de Dina Boluarte, que anda más pendiente de ostentar riquezas que no le corresponden, cuando lo que cabe a la investidura presidencial debería ser, más bien, la mayor de las austeridades.

Se confirman las razones del mal camino por el que andamos. Con una presidenta más pendiente de sobrevivir a como dé lugar hasta julio del 2026 -a costa de concesiones inaceptables- y de adquirir signos de riqueza inapropiados, se explica por qué el país anda a la deriva, sin el liderazgo de una gobernante sin empaque.

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Dina Boluarte, Rolex
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