A estos se suma ahora De monstruos y cyborgs, un conjunto de breves fragmentos narrativos y a veces ensayísticos, que van recorriendo diversas estancias de su experiencia como paciente cardíaca, a la vez que agudas reflexiones sobre las intervenciones médicas en el cuerpo, su anexión a máquinas que lo mantienen con vida, o el ramplón binarismo con el que a veces pretenden explicarse las relaciones de género.

Monstruo, etimológicamente hablando, significa “prodigio” como nos lo recuerda Saona y ese prodigio es sin duda la sobrevivencia y, además, la capacidad de escribir sobre su doloroso proceso. La idea de Cyborg alude a las “máquinas” insertas en su cuerpo, que hacen posible que el corazón de la autora siga haciendo camino.

No es fácil confrontarse. Se requiere de valentía y coraje. Saberse enfermo, preso de un mal, vivir al borde del abismo, puede encontrar relativo alivio en la escritura confesional y conmovedora de Saona en este brevísimo volumen. Leerlo será la mejor manera de hacer nuestro ese singularísimo horizonte en el que el límite entre el dolor y el arte se hace difuso.

Margarita Saona. De monstruos y cyborgs. Lima: Intermezzo Tropical, 2023.

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Es un viaje al pasado que ocurre en el futuro. Una máquina que dispara recuerdos como si fueran proyectiles. La representación del tiempo en la narración es problemática: “El enigma continuaba: ¿era ese hombre el mismo que había decretado la Reforma Agraria en 1969 y había confiscado los medios de prensa en 1974? ¿Estábamos en 1978 gracias a un caprichoso giro de la continuidad del tiempo? El general, quien se preciaba de haber inventado aquel prototipo, estaba sereno, en paralelo a lo intrigante que me parecía toda la situación (…) No sabría decirlo con exactitud. Solo puedo dar fe de todo lo que veía a mi alrededor. Por ejemplo, el automóvil llamado Hugo no correspondía a 2017” (pp.52-53).

Resulta revelador incorporar a un personaje como Velasco en la ficción. Más revelador todavía, el efecto de los discursos históricos sobre la percepción de la propia historia. Güich ha logrado con esta breve novela hacernos pensar en la actualidad crispada –y hasta hoy irremediable– del país.

José Güich Rodríguez. El general y la máquina. Lima: Maquinaciones, 2023.

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La segunda historia a la que me quiero referir es a la del poeta chileno Pablo De Rokha (seudónimo de Carlos Ignacio Díaz de Loyola) y a la mujer que marcó su vida: la poeta Winétt De Rokha (seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson). Quisieron las simetrías del destino que nacieran el mismo 1894 y que años más adelante vivieran un amor que osciló entre “la plenitud y la tragedia” (p.259). “A ella –apunta Boccanera– estará dedicada gran parte de los cuarenta libros que escribió De Rokha, donde sucesivas Winétt encarnan la naturaleza, el cosmos, la revolución social” (p,261).

Cito entonces una parte del poema “Círculo”, que le habla a Winétt directamnte: “Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,/ a las caobas llenas de aroma entristecido,/ a las piedras eternas y a las niñas heridas;/ un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,/ y, como un traje obscuro, se te cae el delirio” (p.271).

Hay veinte historias más en cuyas tramas hay algo de aventura, de casualidades necesarias y por supuesto, una cuota enorme de locura y desborde pasional, ingrediente infaltable para que un amor no sea, al menos en la memoria, cualquier amor.

Jorge Boccanera. La pasión de los poetas. Barcelona: Jus/Malpaso. 2022.

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Con agudeza que merece ser destacada, el nicaragüense Sergio Ramírez discute en Los ríos profundos, en relación con La región más transparente, de Carlos Fuentes, una supuesta condición de hitos de lo arcaico y lo moderno en la novela latinoamericana que representarían dichos textos, cuando lo cierto es que Arguedas parecería estar más cerca de Rulfo de lo que normalmente se imagina. “Rulfo escribía desde la entraña de sus personajes y sus voces eran también la suya, o como la suya”, dice Ramírez y añade: “Este entrañamiento no extraña a Arguedas. Los ríos profundos es una novela escrita desde dentro, no como un acto de exploración académica, o, por otro lado, de intención didáctica, o proselitista, sino de reivindicación verbal y mágica, de un mundo de soledades y desgarros al que su lenguaje híbrido convierte en propio” (LIV).

Tiempo es de reivindicar sin apasionamientos ni monsergas ideológicas la obra de José María Arguedas. La relectura de Los ríos profundos en esta bella edición, es un buen comienzo para hacer algo que nunca terminaremos de hacer: darle las gracias a su autor.

José María Arguedas. Los ríos profundos. Real Academia Española: Barcelona, 2023.

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No menos importantes y conmovedoras resultan las líneas en las que Cueto perfila su mundo familiar. En el caso de la figura del padre, se sabe que en mucha literatura la representación del padre es mayormente problemática: se lo asocia a la ley, a ciertas represiones, a ciertos impulsos de maldad y violencia (Carta al padre de Kafka o El pez en el agua, de Vargas Llosa, por citar dos ejemplos). En Cueto, el tema alcanza una nota emotiva que no pasa inadvertida: “Me resulta difícil escribir sobre mi padre, porque hacerlo significa distanciarme de él. No puedo intentar hacer un retrato suyo, cuando en realidad lo tengo tan cerca. Mi padre, una presencia tan mágica y hechizante que aún se resiste a las palabras” (p.83).

En su concentrada brevedad Los años conmueve no solamente por lo que parece ser un sólido principio de sinceridad, sino también por su lenguaje, aunque sencillo, capaz de calar con hondura en la alegría y la nostalgia frente a la vida, de llevar a cabo una armoniosa suma de fragmentos que dicen mucho del autor, configurando un espacio de encuentro con el lector. Quisiera suponer que esto es lo que muchos, después de cerrar este libro, agradecen. Me incluyo.

Alonso Cueto. Los años. Diario personal. Lima: Cueto Ediciones, 2023.

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Alonso Cueto, Los años

El viaje que emprende un adolescente, Lucho, desde Lima hacia la hacienda San Gabriel en los Andes no es un movimiento carente de sentido; por el contrario, el viaje y la permanencia en la hacienda harán posible que Lucho se enfrente a profundos cambios en su sensibilidad, al conocer de primera mano el orden jerárquico que impera en la sociedad peruana, duplicada en el  micro mundo de la hacienda. No deja de ser interesante que la experiencia de Lucho no sea exactamente la de un migrante, sino más bien la de un visitante que durante el viaje adquiere una experiencia cognoscitiva: el viaje le permite conocer y juzgar las múltiples tensiones sociales que se dan cita en la configuración de la sociedad peruana. Evidentemente el viaje implica un proceso formativo: en la ida se adquiere el conocimiento, en el regreso ha madurado una vocación por la escritura, traducida en lo que el propio Lucho, al final de la novela, llama “mi testimonio”, dando a su relato un carácter de urgencia y ansiedad social.

La coronación del relato tiene un rostro premonitorio, muestra algo que ha empezado a cambiar. Ocurre una pérdida (la inocencia) y le sucede una restitución (la escritura). Una tensión crucial a lo largo del relato alimenta el contraste entre la urbe y el campo; Lucho es consciente de su extracción urbana y del convencimiento de tener un destino ligado a ella. Mientras el campo se empobrece y se degrada, la urbe gana en industria y sofisticación, es el espacio de lo moderno. Y aunque Crónica de San Gabriel no abandone nunca ese tono de derrotero sentimental del personaje, sus lecciones sobre la vida peruana, algunos de sus puntos de quiebre y sus desigualdades más dramáticas, son evidentes.

Julio Ramón Ribeyro. Crónica de San Gabriel. Lima: Revuelta, 2023.

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En segundo término, hay autores que desconozco por completo o no he leído. Eso, naturalmente, no me convierte en miembro de una cofradía que quiere beneficiar a alguien ni en parte de una novela nostra que se parece mucho más a una fantasía conspirativa que a una realidad patente. Es cierto que entre las muchas novelas que se mencionan pocas o ninguna vienen del interior del país, aunque esto es relativo: si vemos el origen de los autores, muchos no son limeños; si nos guiamos por los datos editoriales, claro, la mayoría son libros impresos en Lima. Me queda en claro que se deben mejorar, en todo caso, los mecanismos de distribución y circulación de textos. Y también procurar que los espacios de crítica, mayormente digitales hoy, se ocupen de ellos en la medida de lo posible.

Que si la encuesta fue cerrada, que miren la lista de los invitados a responder, que si la metodología es la correcta, etc. Todo eso se puede discutir y no hay por qué escaldarse. Pero de ahí a lanzar acusaciones de favorecimiento hay un salto un poco temerario. Que nueve de los diez libros que encabezan la lista sean de una misma casa editorial es una circunstancia fuera de mi control: recuerdo haber leído País de Jauja en la edición de La Voz; conservo aún mi vieja edición de Crónica de San Gabriel en Tawantinsuyu; Redoble por Rancas de Scorza en Monte Ávila; Ximena de dos caminos en Peisa, en fin. No se me hubiera ocurrido votar pensando en quién es el editor o el sello. Solo en cada novela y en su importancia, según yo, mis lentes de paciente astigmático y mi almohada. Nada más por ahora, lectores.

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El ensayista, por cierto, construye su propia imagen. No es gratuito por ejemplo que se refiera a Mozart en estos términos: “se esforzó por ser un artista libre, sin ninguna fatal subordinación, emancipado de la mansedumbre exigida por un jefe supremo (…) fue el primero entre todos los que se rebelaron frente a un destino de agobiante obediencia, y tercamente conquistó su autonomía” (p.114).

Destaco también el manejo de la ironía y el humor. El inicio de “El noble genio de Camus” es, en ese sentido, aleccionador: “La superficial creencia de que Albert Camus fue mejor periodista que ensayista, mejor ensayista que dramaturgo y mejor dramaturgo que novelista empezó a propagarse cuando su cadáver aún no se enterraba en Lourmarin. Incluso en los obituarios más elogiosos, sus detractores empezaron a reprocharle la extrema claridad de sus ideas, juzgando que tanta claridad no podía congeniarse con una profunda reflexión” (p.157).

No faltan observaciones igualmente perspicaces sobre la vida cotidiana así como tampoco una coda que contribuye a pensar el ensayo como híbrido: un puñado de ¿poemas? ¿apuntes? de carácter narrativo e impregnados de reflexividad. Termino diciendo que este es un libro brillante, acometido con falsa modestia, como se deduce del breve prefacio escrito por su autor: “A fin de cuentas, es el bloc de un hombre ocioso, echado a perder, que únicamente trabaja cuando tiene ganas y no se propone más que disfrutar soltando palabras como quien juega con naipes incompletos y dados que nunca dejan de rodar”. Si ese era el plan, lo cumplió con creces.

 

Bloc de viaje. César Silva Santisteban. Trujillo: Nectandra Ediciones, 2023.

Nájar describe con puntillosidad el contenido del fantasmal libro vallejiano. Y reflexiona con agudeza: “¿Qué aporta este primer libro fantasma? [se refiere a Nómina de huesos] En primer lugar, la hegemonía en Vallejo de la poesía sobre todas las otras exigencias de la vida. Además de lo que él mismo dejó anotado en una de sus libretas: ´No es poeta el que hoy pasa insensible a la tragedia obrera…´, estamos ante la confirmación de que en su obra plantea una de las poesías más intensas del siglo XX escrita por un bárbaro escapado de una aldea andina para venir a extraviarse en el río de las calles de la ciudad más cosmopolita en los días previos a la Segunda Guerra Mundial” (p.25).

A eso se añade que esta poesía, aunque mantiene lazos con Trilce, apunta a nuevos derroteros: la confrontación de la experiencia urbana, una reescritura de los vínculos materno-filiales, el relativo alivio de su angustia existencial por el entusiasmo que provoca el socialismo en el poeta y por supuesto la sutil construcción de una identidad que mira al universo sin descuidar la presencia andina. Según Wolfang Iser, en el vínculo entre el texto y el lector se halla la única posibilidad de vida del texto y para ello es necesario que el lector tenga una postura proactiva. Esta edición de Vallejo según Larrea y acometida con rigor por Jorge Nájar nos invita, justamente, a reavivar el fuego de la lectura.

 

Los poemarios fantasmas de César Vallejo. Jorge Nájar. Lima: Sinco Editores, 2022.

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