Alguna vez cuando niños nos hemos asombrado o hemos estado en trance hipnótico con narraciones que nos abrían las puertas a mundos de ensueño, fantasía y, por supuesto, mucho de crueldad, elemento que sin duda multiplica los efectos de la conmoción frente a una historia cautivante. Estas narraciones no son otras que los llamados “cuentos de hadas” o también “cuentos maravillosos”, muchas veces clasificados erróneamente como relatos para niños.
Charles Perrault, uno de los autores fundamentales de este género, nació en París en 1628. Su trabajo creador, inspirado en cuentos orales y relatos populares, terminó por dar forma a un tipo de narración en el que los hechos sobrenaturales, a diferencia de lo que ocurre con el cuento fantástico, tienen una explicación: los operadores mágicos (hadas, embrujos, maldiciones, etc.). Ese rasgo es clave en la aceptación inmediata de esos mundos representados por parte de los lectores.
A Perrault se le recuerda por textos que son un paradigma del cuento de hadas o maravilloso: “Cenicienta”, “Pulgarcito”, “La bella durmiente” o “Caperucita roja”, que han alcanzado difusión universal y han tenido una notable influencia cultural, siendo todos ellos no solamente auténticos clásicos del cine animado, sino también material adaptable hasta el infinito para representaciones dramáticas dirigidas esencialmente a un público infantil.
Uno de los componentes más recurrentes de este tipo de relatos es la moraleja –tradición que nos lleva a Esopo (siglo V a.C.) –una sentencia interpretativa que cierra cada relato, que se inscribe allí a manera de enseñanza o también como un mecanismo de alivio a las perturbaciones que pudiera provocar la historia. Perrault no escapa a la regla, y se da maña para escribir moralejas en verso, acaso el modo más efectivo de recordarlas.
No es infrecuente encontrar en estos relatos elementos de horror o el tratamiento de oscuras pulsiones humanas, incluyendo el canibalismo, como ocurre en “La bella durmiente”, cuando la reina madre del príncipe que deshace el hechizo de la princesa siente el voraz deseo de devorar a los hijos de su nuera, e incluso a la mismísima progenitora de sus nietos políticos. Un mayordomo leal oculta a la princesa y su prole y ofrece a la reina madre cordero y venado y logra engañarla por un tiempo. Cuando la reina ruin descubre la trama, ordena que el mayordomo, la princesa y sus niños sean introducidos en una gran batea con sapos y serpientes como castigo. Al llegar el rey, la reina ogra se lanza al fondo del recipiente.
La historia, como se ve, es bastante truculenta, pero Perrault la narra con maestría: se lee de un tirón, sin titubeos, y no sorprendería que con la respiración algo agitada. Canibalismo y suicidio, oscuridad y maldad, envidia, soberbia, el catálogo de pecados capitales y pulsiones primitivas es amplio y aterrador. Eso explica que este tipo de relatos haya llamado la atención de diversos sicoanalistas como Sigmund Freud (quien veía en estos cuentos frecuentes manifestaciones edípicas), Carl Jung (que a partir de su lectura formuló una teoría de arquetipos universales del inconsciente colectivo) o Bruno Bettelheim (que analizó las diversas formas de deseo sexual presentes en el corpus de estos textos).
Nada impide que estos textos sean leídos por entretenimiento también. Pero hay que recordar que son al mismo tiempo herramientas que permiten explorar la sicología profunda de las personas. El mundo representado en estos relatos propone un escenario donde actúan motivos universales como el amor, el miedo, el deseo y el conflicto. Esa circunstancia favorece el hecho de que estos relatos sean un espacio seguro para que cada lector confronte los conflictos que viven en su interior.
Recientemente la editorial peruana De Lirio ha editado una selección de cuentos de Perrault, traducida por Alejandra y César Garayar e ilustrada magníficamente por Jéssica Valdez. La edición es impecable, los textos se leen con absoluta naturalidad y las ilustraciones complementan sin problemas la lectura. Se incluye un prólogo sobre la edición a cargo de Fanuel Hanán Díaz, que aclara la historia textual y revela mas de una circunstancia del contexto en el que Perrault compuso sus historias. La selección incluye, además de los cuentos mencionados antes, otros clásicos como “Maese gato o el gato con botas”, “Barba Azul”, “Las hadas” y “Riquet, el del copete”. ¿Qué si vale la pena, pregunta usted, lector? Claro que sí.
Charles Perrault. Cuentos de Mamá Oca. Lima: De Lirio, 2024.