En suma, un libro que nos recuerda que la poesía no radica solo en el ensimismamiento en el lenguaje; también se hace presente en todo aquello que nos invita a mirar y pensar con renovados ojos. La belleza no debería ser la misma luego de pasar por las páginas de Kauneus. 

Kauneus

Roxana Crisólogo. Kauneus (la belleza). Lima: Intermezzo Tropical, 2021.

 

 

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Cultura, Literatura

La crónica está siempre del lado de la vida. Las historias que reúne Alexiévich nos invitan a pensar en la vida, en la urgente necesidad de defenderla de la brutalidad, la indiferencia y el olvido. El recuerdo de una infancia inocente, el monstruo de la guerra. En esa sucesión ocurren las pérdidas, el terrible vacío en que las víctimas viven su oscuro desamparo.

Y aunque Alexiévich se refiera a víctimas de otro tiempo, esas historias podrán repetirse y pondrán, una y otra vez, el telón de fondo con el que los seres humanos adornamos nuestra decadencia: ejerciendo el poder de destruir a los otros. Dudo que esta sea solo una lectura recomendable, la considero obligatoria.

 

Svetlana Alexiévich

Svetlana Alexiévich. Últimos testigos. Los niños de la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Debolsillo, 2020.

 

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Libros, Literatura, sociedad

Son 437 páginas que se recorren con avidez, con curiosidad, con fascinación. El aspecto más polémico de esta recopilación es sin duda la demostración definitiva de la filiación de Mariátegui, que no era hijo del señor Mariátegui, sino de otro señor. ¿Tendría que ser polémica la verdad? Se trata de un dato importante y que reviste interés  pero, en términos del análisis crítico de las ideas, el pensamiento y la obra de Mariátegui, es un asunto bastante lateral. Lectura más que recomendada.

Servais Thissen. Mariátegui, nuevos aportes. Lima: Argos Productos Editoriales, 2021.

 

Mariategui - Servais Thissen

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Cultura, Libros, Literatura

Así, Guerra-García describe toda una tipología: nombres de clubes que privilegiaban una figura heroica (Alfonso Ugarte, Mariscal Castilla, Coronel Bolognesi), o adoptaban los nombres de aviadores (Juan Bielovucic, Carlos Tenaud), o del distrito o localidad (Santiago Barranco, Unión Huaral o Porvenir Miraflores) o de los mecenas del equipo (José Pardo, Juan Aurich) o, para hacer corta la lista, clubes que tomaron el nombre de grandes jugadores retirados pero vivos en la fundación (Telmo Carbajo, Walter Ormeño), sin olvidar los cuadros vinculados a instituciones educativas (Cienciano, San Agustín). Todo un universo.

Las fuentes de este trabajo han sido archivísticas, claro está, pero también orales. Horas de conversaciones y apunte de memorias con jugadores y personajes ligados a estos clubes son la materia prima que Guerra-García traduce en un relato ordenado, pero chispeante, salpicado de anécdotas y más de una reminiscencia. Son en total 78 equipos los que retrata aquí el autor, comenzando por Ciclista Lima (creado en diciembre de 1896) y terminando con Cobresol, “El dorado de Moquegua” (fundado en 2008).

 

Antenor Guerra García

 

Los equipos ya están en el campo. El que falta es usted, lector.

Ántero Guerra-García. Equipos que fueron. Lima, edición del autor, 2021.

 

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Fútbol, Libros, Literatura

No hay que confundir la velocidad con la ligereza, tomada esta palabra en el sentido de banalidad. Esto es muy importante.

Dos personas contemplan un gran lienzo; la que más pronto se emociona, esa es la más moderna” (“El hombre moderno”, pp.34-35).

Con humor, ironía y agudeza, Vallejo va examinando distintos aspectos de la modernidad europea y su obvia relación con la técnica, la profundización de conocimientos científicos y ese a veces irrebatible sentido de progreso que ofrece la ciencia a cada paso que da. Reseña teorías, hurga en nuevos descubrimientos médicos y en nuevas miradas sobre el universo, en el impacto de la ciencia sobre el cine y la música o sobre la concepción del tiempo y la finitud de las cosas. Es realmente poco lo que puede resultar lejano o forastero al ojo del poeta, embebido de la vida moderna, pero sin sucumbir a sus cantos de sirena, pues señala: “Tan equivocados andan hoy los poetas que hacen de la máquina una diosa, como los que antes hacían una diosa de la luna o del sol o del océano. Ni deificación ni celestinaje de la máquina. Esta no es más que un instrumento de producción económica, y, como tal, nada más que un elemento cualquiera de creación artística, a semejanza de una ventana, de una nube, de un espejo o de una ruta, etc. El resto no pasa de un animismo de nuevo cuño, arbitrario, mórbido, decadente” (“Estética y maquinismo”, pp. 124-125).

Vallejo protagoniza así, junto con Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Salvador Novo, uno de los grandes momentos de la historia de la crónica latinoamericana, la situada entre guerras, escrita tanto en Europa como en ciudades de nuestro continente que fueron terreno fértil para el desarrollo de este ornitorrinco textual.

César Vallejo-Del Siglo al minuto

César Vallejo. Del siglo al minuto. Crónicas sobre máquinas y ciencia. Selección y presentación de Mariana Rodríguez, Yaneth Sucasaca y Rodrigo Vera. Lima: Casa de la Literatura, Colección Intensidad y Altura, 2021.

 

 

 

Conocí a Jorge Coaguila a inicios de los años 90. En ese entonces yo trabajaba en la sección La Revista, del remozado diario El Peruano. Una tarde, lo recuerdo perfectamente, asomaron la delgada figura de Coaguila y una propuesta que traía bajo el brazo: una entrevista con Julio Ramón Ribeyro, que en ese entonces ya era una celebridad, al tiempo que mantenía ese perfil discreto y huidizo que lo caracterizó siempre. No hubo mucho que pensar. Enrique Hulerig y yo recibimos el texto y sin dar tanta vuelta lo publicamos.

La entrevista, naturalmente, causó revuelo. Si la memoria no me traiciona, publicamos dos o tres partes más del largo diálogo que había logrado emprender Jorge con uno de los prosistas mayores del continente. Pocos años después, esas conversaciones serían reunidas en el volumen La palabra inmortal, que a la fecha lleva varias ediciones. Le debemos también Las respuestas del mudo, volumen que recopila las pocas entrevistas que concedió en vida.

Esta circunstancia marcó a Coaguila como ribeyrólogo, si cabe el término y me dan, lectores, su indulgencia. Es una fuente viva de datos sobre la obra de Ribeyro, conoce al dedillo las anécdotas de sus cuentos, las cuitas de sus personajes, lleva incrustadas en la memoria frases, pasajes, diálogos y muchos de los elementos menudos que componen el universo que fundó el creador de La palabra del mudo.

Creo que debo ser uno de muchos que en algún momento le preguntamos a Jorge cuándo escribiría la biografía de Ribeyro, a lo que él respondía, casi con temor, que era un proyecto que tenía en mente y que algún día vería la luz.

Y el día llegó. Ribeyro, una vida (2021) es una realidad. Es cierto que la tarea del biógrafo es ardua, a lo que hay que añadir el riesgo de que el biógrafo pueda proyectar sus propios deseos y percepciones sobre el personaje. Es una construcción, como lo es el discurso autobiográfico mismo. Y alguien poco avisado tendería a suponer que leyendo La tentación del fracaso, Cartas a Juan Antonio o los apuntes autobiográficos que el mismo Ribeyro trazó, contando la historia de sus antepasados, se tiene parte de la mesa servida.

Diría todo lo contrario. Parte de esta tarea es precisamente cotejar lo que el autor dice de él mismo con lo que el biógrafo puede encontrar en sus pesquisas. La biografía ideal no es un relato objetivo, pues eso es una ilusión. La biografía ideal confiesa sus limitaciones, pero sabe ofrecer una imagen relativamente equilibrada del sujeto. Ese debe ser el logro más significativo de Ribeyro, una vida, un proyecto que Coaguila ha acometido con abnegación y al que debe, de seguro, más de un insomnio.

Paradójicamente o no, con el paso de los años Ribeyro pasó de ser un escritor muy reservado, por momentos secreto, a se lo que es hoy: un nombre totémico de nuestra tradición narrativa, maestro del cuento y de la prosa breve, hacedor de pequeños héroes anónimos que hicieron de su insignificancia una forma de heroísmo.

No fue vana la espera por este volumen. Se esperaba un relato puntilloso, exigente consigo mismo y que no escatimara fuentes. Eso es lo que el libro transparenta. Mención aparte para las fotografías que van acompañando el relato, algunas muy poco conocidas. El arco temporal es ambicioso, es verdad, pero se despliega a lo largo de más de quinientas páginas que todo buen lector de Julio Ramón Ribeyro debería leer.

Ribeyro, una vida

Ribeyro, una vida. Lima: Revuelta Editores, 2021.

 

 

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Jorge Coaguila, Julio Ramón Ribeyro

 

 

Para nadie es un misterio que, desde hace unas décadas, una parte muy importante de la mejor literatura latinoamericana es escrita por mujeres. Y no es que antes no las hubiera, es solo que pesaba sobre ellas un velo de invisibilidad.

Si uno rastrea la tradición de esta literatura, encontrará no con poca frecuencia obras de enorme valor que hoy gozan de una ponderación merecidamente mayor que la que obtuvieron en su tiempo: Las hermanas Victoria y Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, Clarice Lispector, Claribel Alegría o Alfonsina Storni sirvan como ejemplos.

A ellas se suman nombres actuales, muy poderosos: Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero, Pilar Quintana, Liliana Colanzi, Nona Fernández, Fernanda Trías, Cristina Rivera Garza, Guadalupe Nettel y muchísimas más, que vienen labrando obras narrativas de mucho interés, tanto en el registro realista como en otras vertientes que abarcan un espectro que va del horror a la ciencia ficción.

Conocer una tradición implica conocer a los autores, vertientes, contextos y lazos de contigüidad o disrupción que la conforman. Con ese propósito, un grupo de docentes universitarias de Literatura, en asociación con Florida Global University, han organizado el certificado académico “Voces invisibles. Literatura escrita por mujeres”, que consta de varios módulos y 72 horas de dictado virtual.

El curso plantea un acercamiento a la literatura latinoamericana escrita por mujeres desde el siglo XIX hasta la actualidad. Una de las líderes del proyecto, la profesora Mariana Libertad Suárez, sostiene que esta historia suele ser referida de manera parcial e incompleta. Señala que “hay un mundo por descubrir y por repensar, pues el conocimiento sobre las escritoras del siglo XIX es ínfimo, en las escuelas este tema se relega a una última clase que abarca ciertas características más biográficas que literarias”, lo que sin duda perjudica el estudio de autoras y obras de gran importancia.

Suárez destacó que, por ejemplo, hay escritoras como la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien no solo se atrevió a tomar posición sobre el orden patriarcal imperante, por medio de textos como Sab o Una anécdota de la vida de Cortés, donde abordaba temas que eran parte del debate de los hombres ilustrados de su país, como la esclavitud, el problema de la raza, los límites de la identidad cubana o el lugar de la migración europea que pretendía industrializar el país, sino que, además, problematizó el funcionamiento de la educación femenina y el papel de la familia en las jerarquías de género, en obras teatrales como La Aventurera o Dolores, y en su novela Dos mujeres.

Literatura escrita por mujeres

El curso se inicia el 15 de febrero. Si desean más información sobre el registro y el costo de este certificado, pueden acudir a la página web: https://mailchi.mp/131902b9fb64/literatura_mujeres

Avisadas están.

 

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Literatura

Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) lleva décadas entregado a la escritura. Reconocido periodista, Gumucio ha aprovechado en su literatura diversos materiales  autobiográficos sin caer en las predecibles aguas de la tan discutida autoficción (como si el género fuera finalmente el problema). Sus dos primeras novelas pusieron la ironía en primer plano, en especial Memorias prematuras (1999) una suerte de relato de formación intelectual y artística salpicado de un humor poco complaciente con el propio autor-personaje.

Quisiera remarcar que en Gumucio hay un impulso por alejarse siempre de convenciones visibles o adocenadas en los manuales de escritura, como sucede en Los platos rotos (2004), un texto de carácter híbrido y que apela a diversos registros, que van del cuento al drama, teniendo como intención de fondo practicar el desmontaje de varios mitos oficiales en la historia chilena. Queda claro que, tanto en la orilla de su literatura más personal, como en la que aborda cuestiones relativas a la esfera histórica chilena, Gumucio no parece estar en el lugar equivocado: el ánimo crítico.

Hace poco encontré en una librería de Miraflores un ejemplar de su libro Nicanor Parra, rey y mendigo (2018) un asedio biográfico al gran poeta chileno, figura clave de la posvanguardia latinoamericana, un poeta que sometió al discurso poético a límites de experimentación, ruptura y humor pocas veces logrados. Queden, como ejemplo, muchos de sus inolvidables Artefactos.

Gumucio emprende la tarea de realizar la biografía de Parra, labor amparada no solo en una investigación acuciosa, como corresponde a libros de esta envergadura, sino también en el recuerdo de sus múltiples y asombrados encuentros con el poeta, patriarca de una legendaria familia de artistas.

Huelga decir que en las condiciones que el libro transparenta –el trabajo de fuentes, la fascinación de Gumucio por el personaje o el desplazamiento hacia otras sensaciones provocadas por la presencia apabullante del poeta (el desconcierto e inclusive algo que podría parecerse al miedo), que el autor nunca se esfuerza por esconder–, se nos revela la secreta pauta que sigue el volumen: la biografía de Parra no puede ser objetiva porque los estados  de ánimo y la subjetividad del biógrafo acompañan (sostienen) también el relato.

No afirmo con esto que el texto carezca de fiabilidad, sino que la escritura del otro envuelve a uno mismo y esa dinámica es inevitable. Gumucio registra con fidelidad los rasgos de su personaje, sobre todo su endiablada habilidad con las palabras, su inteligencia para tender “trampas” en la interacción, pero también sus sarcásticas boutades.

Gumucio ha escrito un notable asedio biográfico y lo ha hecho de un modo marcadamente singular, en un tono que va encontrando sus parientes en la tradición latinoamericana, como Mala lengua (2020), el perfil de otro notable de la lírica chilena, Pablo de Rokha, llevado a cabo por Álvaro Bisama o Almas en pena chapolas negras (1995), en el que Fernando Vallejo narra la vida de ese emblemático poeta modernista colombiano que fue José Asunción Silva. No se trata de libros con afán escolar ni de relatos de una linealidad siempre puntillosa o enciclopédica. No. Textos como Nicanor Parra, rey y mendigo son, sobre todo, un llamado a la sensibilidad de los lectores.

Rafael Gumucio

Nicanor Parra, rey y mendigo. Rafael Gumucio. Edición de Leila Guerriero. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, colección Vidas Ajenas, 2018.

El jinete en la hora cero se titula la primera novela del escritor y periodista Paco Moreno. Y se trata de una novela marcada por una singularidad: su ambicioso arco temporal, que transcurre entre un pasado de implicancias aun no resueltas (el escandalete ultra por el asunto El ojo que llora es un botón más) y un presente enmarañado en vacíos, medias verdades y gestos hiperinformativos. La novela de Moreno une dos experiencias históricas traumáticas: los años de la violencia y la emergencia sanitaria debida a la pandemia.

Estos sucesos quedan impresos en la retina del protagonista, que seguramente desea un tiempo de mayor armonía con el mundo. En cierto sentido se trata de un relato formativo, pues el protagonista realiza la parte más significativa (y dolorosa) de su aprendizaje entre estos dos momentos históricos.

A eso hay que sumar una cuota de autoficción, lo da a su lenguaje una evidente hibridez, que enlaza hechos factuales y ficticios, que establece relaciones entre memoria e imaginación. El terror y la pandemia en una esquina; la memoria familiar en la otra. Y, colándose con sutileza, el registro lírico que da cuenta de la revelación del amor por Alejandrina.

El relato deja alternar distintos registros en su estructura interior. Por una parte se evidencian segmentos en los que el lenguaje se entrega a la reconstrucción histórica de ciertos sucesos, como el inicio de la demencia senderista en Chuschi o el puntual reporte de la crisis del oxígeno medicinal en los primeros tiempos de pandemia; por otra, se muestran los resortes de la memoria y la historia familiar, tanto en sus momentos sublimes (el retrato de Cangallo antes del conflicto interno o esa melancolía que subyace en el recuerdo de los caballos) cuanto en los más lacerantes (el éxodo de la familia hacia Lima a causa de la violencia o la terrible presencia de un virus que cobra la vida de varios de sus miembros).

Hay pues un espesor particular en el lenguaje de esta novela. El lector pasa de la voz de un atento cronista a líneas que bien podrían lindar con el ensayo; del testimonio desgarrado de la pérdida del paraíso, al recuento de una infancia y una adolescencia de cuya magia queda solo la remembranza de un terruño que acaso alguna vez se pareció a la felicidad. 

Se dice siempre que uno de los signos de la escritura contemporánea es haber derribado las fronteras, los límites genéricos; permitir que el lenguaje, sin afectar una trama diseñada con paciencia, fluctúe entre varias posibilidades expresivas y se sirva de cuanto elemento le sea útil para lograr un relato eficaz. En esas coordenadas se sitúa esta primera novela de Paco Moreno, una novela cuya temática tiende puentes a diversos discursos sociales, pero también literarios: la experiencia del migrante, la condición de las víctimas de la violencia y la enfermedad, el ánimo testimonial, la remembranza lírica del amor juvenil. 

Que todo esto esté enmarcado en una alucinante caminata a través de Lima, donde el ojo descubre los entresijos más dramáticos de la vida peruana, es mérito creativo de su autor y, más que una coincidencia, ese relato es de un asombroso parecido a nuestra realidad. 

 

El jinete en la hora cero. Paco Moreno. Lima: Artífice Comunicadores, 2021. 

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Paco Moreno
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