Cine

El cine nació como una atracción de feria. La posibilidad de captar imágenes en movimiento y proyectarlas ante un público, gracias al invento del cinematógrafo por obra de los hermanos Lumière, fue aprovechado por éstos para montar un negocio rentable mediante cortos que no llegaban al minuto y que mostraban escenas de la vida cotidiana: trabajadores saliendo de una fábrica, la llegada de un tren a una estación ferroviaria, bañistas lanzándose al mar desde un muelle, obreros demoliendo un muro, por mencionar algunos ejemplos. Los hermanos Lumière no vieron entonces el potencial que tenía su invento, llegando a afirmar que «el cine es una invención sin ningún futuro».

En ese entonces no se imaginaban que habían dado inicio a lo luego que se conocería como el Séptimo Arte, una expresión cultural que sirve no sólo para retratar documentalmente la realidad, sino también para contar historias ficticias —ancladas en la realidad o en la fantasía—, para expresar ideas y sentimientos, para experimentar con imágenes, para enriquecer la condición humana. «El cine debe ser más grande que la vida», ha dicho una vez el cineasta español Álex de la Iglesia.

Por cierto, no me refiero a ese cine comercial que sigue siendo atracción de feria, buscando atraer espectadores a través de tramas banales, efectos especiales que fungen de golosina para los ojos y cuyo único fin es el entretenimiento de las masas y las ganancias de los productores.

El creador del lengua cinematográfico propiamente dicho fue David Wark Griffith (1875-1948), quien no se limitó a grabar teatro filmado con cámara fija, sino que aplicó para entonces nuevas técnicas —entre ellas, movimiento de cámara, ángulos diversos y la edición del film tal como se conoce hasta ahora— en su película “El nacimiento de una nación” (“The Birth of a Nation”, 1915). Narrando la historia de dos familias en el contexto de la Guerra de Secesión y las consecuencias posteriores, Griffith plasma una obra de aires épicos, pero a la vez polémica, pues defiende el supremacismo blanco y justifica el racismo. El retrato heroico del Ku Klux Klan que presenta Griffith en su película sirvió para el renacimiento de esta nefasta institución en los Estados Unidos del siglo XX. Curiosamente, el lenguaje cinematográfico tal como lo conocemos nació de la mano de una propuesta política cuestionable, precursora del fascismo.

Pero también hay obras del cine que van en la dirección contraria. Tomemos el ejemplo de Fritz Lang (1890-1976), autor de varias obras maestras del cine mudo y sonoro. Su film mudo de ciencia-ficción “Metropolis” (1927) fue la primera de las pocas películas que han sido recogidas para su conservación en el programa Memoria del Mundo de la UNESCO. Pero fueron sus dos primeras películas sonoras las que sufrirían posteriormente censura durante el régimen nazi, debido a su trasfondo político.

En “M” (1931) Lang describe el ambiente de paranoia en una ciudad —que parece ser Berlín— debido a las acciones de un escurridizo asesino de niños, cuya identidad nadie sabe, lo cual hace que todos sospechen de todos. En su búsqueda del asesino, la policía realiza frecuentemente redadas, realizando muchas veces detenciones arbitrarias y abusando de su poder. El crimen organizado, cuyas actividades delictivas se ven amenazadas por las continuas redadas de la policía, decide también por su parte unirse a la búsqueda del asesino con el fin de eliminarlo, para lo cual recurre a la asociación de mendigos, a los cuales remunera por sus servicios. En la escena final, cuando el asesino Hans Beckert es capturado por miembros del crimen organizado, habrá una pantomima de juicio en un sótano, donde los cabecillas de la mafia harán de jueces que ya tienen la decisión tomada (pena de muerte) antes de que comience el juicio e independientemente de lo que diga la defensa del acusado. Una clara referencia al nazismo que estaba tomando fuerza en esos últimos años de la República de Weimar, a lo cual se suma al abuso de autoridad de las fuerzas policiales que representan al Estado. La película de Lang también reflexiona sobre lo que el pueblo está dispuesto a entregar por un poco de seguridad: su apoyo al crimen organizado y su libertad. Como ocurrió efectivamente cuando a Hitler le fue concedido el puesto de canciller en la agonizante democracia alemana de 1933.

La otra película sonora de Lang, “El testamento del Dr. Mabuse” (“Das Testament des Dr. Mabuse”, 1933), es una secuela de la película muda en dos partes “El doctor Mabuse” (“Dr. Mabuse der Spieler”, 1922), también dirigida por Lang, que pretendió ser un cuadro de los tiempos de la República de Weimar. El Dr. Mabuse, una mente criminal que quiere dominar el mundo a través del terror, no es sólo una representación del poder del mal, fruto de una psique sociopática, sino que es símbolo de todos los factores negativos de la sociedad alemana después de la Primera Guerra Mundial. El dinero falso sin valor creado por Mabuse refleja al marco alemán casi sin valor durante la hiperinflación a causa de la impresión excesiva de dinero por parte de la República de Weimar para pagar las reparaciones de guerra. Los vaivenes del mercado de valores, las salas de juego, la delincuencia desenfrenada y las miserables condiciones de vida de los pobres que se muestran en en el film son reflejo de la situación en Alemania en ese momento.

En “El testamento del Dr. Mabuse”, éste, recluido en el asilo psiquiátrico del Dr. Baum, escribe sus planes criminales, que extrañamente van siendo ejecutados por una banda criminal. Cuando el inspector Lohmann —el mismo que aparece en “M”, la anterior película de Lang— consigue seguirle la pista al Dr. Mabuse, éste fallece repentinamente, pero su espíritu sigue ejerciendo su poder hipnótico y realizando sus planes a través del Dr. Baum —quien admira a Mabuse como si si tratase de un genio— y de otros miembros del hampa. El objetivo de Mabuse en la película consiste en establecer un “reinado del crimen”, a lograrse mediante la intimidación y el terror hacia la población. También se aborda el tema del método de trabajo burocrático y dividido en tareas de la «organización», en la que casi nadie cuestiona el sentido de sus actos criminales individuales —por ejemplo, el asesinato de testigos—. El método principal para la transmisión de órdenes dentro de la organización son medios técnicos anónimos como notas, teléfonos y altavoces. Lang afirmó en 1943, en una nota que escribió para una proyección de la película en Nueva York, que ésta debía entenderse como una alusión crítica a los nacionalsocialistas, cuyo líder Adolf Hitler había escrito su obra programática “Mi lucha” (“Mein Kampf”) en prisión. Según Lang, a los criminales se les habían puesto en la boca consignas y creencias del naciente estado nazi.

Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del Tercer Reich, anotó sobre esta película en su diario: «Muy emocionante. Pero no se puede aprobar. Instrucción para el crimen». La película fue prohibida el 29 de marzo de 1933.

“M” también había sido prohibida poco después de que los nazis tomaran el poder, no obstante lo que Joseph Goebbels había anotado en su diario, interpretando mal obra: «Por la noche, vi con Magda la película ‘M’ de Fritz Lang. ¡Fabulosa! Contra el sentimentalismo humanitario. ¡A favor de la pena de muerte! Bien hecha. Lang será nuestro director algún día. Es creativo». Sueño que nunca se cumplió, pues poco después de la prohibición de la película sobre Mabuse, Lang huyó a París y al año siguiente migro a los Estados Unidos para rodar películas para la Metro-Goldwyn-Mayer. Peter Lorre, el intérprete del asesino en “M”, ya había huido anteriormente debido a a su ascendencia judía.

Era evidente que Goebbels terminó comprendiendo la crítica velada al nazismo que encerraban ambas películas, por lo cual su prohibición —en un régimen que no permitía la libertad de expresión— era una medida que se desprendía necesariamente de su ideología autoritaria

Goebbels dirigió la producción cinematográfica alemana de la época nazi, que incluyó algunas películas de propaganda política, pero en su mayoría productos comerciales de consumo mayoritario, que tenían tan buena calidad como ligereza y banalidad, rodados por directores mediocres que no tuvieron ningún problema en agachar la cabeza ante el poder dominante del fascismo alemán. Son películas que hubieran podido competir con lo que producía Hollywood en ese momento (dramas, comedias, musicales), pero que difícilmente despertaban la reflexión y más bien conducían a la satisfacción con una vida burguesa sin ninguna crítica al estado de las cosas y sin mayores horizontes.

¿Qué tiene esto que ver con la recientemente aprobada ley de cine de Adriana Tudela, congresista de Avanza País, quien ha dicho: «Lo que se ha establecido en la nueva ley es una cláusula que es sumamente razonable y de sentido común, que establece que el Estado no debe financiar proyectos cinematográficos que tengan publicidad, que puedan favorecer partidos o movimientos políticos, ni que atenten contra principios constitucionales del Estado de derecho»? Al igual que Goebbels durante el el Tercer Reich, propone que el Estado examine los guiones y determine si éstos cumplen con las condiciones indicadas, lo cual se presta a interpretaciones subjetivas y a la denegación de financiamiento para proyectos cinematográficos que sean críticos del Estado peruano y de sus instituciones. En otras palabras, una forma velada de censura, contraria a los principios democráticos y a la libertad de expresión. Parecería que Tudela sólo quiere que cuenten con posibilidades de realización los proyectos cinematográficos que exalten al Estado peruano y a los líderes de la derecha, que puedan ser utilizados con fines turísticos o que cuenten con temáticas inocuas pero grandes posibilidades comerciales para satisfacción de la mentalidad burguesa limeña.

Lo que sí está fuera de toda duda es que Adriana Tudela no sabe nada de cine como arte y que el arte auténtico nunca ha sido puramente decorativo, sino que siempre ha tenido un carácter subversivo, que invita al cambio y a comprometerse por una humanidad mejor, libre y sin cadenas mentales ni espirituales.

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En la era de la información ilimitada y las opiniones inagotables, surgen unos héroes improbables: los censores modernos. Equipados con una moralidad autoimpuesta y una lista interminable de temas tabú, como el terrorismo, los derechos humanos y el conflicto armado interno, estos defensores de la sensibilidad pública están decididos a salvarte de ti mismo.

¿Quiénes son estos adalides de la moderación? Son individuos selectos, cuidadosamente elegidos por su capacidad para detectar el más mínimo atisbo de controversia en películas, libros y cualquier medio de expresión imaginable. Su misión es simple: protegerte de cualquier idea que pueda hacerte pensar demasiado, cuestionar el status quo o las historias oficiales.

Armados con bolígrafos rojos y una firme convicción en su propia infalibilidad moral, los censores modernos se abalanzan sobre el arte, la literatura y el cine como cazadores furtivos en busca de presas peligrosas. ¿Una palabra mal colocada? ¡Censurada! ¿Un personaje que desafía las normas sociales? ¡Censurado! ¿Una trama que puede ofender a alguien? ¡Por supuesto, censurada!

Pero no se preocupen, ciudadanos y ciudadanas, estos guardianes de la moralidad están aquí para protegerles. ¿Quién necesita libertad de expresión cuando puedes tener una versión pasteurizada del arte, la literatura y el cine? ¿Quién necesita diversidad de ideas cuando puedes tener un pensamiento único como el “pensamiento Fujimori” (Rosangella Barbarán dixit), convenientemente filtrado y empaquetado para tu consumo?

Y así, mientras los censores modernos patrullan las fronteras de lo políticamente correcto, nosotros, el público, nos hundimos cada vez más en un mar de mediocridad intelectual. Después de todo, ¿quién necesita desafiar sus propias creencias cuando puedes tenerlas validadas constantemente por aquellos que saben lo que es mejor para ti?

Ah, pero hablemos de un incidente reciente que ha capturado la atención de todos: la cuasi censura de la película «La piel más temida» por parte de Paco de Piérola, el censor más vigilante de la industria cinematográfica nacional. ¿Qué fue lo que le molestó a Piérola? ¿Quizás el reflejo incómodo de la sociedad en el espejo del cine? ¿O tal vez la audacia del cineasta Joel Calero de desafiar las convenciones narrativas y mostrarnos la complejidad de las personas ante situaciones difíciles? No, nada de eso. Fue simplemente que la palabra “terrorista” no se mencionó 666 veces para evitar que se “romantice el terrorismo”. ¡Qué barbaridad!

Y como si la tarea de censurar películas y libros no fuera suficiente, ahora también tenemos la propuesta de la participación de militares y policías dispuestos a decirnos qué es lo que podemos ver y qué no en el cine. ¿Quién necesita críticos de cine cuando puedes tener a un sargento dictando tus preferencias cinematográficas? Porque, claramente, lo que necesitamos en nuestra vida ya abrumada por decisiones es que un oficial nos diga si una película es apta para nuestro consumo cultural. ¡Qué alivio saber que nuestras fuerzas armadas estarán dedicando tiempo y recursos a protegernos de las tramas peligrosas y de las palabras no dichas!

Entonces, levantemos nuestras copas a los censores modernos, esos guardianes incansables de la ignorancia y la monotonía. Porque en un mundo donde la libertad de expresión es una molestia y el pensamiento crítico es un lujo, su labor es verdaderamente invaluable. ¡Larga vida a la censura moderna! O mejor dicho, ¡no tan larga, por favor!

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[CON ANTEOJOS] Redención es la última película del director arequipeño Miguel Barreda. Cinta en donde nos cuenta la historia de una pareja que desea convertirse en padres y la necesidad, por otro lado, de una joven por ocultar un embarazo, que es producto de una violacion.

El rol protagónico lo tiene la talentosa actriz Tatiana Astengo. Conversamos con ella y con el cineasta Miguel Barreda.

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[EN EL PUNTO DE LA MIRA] Acabo de terminar de leer La política va al cine (Universidad del Pacífico, 2015), de Manuel Alcántara y Santiago Mariani. Una recomendable compilación que reúne textos de un grupo de politólogos de ocho países que, desde la mirada del cine, ponen de relevancia a la política como un aspecto importante del ser humano.

Desde el estudio de películas y de sus directores, los autores abordan diversas temáticas de la ciencia política; como el entramado complejo que representa el poder y su relación con lo transgresor y sumiso del ser humano. Por solo mostrar un ejemplo, tenemos el texto del español Manuel Alcántara sobre la “complejidad, subjetividad y poder en Kubrick”. En dicho ensayo, el profesor Alcántara analiza la trayectoria del judío neoyorquino, dando a conocer su formación y la capacidad de este de desenmarañar las diversas tramas de sometimiento (político, tecnológico y de convivencia) a la que está expuesto el ser humano.

Asimismo, hace un estudio minucioso sobre las películas de este director: Senderos de Gloria, Spartacus, Lolita, La naranja mecánica, 2001: Una odisea en el espacio, Resplandor, entre otras. En ellas estudia el poder y la violencia, el poder y la confianza, y el poder y la subjetividad. El despliegue de estas relaciones complejas e interconectadas manifiestan ese carácter poliédrico del poder. Representa también el sino en el que está envuelto el ser humano, no solamente en el aspecto racional de la política. Alcántara nos demuestra que Kubrick apela a las emociones para interpelar el carácter mismo de los protagonistas y de los que aprecian la película.

El cineasta Bergman decía que “ningún arte traspasa nuestra conciencia de la misma forma que lo hace el cine, tocando directamente nuestras emociones, profundizando en los oscuros habitáculos de nuestras almas”. Así es.

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La cultura es gasto, pérdida de tiempo, distracción del metal. Acabemos con la cultura. Porque crea ciudadanos críticos. Porque afina sensibilidades. Porque promueve la discusión y ataca a la pasividad ciudadana que buscan algunos desde sus encumbradas sillas. 

Total, si no se invierte en cultura, habría más plata que pasar por el tamiz de la corrupción. No me vengan a decir, pues, que el Estado preocupado por sus arcas quiere retacearle unas monedas al cine para calmar el hambre, la desnutrición o las infernales desigualdades que marcan la vida nacional. 

La inteligencia es el enemigo. Por eso hoy se educa mayormente para el trabajo y no para la formación humana: hacer es mejor que pensar, que es un pasatiempo de caviares, académicos resentidos y otras especies incómodas al autoritarismo y la pacatería de muchos de quienes conducen el país.

Un reciente proyecto de la congresista Tudela ha puesto en evidencia el poco o nulo interés que existe por la cultura desde esa parte de la esfera pública en que se deciden cosas. Se pretende dejar sin piso a un naciente cine regional que ha dado muestras de su potencia. 

El estímulo eterno, sin fecha de caducidad, no es buena idea, de acuerdo. Pero no puedes matar a la criatura antes de que aprenda a correr sola. El circuito de exhibición limeño practica como deporte ignorar la producción regional, aunque de vez en cuando se lava la cara y pone en pantalla alguna película que, como Willaq Pirqa, remontó la valla del desprecio y ganó el favor de un público enorme.

Por otra parte, IRTP, que depende del Ministerio de Cultura, viene dando señales alarmantes. Es un medio a la deriva, a merced de decisiones erráticas y arbitrarias, como cerrar programas con una tradición consolidada y reducirlos a microespacios dentro de otros, como ha ocurrido con El placer de los ojos, un magazine dedicado, precisamente, al cine.  Sumar a esto la confusión reinante en relación con la función de TV Perú: televisión ciudadana no es el remedo de televisión comercial que quieren ser.

El próximo mes vencerá la exoneración del IGV al libro, algo que debería tener una prórroga natural y mas extensa, habida cuenta de los míseros índices de lectura que hay en el país y, sobre todo, esas estadísticas que revelan un espantoso porcentaje de maestros que tienen problemas de comprensión lectora. No faltará el talibán que desde su curul proclame que el libro es inservible.

Este año no contaremos con la feria La Independiente. Un duro golpe a editores pequeños y medianos de diversas partes del país, que tienen en esta feria una oportunidad para mostrar sus catálogos y poner a la venta libros que, en su mayoría, no existen para las librerías limeñas. El Ministerio de Cultura ha cometido gruesos fallos que han conducido a la suspensión del evento.

¿Qué más podría pasar en un país en el que la universidad más antigua intentó sacudirse de su propio centro cultural e incluso de la librería que se ha formado en convenio con una entidad mexicana?  ¿Qué más puede pasar en un país en el que el Museo Nacional es un elefante blanco? ¿Qué más, en un país en el que las instituciones solo muestran diariamente su indiferencia por la cultura?  Siempre hay más. Esa es nuestra condena. 

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“Los aficionados persiguen el sol y se queman. El poder permanece en las sombras”.

Lewis Strauss.

[CON ANTEOJOS] Este es uno de los largometrajes más esperados del 2023, Oppenheimer en cifras ha superado los $500,000 de recaudación y se ha convertido en la película bélica más taquillera de la historia del cine. No solo la historia del proyecto Manhattan ha resultado muy atractiva, sino que Nolan logra capturar al espectador en un largometraje de 3 horas, que no permite el aburrimiento, parte de ello, por su narrativa coherente y efectiva.

La cinta transcurre desde sus años de estudiante en Cambridge hasta el ocaso de su vida. Está focalizada en todos los entretelones de la construcción de la bomba que en 1945 arrasó con las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, dejando más de 200,000 muertos.

Además de acercarnos al personaje de Oppenheimer, encontramos también a otros como Albert Einstein (teoría de la relatividad), Lewis Strauss (Presidente de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos), el general Leslie Groves (responsable militar del proyecto Manhattan) Harry S.Truman (Presidente de los Estados Unidos) y muchos científicos más. A pesar del evidente poder patriarcal de la época, destacan dos personajes femeninos, que, pese a que son los intereses sentimentales de Oppenheimer, definirán las decisiones del protagonista, personajes poderosamente complejos, Jean Tatlock (periodista, escritora, médica y militante del Partido Comunista de Estados Unidos) y Katherine Oppenheimer (bióloga, botánica alemana, militante del Partido Comunista de Estados Unidos).

Como es habitual en el cine de Nolan, la complejidad de su mente se proyecta en pantalla, esta vez canaliza la gran cantidad de información a través de diálogos que van permitiendo hilar el mundo de intrigas alrededor de la construcción de la bomba atómica, dejando ver finalmente, que la existencia de la misma depende más de los intereses y poderes políticos, que de los propios científicos.

El film puede tener dos lecturas, por un lado una pequeña subjetividad, genera en adelante toda una persecución y castigo sobre la figura del físico americano debido al resentimiento que causó la indiferencia de Einstein frente a Strauss, este último interpretado por un magistral Robert Downey Jr. Por otro lado, la manipulación de quien debe arrepentirse la vida entera, por haber tenido acercamientos con el Partido Comunista y como consecuencia de ello, involucrarse en la responsabilidad de haber iniciado la era nuclear.

A ciencia cierta, nadie sabe con exactitud que existe en la mente de Oppenheimer, pero la cinta navega en sus obsesiones, sus idas y venidas en cuanto a ideas y amores. Situaciones resueltas cinematográficamente con un sin fin de planos cerrados que siempre nos acercan sin llegar a develar demasiado. La mirada insondable del protagonista es un misterio que atrapa desde el inicio.

Al actor irlandés Cillian Murphy lo conocemos por Batman, El Origen y Dunkerque del mismo director que hoy le da su primer protagónico en pantalla grande. Sin embargo, la crítica lo aplaudió por su trabajo en Peaky Blinders, exitosa serie inglesa en donde interpreta al mafioso Tommy Shelby. Murphy ya no es solo el actor fetiche de Nolan, es el actor que celebra el mundo entero.

Así como complejas son las intrigas políticas en este film, amplio es también su reparto. Por un lado tenemos más de 50 personajes. Entre los que destacan la aparición de Gary Oldman como el presidente Harry S.Truman, Matt Damon como el general Leslie Groves. Kenneth Branagh como Niels Bohr, entre muchos más. Ni un personaje es simple, ni su aparición está demás. Emily Blunt como Katherine Oppenheimer se luce en un personaje que oscila entre la insatisfacción de su vida, la valentía con la que enfrenta los conflictos y su adicción al alcohol. Dimensiones presentadas en paralelo con las angustias del protagonista. Un contrapunto eficaz que destierra la idea de la mujer como adorno o simple complemento.

También está Florence Pugh en incisivo personaje, como Jean Tatlock, no ajena a las contradicciones, pero sobre todo de gran impacto narrativo y emocional. El resultado del trabajo de ambas actrices merece todo el reconocimiento.

El cine de Nolan no sería lo que es, sin la edición de sonido y banda sonora que lo acompaña. En este caso el responsable nuevamente es Ludwig Goransson, el mismo que armó las piezas en Tenet (2020) y que resaltó por su trabajo en la serie Mandalorian. Con este film, no sólo remarca los momentos de tensión, sino que nos hace participar de las emociones más intensas.

Oppenheimer es un film de contrastes, no solo por la iluminación de sombras y colores intensos, sino porque transita en la culpa, desprestigio y redención de un personaje al que acompañamos por 3 horas sin descansar, creyendo entender su psiquis, pensando que el dolor que lo domina, es por ser responsable del los horrores de la guerra, cuando en realidad el poder y la decisión de todo eso, como dijo Strauss, se esconde tras las sombras.

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TRES

Así que me pusieron un rifle en la mano
Me envió a una tierra extranjera
Para ir y matar al hombre amarillo
Nacido en USA.
Nacido en USA.
Vuelve a casa a la refinería
El contratante dice Hijo, si fuera por mí
Born in the USA – Bruce Springsteen

Si pues, puede ser una Oda al Capitalismo. Es cierto. Recordar que en ese tiempo Nike era una empresa pequeña sin mayor relevancia, muy por debajo de Adidas o Puma. El acuerdo, cambio totalmente la forma en que los deportistas negociaban con las empresas. Produciendo una eclosión nunca vista.

Por ende, el Sueño Americano es mostrado como tal. Sin embargo, Social Network de Fincher o The Founder de Hancock, enfatizaban en las costuras raídas y torcidas del referido sueño. Acá, el personaje de Strasser, menciona su fervor por el tema-himno de Springsteen.

  • Me entusiasma la idea de la libertad estadounidense. Pero hoy me concentre en la letra y no habla de la libertad. De ninguna manera. Habla de un tipo que vuelve de Vietnam y no encuentra trabajo. Yo la canto con entusiasmo. Es el concepto equivocado. De hecho, creamos el 80% de nuestro calzado en Corea y Taiwán

Y enfatiza en su cinismo.

  • Sé que debería tener sentimientos encontrados, pero no los tengo.

Es el lado oscuro del American Dream, indudablemente.

Las sabias palabras del CEO cierran la película.

  • Me concentro en mi respiración. Estoy haciendo una meditación de auto perdón. Creo que marcamos un precedente muy peligroso. Ahora todos los deportistas querrán un porcentaje. Luego todos querrán equidad. A la mierda. Si arruinamos el negocio, al menos nos divertimos.

Tenía razón.

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En el momento de su estreno, pocas criticas fueron positivas, como la de Bridget Byrne, que calificó el film de «brillante, audaz y grotesco». Desde entonces la película ha sido revalorizada por los críticos como la obra maestra que es. El historiador de cine Tim Lucas describe a “Los demonios” como «no sólo una denuncia de conspiraciones del siglo XVII, sino una denuncia de agendas políticas que nos han acompañado a lo largo de la historia humana. Cuando el gobierno es más inmoral, la historia muestra que tiende a aliarse con la Iglesia y a desviar la atención pública de su propia corrupción satanizando chivos expiatorios convenientes — artistas, filósofos, progresistas… en una palabra, liberales».

Por otra parte, el experto en cine Thomas Atkins afirma que, aunque “Los demonios” contiene referencias evidentes a la religión y la influencia de la política, la película se ocupa más «del sexo y las aberraciones sexuales». Su opinión es que la película está interesada más que nada en la represión sexual y sus efectos acumulativos en la psique humana. Al referirse al personaje de Sor Jeanne, Atkins escribe: «Hay un número incalculable de ejemplos de visualizaciones atormentadas que involucran a la Madre Superiora… ¿Qué metáfora visual más impactante para la asfixia psicológica de la Madre Superiora que meter su cuerpo deformado en un pequeño espacio desde donde mira a su amante imaginario? La mera confinación de la masa corporal en un espacio congestionado genera una comprensión de los placeres aniquiladores de su deseo sexual». Atkins compara las secuencias de fantasía erótica de Sor Jeanne con «erotismo de una conciencia trastornada». El cineasta Alex Cox está de acuerdo con este punto, afirmando que “Los demonios” «podría haber sido un relato tedioso de derechos humanos versus intolerancia», pero en cambio se convirtió en «mucho más: una historia intensa, a veces surrealista, a veces horriblemente realista, de obsesión y represión sexual».

Se le atribuye a “Los demonios” haber iniciado el subgénero del nunsploitation en el cine europeo, películas de bajo presupuesto y calidad casposa cuyas historias se desarrollan en conventos de monjas e incluyen elementos de erotismo y crueldad sádica. Y aunque muchas de estas películas caen en el sensacionalismo, lo cierto es que muchas de sus tramas no se alejan tanto de la realidad, de ese lado oscuro de la Iglesia católica que poco a poco está saliendo a la luz.

Lo que es indudable es que, como dice el historiador del cine Joel W. Finler, “Los demonios” es «el logro cinematográfico más brillante de Russell, pero ampliamente considerado como su trabajo más desagradable y ofensivo».

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