[La columna deca(n)dente] En el ejercicio del poder, las autoridades políticas enfrentan no solo la toma de decisiones estratégicas, sino también el manejo cotidiano de las percepciones públicas. En contextos de crisis, como la actual en el país, recurren a diversas estrategias discursivas para defenderse de las acusaciones, mantener su legitimidad y desviar la atención de problemas públicos como la inseguridad ciudadana o los incendios forestales. El caso de la presidenta Dina Boluarte, quien ha sido acusada de ayudar al prófugo y excompañero de partido Vladimir Cerrón a escapar en un vehículo presidencial, denominado “cofre”, ilustra el uso del humor y las metáforas del cine de terror como medios para desviar la atención.
Cuando Boluarte declara que quienes formulan tales acusaciones parecen ‘Chucky y su novia’ y fabrican ‘historias de terror’, utiliza una estrategia retórica: la ridiculización de sus críticos para deslegitimar sus acusaciones. Sin embargo, pese a estos esfuerzos, la realidad es que casi nadie le cree. Los intentos de la presidenta de desviar la atención no han dado resultados, y su referencia a personajes de cine de terror se percibe más como un acto de desesperación que como una defensa efectiva. Este tipo de comparación, que busca trivializar las acusaciones, no logra ocultar la gravedad de las situaciones que enfrenta su administración.
La metáfora del «terror» refuerza esta idea, sugiriendo que las acusaciones carecen de fundamento y buscan causar miedo y desconcierto. Al presentarlas como parte de una «historia de terror», Boluarte comunica que son inventos para sembrar caos en su gestión. Sin embargo, esta estrategia es contraproducente, ya que al ignorar las preocupaciones legítimas de la ciudadanía y, en lugar de abordar los problemas, Boluarte corre el riesgo de quedar atrapada en su propio juego retórico. La frivolidad en el discurso puede tener un costo a largo plazo. Aunque es efectiva para desviar la atención y desacreditar rápidamente a los opositores, puede ser vista como una absoluta falta de seriedad ante temas importantes.
Cuando, desde la ciudadanía, se demanda transparencia y asunción de responsabilidades, la excesiva trivialización de las acusaciones puede minar la confianza en su liderazgo. Al depender demasiado de estas tácticas, Dina Boluarte no solo erosiona la credibilidad de su gestión, sino que también profundiza la percepción de que el poder se ejerce sin rendir cuentas adecuadamente. El uso del humor y de referencias al cine de terror puede parecer una salida ingeniosa para su círculo de confianza, pero, a medida que la crisis persiste y se agrava, la falta de respuestas concretas resulta en un desgaste irreversible de su autoridad.
[CIUDADANO DE A PIE ] El reciente fallecimiento de Alberto Fujimori ha sido la imperdible ocasión para que sus adeptos y opositores saquen a relucir sus mejores argumentos, tanto a favor como en contra, de una herencia política compleja en la que resulta muy difícil separar el trigo de la cizaña. Como era de esperarse, la vocería mediática de la derecha, se aplicó inmediatamente a resaltar los que considera son los grandes logros del fujimorato, entre los que destaca nítidamente la Constitución de 1993 -especialmente su capítulo económico-, que consagró la aplicación en nuestro país de las recetas neoliberales del llamado “Consenso de Washington”, ya previamente implantadas, a sangre y fuego, en el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla. Así, Juan Paredes Castro en “El Comercio”, se refiere a la Carta fujimorista como un legado “que le ha dado no solo mayor estabilidad política y jurídica al país, sino las condiciones claves de crecimiento económico de largos años que lamentablemente hoy estamos tirando por la borda”, a lo que Jaime de Althaus, fiel a sus convicciones ideológicas, agrega la necesidad de “devolverle oxígeno” a su capítulo económico. Por su parte, el diario “Gestión”, abona la misma evaluación positiva en la pluma de su editor de finanzas, Omar Manrique, quien, entre otras grandes virtudes, enumera: la limitación del accionar del Estado en la economía y su confinamiento a un papel subsidiario, el amplio programa de privatizaciones de empresas estatales, y los contratos-ley con el sector privado, mediante los cuales el Estado peruano “establece garantías y otorga seguridades”. Ya desde el campo político fujimorista, el alcalde de la ciudad de Cajamarca y ex Secretario General de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, ha escrito en X: “A los odiadores (…) Alberto Fujimori les deja su Constitución por la que juran cada cinco años y su gran obra que no podrán soslayar.” ¿Cómo explicar entonces los ímpetus reformistas y deconstituyentes que se han reflejado en las encuestas de opinión, y más importante aún, en los estallidos sociales?
¿Olvidadizos y desagradecidos?
Fue a partir de las protestas contra la efímera presidencia de Manuel Merino, en noviembre del 2020, que el tema de un cambio de Constitución sale de los estrechos círculos académico-políticos a los que se circunscribía, y llega a convertirse en un asunto de interés público (Tanaka, Lynch). El “Informe de Opinión-Diciembre 2020. Cambios o nueva Constitución”, elaborado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), reveló que un contundente 48% de los encuestados, creía que debería cambiarse la Constitución vigente por una nueva, mientras que un 49%, estaba a favor de introducir cambios en ella, ¡entre los que descollaba, promover una mayor intervención económica del Estado!
Mucha agua y sangre han corrido bajo los puentes de nuestras acostumbradas “crisis” político-sociales de estos últimos años, aunque la palabra crisis, como Luis Pásara afirma con mucha razón, no es la adecuada para describir un estado en que las cosas no están mal, sino que son malas. El estallido popular de diciembre 2022/marzo 2023 -que tuvo precisamente como una de sus principales reivindicaciones democráticas, la elaboración de una nueva Constitución por una Asamblea Constituyente-, y que se saldó con la represión brutal y el asesinato de decenas de compatriotas, es una clara evidencia de lo malas que son las cosas en nuestro país.
La última encuesta de IEP que trató sobre el tema constitucional, fue publicada en noviembre del año pasado, mostrando que el 40% de los encuestados, aún se inclinaba por una nueva Constitución, mientras que el 48% lo hacía por introducir modificaciones ¿Por qué tantos compatriotas no están conformes con la Carta Magna que nos habría permitido alcanzar tantos éxitos económicos y sociales? ¿Somos los peruanos un pueblo de olvidadizos y desagradecidos? Intentemos dar una respuesta a esta última pregunta, sin entrar a valorar la veracidad de la prédica profujimorista de los grandes logros, y recurriendo más bien a un concepto denominado “sentimiento constitucional”.
El sentimiento constitucional
Hace dos mil quinientos años, Aristóteles escribió: “Es preciso que todos los ciudadanos sean adictos, tanto como sea posible, a la Constitución”. Esta “adicción”, entendida como una conexión emocional profunda, a menudo inconsciente, que los ciudadanos profesan hacia las normas e instituciones fundamentales de su país (y que no presupone un conocimiento pormenorizado de las mismas), ha venido a denominarse en tiempos modernos, el “sentimiento constitucional”. Pablo Lucas Verdú, eminente jurista español, señala que esta conexión proviene esencialmente del convencimiento de los ciudadanos, que sus normas e instituciones son buenas y convenientes para la integración, mantenimiento y desarrollo de una justa convivencia. Karl Loewenstein, uno de los padres del constitucionalismo moderno, ha calificado este sentimiento como la “conciencia de la sociedad”, la misma que permite el establecimiento de un orden comunitario. La debilidad o ausencia del sentimiento constitucional, pone de manifiesto una carencia de integración social, y es característica de las jóvenes democracias… y de las fallidas. Dudamos sinceramente que alguna de nuestras doce constituciones, haya generado tal conexión emocional con los peruanos, menos aún la de 1993, que no fue el producto de una exigencia del pueblo ni de sus representantes democráticamente elegidos, que no contó con mecanismos apropiados para la discusión e incorporación de propuestas provenientes de la sociedad civil, y de cuya aprobación en referéndum, existen claros indicios de haberse obtenido mediante fraude. Esto explicaría nuestro mayoritario desapego hacia la Constitución del 93 y muy probablemente, una buena parte de nuestros problemas presentes y pasados.
Interesantemente, en su más reciente libro “La dictadura de la minoría”, Levitsky y Ziblatt, señalan cómo los estadounidenses profesan “una devoción casi religiosa” hacia su Constitución, y por ello se resisten a la idea de que ésta pueda tener deficiencias o necesidad de actualización. Un caso extremo de sentimiento constitucional refractario a cambios, que contrasta nítidamente con nuestra realidad, en la que han sido los grupos de poder económico y sus representantes político-mediáticos, acompañados de una franja muy minoritaria de la población, los que se han opuesto encarnizadamente a cualquier modificación constitucional, estableciendo, en los hechos, una suerte de “dictadura de la minoría” (siguiendo la terminología de Levitsky y Ziblatt). Sin embargo, esta situación viene cambiado aceleradamente por obra y gracia del actual Congreso, cuyas modificaciones a la Constitución del 93, entre las ya realizadas y las previstas, habrán significado el cambio de un 40% de su contenido original. Es lo que Juan De la Puente ha calificado de “ruptura del inmovilismo constitucional” y “activismo reformista”, en su imprescindible obra “La Constitución peruana revisión crítica actualizada” que acaba de publicarse. ¿Qué ha sucedido para que “los defensores de la intangibilidad de la Carta de 1993 pasen a oficiar de sus principales reformadores” y cuáles serán las consecuencias para el futuro de nuestra convivencia social y de nuestra democracia, este “ciclo inconstitucional”? La discusión queda abierta.
Esta Casita de Cartón abre sus puertas recorriendo las calles de Buenos Aires en pie de lucha y en otro hecho histórico que marca un precedente. Y enevitablemente se me vienen como ‘del horno’ las letras memorables de aquella canción de Violeta Parra pero que yo escuchara en versión de la también siempre recordada, Mercedes la ‘Negra’ Sosa: ‘Me gustan los estudiantes/ Porque son la levadura / Del pan que saldrá del horno / Con toda su sabrosura / Para la boca del pobre / Que come con amargura / Caramba y zamba la cosa / ¡Viva la literatura!’. Porque miles de jóvenes sin consignas políticas más solo con el legítimo derecho a reclamar algo que toda persona debería, la educación pública y gratuita, han hecho temblar a este ya infame gobierno. Y tomando los hechos recientes en países de la región en relación a levantamientos sociales, fue la rebelión de los jóvenes estudiantes por la subida del pasaje del metro, que hizo que detonara Santiago por históricas semanas, logrando derribar los esquemas prestablecidos lustros atrás por el llamado ‘neoliberalismo’. Lo cierto es que el gobierno de Milei no tiene horizonte fijo. Fijando posturas en guerras de otras latitudes del mundo que pueden causar más de una consecuencia. Como es sabido, Argentina ya fue víctima de dos atentados perpetrados a la AMIA. Dejando una herida aún hoy profunda en la sociedad.
Y es que la educación pública no se negocia. No hay futuro sin educación, y ante eso lo demostraron centeneras de jóvenes que salieron a las calles, desde distintas facultades, como de Medicina, Ciudad Universitaria, de Filosofía y Letras… Y es que la Universidad es el último tramo de la persona que será parte del rumbo de la historia, el último peldaño con el cual nos integramos a la sociedad. Y siendo consecuente con la realidad, tomando lo empírico, lo que se ve, las grandes naciones invierten tanto en esta área y por eso son lo que son, potencias.
Ya desde días atrás, ante las ofensas lanzadas a mansalva por Milei hacia la educación, provocaban indignación en todos nosotros, que de ‘rojos’ tenemos la sangre y de ‘lágrimas’ la tristeza social de la cual vemos a diario. Esto en relación al ‘tweet’ de que todos los jóvenes terminamos somos ‘lágrimas de rojos’, y afirmando que la UBA, una de las universidades más importantes del mundo, y entre las más importantes de latinoamericana, con la UNAM y la de São Paulo, según informes y mediciones internacionales, como centro lugar de ‘adoctrinamiento y de lavados de cerebro’. Nada más falso que la realidad, como la que pregona en sus ya caricaturezcos mensajes a la Nación, como esta última que lo hiciera un dia antes a la protesta, sobre una supuesta mejora económica. Es que pareciera dentro de la tendencia de estos gobiernos, bajo el argumento que no hay dinero, es que recortan el presupuesto en un área tan esencial como es esta. Ya semanas atrás lo hicieron con las personas con enfermedades oncológicas. Pero como dicen: ‘vienen por todo’. Pero si hay para comprar aviones de guerra en desuso, chatarras inservivibles para el ahora, pagando cantidades absurdas de dólares o como para subirse el sueldo de presidente. Es que el verso de la casta, vino revestido de ideales y personajes creados, y que han hecho un daño insondable a sus naciones en poco tiempo, como el cómico que llevó a su país a la decadencia y endeudamiento por incontables años con la nación del Norte, entre otros, en una guerra que no tenía horizonte victorioso, y ahora se ve en manifiesto.
Y es que Milei parece que olvida que la UBA tuvo a 17 presidentes que han caminado en sus patios como 5 premios Nobel. Milei olvida que Argentina ‘rajó’ a un presidente en un helicóptero sino lo incendiaban. Milei olvida que Argentina es un nación de patria, pasión y locura. Y justamente eso es lo que lo lleva a hacer ‘la nación donde las recetas no funcionan’. Milei parece olvidar que aquellos suelos pueden alimentar a 400 millones de personas. Milei parece olvidar que aquel país hizo morir al maldito dictador de Videla en la cárcel, y no con indultos miserables o como Pinochet, nunca pagando en una celda. Milei olvida tanto, que algún día se van a olvidar de él, cuando quede entre las hojas oscuras de la historia de aquel raro pero entrañable y admirable país hermano.
Este columnista que escribe en la Casita de Cartón estudia en la UBA. Y agradeceré eternamente eso porque sino no estaría escribiendo todo esto. Donde vaya mi alma mater siempre estará donde atesoro las cosas más bellas que me acaecieron. La educación no se negocia. La educación es para el pueblo, y el pueblo somos todos.
[PIE DERECHO] Gran parte del desasosiego generalizado de la ciudadanía, puesto de manifiesto en la encuesta de Ipsos que revela que el 75% de peruanos considera que estamos empeorando, se debe a razones psicológicas, como señalamos en nuestra columna de ayer.
Correspondería a los “jefes de familia”, la clase dirigente, enrumbar el camino. En esa línea interpretativa, se debe exigir de nuestras élites y dirigencias, la recuperación de una perspectiva futura, de una mirada país, que aliente las expectativas de que la cosa no viene para peor, aun cuando, si no se desalinean los astros políticos, todo apunta a que el hoyo se haga más grande.
Por lo pronto, queda claro que la única manera de que el Perú recupere la senda del desarrollo y de una relativa estabilidad política pasa por asegurar que el 2026 gane una opción de centroderecha o de derecha monda y lironda. Que sea capaz de remontar la pendiente, de atender los problemas de inseguridad, crisis económica y crisis política.
Que nuevamente gane la izquierda supondría un retroceso grave para el país y nos llevaría al caos, como ya sucedió con Pedro Castillo a nivel nacional o, como ya ocurrió, a nivel regional y municipal, cuando administraciones de ese perfil ideológico han tomado el poder.
Ello pasa, sin embargo, en primerísimo lugar, porque los partidos que van del centro a la derecha se aglomeren y no que haya más de veinte candidaturas, como hasta ahora todo hace suponer. Si eso termina ocurriendo, lo más probable no es solo que pase a la jornada definitoria un candidato radical de izquierda sino que, de repente, lo hagan dos.
El Perú sigue siendo un país mayoritariamente centrista y derechista, más que izquierdista, como corroboran las regulares mediciones que efectúan Ipsos y el IEP. Debería haber, pues, terreno fértil para el sembrío de planteamientos ideológicos de ese perfil. Pero si la derecha se aconchaba con el establishment, como viene sucediendo respecto del régimen de Dina Boluarte, a la par, se desperfila ideológicamente (parece tener miedo de decir lo que piensa) y, lo que es peor, presenta una baraja tugurizada de candidatos, le tenderá la cama a quienes nunca más deberían ocupar el poder, mientras no se modernicen y no reculen de ideas autoritarias y populistas.
[MIGRANTE DE PASO] Tengo 29 años y en mi corta vida como peruano he tenido 11 presidentes. Algo no cuadra, al parecer la norma de mandatos de cinco años sólo son tinta en la Constitución. Evidentemente, los presidentes sustituidos lo tenían merecido. Ocho de ellos han sido procesados, en algunos casos encarcelados y otro se disparó: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Alan García, Pedro Pablo Kuczynski, Pedro Castillo y Manuel Merino. No se puede pretender una mejora con sujetos de esta calaña. La percepción del panorama político de nuestro país, cada vez es más fatalista. Yo opté por no depositar mi confianza en ningún político y mantener mi postura, siempre de oposición. Ya no tengo simpatías políticas. Esto debido a decepciones que viví. En estos momentos que la democracia está bajo asedio, ya nada me sorprende. Pensemos si alguna vez fuimos democráticos. Vale la pena analizarlo.
En la serie “Vikingos”, el carismático protagonista Ragnar Lothbrok (personaje histórico y de carácter mitológico) soltó una frase que me marcó de por vida: “El poder siempre es peligroso, atrae a los peores y corrompe a los mejores”.
Se aplica al caso peruano. Muchos entran a la jauría política buscando dinero y beneficio propio. Otros, con ímpetu de cambio, se ven envueltos en la maraña corrupta que ha contaminado hasta las ramas más profundas de los tres poderes estatales. A veces me pregunto si siempre estuvimos jodidos (recordando la incógnita de Mario Vargas Llosa) ¿Es posible erradicar esta perversión? Algún día lo sabremos.
No voy a escribir sobre los casos de corrupción y escándalos actuales. Viviendo lejos, la tristeza y decepción son muy fuertes para ponerlo en palabras. Más de una vez he borrado redes sociales por la frustración y rabia que me generan las noticias. El Perú es un país de violadores, de sicariato y de constante opresión. Me limitaré a contar mi experiencia y observaciones sobre la perspectiva política del ciudadano común, como yo.
En tercero de secundaria desarrollé una obsesión con las rondas campesinas debido a la espectacular muestra fotográfica “Yuyanapaq”. La figura de una mujer en poncho sosteniendo un rifle sigue siendo mi retrato favorito, al verla te sentías paralizado. La exposición tomó lugar en una casa chorrillana, republicana, asemejando los desastres ocurridos durante el periodo de terrorismo. Los huesos se te congelaban al caminar por ahí y el miedo se hacía presente paso a paso. Fue en este momento que despertó mi interés político.
Durante este año escolar teníamos que desarrollar un ensayo a lo largo del año, mi tema: La importancia de los comités de autodefensa para combatir a Sendero Luminoso y el MRTA. Los ciudadanos de ciertas poblaciones fueron armados por la falta de alcance militar. Pasaba las tardes investigando y la tristeza me invadía al pensar en los campesinos que se vieron atrapados en medio de una guerra sin cuartel. Los terroristas no tenían identidad y los militares acribillaban pueblos enteros.
Al año siguiente exploré las ideas de izquierda revolucionaria y, en su momento me fascinaron. Las historias de la revolución cubana me deslumbraban y encendían un brillo en mi inocente mirada. La expulsión de Batista, el Granma, Cienfuegos, el Che Guevara, la bahía Cochinos y el ingreso a La Habana me parecían cuentos heroicos. Soñaba con eso. La ilusión fue derrumbándose de a pocos.
Mi asesor de una monografía escolar mostraba sin escrúpulos un resentimiento hacia mi posición privilegiada. Yo no entendía cómo alguien que buscaba la libertad plena tenga como enemigo a un niño de 15 años.
Hicimos un viaje familiar a La Habana y me encontré con una sociedad precaria que parecía estar atrapada en los años 50s. Carros antiguos, edificios maltratados, prostitutas en las esquinas y niños hambrientos. No sólo estaban atrapados temporalmente, tampoco podían salir del territorio cubano. Escuché incontables historias de escape que rápidamente me desilusionaron. Cuba se había vuelto una dictadura severa. Fidel Castro entró al poder en 1959 y rompiendo su promesa de nuevas elecciones se mantuvo hasta el 2008, ocho años antes de su muerte.
Quisimos invitar a un taxista a comer con nosotros y nos dijo que estaba prohibido. La idea de estar encerrado en tu propio país me llenó de ira hacia la isla blindada. Al regresar, una sensación nauseabunda se infiltró en mis pensamientos por meses. Una sensación que la direccioné al profesor resentido. Me dura hasta hoy. Después de ese viaje aprendí a no confiar en las promesas de quienes anhelan poder.
Aprendí que es mejor estar siempre enterado, sólo así sabes dónde estás parado. Los autodenominados apolíticos jamás podrán romper el cascarón en el que viven y se mantendrán como pececitos en una diminuta pecera.
Cabe recalcar que las noticias mal administradas también fomentan la desilusión. Actualmente pierden calidad, transformándose en boletines informativos sin reflexión alguna. Las fake news no son el único enemigo. También lo políticamente correcto transforma las ideas en algo insípido y desabrido. Todos opinan lo mismo, salvo algunas excepciones. ¡Es imposible que todos piensen igual! Adaptan sus discursos para no perder seguidores y tienen como regla decir lo que quiere ser escuchado. Esto entorpece el desarrollo de una identidad política.
“Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”
-George Orwell
Durante mi época escolar, intentaban orientarme a ciertas tendencias políticas. Por más neutral que sea el profesor, lo normal es que no puedan desprenderse de sus orientaciones. Se les escapaba la doctrina. Había que responder en las evaluaciones sin estar de acuerdo con la contestación. No entendía qué era izquierda y derecha. Aun siendo niño esas atribuciones me parecían infantiles ¿De verdad toda la coyuntura y realidad podía estar abarcada en esa dicotomía?
Otro gran golpe a mi cautela política. No me parecía viable continuar con tendencias que llevan siglos en la delantera. Escuchaba a amigos y familiares idolatrar candidatos sólo por promesas. Me enfurecía. Ollanta Humala tomó la presidencia al año siguiente de salir del colegio. “Es el último eslabón de la izquierda”. “Por fin las élites van a recibir lo que merecen”. “La primera dama parece muy capaz”. Me alejé de muchas personas histéricas, apenado de ver en lo que se habían convertido. Distanciado de todo espejismo político busqué lo bonito de la vida en las artes y filosofías. Con sólo 20 años ya estaba convencido que la belleza no se encuentra en la política.
Ya en la universidad, con pelo largo, tatuajes y rebeldía punk, me percaté de las diferencias ideológicas y siempre encajaban en inclinaciones preexistentes. Seguía sin ningún hallazgo novedoso. Siendo sincero, las disputas entre ambos bandos me parecen berrinches infantiles dignos de pequeños en guardería. Opino lo mismo del Congreso. Siglos con la misma división y nada inédito. Parecen charlatanerías adornadas de falsa inteligencia. Antes me molestaba, ahora me da lástima. Es notorio cómo el conocimiento ha rebasado nuestra sabiduría. Los estudios académicos llevan años bajo el mismo paradigma y, en consecuencia, los avances estancados ¿Qué pensaría Thomas Kuhn?
Durante la pandemia salí a marchar en contra de Merino. Prendido por las muertes de Inti y Brian. Nadie merece morir al protestar por sus derechos. Descubrí lo que es respirar gas lacrimógeno. Presencié palizas de parte de los policías. También vi cómo personas incitaban la violencia disfrazándose de protestantes pacíficos. Tuve la oportunidad de detener a un sujeto despreciable que quería tirarle un ladrillo a una policía sin justificación alguna. Esos días de marcha detonaron en mí una desilusión, probablemente irremediable.
A pesar de los constantes ataques por parte del Estado, las personas parecen no aprender y siguen reacios a sus doctrinas. Seguidores de tendencias, aduladores de personajes e ídolos que son sombras de nada. Parecen estar sometidos a un cocowash en masa. A esto le llamo inocencia política y colectiva. Con Pedro Castillo bastaron unas estupendas fotos y su personalidad de outsider para encender las llamas de la esperanza. La atractiva idea de un maestro rural al mando no fue suficiente para contentar a la población. Su gobierno duró año y medio, en el cual se dieron 60 cambios ministeriales. Las banderas de izquierda, como la educación y salud pública, jamás fueron izadas. Este fue el inicio de la debacle gubernamental de mayor gravedad, en mis pocas décadas de vida. El pánico también forma parte de la inocencia mencionada. Sucedió con Humala y Castillo. No había pasado ni un día y la clase alta ya temía lo peor. “Somos un país comunista”, deliraban las elites. Al final, fue más de lo mismo.
A diferencia de los seguidores acérrimos existen otros de mayor riesgo: los que creen no tener agencia. Recurro al término psicológico de indefensión aprendida, donde los sujetos están convencidos de no poder generar cambios en situaciones adversas, viviendo de manera pasiva. Que quede claro que esta conducta es aprendida y en el caso de nuestro país, los maestros son las autoridades. ¡Igual los van a soltar! ¡Nunca me darán cita en el hospital! ¡A la policía no le importa proteger a gente como nosotros! ¡Ir a la capital es en vano! ¡Soy muy tonto para la universidad! Estos son ejemplos de pensamientos desesperanzados que han sido enseñados por la sociedad misma. Estos dos tipos de reacción predominan en el clima sociopolítico del Perú y nacen de la misma órbita gubernamental. Se retroalimentan mientras los políticos se regocijan.
“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”
-Charles de Gaulle
Tenía 19 años, recién había sacado mi brevete y estaba emocionado por mis primeros días en el volante. Si sabes manejar en Lima, lo puedes hacer donde sea. El tráfico era de locos y los conductores que le quieren sacar la vuelta a las normas de tránsito abundan. Regresaba escuchando música para aliviar la infinita fila de carros. De pronto una combi repleta intentó colarse yendo en contra. En ese momento todavía pensaba que dar lecciones era fácil e impedí su avance. Quedamos ventana a ventana. Insultos y amenazas. Tal vez este sea un tercer tipo de ciudadano: el sacavueltero. “Lo que haces es ilegal y obstruyes las vías” le dije ingenuo. Su respuesta me dejó mudo: ¡Qué tiene! ¿Dónde está la autoridad? Después de todo, somos un país huérfano de Estado.
[EN EL PUNTO DE MIRA] Henry Kissinger escribió el año pasado, exactamente por el mes de setiembre, un importante libro que, desde marzo de este año, sale traducida al español titulado “Liderazgo” (Debate 2023). Kissinger, después de reflexionar y escribir sobre “diplomacia”, el “orden mundial” y sobre “China”, nos trae un estudio de seis casos (al que todos ellos los conoció como funcionario público o como profesor en Ciencia Política en la Universidad de Harvard), en el que evalúa la voluntad organizada para describir sus aciertos para construir -como estadistas y profetas (ambas al mismo tiempo)- la noción de sociedad e instituciones.
Los seis casos (Adenauer, De Gaulle, Nixon, Sadat, Yew y Thatcher) representan liderazgos fuertes, decididos y -hasta- casi autoritarios en algunos casos. Estilos de liderazgos (o “voluntad de estrategia”, como señala en el texto el profesor de Harvard) que lo atrae. Y es que como dice Kissinger, para organizar un Estado e inspirar a una sociedad es necesario tomar decisiones -muchas veces- en situaciones de urgencia. Para eso es necesario, leer historia y pensar desde la incertidumbre que te proyecta el futuro para encaminar las estrategias a seguir.
Los seis casos impulsaron y sellaron sus estilos de liderazgos en situaciones de crisis, de urgencias de guerra, económica, ideológica o cambio tecnológico rápido. Fueron esas coyunturas que permitieron que la voluntad organizada aparezca para dar sostén a las estructuras sociales e institucionales. Por estos tiempos de democracias plurales, ¿es posible ello? Maquiavelo sostiene -como premisa- que el exceso de paz y prosperidad trae como consecuencia liderazgos mediocres y sociedades más propensas al pedido de favores. Razón no le falta.
Por el mundo, Kissinger observa -con algo de desesperanza- que los liderazgos presentados en el libro han perdido todo tipo de aparición en el escenario político. Y es que también, como señala él, se ha relativizado en extenso la noción de nación. Kissinger, fiel creyente en el libre mercado y la democracia, nos presenta este texto para pensar en perspectiva el devenir de la historia y cómo se puede hacer que la sociedad vuelva a creer para la gestión de las instituciones y de las mentes y corazones de las personas a creer en ellas.
Despidos irregulares y cancelación de programas en TV Perú confirman las medidas adoptadas por el gobierno de Dina Boluarte de controlar el Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP) por un intento de mejorar su imagen en medio de las movilizaciones inminentes en la capital.
Los detractores de Dina Boluarte ya no se encuentran solo en estas manifestaciones, ahora están en las instituciones públicas, y es que desde el IRTP, cuya institución se encarga del funcionamiento de TV Perú, se ha vuelto el foco de críticas del gobierno de turno y no ha sido del agrado de la primera mandataria del país.
El mensaje que está intentando implementar el gobierno es que los medios estatales (Radio Nacional y TV Perú) manejen la imagen presidencial; en pocas palabras, que se convierta en un órgano de publicidad y no un órgano de información. La libertad de prensa se ve golpeada por un gobierno que poco a poco sigue causando indignación e inestabilidad en la situación social y política del Perú.
La lista de despidos en el canal del Estado suma más de 10 trabajadores, sin embargo, a pesar de esta problemática, recién la opinión pública ha tomado consideración del caso desde la repentina salida del periodista Carlos Cornejo. Jesús Solari, en ese entonces presidente del IRTP, no se pronunció sobre esta cuestionada salida del periodista. Su silencio se cubrió en un comunicado que publicó la institución justificando que se había tomado esta decisión tras el cumplimiento de su contrato; mientras tanto, en conversaciones con el periodista esto sería solo una de las tantas mentiras que venían presionadas desde el Ejecutivo.
“Cuando Solari me saca de TV Perú y ponen en un comunicado que mi contrato había finalizado, lo cierto es lo que han contado hoy día todas las personas que han sido expectoradas de TV Perú: Nuestros contratos son mensuales, por lo tanto, no había ningún final de contrato. Lo que había es una irregularidad absoluta en términos de contratación laboral”
Carlos Cornejo fue respaldado por la Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP) que consideró incausado, arbitrario e injustificado su salida del Instituto Nacional de Radio y Televisión (IRTP). “No contesto las necedades que suelen decirme en twitter o las provocaciones de algunos fachos -respecto a mí, por muy agraviantes que sean- que son auténticas insolencias y difamaciones”, manifestó el periodista mientras recordaba los ataques que recibió por las redes sociales por simpatizantes de Pedro Castillo que habían mostrado su disconformidad por las declaraciones de Cornejo sobre la represión que realizó la PNP en la Toma de Lima.
En reflexiones con el periodista, tras la salida de Jesus Solari, se intuye que se pudo evitar, ya que debió tener mejor manejo y soporte para construir mejores alianzas para poder sostenerse en la presidencia del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú, sin embargo, esto no se dio. Más bien se ha dado una amplia fragilidad personal y que ha influido en lo profesional mientras tenía el cargo y que lo llevó a su inminente renuncia.
Ahora bien, este accionar de manipular el IRTP no es novedad actual. Estas intenciones de Boluarte son heredadas de su antecesor, y es que desde el gobierno de Pedro Castillo se ha evidenciado notablemente esta manipulación de información, ya que dispuso la designación de Fernando Aliaga como presidente del IRTP para producir cuatro programas que intentaban beneficiar al expresidente, compitiendo con los programas dominicales de Latina, Panamericana y América.
Hasta ahora, contando desde Castillo a Boluarte, han sido tres intentos fallidos del Ejecutivo para controlar el IRTP; primero con Aliaga, después con Jesús Solari y ahora con Ninoska Chandia, pero estos dos primeros terminaron con su renuncia por escándalos en la institución. Solari renunció sin mencionar palabra alguna por la salida de Cornejo, a su vez, alegó que, como institución, se debe garantizar la independencia editorial y que se debe priorizar la veracidad, imparcialidad y completa información que se transmite a la ciudadanía, ¿Eso se cumplió en su gestión?
“Cuando es nombrada Bettsy Chávez se percibe un intento del Gobierno de manejar el canal y por supuesto hay fricciones y oposiciones hasta que finalmente terminó saliendo al poco tiempo de que asumió el premierato, ya que mi nombramiento es de confianza”.
Joseph Dager para Sudaca
“Este gobierno no solo quiere un trato amable, sino también, servil”, mencionó el expresidente del IRTP, Joseph Dager para Sudaca sobre las cuestionadas salidas de Carlos Cornejo y Francisco Belaunde que no fueron bien explicadas.
La nueva del IRTP
Ninoska Chandia es licenciada en Ciencias de la Comunicación y actualmente es la sucesora de Jesús Solari en la presidencia del IRTP. “Es significativo que quien han puesto como nuevo presidente del IRTP es la persona que manejó prensa e imagen de Boluarte cuando era ministra en el Midis. Después ocupó la Secretaría de prensa en Palacio de Gobierno. El mensaje es terrible”, mencionó Dager sobre la nueva presidenta del IRTP que nos da la triste interpretación que el Gobierno está intentando colocar personal de su entera confianza que los beneficie a diestra y siniestra de la población.
“Mira lo poco que ha durado Mónica Vargas como gerente de prensa. Ella que era la gerente de confianza o la gerente que propuso Solari y su cuerpo directivo”, cuestionó Carlos Cornejo. Y es que todas estas anomalías que no han tenido una justificación válida por el despido y el rechazo que varios trabajadores tienen dentro del IRTP, respondería a temas políticos e intereses personales del Ejecutivo por fortalecer su imagen
Pero, ¿Para qué el gobierno está interesado en manipular el IRTP?
Las críticas de Cornejo fueron por las disposiciones de Dina Boluarte por utilizar la represión para solucionar y terminar las manifestaciones en la capital. Esto ha sido criticado por la opinión pública e internacional. Sin embargo, los intentos del gobierno por callar a un sector de la población han sido en vano.
Para este miércoles 19 de julio se ha programado una masiva marcha que la han nombrado como la Segunda Toma de Lima. Recordemos que la última marcha que tuvo este nombre terminó con varias edificaciones del Centro Histórico de Lima destruidas y con una muerte por perdigón de bala proveniente de la Policía Nacional del Perú (PNP). No sería mera coincidencia que esta estrategia de manipular este medio de comunicación con el fin de fortalecer la imagen presidencial tenga como consecuencia un declive en el interés de la ciudadanía de participar en esta próxima marcha.
Mientras los esfuerzos del gobierno siguen adelante. Es importante ver las soluciones que deberían de darse para evitar toda esta problemática que vive el medio de comunicación del Estado:
El financiamiento del IRTP. “No podemos seguir con la figura de que el financiamiento depende de lo que le dé el MEF en el presupuesto, así como hace con otros organismos públicos”, mencionó Dager. Cree conveniente que para financiar a los medios estatales se debe utilizar la publicidad estatal. Las instituciones estatales podrán seguir publicitando en los medios privados, pero considera que ninguno de los medios privados tiene el alcance y la llegada que tiene TV Perú.
“Queda plenamente justificado pensar que aquellas acciones que quiera el Gobierno, el Congreso y el Poder Judicial o cualquier entidad estatal que quiera que la población conozca tiene que pagar por su publicidad y no invadir la línea editorial, no que haga publi-reportajes, sino que pague publicidad y que esa publicidad le permita al canal sostenerse”, expresó el expresidente del IRTP.
Al cierre del informe, y en medio de la inestabilidad del IRTP, Joseph Dager recomienda que, para evitar nuevamente estas irregularidades, el Consejo Directivo del IRTP no debe ser elegido por el gobierno de turno, sino más bien, se debe de llevar a concurso público y con un tiempo determinado. Con esto, si es que un ministro o presidente culmina su periodo o es destituido, no afecta al IRTP ni a su mesa directiva.
Otro factor que contribuyó al ocaso de las ideologías fue la globalización y la creciente interconexión de la economía mundial. La apertura de los mercados y la liberalización comercial generaron nuevas dinámicas y desafíos que las ideologías tradicionales no estaban preparadas para abordar.
Además, la complejidad y diversidad de la sociedad contemporánea dificultó la capacidad de las ideologías para movilizar a la población en torno a una visión común del futuro. La fragmentación social y la multiplicidad de intereses y demandas individuales y colectivas hicieron difícil la construcción de una identidad colectiva y un proyecto político compartido.
Por otro lado, el surgimiento de nuevas formas de comunicación y la democratización de los medios de información permitieron una mayor pluralidad y diversidad de opiniones y puntos de vista. Esto dificultó la hegemonía de las ideologías tradicionales y permitió la aparición de nuevas corrientes y discursos políticos y sociales.
En este contexto, el individualismo y la apatía política se han convertido en rasgos característicos de la sociedad contemporánea. Muchas personas se sienten desencantadas con la política y con las ideologías tradicionales, y prefieren centrarse en sus intereses individuales y en su bienestar personal.
Por otro lado, la polarización extrema y la falta de tolerancia pueden llevar a la confrontación, lo que podría llevar a una espiral de violencia difícil de detener. En estos momentos, es importante que los líderes políticos se esfuercen por fomentar el diálogo, el respeto y la búsqueda de soluciones pacíficas a los problemas.
No es momento para que los políticos descansen. Por el contrario, es ocasión para que trabajen rápidamente en darle solución a los problemas de fondo (conflicto social, reforma del Estado, reformas políticas y electoral, cambios en la descentralización, informalidad, etc.), más aún cuando el horizonte de gobierno se ha extendido por lo menos tres años más.