Otro punto interesante es que se asume el argumento falaz desde la ambigüedad y solemos hacer un razonamiento orientado a desmantelar racionalmente el aspecto de mentira. Es decir, atacamos la parte de la “mentira” al considerarla ambigua y convertimos el mensaje en relativo. Así lo transmitimos. Por ejemplo, cuando evaluamos la acción del coronel Colchado antes y después. Al considerar que antes se enfrentó a mafias y hoy es un agente de esas mafias para ir contra el gobierno, lo que hacemos es generar un contrafactual que hace que lo anterior sea relativo agregando más información que “completa” la información y que hace que lo que se evaluó anteriormente haya estado sesgado pero hoy no. Gaspar y otros comprobaron en el 2015 que un comportamiento anterior considerado inmoral, traído al presente puede relativizarse de acuerdo con el contexto (político) en el que es evaluado[7]
Pero así como le damos credibilidad a cosas que son falsas y les generamos una validez moral a partir del pasado y la acomodación que generamos allí, de la misma forma lo hacemos prospectando el futuro, eso lo conocemos como el pensamiento prefáctico[8]. Los juicios morales que hacemos sobre “la verdad” no solo parten de su constatación sino también de aquello que podría llegar a ser verdad. Tal vez la mejor caricatura que podemos encontrar como ejemplo de este tipo de pensamiento son a los seguidores de las teorías de conspiración, que últimamente abundan en las redes sociales. Se perdona lo mentiroso de una idea si se considera que lo es porque puede llegar a ser verdad.
Algo así parece estar pasando con los defensores a ultranza del presidente Castillo. Perciben una promesa de fondo en su acción que genera que las mentiras, ocultamientos y acciones asociadas a corrupción, sean relativizadas. La transformación social que una constituyente traería al país es suficiente para justificar sus omisiones y mentiras. No necesariamente porque se entienda que no ocurren, sino porque se flexibiliza su relevancia y se genera una justificación moral. Pero esto ya no de la memoria del pasado, sino de la imaginación del futuro.
La flexibilidad moral
Mike Daisey es un autor y monologuista al que en 2012 el programa This American Life presentó con una investigación que había realizado en la que se demostraba la explotación de trabajadores de una subsidiaria de Aplle en China. El testimonio, que presentaba pruebas de lo que señalaba, fue rápidamente difundido y llegó a todo el mundo. Solo que existía un problema mayor: muchas de las pruebas y de testimonios que el autor presentaba eran falsas. This American Life tuvo que retractarse[9]. Daisey no lo hizo. Pese a que tenía las evidencias frente a su nariz, señaló que la causa era la que importaba.
¿Suena conocido? Pues bastante. No solo asistimos al carnaval de las mentiras sino de la justificación de las mismas, en función de lo que representan: una ocasión para que una idea superior triunfe. Como Mueller y Skitka señalan: “la gente cree que los deberes y los derechos se derivan de los propósitos morales más importantes que subyacen a las reglas, los procedimientos y la autoridad, que de las reglas, los procedimientos o las autoridades mismas. En otras palabras, las convicciones morales son independientes de la autoridad y las reglas”[10]. Estos mismos investigadores demuestran que si bien la honestidad es un valor apreciado, se relativiza cuando sirve a un fin moral que se considera superior.
Las “cruzadas” para enfrentar al gobierno, el lenguaje efervescente y las maniobras mentales que se usan para defender argumentos falaces las vivimos todos los días al leer los mensajes de los opositores. Pero desde el bando oficialista también enfrentamos esa relativización moral con mensajes impresionantes que dan lugar a que se cuestione cómo se puede ser tan escrupuloso con algunos y permisivo con otros. No es una omisión involuntaria, por si acaso. Es comprender que el fin justifica los medios.
Otro elemento muy relevante es la repetición de mensajes, de la que ya hemos conocido en este texto. En el caso de la confrontación con titulares de noticias falsas, la primera vez solemos sentir afectos negativos, pero la repetición es la que hace que vayamos desensibilizando los afectos hasta que no nos incomode o terminemos por creerlo. Las estrategias de saturación de los mensajes opera muy clara en esa dirección.
En el 2020, una investigación de Chaparro, Espinosa y Amaya[11] hecha en el Perú, encontró una dimensión en la ciudadanía peruana: laxitud moral política, que habla de una tolerancia a la corrupción, siempre y cuando se encuentre un interés personal en ese caso. Este es otro terreno sumamente interesante de estudio. La posibilidad de generar un balance donde la moral pasa a ser un espacio más terrestre y mundano, donde se negocian los principios si es que la consecuencia es favorable.
Esta laxitud moral además puede estar asociada a una medida alta de cinismo político, que significa “una dinámica de relación entre gobernantes y gobernados que involucra sentimientos de desconfianza hacia la política, los políticos y las instituciones gubernamentales”[12]. El mismo Espinosa señala que esta idea se asocia inversamente con indicadores de participación comunitaria; por lo que se entiende que el cinismo político “debilita la dinámica de relaciones al interior de la comunidad”. Mientras más tengamos una dinámica negativa con nuestros dirigentes y desconfiemos del sistema, menos vamos a integrarnos a ese ecosistema, generando una espiral invertida.
Redes y medios
En la era de la posverdad, como hemos señalado, no solo estamos creyendo información falsa, sino que además estamos aceptándola, tolerándola y compartiéndola a sabiendas de que lo es. Bajo promesas de que es un curso que se corregirá o simplemente por un curso de afinidad que nos permite generar un efecto teflón en aquello que queremos defender.
El problema de esto es que al percibir la tolerancia e interés que se da en la exposición y difusión a información racionalmente falsa, desde los mismos políticos se desarrollan estos mensajes con la esperanza de hacerlos virales para generar impacto. Tal vez el mejor ejemplo de esto sea el candidato Rafael López Aliaga, que sin ningún problema genera mensajes completamente falsos que al segundo son divulgados por una cantidad no menor de personas. Muchas de ellas sabiendo que son completamente falsas. Esto, de lunático o descuidado no tiene nada. Obedece a una intencionalidad muy evidente.
Effron señala tres características que permiten que este fenómeno ocurra: que “los ciudadanos están políticamente polarizados, los líderes respaldan las «realidades alternativas» y la tecnología amplifica la desinformación”[13]. Estos tres elementos son los que permiten la propagación activa de información falsa que genera una relativización del juicio moral al asumirse una mentira como menos condenable. De estos tres y habiendo presentado elementos suficientes para los dos primeros, me gustaría comentar el tercero. Las noticias falsas se propagan por tecnologías que las colocan muy rápido en la máxima atención de otros conectados. Términos como tendencia, contagio y viral son claves para comprender como en una facción de segundos una noticia falsa se vuelve masiva. Una investigación sobre la campaña de Trump de 2016 mostró como las redes sociales fueron relevantes particularmente para: conocer que las informaciones favorables sobre Trump se reprodujeron en una proporción de 4 a 1 con respecto a las de Clinton y que se comprobó que crecía la probabilidad de que las personas creyeran historias que beneficiaban a su candidato favorito, en particular si tiene redes segregadas ideológicamente.[14] En el Perú, Eduardo Villanueva analizó la influencia de las redes sociales en las elecciones y destaca el factor difusor de contenidos que tuvieron estas, más que como debate de ideas[15].
Pero además, en un estudio realizado el 2018, se demostró que las noticias falsas se divulgaron más y más rápido en redes sociales entre el 2006 y el 2017. Como señala su autor: “La falsedad se difundió significativamente más lejos, más rápido, más profundo y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para las noticias políticas falsas que para las noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera.”[16]
En resumen, la psicología social nos ayuda, con mucha profundidad, a comprender por qué parece que no tenemos un filtro para creer y difundir noticias falsas, cuando lo cierto es que sí lo tenemos, pero los anulamos o relativizamos en función de los objetivos que nos tracemos. Nuestra identificación política hace lo suyo, pero también el estilo y nivel de procesamiento de la información que hacemos. En esta campaña se debe seguir dando pelea a la desinformación, pero siempre desde el valor y no desde la posición.
[1] Raunak M. Pillai,Lisa K. Fazio (2021): The effects of repeating false and misleading information on belief. Wiley Interdiscip Rev Cogn Sci. Nov.
[2] Traducción propia
[3] En particular recomendamos: Effron, D. (2018): It could have been true: how counterfactual thoughts reduce condemnation of falsehoods and increase political polarization. Personality and Social Psychology Bulletin, 44 (5). pp. 729-745
[4] Petrocelli, J. V., & Crysel, L. C. (2009). Counterfactual thinking and confidence in blackjack: A test of the counterfactual inflation hypothesis.
Journal of Experimental Social Psychology, 45(6), 1312–1315.
[5] Effron (2018), artículo citado
[6] Kahneman, D. y Miller, DT (1986): Norm theory: Comparing reality to its alternatives.
Psychological Review, 93(2), 136–153.
[7] Joseph P. Gaspar, Mark A. Seabright, Scott J. Reynolds y Kai Chi Yam (2015) Contrafactual and Factual Reflection: The Influence of Past Misdeeds on Future Immoral Behavior, The Journal of Social Psychology, 155:4, 370-380
[8] Una excelente referencia para entender las características del pensamiento prefáctico está en: Helgason BA, Effron DA (2022). It might become true: How prefactual thinking licenses dishonesty. J Pers Soc Psychol.
[9]
https://www.thisamericanlife.org/454/mr-daisey-and-the-apple-factory
[10] Mueller AB, Skitka LJ. Liars, Damned Liars, and Zealots: The Effect of Moral Mandates on Transgressive Advocacy Acceptance.
Social Psychological and Personality Science. 2018;9(6):711-718
[11]
https://www.ulima.edu.pe/instituto-de-investigacion-cientifica/noticias/el-cinismo-politico
[12] Espinosa, Agustín (2012). Cinismo político y su relación con la identificación y participación en una comunidad rural de la costa norte del Perú.
[13] Effron DA, Helgason BA. The moral psychology of misinformation: Why we excuse dishonesty in a post-truth world. Curr Opin Psychol. 2022 May 30;47:101375
[14] Allcott, Hunt, and Matthew Gentzkow. 2017. «Social Media and Fake News in the 2016 Election.»
Journal of Economic Perspectives, 31 (2): 211-36.
[15] En:
https://larepublica.pe/domingo/2021/04/18/eduardo-villanueva-mansilla-hay-polarizacion-en-las-redes-sociales-pero-aparenta-ser-mucho-mas-agresiva-de-lo-que-es/
[16] Vosoughi, S., Roy, D., & Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. science, 359(6380), 1146-1151.
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