Tatiana Bejar

En la lucha por los derechos humanos, más Malcolm X, menos Soros

 

El 21 de febrero de 1965 Malik El Shabazz, conocido como Malcolm X, fue asesinado de 21 balazos en el teatro Audubon en el barrio Washington Heights, cerca de Harlem, en Manhattan, NYC. Malcolm X tenía 39 años y se había convertido en uno de los líderes y visionarios más importantes de la resistencia negra contra el colonialismo estadounidense.

A pesar del esfuerzo de las clases dominantes para excluirlo de la historia, su legado ha sido recuperado en las últimas décadas por la comunidad negra de izquierda. Malcolm X forjó el camino para que los pueblos oprimidos se embarquen en una lucha política radical utilizando los derechos humanos como arena de lucha, es decir, una lucha centrada en la liberación de los pueblos y no sujeta a decisiones de organismos o estados. Malcolm X decía que no se podía esperar justicia real de los poderes responsables de las estructuras de opresión.

En las décadas de los 1950s y 1960s, en plena guerra fría, la política de represión estatal en EEUU, caracterizada por su fervorosa persecución anticomunista tuvo como objetivo el aniquilamiento de lideres negros para eliminar la lucha anti-colonialista de derechos humanos. Con apoyo de fundaciones millonarias, esa lucha fue cooptada por activistas liberales, y que finalmente la transformaron en una lucha de derechos civiles y constitucionales bajo una agenda capitalista que sigue siendo la dominante.

La construcción de los derechos humanos en Perú se formó siguiendo esa tendencia liberal y legalista promovida por organismos internacionales. Durante los años de violencia política, en las décadas de los 80s y 90s, el trabajo de Aprodeh, por ejemplo, fue esencial y valiosísimo para exponer los crímenes del estado peruano y grupos paramilitares, así como facilitar que miles de peruanos y peruanas puedan demandar justicia por las detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.

Las organizaciones de derechos humanos se fortalecieron con abundante financiamiento internacional y con la caída de Fujimori se posicionaron como “defensoras de la democracia” como la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y Transparencia, entre otras. Continúan usando el concepto de “democracia” salida de la Fundación Soros, reproducen prácticas corporativas y están dirigidos por una élite académica y “liberal blanca”. Aparentemente su trabajo es apolítico y neutral donde se forman “demandas urgentes”, pero sin tocar las estructuras capitalistas ni privilegios de la élite.

Al llegar a Nueva York en el 2001, aún influenciada por esa visión tradicional, tuve la suerte de involucrarme por trabajo y activismo en el movimiento de derechos humanos que sigue la escuela de la lucha radical negra nacida de la visión de Malcolm X. Allí conocí a Ajamu Baraka y Efia Nwangaza, entre otros pensadores y luchadores por los derechos humanos, algunos de los cuales pertenecieron a las escuelas para niños “Educar para Liberar” de los Black Panthers a principios de 1970.

Como dice Ajamu Baraka, la idea legalista de los derechos humanos cumple una función importante, pero “su visión para una verdadera liberación es limitada porque sirve como un instrumento ideológico que racionaliza y mantiene el dominio del proyecto colonial e imperialista”. A diferencia de la idea tradicional, una lucha de derechos humanos centrada en el pueblo permite identificar todas las relaciones de opresión, incluyendo el capitalismo, racismo, patriarcado, colonialismo e imperialismo, como barreras estructurales e ideológicas que impiden el ejercicio pleno de los derechos humanos.

La lucha por los derechos humanos es también internacionalista. Malcolm X fue uno de los primeros en articular la lucha contra el capitalismo racial dentro de EEUU y el anti-colonialismo a nivel internacional. Viajó por el mundo para aprender y conectarse con otras luchas de liberación. Unos días antes que lo asesinaran, mientras Malcolm X se encontraba en Inglaterra donde se reunió con el Comité Asiático para ayudarles a combatir el racismo y otras exclusiones como negarles vivienda en barrios “blancos.” Asimismo, W.E. B. Dubois, uno de los más prominentes sociólogos (lástima que no se le estudie en Perú) estuvo presente en las negociaciones para exigir la independencia de las naciones africanas, incluyendo el fin del Apartheid en Sudáfrica en la reunión de Versalles luego de la Primera Guerra Mundial.

Hay mucho por aprender de la lucha radical de la comunidad negra en EEUU. Necesitamos una lucha de derechos humanos que sea liderada por las voces de los grupos oprimidos, con una visión que quiebre las estructuras y sistemas de opresión. La idea de Soros sobre democracia y justicia, “open society”, no es más que abrir el mercado al capitalismo e imperialismo con “revoluciones” o “primaveras” pro-capitalistas que nacen en la Casa Blanca. Esas “revoluciones manufacturadas” se esconden detrás de un discurso liberal, como en Ucrania, pero su alianza política es con grupos neonazis. Este tipo de acciones reaccionarias nunca darían lugar a cambios estructurales sustanciales.

 

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