En el Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, cuando conmemoramos la lucha por los de derechos de la mujer se resaltan principalmente logros individuales de lideresas, artistas e intelectuales que rompieron las barreras del patriarcado. Poco o nada escuchamos sobre la contribución de las trabajadoras del hogar en nuestras vidas y economía. Sin el trabajo de ellas, muchas de esas mujeres admirables no hubieran conseguido tales logros porque el trabajo del cuidado hace posible otros trabajos.
Muchas empleadoras dicen que las trabajadoras del hogar son “parte de la familia”, tal vez para compensar su precariedad laboral o en agradecimiento por la dedicación y sacrificios personales que las trabajadoras están obligadas a soportar para el bienestar de esas familias. “Ser parte de la familia”, sin embargo, no ha liberado a las trabajadoras del hogar del clasismo, racismo, explotación, abuso físico, emocional y sexual en casas privadas. Es otra forma de violencia doméstica de dominación y subyugación de la que se habla muy poco.
En Perú hay cerca de medio millón de trabajadoras del hogar y en EEUU 2.2 millones, sin duda una fuerza laboral esencial pero históricamente devaluada por ser un trabajo asignado a la mujer y excluido intencionalmente de protecciones laborales. Esta marginación tiene su origen en el patriarcado, la esclavitud, colonialismo y capitalismo racial, sistemas de dominación basados en explotación de mujeres pobres, negras, indígenas y migrantes, para el enriquecimiento de la clase dominante.
Trabajando en campañas de incidencia en el movimiento del cuidado en EEUU, ha sido poderoso e inspirador ver como las trabajadoras se han organizado para ganar derechos laborales y avanzar políticas públicas, movilizando empleadoras y grupos aliados. Recientemente logramos que se apruebe una ley en la ciudad de Nueva York para prevenir la discriminación en todas sus formas contra las trabajadoras del hogar en sus centros de trabajo. La primera ley de ese tipo en EEUU. Las trabajadoras de Perú como otros países, organizadas a nivel internacional, han conseguido victorias como el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo el cual dictamina que los Estados deben asegurar el trabajo decente en el sector del trabajo del hogar.
En nuestro movimiento del cuidado en EEUU organizamos no solo a trabajadoras sino también a empleadoras, quienes son mujeres con privilegios, pero concientizadas sobre su rol de apoyo político a la lucha de las trabajadoras. Hemos logrado que las empleadoras reconozcan que su hogar “es el lugar del trabajo de otra persona”, salgan de su comfort zone y hablen públicamente sobre lo que significa emplear a alguien en su hogar, reconociendo el valor del trabajo del cuidado y asumiendo su responsabilidad legal y ética. Esas prácticas laborales nutren la relación entre trabajadora y empleador/a, se hace duradera y forja un trato justo, lo cual beneficia a las dos partes.
Todos y todas tenemos una experiencia o historia personal sobre el cuidado. Recibir y dar cuidado es parte inherente del ser humano. ¿Cuántas de nosotras hemos crecido en un ambiente de amor y cariño gracias a las trabajadoras del hogar? Hemos visto a nuestras madres y padres ser empleadores respetuosos de los derechos de las trabajadoras, pero también hemos visto hogares de familiares y amistades donde las trabajadoras viven terribles experiencias de opresión y racismo. La violencia ejercida contra las mujeres que cuidan a nuestros seres queridos está normalizada y se reproduce de generación a generación.
A pesar de importantes estudios feministas sobre la economía del cuidado, avances con programas públicos dados por el actual gobierno peruano, así como la aprobación de la nueva Ley del Trabajo del Hogar en el Congreso, el capitalismo racial y el silencio cómplice de las empleadoras son las principales barreras para un completo reconocimiento de este sector.
Mientras la lucha por los derechos de la mujer avanza, el movimiento feminista sigue siendo dominado por una agenda que representa esencialmente los intereses de las mujeres de clase media y sectores acomodados. Muchas feministas privilegiadas aún no rompen su silencio cuando se trata de confrontar las dinámicas de poder en su rol de empleadoras de trabajadoras del hogar. Confrontar esas prácticas en el ámbito privado sigue siendo un tabú entre muchas mujeres progresistas cuando debería ser parte de la lucha feminista.
Se debe crear espacios para que las trabajadoras del hogar compartan sus historias y politizar sus experiencias para la construcción de una agenda feminista de la mujer trabajadora. Tenemos mucho que aprender de ellas. Vivamos nuestra interdependencia reconociendo y desafiando nuestros privilegios para eliminar el capitalismo colonial y patriarcal. Nuestros hogares también son espacios para la acción política.