TRES
Recuerdo que mi pensión estaba en el Mercado del pueblo. La comida no era buena; muy por el contrario, enfermé. Sin embargo, la que nos atendía era miembro de la Iglesia y se esforzaba por cobijarnos lo mejor posible. Su cuñado era el líder de aquel lugar. Piurano típico: abierto, querendón y lleno de anécdotas de futbol. Había practicado futbol profesional, en los años setenta.
Nuestro cuarto, estaba en una lúgubre casa, y era, exactamente, un altillo de madera (que crujía a cada paso que dábamos). Todos los días, temprano, escuchábamos los gritos y discusiones de los hijos pequeños del dueño, ya que la cocina estaba debajo de nosotros.
Al salir a trabajar por las polvorientas calles, tronaba la música, a todo volumen, del hijo dilecto de la ciudad: Chapulín el Dulce. Líder de una agrupación de música chicha, muy popular entre la gente del lugar, que comenzaba a conquistar Lima. Como amante del rock, tenía que bancarme las voces desafinadas del grupo cumbiero. No había caso.
Lo mejor de todo era, mientras regresábamos a casa, observar el atardecer. Esto es, la caída del sol y el cielo fosforescente. Era un espectáculo impagable. Venia de una ciudad llena de nubes grisáceas y garua intermitente. Ahora, el empíreo azulado y el verdor nos cobijaba en todo momento.
El almuerzo, generalmente, era con los miembros y la comida mejoró ostensiblemente. La interacción, con los mismos, era gratificante. En los países que he visitado, siempre he visto mucha predisposición a la hospitalidad, especialmente, en la gente del interior.
A los tres meses, me cambiaron de compañero. Vino un chiquito, natural de Chimbote. Si el primero era un caso serio; éste, lo superó con creces. Era un loco de remate. Al cuarto mes, nos trasladaron a otro pueblito, llamado San Jerónimo, que se hallaba a unos 40 minutos de Huancayo. Al poco tiempo, a Dios gracias, me cambiaron al orate y vino José Montalván un arequipeño inolvidable. Congeniamos al instante. Teníamos los mismos gustos musicales, de joda y mujeres. Era jovial e intrépido. Preparábamos nuestras charlas con tesón y las perfeccionamos.
CUATRO
En 1987, los grandes grupos de los setenta estaban en plena retirada o en los últimos estertores: Pinfloyd, Queen, The Police, Dire Straits, entre otros. Dícese que las oportunidades en la vida se presentan una o dos veces máximo. Eso creyeron cuatro veinteañeros irlandeses cuando aceptaron presentarse en el Live AID, dos años atrás. Dicho festival fue el entierro o punto final de muchos rockeros. Pero también fue el envión, que otros esperaban ansiosamente. Entre ellos, U2.
La fascinación imperante de aquellos irlandeses por la Norteamérica poética y doliente -alejada del American Dream- fue fundamental. Ergo, eran culturalmente voraces. Aunado al viaje –inenarrable -de Bono a Centroamérica. La suma de todo esto, desembocó en esta Obra Maestra: Joshua Tree.
Se unió a Appetite For Destruction, Document, Kiss Me Kiss Me, Cloud Nine, Louder Than Bombs y Music for the Masses.
– ¿Alguien duda que el 87 fue un gran año musical?
CINCO
Recuerdo perfectamente las Fiestas Patronales del lugar. Eran dos semanas de jolgorio, nadie laburó, el pueblo se entregó a la joda sin pausas. Se montaron tribunas en la Plaza del lugar para una corrida de toros, jineteada, payasos, etc. Tal era el descontrol, que una vez vi a una señora de edad, bien vestida y en estado etílico, bajar de la tribuna, ir detrás de la misma, agacharse y bajar su calzón, para mear sin pudor alguno. Me quedé de una pieza.
Cuando todo andaba de maravillas, llegó mi cambio. Me apenó el hecho de dejar aquel lugar y a mi compi, con quien, hasta el día de hoy, guardo una amistad. Tomé el autobús en Huancayo, el cual iba a pasar por San Jerónimo, camino a Lima. Mientras mis pensamientos se debatían en mi nuevo destino, vi a través de la ventanilla, por última vez, aquel pueblito que me cobijó. De repente, reconocí a un grupo pequeño de miembros de la iglesia, esperando que pasé el bus, para darme el último adiós. Sonreí, mientras movía mi mano derecha. Nunca más volví a San Jerónimo, ni a Chupaca.
SEIS
Fue el primer grupo de nuestra generación que tuvo un Éxito Descomunal. Dícese que –pasados los 25 años- uno debía hacer algo importante o trascendental. Y ellos lo hicieron. Imposible no sentirse identificados. La primera vez que escuché With or Without you fue una epifanía. Estaba en el fin del mundo, empero, esos 4 minutos y 56 segundos, la música me extasió y arropó. Olvidé donde estaba y me sumergí en la música. Imposible olvidarlo.
Treintaicinco años después, estando en la sala de docentes de la Universidad Americana escribo esta columna. En tanto, escuchó (¿por millonésima vez?) el álbum en mención. Y siento que aún me estremece y conmueve en extremo. Como a todo amante de la buena música, ¿no?
Había nacido el Mito y se llamaba U2.
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