identidad

En la mayoría de espacios donde existen momentos de interacción, en nuestra sociedad peruana, son normales las conversaciones entre las personas, con preguntas que tienenmuchas veces, sino la mayoría, tintes de frustración, que buscan definir la realidad del día a día y que tienen como telónde fondo, por ejemplo, temas como la criminalidad que se vive en los barrios, las políticas del estado, la economía, y quizás lo más importante, algo que engloba todo, buscar respuestas para saber qué está pasando en nuestro pais. Es muy normal que estos temas sean tratados de forma recurrente en los taxis, en los cafés, en los restaurantes, o en el barrio mismo con “suchelita” en medio, demostrando que el peruano siempre de alguna u otra forma es consciente de su realidad macro buscando definir su realidad personal.

Están conversaciones, la mayoría, empíricas, se basan en sentimientos que la experiencia, la realidad y las vivencias, (sumadas a lo que los medios informativos filtran o exponen) van cobrando fuerza cada vez que sucede un hecho concreto o se acercan las épocas de cambios políticos y la campañaelectoral también se va acercando. Es obligación canalizar la agenda que se genera en la calle, dándole a la ciudadanía, elementos precisos para que la base sea seria y con fundamentos. Es el discurso de la calle el que no está siendotomado en cuenta y aquel que lo haga de manera inteligenteverá crecimiento porcentual para su propuesta camino a comandar el pais.

Es una realidad también notar que estamos frente a unasociedad llena de percepciones inmediatas, dirigidas por las comunicaciones intencionadas, autoevaluadas por experienciaspersonales que motivan sus odios o aceptaciones (de esas hay muchas personas), una sociedad muy desordenada y egoístaen la más extraña de sus definiciones. Una sociedad que en el desorden y el caos pierde sentido para un camino que le permita cohesionarse, característica que obliga a buscar el modo de enfocarlos y descubrir el principio para el cambio. Unasociedad multicultural y pluricultural que escucha de hablar de lo intercultural pero que aún cree que lo cultural es saber hablarbien, comportarse y ver cuadros o escuchar sinfónicas, eso no es todo, pero es lo real, una sociedad que cree que el campesino es solo receptor de ayuda, perdiendo de vista lo grande y fuerte que puede ser frente a un cambio de grandesmagnitudes como una economía de mercado. Un pais que aúnnecesita poner en agenda el tema de la construcción de suidentidad, un pais que no sabe con veracidad cuál es su historiaesta llano a creer la historia que le construyen, un pais con gente que cree hacer docencia con falacias construidas porintereses de poder manipuladores muchas veces. Esta esnuestra realidad, estos son temas que el barrio conversa, que el taxista define y que el político no escucha. Solo cree coincidir o saberlo todo.

Un pais que construye su identidad nacional seriamente, esun pais que puede jactarse de haber comenzado su desarrollo social y va camino a la cohesión que permita el buen gobierno o haga más fácil la gobernabilidad, es solo definir desde la combinación de factores internos y externos un sentido de pertenencia a nivel cultural, territorial, partiendo de lo individual, para fortalecer lo social, es decir, crear una historia que hermetice y que habrá visión, a los cambios. Una identidadcomo pais, no es fácil construir, muchos colegas me dirán que existen identidades regionales, locales, etc., eso es cierto, perola construcción de una gran identidad nacional partiendo de ahíes el reto. Muchos países con diversidad de etnias y culturashan sabido construir su identidad y eso les ha facilitado el camino para el orden y las políticas inclusivas a nivel social.

Si nos limitamos solamente a individualizar las identidades, a nivel de temas en común o espacios ideológicos o construcciones sociales, el concepto nos va a llevar solamentea entender este asunto y a definirlo, como afirman mis amigos sociólogos muchas veces, como identidades colectivas, que a futuro generan movimientos específicos que buscan copar el pensamiento y la aceptación de las mayorías. Este es un gran tema a debatir siempre, la medición de los intereses de las minorías frente a las mayorías. Muchos países ya iniciaron estedebate y sus políticas suelen endurecerse por esta razón. El lector entenderá.

Lo importante es lograr el sentido de pertenencia para unacálida cohesión social, el sentimiento de vinculación a susociedad, permite que el ciudadano de a pie acepte sucomunidad y por ende la cuide. El sentido de pertenencia esimportante para una sociedad urbana y rural, pues da confianzay genera la obligación de cuidar y defender las cosas que nospertenecen como es la cultura popular peruana, los símbolosque nos acercan, el propio país, en fin, es como una familia; cuando no se tiene sentido de pertenencia se distorsiona, se desordena, se minimiza, es decir, el caos reina.

De ahí, debemos partir, de ver temas como este que buscan mediante la reflexión entender cuan fácil es construirpais, solo hay que ponerle ganas. Estoy muy seguro que coincido con el común de las personas, estoy seguro que estaconversa en el barrio es el tema que interesa. Es misión de ahora en adelante, canalizar estas cuestiones, para comenzarde una vez a ser un verdadero pais. De ahí ya se puedegobernar un pais.

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crecimiento, identidad, Informalidad

[La Tana Zurda] Con A dónde volver (Revuelta, 2024), Andrea Cabel (Lima, 1982) nos ofrece no solo una recopilación de su trabajo poético, sino “una reordenación selectiva de su obra en cuatro apartados”, como bien señala el recordado Eduardo Chirinos en la nota introductoria. Esta reunión de poemas, organizada en secciones que atraviesan su trayectoria, nos permite comprender la evolución de su voz, el desarrollo de sus obsesiones y la manera en que su escritura ha ido destilando su esencia a lo largo de los años. Más que una simple compilación, el libro sugiere una relectura, una recomposición de su imaginario y de los temas que la han acompañado en su exploración lírica.

Desde Las falsas actitudes del agua (2006), su primer poemario, hasta sus textos más recientes e inéditos, Cabel ha construido un lenguaje que es, a la vez, íntimo y abismal, de una cadencia fragmentaria y musical, donde la memoria, el dolor y la identidad se entrelazan en una constante búsqueda. Su poesía se caracteriza por la superposición de imágenes de alto impacto sensorial, por la fragmentación del verso y por la cadencia rítmica que juega entre el susurro y el grito contenido.

En A dónde volver, el lector se enfrenta a una estructura dividida en cuatro partes: “Retratos”, “La eternidad de una esquirla”, “Fruta partida” y “A dónde volver”. Estos segmentos funcionan como ventanas que permiten atisbar distintos momentos y preocupaciones de la poeta. En “Retratos”, por ejemplo, encontramos un tono confesional, en el que la voz poética se interroga sobre la construcción de la identidad y la figura del otro, mientras que en “La eternidad de una esquirla”, la exploración del tiempo y la herida de la pérdida marcan los versos. “Fruta partida” se presenta como un espacio de intersección entre el cuerpo y el lenguaje, entre lo tangible y lo simbólico. Finalmente, “A dónde volver” cierra el volumen con un tono que oscila entre la incertidumbre y la revelación, como si el libro mismo fuera una pregunta abierta sobre el destino de la poeta y su obra.

El lenguaje de Andrea Cabel es el de una poeta que se sitúa en el borde de la enunciación: su palabra es un equilibrio entre la imagen poderosa y la sensación de fragilidad que la rodea. Su poética se alimenta de lo efímero, de lo quebrado, de los resquicios en los que la memoria se instala y se disuelve a la vez. A través de su obra, Cabel ha construido un imaginario donde la ausencia es presencia, donde el lenguaje busca capturar lo inasible y donde el cuerpo es un territorio en constante mutación. Es interesante notar cómo la estructura del libro rompe la linealidad temporal de su producción y ofrece, en su lugar, una especie de mapa emocional y simbólico. En este sentido, A dónde volver no es solo un recorrido por su poesía, sino una propuesta de lectura que desafía la idea de un progreso poético lineal. Cada sección es una variación sobre un mismo tema, cada poema una puerta a una habitación distinta de la misma casa en ruinas.

Uno de los aspectos más destacados del libro es su capacidad para transmitir la soledad como una experiencia universal, sin caer en el sentimentalismo. Cabel logra hacer de la pérdida un lugar desde donde se escribe, pero también desde donde se reinventa la propia existencia. En este sentido, su poesía dialoga con una tradición de voces femeninas que han encontrado en el lenguaje una forma de resistencia y de autoconstrucción. Otro punto fuerte de su poética es la relación entre lo íntimo y lo cósmico: sus imágenes fluctúan entre lo microscópico y lo inmenso, entre el temblor de un cuerpo y la vastedad del universo. Sus versos sugieren que la experiencia humana no es más que un punto en la inmensidad del tiempo, pero que ese punto es suficiente para construir un mundo.

“¿A dónde volver?”. Esa es la pregunta que atraviesa todo el libro, y que la autora deja sin respuesta definitiva. Tal vez volver sea un gesto imposible, un deseo inalcanzable, pero la poesía de Cabel sugiere que el único retorno posible es a la palabra, a los poemas mismos, a ese espacio donde la memoria y la imaginación convergen. Su escritura es, en última instancia, un intento de fijar lo fugaz, de hacer tangible lo inasible, de darle forma a la ausencia. Este libro, más que un cierre o una retrospectiva, es una reafirmación de la poética de Andrea Cabel: una poesía que se mueve entre la sombra y la luz, entre la herida y la cicatriz, entre el abandono y la esperanza.

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identidad, Memoria, poesía, Viaje

[MIGRANTE DE PASO] Regresé después de dos años y medio. Después de la pandemia pasé del encierro que nos impusieron por la cuarentena a mudarme a otro país: sin nadie conocido, comida nueva y climas más potentes. Buenos Aires fue mi techo todo este tiempo y ahora vuelvo a Lima, donde crecí y está toda la gente que quiero. Me parece poco acertada la palabra “regresar”; en una crónica sobre Messi de la Revista Orsai, hablan de los migrantes con la valija sin desarmar. Yo fui uno de ellos. Jamás cambié mi forma de hablar para encajar, ni agaché la cabeza porque crean que mi nacionalidad es menos, si tenía la oportunidad de demostrar mi peruanidad lo hacía casi como instinto.

Efectivamente mis maletas siempre estuvieron a la vista en el monoambiente donde pasé la mayor parte de mi temporada argentina. Hablaba seguido con mi familia y amigos. Y ahora que he vuelto siento que nunca me fui. Existía una resistencia perpetua en dejar mi nacionalidad atrás. No era un peruano que buscaba ser argentino. Era un peruano en otro país. Lo que comenzó como una aventura académica terminó siendo una travesía prolongada de autoconocimiento. Le debo mi solidez a Buenos Aires, que se ganó mi cariño y amor. En fin, ya lo volveré a visitar y afirmaré, orgulloso, yo viví acá.

Cuando le entregué la llave, que parecía de hace un siglo, típico de los barrios viejos de la ciudad, al arrendador, regué mis plantas una vez más y  salí, con mis tres maletas, sin mirar atrás. Preferí despedirme así del lugar que vio triunfos, fracasos, penas y alegrías mías por tanto tiempo. En el taxi le di un último vistazo a la ciudad y sonreía sin razón aparente, supongo que es un buen indicio. En migraciones utilicé por última vez mi dni de residente argentino y en el avión mi mente ya estaba tentada por llegar a mi caótica y querida ciudad. El lomo saltado, chicharrón, inka kola, limonada con limón de verdad, mis perros y el mar.

Después de las cuatro horas y media de vuelo y un paso migratorio ágil respiré por primera vez la contaminación de mi ciudad. No creo que sea algo bueno, pero llenó mis pulmones de nostalgia infantil. Luego de pasar por la inmanejable Faucett llegamos a la bajada de la Costa Verde. Neblina y brisa marina: “Ahora sí me siento en casa”. Saqué una mano por la ventana y jugaba con el impacto del aire por la velocidad. Hacía lo mismo de chico. Me relaja. Estaba pendiente de que en pocos días cumplía 30 años, pero esta última semana en Lima me regresó el ímpetu de juventud, sólo es un número y el pico de la juventud es la muerte. Me calmo con esa forma de pensar.

Ya en Barranco, los árboles y calles viejas, me hicieron regresionar hacia mis exploraciones infantiles por el distrito en bicicleta y a cuando jugaba pichangas en la calle. Unas cuantas ventanas fueron nuestras víctimas. Quipu, mi peludo siberiano, me esperaba en la puerta cuando llegaba del colegio y ahora fue igual. Casi con 16 años y con su acompañante de 55 kilos, Maui. Directo a la cocina donde me esperaba un pollo a la brasa, no podía comer por mi risa de bienestar. Extrañaba demasiado mi casa y la comida. Dormí como no lo había hecho en dos años y me desperté del mejor humor posible. Esta vez, un chicharrón de El Chinito fue mi premio matutino.

Al día siguiente fue mi cumpleaños e hice una pequeña reunión para tomar unas cervezas y conversar. Hace dos años no estaba acompañado durante mi santo. Nos reunimos los de siempre, con los que te sacas la espina, con quienes te mueres de risa, con quienes nos hemos peleado en la calle y los mismos. Son como familia. Espero que todos puedan tener un círculo de amistad similar, porque aprendí, en momentos de soledad de migrante, que alguien sin amigos es realmente peligroso. Cerveza, porros e incontables risas, de las genuinas, de las que contagian. En la misma sala que fue cuarto de juegos, taller de pintura de mi hermano, luego, mi cuarto. Hablaría de los que es cumplir 30, pero la verdad que no sé qué decir, sólo es un dígito distinto y aún no siento ninguna pegada. De hecho, siento que tengo 25.

Dos días después, partidito de fútbol 7, no jugaba desde antes de la pandemia. Es mágico lo que un parido con amigos puede hacer. Te olvidas de todo, sólo existe la pelota y tu equipo. Por dos horas sólo eso componía mi realidad. Estaba bastante oxidado, pero aun así me sorprendí. Pensé que iba a estar, pero marqué goles y planeo no abandonar las canchas de nuevo por tanto tiempo. Así que tranquilos, para los que bordean los 30, nos quedan por lo menos 50 años de vida. Bajo esa percepción somos bastante jóvenes, no hemos conocido ni la mitad de nuestras vidas.

Es muy fácil escribir sobre las injusticias de poder que están sucediendo en demasiados lugares del mundo, y en el Perú también. Intenté unas cuantas veces hacer un párrafo al respecto, pero no logré encontrarlo de mi gusto. Resulta que el panorama mundial me ha dejado sin bando. No sé si soy de izquierda, centro, derecha, arriba o abajo. Me parecen ridículas las doctrinas políticas. Por ahora prefiero recibir más información y después poder hablar al respecto. Al regresar me di cuenta de algo. Sólo es necesario encontrar lo tuyo, aferrarte a ello con todas tus fuerzas y no hacerle daño a nadie. Creo que es la manera correcta para no apresurarte con el rabo entre las patas a determinar qué está bien y qué está mal. O creen ser dioses o sólo se agrupan al montón. Ojo, que el montón está dividido también. Serían montones. Por ahora no me importa, quiero acomodarme en mi país, ahora que estoy de vuelta, estar bien yo. De esa manera, podré ayudar a quienes sienta que debo hacerlo. El poder por el poder se está saliendo de las manos en las cúspides peruanas y, francamente, es absurdo.

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Argentina, identidad, Migración, Reflexiones, Retorno

Pero volviendo a la fuente con la cual se escribe nuestra legado. El Perú no está con los ojos abiertos teniendo presente su historia. Por el contrario, lo cierra para negarlo. Lejano, próximo, no importa. Entre menos presente esté, el futuro es esperanzador, parece decir. El “exceso de positividad” (Byung-Chul Han, dixit) se ha arraigado bien con el común de peruanos con el sistema en que vivimos, engullidos en la monotonía y la pobre visión como mentalidad que tenemos como nación hasta, penosamente, como humanos.

Han pasado más de un siglo, pero las palabras del extraordinario pensador que tuviéramos, Manuel González Prada, abrazan nuestra realidad de una manera tan asombrosa como terrorífica por su exactitud, que pareciera haberse escrito recientemente: “En resumen, hoy el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”. O lo escrito en “Nuestros Indios” para entender a profundidad la diferencia racial que hay en nuestro país.

El peruano es un beodo que dormita por lo que no quiere ver ni reconocer, pero que cuando despierte y quiera desplegar sus alas, caerán con él, una vez más, caerán, y dirán: “nosotros somos los culpables”. El devenir no avizora nada esperanzador. Se aproxima otro levantamiento, y los rostros con tinta y maquillaje dirán: “son terroristas”. Otra vez se matará y se limpiarán las manos. Pero para cuando vuelvan los vientos de “plena democracia”, oh sorpresa, dirán: “eran nuestros muertos”. Esta Casita de Cartón cierra su puerta con este verso que profiriera el insigne vate alemán, Bertolt Brecht, en modo de definición de gran parte de nuestra historia: “A tantas historias, tantas preguntas”. Como con el verso con que cierra el poema, “Los nueve monstruos”, nuestro poeta nacional, César Vallejo, el mismo que la historia se ha encargado con bajeza y esmero de encubrir su compromiso social que lo llevara hasta el último de sus días: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Y hay tanto…

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Diferencias sociales, identidad, Perú, peruanos, Racismo, Sociedad peruana

El proceso de rebranding se puede dar cuando el objetivo del negocio cambió, cuando los clientes ya no se sienten identificados con la marca, o cuando la empresa busca superar fronteras, entre otros motivos.

Cambio de logo, packaging, paleta de colores, e incluso de lema. Estos son algunos de los elementos que las empresas deciden modificar cuando buscan renovar su imagen de marca. Un proceso de rebranding es necesario en diversos momentos de la vida de una empresa. Ana Isabel Sordo, Team Marketing Manager de HubSpot explica que esto se puede dar cuando el objetivo central del negocio ha sido modificado, cuando los clientes ya no se sienten identificados con la marca, o cuando la empresa busca superar las fronteras geográficas del mercado, entre otros motivos.

Si sientes que es necesario empezar un proceso de rebranding con tu marca, toma en cuenta estas claves para realizarlo de manera exitosa, cuidando siempre tu identidad y aquello que tanto caracteriza y los clientes valoran de tu marca:

Conoce la marca y defínela

Ten clara la trayectoria de tu marca, para reconocer cada una de sus etapas. Define la propuesta de valor única respecto de tu competencia, y define los próximos objetivos de renovación, así como las acciones concretas a ejecutar para redireccionar la imagen de marca.

Conoce tu público objetivo

Al preparar tu estrategia de rebranding, ten presente tu público objetivo, pues es a esas personas a quienes deseas llegar. Un análisis de mercado te ayudará a descubrir cómo se han sentido tus clientes con la marca y qué esperan de ella. También puedes recurrir a un focus group virtual para conocer con más detalle los efectos que causa la presentación de tu marca y medir el impacto que podrían tener los cambios.

Crea un nuevo concepto

Procura desarrollar el proyecto de rebranding con ayuda de un equipo creativo que logre captar y plasmar las ideas que representan tu marca. No olvides que el rebranding de la imagen de tu marca debe ser de calidad y valor. Adapta todos los activos a tu logo, la web, el packaging u otros materiales audiovisuales que den identidad a la marca.

Mantén informado al equipo

El rebranding implica no solo modificar la identidad visual, sino también saber comunicar el nuevo enfoque, visión y posicionamiento de la marca a tu equipo de trabajo. Esto significa capacitar a los empleados sobre el significado del cambio de marca, y hacer que cada trabajador se una a la transformación que permita mantenerse alineados a un objetivo en común.

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Cambio, identidad, marca, Rebranding
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