[El dedo en la llaga] Nadie puede ser discriminado por su origen, religión, género u orientación sexual. Es un principio básico de toda democracia auténtica, también en Alemania. Sin embargo, la realidad en las calles alemanas es diferente para muchas minorías, sobre todo para musulmanes, que han estado enfrentando un aumento de hostilidades durante años. Según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2024, el 68% ha experimentado discriminación racial.
Hoy, lunes 17 de marzo de 2025, se pondrá en marcha en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia una oficina estatal dedicada exclusivamente a acoger denuncias por racismo contra musulmanes, la primera de su género en todo el país. Se ha invertido más de 375,000 euros en este proyecto.
Se trata de una medida importante, pues la policía no cuenta con un sistema unificado para registrar incidentes de racismo antimusulmán, considerando que las víctimas no son discriminadas sólo por su religión sino principalmente por su fisionomía étnica. En los informes del Ministerio del Interior federal todavía se utiliza el término “islamofobia”. Con esto, en primer lugar, se hace referencia a un motivo basado en la afiliación religiosa. En consecuencia, los casos sin una connotación religiosa visible quedan fuera del registro y sólo se consideran los delitos de relevancia penal.
Por lo general, la discriminación se dirige contra individuos, y en la mayoría de los casos, contra mujeres. Los 1,926 casos documentados en el año 2024 representan sólo la punta del iceberg, ya que muchos incidentes no se denuncian. En muchos casos, el racismo ya se ha normalizado o las personas desconocen sus derechos. Además, muchas víctimas no acuden a la policía por miedo y por falta de confianza en las autoridades públicas o en las instituciones. He aquí algunos incidentes antimusulmanes típicos en Alemania: insultos en plena calle, velos arrancados por la fuerza a las mujeres, o que un hombre sea llamado terrorista e incluso agredido físicamente.
Parece que el racismo no sólo existe a nivel individual y de manera marginal, sino que también está estructural e institucionalmente arraigado en la sociedad alemana. Una muestra de ello es la diferencia en el trato mediático cuando ocurre un atentado con múltiples víctimas, muy diferente dependiendo de si el autor del atentado es un migrante musulmán o un ciudadano nativo de nacionalidad alemana.
Ocurrió en Mannheim, ciudad situada a unos 15 km de dónde resido actualmente, en la céntrica Plaza del Mercado (Marktplatz). El 31 de mayo de 2024 un migrante afgano residente en Alemania, de 29 años de edad, intentó apuñalar a Michael Stürzenberger, presidente de la filial bávara del movimiento de extrema derecha Pax Europa, conocido por su postura islamófoba. En el transcurso del atentado un policía fue herido de muerte en la cabeza. Además, sufrieran heridas Stürzenberger y otras cuatro personas que se interpusieron en el camino del autor del atentado. Inmediatamente se habló de una motivación política del hecho, el autor fue señalado como un presunto terrorista y los grupos de extrema derecha aprovecharon la ocasión para mostrar su alarma sobre los supuestos peligros de la migración musulmana. Lo que la mayoría de los medios pasaron por alto es que dos de los heridos que intentaron detener al afgano también tenían un trasfondo migratorio: un musulmán nacionalizado alemán proveniente de Kazajistán y un cristiano arameo de Irak.
En cambio, un trágico incidente reciente, ocurrido el lunes 3 de marzo de 2025 también en Mannheim, tuvo otra connotación. Un ciudadano alemán residente de Ludwigshafen, de 40 años edad, condujo un automóvil Ford Fiesta a toda velocidad en la zona peatonal, matando a dos personas e hiriendo a otras catorce.
Los investigadores inicialmente determinaron que el atentado no tenía un trasfondo político. En cambio, señalaron que existían indicios concretos de que el detenido padecía una enfermedad mental. Sin embargo, según el grupo de investigación antifascista Exif, también hay indicios de que el hombre de 40 años estuvo políticamente activo en el pasado, dentro de la escena de extrema derecha. Según estas informaciones, hay fotografías que lo muestran participando en una marcha de extremistas de derecha y Reichsbürger (Ciudadanos del Reich, grupo de extrema de derecha que le niega toda legitimidad a la República Alemana) en octubre de 2018 en Berlín. En aquel entonces, alrededor de 1,300 personas se sumaron a la manifestación organizada por la alianza “Wir für Deutschland” (“Nosotros por Alemania”), poco después de los disturbios de extrema derecha en Chemnitz (Sajonia).
Sin embargo, la Fiscalía de Mannheim subrayó que, «según el estado actual de las investigaciones, no hay indicios de que el acto en cuestión tuviera un motivo extremista o político». También señaló que estaban al tanto de los vínculos del autor del atentado con el entorno de extrema derecha en 2018. Añadió que, en cambio, basándose en un extenso historial médico y en «numerosos testimonios que se corroboran entre sí», se presumía que el sujeto padece una enfermedad mental «desde hace muchos año»”. Había recibido tratamiento psiquiátrico de forma regular, incluso siendo hospitalizado el año pasado. Según el diario Bild, en aquel momento el sujeto acudió a un hospital en Ludwigshafen afirmando que planeaba rociarse con gasolina y prenderse fuego.
Que el centro de Mannheim, donde ocurrió el atentado , suele estar lleno de personas de distintas nacionalidades con trasfondo migratorio tampoco parece ser relevante para la Fiscalía, ni tampoco para los medios. Ni tampoco que el día elegido por el autor del atentado haya sido el lunes de carnaval, cuando las calles de las principales ciudades de la cuenca del Rin suelen estar repletas de gente.
Parecería que hay un doble rasero para catalogar a los autores de atentados. Si es un migrante musulmán, se sospecha de una motivación política y se califica el atentado como un acto terrorista. Pero si el autor del atentado es alemán nativo, entonces se presume en él un trastorno psiquiátrico. ¡Como no! Un alemán en todos sus cabales sería incapaz de cometer semejante atrocidad. Y aunque haya indicios y evidencias, se descarta de antemano una motivación política. Como si el odio contra seres humanos con trasfondo migratorio fuera algo accidental que no tendría mayor influjo sobre las decisiones criminales que toma un ciudadano alemán, sobre todo cuando decide enfilarse contra la multitud en el centro de una ciudad multicultural como es Mannheim.
Otro dato relevante del caso es que quien impidió que este sujeto hiciera más daño fue un migrante musulmán nacionalizado alemán, el taxista Afzal Muhammad, de 44 años, natural de Pakistán. Al ver pasar el Ford Fiesta a toda velocidad, se subió a su taxi y emprendió la persecución, hasta que pudo interponerse en el camino del automóvil usado como arma asesina y evitar que siga avanzando. El sujeto tuvo que bajarse del auto y le disparó al taxista con una pistola de fogueo, dándose luego a la fuga. Muhammad salió ileso del incidente, pero tuvo que ser internado porque cayó en estado de shock y tuvo problemas respiratorios debido a la excitación nerviosa del momento. El sujeto, en cambio, fue detenido en la zona portuaria de Mannheim por la policía, después de herirse él mismo en la boca con la pistola de fogueo, por lo cual también tuvo que ser hospitalizado.
Dos días después Afzal Muhammad fue honrado en la municipalidad por el alcalde, Christian Specht, como “el héroe de Mannheim”. Éstas fueron las palabras del taxista: «No me veo como un héroe. Soy un simple padre de familia, un taxista, un musulmán, un habitante de Mannheim, un ciudadano alemán». ¿Por qué había hecho lo que hizo, poniéndose él mismo en riesgo? Llevándose lentamente la mano al pecho, replicó: «Mi corazón. No puedo soportar cuando las personas mueren. Eso me duele en el corazón. Soy musulmán, ésa es mi labor». Se había guiado por un principio fundamental del Corán: «Quien salva una vida es como si salvase a toda la humanidad».
Hace unos 90 años la sociedad alemana, siguiendo los dictados de un fanático extremista como Adolf Hitler, estigmatizó a los judíos, con las trágicas consecuencias que ya conocemos. Hoy en día, quienes son estigmatizados con frecuencia, en base a absurdas teorías de la conspiración, son los migrantes musulmanes. Si bien es difícil que se llegue a los extremos de hace décadas, es necesario tomar medidas para que la discriminación, sea cual sea, no vuelva a repetirse.