Kentler partía del reconocimiento de que los niños pueden tener necesidades sexuales antes de la pubertad. Los niños satisfechos sexualmente que mantienen con sus padres una buena relación de confianza incluso en cuestiones sexuales estarían mejor protegidos de la seducción sexual y de agresiones sexuales. Kentler no veía ningún problema en las relaciones sexuales en plano de igualdad entre adultos y niños. Si el entorno no discriminaba esas relaciones, entonces se podía esperar consecuencia positivas en el desarrollo de la personalidad, y tanto más si el mayor se sentía responsable del menor.

Y Kentler tuvo la oportunidad de poner en práctica su teoría.

En el estudio de la Universidad de Gotinga, presentado el 2 de diciembre de 2016, se establece que en los años 1969/70 Helmut Kentler, entonces jefe de departamento del Centro Pedagógico, recibió la autorización para un experimento. Por lo menos tres menores en estado de abandono de edades entre 13 y 17 años fueron confiados a pedófilos para que tuvieran una «educación llena de amor». Según la politóloga Teresa Nentwig, «se quería averiguar como se desarrollarían estos jóvenes, lo que sería de ellos en ese entorno».

Quedan muchas preguntas abiertas, como, por ejemplo, saber cuántos menores fueron afectados. El acceso a las actas de los “tutores” en los archivos estatales les fue negado a los investigadores, aduciendo “protección de derechos personales”.

La Senadora de Juventud de Berlín, Sandra Scheeres, declaró en esa ocasión:

«Lo que me parece totalmente aterrador es la argumentación que entonces esgrimió Kentler, a saber, que los jóvenes recibían un hogar y los tutores precisamente sexo, y que ambas partes se beneficiarían con eso. Y queda bien claro que aquí se llevó a cabo un delito bajo responsabilidad del Estado».

Esta práctica, iniciada por Kentler, sería continuada ocasionalmente por las oficinas de juventud de Berlín. A un pedófilo identificado con el seudónimo de Fritz H. le confiaron niños hasta el año 2001 por lo menos. Marco y Sven fueron dos de sus víctimas. «Fuimos criados por este hombre, sencillamente para cumplir sus deseos, para estar ahí cuando estos deseos debían ser cumplidos». Marco y Sven nunca conocieron a padres amorosos que les prestaran apoyo. «Castigos corporales. En los cuales lo golpeaba a uno. La divisa era: le pega al diablo en nosotros. No a nosotros, sino al diablo. Y ahí está el abuso sexual, que comenzó a los seis años». La fiscalía confirmó que Marco fue abusado sexualmente entre 1989 y 1996. «Nuestro tutor no mostraba interés por los mayores, sólo por los pequeños», dice Marco en un reporte de Deutschlandfunk del 25 de mayo de 2019. «En algún momento desconectas. Hasta el decimotercero o decimocuarto año de vida. Cuando no se conoce otra cosa y se es encapsulado. No se iba uno nunca de vacaciones, ni siquiera al parque de juegos. Se descuidaba la escuela». Marco estaba incapacitado para la vida laboral y padecía síndrome de estrés postraumático, unido a trastornos obsesivo-compulsivos y graves dificultades para adaptarse a la vida social. Sven juntaba botellas y vivía del subsidio social que otorga el Estado a los necesitados. Describía su vida como «miserable, sencillamente miserable». El nefasto legado de Kentler seguía vivo.

En enero de 2018 la Universidad Leibniz de Hannover dio a conocer que había autorizado investigaciones sobre Kentler, quien también fue docente en ese centro universitario.

El 15 de junio de 2020 se presentó en Berlín un informe sobre el actuar de Helmut Kentler en la asistencia a niños y jóvenes en Berlín, elaborado por estudiosos de la Universidad de Hildesheim (Baja Sajonia). La investigación concluyó que se podía presumir que Kentler era consciente de las consecuencias penales de su así llamado “experimento”, dado que por una parte lo da a conocer públicamente después del período de prescripción de los presuntos delitos y, por otra parte, elimina los indicios que había dejado en diversos documentos. Efectivamente, recién en 1988, a través de un dictamen escrito, Kentler hace público su experimento, del cual nunca se arrepintió. En 1999 escribió lo siguiente respecto a 35 casos de abusos sexual de menores en los cuales había fungido de perito judicial: «En la gran mayoría he tenido la experiencia de que las relaciones pederastas tienen efectos muy positivos en el desarrollo de la personalidad de un muchacho, sobre todo cuando el pederasta es un verdadero mentor del joven».

El 27 de abril de 2021, mediante un comunicado de prensa, el Senado de Berlín confirmaba lo que la senadora Sandra Scheeres había dicho anteriormente: que, pesar de la prescripción de los delitos, el estado de Berlín iba a conceder una ayuda financiera a las dos víctimas conocidas del experimento de Kentler.

La Conferencia de Juventud y Familia (Jugend- und Familienministerkonferenz) decidió en su sesión del 6 de mayo de 2021 que el actuar de Kentler debía ser investigado a nivel federal en toda Alemania. En ese sentido, la senadora Sandra Scheeres encargó un nuevo estudio a la Universidad de Hildesheim, con el fin de investigar una presunta red en toda Alemania que haya estado relacionada con el experimento de Kentler.

En la película “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015) un abogado le dice a un periodista: «Si se necesita un pueblo entero para criar un niño, también se necesita un pueblo entero para abusar de él». Y eso es precisamente lo que ocurrió en Alemania con el experimento pedofilia de Helmut Kentler.

– Colegio privado Markham (Miraflores, Lima), donde se analiza el caso de la entonces adolescente de 15 años Mackenzie Severns, estadounidense, la cual, estando de intercambio estudiantil en Lima en el año 2018, fue violada durante una fiesta por un alumno de 17 años del colegio mencionado.

La parte referente al Sodalicio abarca más de 300 páginas. Constituye uno de los estudios más completos que se ha hecho sobre la institución, pues da un breve resumen de su historia, describe su estructura organizacional y el contexto institucional, señala las características de los presuntos abusadores, para luego detallar cómo se dieron las denuncias de abuso sexual y las reacciones que hubo de parte de la institución, de la Iglesia y del Poder Judicial. Pero no se circunscribe a los abusos sexuales, sino también se detallan abusos físicos, psicológicos y económicos.

Dentro de esta panorámica de la institución, destaca cómo estaba constituido el Consejo Superior, conformado por el Superior General —quien ostentaba autoridad absoluta y tenía siempre la última palabra—, el Vicario General y los cinco encargados (asistentes) de las diversas áreas de trabajo en que se dividía la organización: Espiritualidad, Instrucción, Apostolado, Comunicaciones y Temporalidades (es decir, administración y finanzas). Se logró determinar quiénes ocuparon cargos en el Consejo Superior desde 1980 hasta 2019 y, por lo tanto, quiénes eran responsables del sistema de formación y disciplina que permitió los abusos, y que habrían sabido lo que ocurría en las comunidades, por lo menos en lo referente a abusos físicos y psicológicos.

En cuanto a Jeffery Daniels, cuyos abusos sexuales se descubrieron internamente en 1997 y que fue protegido por la comunidad y recluido tres años en el centro de formación de San Bartolo, se deduce por las fechas que no sólo habrían sabido del hecho José Sam y Germán McKenzie, los primeros que se enteraron, sino también el mismo Luis Fernando Figari, Germán Doig, Jaime Baertl, Óscar Tokumura, Miguel Salazar, Jürgen Daum, Erwin Scheuch, Eduardo Regal, Juan Carlos Len y Alfredo Garland, que formaron parte del Consejo Superior entre los años 1997 y 2000. Daniels nunca fue denunciado ni ante la justicia civil ni canónicamente ante la Iglesia católica, sino que habría sido encubierto por las personas mencionadas. No se descarta que hayan otros más que conocieron los hechos y participaron de este silencio colectivo.

Asimismo, este recuento histórico permite saber con certeza que José Antonio Eguren ocupó el cargo de Asistente de Instrucción entre los años 1980 y 1982, aunque él negó posteriormente que haya tenido algún alto puesto de responsabilidad en el Sodalicio. Sin rastro de duda, puedo afirmar también que fue el primer Superior de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar (Barranco, Lima) entre diciembre de 1981 y el año 1982, aunque sólo por algunos meses.

Estos datos son importantes, considerando que el informe de la comisión de expertos internaciones contratados por el Sodalicio (Informe Elliott-McChesney-Applewhite) calla en todos los colores del arco iris quiénes encubrieron los abusos cometidos dentro la institución. Para ellos simplemente no habría habido encubridores, ni siquiera cuando se identificó a los abusadores, pues quienes tenían puestos de responsabilidad en el Sodalicio habrían actuado siempre de buena fe.

Resulta también de particular importancia el testimonio del exsodálite Germán McKenzie, quien llegó a ser el primer Superior Regional del Perú dentro del Sodalicio, quien en algún momento responde al pliego que se le envío a Canadá con esta lapidaria frase: «Se insistía en la obediencia, pero no se insistía igualmente en la formación y práctica de la conciencia moral».

Algunos ligeros errores en el Informe De Belaúnde no anulan el volumen de información corroborada y debidamente analizada que allí se nos ofrece. Por ejemplo, cuando se habla de los grados de pertenencia al Sodalicio, que van a la par con los grados de compromiso (aspirante, probando, formando, consagrado a María, profeso temporal y profeso perpertuo), se pone a los agrupados en el escalón más bajo de los grados de pertenencia. En realidad, las Agrupaciones Marianas no forman parte del Sodalicio sino del Movimiento de Vida Cristiana. Un agrupado mariano no emite ningún compromiso formal con el Sodalicio y no está obligado a seguir sus Constituciones, como sí lo están quienes se hallan en los otros grados de compromiso. Agrupado mariano puede ser cualquiera. Basta con que exprese su deseo de participar de una agrupación. La única vinculación con el Sodalicio sería que esta institución anima las agrupaciones y busca sus vocaciones entre los agrupados, aunque no exclusivamente entre ellos.

Dice el informe en una parte: «la mayoría de las familias se encontraban a gusto con que sus hijos pertenecieran al Sodalicio». Esta afirmación es discutible, dado que la captación de jóvenes vocaciones solía realizarse sin conocimiento ni consentimiento de los padres, lo cual generalmente llevaba a conflictos, y era frecuente que los padres en un principio no estuvieran de acuerdo en que sus hijos se unieran a un grupo tan absorbente y de características sectarias. Lo que ocurría con el tiempo es que los padres, habiendo perdido el control sobre sus hijos, terminaban aceptando una situación con la que en un principio no habían estado de acuerdo. No niego que hubo excepciones y padres que se sentían contentos de tener un hijo en el Sodalicio. Pero lo que generalmente se daban eran relaciones de confrontación, pues el Sodalicio solía actuar al margen de los padres.

No sólo por el caso Sodalicio, sino sobre todo por examinar a fondo el problema del abuso sexual de menores, el Informe De Belaúnde debe ser difundido —tarea que ha asumido recientemente la congresista Susel Paredes—y servir de base para medidas de prevención y proyectos de leyes, siguiendo las recomendaciones finales, que abarcan casi cincuenta páginas del texto final. De hecho, incluye una propuesta normativa para modificar el Código Penal y eliminar la prescripción del delito en el caso de abusos sexuales de menores. Tarea titánica en una sociedad machista, patriarcal y homófoba, que en muchísimos casos deja desprotegida a las víctimas de abusos y permite que los abusadores salgan impunes.

La segunda parte acontece quince años después. Peter Lavin ha colgado los hábitos y vive con su esposa y dos hijos en Montreal. El caso se ha reabierto y hay víctimas dispuestas a declarar. Lavin es arrestado y llevado a St. John para enfrentar cargos de abuso sexual, aunque en todo momento se declara inocente. Kevin, la víctima principal de Lavin, sin embargo, no quiere participar del juicio pues eso reabre heridas que aún no han sanado. Steven, otra víctima de abusos, ha caído en el alcoholismo y la drogadicción y su vida laboral es inestable. Cuando declara en el juicio, la defensa revela que a sus dieciséis años de edad también abusó sexualmente de niños de siete años en el orfanatorio. Derrumbado emocionalmente, Steven terminará suicidándose con una sobredosis de drogas. Este incidente convencerá a Kevin de la necesidad de declarar contra Lavin en el juicio.

La película resulta particularmente importante, porque allí están presentes todos los elementos del abuso sexual eclesial: los abusos cometidos contra menores por guías y maestros espirituales con autoridad sobre ellos, la incredulidad inicial ante los relatos de las víctimas, el encubrimiento efectuado por las autoridades eclesiásticas e instituciones de la sociedad, la impunidad de los responsables y su traslado a otras locaciones con el fin salvaguardar la imagen institucional de la Iglesia, los traumas persistentes en las víctimas, la negativa de algunas víctimas a dar testimonio de sus experiencias, la reproducción de conductas abusadoras por parte de algunas víctimas, la revictimización al cuestionarse los testimonios de víctimas que quieren hablar, la indolencia de los abusadores y la complicidad de altos miembros de la sociedad.

El film termina con una nota ambigua, pues no sabemos si Peter Lavin será sentenciado o absuelto. Pero lo que más inquieta es un detalle sobre lo podría haber hecho después de ser destituido de su puesto de director del orfanato. Su mujer, apabullada por el testimonio de Kevin, al cual le da absluta credibilidad, le pregunta en una habitación durante un receso del juicio, si había tocado a alguno de sus propios hijos. La respuesta de Lavin es inquietante y ambigua: “Pregúntaselo a ellos”.

Muchas víctimas no hablan y se llevan su trágico secreto a la tumba. Pero si quieren saber qué han vivido, pregúntenle a ellas con todo respeto. Y créanles. Es tal vez lo que más necesitan y lo que piden con urgencia.

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Tampoco levantó sospechas durante su vida pasada, por lo menos hasta el año 2016. De 1976 a 2004 fue profesora de religión en una escuela secundaria de Maguncia (Renania-Palatinado), por encargo de la Iglesia Evangélica de Hessen-Nassau hasta 1992, y de ahí en adelante como funcionaria del estado federado de Renania-Palatinado. Su doctorado lo obtuvo en 1997 en la Universidad de Heidelberg y su habilitación como docente universitaria de Teología Práctica en la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, donde dictó dos cursos entre los años 2002 y 2003 pero nunca estuvo de manera oficial en la plana docente de este centro universitario. Durante todo ese tiempo no hubo nada que llamara la atención o que justificara la intervención de las autoridades. Absolutamente nada. Ninguna queja, ningún problema, ninguna conducta llamativa.

Sin embargo, algo debe haber sucedido en su vida ya iniciado el siglo XXI, algo que incubaría la radicalización de esta mujer que se presentaba a sí misma como “párroca, teóloga evangélica, autora, mediadora, directora de estudios” en los libros sobre temas pedagógicos que publicaba. Se sabe que la antigua casa donde vivía en Wiesbaden, de propiedad de la familia, tuvo que ser vendida coactivamente en el año 2005. Al año siguiente, 2006, se jubilaría de manera anticipada. Por esta época debe haberse mudado a Sajonia, y en algún momento pone punto final a su antigua vida y comienza a figurar en el ambiente de los “Ciudadanos del Reich”.

El posterior actuar de Elisabeth Roth no pasa inadvertido para las autoridades, quienes a partir de 2016 comienzan a formarse una imagen negativa de la maestra evangélica. Pues los libros, escritos y “cartas abiertas” que escribe y publica —parte de manera impresa, parte en Internet— presentan contenidos claramente contrarios a la constitución. No se trata de ideas originales, sino de la retórica habitual de los “Ciudadanos del Reich”: defensa agresiva de la subsistencia del Imperio alemán; el término “República Federal de Alemana” designa sólo a una empresa sin legitimidad estatal en un territorio ocupado militarmente; las Naciones Unidas serían una incubadora de saqueos; y junto a todo esto antisemitismo, teorías de la conspiración, insultos y amenazas. A esto se añadiría la pandemia de coronavirus, durante la cual los textos de Elisabeth Roth se vuelven cada vez más extremos, apoyando el activismo antimascarillas y antivacunas.

En octubre de 2018 el estado de Renania-Palatinado abre un proceso administrativo para privar a Elisabeth Roth de su pensión como funcionaria estatal, debido a que la lealtad al Estado de derecho también se mantiene para los jubilados, y en sus libros —donde decía que la República Federal de Alemania simulaba fraudulentamente la legitimidad de leyes y un gobierno a través de elecciones inválidas— se atentaba contra esa lealtad. La anciana teóloga apeló, pero en marzo de 2020 el Tribunal Administrativo de Trieste confirmó la decisión. Había violado su deber de lealtad “bajo la forma de descrédito y difamación del Estado y sus instituciones” y, por lo tanto, debía contentarse con una pensión normal y mucho más modesta.

Si bien Elisabeth Roth no ha participado en acciones violentas —como atentados, por ejemplo—, sus actividades clandestinas podrían ser designadas como terroristas. Pues en Alemania todaactividad política tiene límites, y éstos se hallan en los valores democráticos que defiende su texto constitucional.

A fin de garantizar esto, existe la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz), un servicio de inteligencia que reúne informaciones sobre actividades de grupos y personas sospechosas de infringir la constitución y atentar contra el orden democrático libre, es decir, contra los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho. Esa información es suministrada, de ser necesario, a las fuerzas policiales y a las autoridades políticas para que tomen las medidas necesarias, entre ellas, por ejemplo, la detención de sospechosos o la prohibición de una organización o partido. Los “Ciudadanos del Reich” se hallan bajo observación de esta oficina desde el año 2016.

El caso de Elisabeth Roth muestra que ser una persona con formación académica, un currículo inobjetable, una trayectoria profesional impecable, una fe religiosa de orientación cristiana, una ideología derechista, no son obstáculo para terminar comprometiéndose con actividades calificadas de terroristas por atentar contra derechos fundamentales de las personas y contra el orden democrático que garantiza esos derechos.

Hay opciones y decisiones en el campo de la política que una democracia no debe tolerar, pues atentan contra su misma esencia y, a la larga, terminan destruyéndola. Y en el Perú eso no parecen haberlo aprendido aún quienes lideran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, amenazando con llevar de esta manera al país hacia una debacle de la democracia y hacia el caos.

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Se pasa luego a señalar las características de esta “cultura particular”, de este sistema institucional violador de derechos humanos fundamentales, donde el tema sexual también está presente pero de manera marginal. De este modo se describe el entorno que hizo posibles los abusos físicos, psicológicos e incluso sexuales. Pero este informe aborda también algunos temas que luego serían omitidos posteriormente por los voceros del Sodalicio y los expertos internacionales convocados posteriormente: la falta de libertad en el discernimiento vocacional, la obligación impuesta de hacer estudios de teología y filosofía y no lo que uno deseaba, la ausencia de transparencia en las comunicaciones, la explotación económica, el clasismo basado sobre la procedencia social y económica, el racismo y la esclavitud moderna.

Evidentemente, este informe no le gustó nada a la cúpula del Sodalicio, y mientras lo elogiaban en público pero lo vituperaban internamente, anunciaron que se había convocado una segunda comisión para reparar a las víctimas, conformada por el irlandés Ian Elliott y las estadounidenses Kathleen McChesney y Monica Applewhite, que al final evacuaron dos informes, a saber, “Abusos Perpetrados por el Sr. Luis Fernando Figari y el Abuso Sexual a Menores por parte de Ex Sodálites” y “Abusos Perpetrados por Sodálites y Respuesta del SCV a las Acusaciones de Abuso”.

Ya los títulos nos indican por dónde va la cosa. El tema central será el “abuso sexual a menores”, lo cual ayudará a desviar la atención de los otros abusos, considerados de reducida importancia aun cuando sus efectos puedan ser tan o mas dañinos que un abuso sexual. Asimismo, el grupo de adultos jóvenes que sufrieron abuso sexual pasa también a estar detrás de bambalinas.

Resulta sintomático que en el informe de la Comisión de Ética la palabra “sexual” —en singular o plural— figure sólo 5 veces, mientras que en los informes de los expertos aparece 74 veces. El título también es sospechoso cuando sólo se habla de “Ex Sodálites” como perpetradores. Se le ve el fustán a la intención de dar a entender que no habría actualmente ningún abusador sexual en el Sodalicio, salvo Figari, que ha sido apartado de la vida comunitaria, y otros tres, cuyos nombres no se mencionan pero que aparecen como si estuvieran rehabilitados. «…uno dejó la vida comunitaria, uno ha sido retirado de todo apostolado y del contacto con personas vulnerables, y uno realiza apostolado de manera restringida». No se sabe con certeza quiénes son, no han sido denunciados ni canónicamente ni ante la justicia civil, pero eso no parece importar ante la circunstancia de que se llega a la conclusión de que los abusos sexuales serían cosa del pasado y que el problema ya estaría resuelto del todo.

Esto se hace evidente en el título del segundo informe, donde se detalla la “heroica” y “ejemplar” respuesta del Sodalicio ante los abusos sexuales y otros tipos de abusos (físicos y psicológicos), sumándose a los abusadores sexuales otros once abusadores no sexuales, no identificados con nombre y apellido, de los cuales se especifica que dos ya han abandonado el Sodalicio y «de los nueve infractores que todavía son miembros del SCV, los cuatro que eran superiores o formadores han sido retirados de esos puestos, y los otros cinco nunca ocuparon esos puestos». En fin, asunto solucionado, sin que haya habido ninguna denuncia ante la justicia civil por parte del Sodalicio, ni mucho menos una denuncia canónica.

Para redondear el trabajo, los informes de los expertos internacionales intentan solapadamente desacreditar el informe de la Comisión de Ética, señalando que «la Comisión no llevó a cabo una investigación exhaustiva de todas las denuncias reportadas ni examinó la cultura actual del SCV». No sé qué informe habrán leído, pues lo que allí se describe es precisamente la cultura que ha tenido el Sodalicio hasta bien entrado el siglo XXI, la cual configuró un sistema institucional que permitió y favoreció abusos lesivos de derechos humanos fundamentales y su encubrimiento.

La comisión de los expertos internacionales opina distinto:

«La mayoría de los sodálites eran, y son, personas piadosas, con un carácter bueno y moral, atraídos por el Evangelio y los aspectos positivos de la cultura del SCV. Estos sodálites inspiraron y sirvieron como modelos y directores espirituales para los jóvenes, los aspirantes y sus compañeros sodálites. No fue, entonces, la cultura del SCV la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos. Para muchos, Figari personificó la cultura del SCV y fue considerado como un icono, y trataba a la gente de maneras que fueron frecuentemente copiadas luego por compañeros y subordinados».

Más aún, los expertos piensan que la cultura actual del Sodalicio no es la misma que la de tiempos pasados:

«La cultura del SCV ha evolucionado de manera positiva en la última década, especialmente después de que Figari renunció como Superior General. El énfasis en ser un “soldado” o impresionar a la jerarquía católica ya no se manifiesta en los trabajos cotidianos y obras apostólicas del instituto. Los cambios son más evidentes en los procesos de discernimiento y formación».

¿Nos quieren dar a entender que durante casi cuatro décadas el Sodalicio tuvo una cultura donde se desarrollaron abusos y que desde la renuncia de Figari como Superior General en el año 2010 hasta la publicación de estos informes en febrero de 2017 el Sodalicio ha pasado raudamente a tener otra cultura institucional, como la rana del cuento que de un momento a otro pasa de ser un animal desagradable y repugnante a un príncipe rebosante de virtudes y amor? A otro perro con ese hueso.

Por otra parte, los informes de los expertos internacionales indican que la Comisión de Ética invitó «a las personas que creían que habían sido abusadas por miembros del SCV a presentarse y divulgar confidencialmente su experiencia» y que su informe final es una simple sinopsis de testimonios de personas «que se consideraban víctimas». Que la Comisión de Ética, tras deliberaciones y arduo análisis, y luego de escuchar a la contraparte sodálite, haya validado esos testimonios, poniéndolo por escrito en los informes personales que se le entregó a cada una de las víctimas reconocidas, le valió un carajo tanto a los expertos internacionales, contratados y debidamente remunerados, como al Sodalicio mismo.

Ambos informes de los expertos internacionales suman en total 65 páginas, pero si quitamos las portadas, la carta introductoria de Alessandro Moroni, los perfiles de los tres expertos, la descripción de la metodología aplicada, las recomendaciones y los apéndices, nos quedan 36 páginas, de las cuales ocho se dedican enteramente a Luis Fernando Figari. y otras cuatro a Germán Doig, Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels y Daniel Murguía. Esto es importante, pues cuando el informe intente explicar por qué ocurrieron los abusos, se incidirá en la influencia que tuvieron Figari y Doig en la cultura institucional. En otras palabras, serían estas “manzanas podridas” las causas del problema, y una vez separadas, el Sodalicio pudo recomponerse y convertirse en una instituciónsana. Esta conclusión, que incide sólo en la responsabilidad personal de unos cuantos sodálites como causantes de abusos, se opone a la descripción de todo un sistema de abusos que hizo la Comisión de Ética, descripción que el Sodalicio consideraría hasta ahora como inexacta y alejada de la verdad.

De hecho, las recomendaciones de la Comisión de Ética —que fueron ignoradas en su mayoría o cumplidas sólo parcialmente— eran más concretas y contundentes que las farragosas y vagas recomendaciones hechas por los tres expertos internacionales, algunas de ellas tan inútiles como «dar capacitación específica a los formadores, candidatos y formandos sobre la prevención de abuso sexual y los maltratos en el apostolado, los colegios y los servicios solidarios», es decir, en áreas donde no se cometió ningún abuso relevante, pues los abusos denunciados ocurrieron principalmente dentro de las comunidades sodálites, los centros de formación y en domicilios particulares. Además, es de hacer notar que estas recomendaciones se ven muy bonitas en el papel, pero también habrían sido incumplidas de manera masiva por el Sodalicio.

En resumen, la metodología del informe de los tres expertos internacionales parece haber sido darle prioridad al tema de abusos sexuales de menores —siendo que este tema es marginal dentro de la problemática global del Sodalicio—, desviar la atención de otro tipo de abusos que fueron igual de dañinos y mucho más frecuentes en la institución, cargar la responsabilidad exclusivamente sobre los abusadores sexuales sin mencionar en absoluto ni las causas sistémicas ni tampoco a quienes encubrieron esos abusos, y finalmente relegar todos los hechos a un pasado que ya habría sido superado.

De este modo, el abuso sexual de menores le habría servido al Sodalicio como cortina de humo para no tener que abordar los problemas centrales de su institución, una organización sectaria con un sistema que vulnera derechos fundamentales de las personas y termina dañándolas de por vida.

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Esta denuncia en concreto hace referencia al caso del ya fallecido sacerdote Winfried Pilz (1940-2018), quien fue entre los años 2000 y 2010 presidente de la Obra Misional de Niños (Kindermissionswerk) con sede en Aquisgrán, organizadora de la mayor colecta de la Iglesia católica realizada por niños disfrazados de Reyes Magos durante la Epifanía, generalmente a beneficio de obras humanitarias en países del Tercer Mundo. También compuso canciones religiosas que se siguen cantando durante las celebraciones litúrgicas católicas en toda Alemania.

El 29 de junio de este año el arzobispado de Colonia dio a conocer públicamente que había acusaciones de abusos en contra del clérigo. Pilz habría abusado sexualmente en dos ocasiones de un joven adulto (nacido en 1956) en situación vulnerable, en la época en que fue rector de un centro de formación juvenil entre 1972 y 1989. En 1988 la víctima habría hablado sobre los abusos sufridos con un obispo auxiliar de la arquidiócesis y habría señalado que habría otras víctimas. Parece que esto no tuvo ninguna consecuencia. Porque según el arzobispado de Colonia, recién en el año 2012 se habría tomado conocimiento de la acusación, y tras la debida investigación y corroboración, el arzobispo de entonces, el cardenal Joachim Meisner, recién en el año 2014 le impartió a Pilz una amonestación, le impuso una multa y le prohibió cualquier contacto con menores de edad. La denuncia ante la fiscalía se hizo en el año 2018 y fue archivada por prescripción del delito. En el año 2021, tras la muerte del abusador, se habría tenido indicios de que había más víctimas.

Por supuesto, la víctima no sabía nada al respecto y tomó contacto con el arzobispado en el invierno de este año. Woelki declaró bajo juramento que recién había tomado conocimiento del caso durante la cuarta semana de junio. Sin embargo, el 6 de mayo la directora de la oficina arquidiocesana le había enviado a la víctima una invitación para una conversación con el cardenal, donde decía textualmente: «El cardenal me ha pedido…» Éste es el argumento principal en la denuncia de los tres sacerdotes que acusaron a Woelki del delito de mentir bajo juramento.

Pero todas estas cosas son solamente la cereza de la torta, pues desde hace tiempo el cardenal Woelki está en el ojo de la tormenta y la mayoría de los católicos de Colonia, incluidos sacerdotes, agentes pastorales y trabajadores de la arquidiócesis, han manifestado su descontento y exigen su renuncia.

Entre las perlas cardenalicias de Woelki que han causado malestar está la decisión expresada el 30 de octubre de 2020 de no hacer público el informe independiente sobre abusos sexuales en la arquidiócesis encargado al bufete de abogados Westphal Spiker Wastl de Múnich, aduciendo graves fallas metodológicas, encargando un nuevo informe a los abogados penalistas Kerstin Stirner y Björn Gercke, que fue presentado el 18 de marzo de 2021, y donde no se encontró ninguna responsabilidad en el arzobispo Woelki de haber encubierto abusos, a diferencia de los informes de otras diócesis alemanas, donde sí se determinó responsabilidad de parte de los obispos a cargo.

Los dos informes costaron en total 1.27 millones de euros, y si a eso se suma lo desembolsado por la arquidiócesis en abogados especializados en derecho de medios y consultorías de comunicación y relaciones públicas, se llega a la suma de 2.8 millones de euros. Mientras tanto, a las víctimas de abusos se les ha pagado desde el año 2010 en concepto de reconocimiento del sufrimiento padecido apenas 1.5 millones de euros.

Se sabe también que entre los años 2015 y 2016, por orden de Woelki, el arzobispado asumió las deudas de juego de un eclesiástico, que ascendían a la suma de 1.15 millones de euros. El dinero se tomó de un fondo arquidiocesano para necesidades especiales, que también sirve para pagar las reparaciones de las víctimas de abusos, ninguna de las cuales ha sido beneficiada con el monto concedido al afortunado clérigo.

Woelki, además, desde una postura conservadora, ha sido muy crítico del Camino Sinodal, el proceso de reforma que ha emprendido la Iglesia católica en Alemania y que se encontraría ahora en un callejón sin salida, ahogando así las esperanzas de tantos católicos alemanes que quisieran una Iglesia más cercana a las inquietudes y preocupaciones de los mortales comunes y corrientes.

¿Es el cardenal Woelki un caso trágicamente excepcional dentro de la Iglesia católica? Ocurre frecuentemente que cada vez que se investiga a un obispo católico, aparecen turbiedades e inconductas difícilmente conciliables con las enseñanzas del Jesús de los Evangelios. Porque la crisis de la Iglesia católica no enraíza en las personas, sino en un sistema que propicia que ocurran estos escándalos y donde la mayoría de los miembros de la jerarquía eclesiástica parecen cortados en el mismo molde, aunque haya excepciones.

Mientras tanto, la fiscalía de Colonia ha decidido archivar la denuncia hecha por los tres sacerdotes, aduciendo que las expresiones que dan a entender que el cardenal Woelki sabía previamente del caso son usuales en la correspondencia burocrática y que no son prueba de que efectivamente tuviera conocimiento al respecto y, por lo tanto, no hay sustento suficiente para afirmar que ha mentido. La pregunta que queda pendiente es cuánto habrá tenido que pagar el cardenal Woelki a los abogados que lo libraron de este proceso judicial. Pero que no lo libran del escándalo que sigue representando ante los fieles católicos de su arquidiócesis y de toda Alemania.

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Woelki

El refinamiento visual y la estética glamourosa de Just Jaeckin se manifestarían también en su siguiente película, “Historia de O” (1975), mucho más polémica que “Emmanuelle” y considerada en la actualidad como un clásico del sadomasoquismo. Adaptada de una novela publicada en Francia en 1954 bajo el seudónimo de Pauline Réage, la historia es como sigue. Por requerimiento de su amante, interpretado por Udo Kier, O (Corinne Cléry) acepta incondicionalmente ser llevada al castillo de Roissy para ser objeto de humillaciones, latigazos y castigos mientras es sometida sexualmente. En su búsqueda de amor y placer, O aceptará convertirse voluntariamente en una esclava sexual, pasando a ser de propiedad de Sir Stephen, de quien termina enamorándose.

Como en su película anterior, Just Jaeckin se muestra más preocupado por la estética de las imágenes que por el contenido moral del relato. Y son precisamente los paladines de la moral quienes se opusieron a una obra que, tal como está contada, no pretende transmitir un mensaje ni ser modelo de comportamiento, sino simplemente narrar una historia cargada de erotismo dentro de los cánones de la belleza y el arte. Allí reside su legitimidad, y la obra final puede estar sujeta a múltiples interpretaciones.

No obstante que en el film la presentación de los actos sexuales no es detallada ni mucho menos obscena, se consideró la película —debido a su temática, estética y suntuosa puesta en escena— como parte de la corriente del porno chic de los años 70. Es de notar que la escena final, donde O es presentada en sociedad vestida sólo con una máscara de pájaro, será adaptada por el renombrado cineasta Stanley Kubrick en su último film “Ojos bien cerrados” (“Eyes Wide Shut”, 1999).

En Alemania se consideró que “Historia de O” justificaba la existencia del género femenino sólo en cuanto objeto de placer de los varones. En consecuencia, hubo en 1975 protestas de mujeres porque supuestamente el film denigraba al sexo femenino. En Berlín las mujeres llegaron incluso a arrojar bombas apestosas en las salas de cine y a orinar en las butacas. En Bonn una mujer se encadenó simbólicamente a un falo gigante de cartón piedra. Y finalmente, en 1982 la película fue incluida en el índex de medios peligrosos para la juventud, con la consecuencia de que la versión completa del film no podía ser publicitada ni comercializada abiertamente, aunque sí versiones con los cortes indicados por la censura. La película fue sacada del índex recién en el año 2008.

Tras apuntarse otro éxito de público con “El amante de Lady Chatterley” (1981), película considerada por Sylvia Kristel como la mejor en la que ella ha actuado, Just Jaeckin se retiró de la dirección cinematográfica tras rodar “Gwendoline” (1984), una adaptación de un cómic para adultos con una historia que buscaba emular en tono de comedia las aventuras de Indiana Jones, pero con muchas escenas de lúdico erotismo, interpretadas desenfadadamente por la actriz estadounidense Tawny Kitaen y la actriz francesa Zabou. Otra vez el estilo prima sobre la sustancia, y la valoración del film dependerá del gusto y criterio de cada uno.

Lo cierto es que Just Jaeckin —quien durante lo que le quedó de vida se dedicó a lo que más le gustaba hacer: la fotografía y la escultura— creó con sus exitosas películas eróticas un precedente, estableciendo definitivamente que la presentación del sexo en la pantalla grande no tiene por qué ir reñida con el buen gusto y la belleza artística. Lo cual no han aprendido hasta ahora los cristianos conservadores fundamentalistas, que siguen creyendo que cualquier representación de la sexualidad en el cine sigue siendo una cosa obscena, un pecado que conduce a la perdición.

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Cine, erotismo

A partir de entonces el elemento infaltable en sus películas —realizadas en los 70 para la productora francesa Eurociné y para el productor suizo Erwin C. Dietrich a través de su productora Elite-Film, y en los 80 para su propia productora en España— sería un marcado erotismo, destacando las adaptaciones que hizo de obras del Marqués de Sade. Y aunque en algunas de sus películas de los 70 se incluyen ya algunas escenas propiamente pornográficas, recién en los 80 se dedicaría a hacer películas dentro de este género, comenzando con “Lilian (La virgen pervertida)” (1984), que fue la primera película pornográfica producida legalmente en España. Regresaría ocasionalmente al thriller, al terror, al cine de acción y al erotismo no pornográfico, aunque sus películas de aquí en adelante no alcanzan la calidad cinematográfica ni técnica de las que hizo en los 60, los 70 y la primera mitad de los 80.

Jesús Franco era un cineasta desconocido por el público y olvidado por la crítica cinematográfica mainstream cuando la Cinémathèque française organizó en París, del 18 de junio al 31 de julio de 2008, una retrospectiva de sus películas con el título de “Jess Franco: Fragments d’une filmographie impossible” (“Jess Franco: Fragmentos de una filmografía imposible”). Al año siguiente le sería otorgado el Goya de Honor durante la ceremonia de 2009 de los Premios Goya, el máximo galardón cinematográfico en España.

Al respecto, Jesús Franco declaró al periódico español ABC:

«No creo que merezca ningún reconocimiento. Soy un tío que hace películas porque ama el cine, y no espero recompensa por ello. No pretendo nada, excepto quizás vivir decentemente. No ser rico, porque eso implica una serie de esclavitudes que no valen la pena. Este revival mío de ahora viene del año pasado, cuando la Filmoteca Francesa me dedicó una retrospectiva de 69 películas. Si no llegan a hacer eso, el Goya no me lo dan ni de broma».

Luis Buñuel es considerado ahora un referente ineludible del Séptimo Arte, y varias de sus películas son incluidas unánimemente entre lo mejor que ha producido el arte cinematográfico en toda su historia. No sucede lo mismo con Jesús Franco, un desconocido para el público en general y cuyos filmes no suelen estar a disposición en las plataformas de streaming más populares. Sea como sea, la “peligrosidad” de ambos directores declarada por el medio periodístico más importante de la Iglesia católica nunca se ha verificado. Más bien, lo que sí se ha podido verificar, a la luz de todos los abusos que han salido a la luz, es que la Iglesia católica es una de las instituciones religiosas más peligrosas del mundo, sobre todo para menores de edad y personas vulnerables.

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Luis Buñuel

Como ya he señalado, ella no sabía nada. En esos azarosos momentos ya se había ido a vivir a Alemania, la tierra originaria de su padre, y una comunicación directa con ella era imposible. No recuerdo ya cómo conseguí su dirección, pero lo cierto es que le escribí cartas de amor —en una época donde Internet era incipiente y todavía no se había popularizado el uso del correo electrónico—, cartas que sacaba de contrabando de San Bartolo cada vez que hacía una visita a casa de mis padres. Y si bien nunca recibieron respuesta, me consta que ella las leyó por lo que voy a contar más adelante.

Incluso me inspiró una canción, en la cual se mezclaba la angustia que estaba viviendo junto con imaginería religioso de la fe cristiana que me sostenía en pie en esos momentos donde me sentía al filo de la vida y la muerte. El título que le he puesto posteriormente a esa canción inédita mía es el de “Sueño de amor en mi soledad desnuda”. Las palabras “mi fiel amor” reemplazaron las líneas donde aparecía su nombre. Y es mejor que así sea, pues lo que se describe no es un amor real, sino un amor soñado que nunca llego a concretarse. A continuación, la letra de la canción:

 

en mi soledad desnuda

el gusano de la nada

perforaba a bocanadas

un infierno sin salida

por la angustia acumulada

en el fondo de la herida

y la costra envejecida

de mi carne avergonzada

por la llaga tan temida

de la esperanza podrida

en mi espalda lacerada

por la mano abandonada

de vestigios de la vida

y la piel ennegrecida

y mortal

 

aún confiando en mi resurrección

puse en espera mi muerte anunciada

en alas de una luciérnaga viajera

crucé las sombras de un territorio en guerra

y tembloroso como el ave toqué a tu balcón

mi fiel amor

 

fue como un sueño de dulce ensoñación

como el encanto de un cuento de hadas

tu voz volando como una mariposa

sobre el dragón en mi oscuridad frondosa

lloviendo flores y los duendes cantándole al sol

mi fiel amor

 

con tu sonrisa amada

y tu suave mirada

tu ternura encendida

en mi memoria urgida

del sol sin demora

un rayo en la aurora

que calme la ira

de la marejada

en mi sangre caída

por gracia vertida

en tu copa de orquídeas

y fue como el amanecer

que ahuyenta los cuervos de mi tarde

fue como volver a ser

un niño en brazos de su madre

mi fiel amor

mi fiel amor

 

ya se muere la homicida

mala víbora engendrada

en la entraña avinagrada

por la fiera malparida

que agoniza malherida

por el tajo de la espada

del arcángel y su armada

en cruzada contra el mal

 

la mujer de la alborada

de luz solar vestida

sobre la luna erguida

y de estrellas coronada

besó con su mirada

mi fe robustecida

mi esperanza crecida

y mi amor

 

enamorado me puse a caminar

entre las ruinas de un largo pasado

te apareciste en mi senda dolorosa

como la brisa en una mañana hermosa

como el lucero de la tarde que refleja el sol

mi fiel amor

 

acompañado en mi peregrinar

por los fantasmas de lo derrumbado

tu aparición fue como la primavera

y ahora te canto y te llamo compañera

mi compañera de la espera, mi vida, mi amor

mi fiel amor

 

Abandoné San Bartolo en julio de 1993 con la intención de mantener mi promesa de profeso temporal hasta octubre de ese año, que era cuando caducaba, pero también con el deseo de recorrer nuevos caminos en la vida, aunque siempre vinculado al Sodalicio entre aquellos llamados a la vocación matrimonial.

Mi adolescencia había quedado trunca en la década de los 70, cuando me uní formalmente al Sodalicio a los 15 años de edad, y ahora en los 90 era prácticamente un adolescente de 30 años. Tuve que madurar de golpe a través de un proceso que no estuvo carente de sufrimientos y resbalones sentimentales. Con una antigua y querida amiga tuve conversaciones sobre amor y sexualidad que me hicieron poner los pies en tierra. Viví mi primer romance —que sólo duró un mes— con una chica que vivía al lado de una comunidad sodálite y que había sido el motivo de las noches de insomnio —con pesadillas y gritos incluidos— de un sodálite de esa comunidad, el cual terminó yéndose e iniciando un vínculo amoroso con ella, que tampoco fue duradero, pues ella terminó cayendo en los brazos de otro exsodálite, el que más tiempo había vivido en comunidades sodálites antes de que yo siguiera el mismo camino y le quitara el récord. Yo fui algo así como el tercer tramboyo que quedó enredado en las redes de ella.

Lo cierto es que ese amor fugaz y pasajero me dejó el corazón roto y cantando boleros durante varios meses. E incluso llegué a componer algunos, que permanecen aún inéditos. Después conocería a mi actual mujer, con la que me casaría el 29 de noviembre de 1996 en la iglesia de la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho), siendo el oficiante José Antonio Eguren, en una época en que aún era solamente el párroco.

Cuando mi mujer y yo todavía estábamos de enamorados, supe que ella, la musa que había inspirado mis sueños, había regresado de Alemania. Con conocimiento de mi enamorada y actual mujer, que sabía de mi historia, fui a visitarla a su casa, donde tuvimos una conversación sincera. Téngase en cuenta que yo todavía me sentía afectiva e institucionalmente vinculado al Sodalicio. Al final de nuestra plática me devolvió todas las cartas que yo le había escrito, diciéndome que leerlas le hacía daño. Ésa fue la última vez que la vi. Yo creía estar cerrando una etapa definitiva de mi historia. Sabía en ese momento que algo entre ella y yo jamás habría funcionado.

El 18 octubre de 2015, a través del programa periodístico Cuarto Poder, se hicieron públicos los abusos cometidos por Figari y otros miembros del Sodalicio de Vida Cristiana. Recibí varios e-mails de apoyo por mi contribución al develamiento de los abusos. Entre esos e-mails, casi veinte años después de nuestro último encuentro, estaba uno de ella del 26 de octubre, que generó un breve intercambio. No quisiera revelar muchos detalles de esos mensajes, a fin de salvaguardar su identidad. Allí me decía:

«A mí particularmente [los sodálites] me aterraron luego del tiempo en que nos prepararon para la confirmación, y sin duda, marqué una distancia absolutamente radical con todo, incluyendo seguramente contigo en el tiempo en que decidiste acercarte. Quiero disculparme contigo si fui —inconscientemente y sin querer serlo— no amable contigo en ese momento. Sin duda fue más por el rechazo que sentía a todo el Movimiento [de Vida Cristiana], no fue a nivel personal».

Pero lo que más me conmovió fue este párrafo que incluyó en su segundo mensaje de ese día:

«Sí, sí me di cuenta de que te habías enamorado de mí, lo respeté, lo cuidé y sin duda, traté de ser lo más delicada posible para no herirte pues lamentablemente —y digo lamentablemente pues eres un hombre y siempre fuiste un ser humano extraordinario—, yo no pude corresponderte en el momento que me escribías con tanto corazón desde San Bartolo. Pero si inclusive por esa ilusión que sentiste por mí pude también acompañarte durante ese tiempo e inclusive impulsarte a que tomaras otro vuelo y decidir salir, pues ÉSA fue mi misión contigo. Y si fue así, te juro que me alegro de todo corazón, y te lo digo sinceramente. Pero sabes, te puedo también decir, que escribes lindo. Todo tu corazón estaba puesto en cada línea. Gracias por habérmelas regalado así, con toda tu alma».

Las cartas no las conservo, pues mi mujer me pidió allá en los 90 que las destruyera, cosa que hice por un principio de lealtad y transparencia. Pero lo que ellas significaron para mí —y el rol que la musa que las inspiró jugó en mi vida— ha dejado una huella indeleble en mi corazón, por la cual siempre quedaré eternamente agradecido.

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Sodalicio
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