Cae también bajo el escrutinio de Andreas Sturm el poder de la Iglesia, que no admite disensos entre sus filas, y el clericalismo, que excluye a los fieles laicos de la toma de decisiones y de una participación democrática en la configuración de las comunidades locales, otorgándoles poder absoluto de decisión sólo a los obispos y sacerdotes. Y, por supuesto, no se olvida de señalar la marginación de las mujeres de muchos cargos y funciones en la iglesia.

Ciertamente, el escándalo de los abusos sexuales y su encubrimiento forma parte sustancial de sus reflexiones, más aún cuando él ha tenido en ocasiones que hablar como representante de la parte abusadora, no sin que ello haya ido acompañado de conflictos de conciencia por la manera en que la Iglesia ha maltratado a las víctimas.

 Así resume Andreas Sturm su decisión al final de su libro:

«Yo siempre quise ser sacerdote. Sacerdote como pastor de almas para los seres humanos. Yo quería hablar de este Jesucristo, que redime mi vida y la enriquece en muchos aspectos. Yo siempre quise bautizar niños y prepararlos para recibir los sacramentos. Yo quería celebrar misa con una comunidad y poner en las manos amorosas de Dios lo que hemos experimentado y vivido, quería celebrar la redención e implorar fuerza y consuelo para la siguiente semana. Yo quería acompañar a las parejas en su amor y al inicio de su camino en común y concederles la bendición de Dios. Yo quería asegurarles, a aquellos que sienten que han cometido errores y han pecado, el perdón amoroso de Dios. Y yo quería acompañar a las personas en su último viaje, consolar a los que están de luto y enterrar a los difuntos. Pero yo no quiero seguir yendo contra mis convicciones, porque yo creo que todo esto también lo puede hacer una mujer como sacerdotisa. Yo no sólo quiero concederle la bendición a parejas heterosexuales, sino también a personas queer en sus relaciones. Yo ya no quiero seguir encontrándome con parejas en iglesias a puertas cerradas, sólo porque eventualmente uno de los dos ya está casado. Yo no quiero seguir poniendo mis fuerzas al servicio de una Iglesia en la cual sus empleados tienen miedo porque van contra un compromiso de fidelidad. Yo no quiero tener miedo de enamorarme y tampoco de vivir ese amor.

Yo tengo que salir de esta Iglesia, en la cual los abusadores pueden cometer sus delitos durante demasiado tiempo y son encubiertos. Me repugna lo que leo en los informes de los afectados. No es su culpa y no es mi culpa, pero es tan lamentable la imagen que como Iglesia en su totalidad proyectamos. Casi nadie saca las consecuencias y renuncia; se atrincheran detrás del Papa. Esto es difícil de soportar y a duras penas de transmitir.

Yo tengo que salir de esta Iglesia, en la cual no se ordena a mujeres, porque simplemente negamos su vocación y rechazamos su ordenación como imposible. En la que las personas queer no son aceptadas verdaderamente y que no permite que su amor del mismo sexo sea. Salir de una Iglesia que más bien se aferra al celibato obligatorio, el cual enferma a muchos sacerdotes y los deja en la soledad o representa una enorme carga emocional para sus compañeras o compañeros de vida».

Se trata a fin de cuentas de una decisión de conciencia de alguien que ha tenido una cuota de poder en la Iglesia católica y que, no obstante, se siente impotente y ha perdido toda esperanza de que haya un cambio verdadero. “Mi corazón esta vacío – como muerto”, señala Sturm. Y se va para no perder su fe y protegerse a sí mismo antes de que todo se derrumbe.

Una decisión válida, tan válida como la de la periodista Christiane Florin (nacida en 1968), que desde una perspectiva feminista también ha manifestado críticas semejantes —e incluso más ácidas— a la institución eclesiástica, pero que ha tomado una decisión muy distinta, como se refleja en el título de su último libro publicado en el año 2020: “¡A pesar de todo! Cómo intento permanecer católica” (“Trotzdem! Wie ich versuche, katholisch zu bleiben”).

 

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Iglesia

El film de Jacques Rivette, sin duda la mejor y la más fina de las adaptaciones, fue objetado desde su rodaje por círculos de la Iglesia católica, que lo consideraban blasfemo. Lo cierto es que la película obtuvo dos veces la requerida “visa d’exploitation”, es decir, el permiso para proyectarla en cines, y las dos veces el Ministro de Información Yvon Bourges bloqueó esta decisión. Otro Ministro de Información posterior, Alain Peyrefitte, argumentó que el film hería de manera grave los sentimientos y la conciencia de una gran parte de la población. Intelectuales como la periodista Françoise Giroud y el cineasta Jean-Luc Godard protestaron contra la censura, y finalmente el escritor André Malraux, quien había asumido el cargo de Ministro de la Información, dio permiso para que el film fuera exhibido en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo una nominación a la Palma de Oro. Este hecho le abrió la puerta a las exhibiciones cinematográficas en Francia, que se iniciaron en julio de 1967, obteniendo el film un relativo éxito.

La adaptación de Joe D’Amato es la que más libertades se toma respecto al texto original de la novela. Pero también es la versión más escabrosa y sórdida. Pues la cinta se ubica dentro del subgénero de explotación de monjas en conventos, dirigido al público adulto que acudía a los cines de segunda donde se ofrecían filmes cargados de violencia, sexo y sensacionalismo. Y si bien D’Amato sabe utilizar muy bien los códigos del lenguaje cinematográfico con una exquisitez que no encontramos en otros cineastas más pedestres y vulgares, su cinematografía está plagada de películas sensacionalistas sin restricciones, que van desde el terror sanguinolento hasta el erotismo e incluso la pornografía. Y eso se nota en este film que, si bien no es pornográfico, en ocasiones se le va la olla. Suzanne es violada por su padrastro en la primera escena, la afección de la Madre Superiora es gráficamente lesbiana, no hay reparo en mostrar desnudos de monjas e incluso una monja masturbándose frente a la estatua de un santo, se ve el sadismo de las monjas cuando azotan con crueldad manifiesta a Suzanne, se hace hincapié en la falta de control que algunas monjas tienen sobre su sexualidad. No obstante, ninguno de estos hechos aparece como inverosímil y se evidencia la crítica a la hipocresía y la doble moral del estamento religioso y clerical de la Iglesia, sobre todo en la impactante escena final del juicio, donde casi todos los testigos mienten a fin de salvaguardar la imagen de la institución eclesiástica, aunque tenga que ser condenada una inocente.

Parece que en la década de los 80 los tiempos ya habían cambiado, pues el film de D’Amato, a diferencia del de Rivette, no sufrió ningún tipo de censura, no obstante que tenía un enorme potencial para herir la sensibilidad de más de un católico mojigato.

El tercer film, de estilo clásico y académico, es quizás el más mesurado de todos, aunque se aparta al final de la trama original urdida por Diderot. Y más acorde con los tiempos actuales, presenta a Suzanne como una mujer que lucha por su derechos y al final logra escapar del convento y encontrar el lugar de residencia de su padre, quien había muerto el día anterior. No ocurre lo mismo en el film de Rivette, donde si bien Suzanne logra escapar, es acogida por una matrona dueña de un burdel y termina lanzándose por la ventana a fin de evitar una vida indigna. Y en la película de D’Amato Suzanne es condenada a muerte, acusada de haber hecho un pacto con el Diablo y ser una endemoniada.

Lo cierto es que, después de leer el libro “Siervas”, las historias que presentan estas películas ya no me parecen tan ficticias y lejanas de la realidad. Pues cada vez ocurre con mayor frecuencia que detrás de un gran ideal heroico, pero alejado de la vida de los mortales comunes y corrientes, se oculte una gran tragedia. O un gran infierno.

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mujeres, Religión, Sodalicio

Todas estas ideas extravagantes llevaron a Tobias Rathjen a planear cuidadosamente el atentado, estudiando los locales donde descargaría a tiros las armas que poseía legalmente por ser miembro de dos asociaciones de caza. Éste iba a ser para él un momento histórico, pues daría inicio a la limpieza étnica en Alemania, pues el creía que habían naciones que debían ser borradas de la faz del planeta.

Las teorías de la conspiración no murieron con Tobias. Durante un interrogatorio su padre declaró que su hijo habría sido víctima de una organización secreta que actuaba a nivel mundial, cuyos agentes lo habrían matado y colocado su cuerpo en la casa paterna; después un agente vestido como su hijo habría cometido los asesinatos.

Pero lo que también plantea serias interrogantes es el fracaso de las entidades del Estado ante esta emergencia. Después de los primeros disparos a las nueve de la noche ingresaron numerosas llamadas a la central telefónica de la policía, que nunca fueron atendidas porque no había personal suficiente atento al teléfono. La policía recién se entera del atentado una hora después de los primeros disparos y pasaría una hora más antes de que las primeras unidades llegaran a los lugares de los hechos para atender a los heridos. Un comando de operaciones especiales con 19 efectivos encontraría a las once de la noche, una hora después, los cadáveres de Tobias Rathjen y su madre. Curiosamente, este comando sería disuelto en junio de 2021, pues se descubrió que 13 de sus miembros eran participantes asiduos de chats de extrema derecha.

Tras unos últimos minutos donde aparece el mismo Uwe Boll visitando los lugares del atentado y comentando los hechos, el film termina con una extensa lista de personas que han sido asesinadas por la extrema derecha en Alemania entre 1990 y 2020.

Porque desde Hitler y Mussolini hasta Donald Trump, e incluso en la actualidad, las ideologías de extrema derecha han elaborado teorías de la conspiración que, no por ser falsas, se han de considerar inocuas e irrelevantes. Pues estas teorías de la conspiración hacen daño, destruyen, en fin, matan.

 

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proyecto, videojuegos populares

El caso recién sale a la luz cuando Peter (nombre cambiado) es expulsado del internado de la Casa San Antonio ocho días antes del inicio de las vacaciones de otoño de 1961. Un día antes de las vacaciones de verano, camino a casa de sus padres, había hecho una parada en Hamburgo y había tenido comportamientos no apropiados —según la moral católica— con una muchacha, lo cual traería mala reputación a la institución educativa en la cual estaba. Después de que su padre se enterara y lo hubiera disciplinado e interrogado, Peter contó que durante las vacaciones de verano en Lembeck «había sido abusado homosexualmente junto con los otros muchachos por Wielewski. Cada noche éste se llevaba a otros muchacho para dormir con él en su dormitorio». El padre presentó una denuncia ante la policía.

Pero Wielewski ya no se encontraba en Alemania. En el mismo año 1960 había solicitado permiso para realizar labor pastoral en Suecia durante dos años y se le había concedido. Ya el Vicario Genral de Münster, Laurenz Böggering, había sido informado a través de un sacerdote de los comportamientos inapropiados de Wielewski con los jóvenes, y busco mantener el caso dentro de los fueros eclesiásticos sin informar a las autoridades. Pero cuando la denuncia llegó a la fiscalía, Wielewski fue suspendido de sus labores sacerdotales en la diócesis de Münster y se le conminó a regresar para ponerse a recaudo de la justicia. Wielewski se negó y en 1962 huyó a Brasil, donde encontró acogida entre los Padres Palotinos. A petición de sus progenitores, que le enviaron una carta en el otoño, accedió a regresar a Europa a través de Holanda. En la Navidad de 1962 lo encontramos trabajando para Caritas en Roma, donde tiene un encuentro con Mons. Höffner, obispo de Münster, quien lo pone en contacto con Mons. Tenhumberg, obispo auxiliar, el cual lo recomienda a Mons. Andreas Rohracher, arzobispo de Salzburgo (Austria). Wielewski laboraría como cooperador en Austria entre 1963 y 1964.

Cuando solicita la nacionalidad austriaca, las autoridades alemanas, tomando conocimiento de esto, solicitan su extradición y Wieleswki es detenido, pero es liberado muy pronto gracias a una fianza pagada por la Sede Episcopal de Salzburgo y manteniendo la promesa de permanecer disponible en la ciudad. Promesa que no cumplió, pues a fines de 1964 huyó otra vez a Sudamérica, esta vez a Santiago de Chile para trabajar en Caritas Internacional. En 1965 lo encontramos en la diócesis de Villarica en Paraguay trabajando para la misma organización de ayuda humanitaria, y en mayo de 1966 asume una parroquia en Argentina, en la diócesis de Lomas de Zamora. Para entonces se había cambiado de nombre. Ahora era el P. Conrado Nadolle, de nacionalidad paraguaya.

Para mala suerte suya, en marzo de 1969, durante una estadía en Suiza por motivo de vacaciones, es detenido por un mandato de la Interpol y finalmente llevado a Alemania, donde sería juzgado y condenado por actos deshonestos en perjuicio de ocho menores de edad. Wielewski admitió todos los hechos. Pero lo que no dijo fue que había más víctimas, pues el primer denunciante, Peter, nunca fue llamado a declarar en el caso, y después del año 2010 hubo otras cuatro personas que testimoniaron haber sido víctimas de Wieleswki. Le dieron dos años y 6 meses de prisión, pero salió libre en 1970. Tras una cura de reposo, la diócesis de Münster le otorgó licencia para desempeñarse en Argentina, donde se dedicó a labores pastorales con niños y jóvenes hasta el año 1976. Posteriormente, necesitado de ayuda psicológica y aquejado por problemas de depresión y alcoholismo, realizaría labores pastorales en Berlín hasta su jubilación. En 1985 recibe la oferta de asumir una representación de la comunidad germanoparlante en Ciudad de México. El 29 de agosto de ese año muere en circunstancias no aclaradas: cae desde la azotea jardín del séptimo piso de la casa de la comunidad en Ciudad de México. ¿Fue un accidente? Según la policía, su ropa estaba desgarrada, y no se podía excluir la posibilidad de un crimen. No hubo ningún testigo.

Que el P. Wielewski pudiera sustraerse durante tanto tiempo a la justicia sólo fue posible con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, no sólo de la diócesis de Münster —en la cual estaba incardinado—, sino también de las iglesias locales donde realizó su labor pastoral, quedando abierta la posibilidad de que hubiera cometido más abusos en esos lugares. En particular, el regente del seminario diocesano de Münster, Johannes Weinand, mantuvo en pie la comunicación entre el obispado de Münster, el P. Wielewski y las autoridades eclesiásticas locales donde estaba asignado. De este modo, la Iglesia católica manifestó una vez más una de sus facetas como organización criminal: la ayuda y protección a criminales dentro de sus filas para que puedan huir de la justicia.

 

 

 

 

 

 

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P. Wielewski

A la violencia sexual se añadieron maltratos físicos y psicológicos. «Por ejemplo, yo era obligado a comerme mi propio vómito cuando había arrojado», cuenta Zander sobre su sádica preceptora. «Yo mojaba la cama. Entonces ella me ponía en la mañana bajo la ducha fría y con un cepillo de dientes restregaba mi pene con sal». El párroco también aplicaba violencia, llevaba a cabo exorcismos sobre la “estirpe del diablo”, golpeaba a los “engendrados en pecado”. Dice Zander que esta “violencia religiosa” era tan nefasta como la violencia sexual.

«Abajo en el sótano eras violado y arriba se nos obligaba a la fuerza a rezar y cantar. Había coerción para ir a la iglesia todos los domingos. Había verdaderas expulsiones de demonios con golpes. Y siempre reproches y amenazas: “¡Si no haces esto, te irás al infierno!” Para mí de niño eso era normal, pero a la larga no era otra cosa que coerción. Desde mi punto de vista actual era pura demostración de poder, abuso de poder. No importaba que fuera el párroco, la preceptora, el conserje o el director del hogar infantil: todos ellos tenían cuasi poder sobre nosotros. El abuso sexual siempre es abuso de poder; no se debe relativizar esto, diciendo que todos eran pedófilos. Como el conserje, que no era pedófilo. Abusaba de los niños y luego les introducía cuerpos extraños, yo mismo lo viví. Se caracterizaba por ser muy sádico. Y esta conducta se reflejaba después en mi grupo, allí había insoportables orgías de golpes».

En el año 2015 Zander publicó una pequeña novela basada sobre sus experiencias personales con el título de “Y Dios aparta la mirada (La historia de Dieter Z. – Un niño en el infierno)” [“Und Gott schaut weg (Die Geschichte des Dieter Z. – Ein Kind in der Hölle]”, donde, además de narrar los abusos de todo tipo que sufrió, describe lo que se puede considerar un sistema de abuso, donde cada uno de los responsables cumple una función y donde muchos no ven —o no quieren ver— lo que se les hace a los niños. Allí también se describe a un grupo de donantes, hombres que colaboraban monetariamente o con servicios a la comunidad evangélica y que podían llevarse un fin de semana a cualquier niño para un paseo, supuestamente para hacer que por algunos momentos se sientan parte de una familia. Uno de los principales donante de la comunidad de Korntal habría sido también un abusador de menores, así como otros señores interesados en el “bienestar” de los niños.

No obstante que los Comunidad Evangélica de Hermanos de Korntal buscó silenciar a Zander, desacreditándolo como un mentiroso y embustero, finalmente tuvieron que admitir los hechos, dado que aparecieron nuevos testimonios de más de 140 víctimas. Se encargó una investigación independiente que incluía dos hogares infantiles de la comunidad entre los años 50 y 80, realizada por la exjueza Brigitte Baums-Stammberger, el pedagogo Bruno Hafeneger y el sociólogo Andre Morgenstern-Einenkel, los cuales presentaron su devastador informe el 7 de junio de 2018. Fueron entrevistadas 105 víctimas —entre ellas Zander—, de las cuales 56 habían sufrido violencia sexual. Se pudo identificar a 81 abusadores, de los cuales 8 eran abusadores intensivos en serie. Una vez publicado el informe se han reportado más de 50 víctimas adicionales.

Comenta Zander: «Desde mi punto de vista no se puede decir que el contexto católico sea peor que el evangélico – en ambas iglesias no se hace nada. Ambas están igual de mal y son terribles». Pero la atención puesta sobre la Iglesia católica eclipsa los abusos cometidos en las iglesias evangélicas. Zander recalca que «para nosotros, víctimas protestantes, hay poco apoyo».

Actualmente Detlev Zander forma parte de un equipo de investigación independiente para la atención de violencia sexual y otras formas de abuso en la Iglesia evangélica en Alemania, es oficialmente representante a nivel federal delas víctimas de abusos de la Iglesia evangélica alemana y ha fundado la Asociación Fórum Red de Víctimas (Verein Netzwerk Betroffenen Forum).

En febrero de este año declaraba que «el mismo se había convertido en punto de contacto». En el último año y medio se habían contactado con el 168 víctimas de comunidades protestantes. Muchos no querían declarar ante comisiones conformadas sólo por representantes de las iglesias evangélicas. Incluso para la investigación en curso se habían reportado demasiadas pocas víctimas. Zander alienta a participar: «El que calla, le fortalece las espaldas al abusador».

Detlev Zander ya no callará nunca más. Quiere pisarle los callos a los obispos para llevar adelante un esclarecimiento independiente. «Quien no logra crear estructuras sanas, se hace cómplice, le da a los abusadores y abusadoras la oportunidad de violar niños», dice. Para el próximo año se esperan los resultados de la investigación independiente. Zander prevé en la Iglesia evangélica el mismo terremoto que actualmente sacude a la Iglesia católica.

De este modo, a las iglesias que se vanagloriaban de ser recintos de luz y santidad se les puede aplicar lo que decía el escrito alemán Johann Wolfgang Goethe: «Donde hay mucha luz, la sombra tiende a ser profunda».

El P. Dariusz Oko, tras la denuncia del P. Rothe, había sido condenado por la fiscalía a pagar una multa de 4,800 euros. Y el editor de la revista donde fue publicado el artículo, el P. Johannes Stöhr, a una multa de 9,100 euros. Sin embargo, apelaron la decisión. Por lo cual, el viernes 20 de mayo se realizó una audiencia judicial en la Sala 142 del Juzgado de Primera Instancia de Colonia, ciudad donde tiene su sede la revista Theologisches.

El proceso estuvo tachonado de momentos pintorescos. En un audiencia judicial pública en Alemania no se suele aplaudir. Aquí ocurrió precisamente eso. Asistentes a la audiencia aplaudían por momentos al sacerdote Dariusz Oko, algunas mujeres levantaban la voz cuando el fiscal explicaba la situación judicial, sonaban celulares, un hombre telefoneaba en polaco, dos mujeres rezaban el rosario, un hombre llevaba una camiseta con la inscripción “Soldado de Cristo”. La jueza Sophie Schwartz no reaccionaba ante las interrupciones y el ambiente estaba cada vez más caldeado. Cuando se aplaudía, sólo sonreía irritada. En un momento el fiscal supremo Ulf Willuhm toma el micrófono y aclara que no se acostumbran las ovaciones en un juzgado: «no se trata de una representación teatral».

Más de 25 simpatizantes del sacerdote polaco han venido a Colonia, la mayoría de ellos habla sólo en polaco. En las pausas algunos se toman fotos con el clérigo sexagenario, muy popular en Polonia entre los conservadores nacionalistas e invitado frecuente de talk shows, además de director de la cátedra de Filosofía Cognitiva de la Pontifica Universidad “Juan Pablo II” de Cracovia.

El denunciante P. Rothe también estaba entre los presentes. En la pausa un hombre quiso leerle pasajes de la Biblia.

Tres horas dura la lectura pública de dos artículos del P. Oko sobre el tema de la homosexualidad en la Iglesia católica.

A continuación, el P. Oko manifiesta que sus textos han sido malinterpretados y que él mismo se considera defensor de las víctimas de abuso. Afirma no tener nada contra los homosexuales en general. «Yo sólo escribo sobre sacerdotes homosexuales que cometen delitos y destruyen la Iglesia». Sin embargo, en la segunda parte del artículo, publicada posteriormente, el sacerdote polaco había escrito: «No se debe intentar convertir a estas personas, pues para ello ya están demasiado corrompidas y degeneradas, sólo se debe rezar por ellas, y reflexionar y planear cómo uno puede proteger a los jóvenes, a jóvenes clérigos, a sí mismo y a toda la Iglesia de ellos». 

Su abogado defensor alega que la traducción alemana del artículo es cruda e imprecisa. Tras una conversación con su abogado defensor, P. Oko termina diciendo que lamenta sus expresiones y que le pide perdón a todos los que haya ofendido a través de ellas. El coacusado P. Stöhr ya había pedido perdón. Finalmente, la jueza considera que ambos acusados han recapacitado y decide archivar el caso sobre la base de un acuerdo extrajudicial por el cual el P. Oko debe pagar 3,150 euros y el P. Stöhr – que cuenta con mayores ingresos- el monto de 4,000 al Weisser Ring, una asociación sin fines de lucro dedicada a ayudar a las víctimas de delitos.

El P.Rothe, en declaraciones a Domradio, expuso su parecer sobre la decisión judicial.

«No fue ninguna condena, pero tampoco fue precisamente una absolución. El acuerdo entre la fiscalía y el tribunal fue precedido de una disculpa del autor del artículo incriminado por sus expresiones, formulada muy claramente. Le ha pedido perdón a todos aquellos que se hayan sentido ofendidos con ello. Y ha reiterado que nunca más volverá a expresarse de esa manera.

En esa medida considero esto como un resultado positivo. Pues en última instancia se trata de que esas expresiones no tienen lugar en una sociedad libre y en una democracia. De esto eran conscientes tanto la fiscalía como el tribunal. Y esto fue puesto también de manifiesto por el acusado».

Ya antes de la audiencia, cuando se conoció la orden penal que multaba al sacerdote polaco, el Viceministro de Justicia de Polonia, Marcin Romanowski, había manifestado su desacuerdo, declarando que veía «tendencias contrarias a la libertad en el sistema de protección legal de Alemania».

En las sanciones contra el P. Dariusz Oko, ¿había una amenaza a la libertad de expresión?

En Alemania la libertad de expresión tiene límites especificados por la ley. Se tolera prácticamente todo, excepto aquello que incite al delito o que socave la tolerancia. Lo que el P. Dariusz Oko escribió no puede estar protegido por la libertad de expresión, pues invita a la discriminación y maltrato de las personas homosexuales. Y lo que él planteaba llevar a cabo en su artículo era prácticamente una razzia contra los homosexuales en la Iglesia católica. Lamentablemente, hay muchos católicos que piensan así. Y la Iglesia católica sigue siendo uno de los espacios de este mundo donde todavía hay derechos fundamentales de la persona humana que todavía no han sido conquistados. Entre ellos, el derecho de las personas homosexuales a no ser discriminadas de ninguna manera.

A los 15 años pasó a una panadería de Espira para aprender el oficio de panadero. Allí vivió hasta los 17 años. Su cama estaba en un dormitorio de paso al dormitorio de Jonny, un camarada de oficio 10 años mayor que él que también estado en el hogar infantil de la Engelsgasse. La primera noche, medio borracho, lo asaltó sexualmente, y así ocurrió cada dos días durante dos años, hasta que en un momento Viktor tuvo el valor de defenderse y termino dándole una paliza. Sólo entonces terminó el abuso. Pero Viktor llevaría las huellas de lo sucedido en su cuerpo y en su alma durante el resto de su vida. Angustia, depresiones, falta de concentración, sobrepeso, presión sanguínea alta y diabetes son los males que lo aquejaron, además del fracaso de su matrimonio. Viktor se convirtió en una persona incapaz de soportar la tensión normal que requiere un puesto de trabajo a tiempo completo.

Posteriormente presentó copia de un documento donde estarían listados los nombres de varios niños del hogar infantil y cuánto habían recibido las monjas de los caballeros por cada niño que era violado. Parecía ser una prueba de los abusos sufridos. Lamentablemente, un peritaje concluyó que el documento era una burda falsificación, por lo cual un periodist que entrevistó a Viktor para un documental del Mannheimer Morgen se preguntaba si este hombre de vida arruinada había decidido mentir en su desesperación por disipar toda duda sobre los abusos vividos, o si alguien le habría suministrado el documento con la mala intención de desacreditarlo.

Aún así, los criterios del Tribunal de Seguridad Social para considerar plausible el relato de Viktor se mantienen en pie. En la diócesis de Espira se presentaron 63 casos sospechosos de abuso, de los cuales 31 fueron reconocidos como plausibles y recibieron compensaciones económicas. Además, hubo dos denuncias posteriores, que acusaban al prelado Rudolf Motzenbäcker de abusos, aunque no mencionaban el detalle de las “fiestas sexuales”. Una investigación judicial ya no era posible, dado que Motzenbäcker, tras ser Vicario General de 1959 a 1968 y supremo jurista canónico de 1969 a 1995 en la diócesis de Espira, había fallecido en 1995.

Además, Viktor mostraba reacciones emocionales como miedo, odio y repugnancia cuando hacía un recuento, rico en detalles, de los abusos sufridos. Todo esto hace improbable que la historia sea un mero producto ficticio de su imaginación.

Viktor indicó también que personalmente ya no podía visitar Espira. La última vez que lo hizo se derrumbó. Tampoco puede soportar ver una misa por televisión. Asimismo, a Viktor le fue muy difícil y le tomó mucho tiempo llegar a contar lo sucedido. Todo ello habla de sinceridad y autenticidad en lo que relata, lo cual convenció al tribunal de que Viktor había sufrido fuertes maltratos físicos y psicológicos durante su estadía en Espira, y también en gran medida abusos sexuales, aunque los detalles no podían ser corroborados con pruebas, ni tampoco había la certeza absoluta de que todo hubiera ocurrido exactamente tal como él lo contaba. Los testimonios de varias monjas asegurando que no vieron nada sospechoso no anulan lo narrado por Viktor.

Finalmente, el caso llegó a la prensa sólo gracias a la sentencia de un tribunal civil, casi diez años después de que hubiera sido denunciado ante una autoridad eclesiástica. Y esta sentencia es a la vez un informe minucioso del abuso, que rara vez encontramos en los informes elaborados por instancias eclesiásticas. Por eso mismo, resulta evidente que la Iglesia es incompetente para investigarse a sí misma y son las instancias civiles las que deben asumir esta tarea sin piedad para que se pueda llegar a la verdad completa sobre los abusos. Casi todas las demás declaraciones de intenciones de las altas autoridades eclesiásticas suelen ser puros cantos de sirenas.

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abuso sexual, plausibilidad

La Comisión Independiente para Prestaciones de Reconocimiento (Unabhängige Kommission für Anerkennungsleistungen – UKA) examina la plausibilidad de los testimonios. En el caso de Markus M., Ansgar Schreiner, ex director del juzgado de primera instancia de Germersheim y hasta septiembre del año pasado encargado independiente de abusos de la diócesis de Espira, elevó una solicitud de reconocimiento del sufrimiento padecido a la Comisión para la Atención de Abusos Sexuales (Komission zur Aufarbeitung des sexuellen Missbrauchs), con sede en Bonn. La Iglesia no habla de indemnización, aclara Markus, pues judicialmente los hechos han prescrito.

Markus recibió la suma de 3,000 euros. Ansgar Schreiner logra, tras una conversación con Andreas Sturm, vicario general de la diócesis de Espira, la suma adicional de 2,000 euros, pero nada más. Tienen las manos atadas, asegura la víctima de abusos que dicen las autoridades eclesiásticas. Una solicitud posterior y más detallada a la UKA resultó en el reconocimiento de una prestación de 5,000 euros que, sin embargo, no le fueron transferidos a Markus debido a que ya había recibido dinero anteriormente.

Markus M. es muy crítico respecto a la labor realizada por la Comisión. «La UKA es una organización de coartada de la Conferencia Episcopal», asevera. No es transparente y trabaja muy lentamente. No está claro cuáles son los criterios para determinar los montos a pagar, y las prestaciones inferiores a los 10,000 euros ni siquiera son registradas en el listado público.

Markus es consciente de que cuando una persona es violentada sexualmente, las consecuencias se arrastran durante toda la vida. «Yo me he enterado de cosas inauditas», dice el septuagenario refiriéndose a acontecimientos ocurridos en el hogar infantil de la Engelsgasse en Espira. Hay casos de quienes no pueden ducharse sin antes desatornillar el cabezal de la ducha, porque con este artefacto fueron abusados analmente. A un niño de 8 años le fue arrancado el prepucio de un mordisco. Markus sabe de niños con sangre corriéndoles por las piernas.

Mientras tanto, ha presentado una tercera solicitud para reconocimiento del sufrimiento padecido, ante lo cual el obispo de Espira, Karl-Heinz Wiesemann, lo invitó en febrero a él junto con su mujer al palacio episcopal. De nuevo relató detalladamente lo que le había sucedido. «Eso fue muy doloroso para mí, hasta el punto de derramar lágrimas». Sin embargo, el obispo no tiene la potestad de elevar la suma de la prestación concedida, dice Markus que fue el resultado de la conversación.

A pesar de todo, está convencido de que puede motivar a otros a hablar de sus experiencias de abuso y a confrontar a la Iglesia católica con los reprochables actos de sus dignatarios eclesiásticos. Por eso mismo, ha aceptado a ser uno de los nueve miembros honoríficos del Consejo Consultivo (de Sobrevivientes de Abuso Sexual) de la diócesis de Espira, fundado en abril de 2021 por Bernd Held, entonces de 55 años, quien también fue víctima de abusos a los 13 años por parte de dos religiosos en un liceo de Homburg. El objetivo de este consejo es ayudar a que se vea el abuso desde la perspectiva de los afectados, lo cual no siempre se logra. Como actual presidente del consejo, Held es de la opinión de que el tema del abuso eclesiástico ha obtenido una amplia difusión en los doce años transcurridos desde que en 2010 salieran a la luz los casos del Colegio Canisio de Berlín. Sin embargo, «la Iglesia católica hace como que estuviera procesando el asunto, pero nada resulta de eso».

La experiencia de Markus M. en su búsqueda de una justa compensación económica por los daños sufridos resulta más dolorosa ante uno de los más recientes escándalos en la Iglesia católica alemana, a saber, que el arzobispado de Colonia, según informa la Süddeutsche Zeitung, pagó entre los años 2015 y 2016 las deudas de juego de un presbítero de la arquidiócesis. ¿El monto total, que incluía amortización, intereses e impuestos? Aproximadamente 1’150,000 euros. Y el dinero salió de un fondo especial que sirve, entre otras cosas, para pagar las reparaciones a las víctimas de abusos. Una raya más al tigre para el impresentable cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, que se encuentra ya desde hace tiempo en la cuerda floja. «Cuando se trata de sus clérigos, no hay sacrificio demasiado grande para la Iglesia, su protección y la protección de la imagen de la institución vale casi cualquier precio», comenta, en una entrevista con t-online del 18 de abril de este año, Matthias Katsch, sobreviviente de abusos del Colegio Canisio de Berlín y fundador de Eckiger Tisch, una asociación defensora de los derechos de las víctimas de abuso eclesiástico.

Las cifras sobre abusos son sólo referenciales y no reflejan la verdadera magnitud del abuso sexual en la Iglesia católica, considerando que una inmensa multitud de afectados nunca llegan a verbalizar su experiencia de abusos, manteniendo el silencio al respecto durante toda su vida. Son vidas dañadas cuyo sufrimiento no se puede expresar en cifras, pero cuyas historias merecen ser conocidas sin que sus protagonistas deban temer consecuencias de parte de los abusadores y de la institución que los protege. Por eso mismo, un relato biográfico más, con perfil personal aun cuando el testigo decida proteger su identidad bajo un seudónimo, es un grano más de arena para lograr que las cosas cambien. Una historia más sí importa.

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Iglesia, sociedad

Lo cierto es que, a pesar de las cifras maquilladas que mostraban un desempleo bajo en las estadísticas, la economía alemana empeora notablemente a partir de 1936. Las divisas estaban casi agotadas, debido a que la industria importaba demasiada materia prima y exportaba muy poco. El petróleo, los minerales y el caucho comienzan a escasear. Los ciudadanos se ven obligados a prescindir de ciertos bienes, pues la industria armamentista tiene prioridad. A partir de enero de 1937 se raciona la mantequilla y las grasas animales y vegetales. Dos años después, la fruta y el café. Muy pronto las panaderías sólo venden pan hecho con harina de baja calidad, y también los huevos y el papel son escasos.

En 1938 el forado en las finanzas estatales era de casi diez mil millones de marcos. En marzo de 1938 el Estado se endeuda aún más para cancelar las letras de cambio de la MeFo. La catástrofe financiera es inminente, pero aún así Hitler acelera el proceso de rearme. En marzo de 1939 el banquero Schacht advierte que la expansión de los gastos estatales estaban a punto de destrozar las finanzas del Estado y la moneda. La respuesta de Hitler fue el despido inmediato de Schacht, porque ya no encajaba en el «marco nacionalsocialista».

Lo único que podía impedir la inflación, tan temida por Hitler, era el saqueo más allá de las fronteras alemanas y la rapiña de los países sometidos. Éste habría sido uno de los motivos por el cual Hitler dio inicio a la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto a su proyecto preferido, la red de carreteras, se tuvo que detener su construcción en 1941 debido a falta de medios. Se habían logrado más de 3,800 kilómetros, los últimos de los cuales fueron construidos por prisioneros de guerra y judíos en régimen de trabajo forzado. Alemania tenía las mejores carreteras del mundo, pero estaban vacías, pues el escaso combustible estaba reservado a los vehículos militares y los pocos automóviles particulares tenían prohibido conducir en las autopistas. En 1943 se autorizó su uso por parte de bicicletas. Paradójicamente, los primeros que se beneficiaron enormemente con las carreteras de Hitler fueron las fuerzas aliadas, cuyas caravanas de tanques y vehículos militares pudieron hacer uso de ellas para invadir con facilidad Alemania.

Visto de este modo, las carreteras de Hitler fueron un elefante blanco que el régimen nacionalsocialista usó como espectáculo de propaganda. Y si bien después sirvieron de base para el sistema de circulación vial que existe ahora en Alemania, fue uno de los factores que condujo a Alemania a la ruina y a una espiral bélica con violaciones sistemáticas y atroces de derechos humanos en perjuicio de poblaciones enteras. Y eso es algo que Aníbal Torres debería saber.

NOTA: Este artículo toma datos de un artículo en alemán de Marion Hombach y Joachim Telgenbüscher, aparecido en el N.º 57 (septiembre de 2012) de GEO Epoche, una revista especializada en historia.

 

 

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Adolf Hitler, Alemania, anibal torres, Economía
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