Martin Scheuch

Sodalicio: El abuso sexual de menores como cortina de humo

“El abuso sexual de menores le habría servido al Sodalicio como cortina de humo para no tener que abordar los problemas centrales de su institución, una organización sectaria con un sistema que vulnera derechos fundamentales de las personas y termina dañándolas de por vida.”

A pesar de los años transcurridos desde octubre de 2015, en que gracias a la publicación del libro-reportaje “Mitad monjes, mitad soldados” la opinión pública pudo conocer los abusos cometidos en el Sodalicio de Vida Cristiana, no existe hasta ahora una visión general clara y definida de cuál es el problema principal de la institución. Más aún, los clichés que se repiten sobre el abuso sexual eclesiástico se han sobrepuesto al tema, distorsionando la comprensión de su realidad. El Sodalicio mismo, a través de su manejo maquiavélico del asunto y su silencio hermético ante los hechos denunciados, ha contribuido a que subsista esa confusión. Y como dice el refrán: “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Antes que nada hay que señalar que en el Sodalicio no se dio abuso sexual clerical, pues ninguno de los abusadores sexuales conocidos hasta ahora era clérigo. Ni Luis Fernando Figari, ni Germán Doig, ni Virgilio Levaggi, ni Jeffery Daniels lo erancuando cometieron los abusos denunciados por sus víctimas. Eran laicos consagrados que vivían en comunidades sodálites. En mi historia personal, donde cuento un abuso de connotación sexual cuyo responsable es Jaime Baertl, actualmente sacerdote católico, el hecho se dio cuando todavía no era cura.

Por otra parte, hay quienes creen que hubo violaciones. Siento decepcionar su hambre de sensacionalismo, pero no las hubo. El abuso sexual es un término amplio que abarca todo acto contra la libertad sexual, incluida la violación, pero también otras modalidades donde hay exposición a situaciones sexuales no buscadas voluntariamente por las víctimas, que han sido previamente manipuladas psicológicamente por su victimario o se hallan en una relación asimétrica de dependencia con respecto a él. En los casos conocidos de abuso sexual en el Sodalicio nunca hubo violencia física ni se puso a las víctimas en estado de inconsciencia, sino que se crearon lazos de confianza dentro de un sistema regido por la obediencia religiosa para luego aprovecharse sexualmente de la víctima, previa manipulación de su conciencia.

Y aun cuando hay varios casos documentados de abuso sexual, este tema tampoco constituye el problema principal del Sodalicio. Mucho menos la pederastia, considerando que sólo hay información sobre dos casos de abusos sexuales de niños: el de Jeffery Daniels con un niño de 11 años y el de Daniel Murguía con un niño de la calle en un hostal de mala muerte en el centro de Lima. Las otras 18 víctimas sexuales menores de edad señaladas por los informes de los expertos Elliott, McChesney y Applewhite (febrero de 2017) eran jóvenes adolescentes. En comparación, en ese mismo informe se señala que se identificaron 31 víctimas adultas de alguna transgresión de características sexuales (abuso o manipulación). Evidentemente, la cifra real debe ser mayor. Aún así, el abuso sexual sigue siendo un problema marginal en el Sodalicio, restringido a un número reducido de sodálites victimarios que sobrepasaron los límites de lo indecible.

Que el problema residía en otros aspectos lo tuvo claro la primera comisión convocada por el Sodalicio, conocida como Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, que trabajó de manera independiente sin remuneración alguna. Ésta dice al inicio de su informe final (marzo de 2016):

«En los años iniciales de su fundación, el SCV estableció una cultura interna, ajena y contraria a los principios establecidos en sus Constituciones, aprobadas por Decreto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica de la Santa Sede de fecha 1° de Noviembre de 1997, en la que la disciplina y la obediencia al superior se forjaron sobre la base de exigencias físicas extremas, y castigos también físicos, configurando abusos que atentan contra los derechos fundamentales de las personas, universalmente reconocidos y consagrados en la Constitución Política del Perú.

Ese sistema al interior del SCV fue norma interna y práctica establecida, inspirada y fomentada por el fundador de dicha Sociedad de Vida Apostólica y seguida por algunos integrantes de la cúpula, formando una verdadera “cultura particular”».

Se pasa luego a señalar las características de esta “cultura particular”, de este sistema institucional violador de derechos humanos fundamentales, donde el tema sexual también está presente pero de manera marginal. De este modo se describe el entorno que hizo posibles los abusos físicos, psicológicos e incluso sexuales. Pero este informe aborda también algunos temas que luego serían omitidos posteriormente por los voceros del Sodalicio y los expertos internacionales convocados posteriormente: la falta de libertad en el discernimiento vocacional, la obligación impuesta de hacer estudios de teología y filosofía y no lo que uno deseaba, la ausencia de transparencia en las comunicaciones, la explotación económica, el clasismo basado sobre la procedencia social y económica, el racismo y la esclavitud moderna.

Evidentemente, este informe no le gustó nada a la cúpula del Sodalicio, y mientras lo elogiaban en público pero lo vituperaban internamente, anunciaron que se había convocado una segunda comisión para reparar a las víctimas, conformada por el irlandés Ian Elliott y las estadounidenses Kathleen McChesney y Monica Applewhite, que al final evacuaron dos informes, a saber, “Abusos Perpetrados por el Sr. Luis Fernando Figari y el Abuso Sexual a Menores por parte de Ex Sodálites” y “Abusos Perpetrados por Sodálites y Respuesta del SCV a las Acusaciones de Abuso”.

Ya los títulos nos indican por dónde va la cosa. El tema central será el “abuso sexual a menores”, lo cual ayudará a desviar la atención de los otros abusos, considerados de reducida importancia aun cuando sus efectos puedan ser tan o mas dañinos que un abuso sexual. Asimismo, el grupo de adultos jóvenes que sufrieron abuso sexual pasa también a estar detrás de bambalinas.

Resulta sintomático que en el informe de la Comisión de Ética la palabra “sexual” —en singular o plural— figure sólo 5 veces, mientras que en los informes de los expertos aparece 74 veces. El título también es sospechoso cuando sólo se habla de “Ex Sodálites” como perpetradores. Se le ve el fustán a la intención de dar a entender que no habría actualmente ningún abusador sexual en el Sodalicio, salvo Figari, que ha sido apartado de la vida comunitaria, y otros tres, cuyos nombres no se mencionan pero que aparecen como si estuvieran rehabilitados. «…uno dejó la vida comunitaria, uno ha sido retirado de todo apostolado y del contacto con personas vulnerables, y uno realiza apostolado de manera restringida». No se sabe con certeza quiénes son, no han sido denunciados ni canónicamente ni ante la justicia civil, pero eso no parece importar ante la circunstancia de que se llega a la conclusión de que los abusos sexuales serían cosa del pasado y que el problema ya estaría resuelto del todo.

Esto se hace evidente en el título del segundo informe, donde se detalla la “heroica” y “ejemplar” respuesta del Sodalicio ante los abusos sexuales y otros tipos de abusos (físicos y psicológicos), sumándose a los abusadores sexuales otros once abusadores no sexuales, no identificados con nombre y apellido, de los cuales se especifica que dos ya han abandonado el Sodalicio y «de los nueve infractores que todavía son miembros del SCV, los cuatro que eran superiores o formadores han sido retirados de esos puestos, y los otros cinco nunca ocuparon esos puestos». En fin, asunto solucionado, sin que haya habido ninguna denuncia ante la justicia civil por parte del Sodalicio, ni mucho menos una denuncia canónica.

Para redondear el trabajo, los informes de los expertos internacionales intentan solapadamente desacreditar el informe de la Comisión de Ética, señalando que «la Comisión no llevó a cabo una investigación exhaustiva de todas las denuncias reportadas ni examinó la cultura actual del SCV». No sé qué informe habrán leído, pues lo que allí se describe es precisamente la cultura que ha tenido el Sodalicio hasta bien entrado el siglo XXI, la cual configuró un sistema institucional que permitió y favoreció abusos lesivos de derechos humanos fundamentales y su encubrimiento.

La comisión de los expertos internacionales opina distinto:

«La mayoría de los sodálites eran, y son, personas piadosas, con un carácter bueno y moral, atraídos por el Evangelio y los aspectos positivos de la cultura del SCV. Estos sodálites inspiraron y sirvieron como modelos y directores espirituales para los jóvenes, los aspirantes y sus compañeros sodálites. No fue, entonces, la cultura del SCV la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos. Para muchos, Figari personificó la cultura del SCV y fue considerado como un icono, y trataba a la gente de maneras que fueron frecuentemente copiadas luego por compañeros y subordinados».

Más aún, los expertos piensan que la cultura actual del Sodalicio no es la misma que la de tiempos pasados:

«La cultura del SCV ha evolucionado de manera positiva en la última década, especialmente después de que Figari renunció como Superior General. El énfasis en ser un “soldado” o impresionar a la jerarquía católica ya no se manifiesta en los trabajos cotidianos y obras apostólicas del instituto. Los cambios son más evidentes en los procesos de discernimiento y formación».

¿Nos quieren dar a entender que durante casi cuatro décadas el Sodalicio tuvo una cultura donde se desarrollaron abusos y que desde la renuncia de Figari como Superior General en el año 2010 hasta la publicación de estos informes en febrero de 2017 el Sodalicio ha pasado raudamente a tener otra cultura institucional, como la rana del cuento que de un momento a otro pasa de ser un animal desagradable y repugnante a un príncipe rebosante de virtudes y amor? A otro perro con ese hueso.

Por otra parte, los informes de los expertos internacionales indican que la Comisión de Ética invitó «a las personas que creían que habían sido abusadas por miembros del SCV a presentarse y divulgar confidencialmente su experiencia» y que su informe final es una simple sinopsis de testimonios de personas «que se consideraban víctimas». Que la Comisión de Ética, tras deliberaciones y arduo análisis, y luego de escuchar a la contraparte sodálite, haya validado esos testimonios, poniéndolo por escrito en los informes personales que se le entregó a cada una de las víctimas reconocidas, le valió un carajo tanto a los expertos internacionales, contratados y debidamente remunerados, como al Sodalicio mismo.

Ambos informes de los expertos internacionales suman en total 65 páginas, pero si quitamos las portadas, la carta introductoria de Alessandro Moroni, los perfiles de los tres expertos, la descripción de la metodología aplicada, las recomendaciones y los apéndices, nos quedan 36 páginas, de las cuales ocho se dedican enteramente a Luis Fernando Figari. y otras cuatro a Germán Doig, Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels y Daniel Murguía. Esto es importante, pues cuando el informe intente explicar por qué ocurrieron los abusos, se incidirá en la influencia que tuvieron Figari y Doig en la cultura institucional. En otras palabras, serían estas “manzanas podridas” las causas del problema, y una vez separadas, el Sodalicio pudo recomponerse y convertirse en una instituciónsana. Esta conclusión, que incide sólo en la responsabilidad personal de unos cuantos sodálites como causantes de abusos, se opone a la descripción de todo un sistema de abusos que hizo la Comisión de Ética, descripción que el Sodalicio consideraría hasta ahora como inexacta y alejada de la verdad.

De hecho, las recomendaciones de la Comisión de Ética —que fueron ignoradas en su mayoría o cumplidas sólo parcialmente— eran más concretas y contundentes que las farragosas y vagas recomendaciones hechas por los tres expertos internacionales, algunas de ellas tan inútiles como «dar capacitación específica a los formadores, candidatos y formandos sobre la prevención de abuso sexual y los maltratos en el apostolado, los colegios y los servicios solidarios», es decir, en áreas donde no se cometió ningún abuso relevante, pues los abusos denunciados ocurrieron principalmente dentro de las comunidades sodálites, los centros de formación y en domicilios particulares. Además, es de hacer notar que estas recomendaciones se ven muy bonitas en el papel, pero también habrían sido incumplidas de manera masiva por el Sodalicio.

En resumen, la metodología del informe de los tres expertos internacionales parece haber sido darle prioridad al tema de abusos sexuales de menores —siendo que este tema es marginal dentro de la problemática global del Sodalicio—, desviar la atención de otro tipo de abusos que fueron igual de dañinos y mucho más frecuentes en la institución, cargar la responsabilidad exclusivamente sobre los abusadores sexuales sin mencionar en absoluto ni las causas sistémicas ni tampoco a quienes encubrieron esos abusos, y finalmente relegar todos los hechos a un pasado que ya habría sido superado.

De este modo, el abuso sexual de menores le habría servido al Sodalicio como cortina de humo para no tener que abordar los problemas centrales de su institución, una organización sectaria con un sistema que vulnera derechos fundamentales de las personas y termina dañándolas de por vida.

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