[EL DEDO EN LA LLAGA]  En la historia del cine suele siempre aparecer una que otra película de carácter controvertido, que termina incomodando a sectores del status quo y que, por lo tanto, se ve amenazada por la censura, de manera abierta o soterradamente bajo pretexto de defender ciertos valores burgueses que la obra de marras cuestiona. Éste es el caso del film “o.k.” del cineasta bávaro Michael Verhoeven (1938-2024), que generó un escándalo durante el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1970—conocido popularmente como la Berlinale—, llevando a su cancelación ese año.

La película, basada sobre un incidente real de la Guerra de Vietnam donde cuatro soldados estadounidenses violaron y asesinaron a una joven vietnamita, tiene una curiosa puesta en escena de corte experimental. Después de que los seis protagonistas alemanes —encarnando a los cinco soldados de la tropa y a la chica violada— se presentan personalmente, indicando quiénes son y a qué personaje representan, señalan que Vietnam está demasiado lejos y, por lo tanto, la historia se desarrollará en el escenario del bosque bávaro. Aun manteniendo los nombres ingleses originales de los participantes de la historia original y la ficción de que se hallan en Vietnam, los actores se comunicarán en dialecto bávaro. Lo que podría generar la sensación de hallarnos ante un recurso ridículo para contar una historia sobre soldados norteamericanos, termina dándole un carácter más universal al incidente contado: lo que vemos podría ocurrir en cualquier parte del mundo. Y si en muchos filmes hollywoodenses vemos a actores estadounidenses encarnando a soldados alemanes hablando en inglés, ¿por que no sería también legítimo un film donde actores alemanes encarnen a soldados estadounidenses hablando en alemán? De hecho, la película funciona y logra impactar por la crudeza de sus escenas, acentuada por la atmósfera documental que transmite la fotografía en blanco y negro.

“o.k.” de Verhoeven fue la entrada oficial de Alemania en la Berlinale. El jurado, presidido por el director estadounidense George Stevens. decidió tras la proyección inicial del film, por 7 votos a favor y 2 en contra, devolver la película al comité de selección y exigir una nueva evaluación para determinar si era apta para entrar en competencia. Se argumentó que era dudoso que la película promoviera el entendimiento entre los pueblos, como establecía una directriz de la FIAPF (Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos). El yugoslavo Dušan Makavejev, miembro del jurado, no estuvo de acuerdo con este proceder ni con la presión ejercida por Stevens sobre otros miembros y se opuso a lo que consideró un acto de censura. Se desató un debate público, instigado por el director Michael Verhoeven y su productor Rob Houwer, hubo protestas y y el cine Zoo-Palast, donde se celebraba el estreno, fue ocupado. Verhoeven defendió su película afirmando durante una conferencia de prensa: «No he hecho una película antiamericana. Si yo fuera estadounidense, incluso diría que mi película es pro-estadounidense. La mayor parte del pueblo estadounidense hoy está en contra de la guerra de Vietnam». Otros cineastas protestaron, algunos retiraron sus películas y, finalmente, el jurado claudicó. La Berlinale tuvo que ser cancelada —hasta ahora, la única vez en su historia—, las proyecciones se suspendieron salvo algunas excepciones y no se otorgaron premios. Al año siguiente, la Berlinale de 1971 sería organizada bajo nuevos criterios.

Tras este controvertido estreno y su limitada distribución posterior, la película estuvo prácticamente inaccesible durante décadas. La primera edición en DVD de “o.k.” de Michael Verhoeven fue lanzada en marzo de 2021 como parte de la colección Edition Filmmuseum. Esta edición fue considerada una “pequeña sensación cinematográfica” por las razones ya expuestas.

Por su interés y actualidad, reproduzco aquí una parte del guion del film. El soldado Eriksson, el quinto hombre de la unidad de tropa, quien se niega a participar de la violación y asesinato de la joven vietnamita, huye para denunciar los hechos ante las autoridades, entablándose el siguiente diálogo:

Capitán Vorst: ¿Ha pensado bien lo que está diciendo?

Soldado Eriksson: Sí.

Capitán Vorst: ¿Por qué está tan empeñado en presentar una acusación?

Soldado Eriksson: Yo le he informado de esto, y usted tiene que reportarlo a las autoridades.

Capitán Vorst: No tengo que hacer nada, amigo. ¡Que le quede claro, ¿eh?! Lo entiendo, usted es un joven despierto, y no le gusta que ocurran este tipo de atrocidades. Eso está bien. Pero está olvidando algo: Nosotros defendemos la libertad de este país y de todo el mundo libre y democrático, y sus derechos humanos. Y por esa defensa hacemos los mayores sacrificios. Piénselo un momento, los innumerables sufrimientos de los soldados estadounidenses por el pueblo vietnamita. Entonces se dará cuenta por sí mismo, ¿no es cierto?, de que una historia como ésta, por triste que sea en este caso particular, no debe ser magnificada.

Soldado Eriksson: Los llevaré a todos ante un tribunal militar.

Capitán Vorst: ¿Y qué gana con eso, hombre? Bien, que los lleven ante un tribunal militar y los condenen. Pero es probable que los liberen en muy poco tiempo. Y ahora le pregunto:
¿Cómo voy a protegerlo a usted entonces? ¿Cómo voy a protegerlo, Eriksson, de la venganza de esos hombres? ¿No tiene una respuesta para eso? Reilly, el sargento Meserve es de su unidad. ¿Qué clase de hombre es?

Teniente Reilly: Señor, me gustaría decirle algo al joven. Yo también tuve un problema como el suyo, Eriksson. Fue en Virginia, en casa. Pero lo dejé pasar, porque el sistema es así. Y entonces habría que cambiar el sistema. Y en la guerra hay mucho más sistema.

Capitán Vorst: ¡Reilly! Le pregunté por el sargento Meserve.

Teniente Reilly: Señor, el carácter y el valor del sargento Meserve están entre los mejores que conozco. Es uno de los mejores combatientes que he visto, un soldado de primera, que nunca comete un error, cumple cada orden sin rechistar. Se alistó voluntariamente al ejército y a Vietnam. Como soldado, si me lo pregunta: sobresaliente.

[…]

Capitán Vorst: Ahí lo tiene. Es un tipo excelente, ese sargento.

Soldado Eriksson: Es un cerdo asqueroso.

Capitán Vorst: Cállese, muchacho estúpido.

Soldado Eriksson: Puedo decir lo que pienso.

Capitán Vorst: ¡Puede una mierda! ¡Es usted un soldado! […] Tal vez haya una justicia superior, que Meserve y los demás, con su culpa, su culpa indudable, nadie podrá quitársela. Ellos tendrán que cargar con eso.

Soldado Eriksson: Qué aire tan denso hay aquí…

Capitán Vorst: Eriksson, usted representa a la nación estadounidense. Todo lo que hace, lo hace en nombre del pueblo estadounidense. Así son las cosas. No estamos aquí por gusto. Tenemos una misión, una muy difícil. ¿Qué quiere entonces? Con una denuncia como esa, daña la causa de la paz, la campaña estadounidense por la paz y la libertad del mundo occidental.

Soldado Eriksson: ¿No se puede hacer nada?

Capitán Vorst: ¡Compórtese ahora! Puede estar agradecido de que no le inicie un proceso
por separarse de su tropa. Bien, tenía que desahogar su corazón. Y con eso basta. Esto queda entre nosotros y aquí termina. Tendrá que mostrar un poco de magnanimidad con sus camaradas. Eso también forma parte de ser soldado. Yo me encargaré de hablar con ellos.

Soldado Eriksson: Me siento mal.

Capitán Vorst: Teniente Reilly, lleve a Eriksson de vuelta con su unidad. Y piense en una cosa más. Este asesinato no ocurrió en los Estados Unidos, sino fuera de la civilización. Es decir, en el campo de batalla.

Hasta aquí el diálogo.

Que los soldados también cometen crímenes en tiempos de guerra, y que los ejércitos buscan encubrir esos crímenes so pretexto de honor y gloria, de las causas que están defendiendo o de los enemigos que combaten, ya lo tenía claro Michael Verhoeven. Y también sabía de los problemas que ocasiona expresar eso en público. Algo similar ocurriría décadas después cuando en el año 2006 estrenara su documental “El soldado desconocido” (“Der unbekannte Soldat”), que daba cuenta de los crímenes cometidos por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, partiendo de una exposición de fotos provenientes en su mayoría de personas privadas, realizada en 1997 en Múnich. Esas fotos documentaban matanzas de civiles y población judía realizada no por miembros de las SS, sino por soldados comunes y corrientes, algunos de los cuales aparecían incluso sonriendo al lado de muertos ejecutados. Esto destruía la imagen que muchos alemanes tenían de sus padres y abuelos, a los cuales consideraban meros combatientes sin militancia política que habían cumplido órdenes y que no se habían visto envueltos en atroces crímenes de guerra. Verhoeven amplía la información de las fotos con entrevistas y declaraciones de académicos, historiadores y testigos. A destacar lo dicho por un académico, que señala que el honor es siempre personal, y que quien hace depender su honor de la institución a la que pertenece, tendrá que cargar con las consecuencias de lo que ello implica. En otras palabras, la institución nunca es pasible de ser ella misma la portadora del honor.

Todas estas reflexiones son aplicables a lo que hicieron las fuerzas armadas peruanas durante su lucha contra el terrorismo en las décadas de los ochenta y noventa. También se cometieron crímenes que deben ser juzgados y que, por definición, no prescriben, pues se trata de graves violaciones de los derechos humanos. Y tanto hoy como ayer, en contextos diferentes, también hay quienes pretenden encubrir esos crímenes aduciendo como justificación la causa por la que lucharon los combatientes: la victoria sobre el terrorismo, sin tener en consideración que no hay causa ni ideal que puedan jamás justificar los asesinatos, las torturas ni las violaciones sexuales en perjuicio de la población civil ni de personas indefensas, sean quienes sean.

[EL DEDO EN LA LLAGA] El 31 de diciembre de 2013 el diario berlinés independiente taz (Die Tageszeitung), de orientación progresista y alternativa, publicó una extensa semblanza de Jenny de la Torre, médica peruana dedicada a la atención de personas sin hogar en la capital alemana, fallecida recientemente el 10 de junio de 2025 tras una grave enfermedad. Debido a que ningún medio peruano se ha dignado informar sobre esta ejemplar mujer, quien, por su labor social, deja mejor parado el nombre del Perú que cualquier autoridad política actual de nuestro náufrago país, solicité a la redacción de taz permiso para traducir al español este artículo, el cual me fue concedido por escrito este martes 1° de julio.

El artículo incluye lo que podría considerarse como una hoja de vida de la médica peruana, que reproduzco a continuación:

La Dra. Jenny de la Torre Castro fue médica de personas sin hogar e iniciadora del Centro de Salud para Personas sin Hogar en Berlín. Nacida en 1954 en Nazca (Perú), su trayectoria es la siguiente:

1960: Ingreso al Colegio Antonia Moreno de Cáceres en Puquio (Perú).

1972: Finalización de la educación secundaria.

1973: Inicio de estudios de Medicina en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica (Perú).

1976: Elegida para estudios en el extranjero en la RDA (República Democrática Alemana).

1977-1982: Estudios de Medicina en la Universidad Karl Marx de Leipzig, con examen final en 1982.

1983-1990: Trabajo en la Charité, hospital universitario de Berlín, en el departamento de cirugía pediátrica.

1986: Nacimiento de su hijo.

1989: Formación como especialista en cirugía pediátrica en la Charité, Berlín.

1990: Doctorado en Medicina (Dr. med.) con la calificación summa cum laude. Ese mismo año, trabaja como médica invitada en el Hospital Estatal de Salzburgo (Austria).

Sus intentos para regresar al Perú para trabajar como médica de personas necesitadas fracasaron ante los obstáculos burocráticos, lo que la llevó a establecerse definitivamente en Alemania.

1991: Asesoramiento en el marco del programa “Mujeres embarazadas y madres en situación de necesidad” en Berlín.

1994-2003: Médica de personas sin hogar en Berlín, en la estación de tren Ostbahnhof.

1998: Encargo docente como profesora invitada en el Instituto de Medicina Social, Epidemiología y Economía de la Salud (especialidad Medicina Social) en la Charité, Berlín.

 

Recibió varios premios y reconocimientos por su labor con personas sin hogar, entre ellos:

1997: Cruz Federal del Mérito de Alemania.

1997: Ciudadanía honoraria de su ciudad natal, Nazca, Perú.

2002: Premio Goldene Henne (Gallina Dorada), el mayor premio del público y de medios de comunicación de Alemania, que reconoce tanto a figuras públicas populares (elegidas por el voto del público) como a personas con méritos excepcionales en áreas sociales o políticas (seleccionadas por un jurado). Con el dinero del premio la médica peruana inició en 2002 la Fundación Jenny de la Torre para la atención médica de personas sin hogar.

2011: Premio Charity Award.

2013: Medalla Louise Schroeder, distinción otorgada anualmente por el Parlamento de Berlín desde 1998 a personas o instituciones que han destacado por su compromiso con la democracia, la paz, la justicia social y la igualdad de género.

En 2003, renunció en acto de protesta por la reducción de sus horas de trabajo en el consultorio para personas sin hogar en Ostbahnhof y comenzó a planificar la creación de un centro de salud independiente. En 2004 encontró un edificio apropiado y empezó la implementación y desarrollo del Centro de Salud para Personas sin Hogar. En 2008, su fundación adquirió el edificio, asegurando la sostenibilidad del centro a largo plazo.

* * *

La doctora de los pobres

De visita donde Jenny de la Torre Castro en Berlín Centro. La médica ha creado allí un centro de salud para personas sin hogar.

31/12/2013
por Gabriele Goettle (traducción al español por Martin Scheuch)

OFW es la abreviatura administrativa en alemán para “ohne festen Wohnsitz” (“sin domicilio fijo”). No se puede determinar con exactitud el número de personas afectadas, pero se halla en constante aumento, y no existe una estadística oficial sobre personas sin hogar. Para 2013, se estimaba que en toda Alemania había aproximadamente 300,000 personas sin hogar o sin vivienda fija. En Berlín, se calcula que hay unas 10,000 personas en esta situación, muchas de las cuales viven en la calle en condiciones de extrema pobreza, incluyendo un número creciente de migrantes de Europa del Este en situación de precariedad.

En Berlín, durante la temporada fría, solo hay disponibles unas 500 plazas de alojamiento de emergencia financiadas por la ciudad. Estos refugios nocturnos para hombres y mujeres ofrecen, por lo general, un lugar para dormir en el suelo, sobre colchonetas dispuestas una junto a la otra. Estos lugares suelen estar abarrotados.

Quienes no aguantan dormir en estos albergues masificados o no logran encontrar un lugar para pasar la noche, sólo tienen como opción los minibuses de ayuda contra el frío de organizaciones benéficas, desde los cuales los trabajadores sociales distribuyen sacos de dormir, mantas, té caliente y sopa a las personas sin hogar en la calle durante la noche. El riesgo de desarrollar enfermedades crónicas debido al estrés constante en la lucha diaria por la supervivencia, sufrir congelaciones o algo peor es alto. Cada invierno, personas sin hogar mueren de frío en las ciudades alemanas, algo que ya se ha normalizado.

En la Pflugstrasse, en Berlin Centro, una pequeña calle paralela a la Chausseestrasse, se encuentra un hermoso edificio de ladrillo de tres pisos, con un patio, árboles antiguos y un jardín en la parte trasera del terreno. En este edificio, que data de 1890 y originalmente fue una escuela, se encuentra ahora el centro de salud para personas sin hogar gestionado de forma privada por Jenny de la Torre. Este centro ofrece atención médica gratuita de lunes a viernes de 8 a 15 horas a las personas sin hogar o sin vivienda fija, además de una amplia ayuda interdisciplinaria.

“No debe parecer frío”

Jenny de la Torre no es una rica heredera ni una médica a sueldo de personas necesitadas. Se lanzó a la incierta aventura de llevar a cabo su proyecto de forma independiente, con la ayuda de donaciones y colaboradores comprometidos. Lo ha hecho con éxito durante siete años. Ahora cuenta con más de 20 años de experiencia como médica de personas necesitadas, y su trabajo con personas sin hogar ha establecido estándares en Alemania.

Hace nueve años, Elisabeth Kmölniger y yo ya estuvimos aquí, también a las 8 de la mañana. En aquel entonces, todo estaba aún en fase de renovación.

La Dra. de la Torre nos recibe con un firme apretón de manos, fresca y animada, vestida con una bata blanca, con los ojos brillando de entusiasmo. Nos muestra rápidamente el edificio, abre las puertas de las salas de tratamiento y de estar, aún vacías, y se alegra por nuestros elogios a los muebles y los suaves colores de las paredes. «Los muebles nos los donó el Hotel Marriott, y los colores de las paredes los elegí yo misma; no quería que nada pareciera frío aquí», dice nuestra anfitriona mientras nos conduce a su consulta. Queremos saber cómo ha evolucionado el Centro de Salud desde su apertura en 2006.

Mantener la independencia

«Al principio, obtuvimos el edificio con un contrato de uso por 10 años. Lo renovamos completamente con fondos de donaciones y de la fundación, y después de cuatro años, la Fundación de la Torre pudo adquirir el edificio de forma inesperada, lo que fue un golpe de suerte. Comprar el edificio fue una decisión acertada, porque ahora muchas personas se benefician de ello: no sólo las personas sin hogar, sino también los empleados contratados de forma permanente y nuestros colegas voluntarios que quieren hacer algo significativo aquí.

Somos independientes, ya no tenemos que temer que nos desalojen, que nos recorten los fondos, que reduzcan las horas de trabajo o que eliminen puestos. ¡Todo eso lo he dejado atrás! Lo hemos pagado todo con nuestros propios recursos y donaciones, porque no queríamos endeudarnos. ¡Jamás! Ni siquiera en mi vida personal; para mí, las deudas son algo inaceptable.

Hoy tenemos ocho empleados fijos, incluyéndome a mí». Sonríe. «Estoy contratada como todos los demás. Sin embargo, los otros médicos trabajan de forma voluntaria. Además de la consulta médica, tenemos una clínica dental, porque hay enormes problemas dentales; también contamos con una oftalmóloga, ya que la vista es muy importante, porque sin gafas algunas personas ya no pueden leer. Además, tenemos dermatólogos, ortopedas, una psicóloga, una trabajadora social, cuatro abogados —dos vienen regularmente— y también está la señora Winter, la peluquera, que viene una vez por semana, y dos jardineros que también trabajan de forma voluntaria.

Intentamos ofrecer a nuestros visitantes tanto como sea posible. Por supuesto, también tenemos un comedor social. No cocinamos nosotros mismos; la comida nos la entrega Kiez-Küche, una cocina cercana, y nosotros solo la distribuimos. Una vez por semana, la Tafel (Banco de Alimentos) trae yogures, queso fresco y frutas frescas, que se preparan cuidadosamente en nuestra cocina. Tenemos un cocinero excelente. Podemos ofrecer mucho: hay diarios, libros y la posibilidad de escuchar música».

Las mujeres necesitan tampones

«Lo que no tenemos es una lavadora de uso compartido, porque la ropa que se sacan aquí realmente no se puede lavar, sólo se puede desechar. Lavarla y desinfectarla costaría tanto tiempo y personal que simplemente no es viable. Tenemos un ropero muy bien surtido, donde cualquier persona puede obtener sin problemas ropa limpia, zapatos, todo. Para las mujeres también hay tampones y compresas; las mujeres necesitan esas cosas.

Con las instalaciones de higiene, la situación es la siguiente: tenemos duchas para hombres y mujeres, pero están destinadas principalmente a los pacientes, es decir, a los que están enfermos. El problema es que, si vienen 30 o incluso 50 personas y todas quieren ducharse, técnicamente no es posible. Cada uno necesita aproximadamente una hora para desvestirse, ducharse y vestirse. Con algunos, incluso hay que tocar la puerta varias veces; lo entiendo, quieren disfrutar del agua caliente el mayor tiempo posible, pero a menudo hay mucha gente esperando y se arma un poco de alboroto afuera. Además, después de cada uso, las duchas deben desinfectarse cuidadosamente para que la siguiente persona no contraiga hongos en los pies o algo peor. El agente desinfectante debe dejarse actuar durante 10 minutos. Por eso, lo organizamos así: si no hay pacientes y no hay demasiadas personas, los demás también pueden ducharse. Si hay pacientes, no.

Esto es un centro de salud. El enfoque principal está puesto en la ayuda a los enfermos. Pero, por supuesto, también abordamos otros problemas, porque estos también deben tenerse en cuenta. Y no se trata solo de enfermedades físicas con las que llegan los pacientes, sino también de problemas psicológicos. Tienen adicciones. Algunos están bastante enfermos mentalmente. También tienen problemas legales, muchos tienen deudas, problemas sociales, conflictos con la policía, con las autoridades de orden público, conflictos con la familia o incluso han perdido todo contacto con ella. A eso me refiero con “enfermedades sociales”; sufren de una enfermedad social.

Si no se tiene esto en cuenta, si no se percibe a la persona en su totalidad, difícilmente se le puede ayudar. Puedo curar sus heridas una y otra vez, tratar las enfermedades que trae de la calle, pero el objetivo principal de nuestro trabajo aquí es la reintegración. ¡Quiero que estas personas dejen la calle! Y para eso se necesita todo: atención médica, higiene, ropa, comida, asesoramiento social y jurídico».

Nadie tiene seguro

«Muchos no tienen ningún tipo de documento. Un documento de identidad es lo primero. Pero sin fotos no hay documento, sin documento no hay ayuda social (Hartz IV) ni nada. Aquí en el centro tenemos la posibilidad de tomar fotos para documentos; un antiguo fotógrafo lo hace de forma voluntaria. También hay lugares donde las personas sin hogar pueden registrarse de forma provisional con la policía. Una vez superada esa barrera, se ha dado un paso importante. ¡De eso se trata!

Decidí hacer este trabajo porque no se puede esperar a que algo se resuelva por sí solo. Las personas están aquí y necesitan esta ayuda, ¡la necesitan ahora! En invierno, la situación se vuelve especialmente dura para las personas sin hogar. Muchos se enferman, andan con fiebre, duermen en la calle con frío, cuando en realidad deberían estar en una cama para recuperarse. Nadie tiene seguro médico. A veces, las autoridades nos envían directamente a las personas, por ejemplo, cuando alguien ha solicitado una ayuda por desempleo, pero el proceso de aprobación tarda de 5 a 6 semanas, y durante ese tiempo no tienen seguro médico.

Por supuesto, también nos ocupamos de ellos, pero en realidad no veo eso como mi tarea principal. Si me pusiera a quejarme, gastaría demasiada energía sólo en eso. Prefiero concentrarme en mis pacientes, en la persona que tengo delante de mí. Intento transmitirle un poco de optimismo, porque si me limitara a quejarme por todo lo que funciona mal afuera, eso no los animaría. Al contrario, podrían encerrarse aún más en sí mismos.

Aquí vienen personas con problemas de salud y muchos otros problemas que alguien que no los ha vivido no puede imaginar del todo. Cuando un paciente llega por primera vez, se le atiende de manera normal. Por ejemplo, llega un señor Müller y dice: “Solo quiero ir al ropero y conseguir algo de comida; me quedé sin hogar hace unas semanas, no sé qué hacer, me robaron el documento de identidad, no tengo seguro médico y me siento mal, me duele aquí y allá”».

Recolectar botellas

«Con el señor Müller tenemos que empezar desde el principio: preguntarle cuándo fue la última vez que visitó a un médico, cuándo y por qué se quedó sin hogar, dónde duerme (en casa de conocidos, en la calle o en albergues para personas sin hogar), de qué vive (recolectando botellas, mendigando, comedores sociales), qué trabajo tenía antes (algunos tienen derecho a la ayuda social Hartz IV, pero nunca la han solicitado), qué formación tiene, si está o estuvo casado, si tiene hijos. Cuando tengo una idea general de esta persona, podemos hacer un plan para ayudarla también socialmente.

Pero si el señor Müller no quiere contar su historia y prefiere permanecer en el anonimato, puede hacerlo, por supuesto. Sin embargo, debe inventarse un nombre para mis registros, porque tengo que documentar mi trabajo médico, cosas como: “Recibió penicilina”, etc. Hubo una mujer que se llamó a sí misma “Arco Iris”, otra quiso llamarse “Gorra”. Yo digo, está bien, lo importante es que lo recuerden la próxima vez que vengan».

Tiempo y paciencia

«La mayoría de las personas proporcionan información sobre sí mismas. Si me entero de que alguien lleva poco tiempo sin hogar, puedo ayudarlo de manera muy diferente a alguien que ha estado viviendo en la calle durante 15 años. Una persona que lleva tanto tiempo sin hogar necesita mucho tiempo y paciencia; apenas es capaz de lidiar con las autoridades. Se han resignado a vivir en la calle y están ocupados con eso las 24 horas del día. La anamnesis social es importante para mí, porque solo así sé qué necesita alguien además de la atención médica.

En la anamnesis médica, las preguntas más importantes son sobre hepatitis, VIH, tuberculosis, sífilis, ya que todas estas son enfermedades de declaración obligatoria.

Algunos pacientes son adictos a las drogas. Realizo un examen básico: diabetes, hipertensión, niveles de oxígeno, y les pido que me describan sus síntomas. Todo lo que puedo hacer por ellos de forma ambulatoria, lo hago. Para radiografías y similares, los envío al servicio de salud pública. A menudo también hay problemas dentales, entonces los derivo a nuestra clínica dental. Muchos tienen dificultades de visión, y pueden acudir a nuestra oftalmóloga, quien también tiene una colección de gafas donadas. También ofrecemos otros servicios: si hay problemas con la justicia, contamos con abogados; algunos han robado una botella o alimentos, muchos tienen deudas por viajar sin boleto, y temen terminar en prisión.

Tenemos una trabajadora social que les ayuda; ella puede imprimir de inmediato los formularios —hoy en día casi todos están disponibles en internet—, rellenarlos y llevarlos directamente a las oficinas. Técnicamente, no es un problema. Si alguien tiene mucho miedo de ir solo, ella lo acompaña. Pero no abrumamos a las personas con ayuda de inmediato, ¡por Dios!, también necesitan un momento de calma. Les digo: primero vayan arriba a comer y al ropero si necesitan algo. Mi consulta está abierta todos los días de 8 a 15 horas, y el desayuno se sirve desde las 8:30 hasta las 14:00 horas».

Un año de tiempo

«Me aseguro de que las personas no vengan indefinidamente como personas sin hogar y se vayan igual. Podrían ir a comer a otro lado si ese fuera el caso. No somos un comedor social en ese sentido. Somos, por un lado, un centro de salud, pero también queremos que las personas no se queden estancadas, sino que avancen un poco. Hemos implementado una tarjeta con la que pueden comer durante un mes entero. Después de un mes, hablo con ellos: ¿cómo están?, ¿han ido a las oficinas?, ¿qué ha pasado?, ¿qué problemas hay? Y entonces la trabajadora social les da una nueva tarjeta.

Les damos tiempo. Un año entero. Luego digo: bueno, un momento, ¿realmente necesitan nuestra ayuda todavía? Los he visto durante un año, y cada vez se ven peor. Tengo la impresión de que no podemos ayudarles de verdad. La mayoría reflexiona entonces y hace algo para salir de la calle. Si vemos que alguien puede lograrlo, ejercemos presión y lo ayudamos con todas nuestras fuerzas. Pero si veo que no hay progreso, los dejamos; algunos llevan años viniendo. Algunos tienen enfermedades mentales, y en esos casos ejercer presión sería algo completamente equivocado. Hay que evaluar cada caso individualmente.

En su mayoría, son hombres los que vienen aquí. El año pasado, el 83% eran hombres y el 17% mujeres; en promedio, siempre es alrededor de 80%-20%. ¿Y en cuanto a la edad? Va desde los 15 hasta los 80 años, pero el 90% tiene entre 30 y finales de los 50. Cuando trabajaba en Ostbahnhof, según mis registros, alrededor del 4% eran adictos a las drogas, pero ahora es mucho más. La proporción de personas con problemas de alcohol es, por supuesto, mayor, entre el 60% y el 70%.

La mayoría de los pacientes aquí son ciudadanos alemanes, pero cada vez vienen más personas de Europa del Este, especialmente rumanos y polacos. Algunos llegan completamente borrachos. Muchos no tienen documentos. Si se enferman, deben pagar la atención médica de forma privada, ya que los ciudadanos de la Unión Europea de Europa del Este aún no tienen derecho a atención médica gratuita. Tienen grandes problemas; tampoco pueden acceder a albergues para personas sin hogar, porque eso requiere un comprobante de cobertura de costos, que no obtienen. También han venido gitanos y gitanas que tenían alguna vivienda en Moabit, pero no estaban aseguradas. En esos casos, se trataba de dolores dentales. Pero también vienen personas de otras nacionalidades, desde Grecia hasta África y Nueva Zelanda».

Enfermedades de la pobreza

«La mayoría de los pacientes son de origen alemán y suelen estar en un mal estado general. Nuestros dermatólogos a menudo dicen: “Aquí vemos cosas que no he visto en toda mi carrera profesional: heridas, enfermedades de la piel, sarna, verdadera sarna, parásitos, piojos, ¡todo!” Las personas tienen enfermedades típicas de la pobreza, como la llamada “Schleppe”, una infección bacteriana de la piel con formación de pus y costras, a menudo en todo el cuerpo hasta la cabeza. Primero hay que limpiar completamente, desinfectar y tratar. También hay problemas estomacales, úlceras por el estrés, la mala alimentación, el insomnio, porque no tienen un lugar donde dormir tranquilos. Muchos ya han sido operados.

Hay enfermedades pulmonares: una vez vino alguien con tuberculosis abierta, y lo envié con transporte médico de inmediato al hospital; bronquitis crónica, asma. Y, por supuesto, enfermedades relacionadas con el alcohol: páncreas, cirrosis hepática, ¡claro! Algunos se autolesionan, se cortan con cuchillas, se queman con cigarrillos, chicas jóvenes, pero también chicos. Hay muchas anemias, lesiones por caídas, diabéticos sin tratamiento, úlceras en las piernas y, por supuesto, congelaciones cada invierno, generalmente en los dedos de los pies. Uno perdió la parte delantera del pie por eso. Todas son enfermedades directamente relacionadas con las malas condiciones de vida.

En el área de otorrinolaringología también hay mucho: infecciones de oído, anginas graves, y vienen sólo cuando ya no pueden hablar. Las infecciones oculares son frecuentes. Muchos tienen problemas de vejiga por el frío, incontinencia, diarrea, lo cual es especialmente grave cuando no tienen acceso a un baño ni a agua y ropa limpia. Cuando comencé en el consultorio de Ostbahnhof, vi a tantas personas en estado de abandono como nunca antes en mi vida.

Abandono significa: llega una persona que huele mal desde lejos, no se ha quitado los pantalones en mucho tiempo, los calcetines están pegados a la piel, hay gusanos, llueven piojos de la cabeza y el cuerpo; el personal de enfermería primero debe hacer un afeitado completo, desparasitar y ablandar todo… ¡eso es extremo! Ahora todavía veo algunos casos, pero no tantos. Actualmente hay cuatro consultorios de este tipo en Berlín, y eso tiene un impacto. Todos hemos logrado algo en Berlín, al menos un poco».

Se necesitan donaciones

«¿Qué ha cambiado en los últimos años? Hay muchos que no son personas sin hogar, pero no tienen seguro médico; tal vez fueron independientes, como taxistas, y dejaron de poder pagar los 600 euros de su seguro privado, o incluso la mitad para personas necesitadas. (Según la Oficina Federal de Estadística, hay unas 137,000 personas sin seguro médico, y 150,000 asegurados privados que no pueden pagar sus pólizas y adeudan cuotas. Nota de la autora.) Esto ocurre desde 2009, con la ley de obligatoriedad del seguro. Así que, entre nuestros pacientes, ahora hay un 20% que vive en una vivienda normal, pero no está asegurado. Una mujer me llamó una vez y dijo que ahora duerme en su quiosco porque sólo puede pagar o el alquiler o el seguro. También hay jubilados que no pueden pagar medicamentos adicionales o gafas.

Cada vez vienen más pacientes, y yo digo: ¡Por Dios, qué quieren estas personas aquí! Llevo casi 20 años haciendo esto. Al principio, venían las típicas personas sin hogar a mi consulta, gente pobre de clase baja. Ahora, también vienen personas pobres que antes tenían una mejor situación, personas educadas. Hemos tenido a un doctor en pedagogía, un arquitecto, un anestesista, una enfermera…

¿Qué deseo? Bueno, deseo que sigamos recibiendo donaciones para que esto pueda continuar. Desde 2006 hasta hoy lo hemos logrado. Y, en primer lugar, deseo que podamos sacar a la mayor cantidad de gente posible de la calle. Nuestros pacientes aquí no sueñan con palacios ni nada por el estilo. Anhelan una vida sencilla y normal. No quieren dormir bajo un puente, en un parque o en una casa abandonada, ni compartir una habitación con varias personas donde uno ronca, otro habla dormido o no puede dormir. Quieren una habitación para ellos solos, un pequeño apartamento. Me digo a mí misma: ¡en un país tan rico, tiene que ser posible sacar a la gente de la calle! Creo que este problema es susceptible de ser solucionado.

¿Mi motivación? Verá, crecí en los Andes, en Perú, y cuando tenía 13 años nos mudamos a Ica, en la costa. Allí, por primera vez en mi vida, vi a personas realmente pobres. Quedé impactada. Siempre me interesó mucho este problema, ¡me indignaba! Por eso me hice médica. No estoy aquí para hacer caridad, evangelizar o educar. Quiero ayudar a las personas en su situación de necesidad, tanto médica como mentalmente, y se trata de empoderarlas para que puedan reclamar su derecho, como ciudadanos que siguen siendo.

[EL DEDO EN LA LLAGA]  La peruana Jenny de la Torre Castro, conocida médica de personas sin hogar de Berlín, falleció el 10 de junio de 2025 a los 71 años de edad tras una larga y grave enfermedad, según dio a conocer la Fundación Jenny de la Torre, creada por ella misma en 2002.

De la Torre nació en 1954 en Nazca (Ica) y creció en Puquio (Ayacucho) en condiciones humildes. En 1976 llegó a la República Democrática Alemana (RDA) con una beca, se convirtió en especialista en cirugía infantil y se doctoró en la Charité, un hospital público universitario de Berlín. A partir de 1994, trató gratuitamente a personas sin hogar en la estación de tren Ostbahnhof de Berlín. Por su compromiso, recibió múltiples reconocimientos.

El siguiente artículo es una semblanza, originalmente en alemán, publicada el 18 de marzo de 2014 en Infostelle Peru. Su autora, Hildegard Willer, es una periodista independiente que reside en Lima y escribe para varios medios alemanes.

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Trabajadores sociales, cooperantes al desarrollo y misioneros alemanes van al llamado Tercer Mundo para «ayudar» a los más pobres. Jenny de la Torre ha elegido el camino opuesto. La médica peruana se dedica en Berlín a cuidar de los marginados de la sociedad alemana.

Jenny de la Torre tiene algo en común con la mujer más poderosa del mundo. Ambas casi se pierden el evento histórico más importante que ocurrió frente a sus puertas. Angela Merkel afirma que el 9 de noviembre de 1989 estaba en un sauna, mientras que Jenny de la Torre, quien se hallaba en una piscina de Berlín Este, era la única que en ese momento estaba rindiendo su examen de natación. Tras 13 años en la RDA, un país que producía campeonas mundiales de natación en serie, Jenny de la Torre quería aprender de los mejores y perfeccionar su estilo de natación. Precisamente en ese día cayó el Muro de Berlín; la vida de Jenny De la Torre dio un giro que la llevó hacia los más pobres de la sociedad y, finalmente, a la Pflugstrasse 12 en Berlín Centro.

La casa en la Pflugstrasse 12 es un edificio de ladrillo rojo en una calle que hasta ahora ha escapado al saneamiento. A menos de 100 metros estaba el Muro; esa antigua zona marginal ahora se encuentra en el corazón del vibrante Berlín moderno. Sobre la puerta de madera de doble hoja se lee «Centro de Salud para Personas sin Hogar». Una mujer de apenas 1.60 metros, con un corte de pelo sencillo y redondeado, vestida con pantalones blancos y bata, abre la puerta. La doctora Jenny de la Torre es la directora del Centro de Salud para Personas sin Hogar. Su consulta está decorada de forma sobria y funcional, sin fotos familiares. No hay cruces, retratos de Che Guevara ni símbolos que indiquen una creencia. Solo una gran placa con el juramento de Hipócrates:

«Estableceré prescripciones médicas para el beneficio de los enfermos según mi capacidad y juicio, pero me abstendré de aplicarlas para causar daño o de manera injusta».

Su infancia en los Andes peruanos le mostró a Jenny de la Torre lo importante que puede ser encontrar a un médico a tiempo.

Puquio

Era difícil hallar un médico en Puquio. Hace 50 años sólo se podía acceder a este pueblo en las altitudes de los Andes peruanos tras varios días de viaje por un camino accidentado. Jenny de la Torre tenía 6 años cuando su madre enfermó gravemente, y la familia hizo venir al único médico del distrito desde lejos. De repente alguien llamó a la puerta y un muchacho de 13 años, con el rostro empapado en lágrimas, irrumpió. «El médico debe venir a ver a mi padre, está enfermo, ¡rápido!», suplicaba el muchacho. La pequeña Jenny explicó que el médico estaba atendiendo a su madre y no podía ir inmediatamente con el padre del otro niño. «Me sentí tan mal cuando los dos niños discutíamos por el médico», recuerda 50 años después este episodio, que fue una experiencia clave para ella. En ese momento tomó forma una certeza: hay muy pocos médicos en Perú para la población pobre. Y decidió que quería ser médica para ayudar a paliar esa carencia.

En el segundo piso

En el segundo piso del centro de salud, el olor estéril del hospital se mezcla con el aroma de comida caliente y el de ropa sucia sobre pieles sin lavar. Es invierno en Berlín, las calles están mojadas o heladas, y las temperaturas rara vez superan los cero grados. Sobrevivir en la calle en invierno es brutal. Las personas sin hogar que llegan a la Pflugstrasse 12 para comer algo o calentarse no se han lavado en días. Jürgen G. siempre lleva su bolsa deportiva con todas sus pertenencias y busca un lugar donde dormir. A su lado, un hombre con cabello gris desaliñado, barba larga y rostro enrojecido por el frío o el alcohol podría tener 50 o 70 años. Es mucho más alto que la doctora, como él la llama. Tiene molestias en la rodilla. Jenny de la Torre organiza una consulta para él con un ortopeda, un colega jubilado que, como todos los médicos y psicólogos aquí, trabaja de forma voluntaria. «A nosotros vienen personas de todas las clases sociales, la falta de hogar puede afectar a cualquiera», cuenta Jenny de la Torre. «Incluso en un Estado social como Alemania».

Ostbahnhof

Cuando la doctora Jenny De la Torre comenzó en 1994 a ofrecer consultas médicas para personas sin hogar en la estación de tren Ostbahnhof de Berlín, fue la culminación provisional de una larga odisea. En 1976 llegó a Leipzig como estudiante de medicina. «Por casualidad», dice la doctora. «Una compañera con una beca de la RDA estudiaba en Rostock y en un aula de la Universidad de Ica se leyó una postal suya. Pensé que yo también podría intentarlo». Logró obtener una beca y, tras finalizar sus estudios en los años 80, regresó a Perú. Pero no contaba con la burocracia peruana. Hasta el día de hoy, los médicos enfrentan dificultades para que se reconozcan en el Perú sus estudios realizados en el extranjero. Tras casi un año de trámites infructuosos, Jenny de la Torre se rindió y regresó a la RDA, donde se especializó en cirugía pediátrica. Poco después de la caída del Muro, intentó de nuevo en el Perú, pero fue en vano: el Colegio Médico del Perú exigía siempre nuevos documentos. El país, que tanto necesita médicos, no se los pone fácil a éstos.

Jenny de la Torre regresó al país donde ya había vivido 14 años. Era una de las muchas médicas desempleadas del Este en la Alemania recién reunificada. La Cámara de Médicos de Berlín le ofreció finalmente un proyecto: establecer un consultorio para personas sin hogar en Ostbahnhof.

«Para el consultorio solo teníamos un cuarto de 12 m² sin ventanas junto al comedor», recuerda Jenny de la Torre sobre su primer lugar de trabajo con personas sin hogar. «He visto enfermedades que no esperaba encontrar aquí. El estado catastrófico de mis pacientes me impactó profundamente. Sarna, piojos, heridas abiertas en las piernas y calcetines pegados a la piel eran algo cotidiano. En la RDA me preparé para mi país, sin saber dónde sería asignada. Todas esas experiencias las pude aplicar aquí con mis pacientes».

Tomar una decisión

Tras dos años de medicina para personas sin hogar en Ostbahnhof, Jenny de la Torre recibió otras ofertas de trabajo. Las rechazó y se quedó. «¿Qué es más importante: la vida o el dinero? El dinero se puede ganar en cualquier lugar, pero aquí es donde más me necesitan».

No solo era requerida como médica. Cuando se atiende a personas sin hogar, también hay que ser un poco abogada, trabajadora social y psicóloga. La doctora ha visto lo rápido que una persona sin hogar puede quedar fuera de todos los sistemas del Estado social y lo difícil que es reincorporarse. «En Alemania hay un sistema de ayuda social, quizás uno de los mejores del mundo. Y, aun así, hay personas que se caen de la red social. Cuando te vuelves pobre y terminas en la calle, estás casi siempre solo. No solo afecta a los pobres, sino también a miembros de otras clases sociales que, debido a un golpe del destino, se convierten en personas sin hogar».

Con el tiempo, llegó el reconocimiento público por el compromiso médico y social de Jenny de la Torre. La Charité le otorgó un doctorado honoris causa. En 2002 recibió el premio mediático «Gallina de Oro». El dinero del premio fue la base inicial para crear su propia Fundación Jenny de la Torre, con la que sigue atendiendo a las personas sin hogar en Berlín.

Que ella, proveniente de un «país en desarrollo» como Perú, ahora cuide de los marginados de una sociedad rica no sorprende a Jenny De la Torre. «No importa dónde vivas, sino qué haces. No importa si eres peruano, chino o lo que sea. Simplemente hay que ayudar».

La doctora Jenny De la Torre no se considera una buena samaritana de turno, sino que ayuda porque es exactamente lo que le gusta hacer. Ayudar como autorrealización. Y también como dar y recibir. «Todos dependemos unos de otros. La ayuda que doy, regresa».

Quizá no solo aprendió esto en la facultad de medicina, sino en su infancia en las montañas de Puquio. «Reciprocidad» —el equilibrio entre dar y recibir— es la base de la visión andina de la solidaridad, que ha llevado a la doctora Jenny de la Torre a los márgenes de la sociedad alemana.

(Traducción de Martin Scheuch)

[El dedo en la llaga] La popularidad democrática de un partido antidemocrático

Según la prestigiosa publicación británica The Economist, Alemania es una “democracia plena”, ocupando el puesto número 8 en su Índice de Democracia 2024. Sólo 24 países de 167 alcanzan esta categoría. Entre ellos no está Estados Unidos, clasificado en el puesto 28 como una “democracia defectuosa”, ni tampoco el Perú, considerado un “régimen híbrido”, ocupando el puesto 81.

Sin embargo, también se ciernen negros nubarrones sobre la democracia alemana. En las elecciones federales del 23 de febrero de 2005, la AfD (Alternative für Deutschland = Alternativa para Alemania), un polémico partido de derecha, obtuvo 20.8% de los votos, que se tradujeron en 152 de los 630 escaños del Bundestag (parlamento alemán), convirtiéndose en la segunda fuerza política después de la alianza CDU/CSU (Christliche Democratische Unión = Unión Demócrata Cristiana / Christlich-Soziale Union = Unión Social Cristiana), liderada por Friedrich Merz.

El 2 de mayo de este año la agencia de inteligencia interna de Alemania, denominada oficialmente Bundesamt für Verfassungsschutz (Oficina Federal para la Protección de la Constitución), clasificó a la AfD como una organización de extrema derecha (“gesichert rechtsextremistisch”), basándose sobre una investigación y evaluación exhaustiva que duró tres años, y que se detalla en un informe de más de 1100 páginas.

Al Verfassungsschutz también se le conoce como el “sistema de alerta temprana de la democracia”. Su tarea a nivel federal y estatal es la recolección y evaluación de información, en particular datos relacionados con hechos y personas, noticias y documentos, a fin de detectar amenazas contra el orden democrático, la existencia y seguridad de la República Federal de Alemania o de alguno de sus estados. Pues una auténtica democracia no se limita al voto de sus ciudadanos, sino que tienen que estar garantizados los derechos humanos fundamentales establecidos en la Constitución. Y cuando esos derechos se ven amenazados, corre también peligro el orden democrático. En consecuencia, aunque la AfD no haya sido prohibida aún, es deber del Verfassungsschutz informar a la opinión pública sobre sus hallazgos.

El informe destaca que la AfD promueve una visión etnocéntrica del pueblo alemán, la cual excluye a personas con antecedentes migratorios, especialmente de países musulmanes, considerándolas como ciudadanos de segunda clase, postura incompatible con el principio de igualdad de la Constitución alemana. La AfD ha sido señalada por una retórica persistente que incluye declaraciones xenófobas, islamófobas y antiinmigrantes. Términos como “Messermigration” (migración con cuchillos, en referencia a unos cuantos atentados con cuchillo efectuados por fanáticos islamistas) o frases como “Abschieben schafft Wohnraum” (deportar crea espacio habitable) fomentan prejuicios y miedo hacia grupos específicos de la población, y se consideran contrarios a la dignidad humana. Asimismo, se documenta que la AfD adopta posturas que contradicen principios fundamentales de la democracia como la igualdad de derechos, el estado de derecho y el respeto por las instituciones democráticas. Esto incluye teorías de la conspiración, como la del “Bevölkerungsaustausch” (reemplazo poblacional) y ataques a la legitimidad de instituciones democráticas. Se mencionan también vínculos con organizaciones extremistas como Identitäre Bewegung (Movimiento Identitario), así como la participación de miembros en eventos con grupos radicales. Además, se documentaron casos de miembros de la AfD involucrados en actividades violentas o con conexiones a grupos como los Sächsische Separatisten (Separatistas Sajones), presunto grupo terrorista, o los Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), 25 de cuyos miembros fueron arrestados el 7 de diciembre de 2022 por ser sospechosos de formar una organización terrorista y planear un golpe de estado.

El informe señala que las posiciones extremistas no son marginales —es decir, restringidas a unos cuantos miembros—, sino que están arraigadas en la cúpula del partido, incluyendo a figuras destacadas como sus líderes Alice Weidel y Tino Chrupalla, evidenciándose esto en discursos y publicaciones que promueven un nacionalismo étnico, muy similar a la superioridad de la raza aria que postulara el Partido Nazi en la época de Hitler.

El informe del Verfassungsschutz se basa sobre una amplia colección de declaraciones públicas de funcionarios de la AfD, publicaciones en redes sociales, discursos en el Bundestag y campañas electorales, especialmente durante la elección federal de 2025 y las elecciones estatales en el este de Alemania. Estas pruebas muestran una “práctica extremista que desestima la dignidad humana” en todas las instancias del partido.

La clasificación como “gesichert rechtsextremistisch” implica que el Verfassungsschutz considera que no hay dudas sobre las tendencias anticonstitucionales de la AfD, lo que permite una vigilancia más intensiva con métodos de inteligencia, como el uso de informantes o escuchas telefónicas. Sin embargo, tras una solicitud de amparo judicial en un procedimiento de urgencia por parte de la AfD, el Verfassungsschutz suspendió temporalmente el uso público de esta clasificación el 8 de mayo de 2025, mediante un acuerdo de espera(“Stillhaltezusage” ) hasta que un tribunal decida sobre la legalidad de la misma.

La AfD, por su parte, ha rechazado la clasificación, calificándola como un ataque motivado políticamente, y ha anunciado que continuará luchando legalmente. La decisión ha reavivado el debate sobre un posible procedimiento de prohibición del partido, aunque esto requeriría una solicitud del Bundestag, el Bundesrat (Consejo Federal, cámara de representantes de los estados federados) o el gobierno federal ante el Tribunal Constitucional Federal.

El nuevo canciller Friedrich Merz (CDU), investido en mayo de 2025, no apoya activamente la prohibición, argumentando que podría ser contraproducente y reforzaría la narrativa de victimización de la AfD. Aunque ha calificado a la AfD de “chusma”, prefiere combatirla políticamente. Con 10.3 millones de votos y 152 escaños en el Bundestag tras las elecciones de 2025, la AfD es la segunda fuerza parlamentaria y lidera la oposición. Una prohibición podría polarizar aún más a la sociedad, fortalecer el apoyo a la ultraderecha y darle a la AfD un “sello de victimización”. Una encuesta publicada en Bild am Sonntag (3 de mayo de 2025) realizada por INSA, un instituto de investigación social y de mercado, mostró que el 48% de los alemanes apoya la prohibición, pero el 37% se opone, y el 39% cree que perjudicaría a la democracia.

La AfD ha anunciado acciones legales contra la clasificación del Verfassungsschutz, calificándola de “golpe a la democracia”. Un fallo judicial favorable a la AfD podría dificultar aún más un procedimiento de prohibición.

La historia parece repetirse. En 1920, hace poco más de cien años, fue fundado el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), mas conocido como el Partido Nazi, considerado un partido extremista de derecha en la República de Weimar. Hubo prohibiciones parciales limitadas a lo regional, sobre todo después de que Adolf Hitler protagonizara del 8 al 9 de noviembre de 1925 un intento de golpe de estado en Múnich.

En septiembre de 1930 el Partido Nazi obtuvo un gran éxito en las elecciones, consiguiendo el 18.3% de los votos y 107 escaños en el Reichstag, convirtiéndose en la segunda fuerza tras el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands = Partido Socialdemócrata de Alemania). El gobierno socialdemócrata de Prusia, liderado por Otto Braun, propuso prohibir al Partido Nazi y a su ala paramilitar, las SA, debido a su creciente violencia callejera contra comunistas, socialistas y judíos. Sin embargo, el gobierno federal bajo el canciller Heinrich Brüning (Partido del Centro) rechazó esta idea, argumentando que una prohibición podría radicalizar aún más a los seguidores nazis y que era mejor combatirlos políticamente. Un informe confidencial de la policía prusiana recomendó la prohibición, citando su retórica antidemocrática y planes para subvertir la Constitución de Weimar. Sin embargo, la falta de unidad entre los partidos democráticos y el temor a represalias de las SA impidieron que se actuara. Como resultado, no se implementó una prohibición nacional. La violencia nazi continuó, y en las elecciones de julio de 1932 el Partido Nazi alcanzó el 37.3% de los votos, convirtiéndose en la primera fuerza política del Reichstag.

Lo demás es historia conocida.

Uno de los mayores peligros para la democracia es la tolerancia y condescendencia con los grupos y partidos que se sostienen sobre principios antidemocráticos y atentatorios contra los derechos humanos de todos los ciudadanos, sin importar su procedencia, etnia, género, pensamiento o religión. Si alguna vez llegaran al poder mediante mecanismos democráticos —como lo hizo el partido de Hitler en su momento—, asistiríamos al declive de la democracia. Pues ésta no consiste solamente en el ejercicio del voto popular, sino además en la garantía de derechos para todo el pueblo, para todo los ciudadanos sin excepción. Y un partido antidemocrático y antiderechos no se convierte en democrático por el solo hecho de haber sido elegido por el voto popular. Así como nunca una rana se ha convertido en un príncipe. Eso es puro cuento de hadas.

[El dedo en la llaga] En esta segunda parte, continúo con el análisis de la tesis doctoral de mi hermano Erwin Scheuch, titulada “La crisis de los abusos sexuales de menores en la Iglesia. Una lectura desde la fe a partir de los informes de Estados Unidos, Australia, Alemania y Francia”.

Según Erwin, los abusos sexuales han disminuido porque las medidas tomadas por la Iglesia han sido efectivas:

«Según las estadísticas reveladas en los informes [de Estados Unidos, Australia, Alemania y Francia] que hemos visto, los abusos sexuales contra menores han disminuido notablemente en las últimas décadas, lo cual sugiere que las medidas impuestas en la enseñanza de la teología moral, en los centros de formación de las nuevas generaciones de sacerdotes, en el acompañamiento, tutelando la dignidad de las personas, y en la prevención surgieron efecto”.

Sin embargo, la afirmación de la disminución de abusos sexuales es dudosa, pues habría que suponer que hasta la fecha de corte de los informes ya se habrían hecho todas las denuncias de abuso sexuales referidas a los períodos de estudio, ignorando que podrían haber denuncias en el futuro que se sumen a los abusos ocurridos en fechas posteriores a las décadas de los 60 y 70, que es donde la tesis considera que se efectuaron la mayor cantidad de abusos. Además, no se considera la cifra oscura de las víctimas que por diversos motivos no denuncian. 

Así como la tesis llega aquí a enunciados que no cuentan con sustento científico, lo mismo ocurrirá con otras afirmaciones, como, por ejemplo, la condena de la homosexualidad como un desorden psicológico y su vinculación con los casos de pederastia:

«…contrariamente a los que sostienen que no sería un factor relevante, en nuestra opinión, sí podemos concluir que tanto la homosexualidad, como la bisexualidad e incluso la llamada “confusión sexual” —todas incluyen la homosexualidad— expresan un desorden grave de la madurez sexual, desorden que sí fue determinante en la comisión de los abusos de menores».

Consideremos los abusos contra niñas y jovencitas menores de edad que, si bien fueron menores en número que los abusos contra varones menores de edad, también los hubo. ¿Hay que atribuirlo a la heterosexualidad de los abusadores? Siguiendo la misma lógica, ¿hay que condenar también la heterosexualidad —y, por lo tanto, toda actividad y orientación sexual— como lo hicieron los cátaros en la Edad Media?

Según los autores que han estudiado el fenómeno de la homosexualidad en la Iglesia católica, entre el 30% y 50% de los clérigos serían homosexuales y, por consiguiente, la gran mayoría de ellos no habrían cometido abusos sexuales en perjuicio de menores. Y no por ser homosexuales dejan de ser personas normales capaces de la misma madurez humana que las personas heterosexuales.

Pero es aquí donde Erwin realiza un acto de malabarismo intelectual para intentar demostrar que sólo los clérigos homosexuales que rompen su voto de celibato son realmente homosexuales:

«El sacerdote homosexual es quien mantiene relaciones y actos con personas del mismo sexo. Esta es una noción fundamental que, cuando se relativiza o elimina, sólo trae confusión, como sucede en los ejemplos de sacerdotes que dicen: “soy homosexual, pero soy célibe”. Según la doctrina, en términos estrictos un célibe no comete actos sexuales, y aun cuando puede sentir la atracción a personas del mismo sexo, si no comete actos no es homosexual».

¿Según que doctrina? Parece que según aquella que le sale del forro, pues la doctrina católica no dice eso.

En consecuencia, insistirá en el tema de la homosexualidad cuando intente definir el concepto de pederastia:

«Los informes [de Estados Unidos, Australia, Alemania y Francia], que no toman en cuenta criterios teológicos, sugieren que los abusos podrían haber sido causados por las dificultades que impone en algunos la exigencia del celibato sacerdotal.

Debido a sus características, el término que mejor describe el fenómeno es la pederastia, que consiste en la actividad homosexual con jóvenes varones de cualquier edad con la intención del placer sexual o de afectos desordenados antinaturales, que es también aplicable al caso de jóvenes adultos que son seducidos por sus autoridades o maestros».

Este último párrafo, que parece redactado por Cantinflas, suscita algunas preguntas. Los autores de los informes, que tratan un problema que en el fondo poco o nada tiene que ver con fe o religión sino más bien con la psicología, la sociología y la criminología, ¿deben ser también cristianos creyentes o teólogos para poder abordar el problema, sólo porque los abusadores son clérigos? ¿Y los abusos con niñas o jovencitas menores de edad ya no constituyen pederastia? ¿Y tampoco hay que ser necesariamente menor de edad para poder ser víctima de pederastia?

Siguiendo este mismo estilo, cuando intente explicar las causas de la pederastia clerical, nos dará una explicación que no es otra cosa que una verdad de Perogrullo a la legua:

«Según las estadísticas de los informes revisados los abusos de menores no se explican por las patologías de la sexualidad. Como hemos señalado, la pedofilia pudo haber intervenido en el 10% de los caso, y la efebofilia en el 20%. Siendo así, el 70% de los casos, o más, quedarían sin explicación. […] si las causas no fueron las patologías, ¿qué explica la gran mayoría de los casos? En nuestra opinión los abusos fueron provocados por la fuerza de la concupiscencia, inherente a la condición humana como fruto del pecado. En ese sentido, se trata del viejo y conocido pecado de la lujuria, esto es, “el deseo o el goce desordenado del placer venéreo, separado de las finalidades propias del sexo”».

Como si hubiera descubierto la pólvora, Erwin nos dice que los abusos sexuales se deben a la búsqueda desordenada del placer sexual. ¿No se trata de una afirmación de sentido común, que no requiere de demostración y que todos sabemos antes de cualquier estudio o investigación del tema? ¿O acaso buscaban sexo para causarse sufrimiento y dolor? Lo que nunca explica Erwin es por qué ese desorden llevó a algunos clérigos a abusar sexualmente de menores. Ni siquiera la pretendida Revolución Sexual, que tanto Benedicto XVI como su lamebotas sodálite elevan a la categoría de una crisis de Occidente, explicaría este asunto. Erwin indica que «los elementos señalados que componían la crisis cultural y moral de Occidente provocaron un impacto en la preparación para el sacerdocio, la selección de candidatos, la vida de los clérigos y los religiosos, y la atención a los problemas que luego presentaron». Suponiendo que esos aspectos —no debidamente demostrados— fueran ciertos, explicarían el incumplimiento del voto de celibato por parte de clérigos y religiosos, pero no por qué ese incumplimiento tendría como objeto en algunos casos a menores de edad.

Insistiendo aún más en su perogrullada, Erwin cree encontrar en la falta de dominio personal la razón de los abusos sexuales en la Iglesia católica:

«En el fenómeno de los abusos sexuales de menores se evidencia que el dominio personal de la propia sexualidad jugó un papel determinado. Como hemos analizado con amplitud, con independencia de la inclinación o la atracción sexual, los abusos se producen cuando no hay un control interior de la persona, es decir, un dominio virtuoso que permita manejar racionalmente los impulsos, y no dejarse dominar despóticamente por éstos”.

Con relación a los abusos cometidos por sacerdotes, las estadísticas muestran que allí donde se promovió una libertad sexual sin frenos, y no se cumplía la obligación del celibato, se produjeron más abusos. Particularmente problemáticas fueron las “subculturas homosexuales” que se crearon en las diócesis y en los seminarios, donde varones homosexuales interactuaban sexualmente entre ellos o con gente externa, y que compartían experiencias, comprensiones y significados mutuos».

Todo esto no explica cómo en instituciones tan conservadoras y tradicionalistas como los Legionarios de Cristo y el Sodalicio de Vida Cristiana —supuestamente fieles a la doctrina moral católica— haya habido tantos casos de abusos de menores de edad. Ni tampoco explica los abusos sexuales cometidos por clérigos ocurridos en la arquidiócesis de Boston, entonces gobernada por el arzobispo conservador Bernard Law, donde el escándalo de abusos en la Iglesia obtuvo resonancia internacional, gracias a la labor de investigación periodística del Boston Globe. Tampoco explica los casos de abusos ocurridos, debidamente documentados, que ocurrieron en la arquidiócesis de Múnich cuando su arzobispo era Joseph Ratzinger.

Cuando se trata del abuso de poder como causa de los abusos sexuales contra menores, Erwin no duda en relativizar este motivo, como se puede constatar en el siguiente texto: 

«El abuso de la potestad de gobierno, de oficio o del cargo consiste en todo acto de violación de la ley eclesiástica realizado por quienes posee legítimamente el cargo o el poder. Para la designación de un oficio se debe cumplir los requisitos exigidos por la ley. El delito sólo es imputable cuando el abuso haya ocurrido durante el desempeño del cargo, y puede consistir en el uso perverso de la autoridad, interviniendo más allá de las competencias o de las normas que el derecho otorga, o imponiéndose arbitrariamente en ámbitos que deben estar regidos por la libertad, usando modos deshonestos. Esta potestad se ejerce en el fuero externo, y nunca puede decidir sobre el fuero de la conciencia, por lo cual se limita la libertad de acción. No se trata de abuso cuando se respetan las normas, que en algunos casos pueden ser exigentes, como es el caso en ciertas instituciones religiosas».

Se refiere aquí implícitamente al Sodalicio, donde el respeto a normas “exigentes” no habría constituido abuso, considerado como tal sólo por las víctimas que no habrían podido soportar estar sometidos a esas normas, las cuales además afectarían solamente el fuero externo, quedando la conciencia intacta, pudiendo discernir la víctima en ese momento si se trataba de un abuso o no. Que eso no ocurrió así en la realidad a Erwin le importa un bledo.

También relativiza el concepto de vulnerabilidad, distinguiendo entre una vulnerabilidad radical, «que se encuentra en todo ser humano que se abre al influjo de otro», y una vulnerabilidad especial, «cuando la fragilidad proviene de una condición especial (p.e. una enfermedad, una situación temporal, etc.)», señalando que esta última no se aplica en la mayoría de los casos a abusos en perjuicio de mayores de edad. Y sobre la primera vulnerabilidad señala que «es un dato antropológico, aplicable a todos, más aun cuando en la búsqueda de perfección y comunión la persona se deja influenciar por los demás. La vulnerabilidad permite abrirse al amor, y por ello, también a cualquier abuso. En ese sentido la formación de la conciencia es fundamental para evitar ser afectados por una influencia abusiva».

Dicho de otro modo, como todos somos vulnerables cuando nos abrimos al influjo de otro, la responsabilidad de evitar el abuso recae sobre cada uno de nosotros y no sobre la persona que ejerce el influjo. Se trata de una sutil manera de culpabilizar a la víctima del abuso que pudiera haber sufrido. Señala algo parecido cuando habla del abuso de conciencia: «El abuso también puede darse involuntariamente o puede ser provocado por la propia víctima que busca seguridad y se abandona».

Asimismo cuestiona la constatación hecha por muchos de que el abuso sexual suele darse en una situación de “abuso de poder”, trastocando el significado corriente del término, en un párrafo que, por lo absurdo que resulta, cae en el humorismo involuntario, y que provocarías más de una carcajada, a no ser porque aparentemente el autor de la tesis, dentro de sus limitaciones intelectuales, cree que lo que afirma es verdadero y acertado:

«…los abusos sexuales se han convertido en un vehículo para cuestionar y confrontar el poder, y eso también sucede en la Iglesia. Una consecuencia de esta lógica idealizada es explicar los abusos sexuales meramente como un abuso de poder. Sin embargo, es necesario especificar de cuál poder se trata, que en este caso es el abuso del poder sexual, que sin duda puede también comprometer otras facetas del poder humano».

En otras palabras, el abuso se debería a la potencia sexual de la que goza el abusador. Creo que no hace falta escribir una tesis para llegar a esta conclusión, y es evidente que cuando se habla de “abuso de poder”, nadie se refiere a esto.

Otra cantinflada de esta tesis es su crítica al papel de los medios en la crisis de abuso sexual en la Iglesia católica:

«Finalmente, no podemos olvidar el poder mediático, es decir, el que ejercen los medios de comunicación, y hoy en día también las redes sociales. Mediante este poder se pueden cometer grandes abusos, destruyendo el buen nombre de los implicados en un caso de abuso, ya sea porque se desacredita al acusador, o se condena al acusado injustamente. No sin razón ha sido llamado el cuarto poder, por el cual se juzga a los implicados en la arena pública tomando partido y adelantando opinión mientras se desarrolla un juicio. Si bien la Iglesia, según sus normas, debe mantener la reserva en los procesos canónicos, se ha visto también como los mismos participantes del proceso utilizan a los medios para promover sus causas y presionar a quienes deben ejercer la justicia».

¿Nunca le han dicho a Erwin que la imparcialidad y el evitar adelanto de opinión le corresponden propiamente a un juez? ¿Y que los medios de comunicación no tienen la obligación de ser imparciales, sino solamente de ser objetivos y rigurosos en la información que proporcionan? ¿Y que si se remiten a sus fuentes de manera profesional, no pueden cometer la falta de adelanto de opinión? ¿Y que tampoco se les puede obligar a guardar silencio mientras haya un proceso judicial en curso, lo cual sería flagrante censura? ¿Y que las víctimas de abuso sexual en la Iglesia sólo han logrado obtener justicia cuando sus casos se hicieron públicamente conocidos a través de los medios?

La tesis termina con un alegato de defensa a favor de los acusados de abuso, presentándolos como víctimas de las nuevas estrategias judiciales introducidas por el Papa Francisco para luchar contra el flagelo de la pederastia eclesial:

«…algunos casos vienen siendo procesados mediante procesos extrajudiciales, los cuales ofrecen menos garantías de defensa para el acusado que en un juicio. El recurso al proceso extrajudicial es razonable en situaciones muy evidentes que no ameritan dilatar el proceso, pero es también una ocasión en la que el Ordinario puede cometer un abuso sin brindar todas las garantías para una defensa adecuada. A eso hay que añadir un asunto particularmente complejo y no resuelto: un juez puede imponer el silencio a las partes en algunas cusas, cuando al mismo tiempo se considera que el el acusador no puede ser silenciado, como establece Vos Estis Lux Mundi. Ello deja al acusado en una posición desventajosa respecto del acusador.

Finalmente, un acto de justicia es reparar el daño cometido. Se ha incorporado en el Nuevo Libro Penal el deber de reparación de las víctimas de abuso. Pero nada se dice respecto al deber de reparar el daño que se comete a los indagados, muchas veces lesionados por las acciones de los acusadores o de las autoridades. Varias acusaciones ventiladas en la prensa, que luego fueron probadas falsas, han dañado profundamente a sacerdotes o religiosos acusados. La autoridad tiene el deber de restituir el buen nombre del acusado, más aún si éste ha sido afectado por acciones de la autoridad. Ello, que debería ser una acción regulada por la ley, sólo es posible si la persona dañada exige esa reparación mediante una demanda judicial».

Después de todo lo señalado, es indudable que esta tesis doctoral elaborada por un cortesano del Sodalicio caído en desgracia pretende proporcionar elementos y herramientas para favorecer a los abusadores, sobre todo a aquellos pertenecientes a esa suprimida sociedad de vida apostólica, que aún buscan mantener en pie la impunidad de que gozaron durante décadas.

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Abusos, benedicto xvi, Iglesia católica, revolución sexual, sodalicio de vida cristiana

[El dedo en la llaga] La tesis doctoral de los abusadores (I)

En el universo de Star Trek, los Borg son una de las civilizaciones más icónicas y aterradoras. Aparecen por primera vez en un episodio de 1989 de la serie “Star Trek: La nueva generación” (“Star Trek: The Next Generation”) y juegan un papel importante en el largometraje “Star Trek: Primer contacto” (“Star Trek: First Contact”, 1996), dirigido por Jonathan Frakes. Son una especie de colectivo cibernético, una mezcla de seres biológicos y tecnología avanzada, que opera como una mente colmena. No funcionan como individuos, sino que todos están conectados a una conciencia común llamada el Colectivo Borg. Su lema más famoso es: «Resistance is futile» («La resistencia es inútil»).

No resulta exagerado hacer una comparación entre el Colectivo Borg y el Sodalicio de Vida Cristiana. El Reglamento de la Comunidad que Luis Fernando Figari elaboró y que estuvo vigente hasta la primera mitad de la década de los 90 decía textualmente: “El espíritu de independencia es muerte para la comunidad”, principio que se ha mantenido posteriormente con una formulación similar (“muerte para la vida fraterna”) en las “Pautas para la vida fraterna”, documento que rigió la vida comunitaria de los miembros del Sodalicio hasta su disolución definitiva y oficial el 14 de abril de este año.

Este principio se traducía en la práctica en que ningún sodálite debía tener pensamientos propios, ni espíritu crítico hacia la doctrina emanada de la institución, ni iniciativas personales, ni voluntad propia e independiente. Todas las fuerzas cognitivas, afectivas y volitivas del sodálite debían estar orientadas hacia la supervivencia de ese colectivo abstracto llamado Sodalicio de Vida Cristiana. Y para ello había que destruir los rasgos sustanciales de la personalidad individual, convirtiendo al sujeto en un terminal dócil de la maquinaria sectaria.

Eso se ha manifestado en que, por lo general, ningún escrito de ningún sodálite ha sido principalmente expresión de ideas propias, sino que ha respondido a la ideología que le servía de sustento al colectivo. Y esto se repite en la tesis doctoral que ha presentado mi hermano Erwin Scheuch en la Pontificia Università della Santa Croce (Roma), institución de estudios superiores a cargo del Opus Dei, con el título de “La crisis de los abusos sexuales de menores en la Iglesia. Una lectura desde la fe a partir de los informes de Estados Unidos, Australia, Alemania y Francia”. Allí dice: «agradezco a la comunidad de vida cristiana con la que crecí en la fe y a la que he dedicado cuarenta años de mi vida, que me mostró siempre su apoyo y comprensión ante los desafíos que esta tesis representó, y a quienes quedaré eternamente agradecido». 

Debo aclarar que Erwin es mi hermano menor y que fui yo quien, allá a finales de los 70, lo puse en contacto con otro sodálite, el futuro sacerdote Juan Carlos “Chaly” Rivva, para que éste le hiciera el consabido proselitismo al que llamaban “apostolado”. Erwin logró ascender en la jerarquía de la institución, ocupando varios puestos de responsabilidad y llegando incluso a ser Superior Regional del Perú. Mientras yo, a partir de la década de los 90, iniciaba —aun sin ser muy consciente de ello— un largo proceso de desintoxicación psicológica y desprogramación del lavado de cerebro, Erwin siguió conectado como un borg al colectivo institucional. Su participación activa en esta colmena de lobotomizados espirituales le ha pasado factura. El 25 de septiembre de 2024, por orden del Papa Francisco, fue expulsado del Sodalicio, junto con otros nueve miembros de la secta.

En la introducción a su tesis —que tuvo un largo proceso de gestación, pues fue iniciada antes de la pandemia de COVID-19— dice que uno de los retrasos para terminarla, que duró varios meses, fue provocado «por verme involucrado como testigo y protagonista de una serie de investigaciones de abusos, no de carácter sexual, lo cual ha sido ocasión para constatar muchos de los aspectos explicados en esta tesis. Incluso con un recto afán de alcanzar justicia para quienes denuncian abusos, la tendencia de las autoridades eclesiásticas puede ser inclinar el péndulo —indebidamente— a favor de los acusadores por el solo hecho de serlo, creyendo sin prueba alguna su versión. Tal proceder provoca procesos sumarios, que prescinden del debido proceso —imprescindible para determinar la verdad y establecer justicia—, donde no se diferencia la posición del denunciante de quien juzga, se declina escuchar en un ejercicio racional las defensas de los acusados y emana sentencias arbitrarias, sin mayor motivación y sin otorgar derechos de apelación. Tal proceder puede convertir a personas inocentes en víctimas del abuso de poder de la autoridad eclesial, reeditando lo que ha ocurrido en el fenómeno de los abusos sexuales, abuso que supuestamente se ha buscado corregir».

Resulta evidente que Erwin no ha aceptado la decisión del Vaticano y se considera una víctima inocente, y rechaza maliciosamente los testimonios de las víctimas, siendo que esos mismos testimonios son lo que se llama pruebas testimoniales, corroboradas mediante un análisis que examina la credibilidad del testigo, la coherencia de su relato y su relación con las partes para determinar el peso de la prueba. Además, se calcula que las acusaciones falsas sobre abusos en la Iglesia fluctúan entre el 2% y el 3%, siendo la mayoría de los testimonios veraces y creíbles. El riesgo de que algún miembro del clero o religioso sea acusado falsamente de abusos es mínimo.

Desde un inicio se nota que Erwin —y junto con él los remanentes del Sodalicio— cuestiona que la Iglesia del Papa Francisco haya tomado partido por las víctimas. En consecuencia, habrá en su tesis una defensa implícita de quienes fueron acusados de abusos en el Sodalicio, aunque no mencione a la institución por su nombre.

También hay un cuestionamiento del rol que jugó el periodismo, cuando dice que «la prensa desempeña un rol fundamental en la imagen que se comunica de la Iglesia, hoy puesta en el banquillo de acusado. Espero que este estudio permita también ofrecer elementos que ayuden a una genuina comunicación de la Iglesia». En otras palabras, la imagen de la Iglesia que ofrece el periodismo no es genuina sino falseada.

Los dos primeros capítulos de la tesis son meramente descriptivos, donde Erwin explica en el primero la metodología, fuentes y conceptos que aplica, y en el segundo capítulo describe minuciosa y comparativamente los informes que son objeto de estudio. Allí asume un punto de partida que derivará en que su estudio no pueda ser considerado científicamente riguroso según estándares académicos, punto de partida descrito en las conclusiones finales de su tesis de la sigueinte manera:

«Todos los informes —dice— fueron confeccionados por comisiones “independientes”. Sin embargo, la aproximación al fenómeno de estas comisiones es diversa, principalmente cuando se habla de causas y soluciones. […] las claves de interpretación del fenómeno, en varios casos, están basadas en ideologías que se alejan —o incluso se oponen— de la visión que la antropología cristiana que la Iglesia profesa, lo que evidentemente lleva a conclusiones muy distintas sobre las causas de los abusos y las posibles soluciones. Este problema incide también de modo notorio en la divulgación de la comprensión en el ámbito público, y particularmente en la prensa. […] si quienes investigan no entienden y/o no comparten la naturaleza y estructura de la Iglesia, y no son verdaderamente “independientes”, los informes se pueden convertir en un instrumento que no refleja la verdad del fenómeno, y se pueden utilizar contra la misma Iglesia». 

En las mismas conclusiones finales explicitará brevemente así su postura:

«…esta tesis ha buscado una mirada desde el fenómeno desde la fe, recurriendo a las bases doctrinales de la teología y la antropología católicas expuestas en la tradición, en el Magisterio y el derecho de la Iglesia. En éstos podemos encontrar mejores luces para un fenómeno interdisciplinario que involucra las ciencias humanas, médicas, jurídicas y teológicas».

Esta concepción concuerda con el postulado de Luis Fernando Figari, que rechazaba la validez de las ciencias psicológicas y sociológicas si no iban acompañadas de una visión cristiana del hombre. Es decir, sólo quien tiene y practica la fe cristiana puede ejercer estas ciencias con solvencia y rigurosidad. De ahí que el enfoque que asume Erwin —como digno representante del Sodalicio y de su ideología religiosa— será la de una mirada de fe, que en realidad no es la de una fe en estado puro sino la de una interpretación determinada y particular del contenido de la fe. Para ello recurrirá principalmente a textos de los Papas Benedicto XVI y también de Juan Pablo II, Pablo VI y en pocos momentos, de Francisco, así como al Derecho Canónico. Sus fuentes bibliográficas serán teólogos e intelectuales del espectro conservador de la Iglesia, a los cuales citará como si fueran exponentes incuestionables de la fe auténtica que profesa el pueblo católico. Podemos decir inequívocamente que nos hallamos ante una tesis que se sustenta en una doctrina teológica y no en disciplinas científicas, que serían las más apropiadas para quien ha hecho estudios universitarios en el área de Comunicación Social Institucional.

Y es aquí donde la tesis se vuelve problemática, pues Erwin asumirá la teoría de Benedicto XVI de que la crisis de abusos en la Iglesia es producto de la Revolución Sexual de los 60, una teoría sin mucho sustento esgrimida por un clérigo que ha dedicado su vida a la teología y no por representantes de la psicología, la sociología y las ciencias históricas, que cuentan con herramientas adecuadas para analizar ese fenómeno. Señala que, según los informes, la mayoría de los abusos ocurrieron entre los años 60 y 70 —lo cual no se puede inferir con certeza, pues no se tiene en cuenta la cifra oscura de casos no documentados o no denunciados, ni tampoco se considera las denuncias que podría haber en el futuro referentes a abusos cometidos posteriormente a esas décadas—. Incide en que algunos autores de esa época consideraron normal y deseable el sexo entre adultos y menores, sin mencionar —por supuesto— que se trató siempre de propuestas marginales que nunca obtuvieron consenso entre los representantes de la Revolución Sexual. 

Además, esta revolución no explica los casos de pederastia clerical presentes a lo largo de la historia de la Iglesia, casi desde sus inicios. La Didaché, un catecismo primitivo del siglo II, pide a los clérigos “no seducir a jóvenes”. Este mal es mencionado y abordado en el Concilio de Elvira (aprox. 306, España) —que prohibía explícitamente a los clérigos “cometer adulterio con niños” (stupratores puerorum)—, el Concilio de Aix-la-Chapelle (836) —que reconoció los abusos sexuales, incluyendo la pedofilia, como problemas endémicos en la Iglesia y emitió regulaciones para controlar el comportamiento sexual del clero— y el Concilio Lateranense II (1139) —a partir del cual la Iglesia comenzó a desarrollar una estructura administrativa más centralizada, lo que permitió establecer políticas para abordar el abuso sexual—. No se debe olvidar que San Pedro Damián, un monje y reformador del siglo XI, en su “Liber Gomorrhianus”, dirigido al Papa León IX en el año 1049, denunció los abusos sexuales generalizados entre el clero, incluyendo la sodomía y el abuso de menores.

Además, se calcula en la actualidad que aproximadamente entre el 4% y 6% de los clérigos habrían cometido abusos sexuales contra menores. La cifra de abusadores de menores en la sociedad civil se calcula entre 1% y 2%. Si asumiéramos como cierto el postulado de la tesis de Erwin, ¡qué raro que haya un porcentaje más alto de abusadores entre los clérigos —que supuestamente estarían mejor protegidos contra la influencia del mundo— que entre los civiles comunes y corrientes, más expuestos a las consecuencias de la Revolución Sexual!

Otros aspectos de la tesis serán analizados mañana, en la segunda parte de este artículo.

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Abusos, benedicto xvi, Iglesia católica, revolución sexual, sodalicio de vida cristiana

[El dedo en la llaga] NOTA ACLARATORIA: El siguiente texto es el epílogo de mi libro inédito sobre el Sodalicio de Vida Cristiana. Si todo sale bien, el libro será publicado en el transcurso de este año.

El Sodalicio de Vida Cristiana ciertamente jugó un papel importante en la conformación de mi identidad personal. Yo no sería quien soy si no es porque en un momento de mi vida esta línea torcida de Dios me salió al encuentro y se convirtió en un camino para descubrir realidades que en ese momento no percibía, cuando era solamente un joven desorientado, insatisfecho, buscándole sentido a un mundo que parecía no tenerlo. El Sodalicio me permitió adentrarme en ese libro misterioso que escribe Dios de manera invisible, ese laberinto de páginas incomprensibles, rompecabezas incompletos y renglones entrecruzados que llamamos vida y que sólo cobra sentido desde la perspectiva de la eternidad insondable. Gracias al Sodalicio descubrí la fe cristiana de una manera intensa y vibrante en un momento en que podría haberla perdido, y se despertaron en mí las inquietudes intelectuales que me han acompañado a lo largo de mi vida. Aunque he de confesar que este redescubrimiento de la fe ya se había iniciado un año antes, cuando yo tenía 14 años de edad, gracias a un atípico profesor de religión, de talante bohemio, que tuve en el Colegio Alexander von Humboldt, quien tuvo la valentía, con un estilo desenfadado, de cuestionar mis seguridades de adolescente omnisciente, hacer que tomara conciencia de lo burgueses y conformistas que eran mis actitudes rebeldes y abrirme las puertas a una búsqueda que tocaría puerto un año después.

En el Sodalicio aprendí a nutrirme de esa visión de eternidad que otorga la fe, a mirar a Jesús de manera novedosa y vital, a abandonarme en las manos maternales de Santa María Virgen, a preferir los bienes que se pueden atesorar en el corazón a los bienes materiales que uno atesora en la tierra, a hablar con sinceridad y a huir de todo tipo de hipocresía y doblez del alma, a tomar conciencia de los talentos que Dios me ha concedido para compartirlos con mis semejantes, a entender la vida como un acto de amor y servicio que se ofrece gratuitamente y que lleva al sacrificio de las propias comodidades y seguridades, a vivir la dinámica de lo provisional sin hacerme muchas preocupaciones por el futuro y alegrándome por los dones que ofrece el presente, a no rendirme nunca ante las adversidades, a querer amar hasta el extremo, a alegrarme con las cosas sencillas, a ver el dolor como parte del recorrido que uno tiene que hacer en esta tierra de sombras, a sentirme siempre en la presencia de Dios, cuya luz se vislumbra en todo lo que ocurre y no permite nunca que perdamos la esperanza.

En el Sodalicio conocí a muchas personas de gran calidad humana, buena voluntad, conciencia recta e integridad moral, y también hice muchos amigos, a los que sigo mirando con aprecio y respeto y hacia los cuales siempre tendré el corazón abierto, cual habitación pequeña pero abrigada, donde puedan entrar y calentarse al fuego, mientras toman el vino que les ofrezco y se olvidan por un momento de las inclemencias que trae la vida. Pues la lealtad franca y abierta hacia las personas que confían en uno y que no ocultan trastiendas en sus almas es algo que también aprendí en el Sodalicio.

El Sodalicio que yo conocí en los 70 estaba muy lejos de esa imagen de personas tiesas, formales, de trato cortés pero distante, adscritas a un idealismo religioso que los aleja del común de los mortales. Es cierto que la manera de participar en las celebraciones litúrgicas comenzaba a alimentar esa imagen. Ya desde entonces se tenía la costumbre de usar traje azul en las festividades solemnes, cantar con voz fuerte y estilo marcial, cuidar los detalles en la presencia física —pulcritud, sobriedad de gestos, contención— y actuar todos de manera similar. Pero en ese entonces este tipo de solemnidades eran relativamente escasas, y lo que reinaba era un espíritu de informalidad y camaradería ajeno a las formalidades asociadas a lo religioso. El lenguaje que se utilizaba no retrocedía ante las expresiones más crudas y obscenas. Yo nunca estuve acostumbrado a ese lenguaje, cosa rara entre los jóvenes de mi medio social, y tuve que aprenderlo para comunicarme con mis compañeros de camino en el Sodalicio. Fue así que el inicio de mi compromiso cristiano coincidió con mi iniciación en el lenguaje vulgar y malsonante, que por lo general había estado ausente de mi vida, por educación y por decisión propia.

Conformado en ese entonces por jóvenes que estaban a lo más en la mitad de sus años veinte ‒quien más edad tenía era Luis Fernando Figari, que superaba la treintena‒ no faltaban las locuras juveniles propias de esa edad. Había, por ejemplo, quien conducía su coche por las calles de Lima a velocidades que llegaban a los 80 kilómetros por hora. Teníamos a veces conversaciones nocturnas en las que hablábamos sobre libros y películas críticas de la sociedad, muchas veces en cafés pintorescos de la noche limeña, algunos de los cuales ya no existen. Hermann Hesse era uno de los autores más comentados, cuyos libros Demian y Siddharta eran de lectura casi obligada para quienes nos adentrábamos en la dimensión profunda de la existencia. Mi afición por el buen cine también se afianzó en aquella época, cuando las inquietudes despertadas me hicieron acudir a a las salas de cine y cine clubes en busca de algo más que entretenimiento. Recuerdo que vi en ese entonces obras memorables del Séptimo Arte como “El extranjero” (“Lo straniero”, Luchino Visconti, 1967), “La naranja mecánica” (“A Clockwork Orange”, Stanley Kubrick, 1971), “Un hombre de suerte” (“O Lucky Man!”, Lindsay Anderson, 1973), “Alguien voló sobre el nido del cuco” (“One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, Milos Forman, 1975), “El show debe seguir” (“All That Jazz”, Bob Fosse, 1979) y “Estados alterados” (“Altered States”, Ken Russell, 1980), que luego fueron objeto de largas disquisiciones para atrapar los significados que se me escapaban e iluminarlos desde la perspectiva cristiana rebelde que asumíamos.

El Sodalicio era un espacio de aventura que canalizaba nuestras ansias rebeldes y nos permitía ver la realidad desde una perspectiva distinta, a la vez que se erigía como proyecto para transformar el mundo y reconducirlo hacia su centro, convirtiéndolo de salvaje en humano, y de humano en divino, partiendo de la transformación de las personas a través de su conversión a la fe cristiana. He de admitir que en el Sodalicio se iniciaron recorridos personales maravillosos, trayectorias que enrumbaron a muchos jóvenes inquietos, voluntariosos y llenos de buenas intenciones por caminos que de otra manera hubieran terminado en la mediocridad de existencias pequeño burguesas y rutinarias, sin mayores alicientes.

¿Cuándo comenzó a irse a pique este sueño? ¿En qué momento aparecieron las primeras señales de decadencia? ¿O acaso no estuvieron presentes desde un inicio? ¿Como cuando se sometía a las personas a rondas de preguntas en grupo, forzándolas a ventilar ante otros problemas privados y personales? ¿O cuando, a fin de lograr los objetivos propuestos en el apostolado proselitista, en algunos casos se les hizo beber licor a algunos jóvenes hasta emborracharlos, a fin de de que bajaran sus defensas psíquicas y estuvieran mejor dispuestos a que se abordara sus secretos personales sin restricciones? ¿O cuando en algunos retiros se aplicaba una dinámica de grupo, en que todos los participantes se echaban sobre el piso con los ojos cerrados, y uno de los miembros del equipo se hacía pasar por un enfermo terminal de cáncer y contaba una historia desgarradora, a fin de generar miedo y angustia ante la muerte en los jóvenes menores de edad que escuchaban y, de esta manera, inducirlos a aceptar el mensaje de salvación que ofrecía el Sodalicio? ¿O cuando se nos pedía que no contáramos a nuestros padres las cosas que hacíamos, veíamos y escuchábamos en las reuniones sodálites, fomentando incluso la desobediencia hacia ellos mediante el argumento de que ellos no sabían lo que era bueno para nosotros puesto que no tenían un compromiso cristiano de veras sino mediocre y, como pertenecían al mundo, no iban a entender de qué iba lo nuestro? ¿O cuando eran aplicados tests psicológicos a jóvenes menores de edad, sin conocimiento ni consentimiento de sus padres, por parte de sodálites sin formación profesional ad hoc, a fin de lograr la adhesión de los jóvenes al grupo, además de otras dinámicas orientadas a controlar la psique de las personas y hacerlas dependientes de los sodálites mayores? ¿O cuando a un joven menor de edad su consejero espiritual le pidió que se desnudara por completo e hiciera como que fornicaba una silla, para ver si así lograba romper sus barreras psicológicas? ¿O cuando ya en esa época se presentaba a Luis Fernando Figari como una especie de iluminado y se consideraba cualquier conversación con él como una experiencia que necesariamente iba a contribuir a la propia transformación dentro del camino hacia la santidad deseada? ¿O cuando en los dos primeros Convivios, congresos de estudiantes católicos organizados por el Sodalicio para jóvenes de 16 y 17 años en edad escolar, realizados en 1977 y 1978 respectivamente, se iniciaron las sesiones del primer día, viernes en la noche, con la exhibición de películas clasificadas para mayores de 18 años por su alto contenido de violencia, a saber, Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) —clásico moderno que, sin embargo, no deja de ofrecer una visión deprimente de un entorno social determinado y termina en un baño de sangre de violencia inusual para la época— y Centinela de los malditos (The Sentinel, Michael Winner, 1977) —película de terror que presenta escenas de gran impacto, sórdidas y repugnantes, con personajes salidos del infierno—? ¿Y que la exhibición de estas películas en ambos Convivios tenía la intención de generar en los jóvenes participantes una especie de ablandamiento psicológico mediante una especie de terapia de shock, a fin de hacerlos tomar conciencia de los “males del mundo” y hacerlos más receptivos al mensaje que se les quería transmitir? ¿No se parece todo lo descrito anteriormente a las técnicas de control mental y manipulación de conciencias que han practicado varias sectas?

¿Eran estas señales de decadencia o solamente errores juveniles producto de la falta de experiencia? ¿Y lo que vino después en los 80? ¿Cuántos saben que el primer sodálite de vocación matrimonial que se casó tuvo una misa de bodas que fue celebrada con gran solemnidad, a lo grande, y que al final terminó migrando con su esposa a los Estados Unidos y se desvinculó completamente del Sodalicio? ¿Cuántos saben que Alberto Gazzo, el único sacerdote sodálite ordenado por el Papa Juan Pablo II en 1985 terminó colgando los hábitos y separándose de la institución, y que el número de la revista Alborada donde aparecía su foto junto con el Papa fue requisado y sacado de circulación, a fin de que nadie se acordara nunca más de él? ¿Quién recuerda a Virgilio Levaggi, aquel miembro de la cúpula sodálite ‒actualmente exsodálite‒ que fue confinado por un tiempo en una de la comunidades por haber cometido una falta grave que nunca se nos quiso revelar, y que se nos dijo que era referente a la obediencia, aunque las circunstancias adjuntas hacen sospechar más bien de una falta como aquellas que muchos jerarcas de la Iglesia han solido ocultar, dizque a fin de evitar escándalos? ¿Y qué pasó con aquel joven que vivía en una de las comunidades de formación de San Bartolo y al que un día le dijeron que no era apto para la vida en comunidad y que no creían que tuviera vocación, y por lo tanto debía regresar a vivir a casa de su padres, de cuya azotea se habría lanzado al vacío meses después para encontrar una muerte temprana por propia mano? ¿Y las huidas entre gallos y medianoche de quienes ya no querían vivir en comunidad, y que preferían aprovechar las horas nocturnas para retornar a una vida normal, antes que manifestar su deseo de forma abierta a los superiores, pues ello implicaba pasar meses de meses en estado de discernimiento obligatorio, sometidos a observación y a una dura disciplina, antes de que por fin se les permitiera salir al mundo, y siempre con el estigma de haber fracasado, que no es mucho peor que el estigma de “traidores” que se les colgaba en secreto a quienes se largaban “por la puerta trasera”?

El Sodalicio tenía potencial para ser grande y su misión prometía tener alcance universal. La energía y el ímpetu de jóvenes dispuestos a los más grandes sacrificios por seguir a Jesús el Señor, a comprometerse con la Iglesia y a actuar como levadura cristiana de buena calidad en la sociedad estaba presente. Y sinceramente, agradezco por lo que significó esa etapa de mi vida en todo aquello bueno que contribuyó a mi desarrollo personal y por haber significado para mi el inicio del seguimiento de Jesús en el Pueblo de Dios que es la Iglesia. Agradezco por todas las personas buenas que conocí y por las amistades que todavía mantengo. Agradezco por haber despertado en mí inquietudes intelectuales y haberme impulsado a hacer de mi vida una continua búsqueda preñada de una nostalgia entrañable de eternidad. Agradezco por todos los momentos de alegría, de tristeza, de incertidumbre y esperanza compartidos con tantos compañeros en la brega, hayan estado hasta el final en Sodalicio o se hayan ido antes. No obstante todas estas cosas buenas y positivas, lamentablemente los gérmenes de decadencia también estaban presentes e hicieron su labor. 

El Sodalicio se convirtió un cuerpo enfermo aquejado de autoritarismo, verticalismo, anquilosamiento intelectual y espiritual, ceguera histórica, espíritu sectario, aburguesamiento institucional y falta de tolerancia y de libertad. Y ése ha sido el caldo de cultivo donde han germinado los peores abusos.

Parece que la dolencia era terminal, considerando que los síntomas principales de la enfermedad institucional persistieron hasta el final. Y no obstante los intentos de curar al enfermo, lo único que se hizo fue lavarle la cara y darle al sistema una fachada de salud aparente.

En el Sodalicio siguieron creyendo en la existencia de su “carisma fundacional”, ese don que el Espíritu Santo otorga a un fundador de un instituto de vida consagrada para darle una tarea y una orientación, que finalmente se traduce en un beneficio espiritual para la Iglesia. Considerando que el fundador Figari —«mediador de un carisma de origen divino» según la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (carta del 30 de enero de 2017)— era un pecador redomado que podría no haber vivido el carisma, éste habría pasado actualmente a los miembros de la comunidad, lo cual se manifestaría en las obras buenas de las cuales hace gala el Sodalicio.

Sin embargo, ¿qué carisma podría haber tenido un hombre que creó una institución que funcionó como una secta desde sus principios, secuestrando las mentes de jóvenes menores de edad para luego abusar sexualmente de algunos? ¿Qué carisma pueden haber recibido los miembros actuales, que relativizaron la verdad y maltrataron a muchas víctimas desconociendo la veracidad de sus testimonios, además de haber impedido que se conozca todo el alcance de los abusos? ¿Que obras y frutos buenos puede mostrar el Sodalicio, cuando por cada sodálite en actividad que había deben haber varias personas —entre las cuales me cuento yo— que han visto sus vidas afectadas negativamente? ¿Qué carisma puede ser aquel que ha dañado la imagen de la Iglesia católica y ha hecho que muchas personas pierdan su fe religiosa?

Un recuento de quiénes fueron los miembros de aquello que Luis Fernando Figari llamaba “generación fundacional” del Sodalicio, conformada en su mayoría por escolares que terminaban el colegio en el año 1973, nos debería llevar a la misma conclusión. ¿Quiénes estuvieron, además de Germán Doig? Mons. José Antonio Eguren, arzobispo emérito de Piura y Tumbes, quien ha sido expulsado del Sodalicio por el Papa Francisco. El exsodálite Virgilio Levaggi, quien también cuenta con graves acusaciones de abuso sexual. El sacerdote Jaime Baertl, que cometió un abuso sexual sin contacto físico en perjuicio mío cuando yo tenía tan sólo dieciséis años de edad, lo cual ha sido descartado como inverosímil por los representantes del Sodalicio hasta el día de hoy. El sacerdote Emilio Garreaud, quien en el año 2019 fue denunciado por abuso sexual contra un mayor de edad en el Tribunal Eclesiástico Provincial de Costa Rica, denuncia que nunca se investigó a fondo y terminó siendo archivada. El laico consagrado Alfredo Garland y el exsacerdote y exsodálite Alberto Gazzo, quienes han sido señalados por el obispo emérito de la prelatura de Ayaviri y exsodálite Mons. Kay Schmalhausen como sus abusadores sexuales cuando el era aún un adolescente menor de edad (el mismo Schmalhausen cuenta que, ya siendo mayor de edad, abusaron sexualmente de él tanto Figari como Doig). El laico consagrado José Ambrozic, también expulsado del Sodalicio por el Papa Francisco. El laico casado Raúl Guinea, quien colaboró en la administración de los cementerios del Sodalicio, un negocio lucrativo libre de impuestos debido al uso ilegítimo y abusivo del Concordato entre la Santa Sede y el Estado Peruano. Franco Attanasio, quien fuera el primer sodálite casado y luego se separó de la institución, se mudó a los Estados Unidos con su mujer, y que ha sido incluido en el Registro de Agresores Sexuales de Michigan, en virtud de cuatro sentencias por conducta sexual criminal en cuarto grado emitidas en el año 2021. De este grupo sólo se salvan el exsodálite Juan Fernández, quien hizo carrera en la Marina de Guerra del Perú, y el exsacerdote y exsodálite Luis Cappelleti.

¿Quién puede creer aún que una pandilla de abusadores hayan sido portadores de un carisma del Espíritu Santo para bien de toda la Iglesia?

Figari ya ha sido expulsado de la institución que él fundó y el Sodalicio ha sido suprimido. El decreto de supresión hace referencia a la inmoralidad del fundador Figari como indicio de la inexistencia de un carisma fundacional, y por tanto, de la falta de legitimidad eclesial para la existencia de la institución. En otras palabras, ya la Santa Sede ha reconocido oficialmente que Figari no fue guiado por un poder divino, ni es fundador en ningún sentido, ni el Sodalicio era una obra querida por Dios.

Por el bien de la Iglesia y de la humanidad —y por el bien de muchos sodálites de buena voluntad que aún seguían sometidos al sistema ideológico y disciplinario de la institución— el Sodalicio fue condenado a desaparecer.

Este libro busca ser una contribución para ponerle un epitafio a la historia infamante de una institución que fracasó en la misión que decía tener —evangelizar a los jóvenes, evangelizar la cultura y solidarizarse cristianamente con los pobres y marginados— y que funcionó como una secta desde sus inicios, como una moledora de conciencias y destinos humanos, produciendo o bien seres fantasmales cortados todos con una misma tijera, o bien sobrevivientes de una experiencia que deja heridas en el alma y la tarea de una vida entera a rehacer desde sus cimientos, para hacerla auténticamente humana después de las salvajadas a que fue sometida.

Descansa en paz, Sodalicio. Descansa en paz en tu sepulcro y que duermas bien. Por los siglos de los siglos. Amén.

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Abusos, Iglesia católica, Luis Fernando Figari, Sodalicio

[El dedo en la llaga] «CitizenGO es un lobby, encuadrado en posiciones ultraconservadoras, constituido en España como fundación en el año 2013 por la asociación HazteOir, que posteriormente se diluyó dentro de la propia CitizenGO. Con sede en España, la plataforma promueve peticiones en oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, al aborto y la eutanasia en un ámbito internacional».

Así describe actualmente la Wikipedia en español lo que es CitzenGO, organización polémica en su ideología y sus métodos, fundada por el ultraconservador Ignacio Arsuaga.

Más interesante es lo que reseña la Wikipedia en inglés sobre quiénes dirigen y financian esta plataforma:

«The CitizenGO Foundation Board of Trustees is composed of Ignacio Arsuaga, Walter Hintz, Blanca Escobar, Luca Volontè (Unione dei Democratici Cristiani politician), Brian S. Brown (president of the anti-LGBT rights National Organization for Marriage), Gualberto García, Alexey Komov (Russian Representative of the pro-Christian right World Congress of Families, considered a close ally of pro-Vladimir Putin oligarch Konstantin Malofeev), Alejandro Bermudez, and John-Henry Westen».

«El Patronato de la Fundación CitizenGO está compuesto por Ignacio Arsuaga, Walter Hintz, Blanca Escobar, Luca Volontè (político de la Unione dei Democratici Cristiani), Brian S. Brown (presidente de la organización anti derechos LGBT National Organization for Marriage), Gualberto García, Alexei Komov (representante ruso del World Congress of Families, de derecha pro-cristiana, considerado un aliado cercano de Konstantin Malofeev, oligarca pro-Vladimir Putin), Alejandro Bermúdez y John-Henry Westen».

A destacar el nombre de Alejandro Bermúdez, miembro expulsado del Sodalicio de Vida Cristiana y autoproclamado periodista. Wikipedia ha tomado esta información de una fuente del año 2017. Si bien a día de hoy la lista de nombres, según la página web de CitizenGO, es un poco más reducida —Ignacio Arsuaga, Blanca Escobar, Luca Volontè, Brian Brown, Gualberto García y Carlos Polo—, en un artículo publicado en inglés el 24 de enero de 2022 en el portal informativo polaco Reset Obywatelski, “Ordo Iuris and the Kremlin: Evidence presented by Klementyna Suchanow”, se muestra que el nombre de Bermúdez seguía apareciendo en la versión en polaco de la web de CitizenGO, junto al nombre de Alexei Komov.

La presencia de Alexei Komov no es casualidad. Se le considera el embajador del Kremlin entre los fundamentalistas. Es hijo de un exoficial de la KGB, el servicio secreto soviético. Komov padre trabajó encubierto como periodista en Los Angeles (es decir, en Hollywood). Más tarde, la URSS le asignó misiones en Londres y La Habana.

Su hijo, Alexei Komov, es cercano a figuras clave de los movimientos nacionalistas y fundamentalistas en Europa, especialmente en Italia. En diciembre de 2013 participó en un congreso de la Lega Nord (Liga Norte), cuando este grupo separatista radical renunció a su separatismo para transformarse en un partido político nacional italiano. Luego se reveló que Putin financió a la Lega. Un escándalo similar ocurrió en Francia, donde se descubrió que el jefe de Komov, Konstantin Malofeev, “prestó” grandes sumas de dinero al partido ultraderechista Front National de Marine Le Pen. Además, Alexei Komov participó en las actividades de Agenda Europe, una organización coordinadora europea de más de 100 organizaciones que presenta el matrimonio homosexual, los derechos trans, la libertad reproductiva y los esfuerzos contra la discriminación LGBTQI como ataques al cristianismo y busca promover posiciones extremistas conservadoras.

Komov no sólo ha estado en las juntas directivas del World Congress of Families (WCF) —organización estadounidense que promueve internacionalmente valores e ideas del cristianismo conservador— y CitizenGO, sino que también contribuyó a crear esta última plataforma desde sus inicios. Esta relación data de 2012, cuando el congreso del WCF fue organizado por Ignacio Arsuaga, director de HazteOir, en Madrid. La representación rusa fue fuerte en ese evento, encabezada por Natalia Yakunina y Alexei Komov. Inmediatamente después, Arsuaga tuvo la idea de fundar una plataforma de peticiones que promoviera acciones en defensa de los valores cristianos y en contra de “innovaciones” como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la eutanasia. Sin embargo, no tenía dinero y estaba buscando patrocinadores. Fue entonces cuando los rusos entraron en escena. 

Menos de un mes después, una descripción del proyecto llamado CitizenGO fue enviada por Arsuaga no a Komov, sino a su jefe, el oligarca ruso Malofeev. Arsuaga proponía que el ruso ayudara a financiar el proyecto CitizenGO. Solicitaba 100,000 euros, tal como consta en un memorando del 23 de marzo de 2013. Gracias a los hackers del grupo ACAB Gang, quienes irrumpieron en la computadora del presidente de las organizaciones españolas HazteOir y CitizenGO a finales de 2016 o principios de 2017, accediendo a unos 17,000 documentos, tenemos confirmación de una transferencia de esa suma de Malofeev a Arsuaga. Estos documentos, publicados en el verano de 2021 por Wikileaks, incluyen acuerdos, transferencias, invitaciones, cartas, planes estratégicos y memorandos que arrojan nueva luz sobre toda la relación de la internacional conservadora con la Rusia de Putin. El mismo Ignacio Arsuaga confirmó la autenticidad de los documentos publicados por Wikileaks. Entre ellos se encuentra un acuerdo entre CitizenGO y la Fundación San Basilio el Grande, dirigida por Malofeev, por 100,000 euros.

La suma de 100,000 euros se destinaría a las actividades de CitizenGO «que promueven los derechos humanos y protegen los valores de libertad, democracia y tolerancia frente a los abusos y ataques a los que están sometidos a nivel internacional, mediante el lanzamiento de una plataforma web para campañas pro-vida y pro-familia de naturaleza global». El acuerdo también establecía que CitizenGO “asistirá” a la fundación de Malofeev en el aumento de «su base de apoyo social para lograr los objetivos que comparten ambas entidades». Además, se aseguró la capacidad de influir en CitizenGO con la cláusula de que la fundación de Malofeev «se unirá al órgano de gobierno (Patronato) de la Fundación CitizenGO». Esto ocurrió precisamente con la persona de Komov, quien se convirtió en miembro de la junta directiva de la organización tras la firma del acuerdo.

Es muy difícil que Alejandro Bermúdez no haya tenido conocimiento de todo esto. Perteneció al Patronato de Citizen GO durante años, al igual que Carlos Polo Samaniego, director de la oficina para América Latina del Population Research Institute (PRI), otra organización ultracatólica que se opone al aborto y a toda política y estrategia que promueva la anticoncepción. Polo es además amigo muy cercano de Bermúdez y participó también del Movimiento de Vida Cristiana, otra de las instituciones fundadas por Luis Fernando Figari que, al igual que el Sodalicio, fue suprimida por orden del Papa Francisco.

En esencia, CitizenGO ha operado como un “clon” del World Congress of Families, sirviendo como un instrumento para difundir valores conservadores y anti-progresistas que coincidían con los objetivos más amplios de Rusia para desestabilizar las estructuras democráticas occidentales y debilitar la unidad europea. Esto subraya el papel de estas organizaciones en una lucha geopolítica más grande, con implicaciones que van mucho más allá de sus supuestas metas de protección de la familia y de las libertades religiosas.

El World Congress of Families, Agenda Europe, CitizenGO, Ordo Iuris y muchos otros: todos son elementos de una máquina fundamentalista, alimentada por el Kremlin, que se solapan entre sí. Todas las organizaciones mencionadas anteriormente comenzaron a estar intensamente activas alrededor del mismo tiempo. Es decir, entre 2012 y 2013, cuando la posición de Putin comenzó a decaer. El dictador ruso decidió entonces contraatacar a sus oponentes occidentales. La presencia de oligarcas y activistas rusos como patrocinadores y animadores de la máquina indica que el Kremlin decidió aprovechar esta oportunidad para infiltrar a los radicales religiosos occidentales.

¿Para qué lo necesitaría el Kremlin? Para apoderarse de gobiernos en Europa, o al menos para llevar a Occidente al borde de una guerra religiosa e ideológica. Notemos que en esa misma época Putin se proclamó líder de los conservadores y defensor de los “valores cristianos”. Por supuesto, a Putin no le importa el amor evangélico hacia el prójimo. Al igual que en los tiempos del comunismo soviético, este tipo de ideología sería sólo una tapadera para realizar objetivos geopolíticos imperialistas. El Kremlin planea cumplir estos objetivos con la ayuda de una Internacional, modelada según la de la era comunista, pero representando esta vez el fascismo y el fundamentalismo.

¿De qué objetivos geopolíticos estamos hablando?

 • Levantar las sanciones impuestas a los dignatarios de la Federación Rusa por atacar Ucrania.

 • Debilitar y desintegrar la Unión Europea.

 • Debilitar y desintegrar la OTAN.

La primacía de la ley nacional sobre la ley internacional que predican los fundamentalistas es una norma añadida a la constitución rusa por Putin, defensor de una democracia de fachada. Una idea similar está tomando fuerza en Estados Unidos y en varios países europeos y latinoamericanos. Confiamos en que todo esto salga a la luz y algún día el conservadurismo sea asociado con la traición a los derechos humanos fundamentales y la sumisión al Kremlin.

Mientras tanto, hay que añadir que no sería la primera vez que Alejandro Bermúdez se sitúa en un entorno ultraconservador apoyando agendas políticas cuestionables de características clandestinas. Me constan las vinculaciones que tuvo el Sodalido desde la década de los 70 con la Organización Nacional del Yunque, organización secreta paramilitar, ultracatólica y de extrema derecha de origen mexicano y de alcance internacional. ¿Qué tipo de colaboración hubo con Manuel Díaz Cid y Federico Müggenburg —a quienes conocí personalmente—, yunquistas de las primeras generaciones y amigos cercanos de los sodálites Virgilio Levaggi y Alfredo Garland (primer y segundo director de ACI – Agencia Católica de Informaciones respectivamente), de Luis Fernando Figari (fundador del Sodalicio de Vida Cristiana), de Germán Doig (vicario general del Sodalicio hasta su muerte prematura) y también de Bermúdez, quien tomaría la posta de ACI en el año 1987? El mismo Díaz Cid, ya fallecido, reconoció públicamente que perteneció al Yunque hasta 1998, cuando decidió salir de la organización por discrepancias ideológicas y por desacuerdo con sus formas de actuar. No nos consta que Bermúdez haya sabido con anterioridad de la pertenencia al Yunque de estos dos personajes, que siempre se presentaban como miembros de organizaciones de fachada, así como tampoco considero probable ni verosímil que Bermúdez pertenezca al Yunque. Más aún, ni siquiera el historiador español Santiago Mata, en un artículo en Aleteia del 18 de febrero de 2015, ha afirmado que Alejandro Bermúdez pertenezca al Yunque, sino que lo incluyó en una lista de personas y entidades favorables de una u otra manera al Yunque. Como dijo el mismo Mata, «que estén aquí no significa que sean del Yunque, pero sí que conocen su existencia y lo apoyan y justifican».

El mismo Bermúdez respondió al respecto en su podcast Punto de Vista del 20 de febrero de 2015:

«Yo pertenezco al Sodalicio de Vida Cristiana. ¿De dónde voy a pertenecer al Yunque? ¿Para qué voy a pertenecer a una organización secreta que se dedica supuestamente a hacer lo que yo hago públicamente? ¿Qué razón tendría para estar en una organización secreta cuándo en esa organización secreta no haría más ni mejor que lo que ya estoy haciendo a vista y paciencia de todo el mundo?»

Lo interesante de estas declaraciones es que Bermúdez admitió que hay coincidencia entre lo que él hacía públicamente y lo que hace el Yunque. No extraña, pues, que suelte la siguiente afirmación: «¿Cómo una persona supuestamente inteligente piensa que el Yunque es un problema?»

Así como el Yunque se ha dedicado a manipular desde dentro ciertas organizaciones de ideario católico tradicional, a fin de generar impacto en la sociedad copando parcelas de poder político e influencia mediática, de manera similar Alejandro Bermúdez, partiendo de los mismos principios ideológicos y coincidiendo en los objetivos, se ha dedicado a manipular la información sobre la Iglesia y el mundo a fin de impulsar su agenda ideológica y su peculiar manera de entender el catolicismo, que en varios aspectos difiere de la nueva perspectiva más acorde con los Evangelios que ha buscado aplicar el Papa Francisco. Por eso no debería sorprendernos que Bermúdez haya apoyado todas las iniciativas que presenten indicios de estar infiltradas por miembros del Yunque —como las plataformas de Ignacio Arsuaga— o que aprueben los medios y fines de esta sociedad secreta. Al igual que en los últimos tiempos, consciente o no de ello, habría estado apoyando la ofensiva ideológica y la agenda política del Kremlin.

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[El dedo en la llaga] Nadie puede ser discriminado por su origen, religión, género u orientación sexual. Es un principio básico de toda democracia auténtica, también en Alemania. Sin embargo, la realidad en las calles alemanas es diferente para muchas minorías, sobre todo para musulmanes, que han estado enfrentando un aumento de hostilidades durante años. Según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2024, el 68% ha experimentado discriminación racial.

Hoy, lunes 17 de marzo de 2025, se pondrá en marcha en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia una oficina estatal dedicada exclusivamente a acoger denuncias por racismo contra musulmanes, la primera de su género en todo el país. Se ha invertido más de 375,000 euros en este proyecto.

Se trata de una medida importante, pues la policía no cuenta con un sistema unificado para registrar incidentes de racismo antimusulmán, considerando que las víctimas no son discriminadas sólo por su religión sino principalmente por su fisionomía étnica. En los informes del Ministerio del Interior federal todavía se utiliza el término “islamofobia”. Con esto, en primer lugar, se hace referencia a un motivo basado en la afiliación religiosa. En consecuencia, los casos sin una connotación religiosa visible quedan fuera del registro y sólo se consideran los delitos de relevancia penal.

Por lo general, la discriminación se dirige contra individuos, y en la mayoría de los casos, contra mujeres. Los 1,926 casos documentados en el año 2024 representan sólo la punta del iceberg, ya que muchos incidentes no se denuncian. En muchos casos, el racismo ya se ha normalizado o las personas desconocen sus derechos. Además, muchas víctimas no acuden a la policía por miedo y por falta de confianza en las autoridades públicas o en las instituciones. He aquí algunos incidentes antimusulmanes típicos en Alemania: insultos en plena calle, velos arrancados por la fuerza a las mujeres, o que un hombre sea llamado terrorista e incluso agredido físicamente.

Parece que el racismo no sólo existe a nivel individual y de manera marginal, sino que también está estructural e institucionalmente arraigado en la sociedad alemana. Una muestra de ello es la diferencia en el trato mediático cuando ocurre un atentado con múltiples víctimas, muy diferente dependiendo de si el autor del atentado es un migrante musulmán o un ciudadano nativo de nacionalidad alemana.

Ocurrió en Mannheim, ciudad situada a unos 15 km de dónde resido actualmente, en la céntrica Plaza del Mercado (Marktplatz). El 31 de mayo de 2024 un migrante afgano residente en Alemania, de 29 años de edad, intentó apuñalar a Michael Stürzenberger, presidente de la filial bávara del movimiento de extrema derecha Pax Europa, conocido por su postura islamófoba. En el transcurso del atentado un policía fue herido de muerte en la cabeza. Además, sufrieran heridas Stürzenberger y otras cuatro personas que se interpusieron en el camino del autor del atentado. Inmediatamente se habló de una motivación política del hecho, el autor fue señalado como un presunto terrorista y los grupos de extrema derecha aprovecharon la ocasión para mostrar su alarma sobre los supuestos peligros de la migración musulmana. Lo que la mayoría de los medios pasaron por alto es que dos de los heridos que intentaron detener al afgano también tenían un trasfondo migratorio: un musulmán nacionalizado alemán proveniente de Kazajistán y un cristiano arameo de Irak.

En cambio, un trágico incidente reciente, ocurrido el lunes 3 de marzo de 2025 también en Mannheim, tuvo otra connotación. Un ciudadano alemán residente de Ludwigshafen, de 40 años edad, condujo un automóvil Ford Fiesta a toda velocidad en la zona peatonal, matando a dos personas e hiriendo a otras catorce.

Los investigadores inicialmente determinaron que el atentado no tenía un trasfondo político. En cambio, señalaron que existían indicios concretos de que el detenido padecía una enfermedad mental. Sin embargo, según el grupo de investigación antifascista Exif, también hay indicios de que el hombre de 40 años estuvo políticamente activo en el pasado, dentro de la escena de extrema derecha. Según estas informaciones, hay fotografías que lo muestran participando en una marcha de extremistas de derecha y Reichsbürger (Ciudadanos del Reich, grupo de extrema de derecha que le niega toda legitimidad a la República Alemana) en octubre de 2018 en Berlín. En aquel entonces, alrededor de 1,300 personas se sumaron a la manifestación organizada por la alianza “Wir für Deutschland” (“Nosotros por Alemania”), poco después de los disturbios de extrema derecha en Chemnitz (Sajonia).

Sin embargo, la Fiscalía de Mannheim subrayó que, «según el estado actual de las investigaciones, no hay indicios de que el acto en cuestión tuviera un motivo extremista o político». También señaló que estaban al tanto de los vínculos del autor del atentado con el entorno de extrema derecha en 2018. Añadió que, en cambio, basándose en un extenso historial médico y en «numerosos testimonios que se corroboran entre sí», se presumía que el sujeto padece una enfermedad mental «desde hace muchos año»”. Había recibido tratamiento psiquiátrico de forma regular, incluso siendo hospitalizado el año pasado. Según el diario Bild, en aquel momento el sujeto acudió a un hospital en Ludwigshafen afirmando que planeaba rociarse con gasolina y prenderse fuego.

Que el centro de Mannheim, donde ocurrió el atentado , suele estar lleno de personas de distintas nacionalidades con trasfondo migratorio tampoco parece ser relevante para la Fiscalía, ni tampoco para los medios. Ni tampoco que el día elegido por el autor del atentado haya sido el lunes de carnaval, cuando las calles de las principales ciudades de la cuenca del Rin suelen estar repletas de gente.

Parecería que hay un doble rasero para catalogar a los autores de atentados. Si es un migrante musulmán, se sospecha de una motivación política y se califica el atentado como un acto terrorista. Pero si el autor del atentado es alemán nativo, entonces se presume en él un trastorno psiquiátrico. ¡Como no! Un alemán en todos sus cabales sería incapaz de cometer semejante atrocidad. Y aunque haya indicios y evidencias, se descarta de antemano una motivación política. Como si el odio contra seres humanos con trasfondo migratorio fuera algo accidental que no tendría mayor influjo sobre las decisiones criminales que toma un ciudadano alemán, sobre todo cuando decide enfilarse contra la multitud en el centro de una ciudad multicultural como es Mannheim.

Otro dato relevante del caso es que quien impidió que este sujeto hiciera más daño fue un migrante musulmán nacionalizado alemán, el taxista Afzal Muhammad, de 44 años, natural de Pakistán. Al ver pasar el Ford Fiesta a toda velocidad, se subió a su taxi y emprendió la persecución, hasta que pudo interponerse en el camino del automóvil usado como arma asesina y evitar que siga avanzando. El sujeto tuvo que bajarse del auto y le disparó al taxista con una pistola de fogueo, dándose luego a la fuga. Muhammad salió ileso del incidente, pero tuvo que ser internado porque cayó en estado de shock y tuvo problemas respiratorios debido a la excitación nerviosa del momento. El sujeto, en cambio, fue detenido en la zona portuaria de Mannheim por la policía, después de herirse él mismo en la boca con la pistola de fogueo, por lo cual también tuvo que ser hospitalizado.

Dos días después Afzal Muhammad fue honrado en la municipalidad por el alcalde, Christian Specht, como “el héroe de Mannheim”. Éstas fueron las palabras del taxista: «No me veo como un héroe. Soy un simple padre de familia, un taxista, un musulmán, un habitante de Mannheim, un ciudadano alemán». ¿Por qué había hecho lo que hizo, poniéndose él mismo en riesgo? Llevándose lentamente la mano al pecho, replicó: «Mi corazón. No puedo soportar cuando las personas mueren. Eso me duele en el corazón. Soy musulmán, ésa es mi labor». Se había guiado por un principio fundamental del Corán: «Quien salva una vida es como si salvase a toda la humanidad».

Hace unos 90 años la sociedad alemana, siguiendo los dictados de un fanático extremista como Adolf Hitler, estigmatizó a los judíos, con las trágicas consecuencias que ya conocemos. Hoy en día, quienes son estigmatizados con frecuencia, en base a absurdas teorías de la conspiración, son los migrantes musulmanes. Si bien es difícil que se llegue a los extremos de hace décadas, es necesario tomar medidas para que la discriminación, sea cual sea, no vuelva a repetirse.

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