Martin Scheuch

El experimento pedofilia

"En la película “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015) un abogado le dice a un periodista: «Si se necesita un pueblo entero para criar un niño, también se necesita un pueblo entero para abusar de él». Y eso es precisamente lo que ocurrió en Alemania con el experimento pedofilia de Helmut Kentler."

En el año 2015 el Senado de Berlín, órgano ejecutivo de esa ciudad-estado alemana, le encargó a la politóloga Teresa Nentwig del Instituto de Investigación de la Democracia (Institut für Demokratieforschung) de la Universidad de Gotinga (Baja Sajonia) un estudio sobre un experimento que había realizado el psicólogo y sexólogo Helmut Kentler (1928-2008), con autorización del mismo Senado, a fines de los años 60. La materia del experimento sobrepasa los límites de la credibilidad, pues consistía en confiar menores de edad problemáticos a tutores con claras tendencias pedófilas.

¿Quién fue el cerebro que ideó este ensayo propio de una historia de perversión?

Helmut Kentler fue un renombrado experto en sexualidad infantil y juvenil en la República Federal de Alemania, que alcanzó fama en los círculos especializados gracias a su labor como perito judicial. De 1979 a 1982 fue presidente de la Sociedad Alemana de Investigación Sexual Científico-Social (Deutsche Gesellschaft für Sozialwissenschaftliche Sexualforschung) y después participó del consejo consultivo de la Unión Humanista (Humanistische Union).

Fue defensor de la educación “emancipatoria” de jóvenes y cuenta como uno de los representantes de la liberación sexual de los años 60 y 70. En cierto sentido, fue un hijo de su tiempo, en una década como la de los 60, en que se cuestionaron las concepciones morales vigentes hasta entonces y se plantearon utopías de una sociedad libre de ataduras y cadenas. Y en esas euforia de liberación se llegó a concebir lo que antes resultaba inconcebible: que las personas pedófilas tenían derecho a vivir su sexualidad con niños y jóvenes.

Heredero de esa mentalidad fue en sus inicios el Partido Verde —actualmente uno de los partidos que forma la coalición de gobierno en Alemania—, cuya representación en el Estado de Renania-Westfalia del Norte abogaba por la legalización del sexo entre adultos y niños, siempre y cuando se tratara de un acto de común acuerdo.

Y está el caso de la Escuela de Odenwald en el Estado de Hesse, un internado que fue cerrado definitivamente en el año 2015, considerado durante mucho tiempo un modelo de lo que era la pedagogía experimental centrada en la libertad. Los educadores les permitían a los menores el consumo de bebidas alcohólicas y mantenían una gran cercanía física con sus alumnos, viviendo juntos en grupos denominados “familias”. Las caricias en la ducha, el sexo oral practicado a alumnos para despertarlos, los tocamientos en la noche, el abandono y la decadencia moral en que se hundieron los menores implicaron sobre todo a cuatro abusadores principales, entre ellos el director Gerold Becker, quien dirigió la escuela de 1972 a 1985. Unos 900 menores de edad fueron víctimas de abuso sexual en la institución educativa entre 1966 y 1989.

En ese contexto social de liberación sexual, Helmut Kentler desarrolló teorías que actualmente resultan aberrantes ante el conocimiento que hoy tenemos de las consecuencias del abuso sexual en menores. Según Kentler, no bastaba con que los padres no pusieran obstáculos a los deseos sexuales de sus hijos, sino que debían introducirlos en la sexualidad, porque si no, corrían el riesgo de que sus vástagos quedaran subdesarrollados sexualmente y se convirtieran en minusválidos sexuales. A los padres les debía quedar claro que un relación de confianza entre hijos y padres no podía mantenerse si a los hijos se les negaba la satisfacción de necesidades tan perentorias e impostergables como las sexuales. Experiencias tempranas de coito tenían sentido, pues los jóvenes con experiencia coital reivindicaban un mundo adolescente independiente y rechazaban con mayor frecuencia las normas de los adultos.

Kentler partía del reconocimiento de que los niños pueden tener necesidades sexuales antes de la pubertad. Los niños satisfechos sexualmente que mantienen con sus padres una buena relación de confianza incluso en cuestiones sexuales estarían mejor protegidos de la seducción sexual y de agresiones sexuales. Kentler no veía ningún problema en las relaciones sexuales en plano de igualdad entre adultos y niños. Si el entorno no discriminaba esas relaciones, entonces se podía esperar consecuencia positivas en el desarrollo de la personalidad, y tanto más si el mayor se sentía responsable del menor.

Y Kentler tuvo la oportunidad de poner en práctica su teoría.

En el estudio de la Universidad de Gotinga, presentado el 2 de diciembre de 2016, se establece que en los años 1969/70 Helmut Kentler, entonces jefe de departamento del Centro Pedagógico, recibió la autorización para un experimento. Por lo menos tres menores en estado de abandono de edades entre 13 y 17 años fueron confiados a pedófilos para que tuvieran una «educación llena de amor». Según la politóloga Teresa Nentwig, «se quería averiguar como se desarrollarían estos jóvenes, lo que sería de ellos en ese entorno».

Quedan muchas preguntas abiertas, como, por ejemplo, saber cuántos menores fueron afectados. El acceso a las actas de los “tutores” en los archivos estatales les fue negado a los investigadores, aduciendo “protección de derechos personales”.

La Senadora de Juventud de Berlín, Sandra Scheeres, declaró en esa ocasión:

«Lo que me parece totalmente aterrador es la argumentación que entonces esgrimió Kentler, a saber, que los jóvenes recibían un hogar y los tutores precisamente sexo, y que ambas partes se beneficiarían con eso. Y queda bien claro que aquí se llevó a cabo un delito bajo responsabilidad del Estado».

Esta práctica, iniciada por Kentler, sería continuada ocasionalmente por las oficinas de juventud de Berlín. A un pedófilo identificado con el seudónimo de Fritz H. le confiaron niños hasta el año 2001 por lo menos. Marco y Sven fueron dos de sus víctimas. «Fuimos criados por este hombre, sencillamente para cumplir sus deseos, para estar ahí cuando estos deseos debían ser cumplidos». Marco y Sven nunca conocieron a padres amorosos que les prestaran apoyo. «Castigos corporales. En los cuales lo golpeaba a uno. La divisa era: le pega al diablo en nosotros. No a nosotros, sino al diablo. Y ahí está el abuso sexual, que comenzó a los seis años». La fiscalía confirmó que Marco fue abusado sexualmente entre 1989 y 1996. «Nuestro tutor no mostraba interés por los mayores, sólo por los pequeños», dice Marco en un reporte de Deutschlandfunk del 25 de mayo de 2019. «En algún momento desconectas. Hasta el decimotercero o decimocuarto año de vida. Cuando no se conoce otra cosa y se es encapsulado. No se iba uno nunca de vacaciones, ni siquiera al parque de juegos. Se descuidaba la escuela». Marco estaba incapacitado para la vida laboral y padecía síndrome de estrés postraumático, unido a trastornos obsesivo-compulsivos y graves dificultades para adaptarse a la vida social. Sven juntaba botellas y vivía del subsidio social que otorga el Estado a los necesitados. Describía su vida como «miserable, sencillamente miserable». El nefasto legado de Kentler seguía vivo.

En enero de 2018 la Universidad Leibniz de Hannover dio a conocer que había autorizado investigaciones sobre Kentler, quien también fue docente en ese centro universitario.

El 15 de junio de 2020 se presentó en Berlín un informe sobre el actuar de Helmut Kentler en la asistencia a niños y jóvenes en Berlín, elaborado por estudiosos de la Universidad de Hildesheim (Baja Sajonia). La investigación concluyó que se podía presumir que Kentler era consciente de las consecuencias penales de su así llamado “experimento”, dado que por una parte lo da a conocer públicamente después del período de prescripción de los presuntos delitos y, por otra parte, elimina los indicios que había dejado en diversos documentos. Efectivamente, recién en 1988, a través de un dictamen escrito, Kentler hace público su experimento, del cual nunca se arrepintió. En 1999 escribió lo siguiente respecto a 35 casos de abusos sexual de menores en los cuales había fungido de perito judicial: «En la gran mayoría he tenido la experiencia de que las relaciones pederastas tienen efectos muy positivos en el desarrollo de la personalidad de un muchacho, sobre todo cuando el pederasta es un verdadero mentor del joven».

El 27 de abril de 2021, mediante un comunicado de prensa, el Senado de Berlín confirmaba lo que la senadora Sandra Scheeres había dicho anteriormente: que, pesar de la prescripción de los delitos, el estado de Berlín iba a conceder una ayuda financiera a las dos víctimas conocidas del experimento de Kentler.

La Conferencia de Juventud y Familia (Jugend- und Familienministerkonferenz) decidió en su sesión del 6 de mayo de 2021 que el actuar de Kentler debía ser investigado a nivel federal en toda Alemania. En ese sentido, la senadora Sandra Scheeres encargó un nuevo estudio a la Universidad de Hildesheim, con el fin de investigar una presunta red en toda Alemania que haya estado relacionada con el experimento de Kentler.

En la película “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015) un abogado le dice a un periodista: «Si se necesita un pueblo entero para criar un niño, también se necesita un pueblo entero para abusar de él». Y eso es precisamente lo que ocurrió en Alemania con el experimento pedofilia de Helmut Kentler.

Mas artículos del autor:

"Carta abierta al arzobispo defenestrado José Antonio Eguren"
"El aciago destino de las primeras denuncias contra el Sodalicio"
"La víctima de abuso que recuperó su fe católica"
x