Crónica

Mi último destino dentro de Japón fue la pequeña ciudad de Nikko. A dos horas en tren de Tokio se encuentra este lugar en mitad de un bosque. Escribo esto en el avión, mientras me alejo del que definitivamente es mi país favorito. Siento que no voy a encontrar otro lugar con el nivel de cultura, educación y prosperidad del lugar que me estoy yendo. Parece que por un mes y medio hubiera salido de la realidad y recién estoy regresando.

Mientras iba a la ciudad de Nikko en el tren no podía evitar sentirme un poco mal por mi inminente partida. Te quedas alucinando de cómo funciona todo a la perfección, en cualquier lugar al que vayas encuentras un pedazo de historia. también, es de locos cómo han integrado el arte en casi todas sus costumbres. Desde los templos y ceremonias hasta la forma de cocinar. En algunas ciudades ves que las tapas del desagüe tienen diseños diferentes.

Llegué a la estación de mi destino un poco tarde así que fui directamente a almorzar en una tienda y a descansar un poco del cansancio. En todos los convinience store o konbini, en japonés, hay comida pre hecha bastante rica y barata, solo tienes que calentarla en un microondas. Estas tiendas tienen de todo. Puedes vivir tranquilo solo con estos lugares que están por todos lados. 

Esta ciudad se reduce prácticamente a solo una avenida, dos pequeñas estaciones y edificaciones chatas que han sido construidas alrededor. La modernidad llega a todos lados en este país y todo está extremadamente comunicado. En contraste, da la impresión de que Latinoamérica estuviera mal construido o se hubiera desarrollado de manera improvisada, sin planificación alguna. Y sin irnos al otro extremo, hasta Europa parece subdesarrollada al costado de Japón. Me hospedé cerca de la estación de tren que por cierto es la más antigua del país, construida en 1915. Al día siguiente, caminé media hora sobre la avenida principal hasta llegar a un puente rojo, de antigüedad visible. El paisaje de este puente sobre el rio, rodeado de montañas boscosas es impresionante. En un segundo te despeja de cualquier pensamiento nebuloso.

Francisco Tafur 

Casi todo resto histórico en Japón tiene una leyenda. Supuestamente, en el año 766, el sacerdote budista Shodo Shonin cruzó el rio Daiya sobre dos enormes serpientes y estas se convirtieron en el puente Shinkyo. El fundó los santuarios y templos de Nikko. Al estar aislado en lo profundo de las montañas, atrajo a varios estudiantes y monjes budistas para realizar entrenamientos ascéticos.

Después de 20 minutos viendo el puente y el paisaje me adentré en un bosque de cedros gigantes, no recuerdo haber visto arboles tan grandes en otro lugar. Fui sin saber exactamente qué encontrar. Luego de subir cientos de escaleras perdido en el infinito color verde del entorno, llegué a un área abierta con un enorme templo rojo budista. Me compré una coca cola y caminé sin rumbo específico mientras veía las edificaciones sagradas. Finalmente, uno sale a un camino amplio a la sombra de los cedros que cada vez parecían más altos. Seguí el camino, y me encontré con una puerta torii de piedra granito. Lo normal es que sean de madera y no tan altas como esta que mide casi 10 metros. Al cruzarla, una pagoda de 5 plantas se gana tu mirada inmediatamente.

Las pagodas son edificaciones sagradas de muchas religiones orientales y suelen guardar reliquias. En este caso el edificio donado por un daimyo o señor feudal en 1650 guarda sutras, transcripciones de discursos de Buda. Fue reconstruida en 1818 debido a un incendio, que son algo común en la historia japonesa porque la mayoría de edificaciones son de madera. En Kioto y otras ciudades importantes se han dado incendios masivos. 

A 50 metros de la pagoda hay unas escaleras que dan a un conjunto de construcciones religiosas en honor a Tokugawa Leyasu, el primer shogun de la familia Tokugawa que rigió por 4 siglos y medio. Estoy acostumbrado a visitar los lugares habiendo investigado antes, pero esta vez fui sin tener noción alguna de lo que estaba viendo. La experiencia se plaga de imaginación inocente. Interpretas cualquier cosa y llegas a conclusiones infantiles, erróneas y divertidas.

Francisco Tafur

Desde que cruzas la puerta te sientes en el pasado. No hay indicios de modernidad salvo los celulares de los turistas. Cada construcción está repleta de detalles tallados. Gatos, monos y elefantes adornan los frisos en los edificios. Más que un viaje en el tiempo es uno a otro mundo. En ese momento me daba gracia pensar que la puerta torii había cumplido su rol a la perfección. Estas representan el paso del mundo terrenal a uno divino. Efectivamente, parecía que en ese lugar vivían deidades. Ahora que escribo a posteridad mis recuerdos son abstractos, como si fueran de otras vidas, por más que no crea en la rencarnación.

Pasas por la puerta Niomon que está flanqueada por dos estatuas nio, figuras protectoras del budismo, y entras al primer patio. Las edificaciones adornadas que mencioné y una fuente sagrada usada para la purificación espiritual se encuentran en esta primera separación. La figura más famosa es un grabado en madera de los tres monos sabios. Uno tapándose los ojos, otro las orejas y el último la boca. Representan una enseñanza moral de China antigua: no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal. Cuando lo vi solo pensaba que eran tres monos de adorno.

Al final del primer patio rodeado de enormes lámparas, hay dos pequeñas escalinatas que terminan en una puerta dorada con una de las columnas puesta al revés intencionalmente para evitar la perfección. Dan paso al último patio donde se encuentra el santuario principal. Todo el conjunto se llama Toshogu y el mausoleo del antiguo shogun está separado.

Seguí a la gente y tomé un camino que te desvía del santuario. Sales de la muralla por una puerta encabezada por la figura de un gato dormido. Subes unas escaleras de piedra empinadas. No sabía adónde me dirigía hasta que vi un cartel con la frase que se traduce: caminando lento y seguro se gana la carrera. Recién en ese momento me enteré de que en ese lugar estaban las cenizas de Tokugawa Leyasu. Todo gracias a un descanso de la caminata y al cartel informativo. Entendí la ostentosidad de la arquitectura, ya que era un recinto dedicado a una de las familias más importantes de la historia japonesa. El nivel de importancia de este shogun era tan alto y relevante que uno de los emperadores póstumos le otorgó el estatus de deidad. Es considerado el protector de toda la región de Kanto.

Francisco Tafur 

Tras las interminables escaleras te recibe un primer mausoleo para el nieto de Tokugawa Leyasu, quien mandó a construir el lugar, y adjunto, está el suyo. A pesar de tener un estilo con detalles en abundancia mantienen una simpleza peculiar que evita que te sientas saturado. Al rodear la pequeña pagoda, con las cenizas, acompañada de un inciensario metálico con forma de una grulla y un león te cruzas con un árbol que supuestamente otorga deseos. Después de todo el viaje ya estaba acostumbrado a estos lugares envueltos en folklore mágico. Me encantaba tener una experiencia inmersiva y jugar con los innumerables ritos de la suerte. En todo el viaje habré tirado como 20 monedas y pedido cientos de deseos, al final ya no sabía qué pedir así que repetía algunos.

Al bajar me dio un calambre en el muslo y me di cuenta de que ya estaba envejeciendo. Nunca me había pasado caminando. Vuelves a entrar en el conjunto principal y, tras quitarte los zapatos, entras al santuario principal por un costado ya que la puerta Yomei está cerrada, tal vez sea lo más bonito de todo el lugar. Tiene tantos elementos dorados que brilla. Me quedé maravillado por la belleza que veía. Tan solo en ese recinto hay 34 construcciones consideradas patrimonio cultural y 8 de ellas son parte del tesoro nacional. Di vueltas hasta el anochecer y regresé porque el frio se había vuelto intenso. Si viviera cerca lo visitaría constantemente. Ahora que a cada palabra que escribo me alejo más del país de mis sueños, como ya lo he dicho antes, solo sé que regresaré cada vez que sea posible.

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japon, Nikko, Tokugawa

La mezcla perfecta de cultura y tradiciones milenarias con modernidad. La antigua capital de Japón, Kioto, fue la única gran ciudad del país que durante la segunda guerra mundial no fue bombardeada por las fuerzas estadounidenses. Debido a esto el patrimonio histórico se encuentra casi intacto. Del año 794 al 1868, fue la sede de la corte imperial por lo que se encuentran palacios, castillos, templos y santuarios espectaculares y en estado perfecto. Es el paraíso para los amantes de la cultura oriental. Cuando el auge de los samuráis termina, con la apertura del mercado al mundo y a las olas migratoria de Europa, el nuevo emperador de la familia Meiji mudó la capital a Tokio. Cuando caminas por las calles de los viejos barrios quien sea que aún tenga un poco de espíritu infantil se siente un samurái. 

Francisco Tafur

 

Desde muy pequeño he querido usar una katana o espada samurái, de hecho, tengo un tatuaje de una de ellas en el brazo. En este viaje se hizo realidad gracias al museo Samurái-Ninja de Kioto.  Cuando era niño y veía todas las noches Samurái X me obsesioné con la historia de Japón y sus guerreros de élite. Este anime está ubicado en uno de los periodos más sangrientos en la historia del país. Los asesinatos y batallas en las calles de Kioto eran algo común durante el bakumatsu, periodo de declive del sogunato Tokugawa.  A fines de la era Tokugawa, se dieron innumerables revueltas y guerras internas para cambiar de shogun, el líder administrativo, y tener un gobierno menos conservador respecto del comercio exterior. 

En el centro de Kioto se encuentra el museo Samurai-Ninja. Te explican la diferencia entre ellos. Mientras que los samuráis eran nobles y de familias reconocidas que se especializaban en enfrentamientos cara a cara, ya sean duelos o guerras, los ninjas provenían de familias campesinas ya que debido a la naturaleza de sus actos no podían ser personajes conocidos, se especializaban en asesinatos clandestinos, espionaje y robos. Al finalizar el recorrido llegas a un piso donde puedes practicar el lanzamiento de shurikens, las famosas estrellas ninjas. Tirarlas y clavarlas en la pared es más fácil de lo que parece, pero dar en el blanco sí es difícil. A diferencia de las películas y animes no eran muy útiles para peleas, pero las usaban para facilitar los escapes. No puede matar a alguien, pero sí herir. 

Francisco Tafur

 

Saliendo, de casualidad, vi un folleto donde ofrecían aprender un poco de tamesgihiri, corte con espadas. Antiguamente era simplemente poner a prueba la calidad del filo con bambús o tatamis envueltos. A veces incluso usaban cadáveres de exconvictos para probarlas. En la actualidad, se pone a prueba al espadachín.  Reservé un turno para el día siguiente porque ya estaba todo copado. Tienes que llegar a la hora exacta, si llegas tarde tienes que esperar hasta la siguiente hora. 

Es una casa antigua de una familia samurái. Cuando entras tienes que sacarte los zapatos en la entrada y te dan un traje para ponerte encima de lo que lleves puesto. Es un pantalón ancho, que parece una falda a simple vista y una especie de kimono, pero más grueso. Aparte te ponen un protector debajo y en las canillas porque el filo de la espada es impresionante. Éramos como 10 personas, nos pusieron en 3 filas y con unas espadas de madera te enseñan solo un tipo de corte. Hay varios estilos y el más rápido es el batoujutsu que se hace desde la cintura con la espada en la vaina y se hace al desenvainar.  Requiere de mucha experiencia y puede ser peligroso probarlo cuando recién aprendes porque si la espada sale volando, literalmente, puedes matar a alguien. Durante toda la clase no sostienes una espada de verdad hasta el momento de cortar. Antes de que te den una para cortar unos tatamis envueltos, te hacen firmar un papel en el que certificas que ellos no se hacen responsables de cualquier accidente.

Francisco Tafur

 

Antes de llegar a Japón leí El libro de los cinco anillos de Miyamoto Musashi, un espadachín y escritor del siglo XV. Es considerado uno de los mejores de la historia y se dice que ganó 60 duelos y no perdió ninguno, casi siempre la derrota significaba morir. Aparte de ser uno de los espadachines más habilidosos, escribía poesía y pintaba en sus tiempos libres y en su vejez se dedicó a enseñar todo lo que había estudiado a lo largo de su vida. Antes de que sea mi turno de probar una katana pensaba en una de sus frases más conocidas:

La verdadera maestría radica en la simplicidad. Cuanto más simple y efectivo sea tu movimiento, más poderoso será.

Miyamoto Musashi

Ya habían pasado cinco personas y ninguna pudo cortar el tatami envuelto de un solo golpe y algunos lo cortaban de más y chocaban la baranda protectora por poner demasiada fuerza y no frenarlo antes.  Llegó mi turno, tienes que caminar tranquilo y hacer una reverencia al instructor. Te acercas al tatami que vas a cortar y te dan el sable. Era extramente ligero, no pesaba más de dos kilos. Al agarrar la empuñadura te sientes poderoso. Es un arma preciosa, pero no deja de ser un arma. La hoja de la espada brilla y el filo se puede ver a simple vista. Si se me ocurría pasar el dedo por la hoja me hubiera cortado apenas lo rozaba. Levantas el arma hasta que tus brazos estén a la altura de tus hombros. Respiras profundamente para mantener las pulsaciones calmadas. El truco está en el control más que en la fuerza, prácticamente no puse fuerza. Solo bajé la espada en un ángulo casi de 45 grados y corté por completo el tatami y frené justo a tiempo. Me sorprendí, fue más suave que cortar una mantequilla tibia. El profesor me dijo que excelente control y que con esa fuerza bastaba para cortar el pecho de una persona. No podía evitar sonreír porque uno de mis sueños se había cumplido. Al terminar la ronda, le pregunté al profesor si podía hacer un corte más y sí me dejó. Esta vez dejé que la emoción me gane y no pude cortarlo por completo. 

Al salir, estaba sonriendo como un niño. Pregunté cuánto cuesta una katana original con la esperanza de comprarme una, pero cuestan entre 10 mil y 30 mil dólares. Me quedé emocionado hasta unos días después. Al salir seguía en Kioto, pero sentía que me había transportado a otro lugar cuando estaba adentro. Era como un lugar sin tiempo. Lo que aprendí ahí me gustaría poder aplicarlo en cualquier cosa que haga en la vida. Nuestra vida es un camino largo y todo lo que haga no necesita prisas. Prefiero lograr sólo una cosa con la que me sienta satisfecho, yo y nadie más, que hacer mil cosas sin sentir satisfacción. La única manera de hacer algo de manera efectiva y con gratificación emocional es si lo hago tranquilo y sin apuros. 

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katana, Kioto, Samurái

Aún tenía tiempo entre mi llegada y el check in del hospedaje. Había sido un largo viaje y mi barriga ya estaba sonando del hambre. Apenas pisé las calles noté algo diferente con respecto a las otras ciudades japonesas en las que estuve. Todo era más sucio y se sentía un ambiente turbio. En ese momento no sabía la razón. Igual, comparada con las ciudades latinoamericanas que he estado seguía siendo mucho más limpio. Mientras caminaba buscando algún restaurante, veía como pasaban carros extremadamente lujosos: Ferrari, Lamborghini, Mazeratti y más. Luego de unas cuadras entré a un lugar donde servían la famosa carne de Kobe de manera certificada y te la cocinaban frente a ti. Es bastante caro, pagué 100 dólares por 120 gramos de carne. Te la muestran cruda junto a una estatuilla dorada que demuestra que efectivamente no te están sirviendo cualquier otra cosa. Soy bastante glotón y, mientras la cocinaban, el olor me hacía salivar.  Llegó el momento que tanto esperaba y te la sirven roja y jugosa con unos cuantos vegetales a la parrilla. A un costado, sal, wasabi y sillao para que la mezcles a tu gusto. Le di el primer bocado e inmediatamente me salió una sonrisa, una que permaneció durante todo el almuerzo. Parecía deshacerse dentro de tu boca. He vivido en Argentina y he probado la carne Angus de Estados Unidos, pero debo admitir que esta es la mejor que he comido en mi vida. 

Francisco Tafur 

La historia de este famoso manjar se remonta al siglo II cuando los vacunos tipo Wagyu fueron introducidos al país. Los granjeros que ahora tenían más dinero empezaron a contratar gente para que masajeen a las vacas y así consigan mayor suavidad en la carne. A principios del siglo XIX, el gobierno japonés impulsó la industria ganadera y, de esa manera, se convirtió en uno de los ingredientes básicos de la dieta del país. Las vacas Kobe se crían en circunstancias muy particulares y suelen estar en centros ganaderos apartados. Para empezar se las alimenta con cereales, heno y arroz de la más alta calidad. También, beben de las aguas más puras posibles, incluso beben sake. Aparte de lo contado, cada una de ellas cuenta con su propio corral para evitar algún potencial estrés por la presencia de otros animales. Se le suma que diariamente reciben un masaje especializado. Finalmente, cuando son sacrificadas dejan madurar la carne durante varios días y luego pasan a un proceso de selección. Solo la carne con textura marmoleada y mayor contenido de grasa intramuscular es escogida y se le considera auténticamente tipo Kobe. 

Al salir, al borde del empacho, me di unas vueltas por el centro de la ciudad, que vale recalcar, es más pequeño que el de Tokio u Osaka, pero aun así es la séptima más poblada del país con una población de un millón y medio de habitantes. Se respiraba algo extraño, la gente fumaba en las calles, que en teoría es prohibido, pero parecía no importarles. Había esquinas con bolsas de basura y entre las angostas calles encontrabas lugares de dudosa procedencia. Comencé a entender por qué se le conoce como la ciudad más occidentalizada de Japón. Me crucé con decenas de lugares donde mostraban, a la vista, a muchas mujeres en forma de catálogo y cada imagen con un precio en yenes. Pensaba que eran prostíbulos, pero al investigar me enteré como logran sacarle la vuelta a la ley que prohíbe la prostitución.

Yo solo caminaba intentando no mirar porque todo parecía estar resguardada por miembros de la reconocida mafia, los Yakuza. A lo largo de la historia, los burdeles abundaban en las afueras de las grandes ciudades. El siglo pasado se prohibió esta actividad, pero dejando una serie de vacíos legales. La ley especifica que el acto prohibido se reduce al coito y, por lo tanto, cualquier otra acción sexual se mantiene dentro del margen legal. La otra es respecto al consentimiento, al parecer cuando se dan estos encuentros, negociar con la persona también se mantiene dentro del margen legal. Claramente al ser manejado por mafias, la trata de personas y la explotación hacia las mujeres en situaciones vulnerables abundan y es lamentable. Ya he comentado anteriormente mi postura respecto a esta actividad y es negativa. Al no sentirme cómodo rodeado de estos lugares, me alejé, y me fui a un parque para continuar mi lectura sobre la historia japonesa. Es importante tener en cuenta que estos lugares no solo están focalizados en Kobe, sino en la mayoría de las ciudades del país. 

Francisco Tafur 

Kobe, cuya traducción literal es: puerta de los dioses o espíritus, es uno de los centros económicos más importantes de Japón. Cientos de grandes empresas extranjeras tienen su sede asiática en esta ciudad. Todo esto debido a que alberga uno de los principales puertos del país. Su historia como entidad política independiente es reciente, no fue hasta 1956 que fue asignada como una ciudad. Luego de la política de aislamiento que se dio en Japón, donde habían cerrado el comercio con el exterior, en 1853, el famoso puerto abrió sus puertas a occidente y obtuvo la cualidad de ser una ciudad cosmopolita. Claramente, durante la segunda guerra mundial fue brutalmente bombardeada y como dato curioso, esto inspiró a la famoso película del Estudio Ghibli, La tumba de las luciérnagas. Un hito en el cine animado que recomiendo altamente para entender el golpe social que se recibió durante este periodo.

En 1995 un fuerte terremoto destruyó gran parte de las instalaciones portuarias cuyas consecuencias afectaron el comercio de la ciudad hasta el día de hoy.  Como toda ciudad portuaria, las mafias y el contrabando son algo cotidiano. Mientras caminaba entre las enormes grúas y calles del puerto investigué rápidamente sobre los Yakuza. Leía entre el olor a deshechos y, siendo sincero, no me sentía tan seguro ni cómodo como el resto de las ciudades. Tanto fue mi desagrado que lo que supuestamente iba a ser una estadía de 3 días la reduje a solo uno. 

Francisco Tafur 

Mientras esperaba en uno de los semáforos, logré identificar lo que creo que era un miembro Yakuza, debido a sus tatuajes. Le tomé una foto irresponsablemente porque si se daba cuenta quién sabe lo que podía suceder. Lo miré fijamente a los ojos y poseía una mirada distinta a los demás japoneses con los que he interactuado. Había algo peculiar, una especie de oscuridad que opaca cualquier miedo. Le llevaba por lo menos una cabeza de altura, pero esta persona tenía una postura con la que aparentaba ser dueño de todo. Yo tampoco me intimido, pero debo admitir que preferiría evitar cualquier tipo de conflicto con estas personas. Suelo pensar que tengo la habilidad de ver a través de la gente, pero en él no podía leer absolutamente nada. Parecía un guerrero atrapado en el tiempo. No es cuestión de admiración debido a que esta mafia ha cometido atrocidades y en los últimos años se ha vuelto más violenta y desmedida. 

Entre la imponente modernidad del país oriental existe un mundo clandestino que es tan aterrador como fascinante. Un mundo gobernado por la mafia más antigua del mundo: Yakuza. Existen desde hace más de 4 siglos, cuando aún los señores feudales y sus samuráis regían el territorio. Esta mafia contiene una serie de códigos de honor, tradiciones y símbolos rituales que los distinguen de las diversas mafias del mundo.

Está compuesta por alrededor de 24 familias o sindicatos. 3 de ellas son las más poderosas y principales, mantienen una estricta jerarquía. El nombre proviene de los números 8, 9 y 3; ya-ku-za, respectivamente. Esta es la peor combinación de cartas en un juego tradicional japones y evoca al infortunio. La organización surge entre grupos marginales del Japón feudal y adoptan varios códigos del Bushido samurái. Entre estos, la lealtad absoluta a su líder denominado Oyabun. Los miembros suelen tener tatuajes de elementos tradicionales de su cultura, como dragones, dioses o guerreros samurái. Esto simbolizaba originalmente un juramento que implica jamás volver a ser un integrante común de la sociedad y vivir en calidad de Yakuza por el resto de sus vidas. Tal vez su característica más peculiar es que nunca han sido ilegales, por más que enfrenten constantemente las leyes que son cada vez más restrictivas para sus actividades. Los sindicatos de la organización acogen algo llamado: derecho a libre asociación; que se encuentra dentro de la constitución. 

Francisco Tafur 

Después de caminar por horas llegue al zoológico, Animal Kingdom Kobe. Realmente estoy en contra de los zoológicos porque me parece que cada animal debe estar en su hábitat y es un abuso que se mantengan en pequeñas simulaciones de su lugar natural. Aparte, un mundo donde solo puedas ver a estos animales en donde pertenecen les otorgaría la magia e imponencia que poseen. Obviamente, existen diferencias, si estoy de acuerdo con los centros de protección animal que se encargan de especies en peligro de extinción o de rehabilitación para ser regresados a su entorno.

Mis principios son ligeramente flexibles así que entré rápidamente solo para ver a la majestuosa ave conocida como Shoebill, proveniente de África. Había tres y son enormes. Tienen un plumaje azulado impresionante y un pico que ocupa la mitad de su cuerpo. Nunca había visto un animal tan extraño. Parece un dinosaurio. Me quedé observándolos por varios minutos. No se movían. Parecían de mentira. Después de verlos hacer movimientos sutiles me retiré. Regresé al hospedaje y me quedé dormido rápidamente por el agotamiento. Mi recomendación final es que no se queden en esta ciudad y la visiten desde Osaka para pasar el día y disfrutar de la exquisita carne. 

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japon, Kobe, Puerto, Shoebill, Yakuza

Aún tenía tiempo entre mi llegada y el check in del hospedaje. Había sido un largo viaje y mi barriga ya estaba sonando del hambre. Apenas pisé las calles noté algo diferente con respecto a las otras ciudades japonesas en las que estuve. Todo era más sucio y se sentía un ambiente turbio. En ese momento no sabía la razón. Igual, comparada con las ciudades latinoamericanas que he estado seguía siendo mucho más limpio. Mientras caminaba buscando algún restaurante, veía como pasaban carros extremadamente lujosos: Ferrari, Lamborghini, Mazeratti y más. Luego de unas cuadras entré a un lugar donde servían la famosa carne de Kobe de manera certificada y te la cocinaban frente a ti. Es bastante caro, pagué 100 dólares por 120 gramos de carne. Te la muestran cruda junto a una estatuilla dorada que demuestra que efectivamente no te están sirviendo cualquier otra cosa. Soy bastante glotón y, mientras la cocinaban, el olor me hacía salivar.  Llegó el momento que tanto esperaba y te la sirven roja y jugosa con unos cuantos vegetales a la parrilla. A un costado, sal, wasabi y sillao para que la mezcles a tu gusto. Le di el primer bocado e inmediatamente me salió una sonrisa, una que permaneció durante todo el almuerzo. Parecía deshacerse dentro de tu boca. He vivido en Argentina y he probado la carne Angus de Estados Unidos, pero debo admitir que esta es la mejor que he comido en mi vida. 

Francisco Tafur

 

La historia de este famoso manjar se remonta al siglo II cuando los vacunos tipo Wagyu fueron introducidos al país. Los granjeros que ahora tenían más dinero empezaron a contratar gente para que masajeen a las vacas y así consigan mayor suavidad en la carne. A principios del siglo XIX, el gobierno japonés impulsó la industria ganadera y, de esa manera, se convirtió en uno de los ingredientes básicos de la dieta del país. Las vacas Kobe se crían en circunstancias muy particulares y suelen estar en centros ganaderos apartados. Para empezar se las alimenta con cereales, heno y arroz de la más alta calidad. También, beben de las aguas más puras posibles, incluso beben sake. Aparte de lo contado, cada una de ellas cuenta con su propio corral para evitar algún potencial estrés por la presencia de otros animales. Se le suma que diariamente reciben un masaje especializado. Finalmente, cuando son sacrificadas dejan madurar la carne durante varios días y luego pasan a un proceso de selección. Solo la carne con textura marmoleada y mayor contenido de grasa intramuscular es escogida y se le considera auténticamente tipo Kobe. 

Al salir, al borde del empacho, me di unas vueltas por el centro de la ciudad, que vale recalcar, es más pequeño que el de Tokio u Osaka, pero aun así es la séptima más poblada del país con una población de un millón y medio de habitantes. Se respiraba algo extraño, la gente fumaba en las calles, que en teoría es prohibido, pero parecía no importarles. Había esquinas con bolsas de basura y entre las angostas calles encontrabas lugares de dudosa procedencia. Comencé a entender por qué se le conoce como la ciudad más occidentalizada de Japón. Me crucé con decenas de lugares donde mostraban, a la vista, a muchas mujeres en forma de catálogo y cada imagen con un precio en yenes. Pensaba que eran prostíbulos, pero al investigar me enteré como logran sacarle la vuelta a la ley que prohíbe la prostitución.

Yo solo caminaba intentando no mirar porque todo parecía estar resguardada por miembros de la reconocida mafia, los Yakuza. A lo largo de la historia, los burdeles abundaban en las afueras de las grandes ciudades. El siglo pasado se prohibió esta actividad, pero dejando una serie de vacíos legales. La ley especifica que el acto prohibido se reduce al coito y, por lo tanto, cualquier otra acción sexual se mantiene dentro del margen legal. La otra es respecto al consentimiento, al parecer cuando se dan estos encuentros, negociar con la persona también se mantiene dentro del margen legal. Claramente al ser manejado por mafias, la trata de personas y la explotación hacia las mujeres en situaciones vulnerables abundan y es lamentable. Ya he comentado anteriormente mi postura respecto a esta actividad y es negativa. Al no sentirme cómodo rodeado de estos lugares, me alejé, y me fui a un parque para continuar mi lectura sobre la historia japonesa. Es importante tener en cuenta que estos lugares no solo están focalizados en Kobe, sino en la mayoría de las ciudades del país. 

Francisco Tafur

 

Kobe, cuya traducción literal es: puerta de los dioses o espíritus, es uno de los centros económicos más importantes de Japón. Cientos de grandes empresas extranjeras tienen su sede asiática en esta ciudad. Todo esto debido a que alberga uno de los principales puertos del país. Su historia como entidad política independiente es reciente, no fue hasta 1956 que fue asignada como una ciudad. Luego de la política de aislamiento que se dio en Japón, donde habían cerrado el comercio con el exterior, en 1853, el famoso puerto abrió sus puertas a occidente y obtuvo la cualidad de ser una ciudad cosmopolita. Claramente, durante la segunda guerra mundial fue brutalmente bombardeada y como dato curioso, esto inspiró a la famoso película del Estudio Ghibli, La tumba de las luciérnagas. Un hito en el cine animado que recomiendo altamente para entender el golpe social que se recibió durante este periodo.

En 1995 un fuerte terremoto destruyó gran parte de las instalaciones portuarias cuyas consecuencias afectaron el comercio de la ciudad hasta el día de hoy.  Como toda ciudad portuaria, las mafias y el contrabando son algo cotidiano. Mientras caminaba entre las enormes grúas y calles del puerto investigué rápidamente sobre los Yakuza. Leía entre el olor a deshechos y, siendo sincero, no me sentía tan seguro ni cómodo como el resto de las ciudades. Tanto fue mi desagrado que lo que supuestamente iba a ser una estadía de 3 días la reduje a solo uno. 

Francisco Tafur

 

Mientras esperaba en uno de los semáforos, logré identificar lo que creo que era un miembro Yakuza, debido a sus tatuajes. Le tomé una foto irresponsablemente porque si se daba cuenta quién sabe lo que podía suceder. Lo miré fijamente a los ojos y poseía una mirada distinta a los demás japoneses con los que he interactuado. Había algo peculiar, una especie de oscuridad que opaca cualquier miedo. Le llevaba por lo menos una cabeza de altura, pero esta persona tenía una postura con la que aparentaba ser dueño de todo. Yo tampoco me intimido, pero debo admitir que preferiría evitar cualquier tipo de conflicto con estas personas. Suelo pensar que tengo la habilidad de ver a través de la gente, pero en él no podía leer absolutamente nada. Parecía un guerrero atrapado en el tiempo. No es cuestión de admiración debido a que esta mafia ha cometido atrocidades y en los últimos años se ha vuelto más violenta y desmedida. 

Entre la imponente modernidad del país oriental existe un mundo clandestino que es tan aterrador como fascinante. Un mundo gobernado por la mafia más antigua del mundo: Yakuza. Existen desde hace más de 4 siglos, cuando aún los señores feudales y sus samuráis regían el territorio. Esta mafia contiene una serie de códigos de honor, tradiciones y símbolos rituales que los distinguen de las diversas mafias del mundo.

Está compuesta por alrededor de 24 familias o sindicatos. 3 de ellas son las más poderosas y principales, mantienen una estricta jerarquía. El nombre proviene de los números 8, 9 y 3; ya-ku-za, respectivamente. Esta es la peor combinación de cartas en un juego tradicional japones y evoca al infortunio. La organización surge entre grupos marginales del Japón feudal y adoptan varios códigos del Bushido samurái. Entre estos, la lealtad absoluta a su líder denominado Oyabun. Los miembros suelen tener tatuajes de elementos tradicionales de su cultura, como dragones, dioses o guerreros samurái. Esto simbolizaba originalmente un juramento que implica jamás volver a ser un integrante común de la sociedad y vivir en calidad de Yakuza por el resto de sus vidas. Tal vez su característica más peculiar es que nunca han sido ilegales, por más que enfrenten constantemente las leyes que son cada vez más restrictivas para sus actividades. Los sindicatos de la organización acogen algo llamado: derecho a libre asociación; que se encuentra dentro de la constitución. 

Francisco Tafur

Después de caminar por horas llegue al zoológico, Animal Kingdom Kobe. Realmente estoy en contra de los zoológicos porque me parece que cada animal debe estar en su hábitat y es un abuso que se mantengan en pequeñas simulaciones de su lugar natural. Aparte, un mundo donde solo puedas ver a estos animales en donde pertenecen les otorgaría la magia e imponencia que poseen. Obviamente, existen diferencias, si estoy de acuerdo con los centros de protección animal que se encargan de especies en peligro de extinción o de rehabilitación para ser regresados a su entorno.

Mis principios son ligeramente flexibles así que entré rápidamente solo para ver a la majestuosa ave conocida como Shoebill, proveniente de África. Había tres y son enormes. Tienen un plumaje azulado impresionante y un pico que ocupa la mitad de su cuerpo. Nunca había visto un animal tan extraño. Parece un dinosaurio. Me quedé observándolos por varios minutos. No se movían. Parecían de mentira. Después de verlos hacer movimientos sutiles me retiré. Regresé al hospedaje y me quedé dormido rápidamente por el agotamiento. Mi recomendación final es que no se queden en esta ciudad y la visiten desde Osaka para pasar el día y disfrutar de la exquisita carne. 

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Sol, frio y un parque japonés. La combinación perfecta para relajarte, tomarte una coca cola y admirar todo. Desde los árboles, piedras y mujeres que caminan por ahí. Obvio, siempre con respeto. Me quedé un rato frente a las ruinas del antiguo castillo de Hiroshima, destruido por la bomba atómica, y de pronto se llenó de niños. Todos con gorras del mismo color y el mismo uniforme. Jugaban sobre las bases que quedan del antiguo castillo. Fue la representación perfecta de prosperidad. Lo que una vez fue un completo desastre ahora es patio de contemplación y diversión para los niños. No es una falta de respeto.

La educación de este país tiene una calidad admirable y los niños pequeños solo dedican su tiempo al desarrollo de una personalidad propia e interiorizar principios morales necesarios para la convivencia. La mayor parte de su tiempo lo usan para jugar. El juego es algo desvalorizado en occidente, donde abruman a los pequeños con exámenes que no sirven para nada, cuando jugar en la infancia tiene una importancia fundamental. Al jugar uno aprende a ganar y a perder, ámbito totalmente imprescindible para desarrollar un carácter fuerte y positivo. Seguí caminando y me encontré con el nuevo castillo rodeado por canales y árboles de cerezo creando un ambiente atemporal. Todos los turistas se quedaban pasmados ante semejante belleza y todos sonreían o se sacaban fotos. Yo tuve que pedirle a alguien que me tome una. 

Francisco Tafur

Por solo 500 yenes, menos de 3 dólares, compras el ticket para acceder a la nueva estructura. Es un castillo moderno que honra al pasado, al ser una réplica exacta del antiguo que fue fundado incluso antes que la ciudad, a finales del siglo XVI. Cuenta con cinco pisos y cada uno explica distintos sucesos de su historia. Me di cuenta de que estaba sin físico porque llegué sudando a la cima.  Igual, en los viajes uno saca energía de donde puede. En los alrededores de la fortaleza hay tres árboles sagrados que sobrevivieron a la explosión y ahora son símbolos de fortaleza y superación. Al salir, me despedí con una reverencia como es costumbre acá y fui hacia la estación de tren con destino a Miyajima, pero antes disfruté de un Okonomiyaki. Este plato típico de Hiroshima consiste en una base de masa donde le ponen lo que tú quieras, la traducción literal del nombre es: cocinado a su gusto. Debo admitir que por miedo a que me dé una alergia no comí ostras, es casi un pecado ya que esta ciudad es la capital de este manjar. 

Luego de 30 minutos en metro, llegué a la estación de ferris que se dirigen a la isla de Miyajima. A bordo, en el transcurso de 10 minutos recordaba la primera vez que me subí a uno. Estaba con mi padre, en Brasil, por el mundial del 2014 y él insistió que esa isla, cuyo nombre no recuerdo, era un paraíso. Cuando llegamos estaba todo oscuro y la única impresión que tenía fue que en cualquier momento nos iban a robar. Claramente fue un error de mi padre y regresamos rápidamente después de una acelerada vuelta. Mientras te vas acercando a la isla, se logra visualizar la famosa puerta Otorii de color rojizo que aparenta estar flotando en el mar, es enorme. La verdad es que sus cimientos llegan hasta el piso y cuando la marea está baja se puede apreciar en su totalidad. 

Francisco Tafur 

Al llegar, sales de la estación, caminas unos pasos y te reciben decenas de venados sagrados que están tan acostumbrados a las personas que se acercan para jugar, ser acariciados y pedir comida. Son enormes, pero son tan dóciles que yo los veía como si fueran perros gigantes. Me quedé un rato jugando con ellos y me compré un teppanyaki de pulpo para comérmelo sentado en una banca. Fue un error, se me acercó uno de los venados y comenzó a mirar mi pulpo a la parrilla. No sabía si invitarle, tal vez le caía mal. Me lamió la cara, metió su hocico en mis bolsillos y hacia sonidos. Yo solo me mataba de risa. Lo acariciaba mientras le hablaba diciéndole que no le iba a dar mi pulpo. Me seguía a todos lados, así que compré un pepino y se lo di. Después de eso comimos juntos y me despedí de él con unas palmadas en la frente y lomo. Fue divertidísimo.

La isla, cuyo verdadero nombre es Itsukushima, ha sido venerada desde tiempos antiguos. Los arqueólogos han encontrado vestigios del año 500. El santuario del mismo nombre que la isla ha sido proclamado como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, está construido sobre el mar y le rinde tributo a la deidad del océano. Suele ser adorado por pescadores, marineros y comerciantes. Al entrar se puede ver la puerta Otorii en su máximo esplendor. Caminas entre linternas de bronce y columnas, también rojizas. Todo parece estar en armonía con el paisaje. Este santuario se encuentra a pies de una cadena montañosa donde el pico más alto es el monte Misen de casi 600 metros. Todo lleno de árboles y miles de aves que cantan sobre uno. Parece que estás sumergido en las novelas de Osamu Dazai o de Ryunosuke Akuyagawa, famosos escritores japoneses que recomiendo bastante.

Francisco Tafur 

Al salir, por el otro extremo del santuario, encuentras unas escaleras, sí, más escaleras, mis piernas ya no daban más, pero encontré fuerza en mi alegría. Las escaleras se elevan hasta la cima del monte Misen y a mitad de camino está el templo Daisho-in, del año 806. Fue fundado por uno de los monjes más famosos de la historia japonesa llamado Kukai o Kobo-Daishi. Mientras subía arrastrándome, lleno de sudor, me crucé con una enorme campana, se les llama Furin o campanas de viento. Para mi suerte estaba permitido tocarla. Agarré una cuerda gruesa que estaba amarrada a un pedazo de tronco. Jalé la cuerda e impacté la campana con todas mis fuerzas, casi me quedo sordo, pero el sonido es peculiar, parece retumbar por toda la isla. 

Antes de llegar al templo, me desvié del camino para caminar por un jardín repleto de estatuas de Buda en piedra. De distintas formas y todas adornadas con gorros rojos. Estas son conocidas como estatuas Jizo y se les suele decorar con estos gorros y también baberos de este color. La razón es que en el folclore se considera que el rojo aleja a los demonios o yokais. También, se cree que espanta a las enfermedades. Se les considera guardianes de los niños y viajeros. Es por esto que en múltiples caminos a lo largo del país se encuentran estas figuras. Mientras caminaba por estos pequeños senderos regaban el jardín y parecía estar todo rodeado de niebla, le daba un toque místico que te atrapaba en el lugar por varios minutos. Retomé el camino y llegué al templo. Tomé de las fuentes de agua sagrada y, por si acaso, lancé unas monedas como ofrenda. No soy supersticioso, pero me compré un omamori, talismán de la suerte. 

Francisco Tafur

 

Después de varias horas en la isla, regresé a la estación de ferry para volver a Hiroshima. Me impresionó que salieron como 10 personas en las famosas motos deportivas, Kawasaki, reconocidas a nivel mundial. Existen distintos tipos de viajeros y los motociclistas son uno de ellos. Me encantaría hacerlo algún día, pero la única vez que manejé una casi me caigo, por suerte no pasó nada. Subí al ferri y miraba cómo la enorme puerta roja iba desapareciendo mientras el barco se alejaba. Me preguntaba si regresaría algún día o si esta sería la última vez que pise la isla sagrada. Una vez más, Japón, me sorprendió por su capacidad de hacerte creer que estas en una épica antigua. Es un territorio que contiene ese poder. La magia se entremezcla con la realidad y te invade de manera potente. Aprendes que hay mil mundos en uno solo y que conocerlos todos es imposible para una vida. Ya voy más de dos semanas aquí y la potencia del lugar hace que parezca que el tiempo vuela. Nunca había sentido mi espíritu viajero tan alimentado.

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Luego de Tokio, a cuatro horas en tren bala, llegué a Hiroshima. Definitivamente una de las ciudades más hermosas y conmovedoras que he podido visitar. Dejé mis maletas en el hospedaje y salí a caminar. La modernidad abunda por donde vayas y los ciudadanos caminan tranquilos y sonrientes. Si uno no supiera la historia sería imposible imaginar que hace menos de 100 años los estadounidenses lanzaron por primera vez una bomba atómica sobre un lugar poblado. Uno de los crímenes de guerra más atroces de la historia de la humanidad. No tiene perdón. Se calcula que de manera inmediata murieron aproximadamente 80 mil personas y días después 50 mil más debido a las secuelas. Tres días después, lanzaron otra en la ciudad de Nagasaki y amenazaban con una más para Tokio. Japón se vio obligado a rendirse en 1945 y el emperador Hirohito tuvo que declarar que había perdido la guerra y que su calidad divina no era cierta. Definitivamente el golpe más potente que ha recibido este país. Mientras caminaba por lo que en un momento era tierra devastada e imperaba la tragedia, no podía creer el nivel de prosperidad de los japoneses para recuperarse de manera tan rápida. Otra gran sorpresa es que no existe una actitud de víctima.

A diferencia de nuestro Perú, que sufre de una victimización masiva a la que yo le echo la culpa del poco desarrollo civil e identitario. Peor aún, esto está respaldado por grandes académicos que atribuyen nuestra precariedad a la herencia colonial. Nadie la niega, pero si los académicos la defienden en lugar de buscarle solución es inevitable la falta de progreso. En nuestro caso se da una retroalimentación académica-población negativa. Por lo tanto, hemos fallado. Sé que las circunstancias son distintas, nosotros somos un país colonizado y Japón nunca lo fue, pero estamos hablando de una diferencia de más de 400 años en cuanto a la paliza psicosocial que se dio. Es hora de cambiar nuestro mecanismo de defensa y de afrontamiento colectivo para pasar de pensar que estamos destinados a la perdición a uno que eleve la voluntad de agencia en los ciudadanos. Me encantaría saber la respuesta, pero no la conozco, por lo menos es valioso pensarlo. Solo sé que es momento de dejar de buscar culpables y encontrar resoluciones.

Francisco Tafur 

Me quedé un rato contemplado los edificios en el parque Shukkeien, rodeado de árboles de sákura y pequeñas islas verdes que están interconectadas por puentes en forma de u invertida. Tras perderme un rato entre esa belleza fui al memorial de la paz de Hiroshima que se encontraba a pocos minutos a pie. La Cúpula Genbaku o Cúpula de la Bomba Atómica. El edificio que originalmente era una exposición comercial ahora permanece en ruinas como recuerdo del atentado nuclear. El hipocentro de la explosión del 6 de agosto de 1945 se dio a solo 150 metros de la estructura. En 1996 se declaró patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se puede ver cómo el hormigón fue derretido por las altas temperaturas y, en fotos de la devastación, se puede ver cómo ésta fue prácticamente la única construcción que se mantuvo en pie. Entre varios turistas, me senté al frente unos minutos imaginando el caos que se desató. Luego me di cuenta de que mi imaginación no fue suficiente para retratar semejante tragedia. 

La estructura se encuentra en uno de los extremos del Parque Conmemorativo de la Paz. Seguí mi camino y me encontré con varias sorpresas que te dejan helado por lo escalofriante. Una estatua dedicada a los niños muertos por el ataque; un monte conmemorativo que contiene las cenizas de 70 mil personas no identificadas; una inscripción que se traduce como: descansen en paz, pues el error jamás se repetirá; y la Llama de la Paz que permanecerá encendida hasta que las amenazas de aniquilación nuclear dejen de existir. Lamentablemente, la situación mundial está cada vez más belicosa y maldita debido a enormes egos de seres impresentables que juegan a ser dioses y que no me daría pena verlos sufrir, entre ellos: Vladimir Putin, Benjamín Netanyahu, Joe Biden y más. A este paso esa llama nunca será apagada. Me considero una persona buena, pero también poseo, como todos, oscuridad que no niego ni está dentro de mis planes erradicar así que considero que estas personas merecen lo peor. Para finalizar mi recorrido entre al Museo de la Paz en el otro extremo del parque. 

Francisco Tafur 

«Todos los irradiados caminábamos con los brazos levantados a la altura del corazón. Parecíamos fantasmas. Las quemaduras eran tan graves que solo podíamos arrastrar nuestro cuerpo.»

«El cielo se prendió en fuego»

«No podía entender lo que estaba sucediendo, pero sentía que se me estaba quemando el brazo derecho, la cabeza y el lado izquierdo del cuello. A la luz enceguecedora le siguió una oscuridad tremenda, como si fuera la medianoche, y empezó la ‘lluvia negra’ del hongo atómico con polvo radiactivo. En medio de esa lluvia yo estaba aturdida y todos los edificios de los alrededores, destruidos o en llamas. Pero traté de ubicarme para poder volver a mi casa. Cuando llegué, no quedaba nada en pie, y mi mamá no me reconoció inicialmente porque el cabello se me había chamuscado por el calor y yo estaba totalmente tiznada con mi ropa hecha harapos”

Todo el museo está repleto de testimonios de esta categoría, caminas entre fotos de niños con heridas que no me atrevo a describir. Tumultos de cuerpos. restos de ropa y zapatos. Imágenes aéreas de la ciudad devastada. Me quedé una hora y media y ya no podía más. Se me escapaban lágrimas que, cobardemente, intentaba aguantar. Se me aceleraba el corazón. Sentía rabia hacia Truman. Sentía una tristeza inconmensurable. Cada paso succionaba la poca alegría que me quedaba. Por momentos caminaba mirando el piso. Ya no soportaba las imágenes y declaraciones. Me enteré de que la bomba tenía nombre y era Little Boy, no me gusta admitirlo, pero sentí asco y rencor hacia Estados Unidos. 

Sentía mis piernas débiles y las manos adormecidas. El recorrido se hacía eterno, pero era mi responsabilidad como ser humano presenciarlo.ya que nadie debe olvidar lo sucedido. Aprendí sobre la estremecedora historia de los Hibakusha, la traducción literal es: persona bombardeada. Las personas no se les acercaban por temor a contaminarse de radiación. Fueron condenados a vivir en soledad y estigmatizados. Sentía mi espíritu quebrarse, ya no pude contener el llanto. Me gustaría tener la fuerza para poner en palabras lo que se ve dentro de ese importantísimo y totalmente necesario museo, pero acepto mi debilidad. Al salir me sentía como un niño abandonado, con las manos temblorosas, saqué mi billetera y me tomé dos clonazepam porque ya estaba comenzando a tener un ataque de pánico. Me alejé, busqué un árbol y me eché un rato prolongado para poder recuperarme. Siendo sincero, ahora, varios días después, sigo impactado.

Fue como si un dios levantará su colosal pie y me diera una patada directa en el alma. Creo que todos, deberían presenciar esto y darse cuenta de que el potencial humano va para los dos lados y que somos capaces de cometer actos extremadamente crueles. Mientras escribo, recuerdo que en mi país existe un sector, perdónenme las palabras, de gente realmente estúpida que parecen tener el coeficiente intelectual de una rana que quiere clausurar lugares imprescindibles como el LUM. Ya he mencionado anteriormente que, a mi parecer, debería ser aún más potente. 

Francisco Tafur 

Tomé un taxi porque seguía con las piernas inestables y mis pensamientos estaban aturdidos. Me fui al santuario Mitaki Dera, solo seguí mi instinto y pensé que en este lugar podría calmar mi mente turbulenta. El lugar se encuentra al pie de una colina boscosa con cataratas y cientos de esculturas de Buda que están por todos lados. El agua de este lugar es considerada sagrada y se usa como ofrenda hacia las víctimas de la bomba atómica una vez al año. Solo subía las escaleras y me senté acompañado de las piedras esculpidas. Mi respiración se tranquilizó, y recuperé la fuerza de mis extremidades. Cuando regresaba, le pregunté al taxista sobre el atentado y su respuesta me agarró desprevenido. Me dijo que estaban en una guerra y así es, también me comentó que tal vez era lo que merecían por las atrocidades que ellos cometieron en Corea y China. Yo no estoy de acuerdo, pero su madurez y mentalidad me pareció admirable. Finalmente me quedo con esta pregunta: ¿Qué se necesita para llegar a este nivel de templanza e identidad de nación? 

Francisco Tafur

 

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En casi todas las civilizaciones existen eventos semilegendarios donde alrededor de un acontecimiento histórico surgen aspectos místicos y se envuelven en creencias. Por ejemplo, las historias de Ragnar Lothbrok en los vikingos, o, sin ir muy lejos, la historia de Jesús. En Japón existe la leyenda nacional de los 47 Ronin, samuráis que se quedaron sin señor feudal. Esta historia ejemplifica a la perfección el código de honor de los samuráis, el Bushido. Desde niño, cuando jugaba a ser un guerrero samurái, el concepto de honor me cautivó, no lo entendía del todo, pero me parecía una cualidad admirable. Es una mezcla de características morales y virtudes respecto al comportamiento firme sobre códigos únicos del individuo y su propia dignidad. En la historia japonesa esto fue y es de gran importancia para el desarrollo de la sociedad. Esta historia está relatada en el libro Hagakure, que recopila comentarios de un funcionario japones llamado Yamamoto Tsunemoto. 

A inicios del siglo XVIII, durante una reunión en el antiguo castillo Edo, el señor feudal Asano Naganori blandió su katana y atacó a un alto funcionario del gobierno llamado Kira Yoshihisa. Al deshonrar lo que era la mansión del Shogun Tokugawa, emperador, fue obligado a cometer seppuku, rito de suicidio, pero más que obligación, es un acto voluntario dentro de la visión samurái. Los vasallos de este señor, ahora siendo ronin, idearon un plan de venganza teniendo total conocimiento de lo que implicaba. Al terminar su acto de honor, todos iban a someterse al rito de suicidio ya comentado. Solo 47 de ellos fueron los que cometieron la venganza, decapitaron al funcionario Kira y llevaron su cabeza al templo Sengaku. 

Luego de un par de días de mi llegada a Tokio, caminé aproximadamente 1 hora hasta el templo Sengaku, el mismo donde dejaron la cabeza del funcionario. Es un templo budista zen no muy ostentoso, tiene una arquitectura hermosa pero simple. El templo original fue destruido por un incendio y en 1641 fue reconstruido por orden del emperador. Mi visita fue casi poética, al entrar me dirigí por un sendero mientras los pétalos de sakura caían sobre mi cabeza, no podía creer lo que estaba viviendo ya que desde que tengo memoria ir a ese lugar había sido solo un sueño. Estaba vacío, pero es costumbre que todos los años, el 14 de diciembre, se realice un festival en honor a los 47 guerreros. Al llegar al andén donde se encuentran las tumbas podía sentir cómo mi espíritu se llenaba de coraje para vivir una vida plena. El momento fue tan inmersivo que hice una reverencia en cada una de las tumbas y en cada una de ellas me hice una promesa distinta que no tengo por qué contar acá. Al salir no miré atrás, ya que luego de ese momento casi de epifanía decidí mirar sólo hacia adelante. Afuera del templo había una tienda de katanas y pedí prestada una. Me agarró por sorpresa que me permitieran sostenerla y desenvainarla, en tan solo unas horas cumplí dos de mis sueños. 

Una tarde, luego de visitar el museo de Tokio, donde vi la legendaria espada de Masamune, creada por uno de los mejores herreros del mismo nombre, y de ver los rollos ancestrales de las enseñanzas budistas, tomé el metro hacia el templo Tennoji. Antes de partir pasé un buen rato en el parque Ueno que se encuentra al frente del museo. Había una feria. Disfruté de carne wagyu, gyozas y de ver las costumbres japonesas de entretenimiento. Este es uno de los templos más antiguos de la gran ciudad fundado en 1274. Es el último refugio de la secta budista Tendai, una rama de esa religión. En el centro del distrito Yanaka, se encuentra este recinto espiritual que alberga un buda enorme de cobre. También, es conocido por ser la casa de uno de los siete dioses de la fortuna, Bishamonten. 

Mostré mis respetos al templo y caminé por un enorme cementerio que rodea el recinto budista. Este pertenecía inicialmente a Tennoji, pero actualmente es de propiedad pública. Caminar entre las tumbas en silencio, sobre todo en la temporada de los árboles de cerezo, es surreal. Los gatos locales pasean por ahí y ves a familias visitando las tumbas, probablemente de sus ancestros. Por respeto, cada vez que me cruzaba a alguna hacia una reverencia. La muerte no es una burla ni trae consigo alegría alguna, el único comportamiento aceptable en estos lugares es el respeto y el silencio espiritual que amerita. Nunca falta uno que otro turista que se ríe en voz alta y conversa como si se tratara de una broma. Este lugar fúnebre alberga las tumbas de guerreros y figuras famosas de la era Meiji. Este periodo, también conocido como Bakumatsu se dio cuando Japón le abrió las puertas a la influencia occidental. El periodo Edo o Meiji terminó en el año 1912 y se le considera el fin de la época de los samuráis. Igual, actualmente los descendientes de familias samuráis de renombre siguen con sus prácticas rindiéndole honor a su linaje. Durante esta era, el país entró en un proceso de modernización acelerado. 

En mis últimos días, antes de partir a Hiroshima, pensé que ya me había quedado sin cosas por ver. Claramente estaba equivocado, siendo la ciudad más grande del mundo podrías estar un año entero y seguir sorprendiéndote con actividades nuevas. Sin darme cuenta, me iba a perder el que es proclamado como el santuario más bello de Tokio y una de las escenas más espectaculares de la primavera, el santuario Nezu. Efectivamente, apenas entras te conmociona la belleza del lugar, me quedé literalmente dos horas rotándome entre bancas con distintas vistas. El pasado parece desaparecer y el futuro deja de importar. Una sensación pacifica invade cada célula de tu cuerpo y entras en un trance poético. Escribí un Haiku en cada banca, intentando describir la hermosura y sensación, pero es una práctica que aún no domino.  

El santuario de 1701, con un estilo arquitectónico se llama Honden consiste en que el salón de ofrendas, de plegarias y demás están interconectadas bajo el mismo techo. Encuentras dos estatuas Zuishin que representan a dioses guerreros que cuidan del recinto sagrado. Todo está rodeado por 200 metros de paredes sukubei, que significa pared con ventanas. Es una locura. Lo que más me impactó fue el sinfín de puertas torii, puedes caminar debajo de ellas y forman un camino digno de cualquier anime. Por mi tamaño casi me chocó la cabeza unas cuantas veces así que pasé agachado. Acá las personas no son muy altas, pero tienen espíritu monumental. Las puertas torii que se encuentran desperdigadas por todo Japón son puertas tradicionales que suelen hallarse en la entrada de los templos sintoístas, pero también se encuentran dentro. Simbólicamente representan una marca de transición entre lo mundano y terrenal hacia lo sagrado y divino. Son tan bonitas que pasé por debajo de ellas como 20 veces y en todas me emocioné. En los caracteres o kanjis se puede traducir la palabra como: percha de pájaro. 

No puedo dejar de lado el Palacio Imperial, el actual recinto del emperador. No se puede entrar, obviamente, pero sus jardines y alrededores valen la pena sin lugar a dudas. Como casi todos los castillos, al tener una historia de incontables guerras y sangre, está rodeado por murallas y canales de agua que te dejan hipnotizado. Los jardines tienen una extensión de alrededor de 150 hectáreas. Caminas entre las ruinas del antiguo castillo Edo que fue destruido por terremotos e incendios, la mayoría de las estructuras eran de madera así que los desastres naturales las derrumbaban con facilidad. En la actual serie en emisión: Shogun, comentan que las estructuras en Japón son construidas para ser reconstruidas fácilmente, claramente esto es del antiguo Japón. Los terremotos son muy comunes en el país así que todos están preparados para ellos. Yo ruego que no me toque uno en mi estadía de un mes y medio. El actual castillo imperial tiene como acceso principal el puente Nijubashi, que al tener arcos y encontrarse sobre el agua crea una imagen de película debido al reflejo en el canal. No se puede cruzar, pero puedes verlo de cerca y admirarlo. 

La penúltima noche, fui al Golden Gai, un laberinto de callejones repleto de pequeños bares en pleno Shinjuku, uno de los distritos más conocidos de la ciudad. Hay aproximadamente 200 bares y cada uno tiene su propia particularidad, en cada uno entran entre 6 y 8 personas. Lo curioso es que fueron los Yakuza, mafia japonesa, que revalorizaron esta zona en 1980 y la salvaron de su destrucción. Me tomé una botella entera de sake y varias cervezas Sapporo en diferentes bares. Me quedé hasta las 4 de la madrugada y el metro había cerrado. Tuve que regresar en taxi, que son realmente caros. Aun así, no me arrepiento por lo divertida que fue esa noche. Al día siguiente, casi no podía moverme, ya he perdido la costumbre de tomar en exceso. Así me despedí de esta ciudad sacada de otro mundo y continué mi aventura yéndome en tren bala, mientras veía el impactante Monte Fuji. Espero regresar pronto y quedarme más tiempo. Definitivamente la megaciudad que más me ha gustado. Arigato Gozaimazu. 

Tres días. Tokio. Llevo tan poco tiempo en esta ciudad, pero parece que hubieran pasado semanas por lo mucho que he visto y aprendido. Desde que pisé este lugar mi cerebro sólo ha estado sobreestimulado por la cantidad de cosas nuevas. Mires donde mires, todo es distinto. Muchos me advertían sobre el choque cultural y yo también lo pensaba, tenía miedo de que al estar en un lugar completamente distinto me viese en una situación abrumadora, pero ha sido todo lo contrario. Más que un choque cultural ha sido un saludo entre culturas, sea darse la mano o una reverencia. Es como estar en otro planeta. Por mucho tiempo comencé a sentir que el mundo se iba achicando, pero no podía estar más equivocado.

Solo he estado en una ciudad de oriente y ya me di cuenta de que el mundo tiene demasiado por ofrecer. El primer día estaba un poco confundido y me perdía, pero nunca había estado en un país tan gentil y amable. A todas las personas que le he preguntado por indicaciones me guían con una sonrisa. La mayoría no habla inglés así que a veces me ayudan al punto de acompañarme para dirigirme por el camino correcto. Es sorprendente. A diferencia de las grandes ciudades de occidente como Nueva York, Londres o Berlín, donde a la gente parece no importarle en lo absoluto el otro y es como si vieran el ayudar como una debilidad. Lo curioso es que, en nuestra zona del mundo, con mayoría católica, donde una de las principales bases es ayudar al prójimo, a nadie le interesas. Lo peor es que muchos admiran eso de las grandes ciudades. A mí me parece un símbolo de debilidad e inseguridad. 

En el vuelo de venida tuve una parada en Munich. Estaba perdido y cuando encontré mi puerta de embarque me acerqué al counter y le pregunté al encargado si estaba en el lugar correcto. No me contestó. Le volví a preguntar y me respondió: Sí, acaso no ves la pantalla arriba. Me dio tanta cólera que le respondí: Acaso tanto te cuesta abrir la boca para hablar. Después me calmé y me fui a sentar porque en los aeropuertos nunca se sabe. Igual pensaba, mientras lo miraba feo, que ojalá algún día vaya a Perú y le roben. Sí, soy un poco rencoroso.  No es la primera vez que me tratan mal en ese país y una vez me arrestaron, pero esa es otra historia. El punto es que, en contraste con el trato de ese alemán barbudo y desagradable, en Tokio, y me imagino que en todo Japón, el tacto y respeto de las personas está a otro nivel. Ante esto lo mejor que se puede hacer es responder con el mismo respeto y seguir sus reglas, que tienen toda la coherencia existente para que las cosas funcionen y nadie se vea afectado. 

Como mencioné, la cantidad de información que he recibido es tanta que voy a tener que omitir o dejar situaciones para contar después. Una de las cosas que más me impactó es la limpieza. Todo está impecable. Por curiosidad entre a uno de los baños en una estación de metro y, también, estaba totalmente limpio. Esto no se debe a que hay una limpieza constante, sino que culturalmente, la higiene personal y el no contaminar esta incrustado en la sociedad. Si alguien tiene basura, la guarda en su bolsillo o mochila hasta encontrar un tacho de basura. Para esto hay un tacho para cada tipo de basura ya que el reciclaje es de suma importancia acá. También, está prohibido fumar en la vía pública y hay zonas de fumadores por todos lados. La cultura de limpieza no se limita a la contaminación física, por ejemplo, en los trenes del metro no se puede hablar por teléfono o ver videos con volumen para no molestar a los demás. El uso de mascarillas acá no tiene nada que ver con el covid, sino con la consideración hacia los demás. Si alguien esta ligeramente resfriado o presenta pocos síntomas, las utilizan para evitar esparcir un posible virus que contagie a los demás.

Este comportamiento para la limpieza no es gratuito. En el colegio, desde primaria hasta secundaria, limpiar es parte del horario escolar. En el hogar, cada uno limpia lo que ensucia y, por ejemplo, dejan su calzado en la puerta para mantener el piso pulcro. Todo esto se remonta a la introducción del budismo zen que considera a las tareas diarias como limpiar y cocinar como ejercicios espirituales, tan importantes como la meditación. Es por esto que cuando llegaron los europeos hace siglos los lugareños se veían horrorizados con la falta de cuidado de los forasteros. Incluso antes del budismo, las raíces sintoístas tienen como núcleo la limpieza. El término kegare alude a la impureza y suciedad que puede afectar a la sociedad completa, por eso existen múltiples ritos de purificación para protegerse. Hay costumbres descabelladas para nosotros como llevar carros a santuarios sintoístas para ser purificados por sacerdotes.

Dejando atrás la admirable característica de la puridad, otra gran sorpresa fue el funcionamiento excelente de su sistema de transporte público. Al comienzo es difícil porque no se entiende el idioma y las estaciones son multitudinarias, pero es fácil acostumbrarse ya que todo está señalizado a la perfección. Todas las líneas están traducidas a letras, colores y números; de esta manera, en un solo día ya puedes moverte cómodamente por toda la ciudad. Incluso en las horas pico que los metros se rebasan de personas y los vagones parecen que van a explotar, incluso en esas condiciones se mantiene el respeto. He visto a niños y niñas pequeñas moverse solas por las estaciones sin miedo y tranquilos. Tokio es la ciudad más poblada del mundo con 37 millones de habitantes solo en el área metropolitana y la red de metro es la más extensa existente, cuenta con 290 estaciones. Para darse una idea, en Manhattan cuentan con 147 estaciones. 

Es admirable cómo en esta ciudad donde la modernidad supera los estándares mundiales aún se mantienen intactas las costumbres milenarias. Un ejemplo que presencié fue en el templo Senso Ji. Entre rascacielos, en el distrito de Asakusa, está uno de los templos más importantes. Es precioso. Te quedas hipnotizado con las edificaciones rojas y las estatuas de la puerta Kaminarimon que te da acceso al templo. No solo eso, mientras paseas es común encontrarte con pequeños santuarios que están distribuidos a lo largo de toda la ciudad. En esta enorme ciudad es normal encontrar estos lugares de reverencia y devoción. Existen estatuas que rinden honor a personajes o hechos dignos de admiración. En el distrito de Shibuya, fui a pasear y encontré el famoso cruce peatonal conocido por la cantidad de personas que lo usan. Se calcula que en un solo cruce pueden haber más de 3 mil personas a la vez. En el 2012 un estudio estimó que por semana entre 1.5 y 2 millones de personas cruzaban por ahí. Ahora debe ser más. A un costado de todo este alboroto se encuentra la estatua del famoso perro akita, Hachiko. Un símbolo de lealtad en Japón, no contaré su historia para quienes no han visto la película y porque solo de pensarla se me llenan los ojos de lágrimas al ser un amante de los perros. 

Estas son solo las primeras impresiones que he tenido de Tokio. Solo bastaron 3 días para enamorarme de esta ciudad, podría vivir tranquilamente acá. Vale la pena mencionar que es el primer lugar en el que he estado donde no he extrañado la comida peruana, la comida japonesa es deliciosa. No he hablado del palacio imperial, de los parques repletos de árboles de sákura, varios santuarios y templos que he visitado, museos y vida nocturna. Esta es una introducción a las crónicas por venir. Simplemente me parecía necesario contar estas experiencias y aprendizajes que incluso me hacen pensar que occidente fue mal construido. Aun me quedan 5 días en esta ciudad y un mes y medio en el país. Sin lugar a duda, la persona que salió de Perú y la que regresará van a ser diferentes. En poco tiempo me he dado cuenta de lo equivocado que he estado sobre ciertos aspectos de la vida y la espiritualidad. La única conclusión segura que tengo es que regresaré y más de una vez. Teniendo como meta aprender el idioma en los siguientes años. 

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kegare, Tokio

Diez horas a Munich, 2 horas de espera y 12 horas a Tokio. Un día entero de viaje. Por la diferencia horaria salgo el primero de abril y llego el tercero. He tenido viajes largos, pero ninguno como éste. Y las dudas que surgen antes de viajar se extienden. No conozco el idioma, sólo contar hasta 10 por mis clases de karate cuando era chico. No conozco a nadie que viva ahí. Solo sé un poco de su historia, debido a que los animes despertaron mi interés por este país desde pequeño. No puedo evitar sonreír en vísperas de esta nueva aventura de mes y medio. Tal vez más, uno nunca sabe. Mi única preparación ha sido un mes de Duolingo y un par de libros sobre el país. Nihon es su verdadero nombre, significa Tierra del sol naciente. Japón.

Todos los niños saben que es un samurái, por lo menos cuando yo lo era todos lo sabíamos. Jugábamos a ser ellos. Claramente, desconocíamos toda la historia y el derramamiento de sangre producido por estos guerreros. Sin embargo, tienen alguna característica peculiar que los convierte en una clase de super héroe. Puede ser el honor que envuelve sus leyendas o su perspectiva de la muerte. Los percibimos como un ejemplo a seguir. Un camino de rectitud, lealtad y una filosofía de guerra que vuelve sus espadas en la propia alma de quien la porta. Son ideas que tientan a cualquiera que le guste divagar en su imaginación. En unos días pisaré esas tierras donde se ha logrado desarrollar una modernidad impresionante sin perder costumbres importantes de su cultura. 

Por más que solemos idealizar lugares y personas de nuestro agrado y no es algo que me parezca sano, me es imposible no hacerlo con este lugar. Mi lado geek, sueña con una épica en busca de las esferas del dragón, mi mente infantil y la reciente muerte de Akira Toriyama guían mis pensamientos a mezclar la realidad con la ficción. Mi deseo final sería ampliar mi visión del mundo, agregarle una perspectiva. Finalmente, eso es lo que sucede normalmente después de un viaje. Obviamente tengo miedo de llegar a este lugar desconocido a un mundo de distancia de mi casa y familia.  Pero existe goce en ese miedo y, con todos los beneficios tecnológicos actuales, nunca estás muy lejos. 

Desde hace unos meses que planeé el viaje y comencé a escribir todas las mañanas haikus, como exploración y práctica literaria. Estos son un tipo de poesía japonesa que se remonta hasta el siglo VIII. Los antiguos samuráis tenían una visión poética y artística de la guerra y el Kenjustsu, arte de la espada, pero no solo limitaban esta perspectiva con la guerra sino a todo. Solían escribir estas poesías cortas y disfrutar del teatro. Octavio Paz, Nobel de literatura, define a los haikus como un: Organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Su composición es de tres versos, de 5, 7 y 5 silabas respectivamente. Como los míos son bastante malos les dejo el ejemplo de uno de los más famosos. 

El viejo estanque

Una rana salta

El sonido del agua

Matsuo Basho, 1644

Cuando era chico recuerdo que mi padre había viajado a Japón y cuando regresó nos trajo regalos que no podías ni imaginar conseguir en Perú. Estos juguetes nos entretuvieron durante meses, que es bastante cuando eres niño. Mi papá nos contaba que cuando caminaba se le acercaban varios niños y tocaban su barriga, estaba subido de peso. No sabía por qué. Le preguntó al guía y mientras se reía le contestó que eran bromas porque a Buda le soban la barriga para la suerte. Me pareció graciosísimo y, como estoy ahorita, tal vez me pase lo mismo. A él lo salvaba el pelo, yo ya estoy quedándome calvo así que el parecido tal vez es mayor. Igual no suena mal que me confundan con Buda. En Japón el 62% son agnósticos o ateos, el 31% son budistas y solo el 1% son cristianos. A pesar de la enorme mayoría no creyente, siguen atendiendo a sus costumbres por respeto a su historia. En cuanto al cristianismo, han tenido una historia para nada placentera en el lugar. 

A la par de la llegada de los primeros comerciantes portugueses, en el siglo XIV, principalmente la orden jesuita inició sus famosas misiones. La actitud de los japoneses hacia los forasteros, a los que llamaban Anjin, no era muy buena. A muchos les molestaba que introduzcan nuevas culturas. En 1578 se dio un edicto de persecución contra los cristianos. Al menos 5500 fueron asesinados y un caso de crueldad que quedó marcada en su historia se dio en 1597. 26 cristianos fueron ejecutados, crucificados en la cima de una montaña en Nagasaki, ahora son conocidos como los 26 mártires de Japón. No todo es impecable en su historia. En las guerras con Corea y China también cometieron atrocidades que son recordadas hasta el día de hoy.

La mayor influencia japonesa que he recibido viene de los animes. Muchos de ellos están ambientados en eras japonesas y, al ser una expresión muy propia de ellos, están plagadas de formas de pensar, folclore y valores de su cultura. No solo eso, algunos muestran su perspectiva de occidente. No hay que olvidar que su historia, ramas académicas y filosóficas son distintas desde el inicio de las civilizaciones. Desde el lenguaje, no usan letras y se lee de derecha a izquierda. A nosotros nos parece una locura. Si pensamos solo en el lenguaje ya es una diferencia abismal. Nuestra realidad depende casi directamente del lenguaje, la sintaxis y todos sus ámbitos determinan en gran medida el pensamiento. Es solo una idea, pero me imagino que cada lenguaje desarrolla el cerebro de distintas maneras. Por eso aprender lenguas es como abrir una puerta nueva hacia el conocimiento. A eso voy y espero absorber todo lo que pueda de este mundo totalmente nuevo. Cada estímulo va a ser nuevo. Es una prueba que ya quiero comenzar, tratando de mantener la mente lo más porosa posible. 

En fin, todas estas cosas he estado pensando a pocos días de irme. Llegué a la conclusión de que tengo que ir con la mente en blanco. Sin futuro y sin pasado, solo hoy día. De esta manera siento que aprenderé lo máximo posible. Siempre me costó tener la mente así, pero es hora de probarlo. Ser niño y adulto a la vez. Solía ver los viajes como enfrentamientos a mí mismo, pero en éste quiero verlo como una compañía. Tal vez pueda encontrar sorpresa incluso el ver un pétalo caer. 

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