Crónica

[Migrante al paso] Son los verdaderos vigilantes de la ciudad. Nada se les pasa y todo lo saben. Normalmente de amarillo, transcurren las calles, distritos, avenidas y carreteras. 24, 7. Día tras día conversando con extranjeros, trabajadores, estudiantes, de todos los tipos de ciudadano posible. Conviven con eso. 

Desaguadero. Frontera de Perú con Bolivia. Después de cruzar lo que parecía un trámite escolar, me subo a un taxi camino a Tiahuanaco. Era una van y el camino largo. Me quedé dormido acurrucado en la fila trasera. Era un señor que no hablaba mucho. Cada cierto tiempo contestaba una llamada y hablaba en aimara. Lo escuchaba entre cabezadas. 

El impacto de la puerta corrediza me despertó sobresaltado. Un joven militar con expresión severa entró en la camioneta y me pidió el comprobante que me habían entregado en migraciones. Era un recibo cualquiera, similar a los boletos que te dan al subir a una combi. Se lo entregué y nos permitieron continuar. Aun así, me intimidó la enorme ametralladora que llevaba colgada del cuello, a la altura de la cintura.

—¡Déjenlos pasar! —gritaron.

Seguimos avanzando, y le pregunté al conductor:

—¿Esto pasa siempre?

—Sí, hombre. Estamos cerca de Desaguadero, por aquí circula de todo —respondió, riendo mientras hablaba.

—Sí, me lo imagino. ¿Cuánto falta para llegar a Tiawanaku?

—Unos 30 o 40 minutos —respondió con tranquilidad.

—¿Cree que me podría esperar?

—Sí, claro, no hay problema. Lo espero y lo regreso. Ahí vamos conversando.

No volvimos a hablar hasta que terminé la visita. Observé la Puerta del Sol, permanecí un buen rato allí, y luego regresé directo a la camioneta, donde el señor ya me estaba esperando.

—Disculpe, ¿de aquí a Fitz Roy?

—Está cerca, como a 20 minutos —respondió

Definitivamente, esa experiencia fue la más extraña que he vivido como cliente de taxi. En Argentina ya los tenía bien identificados. Hay de todo tipo: el que escucha cumbia villera a todo volumen y sólo habla de fútbol, el que siempre tiene prisa, o el que se la pasa renegando de todo. Pero, de vez en cuando, te encuentras con un conductor que parece mitad historiador y mitad erudito. Es genial cuando eso ocurre.

Y bueno, siendo Buenos Aires, también he tenido experiencias desagradables. Una vez me arrebataron el teléfono por la ventana mientras iba en un taxi. Pero es lo común, aparentemente algo que sucede con frecuencia.

—¿De dónde sós? —me pregunta al verme con maletas, justo después de recogerme en el Aeroparque.

—De Lima, Perú —respondo, siempre teniendo que especificar porque, siendo honesto, casi nadie en el mundo sabe dónde queda Perú, y mucho menos Lima.

—Países hermanos —me dice—. Jamás vamos a olvidar lo que hicieron por nosotros en las Malvinas. A diferencia de los chilenos.

Muchas veces me dijeron lo mismo cuando viví en Argentina. El odio hacia Chile es muy grande. Aparentemente, son rencorosos y no les perdonan haber dado acceso terrestre al continente para la infantería inglesa. Uno que otro taxista me contó que, si se subía un chileno a su taxi, o le cobraba más, o directamente le decía que no lo iba a llevar.

—Ah, qué raro. Vos parecés español —agrega.

En todos lados me dicen lo mismo. Al comienzo me molestaba, ahora lo dejo pasar. Menos en Perú; si en mi propio país no me creen, prefiero no responder de mala manera.

—¿Sabés por qué Fitz Roy? —me pregunta de repente—. Fue el capitán del famoso Beagle, el barco en el que viajó Charles Darwin para sus investigaciones.

—¿Y qué tiene que ver con Argentina? —le pregunto, curioso.

—La verdad, nada —responde riendo.

Pasamos por Palermo, seguimos por Arenales, girando en la esquina, a la izquierda de Key Biscayne. Ahora estamos en la avenida Brickell, en Miami.

Francisco Tafur 

Allí, la mayoría son latinos como yo. Más gente habla castellano que inglés. Pero no es como encontrar a un latino en otra parte del mundo, donde se vuelve casi tu hermano. Aquí es casi tu enemigo. Todos con el mismo discurso, con la maldición gringa de olvidarse de sus raíces.

—¿Hace cuánto vives acá? —le pregunto al conductor, un cubano que manejaba.

—Ya como 10 años —responde—. Hace 5 me traje a mi familia.

—Qué bien. ¿Y por quién vas a votar?

—Por Trump, por supuesto —me dice, orgulloso.

—¿Por qué? —pregunto.

—Porque la economía va a mejorar y vamos a tener más oportunidades —responde, con la típica frase de manual de alguien con el cerebro lavado.

—¿Y qué hay de los inmigrantes? —le digo, un poco molesto.

—Ya no es lo mismo. Los nuevos que vienen no son como los que migramos antes. Ya no trabajan y le hacen mal a la economía. ¿Me entendés?

—La verdad que no —le respondo, prefiriendo no entrar en una discusión—. Mejor sigamos el camino en silencio. Gracias.

Más de una vez he tenido que responder así porque escuchar tantas idioteces seguidas me da ganas de pegarle a alguien. Prefiero ponerme los audífonos y desconectarme.

De niños, mi hermano y yo viajamos a Egipto con nuestros tíos y, debido a un larguísimo atraso en los vuelos, visitamos lugares poco concurridos. En el hotel nos escribieron el nombre del destino en árabe; aún no existían los smartphones como para guiarnos por nuestra cuenta. El destino era la Pirámide Acodada. Llegamos, pero con mil imprevistos. El conductor no sabía inglés y tampoco sabía leer en árabe. Solo teníamos el papelito. Después de horas dando vueltas, encontramos un instituto de inglés, donde paramos, y ahí pudieron explicarle al viejo señor.

Recién llegado a Barcelona, tomo un taxi en el aeropuerto. No paraba de insistirme por la dirección mientras la buscaba en el celular. La hostilidad hacia los turistas en esta ciudad es grave, pero puedes usarla para divertirte. Me demoré más de la cuenta, solo para molestarlo.

—Señor, a la calle Casañas 4, a un lado de La Rambla —le dije, mirándolo por el espejo retrovisor.

—¿Es en Barcelona? —me pregunta.

—Obvio, no va a ser en París —le respondo sarcásticamente. Se molestó y no hablamos en todo el camino. Yo, por dentro, muerto de risa.

Viajar en metro y transporte público es clave para conocer una ciudad, no sólo por la movilidad. También es una aproximación a cómo funciona sistemáticamente la ciudad donde estás. Conversando con taxistas, te enteras de temas sociopolíticos, desde ideologías predominantes hasta caprichos ciudadanos en diferentes culturas. Es cierto que es el medio más caro para moverse, pero a veces es necesario. De paso, te enteras de cosas que jamás hubieras escuchado.

Gracias a todos los taxistas. En cuanto a mi país, espero que todos los extorsionadores malditos terminen presos o algo peor, no me molestaria. Se meten con quienes viven al día, entre ellos el sistema de transporte, y no tienen cómo responder. Es una mafia cobarde que debe ser erradicada de raíz y de manera drástica. Cualquier efectivo policial o político vinculado debería ser considerado un traidor.

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[Migrante al paso] Una verdad lamentable

Desaparecí. Me esfumé de sus vidas como si nunca hubiera formado parte de ellas. Después de dos meses en Canadá, viviendo en la casa de unas personas junto con otro joven, mi despedida fue abrupta. Nunca supe qué fue de sus existencias. No sé si siguen vivos. Ellos tampoco saben si yo lo estoy. Me trataron como uno más de su grupo y yo les devolví el mismo afecto. Me acompañaron al aeropuerto y, antes de verles los rostros por última vez, me dieron un pequeño marco de madera con una fotografía en la que aparecíamos todos juntos. Nunca supe por qué, pero lo boté en el primer basurero que encontré al cruzar Migraciones. Ya había cumplido mi etapa en ese lugar y quería olvidarlo. Sin embargo, fui cobarde y respondí a su bondad con una frialdad propia del país que dejaba atrás. Ya no es momento de arrepentirme, pero ahora, tal vez, me hubiera gustado actuar de otra manera. Tenía solo 17 años y pensaba que el mundo estaba a mis pies. En realidad, yo estaba siendo pisoteado por el mundo.

Lo mismo me ha ocurrido a lo largo de mi breve vida. A mis amigos de la promoción los dejé de ver. Les sigo teniendo aprecio, pero han pasado años desde que vi sus caras. Viví en Argentina más de dos años y no hice ningún amigo cercano. Tengo seis o siete amigos que considero mi familia, y con eso me basta. Creo en lo que dice Aristóteles: “Un amigo de todos es amigo de nadie”. No sé si esto le ocurre a todos, pero por ahora puedo vivir tranquilo de esa manera. Narro estas experiencias porque me preocupa el futuro de la amistad en las nuevas generaciones. Hace poco leí una noticia sobre un niño que se quitó la vida debido a un amigo virtual desarrollado por una inteligencia artificial. Existen más de una decena de estas aplicaciones y, sin ánimo de sonar como un viejo amargado, ¿qué valores y empatía se pueden desarrollar por medio de estas plataformas? El mundo está patas arriba, y no es culpa de los pequeños; es culpa nuestra. De nosotros, los adultos, que no sabemos qué hacer al respecto. También de una educación desfasada que, en mi opinión, ya no sirve para nada. Ninguna escuela se salva de profesores depredadores, ninguna comunidad religiosa tampoco y, peor aún, muchas familias tampoco se libran. La coyuntura sociopolítica está embruteciendo a quienes deberían estar a cargo de los niños por no poder controlar su propio odio o sus sueños frustrados. Ser madre o padre no es ningún mérito si no cumples tu rol como se debe. Si no vas a hacerte cargo o vas a descuidar a tus hijos, mejor no los tengas y sométete a una vasectomía o algo similar.

Es culpa de los padres que ocurran hechos como aquel trágico suicidio de un niño de 14 años en California. Si la excusa es que no conocían los riesgos, debieron investigar, debieron preocuparse. Ya todos sabemos que las épocas de pichangas callejeras y bicicletas amontonadas en jardines quedaron atrás. Antes se temían secuestros o robos; ahora el peligro está en los hogares. Y para todos los adultos, profesores, padres, psicólogos y demás que pierden los papeles con niños, son unos fracasados que no sirven para nada. La amistad es esencial para la vida, y pobres de aquellos que no la tienen. Cuando estaba en primero o segundo de primaria, viví una experiencia que me marcó tanto que hasta recuerdo a los personajes con nombre y apellido, que no vale la pena mencionar.

Francisco Tafur

Hora de salida del colegio. Mi grupo de amigos nos acercamos al pobre chico que había estado todo el día callado. “Vamos a jugar”, le dijimos entusiasmados. Su respuesta nos dejó pasmados:

—Ya no puedo ser amigo de ustedes; mi padre me lo ha prohibido —nos contestó cabizbajo.

El energúmeno del padre estaba al costado.

—¿Por qué le has dicho eso? —le pregunté a quien me llevaba 100 kilos.

—Por culpa de ustedes, mi hijo no va a poder ser nadie —dijo enfrentándose, a un niño de 10 años.

Yo era pequeño, pero tenía el ego maradoniano. Lo miré fijamente a los ojos, como me habían enseñado en el karate. Tenía los ojos rojos de ira; de ser posible, lo habría golpeado. Ese viejo calvo, panzón, sin barba y con tatuajes me hizo darme cuenta de que existe gente miserable en el mundo. Eso es lo que puede hacer una adultez sin sabiduría. En mi cabeza lo comparaba con mis padres, y este señor parecía un insecto musgoso a su lado. Lo único que supe de mi viejo amigo fue que se hundió en las drogas y pasó de un centro de rehabilitación a otro.

En otra ocasión, fui con dos amigos y sus padres a correr olas, y tuvimos que regresar temprano porque iba a ir a la ópera con mi familia.

—¿Qué es eso? —le preguntó uno de ellos a su padre.

—No tienes ni por qué saber; nunca vas a ir —le dijo, orgulloso de su ignorancia. Todos rieron menos yo. Igual, ¿qué podía esperar de un viejo surfer que tenía más agua salada que neuronas? A mí no me afectó porque, como dije anteriormente, tengo el ego alto.

Actualmente, está de moda el dicho de que tienes que matar al ego porque es tu enemigo. Nunca he escuchado nada más falso. Yo he superado todas las situaciones difíciles gracias a eso. No sé si quieren convertir a la humanidad en un mundo de vegetales, de gente sin ambición y sin sueños. Es ridículo. La educación del hogar, al igual que la institucional, está en deterioro desde que yo era sólo un niño, y lo peor es que parecen aceptarlo con aplausos.

Francisco Tafur

Ahora les contaré lo que para mí significa ser padre, aunque no lo soy. Tenía como 11 años, y en el centro comercial Caminos del Inca había un lugar para jugar cartas de Pokémon y Magic. Mi padre nos dejó una hora allí mientras hacía compras. Éramos cuatro: mi hermano, su mejor amigo, mi mejor amigo y yo. Como travesura, le robé una carta a un grandulón e intenté escapar. Me atraparon y recibí una reprimenda fuerte de parte de este barbudo que jugaba cartas para niños. Me vetaron del local como si fuera un delincuente.

Pasó media hora y llegó mi padre. Se dio cuenta, ya que somos parecidos y siempre tuvo la capacidad de notar cuando algo me había ocurrido. Caminamos al estacionamiento, subimos al carro, y mi padre levantó la voz exigiendo que explicáramos qué había pasado. Mi gran amigo José le contó porque tampoco estaba satisfecho con lo sucedido. Recibí el castigo que ameritaba, pero eso no fue todo. Nos dijo que esperáramos en el auto y llevó a mi hermano con él. En esa época, mi padre aún era joven, con una fuerza de temer, la voz imponente, más de un metro ochenta, y el tamaño de sus manos parecía el de un gorila. Armó un escándalo para proteger la dignidad de su hijo, yo. Amedrentó a todos los que estaban en el local, y cuando señalaron al que me había insultado, se lo comió vivo. Claramente, muerto de miedo, pidió disculpas; de lo contrario, el pobre barbudo habría quedado hecho leña. Yo me sentí orgulloso de quien era mi padre y supe que siempre podía contar con él.

Nuestro país es un territorio minado para los infantes. A diario se reportan aproximadamente 34 casos de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes. Lo más aterrador de esta cifra, que de por sí ya es espeluznante, es que siete de cada diez casos son perpetrados por familiares o personas cercanas. No somos un país en dictadura, no somos un país comunista, no somos un lugar donde se come bien, no somos el país de Machu Picchu. Somos un país de violadores, asesinos y extorsionadores. Esa es la verdad. Mientras los pequeños sufren las consecuencias, los adultos irresponsables actúan cobardemente. “Mírenme, soy de izquierda, soy mejor”. “Mírenme, soy de derecha, soy mejor”. Tres días de clases virtuales, ¡ay, qué escándalo! Les recomiendo a todos los adultos peruanos que dejen de lloriquear y actúen frente al verdadero problema, que es la situación de los niños. En ellos se encuentra el futuro. No en gente que se pelea por su orientación política; sinceramente, son unos payasos. Como ya lo he dicho antes: un adulto que no protege a sus menores no es más que un fracasado.

[Migrante al paso] No lo recuerdo muy bien. Tenía 8 años, pero si está en mi memoria que fue un día de conmoción mundial y el rostro del terrorista quedó marcado para siempre en casi la totalidad de mentes en el mundo. Osama Bin Laden era el nuevo monstruo de la humanidad, el nuevo generador de disturbios y alterador de la paz. Con toda razón, ese atentado generó un trauma insuperable. La imagen que tenemos todos es el de este hombre barbudo, con mirada apagada y un turbante. El mayor terrorista del siglo era musulmán y lamentablemente muchos cayeron es esa peligrosa asociación. Es una lástima porque se creó un prejuicio hacia una religión que nada tiene que ver con los actos de grupos fundamentalistas que utilizan los escritos sagrados como excusa para cometer atrocidades. Esto le afecta a un gran porcentaje de la población porque sin querer se les atribuye un carácter extremadamente negativo. Es totalmente mentira. Las barbaridades que escuchamos de medio oriente suceden en cualquier lugar del mundo donde el fundamentalismo se ha incrustado. Tampoco es necesaria esa base, basta con mirar en la Iglesia de tu barrio para encontrar pedófilos en serie. Por lo tanto, debatir entre si una religión es mejor que otra no tiene sentido. 

Era de madrugada, solo quedábamos unos cuantos guías y yo. Conversando en inglés masticado debajo de un sinfín de estrellas. Solo nos abrigaban las brasas de una fogata. Yo seguía tomando vino y ellos solo miraban. Alegre, así se llamaba uno de los jóvenes, me hacía bromas, decía que parecía de 45 años. Yo le respondía con la misma gracia. Hablaba 5 idiomas y los aprendió sin estudios. En la mayoría de los países de occidente, bastaría con eso para conseguir un muy buen trabajo. Es extraño encontrar gente con esa inteligencia, cruda y sin pulir. El joven Alegre se sentaba erguido, bromeaba y se reía a carcajadas. Cada cierto tiempo levantaba la cabeza para mirar las estrellas por unos minutos, parecía estar buscando más, intentando descifrar misterios en su cabeza. Después de tantos viajes he visto infinitas miradas, algunas mantienen su particularidad y otras ya se camuflaron con el resto. Miradas perdidas, miradas hambrientas, miradas audaces, miradas que ya no soportan más. En la mitad de la nada, en el desierto del Sahara, la luz del fuego iluminaba una mirada de ojos negros con ambición de conocimiento y mundo. Yo me preguntaba cuánta gente talentosa existe y queda en el olvido como un grano de arena en el enorme desierto en el que me encontraba. 

Les ofrecí un poco de vino y todos se negaron. Alegre no respondió. Me contaron que por religión no tomaban. Incluso, si compran alcohol pueden meterlos presos. Me dijeron que igual en Marruecos se puede solucionar con dinero por lo bajo, me acordé de Lima. Ambos son países corruptos hasta la médula y los sistemas policiales son de las primeras en caer. 

—¿Cómo nos ves?  —me preguntaron

—Bien ¿a qué te refieres?

—A los marroquís —me miraban en silencio

—La verdad que como a cualquier otra persona. No discrimino por religión o país —les dije sin profundizar.

—¿De dónde eres?

—De Lima, Perú

—¿Dónde queda eso? —me dijeron un poco avergonzados

—Sudamérica, idiotas —les respondió Alegre —¡No han escuchado Machu Picchu! 

—Con razón —asintieron

La mayoría de los europeos los ven como menos, debido a las olas migratorias. Actualmente, Europa es un caos ideológico y los que terminan perdiendo siempre son los migrantes que escapan de sus países por mayores oportunidades. Eso me dijeron. Decían que había turistas que los hacían sentir como un dromedario más, pero que no podían hacer nada porque es su trabajo. Me sorprendió que los mismos problemas ocurren en todos los países subdesarrollados. Siempre existe esta opresión tácita y permanente.  Este problema se está volviendo cada vez más serio. Hay incluso gobernantes que advierten del islam como si supusiera peligro. Ese es el caso de los Países Bajos. Al parecer ese tipejo de pelo blanco sabe tan poco de la vida como de peinarse, e igual de retrógrados son sus votantes. La política pone la idiotez a flor de piel, como el caso de inmigrantes que votaron por Trump hace pocos días en Estados Unidos.

Francisco Tafur

Después de un rato, Alegre se sirvió una copa y le dio unos sorbos. Luego sacó una botella de vidrio pequeña de entre su ropaje. Me ofreció, probé, no sabía que era, pero parecía alcohol puro. Entendí que las diferencias culturales y geopolíticas solo son características superficiales y no esenciales para ser humano. Les pregunté por la pandemia. Muchos se volvieron locos me dijeron. Uno de ellos comenzó a armar un cigarro con hachís, el ambiente había cambiado. Ya no era un cliente hablando con los guías. Todos con turbante, yo incluido, alrededor del fuego, bajo la misma noche, con los pies descalzos en la arena fría. Un ateo disfrutando entre musulmanes. Uno cree que todos siguen al pie de la letra las prácticas, pero es igual que cualquier otra religión. Existe el que es del Opus Dei y el que no cree en la iglesia.  Ahí es igual, no todos rezan 5 veces al día. 

Una respiración grave y retumbante interrumpió la conversación, no sabíamos si era un viejo roncando en su carpa o un camello se había despertado.

—Así ronca mi viejo —les digo.

—Así ronca mi esposa —dice una voz desde la oscuridad, uno ya se había dormido, pero se despertó para decir eso. 

Explotamos de risa, se burlaban de él y hasta le tiraron arena. 

Mientras rotaba el cigarro recién armado, ronda tras ronda, las risas aumentaban y las anécdotas se volvían más personales. Contaron del viejo que se volvió loco mientras estaban en cuarentena por la pandemia. Gritaba por la ventana que El Mahdi estaba en camino (es el mesías en el Islam), y que iba a matar a todos porque no eran verdaderos musulmanes. Antes era un profesor correcto. Leer muchos libros antiguos te puede enloquecer si los interpretas de manera incorrecta me dijo Alegre. Con todas las religiones pasa lo mismo, es la obsesión agregó. Me contaban que muchos compartían casa y recordé cómo un amigo mío se quedó en mi casa durante ese periodo. Se los conté, agregando que mi madre decía que donde comen 4 comen 5. Sonaron los 4 celulares al mismo tiempo. Pensaba que era su alarma, pero era una aplicación que les indicaba las horas para rezar. Todos se fueron, pero Alegre se quedó atrás. 

—Te escuché, tienes una buena familia. Mi madre nos decía lo mismo. ¿Estás agradecido? —pregunta con curiosidad.

—Si

—¿De qué?

—De que puedo viajar, caminar, que estoy saludable y fuerte. Sobre todo, que mis padres están sanos y me dan fuerza. Que tengo un hermano protector. Una abuela de 90 años que me sigue calmando y unos tíos que me empujan hacia adelante. Estoy rodeado de gente buena y nací con el beneficio de que nunca me faltará algo de comer. —yo, con el hachís en la cabeza

—¿A quién le agradeces? —se río

No supe qué responder.

—Así como eres ya eres más musulmán que varios -me dijo mientras se despedía.

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Islam, marruecos, viajes, vida

[Migrante al paso] Eran las dos de la mañana. No sabía nada del lugar, ni el idioma y me quedaba poca batería. Todo estaba oscuro y más que una plaza parecía un descampado. Se veía la Giralda a lo lejos. Algunos locales me hablaban, pero no entendía nada. Motos por todos lados. Casi me atropellan un par de veces. Yo solo, con mi maleta y mochila. Las calles angostas y sucias te dan la impresión de que estás en mitad de la nada. Es el barrio de Medina en Marrakech.

Encontré el lugar. Después de un par de cigarros y de tocar el timbre y la puerta varias veces recién me abrieron. Era un riad, es un tipo de casa caracterizado por tener un patio interior. Solían ser viviendas de gente adinerada, pero actualmente funcionan como pequeños hospedajes. Los cuartos son pequeños y los pasillos son chatos. Nunca entendí por qué, ya que, por lo menos en Marruecos, las personas son bastante altas. No dormí nada, el tour de tres días hacia el desierto de Merzouga comenzaba a las 7 de la mañana y terminé de instalarme a las 3 am. 

Normalmente, no me gusta ir en tours con grupos. No soy muy sociable y me incomoda estar mucho rato con gente desconocida, pero esta vez me hice amigos de todos. Por alguna razón, siempre que me encuentro a otro grupo o persona de Latinoamérica me da tranquilidad, sobre todo si es de México. Pedían en todos lados ají o salsa picante, así que me unía a ellos en todas las comidas. Al terminar el tour, todos se despidieron de mí de manera cariñosa y me sentí bien. La gente introvertida no es rara, simplemente nos da un poco de ansiedad al socializar, pero no es que no nos guste o los demás nos caigan mal. Normalmente, cuando nos sentimos cómodos hasta llegamos a hablar más de la cuenta. 

Después de tres días estuve una noche en la ciudad de Fez y de ahí regresé a Marrakech. Estuve de nuevo en la plaza, pero esta vez parecía un lugar completamente distinto. Miles de puestos de comida y tiendas. Gente con unos pobres monos encadenados para que la gente se tome fotos. Serpientes que salían de sus canastas supuestamente bailando al ritmo de unas flautas, pero es mentira, se ponen así porque están a la defensiva. Es agradable, pero hasta cierto punto. Hay distintos tipos de turistas, y yo soy uno que le cuesta disfrutar cuando está rodeado de tanta pobreza y miseria. Es un lugar precioso, pero donde voltees ves algo que no te agrada, desde niños hambrientos hasta animales mal tratados. Está claro que es un país que no funciona bien. Entre todo el caos se esconden muchas cosas que estoy seguro de que ningún turista, yo incluido, quiere ver. Vivo en Lima, nací y crecí ahí, aun así, nunca había visto tanto desorden. 

Francisco Tafur 

Después de varias horas en el carro, paramos en el Ksar de Ait Ben Hadu, una ciudad fortificada donde actualmente solo viven menos de 10 familias, la mayoría de gente vive en la nueva ciudad al otro lado del rio. Lo único que pregunté fue por qué la ciudad no había crecido más al encontrarse al costado de un rio y la respuesta fue que éste es salado debido a varias minas a lo largo de todo el rio. Parece sacado de una película, construido a un lado de una colina de piedra, los edificios se camuflan con la arena del desierto. Rodeado por palmeras de dátiles, las torres angulares y viviendas crecen de manera compacta. Construida con ladrillos de arcilla, albergó numerosos puestos comerciales ya que era un punto estratégico en la ruta que unía a la antigua Sudán con Marrakech. Efectivamente, se han grabado múltiples películas en ese lugar como Gladiador, Babel y otras más antiguas como Lawrence de Arabia y La joya del Nilo, la última construyó ahí mismo un portal gigante, todavía sigue a la vista. 

El cambio de paisaje cuando llegas al desierto es abrupto. Repentinamente la geografía rocosa cambia por un mar de arena rojiza que parece extenderse hasta el infinito. Sería imposible adentrarte en él sin perderte. No hay ningún punto de referencia salvo el sol calcinante y las estrellas en una noche helada, si es que sabes guiarte por ellas. Merzouga es un pueblo pequeño que se encuentra comenzando el desierto del Sahara que se expande por todo el norte de África, estábamos a un poco más de 50 kilómetros de la frontera con Argelia.

Francisco Tafur 

Entramos con cuatrimoto en el atardecer. Fue increíble. De un momento a otro te olvidas de cualquier problema. Estas en mitad de la nada, te puede pasar lo que sea y va a ser casi imposible que te encuentren. Anocheció y prendieron una fogata y comenzaron a tocar tambores y cantar alrededor. Me quedé hasta la madrugada conversando con los guías y me uní a sus juegos raros. De las brasas que quedaban cogían un pedazo de carbón hirviendo y se lo pasaban de mano en mano, perdía el que se quemaba, como se darán cuenta no hay mucho que hacer para entretenerse ahí. A pesar de todo estaban felices, si mirabas al cielo te quedabas anonadado por la cantidad de estrellas, podías ver claramente en la noche y ellos estaban ahí todos los días. 

Regresamos al día siguiente en camello, ya me había subido a uno antes, así que sabía cómo funcionaba, pero no deja de ser sorprendente. Son enormes y siempre me darán algo de miedo porque estás como a tres metros del suelo y tienen un movimiento tambaleante. Al bajar las dunas sientes que te vas a caer hacia adelante. Aprendí muchas cosas y eliminé algunos prejuicios que tenía sin darme cuenta. Regresaría en algún momento. Tal vez, más viejo y con más plata para evitar algunas incomodidades. Una crónica queda corta para describir todo lo que vi y lo que aprendí de esa cultura, cercana históricamente y distinta totalmente a otras que haya conocido en cuanto a prácticas culturales.  

[Migrante al paso] Llegué sudando después de correr como veinte minutos hasta llegar a la cima donde se encuentra la Alhambra de Granada. Es un complejo enorme que incluye palacios antiguos, jardines y la alcazaba, una fortaleza. Ahí vivía el emir y su corte durante el Emirato de Granada, también conocido como Reino Nazarí. Caminando entre los jardines y piletas bajas te quedas maravillado, se puede ver toda la ciudad desde lo alto. Ya conocía la historia sobre la última sultana de esta ciudad ya que lleva el mismo nombre que mi madre, abuela y continúa hasta no sé cuánto tiempo atrás, pero no sabía que iba a llegar a sus recintos dentro de la Alhambra. Ahí vivía el sultán Boabdil junto a su esposa Morayma. Los cronistas de la época la describen como una mujer hermosa que lastimosamente andaba usualmente cubierta hasta el rostro. Cada vez que la mencionaban me daba risa porque pensaba en mi abuela. No sé cómo llegó el nombre a mi familia, pero tal vez somos sus descendientes, quién sabe.

Este sultán quedo grabado en la historia como un cobarde por rendirse ante los reyes católicos y cederles la ciudad, pero la verdad es que no teníaotra opción. De lo contrario toda su familia y pueblo habrían sido asesinados. Según la leyenda fue desterrado y sólo volvió una vez para visitar la tumba de su madre que en teoría le reprochó haberse rendido. Caminaba acompañado del guía que nos explicaba cómo si comes las futas de granada que adornan los jardines te ponen una multa, para luego de un rato ver a una señora disfrutando tranquilamente de una de ellas sentada a un costado. Muchos creen que el nombre de la ciudad es debido a la fruta, pero en realidad proviene del nombre de la antigua medina Garnata o Gar Anat.

Francisco Tafur

La ciudad es hermosa y juvenil, ya que es una ciudad universitaria. Podría vivir tranquilo en esta ciudad, que no es muy grande, pero tiene todo. Caminando por las calles angostas y empinadas del Albaicín, un barrio situado en una colina cerca de la Alhambra me arrepentía de cada cigarro que me había fumado en el viaje. Es un barrio distinto al centro de la ciudad, no hay edificios altos y todas las estructuras se asemejan. Te puedes perder un buen rato ahí, descansando entre monumentos y mansiones que tienen siglos de antigüedad. Portones, iglesias y palacios te sorprenden en cada esquina. Dentro de este barrio se encuentra la zona de Sacromonte, donde todas las casas son blancas, y leyendas de la época de la reconquista abundan. Yo me sentía un explorador de tesoros cuando caminaba por ahí. Muchos pasaron por ahí en búsqueda de tesoros escondidos debido a la leyenda de que cuando los árabes fueron exiliados, los nobles enterraron entre los olivos joyas y otros lujos. Ninguno fue encontrado.

Todo Andalucía está bañado de esta magia, desde caminos romanos subterráneos a monumentos perdidos debajo de construcciones modernas. Yo imaginaba encontrarme algún diamante o madera tallada para sustentar viajes futuros. Con cada ciudad y país nuevo que conozco, encuentro al ser humano cada vez más sorprendente. Distintas formas de vivir, lenguajes que configuran creencias y habilidades distintas. Mi única decepción es que lo excepcional solo se encuentra en algunos. Vulnerarse al peligro por orgullo, honor y valores no son necesarios para sobrevivir y solo algunos están dispuestos a hacerlo para poder dormir de manera digna. Somos una especie tan grandiosa como corrompible. Algo que encuentro en común es que los limites se rompen gracias a la curiosidad, y de ahí nace mi ímpetu por viajar. Mi único miedo es regresar a mi lugar y quedarme atrapado por mis circunstancias como el viejo Bilbo en la comarca, ansioso de ver montañas. Envejecer sin llenarme de historias para contarle a mis futuros sobrinos. No poder ser el tío loco que diótodo de sí para sentirse libre. En mi caso, esta es la única manera de vivir, con deseos de volar hasta quemarme las alas. Sólo así puedo respirar tranquilo, sólo así podré morir sonriendo cuando mis huesos y músculos colapsen.

Francisco Tafur

En el tren de Córdoba a Granada vi un castillo en la cima de un monte. Apenas mi mirada se fijó en aquella colina ya sabía que iba a ser suelo para mis pies. No lo tenía planeado, pero lo esporádico es lo más lindo de las aventuras. Tomé un bus desde Granada hacia el pueblo de Almodóvar. La estación del castillo estaba cerrada por una carrera de autos,así que me dejaron en la carretera al inicio del pueblo que continuaba cuesta arriba. Nuevamente poniendo a prueba mi resistencia física, felizmente comenzó a llover así que pude subir refrescándome.

Llegué a las afueras del castillo inicialmente construido por los árabes en el siglo VIII, para luego ir siendo reconstruido. Sentía que estaba en un cuento o novela fantástica. Solo te dejan entrar a los techos y a las partes exteriores. Podía imaginarme ejércitos gritando mientras trepaban la colina para tomar el castillo. Ahí filmaron Juego de Tronos, fue el set para filmar Altojardin. Hay una escena donde la abuela astuta Ollena Tyrell, uno de mis personajes favoritos de la saga, veía desde un balcón cómo se acercaban los ejércitos enemigos. Ahí estaba yo, parado en el mismo balcón, viendo los campos de árboles de naranjos extendiéndose hasta el horizonte. Con las piernas temblando porque haga lo que haga mi miedo por las alturas parece que no va a desaparecer jamás. Me quedé como una hora dándole vueltas a la fortaleza y salí empoderado por mis propias historias imaginarias. Es así, tocar las paredes milenarias, ver paisajes desde lo alto, caminar por el mismo lugar que grandes personajes son alimento para el espíritu, al igual que lo es el arte. Así sigo y mis piernas aún no están cansadas así que planeo continuar.

[Migrante al paso]Entre el llamado bosque de palmeras, miles de columnas, cada una distinta, con arcos que se asemejan a los típicos acueductos romanos. Como viajero estaba sediento de conocimiento, cada cuanto me alejaba de mi grupo en el tour para tomar fotos. A lo lejos, antes de la salida divisé colores familiares. Entre el lujo y la peculiaridad del lugar una tumba con la bandera peruana se situaba a un costado. El Inca Garcilaso de la Vega se encuentra ahí. En la única mezquita-catedral del mundo. No pude evitar sentirme emocionado, siempre digo no ser patriota y que el mundo sería mejor sin naciones, pero lo conmovedor de ver tu bandera entre la luz anaranjada del recinto religioso es para sentirse orgulloso. En el fondo mi antipatriotismo solo es un capricho engreído. Después de todo, soy alguien que quiere ver a su país seguir adelante. Tenemos todo y no podemos permitir que unos cuantos sinvergüenzas estropeen nuestro potencial. Obviamente, pedí que me tomen una foto. Le di mi celular a un señor un poco loco y para mi mala suerte, su habilidad de fotógrafo era pésima. Parecía la primera vez que agarraba un teléfono en su vida.

Viaja 9 mil kilómetros para la foto y se la toma un gallego dice el guía gordito y gracioso. Todos se rieron.

El escritor, cronista e historiador que nació en nuestras tierras descansa junto a otro gran escritor, Luis de Góngora. Que por coincidencia se murió en la misma calle donde yo me hospedaba. El príncipe de los escritores del nuevo mundo murió en esta ciudad y él mismo mandó a construir su capilla, lo que contradice la pobreza de la que él mismo decía padecer.


Córdoba, donde los jardines llenos de macetas coloridas te invitan a sentarte a descansar un rato del calor. Mi rutina comenzaba con un cigarro y una coca cola en una pequeña plaza bordeada por un instituto de arte y una iglesia. Un día mientras disfrutaba de la deliciosa combinación de mis vicios, con lluvia, tuve la suerte de ver la entrada de una madre con un vestido rojo espectacular, emanaba poder mientras calmaba a su hijo nervioso. Caminaban juntos hacia el altar, me uní a los gritos de algarabía. No creo que exista alguien tan antipático como para no sonreír al ver este tipo de eventos. No soy religioso ni me quiero casar. Pero celebrar el amor entre dos personas me parece hermoso. Tal vez algún día mi madre también hag
alo mismo conmigo, con su elegancia flamenca. Quién sabe.

Caminando por calles angostas, audífonos a todo volumen, miré al cielo y decidí empaparme bajo la tormenta. Me sentía vivo y ni el calor o lluvia me iban a detener.  Llegué al rio Guadalquivir y seguí mi rumbo por el malecón. Sin querer llegue a un famoso puente romano, que ya lo tenía anotado para visitar, pero no en ese momento. Aproveché que no había gente por el clima y lo crucé ida y vuelta como 4 veces. Según algunos historiadores Julio César tras la batalla de Munda tuvo que cruzar el rio con un puente improvisado creado con piedras. Se convirtió en el principal punto de acceso desde la zona sur y es probable que la vía Augusta, de Roma a Cádiz, pasara por ahí. Como casi todo en Andalucía, las estructuras se construyeron una sobre otra, por lo que actualmente parece más un puente medieval que romano, aunque se llega a observar restos del imperio que dominó el mundo. Mientras caminaba ida y vuelta las revoluciones de mi imaginación aumentaban y reconstruían el paisaje de tiempos pasados, en cada paso era un viajero de distintos tiempos. A veces con espada, a veces a caballo, a veces huyendo y unas cuantas como emperador.

Una mañana después de cumplir mi rutina, me detuvieron unas señoras gitanas, me leyeron las manos y me dijeron que lo peor ya había pasado. Sin embargo, me advirtieron que mucha gente me había hecho mal de ojo. Me pareció raro porque no me considero alguien con enemigos. Por historias de makumba en mi familia me tomo estas cosas con más seriedad que la religión. Me dieron una hoja, mentiría si supiera a que planta pertenecía, pero aun la guardo en mi billetera. Al llegar a mi casa en Lima debería quemarla para limpiarme espiritualmente.

Son 10 euros me dice la señora mística

Te dije que no tenía plata

Uy, tienes que pagar, es parte del trato espiritual.

Solo tenía 5 euros así que se los di, pero en sus ojos notaba que no era suficiente, me despedí y mire atrás para decirle que por favor no me haga algún hechizo. No creo en esas cosas, pero por si acaso. Entré un poco asustado a la mezquita, no sabía si me habían estafado o me iba a caer una maldición encima. La potencia gitana no es para tomarse a la ligera.

Lo que antiguamente fue un pequeño templo cristiano se convirtió en una de las mezquitas másimportantes. Tras la conquista musulmana de la península ibérica, con la fundación del Emirato de Córdoba, Abderramán I hizo la primera construcción de la mezquita. En los siglos posteriores se dieron innumerables extensiones para aumentar la capacidad de personas que puedan entrar. Sobre todo, cuando Abderramán III transformó el emirato en califato. La diferencia básicamente se da en que ahora no tenían que rendirle cuentas a nadie. En el siglo XIII, el territorio es reconquistado por los reinos cristianos. Por suerte mantuvieron la arquitectura anterior salvo la construcción de la capilla al centro de la edificación, pero esto se dio siglos después. La belleza de ese lugar se fundamenta en la mezcla de distintos estilos. La infinidad de secretos que se esconden debajo de Córdoba es inmensa. Como escritor, me encanta rellenar esos espacios que se mantienen desconocidos de espíritus, héroes y monstruos.

Luis de Góngora le dedica un poema a su ciudad: Este te permite entender un poco la belleza y majestuosidad de la ciudad de Córdoba.


¡Oh excelso muro, oh torres coronadas

De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,

Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

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[Migrante al paso]  Una plaza cualquiera, aunque no existe algo como tal. Ésta no tenía nombre, porque nunca lo averigüé. Me quedé sentado frente a una estatua oscura, tenía una espada y se resguardaba bajo las palmas de los árboles que la rodeaban.  Sevilla superó mis expectativas, podría vivir tranquilo entre ese laberinto de callejones angostos y en los veranos me iría. Es octubre y llega a 35 grados. Este tipo de ciudades ejercen fuerzas peculiares, se siente la presión de la historia y antigüedad mientras caminas. Estamos hablando de un lugar cuyos inicios son en el siglo VIII antes de cristo. Antiguamente Ispal, luego romana, mora y cristiana. Todo construido uno encima de otro. Por donde vayas hay túneles y secretos subterráneos que no están a la vista. 

Solo, en una banca acompañado de tres latas de cerveza y unos cuantos cigarros. Contemplaba la estatua y pensaba sobre todo lo que había visto. Me quedé en una pensión espantosa, no me encontré fantasmas porque seguramente ellos también le tenían miedo a la casa. Tomás, el dueño y abuelo de la familia que manejaba el negocio era un viejo amargado, todo lo que uno sueña en no convertirse. Pero me compartió unas cuantas historias curiosas de su casa mientras se quejaba de los cigarros que me fumaba. A veces me gusta molestar a los viejos chinchosos, así que fumé el doble. 

Llegué luego de una hora, en tren desde Madrid, dejé mis cosas y salí a caminar. En ropa de baño y camisa desaliñada, yo viajé pensando que iba a hacer frio. Me perdí y llegué a la Plaza España. Mis pupilas se dilataron de lo maravilloso que estaba viendo. Muy pocas veces me ha sucedido que un lugar me despierte tanta emoción. Un edificio gigante en forma de medialuna, llena de mosaicos que adornaban los puentes. Debajo pasaban pequeños barcos que llevaban turistas por canales de agua cristalina. La infraestructura es de este siglo y alberga un cuartel general del ejército y también un museo de la milicia. El calor era infernal y vi a unos adolescentes meterse a la pileta, las reglas no son lo mío, así que me metí también, estaba al borde de un golpe de calor. Me miraban como un loco, pero ya estoy acostumbrado, siempre les devuelvo la mirada. Al frente está el parque de María Luisa, donde puedes echarte en la sombra y refrescarte un poco, casi me quedo dormido porque estaba agotado. 

Francisco Tafur

En aquella plaza ya con dos cervezas encima, en una esquina se encendió una fogata de papeles, era un vagabundo que estaba abrigándose del frío. Lamentablemente, en casi todo el mundo se ven este tipo de cosas, me acerqué y le regalé unos cigarros, no tenía nada más para darle. Mientras el alcohol subía, el personaje de piedra oscura parecía mirarme. No quise regresar para dejar esa parte del viaje en misterio. Fue una noche mágica, me quedé hasta las 3 de la madrugada ahí. Solo pensando. Recordaba mis clases de historia, y las lecciones de mi madre durante los almuerzos. Ya conocía el lugar por libros y conversaciones, pero es distinto respirar el ambiente. En esa plaza me di cuenta de que nunca dejaré de viajar, tal vez hasta que me encuentre un dragón. Prefiero agregarles toques fantasiosos a mis experiencias, de lo contrario la realidad se me hace aburrida. 

Una mañana, después de embutirme un pan con jamón ibérico, caminé por todo el centro haciendo tiempo para un tour. Entre las sombras de los callejones y el sol calcinante de las plazas, llegué a mi destino, La Giralda y la Catedral. Es imponente. He estado parado frente a la catedral de Colonia y ésta me impresionó más. Al entrar me quedé un rato recogiendo frutos en el jardín de naranjos, jugaba haciendo dominaditas en un terreno del año 1400, al frente de la hermosa iglesia de fachada gótica. Por dentro se notan todos los periodos, desde el barroco hasta el neogótico. Es amplia y como es clásico del cristianismo, los lujos se encuentran en cada rincón. Esa es su especialidad, hacerte sentir diminuto ante estructuras monumentales. Ahí se encuentra la tumba de Cristóbal Colon, aunque dicen que solo hay algunos huesos y una parte de la mandíbula, lo demás se perdió en el traslado desde Centro América. Antes de salir, hay un acceso para subir la giralda de más de 100 metros de alto y con subida en forma de rampa, porque en la antigüedad subían hasta caballos. Llegué sudando hasta la cima pasando el campanario. Se ven todos los techos rojizos enanos por la altura. Se entiende lo titánico de los edificios ya que en tiempos pasados eran usados para demostrar poderío económico, político y militar. 

Francisco Tafur 

Visité la casa de Pilatos, pensando que tal vez era la de Poncio Pilatos, pero no era verdad. Pero es el ejemplo típico de lo que era un palacio sevillano. Repleto de mosaicos en las paredes, jardines coloridos y piletas renacentistas. El nombre es un invento, cuando el dueño hizo una peregrinación a Jerusalén, calculó que la distancia entre el pretorio de Pilatos y el Monte Clavario era la misma que su palacio en Sevilla y un pequeño templete llamado Cruz del Campo. Así que chiste, es como que le ponga a mi casa, el hogar de Eguren porque escribía entre las mismas calles. Pero igual me pareció simpático. Al final tuve un tour por el Alcázar donde filmaron la famosa serie de Juego de Tronos. Se construyó inicialmente durante la edad media y se conservan restos arquitectónicos islámicos. Está tan bien conservado que te transporta a otra época, siglos atrás. Los azulejos, los escudos tallados en las paredes, el estanque de mercurio rodeado por arcos musulmanes te deja perplejo. Por más que sea temporada alta y no se pueda caminar tranquilo, ni cuenta te das de las personas. Salí con ganas de volver a entrar, pero en el fondo sabía que no era un adiós definitivo. 

Luego de mi última lata, me paré frente al monumento del personaje desconocido y agradecí tener la oportunidad de hacer los viajes que he hecho y voy a hacer. Regresé a la pensión, satisfecho y tranquilo porque ya era mi última noche en ese lugar. En esta ciudad donde los rastros de la invasión mora que duro 900 años son notorios en casi todos lados, aprendí cómo distintas culturas se pueden mezclar y generar una nueva identidad. Algún día regresaré y lo haré con la misma emoción que sentí esta vez. 

Francisco Tafur 

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[Migrante al paso]Una pelota venia directo hacia mí, recién salía del Museo Reina Sofía, la detuve con precisión. Todavía lo tengo, pensaba. En la pequeña plaza frente al museo, rodeado de arquitectura clásica europea, sentía que estaba en un comercial de Nike de los noventa. Un grupo de adolescentes levantaba las manos para que se las devuelva. Doy unos pasos atrás, me sentía David Beckham en su prime. Apunto, pateo y le doy directo a un carro de policía. Todos se comenzaron a reír incluido yo y los policías. En mi defensa estaba con unas zapatillas que no sirven mucho para el fútbol. Con un poco de vergüenza la recojo y se las doy a los jóvenes. 

—¿Quieres jugar con nosotros? —me preguntaron, me sentí emocionado. 

A que no caiga, quedé entre los finalistas y dijeron algo que se me va a quedar estampado en la memoria: No dejes que el viejo nos gane. Efectivamente, perdí y seguí mi camino intentando ocultar el dolor de rodilla.  Me quede entusiasmado un buen rato, hace tiempo no jugaba fútbol. 

Francisco Tafur 

Esa mañana me sentí aplastado dos veces, primero por el comentario de los jóvenes y varios minutos antes por la majestuosidad del Guernica de Picasso. No había mucha gente y lo pude apreciar a la perfección. En este tipo de museo es normal que la gente se aglomere frente a las obras emblema, pero ese día sólo había unos cuantos. La pintura de 1937 es enorme, espectacular y triste a la vez. Ya la había visto una vez, pero fue recién en esta ocasión que me sentí diminuto ante ella. Me costó dejarla ir, cuándo la volveré a ver. En el instante que me di media vuelta para seguir recorriendo el museo pensaba en lo efímero de la impresión. La obra de arte siempre va a estar ahí, pero yo no, solo unos pasos hacia el siguiente salón ya era un adiós prolongado. 

Policía con metralleta, pasa por ese arco y ya estás ahí, me dice. A tan solo unas cuadras de mi hospedaje estaba la plaza mayor. Entré por uno de los diez accesos que tiene. Toda rodeada de edificios antiguos, pero mantenidos a la perfección. Al medio una estatua de Felipe III en caballo, un antiguo rey de España que muchos lo consideran como un vago. Me senté un buen rato fumando cigarros y viendo a los turistas tomándose fotos. Es alucinante, te sientes en el siglo XVII; si no fuera por una que otra infraestructura moderna, el traslado hacia el pasado sería total. Este lugar es de suma relevancia histórica, en algún momento la Corte funcionaba ahí. También es recordado por 3 famosos incendios que amenazaron con destruirla. 

Siempre digo tener buena memoria, pero no me acordaba de nada. Madrid es una ciudad donde se siente el arte, fiesta y cultura en el ambiente. No se espera menos de una ciudad cuyo país gobernó el mundo entero por más de un siglo. Es notorio. Solo caminar por las calles angostas del centro, cruzarte con piletas y miles de lugares de tablaos de Flamenco, ya es nutritivo para el conocimiento. Es una ciudad de ensueño. 

Francisco Tafur

Caminé más de una hora por la famosa avenida Paseo de la Castellana para llegar al estadio Santiago Bernabéu, que ha sido recientemente remodelado. Soy fanático del club desde que veía al gordo Ronaldo jugar. El brasilero. Mi fanatismo por él era exagerado, era mi ídolo y en la actualidad lo sigue siendo. Recuerdo cómo me molesté en el Estadio Nacional, cuando los hinchas peruanos le gritaban cachudo y más. También rememoro cuando hizo una visita a Lima y mi padre nos llevó para tomarnos una foto con el astro. Hasta hoy recuerdo cómo apoyó sus manos en mis hombros para firmar mi camiseta de Brasil. Al costado de un banco Santander se compraban las entradas para el tour por el estadio. Me llevé la sorpresa de que justo al lado había una placa en la pared en memoria de Francisco Pizarro que lo exponía como fundador de Lima, en la parte superior se podía ver el escudo de la ciudad peruana. Siempre tuve una relación particular con este personaje, lleva mi nombre, era un carnicero y mutiló a miles de personas en nuestro territorio. Un salvaje por donde lo veas, pero murió en su ley, con la espada desenvainada en su propio cuarto frente a las tropas revolucionarias. 

Entré al gigantesco coliseo del Real Madrid. Mientras subía las escaleras recordaba cómo no me perdía ni un solo partido de los famosos galácticos en mi niñez. El recorrido no es tan impresionante. Vi el super balón de oro que sólo ha sido entregado una vez a Di Stefano, probablemente el siguiente sea Lionel Messi. Los chimpunes de Zidane, las camisetas de los jugadores más emblemáticos y otras atracciones más modernas. Lo que sí es impresionante es cuando entras a las tribunas y ves la cancha en todo su esplendor. Toda mi vida he soñado con ser un futbolista profesional, meter un gol y gritar lleno de euforia. Algún día regresaré, pero a ver un partido, y si es posible un clásico entre el Barcelona y el Real Madrid. 

Francisco Tafur 

En estos pocos días he recuperado la apreciación del arte plástico, después de muchos viajes e incontables museos, me había peleado con los cuadros. Sentía que ya lo había visto todo. Les decía a mis padres que si veía un cuadro más me iba a agarrar a cabezazos contra la pared. Después de un largo paseo por el Parque del Retiro, enorme, con monumentos, precioso y con miles de lugares para echarte un rato y relajarte, fui al Museo del Prado que se encontraba cerca. También visité el museo Sorolla y me quedé divagando entre sus obras de playas valencianas, el museo se encuentra en lo que una vez fue su casa. En el Museo del Prado, vi a Las Meninas de Velázquez, es una colección impresionante de varios artistas famosos de todos lados y toda época. Pude ver el famoso cuadro de Goya del que Picasso toma inspiración luego para el Guernica. El 3 de mayo, como se llama la obra, representa el levantamiento español contra la dominación francesa de inicios del siglo XIV, muestra los fusilamientos que hubo. El Guernica de Picasso, plasma el horror de los bombardeos en la ciudad del mismo nombre durante la guerra civil. Pero lo que más me gustó, y ya lo sabía de antemano, fueron los cuadros de El Greco. No sé cómo describirlo, son como obras etéreas y de estilo único. Solo en esa sala me quede media hora. En esta ciudad fui recuperando paso a paso la apreciación por el arte y cultura occidental, una que me había dedicado a criticar por mucho tiempo. 

[Migrante al paso] ¿Alguna vez viste el color de la felicidad?

Enredaderas entre mis pestañas. Buganvillias brillantes al sol. Pequeños pasos y jadeos sonando en las escaleras. Cuadros me rodean, ahora que no hay televisor, se aprecian más. 55 kilos de energía canina me despiertan entre lamidas y rascadas. Una vez que se echa encima ya sólo queda despertarse. La señora Elena solía subirme leche chocolatada caliente y panes con huevo.  10 de la mañana, el momento mágico. Bajar las escaleras se hace pesado. Agua a la cara. Una sentada relajada al medio del sofá que da al jardín de piedras. Mete gol gana y mundialitos llenan la imagen de sombras sonrientes. Muchos perros desde tiempos inmemoriales se encargaron de que un buen pasto jamás creciera. Entre las macetas que han crecido de las cenizas de esos cuadrúpedos y el ambiente donde demasiado ha sucedido. Pollos a la brasa en exceso. Siempre en compañía. Todos los que se divirtieron acá se difuminan con el viento. Sol y frío. Después de limpiar mis lentes logré verlo tenuemente. El color de mi ánima, mi espíritu, corazón y psique. El de la felicidad y mucho más. Cada idea dándole pinceladas finas y vaporosas.  

Mis emociones jugando a las escondidas rondaban por ahí. De las flores que brotaban de las enredaderas, millones de recuerdos asomaban la cabeza.

A la vista. 

Francisco Tafur 

Atisbos de una existencia después de la muerte, donde todas mis mascotas. que estuvieron esperando mi llegada, corren directo hacia mí en un descampado. Algo así de cálido. Mis pensamientos estaban pintando y ese cuadro era un retrato de mí.  Mi amabilidad, insolencia, cortesía y compleja bondad. Hoy día pienso bien de mí. No quiero volverme un viejo amargado. Poder entrar en un conflicto y reírme de la rabia de los demás. Burlón, cachoso y si me odian, bienvenidos sean.  Jamás escribiré para complacer a seguidores o gente que quiera que diga lo que ellos favorecen.  Que me consideren un payaso, no me importa. 

Ahora que me quedo unos días donde mis padres, y mi hermano viene de visita, no hay espacio para política, defensa de la democracia. Qué aburrido. Mi único sueño es que todos puedan comer y tener las mismas oportunidades, pero creo que no es posible con las aproximaciones actuales. Frente a la gente que atesoro, esos conceptos no son más que nimiedades. Incluso pachotadas hipócritas que la gente está obsesionada con controlar. Definitivamente en esos temas no está la belleza ni el goce de vivir. Pienso en el capítulo de las moscas en Así Hablo Zaratustra. Me presto a que me malinterpreten, háganlo. 

—Mamá, siempre pensé que los raros eran las otras familias, pero ahora me doy cuenta de que los raros somos nosotros— recuerdo que se lo dije cuando era niño mientras comíamos en la misma cocina de siempre. 

—Prefiero viajar a comprarme un carrazo.

—Aún te falta toda la vida y si no haces nada, no pasa nada tampoco.

—Si no te has dado cuenta de que eras un huevón, es que todavía lo eres.

—La vida es como un juego de RPG, tienes que ir subiendo skills.

—Gordo, ya despierta oye, son las 12. 

—Viajar es como leerte 15 libros.

Este tipo de frases se escuchaban entre los pasadizos y cuartos de la casa y hasta ahora rondan en mi cabeza. En mi casa se trató a nuestros amigos como familia. Desde donde escribo se vivió de todo. Inicialmente, cuarto de juegos. Cuarto de ping pong, taller de arte de mi hermano, juergas adolescentes, risas, peleas. De todo. 

De niños las pijamadas eran brutales, 6 o 7 pequeños enviciados en algún videojuego, incontables pichangas callejeras, en ese momento no había carros en la cuadra. Y por supuesto, nuestra versión de cucurucho, el cucurucho de la muerte. Cuarto cerrado, todo oscuro, uno con el cubrecama tapándolo hasta los pies, los otros con almohadas de ataque. Si estaban a punto de atraparte reventábamos entre todos al pobre que era el cucurucho en ese momento. Me sorprende que nadie haya salido noqueado, un buen almohadazo se siente como una piedra. Se prendía la luz de pronto y mi madre asomaba la cabeza molesta por el ruido. Uno trepado encima del televisor, otro escondido en el closet, otros cubriéndose, pero siempre uno tirado en el piso todo cubierto y golpeado. Era para matarse de risa. Los fantasmas de nuestro grupo, que se sigue manteniendo unido, corretean por ahí. Es mágico en realidad, poder mantener amigos desde la infancia. 

Estoy a unos días de volver a viajar y cada vez se siente extraño, da un poco de ansiedad que te hace pensar, erróneamente, que lo que dejas atrás desaparece y no hay dónde volver. Igualmente, la emoción de una nueva aventura te hace pensar, erróneamente, que tus problemas también se van a quedar atrás. Es mentira, esa maleta siempre está incluida en el vuelo. No como algo malo, estando solo, viendo paisajes, conociendo historias, idiomas y costumbres, trabajas con todo lo que cargas y suele terminar bien. Con un progreso personal y algún nuevo proyecto en mente. Me gusta pasar siempre los últimos días en la ciudad viendo amigos y comiendo con mi familia. Lo veo como recargar energías para poder desconectarme un rato. Igual, en esta época le puedo ver la cara a cualquier persona que quiera con un botón de mi celular y eso es de mi agrado. En la actualidad soy un aventurero, pero tal vez, antiguamente no hubiera podido. Tal vez, o hubiera podido treparme a un barco para darle la vuelta al mundo o caminar para encontrar nuevas rutas, antes no se viajaba con seguro ni comunicación. Me despido temporalmente de mi lugar para expandir mi propio mundo. Regresaré, y siempre con algo nuevo que contar. 

 

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