Francisco Tafur

Nikko: una puerta hacia otro mundo

"Esta ciudad se reduce prácticamente a sólo una avenida, dos pequeñas estaciones y edificaciones chatas que han sido construidas alrededor. La modernidad llega a todos lados en este país y todo está extremadamente comunicado. En contraste, da la impresión de que Latinoamérica estuviera mal construido o se hubiera desarrollado de manera improvisada, sin planificación alguna. Y sin irnos al otro extremo, hasta Europa parece subdesarrollada al costado de Japón."

Mi último destino dentro de Japón fue la pequeña ciudad de Nikko. A dos horas en tren de Tokio se encuentra este lugar en mitad de un bosque. Escribo esto en el avión, mientras me alejo del que definitivamente es mi país favorito. Siento que no voy a encontrar otro lugar con el nivel de cultura, educación y prosperidad del lugar que me estoy yendo. Parece que por un mes y medio hubiera salido de la realidad y recién estoy regresando.

Mientras iba a la ciudad de Nikko en el tren no podía evitar sentirme un poco mal por mi inminente partida. Te quedas alucinando de cómo funciona todo a la perfección, en cualquier lugar al que vayas encuentras un pedazo de historia. también, es de locos cómo han integrado el arte en casi todas sus costumbres. Desde los templos y ceremonias hasta la forma de cocinar. En algunas ciudades ves que las tapas del desagüe tienen diseños diferentes.

Llegué a la estación de mi destino un poco tarde así que fui directamente a almorzar en una tienda y a descansar un poco del cansancio. En todos los convinience store o konbini, en japonés, hay comida pre hecha bastante rica y barata, solo tienes que calentarla en un microondas. Estas tiendas tienen de todo. Puedes vivir tranquilo solo con estos lugares que están por todos lados. 

Esta ciudad se reduce prácticamente a solo una avenida, dos pequeñas estaciones y edificaciones chatas que han sido construidas alrededor. La modernidad llega a todos lados en este país y todo está extremadamente comunicado. En contraste, da la impresión de que Latinoamérica estuviera mal construido o se hubiera desarrollado de manera improvisada, sin planificación alguna. Y sin irnos al otro extremo, hasta Europa parece subdesarrollada al costado de Japón. Me hospedé cerca de la estación de tren que por cierto es la más antigua del país, construida en 1915. Al día siguiente, caminé media hora sobre la avenida principal hasta llegar a un puente rojo, de antigüedad visible. El paisaje de este puente sobre el rio, rodeado de montañas boscosas es impresionante. En un segundo te despeja de cualquier pensamiento nebuloso.

Francisco Tafur 

Casi todo resto histórico en Japón tiene una leyenda. Supuestamente, en el año 766, el sacerdote budista Shodo Shonin cruzó el rio Daiya sobre dos enormes serpientes y estas se convirtieron en el puente Shinkyo. El fundó los santuarios y templos de Nikko. Al estar aislado en lo profundo de las montañas, atrajo a varios estudiantes y monjes budistas para realizar entrenamientos ascéticos.

Después de 20 minutos viendo el puente y el paisaje me adentré en un bosque de cedros gigantes, no recuerdo haber visto arboles tan grandes en otro lugar. Fui sin saber exactamente qué encontrar. Luego de subir cientos de escaleras perdido en el infinito color verde del entorno, llegué a un área abierta con un enorme templo rojo budista. Me compré una coca cola y caminé sin rumbo específico mientras veía las edificaciones sagradas. Finalmente, uno sale a un camino amplio a la sombra de los cedros que cada vez parecían más altos. Seguí el camino, y me encontré con una puerta torii de piedra granito. Lo normal es que sean de madera y no tan altas como esta que mide casi 10 metros. Al cruzarla, una pagoda de 5 plantas se gana tu mirada inmediatamente.

Las pagodas son edificaciones sagradas de muchas religiones orientales y suelen guardar reliquias. En este caso el edificio donado por un daimyo o señor feudal en 1650 guarda sutras, transcripciones de discursos de Buda. Fue reconstruida en 1818 debido a un incendio, que son algo común en la historia japonesa porque la mayoría de edificaciones son de madera. En Kioto y otras ciudades importantes se han dado incendios masivos. 

A 50 metros de la pagoda hay unas escaleras que dan a un conjunto de construcciones religiosas en honor a Tokugawa Leyasu, el primer shogun de la familia Tokugawa que rigió por 4 siglos y medio. Estoy acostumbrado a visitar los lugares habiendo investigado antes, pero esta vez fui sin tener noción alguna de lo que estaba viendo. La experiencia se plaga de imaginación inocente. Interpretas cualquier cosa y llegas a conclusiones infantiles, erróneas y divertidas.

Francisco Tafur

Desde que cruzas la puerta te sientes en el pasado. No hay indicios de modernidad salvo los celulares de los turistas. Cada construcción está repleta de detalles tallados. Gatos, monos y elefantes adornan los frisos en los edificios. Más que un viaje en el tiempo es uno a otro mundo. En ese momento me daba gracia pensar que la puerta torii había cumplido su rol a la perfección. Estas representan el paso del mundo terrenal a uno divino. Efectivamente, parecía que en ese lugar vivían deidades. Ahora que escribo a posteridad mis recuerdos son abstractos, como si fueran de otras vidas, por más que no crea en la rencarnación.

Pasas por la puerta Niomon que está flanqueada por dos estatuas nio, figuras protectoras del budismo, y entras al primer patio. Las edificaciones adornadas que mencioné y una fuente sagrada usada para la purificación espiritual se encuentran en esta primera separación. La figura más famosa es un grabado en madera de los tres monos sabios. Uno tapándose los ojos, otro las orejas y el último la boca. Representan una enseñanza moral de China antigua: no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal. Cuando lo vi solo pensaba que eran tres monos de adorno.

Al final del primer patio rodeado de enormes lámparas, hay dos pequeñas escalinatas que terminan en una puerta dorada con una de las columnas puesta al revés intencionalmente para evitar la perfección. Dan paso al último patio donde se encuentra el santuario principal. Todo el conjunto se llama Toshogu y el mausoleo del antiguo shogun está separado.

Seguí a la gente y tomé un camino que te desvía del santuario. Sales de la muralla por una puerta encabezada por la figura de un gato dormido. Subes unas escaleras de piedra empinadas. No sabía adónde me dirigía hasta que vi un cartel con la frase que se traduce: caminando lento y seguro se gana la carrera. Recién en ese momento me enteré de que en ese lugar estaban las cenizas de Tokugawa Leyasu. Todo gracias a un descanso de la caminata y al cartel informativo. Entendí la ostentosidad de la arquitectura, ya que era un recinto dedicado a una de las familias más importantes de la historia japonesa. El nivel de importancia de este shogun era tan alto y relevante que uno de los emperadores póstumos le otorgó el estatus de deidad. Es considerado el protector de toda la región de Kanto.

Francisco Tafur 

Tras las interminables escaleras te recibe un primer mausoleo para el nieto de Tokugawa Leyasu, quien mandó a construir el lugar, y adjunto, está el suyo. A pesar de tener un estilo con detalles en abundancia mantienen una simpleza peculiar que evita que te sientas saturado. Al rodear la pequeña pagoda, con las cenizas, acompañada de un inciensario metálico con forma de una grulla y un león te cruzas con un árbol que supuestamente otorga deseos. Después de todo el viaje ya estaba acostumbrado a estos lugares envueltos en folklore mágico. Me encantaba tener una experiencia inmersiva y jugar con los innumerables ritos de la suerte. En todo el viaje habré tirado como 20 monedas y pedido cientos de deseos, al final ya no sabía qué pedir así que repetía algunos.

Al bajar me dio un calambre en el muslo y me di cuenta de que ya estaba envejeciendo. Nunca me había pasado caminando. Vuelves a entrar en el conjunto principal y, tras quitarte los zapatos, entras al santuario principal por un costado ya que la puerta Yomei está cerrada, tal vez sea lo más bonito de todo el lugar. Tiene tantos elementos dorados que brilla. Me quedé maravillado por la belleza que veía. Tan solo en ese recinto hay 34 construcciones consideradas patrimonio cultural y 8 de ellas son parte del tesoro nacional. Di vueltas hasta el anochecer y regresé porque el frio se había vuelto intenso. Si viviera cerca lo visitaría constantemente. Ahora que a cada palabra que escribo me alejo más del país de mis sueños, como ya lo he dicho antes, solo sé que regresaré cada vez que sea posible.

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japon, Nikko, Tokugawa

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