Francisco Tafur

Prólogo de una aventura

"Llegué a la conclusión de que tengo que ir con la mente en blanco. Sin futuro y sin pasado, solo hoy día. De esta manera siento que aprenderé lo máximo posible. Siempre me costó tener la mente así, pero es hora de probarlo. Ser niño y adulto a la vez."

Diez horas a Munich, 2 horas de espera y 12 horas a Tokio. Un día entero de viaje. Por la diferencia horaria salgo el primero de abril y llego el tercero. He tenido viajes largos, pero ninguno como éste. Y las dudas que surgen antes de viajar se extienden. No conozco el idioma, sólo contar hasta 10 por mis clases de karate cuando era chico. No conozco a nadie que viva ahí. Solo sé un poco de su historia, debido a que los animes despertaron mi interés por este país desde pequeño. No puedo evitar sonreír en vísperas de esta nueva aventura de mes y medio. Tal vez más, uno nunca sabe. Mi única preparación ha sido un mes de Duolingo y un par de libros sobre el país. Nihon es su verdadero nombre, significa Tierra del sol naciente. Japón.

Todos los niños saben que es un samurái, por lo menos cuando yo lo era todos lo sabíamos. Jugábamos a ser ellos. Claramente, desconocíamos toda la historia y el derramamiento de sangre producido por estos guerreros. Sin embargo, tienen alguna característica peculiar que los convierte en una clase de super héroe. Puede ser el honor que envuelve sus leyendas o su perspectiva de la muerte. Los percibimos como un ejemplo a seguir. Un camino de rectitud, lealtad y una filosofía de guerra que vuelve sus espadas en la propia alma de quien la porta. Son ideas que tientan a cualquiera que le guste divagar en su imaginación. En unos días pisaré esas tierras donde se ha logrado desarrollar una modernidad impresionante sin perder costumbres importantes de su cultura. 

Por más que solemos idealizar lugares y personas de nuestro agrado y no es algo que me parezca sano, me es imposible no hacerlo con este lugar. Mi lado geek, sueña con una épica en busca de las esferas del dragón, mi mente infantil y la reciente muerte de Akira Toriyama guían mis pensamientos a mezclar la realidad con la ficción. Mi deseo final sería ampliar mi visión del mundo, agregarle una perspectiva. Finalmente, eso es lo que sucede normalmente después de un viaje. Obviamente tengo miedo de llegar a este lugar desconocido a un mundo de distancia de mi casa y familia.  Pero existe goce en ese miedo y, con todos los beneficios tecnológicos actuales, nunca estás muy lejos. 

Desde hace unos meses que planeé el viaje y comencé a escribir todas las mañanas haikus, como exploración y práctica literaria. Estos son un tipo de poesía japonesa que se remonta hasta el siglo VIII. Los antiguos samuráis tenían una visión poética y artística de la guerra y el Kenjustsu, arte de la espada, pero no solo limitaban esta perspectiva con la guerra sino a todo. Solían escribir estas poesías cortas y disfrutar del teatro. Octavio Paz, Nobel de literatura, define a los haikus como un: Organismo poético muy complejo. Su misma brevedad obliga al poeta a significar mucho diciendo lo mínimo. Su composición es de tres versos, de 5, 7 y 5 silabas respectivamente. Como los míos son bastante malos les dejo el ejemplo de uno de los más famosos. 

El viejo estanque

Una rana salta

El sonido del agua

Matsuo Basho, 1644

Cuando era chico recuerdo que mi padre había viajado a Japón y cuando regresó nos trajo regalos que no podías ni imaginar conseguir en Perú. Estos juguetes nos entretuvieron durante meses, que es bastante cuando eres niño. Mi papá nos contaba que cuando caminaba se le acercaban varios niños y tocaban su barriga, estaba subido de peso. No sabía por qué. Le preguntó al guía y mientras se reía le contestó que eran bromas porque a Buda le soban la barriga para la suerte. Me pareció graciosísimo y, como estoy ahorita, tal vez me pase lo mismo. A él lo salvaba el pelo, yo ya estoy quedándome calvo así que el parecido tal vez es mayor. Igual no suena mal que me confundan con Buda. En Japón el 62% son agnósticos o ateos, el 31% son budistas y solo el 1% son cristianos. A pesar de la enorme mayoría no creyente, siguen atendiendo a sus costumbres por respeto a su historia. En cuanto al cristianismo, han tenido una historia para nada placentera en el lugar. 

A la par de la llegada de los primeros comerciantes portugueses, en el siglo XIV, principalmente la orden jesuita inició sus famosas misiones. La actitud de los japoneses hacia los forasteros, a los que llamaban Anjin, no era muy buena. A muchos les molestaba que introduzcan nuevas culturas. En 1578 se dio un edicto de persecución contra los cristianos. Al menos 5500 fueron asesinados y un caso de crueldad que quedó marcada en su historia se dio en 1597. 26 cristianos fueron ejecutados, crucificados en la cima de una montaña en Nagasaki, ahora son conocidos como los 26 mártires de Japón. No todo es impecable en su historia. En las guerras con Corea y China también cometieron atrocidades que son recordadas hasta el día de hoy.

La mayor influencia japonesa que he recibido viene de los animes. Muchos de ellos están ambientados en eras japonesas y, al ser una expresión muy propia de ellos, están plagadas de formas de pensar, folclore y valores de su cultura. No solo eso, algunos muestran su perspectiva de occidente. No hay que olvidar que su historia, ramas académicas y filosóficas son distintas desde el inicio de las civilizaciones. Desde el lenguaje, no usan letras y se lee de derecha a izquierda. A nosotros nos parece una locura. Si pensamos solo en el lenguaje ya es una diferencia abismal. Nuestra realidad depende casi directamente del lenguaje, la sintaxis y todos sus ámbitos determinan en gran medida el pensamiento. Es solo una idea, pero me imagino que cada lenguaje desarrolla el cerebro de distintas maneras. Por eso aprender lenguas es como abrir una puerta nueva hacia el conocimiento. A eso voy y espero absorber todo lo que pueda de este mundo totalmente nuevo. Cada estímulo va a ser nuevo. Es una prueba que ya quiero comenzar, tratando de mantener la mente lo más porosa posible. 

En fin, todas estas cosas he estado pensando a pocos días de irme. Llegué a la conclusión de que tengo que ir con la mente en blanco. Sin futuro y sin pasado, solo hoy día. De esta manera siento que aprenderé lo máximo posible. Siempre me costó tener la mente así, pero es hora de probarlo. Ser niño y adulto a la vez. Solía ver los viajes como enfrentamientos a mí mismo, pero en éste quiero verlo como una compañía. Tal vez pueda encontrar sorpresa incluso el ver un pétalo caer. 

Mas artículos del autor:

"La isla sagrada y el castillo de Hiroshima"
"Hiroshima: de la devastación a la prosperidad"
"Tokio: Santuarios, templos y los 47 ronin"
x