El caso recién sale a la luz cuando Peter (nombre cambiado) es expulsado del internado de la Casa San Antonio ocho días antes del inicio de las vacaciones de otoño de 1961. Un día antes de las vacaciones de verano, camino a casa de sus padres, había hecho una parada en Hamburgo y había tenido comportamientos no apropiados —según la moral católica— con una muchacha, lo cual traería mala reputación a la institución educativa en la cual estaba. Después de que su padre se enterara y lo hubiera disciplinado e interrogado, Peter contó que durante las vacaciones de verano en Lembeck «había sido abusado homosexualmente junto con los otros muchachos por Wielewski. Cada noche éste se llevaba a otros muchacho para dormir con él en su dormitorio». El padre presentó una denuncia ante la policía.
Pero Wielewski ya no se encontraba en Alemania. En el mismo año 1960 había solicitado permiso para realizar labor pastoral en Suecia durante dos años y se le había concedido. Ya el Vicario Genral de Münster, Laurenz Böggering, había sido informado a través de un sacerdote de los comportamientos inapropiados de Wielewski con los jóvenes, y busco mantener el caso dentro de los fueros eclesiásticos sin informar a las autoridades. Pero cuando la denuncia llegó a la fiscalía, Wielewski fue suspendido de sus labores sacerdotales en la diócesis de Münster y se le conminó a regresar para ponerse a recaudo de la justicia. Wielewski se negó y en 1962 huyó a Brasil, donde encontró acogida entre los Padres Palotinos. A petición de sus progenitores, que le enviaron una carta en el otoño, accedió a regresar a Europa a través de Holanda. En la Navidad de 1962 lo encontramos trabajando para Caritas en Roma, donde tiene un encuentro con Mons. Höffner, obispo de Münster, quien lo pone en contacto con Mons. Tenhumberg, obispo auxiliar, el cual lo recomienda a Mons. Andreas Rohracher, arzobispo de Salzburgo (Austria). Wielewski laboraría como cooperador en Austria entre 1963 y 1964.
Cuando solicita la nacionalidad austriaca, las autoridades alemanas, tomando conocimiento de esto, solicitan su extradición y Wieleswki es detenido, pero es liberado muy pronto gracias a una fianza pagada por la Sede Episcopal de Salzburgo y manteniendo la promesa de permanecer disponible en la ciudad. Promesa que no cumplió, pues a fines de 1964 huyó otra vez a Sudamérica, esta vez a Santiago de Chile para trabajar en Caritas Internacional. En 1965 lo encontramos en la diócesis de Villarica en Paraguay trabajando para la misma organización de ayuda humanitaria, y en mayo de 1966 asume una parroquia en Argentina, en la diócesis de Lomas de Zamora. Para entonces se había cambiado de nombre. Ahora era el P. Conrado Nadolle, de nacionalidad paraguaya.
Para mala suerte suya, en marzo de 1969, durante una estadía en Suiza por motivo de vacaciones, es detenido por un mandato de la Interpol y finalmente llevado a Alemania, donde sería juzgado y condenado por actos deshonestos en perjuicio de ocho menores de edad. Wielewski admitió todos los hechos. Pero lo que no dijo fue que había más víctimas, pues el primer denunciante, Peter, nunca fue llamado a declarar en el caso, y después del año 2010 hubo otras cuatro personas que testimoniaron haber sido víctimas de Wieleswki. Le dieron dos años y 6 meses de prisión, pero salió libre en 1970. Tras una cura de reposo, la diócesis de Münster le otorgó licencia para desempeñarse en Argentina, donde se dedicó a labores pastorales con niños y jóvenes hasta el año 1976. Posteriormente, necesitado de ayuda psicológica y aquejado por problemas de depresión y alcoholismo, realizaría labores pastorales en Berlín hasta su jubilación. En 1985 recibe la oferta de asumir una representación de la comunidad germanoparlante en Ciudad de México. El 29 de agosto de ese año muere en circunstancias no aclaradas: cae desde la azotea jardín del séptimo piso de la casa de la comunidad en Ciudad de México. ¿Fue un accidente? Según la policía, su ropa estaba desgarrada, y no se podía excluir la posibilidad de un crimen. No hubo ningún testigo.
Que el P. Wielewski pudiera sustraerse durante tanto tiempo a la justicia sólo fue posible con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, no sólo de la diócesis de Münster —en la cual estaba incardinado—, sino también de las iglesias locales donde realizó su labor pastoral, quedando abierta la posibilidad de que hubiera cometido más abusos en esos lugares. En particular, el regente del seminario diocesano de Münster, Johannes Weinand, mantuvo en pie la comunicación entre el obispado de Münster, el P. Wielewski y las autoridades eclesiásticas locales donde estaba asignado. De este modo, la Iglesia católica manifestó una vez más una de sus facetas como organización criminal: la ayuda y protección a criminales dentro de sus filas para que puedan huir de la justicia.