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Martín Scheuch, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 5 de 10

La segunda parte acontece quince años después. Peter Lavin ha colgado los hábitos y vive con su esposa y dos hijos en Montreal. El caso se ha reabierto y hay víctimas dispuestas a declarar. Lavin es arrestado y llevado a St. John para enfrentar cargos de abuso sexual, aunque en todo momento se declara inocente. Kevin, la víctima principal de Lavin, sin embargo, no quiere participar del juicio pues eso reabre heridas que aún no han sanado. Steven, otra víctima de abusos, ha caído en el alcoholismo y la drogadicción y su vida laboral es inestable. Cuando declara en el juicio, la defensa revela que a sus dieciséis años de edad también abusó sexualmente de niños de siete años en el orfanatorio. Derrumbado emocionalmente, Steven terminará suicidándose con una sobredosis de drogas. Este incidente convencerá a Kevin de la necesidad de declarar contra Lavin en el juicio.

La película resulta particularmente importante, porque allí están presentes todos los elementos del abuso sexual eclesial: los abusos cometidos contra menores por guías y maestros espirituales con autoridad sobre ellos, la incredulidad inicial ante los relatos de las víctimas, el encubrimiento efectuado por las autoridades eclesiásticas e instituciones de la sociedad, la impunidad de los responsables y su traslado a otras locaciones con el fin salvaguardar la imagen institucional de la Iglesia, los traumas persistentes en las víctimas, la negativa de algunas víctimas a dar testimonio de sus experiencias, la reproducción de conductas abusadoras por parte de algunas víctimas, la revictimización al cuestionarse los testimonios de víctimas que quieren hablar, la indolencia de los abusadores y la complicidad de altos miembros de la sociedad.

El film termina con una nota ambigua, pues no sabemos si Peter Lavin será sentenciado o absuelto. Pero lo que más inquieta es un detalle sobre lo podría haber hecho después de ser destituido de su puesto de director del orfanato. Su mujer, apabullada por el testimonio de Kevin, al cual le da absluta credibilidad, le pregunta en una habitación durante un receso del juicio, si había tocado a alguno de sus propios hijos. La respuesta de Lavin es inquietante y ambigua: “Pregúntaselo a ellos”.

Muchas víctimas no hablan y se llevan su trágico secreto a la tumba. Pero si quieren saber qué han vivido, pregúntenle a ellas con todo respeto. Y créanles. Es tal vez lo que más necesitan y lo que piden con urgencia.

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abuso sexual, Iglesia, Iglesia católica, victimas sexuales

Tampoco levantó sospechas durante su vida pasada, por lo menos hasta el año 2016. De 1976 a 2004 fue profesora de religión en una escuela secundaria de Maguncia (Renania-Palatinado), por encargo de la Iglesia Evangélica de Hessen-Nassau hasta 1992, y de ahí en adelante como funcionaria del estado federado de Renania-Palatinado. Su doctorado lo obtuvo en 1997 en la Universidad de Heidelberg y su habilitación como docente universitaria de Teología Práctica en la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, donde dictó dos cursos entre los años 2002 y 2003 pero nunca estuvo de manera oficial en la plana docente de este centro universitario. Durante todo ese tiempo no hubo nada que llamara la atención o que justificara la intervención de las autoridades. Absolutamente nada. Ninguna queja, ningún problema, ninguna conducta llamativa.

Sin embargo, algo debe haber sucedido en su vida ya iniciado el siglo XXI, algo que incubaría la radicalización de esta mujer que se presentaba a sí misma como “párroca, teóloga evangélica, autora, mediadora, directora de estudios” en los libros sobre temas pedagógicos que publicaba. Se sabe que la antigua casa donde vivía en Wiesbaden, de propiedad de la familia, tuvo que ser vendida coactivamente en el año 2005. Al año siguiente, 2006, se jubilaría de manera anticipada. Por esta época debe haberse mudado a Sajonia, y en algún momento pone punto final a su antigua vida y comienza a figurar en el ambiente de los “Ciudadanos del Reich”.

El posterior actuar de Elisabeth Roth no pasa inadvertido para las autoridades, quienes a partir de 2016 comienzan a formarse una imagen negativa de la maestra evangélica. Pues los libros, escritos y “cartas abiertas” que escribe y publica —parte de manera impresa, parte en Internet— presentan contenidos claramente contrarios a la constitución. No se trata de ideas originales, sino de la retórica habitual de los “Ciudadanos del Reich”: defensa agresiva de la subsistencia del Imperio alemán; el término “República Federal de Alemana” designa sólo a una empresa sin legitimidad estatal en un territorio ocupado militarmente; las Naciones Unidas serían una incubadora de saqueos; y junto a todo esto antisemitismo, teorías de la conspiración, insultos y amenazas. A esto se añadiría la pandemia de coronavirus, durante la cual los textos de Elisabeth Roth se vuelven cada vez más extremos, apoyando el activismo antimascarillas y antivacunas.

En octubre de 2018 el estado de Renania-Palatinado abre un proceso administrativo para privar a Elisabeth Roth de su pensión como funcionaria estatal, debido a que la lealtad al Estado de derecho también se mantiene para los jubilados, y en sus libros —donde decía que la República Federal de Alemania simulaba fraudulentamente la legitimidad de leyes y un gobierno a través de elecciones inválidas— se atentaba contra esa lealtad. La anciana teóloga apeló, pero en marzo de 2020 el Tribunal Administrativo de Trieste confirmó la decisión. Había violado su deber de lealtad “bajo la forma de descrédito y difamación del Estado y sus instituciones” y, por lo tanto, debía contentarse con una pensión normal y mucho más modesta.

Si bien Elisabeth Roth no ha participado en acciones violentas —como atentados, por ejemplo—, sus actividades clandestinas podrían ser designadas como terroristas. Pues en Alemania todaactividad política tiene límites, y éstos se hallan en los valores democráticos que defiende su texto constitucional.

A fin de garantizar esto, existe la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz), un servicio de inteligencia que reúne informaciones sobre actividades de grupos y personas sospechosas de infringir la constitución y atentar contra el orden democrático libre, es decir, contra los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho. Esa información es suministrada, de ser necesario, a las fuerzas policiales y a las autoridades políticas para que tomen las medidas necesarias, entre ellas, por ejemplo, la detención de sospechosos o la prohibición de una organización o partido. Los “Ciudadanos del Reich” se hallan bajo observación de esta oficina desde el año 2016.

El caso de Elisabeth Roth muestra que ser una persona con formación académica, un currículo inobjetable, una trayectoria profesional impecable, una fe religiosa de orientación cristiana, una ideología derechista, no son obstáculo para terminar comprometiéndose con actividades calificadas de terroristas por atentar contra derechos fundamentales de las personas y contra el orden democrático que garantiza esos derechos.

Hay opciones y decisiones en el campo de la política que una democracia no debe tolerar, pues atentan contra su misma esencia y, a la larga, terminan destruyéndola. Y en el Perú eso no parecen haberlo aprendido aún quienes lideran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, amenazando con llevar de esta manera al país hacia una debacle de la democracia y hacia el caos.

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Alemania, legislativo

Se pasa luego a señalar las características de esta “cultura particular”, de este sistema institucional violador de derechos humanos fundamentales, donde el tema sexual también está presente pero de manera marginal. De este modo se describe el entorno que hizo posibles los abusos físicos, psicológicos e incluso sexuales. Pero este informe aborda también algunos temas que luego serían omitidos posteriormente por los voceros del Sodalicio y los expertos internacionales convocados posteriormente: la falta de libertad en el discernimiento vocacional, la obligación impuesta de hacer estudios de teología y filosofía y no lo que uno deseaba, la ausencia de transparencia en las comunicaciones, la explotación económica, el clasismo basado sobre la procedencia social y económica, el racismo y la esclavitud moderna.

Evidentemente, este informe no le gustó nada a la cúpula del Sodalicio, y mientras lo elogiaban en público pero lo vituperaban internamente, anunciaron que se había convocado una segunda comisión para reparar a las víctimas, conformada por el irlandés Ian Elliott y las estadounidenses Kathleen McChesney y Monica Applewhite, que al final evacuaron dos informes, a saber, “Abusos Perpetrados por el Sr. Luis Fernando Figari y el Abuso Sexual a Menores por parte de Ex Sodálites” y “Abusos Perpetrados por Sodálites y Respuesta del SCV a las Acusaciones de Abuso”.

Ya los títulos nos indican por dónde va la cosa. El tema central será el “abuso sexual a menores”, lo cual ayudará a desviar la atención de los otros abusos, considerados de reducida importancia aun cuando sus efectos puedan ser tan o mas dañinos que un abuso sexual. Asimismo, el grupo de adultos jóvenes que sufrieron abuso sexual pasa también a estar detrás de bambalinas.

Resulta sintomático que en el informe de la Comisión de Ética la palabra “sexual” —en singular o plural— figure sólo 5 veces, mientras que en los informes de los expertos aparece 74 veces. El título también es sospechoso cuando sólo se habla de “Ex Sodálites” como perpetradores. Se le ve el fustán a la intención de dar a entender que no habría actualmente ningún abusador sexual en el Sodalicio, salvo Figari, que ha sido apartado de la vida comunitaria, y otros tres, cuyos nombres no se mencionan pero que aparecen como si estuvieran rehabilitados. «…uno dejó la vida comunitaria, uno ha sido retirado de todo apostolado y del contacto con personas vulnerables, y uno realiza apostolado de manera restringida». No se sabe con certeza quiénes son, no han sido denunciados ni canónicamente ni ante la justicia civil, pero eso no parece importar ante la circunstancia de que se llega a la conclusión de que los abusos sexuales serían cosa del pasado y que el problema ya estaría resuelto del todo.

Esto se hace evidente en el título del segundo informe, donde se detalla la “heroica” y “ejemplar” respuesta del Sodalicio ante los abusos sexuales y otros tipos de abusos (físicos y psicológicos), sumándose a los abusadores sexuales otros once abusadores no sexuales, no identificados con nombre y apellido, de los cuales se especifica que dos ya han abandonado el Sodalicio y «de los nueve infractores que todavía son miembros del SCV, los cuatro que eran superiores o formadores han sido retirados de esos puestos, y los otros cinco nunca ocuparon esos puestos». En fin, asunto solucionado, sin que haya habido ninguna denuncia ante la justicia civil por parte del Sodalicio, ni mucho menos una denuncia canónica.

Para redondear el trabajo, los informes de los expertos internacionales intentan solapadamente desacreditar el informe de la Comisión de Ética, señalando que «la Comisión no llevó a cabo una investigación exhaustiva de todas las denuncias reportadas ni examinó la cultura actual del SCV». No sé qué informe habrán leído, pues lo que allí se describe es precisamente la cultura que ha tenido el Sodalicio hasta bien entrado el siglo XXI, la cual configuró un sistema institucional que permitió y favoreció abusos lesivos de derechos humanos fundamentales y su encubrimiento.

La comisión de los expertos internacionales opina distinto:

«La mayoría de los sodálites eran, y son, personas piadosas, con un carácter bueno y moral, atraídos por el Evangelio y los aspectos positivos de la cultura del SCV. Estos sodálites inspiraron y sirvieron como modelos y directores espirituales para los jóvenes, los aspirantes y sus compañeros sodálites. No fue, entonces, la cultura del SCV la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos. Para muchos, Figari personificó la cultura del SCV y fue considerado como un icono, y trataba a la gente de maneras que fueron frecuentemente copiadas luego por compañeros y subordinados».

Más aún, los expertos piensan que la cultura actual del Sodalicio no es la misma que la de tiempos pasados:

«La cultura del SCV ha evolucionado de manera positiva en la última década, especialmente después de que Figari renunció como Superior General. El énfasis en ser un “soldado” o impresionar a la jerarquía católica ya no se manifiesta en los trabajos cotidianos y obras apostólicas del instituto. Los cambios son más evidentes en los procesos de discernimiento y formación».

¿Nos quieren dar a entender que durante casi cuatro décadas el Sodalicio tuvo una cultura donde se desarrollaron abusos y que desde la renuncia de Figari como Superior General en el año 2010 hasta la publicación de estos informes en febrero de 2017 el Sodalicio ha pasado raudamente a tener otra cultura institucional, como la rana del cuento que de un momento a otro pasa de ser un animal desagradable y repugnante a un príncipe rebosante de virtudes y amor? A otro perro con ese hueso.

Por otra parte, los informes de los expertos internacionales indican que la Comisión de Ética invitó «a las personas que creían que habían sido abusadas por miembros del SCV a presentarse y divulgar confidencialmente su experiencia» y que su informe final es una simple sinopsis de testimonios de personas «que se consideraban víctimas». Que la Comisión de Ética, tras deliberaciones y arduo análisis, y luego de escuchar a la contraparte sodálite, haya validado esos testimonios, poniéndolo por escrito en los informes personales que se le entregó a cada una de las víctimas reconocidas, le valió un carajo tanto a los expertos internacionales, contratados y debidamente remunerados, como al Sodalicio mismo.

Ambos informes de los expertos internacionales suman en total 65 páginas, pero si quitamos las portadas, la carta introductoria de Alessandro Moroni, los perfiles de los tres expertos, la descripción de la metodología aplicada, las recomendaciones y los apéndices, nos quedan 36 páginas, de las cuales ocho se dedican enteramente a Luis Fernando Figari. y otras cuatro a Germán Doig, Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels y Daniel Murguía. Esto es importante, pues cuando el informe intente explicar por qué ocurrieron los abusos, se incidirá en la influencia que tuvieron Figari y Doig en la cultura institucional. En otras palabras, serían estas “manzanas podridas” las causas del problema, y una vez separadas, el Sodalicio pudo recomponerse y convertirse en una instituciónsana. Esta conclusión, que incide sólo en la responsabilidad personal de unos cuantos sodálites como causantes de abusos, se opone a la descripción de todo un sistema de abusos que hizo la Comisión de Ética, descripción que el Sodalicio consideraría hasta ahora como inexacta y alejada de la verdad.

De hecho, las recomendaciones de la Comisión de Ética —que fueron ignoradas en su mayoría o cumplidas sólo parcialmente— eran más concretas y contundentes que las farragosas y vagas recomendaciones hechas por los tres expertos internacionales, algunas de ellas tan inútiles como «dar capacitación específica a los formadores, candidatos y formandos sobre la prevención de abuso sexual y los maltratos en el apostolado, los colegios y los servicios solidarios», es decir, en áreas donde no se cometió ningún abuso relevante, pues los abusos denunciados ocurrieron principalmente dentro de las comunidades sodálites, los centros de formación y en domicilios particulares. Además, es de hacer notar que estas recomendaciones se ven muy bonitas en el papel, pero también habrían sido incumplidas de manera masiva por el Sodalicio.

En resumen, la metodología del informe de los tres expertos internacionales parece haber sido darle prioridad al tema de abusos sexuales de menores —siendo que este tema es marginal dentro de la problemática global del Sodalicio—, desviar la atención de otro tipo de abusos que fueron igual de dañinos y mucho más frecuentes en la institución, cargar la responsabilidad exclusivamente sobre los abusadores sexuales sin mencionar en absoluto ni las causas sistémicas ni tampoco a quienes encubrieron esos abusos, y finalmente relegar todos los hechos a un pasado que ya habría sido superado.

De este modo, el abuso sexual de menores le habría servido al Sodalicio como cortina de humo para no tener que abordar los problemas centrales de su institución, una organización sectaria con un sistema que vulnera derechos fundamentales de las personas y termina dañándolas de por vida.

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abuso sexual, Sodalicio

Esta denuncia en concreto hace referencia al caso del ya fallecido sacerdote Winfried Pilz (1940-2018), quien fue entre los años 2000 y 2010 presidente de la Obra Misional de Niños (Kindermissionswerk) con sede en Aquisgrán, organizadora de la mayor colecta de la Iglesia católica realizada por niños disfrazados de Reyes Magos durante la Epifanía, generalmente a beneficio de obras humanitarias en países del Tercer Mundo. También compuso canciones religiosas que se siguen cantando durante las celebraciones litúrgicas católicas en toda Alemania.

El 29 de junio de este año el arzobispado de Colonia dio a conocer públicamente que había acusaciones de abusos en contra del clérigo. Pilz habría abusado sexualmente en dos ocasiones de un joven adulto (nacido en 1956) en situación vulnerable, en la época en que fue rector de un centro de formación juvenil entre 1972 y 1989. En 1988 la víctima habría hablado sobre los abusos sufridos con un obispo auxiliar de la arquidiócesis y habría señalado que habría otras víctimas. Parece que esto no tuvo ninguna consecuencia. Porque según el arzobispado de Colonia, recién en el año 2012 se habría tomado conocimiento de la acusación, y tras la debida investigación y corroboración, el arzobispo de entonces, el cardenal Joachim Meisner, recién en el año 2014 le impartió a Pilz una amonestación, le impuso una multa y le prohibió cualquier contacto con menores de edad. La denuncia ante la fiscalía se hizo en el año 2018 y fue archivada por prescripción del delito. En el año 2021, tras la muerte del abusador, se habría tenido indicios de que había más víctimas.

Por supuesto, la víctima no sabía nada al respecto y tomó contacto con el arzobispado en el invierno de este año. Woelki declaró bajo juramento que recién había tomado conocimiento del caso durante la cuarta semana de junio. Sin embargo, el 6 de mayo la directora de la oficina arquidiocesana le había enviado a la víctima una invitación para una conversación con el cardenal, donde decía textualmente: «El cardenal me ha pedido…» Éste es el argumento principal en la denuncia de los tres sacerdotes que acusaron a Woelki del delito de mentir bajo juramento.

Pero todas estas cosas son solamente la cereza de la torta, pues desde hace tiempo el cardenal Woelki está en el ojo de la tormenta y la mayoría de los católicos de Colonia, incluidos sacerdotes, agentes pastorales y trabajadores de la arquidiócesis, han manifestado su descontento y exigen su renuncia.

Entre las perlas cardenalicias de Woelki que han causado malestar está la decisión expresada el 30 de octubre de 2020 de no hacer público el informe independiente sobre abusos sexuales en la arquidiócesis encargado al bufete de abogados Westphal Spiker Wastl de Múnich, aduciendo graves fallas metodológicas, encargando un nuevo informe a los abogados penalistas Kerstin Stirner y Björn Gercke, que fue presentado el 18 de marzo de 2021, y donde no se encontró ninguna responsabilidad en el arzobispo Woelki de haber encubierto abusos, a diferencia de los informes de otras diócesis alemanas, donde sí se determinó responsabilidad de parte de los obispos a cargo.

Los dos informes costaron en total 1.27 millones de euros, y si a eso se suma lo desembolsado por la arquidiócesis en abogados especializados en derecho de medios y consultorías de comunicación y relaciones públicas, se llega a la suma de 2.8 millones de euros. Mientras tanto, a las víctimas de abusos se les ha pagado desde el año 2010 en concepto de reconocimiento del sufrimiento padecido apenas 1.5 millones de euros.

Se sabe también que entre los años 2015 y 2016, por orden de Woelki, el arzobispado asumió las deudas de juego de un eclesiástico, que ascendían a la suma de 1.15 millones de euros. El dinero se tomó de un fondo arquidiocesano para necesidades especiales, que también sirve para pagar las reparaciones de las víctimas de abusos, ninguna de las cuales ha sido beneficiada con el monto concedido al afortunado clérigo.

Woelki, además, desde una postura conservadora, ha sido muy crítico del Camino Sinodal, el proceso de reforma que ha emprendido la Iglesia católica en Alemania y que se encontraría ahora en un callejón sin salida, ahogando así las esperanzas de tantos católicos alemanes que quisieran una Iglesia más cercana a las inquietudes y preocupaciones de los mortales comunes y corrientes.

¿Es el cardenal Woelki un caso trágicamente excepcional dentro de la Iglesia católica? Ocurre frecuentemente que cada vez que se investiga a un obispo católico, aparecen turbiedades e inconductas difícilmente conciliables con las enseñanzas del Jesús de los Evangelios. Porque la crisis de la Iglesia católica no enraíza en las personas, sino en un sistema que propicia que ocurran estos escándalos y donde la mayoría de los miembros de la jerarquía eclesiástica parecen cortados en el mismo molde, aunque haya excepciones.

Mientras tanto, la fiscalía de Colonia ha decidido archivar la denuncia hecha por los tres sacerdotes, aduciendo que las expresiones que dan a entender que el cardenal Woelki sabía previamente del caso son usuales en la correspondencia burocrática y que no son prueba de que efectivamente tuviera conocimiento al respecto y, por lo tanto, no hay sustento suficiente para afirmar que ha mentido. La pregunta que queda pendiente es cuánto habrá tenido que pagar el cardenal Woelki a los abogados que lo libraron de este proceso judicial. Pero que no lo libran del escándalo que sigue representando ante los fieles católicos de su arquidiócesis y de toda Alemania.

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Woelki

El refinamiento visual y la estética glamourosa de Just Jaeckin se manifestarían también en su siguiente película, “Historia de O” (1975), mucho más polémica que “Emmanuelle” y considerada en la actualidad como un clásico del sadomasoquismo. Adaptada de una novela publicada en Francia en 1954 bajo el seudónimo de Pauline Réage, la historia es como sigue. Por requerimiento de su amante, interpretado por Udo Kier, O (Corinne Cléry) acepta incondicionalmente ser llevada al castillo de Roissy para ser objeto de humillaciones, latigazos y castigos mientras es sometida sexualmente. En su búsqueda de amor y placer, O aceptará convertirse voluntariamente en una esclava sexual, pasando a ser de propiedad de Sir Stephen, de quien termina enamorándose.

Como en su película anterior, Just Jaeckin se muestra más preocupado por la estética de las imágenes que por el contenido moral del relato. Y son precisamente los paladines de la moral quienes se opusieron a una obra que, tal como está contada, no pretende transmitir un mensaje ni ser modelo de comportamiento, sino simplemente narrar una historia cargada de erotismo dentro de los cánones de la belleza y el arte. Allí reside su legitimidad, y la obra final puede estar sujeta a múltiples interpretaciones.

No obstante que en el film la presentación de los actos sexuales no es detallada ni mucho menos obscena, se consideró la película —debido a su temática, estética y suntuosa puesta en escena— como parte de la corriente del porno chic de los años 70. Es de notar que la escena final, donde O es presentada en sociedad vestida sólo con una máscara de pájaro, será adaptada por el renombrado cineasta Stanley Kubrick en su último film “Ojos bien cerrados” (“Eyes Wide Shut”, 1999).

En Alemania se consideró que “Historia de O” justificaba la existencia del género femenino sólo en cuanto objeto de placer de los varones. En consecuencia, hubo en 1975 protestas de mujeres porque supuestamente el film denigraba al sexo femenino. En Berlín las mujeres llegaron incluso a arrojar bombas apestosas en las salas de cine y a orinar en las butacas. En Bonn una mujer se encadenó simbólicamente a un falo gigante de cartón piedra. Y finalmente, en 1982 la película fue incluida en el índex de medios peligrosos para la juventud, con la consecuencia de que la versión completa del film no podía ser publicitada ni comercializada abiertamente, aunque sí versiones con los cortes indicados por la censura. La película fue sacada del índex recién en el año 2008.

Tras apuntarse otro éxito de público con “El amante de Lady Chatterley” (1981), película considerada por Sylvia Kristel como la mejor en la que ella ha actuado, Just Jaeckin se retiró de la dirección cinematográfica tras rodar “Gwendoline” (1984), una adaptación de un cómic para adultos con una historia que buscaba emular en tono de comedia las aventuras de Indiana Jones, pero con muchas escenas de lúdico erotismo, interpretadas desenfadadamente por la actriz estadounidense Tawny Kitaen y la actriz francesa Zabou. Otra vez el estilo prima sobre la sustancia, y la valoración del film dependerá del gusto y criterio de cada uno.

Lo cierto es que Just Jaeckin —quien durante lo que le quedó de vida se dedicó a lo que más le gustaba hacer: la fotografía y la escultura— creó con sus exitosas películas eróticas un precedente, estableciendo definitivamente que la presentación del sexo en la pantalla grande no tiene por qué ir reñida con el buen gusto y la belleza artística. Lo cual no han aprendido hasta ahora los cristianos conservadores fundamentalistas, que siguen creyendo que cualquier representación de la sexualidad en el cine sigue siendo una cosa obscena, un pecado que conduce a la perdición.

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Cine, erotismo

A partir de entonces el elemento infaltable en sus películas —realizadas en los 70 para la productora francesa Eurociné y para el productor suizo Erwin C. Dietrich a través de su productora Elite-Film, y en los 80 para su propia productora en España— sería un marcado erotismo, destacando las adaptaciones que hizo de obras del Marqués de Sade. Y aunque en algunas de sus películas de los 70 se incluyen ya algunas escenas propiamente pornográficas, recién en los 80 se dedicaría a hacer películas dentro de este género, comenzando con “Lilian (La virgen pervertida)” (1984), que fue la primera película pornográfica producida legalmente en España. Regresaría ocasionalmente al thriller, al terror, al cine de acción y al erotismo no pornográfico, aunque sus películas de aquí en adelante no alcanzan la calidad cinematográfica ni técnica de las que hizo en los 60, los 70 y la primera mitad de los 80.

Jesús Franco era un cineasta desconocido por el público y olvidado por la crítica cinematográfica mainstream cuando la Cinémathèque française organizó en París, del 18 de junio al 31 de julio de 2008, una retrospectiva de sus películas con el título de “Jess Franco: Fragments d’une filmographie impossible” (“Jess Franco: Fragmentos de una filmografía imposible”). Al año siguiente le sería otorgado el Goya de Honor durante la ceremonia de 2009 de los Premios Goya, el máximo galardón cinematográfico en España.

Al respecto, Jesús Franco declaró al periódico español ABC:

«No creo que merezca ningún reconocimiento. Soy un tío que hace películas porque ama el cine, y no espero recompensa por ello. No pretendo nada, excepto quizás vivir decentemente. No ser rico, porque eso implica una serie de esclavitudes que no valen la pena. Este revival mío de ahora viene del año pasado, cuando la Filmoteca Francesa me dedicó una retrospectiva de 69 películas. Si no llegan a hacer eso, el Goya no me lo dan ni de broma».

Luis Buñuel es considerado ahora un referente ineludible del Séptimo Arte, y varias de sus películas son incluidas unánimemente entre lo mejor que ha producido el arte cinematográfico en toda su historia. No sucede lo mismo con Jesús Franco, un desconocido para el público en general y cuyos filmes no suelen estar a disposición en las plataformas de streaming más populares. Sea como sea, la “peligrosidad” de ambos directores declarada por el medio periodístico más importante de la Iglesia católica nunca se ha verificado. Más bien, lo que sí se ha podido verificar, a la luz de todos los abusos que han salido a la luz, es que la Iglesia católica es una de las instituciones religiosas más peligrosas del mundo, sobre todo para menores de edad y personas vulnerables.

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Luis Buñuel

Como ya he señalado, ella no sabía nada. En esos azarosos momentos ya se había ido a vivir a Alemania, la tierra originaria de su padre, y una comunicación directa con ella era imposible. No recuerdo ya cómo conseguí su dirección, pero lo cierto es que le escribí cartas de amor —en una época donde Internet era incipiente y todavía no se había popularizado el uso del correo electrónico—, cartas que sacaba de contrabando de San Bartolo cada vez que hacía una visita a casa de mis padres. Y si bien nunca recibieron respuesta, me consta que ella las leyó por lo que voy a contar más adelante.

Incluso me inspiró una canción, en la cual se mezclaba la angustia que estaba viviendo junto con imaginería religioso de la fe cristiana que me sostenía en pie en esos momentos donde me sentía al filo de la vida y la muerte. El título que le he puesto posteriormente a esa canción inédita mía es el de “Sueño de amor en mi soledad desnuda”. Las palabras “mi fiel amor” reemplazaron las líneas donde aparecía su nombre. Y es mejor que así sea, pues lo que se describe no es un amor real, sino un amor soñado que nunca llego a concretarse. A continuación, la letra de la canción:

 

en mi soledad desnuda

el gusano de la nada

perforaba a bocanadas

un infierno sin salida

por la angustia acumulada

en el fondo de la herida

y la costra envejecida

de mi carne avergonzada

por la llaga tan temida

de la esperanza podrida

en mi espalda lacerada

por la mano abandonada

de vestigios de la vida

y la piel ennegrecida

y mortal

 

aún confiando en mi resurrección

puse en espera mi muerte anunciada

en alas de una luciérnaga viajera

crucé las sombras de un territorio en guerra

y tembloroso como el ave toqué a tu balcón

mi fiel amor

 

fue como un sueño de dulce ensoñación

como el encanto de un cuento de hadas

tu voz volando como una mariposa

sobre el dragón en mi oscuridad frondosa

lloviendo flores y los duendes cantándole al sol

mi fiel amor

 

con tu sonrisa amada

y tu suave mirada

tu ternura encendida

en mi memoria urgida

del sol sin demora

un rayo en la aurora

que calme la ira

de la marejada

en mi sangre caída

por gracia vertida

en tu copa de orquídeas

y fue como el amanecer

que ahuyenta los cuervos de mi tarde

fue como volver a ser

un niño en brazos de su madre

mi fiel amor

mi fiel amor

 

ya se muere la homicida

mala víbora engendrada

en la entraña avinagrada

por la fiera malparida

que agoniza malherida

por el tajo de la espada

del arcángel y su armada

en cruzada contra el mal

 

la mujer de la alborada

de luz solar vestida

sobre la luna erguida

y de estrellas coronada

besó con su mirada

mi fe robustecida

mi esperanza crecida

y mi amor

 

enamorado me puse a caminar

entre las ruinas de un largo pasado

te apareciste en mi senda dolorosa

como la brisa en una mañana hermosa

como el lucero de la tarde que refleja el sol

mi fiel amor

 

acompañado en mi peregrinar

por los fantasmas de lo derrumbado

tu aparición fue como la primavera

y ahora te canto y te llamo compañera

mi compañera de la espera, mi vida, mi amor

mi fiel amor

 

Abandoné San Bartolo en julio de 1993 con la intención de mantener mi promesa de profeso temporal hasta octubre de ese año, que era cuando caducaba, pero también con el deseo de recorrer nuevos caminos en la vida, aunque siempre vinculado al Sodalicio entre aquellos llamados a la vocación matrimonial.

Mi adolescencia había quedado trunca en la década de los 70, cuando me uní formalmente al Sodalicio a los 15 años de edad, y ahora en los 90 era prácticamente un adolescente de 30 años. Tuve que madurar de golpe a través de un proceso que no estuvo carente de sufrimientos y resbalones sentimentales. Con una antigua y querida amiga tuve conversaciones sobre amor y sexualidad que me hicieron poner los pies en tierra. Viví mi primer romance —que sólo duró un mes— con una chica que vivía al lado de una comunidad sodálite y que había sido el motivo de las noches de insomnio —con pesadillas y gritos incluidos— de un sodálite de esa comunidad, el cual terminó yéndose e iniciando un vínculo amoroso con ella, que tampoco fue duradero, pues ella terminó cayendo en los brazos de otro exsodálite, el que más tiempo había vivido en comunidades sodálites antes de que yo siguiera el mismo camino y le quitara el récord. Yo fui algo así como el tercer tramboyo que quedó enredado en las redes de ella.

Lo cierto es que ese amor fugaz y pasajero me dejó el corazón roto y cantando boleros durante varios meses. E incluso llegué a componer algunos, que permanecen aún inéditos. Después conocería a mi actual mujer, con la que me casaría el 29 de noviembre de 1996 en la iglesia de la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho), siendo el oficiante José Antonio Eguren, en una época en que aún era solamente el párroco.

Cuando mi mujer y yo todavía estábamos de enamorados, supe que ella, la musa que había inspirado mis sueños, había regresado de Alemania. Con conocimiento de mi enamorada y actual mujer, que sabía de mi historia, fui a visitarla a su casa, donde tuvimos una conversación sincera. Téngase en cuenta que yo todavía me sentía afectiva e institucionalmente vinculado al Sodalicio. Al final de nuestra plática me devolvió todas las cartas que yo le había escrito, diciéndome que leerlas le hacía daño. Ésa fue la última vez que la vi. Yo creía estar cerrando una etapa definitiva de mi historia. Sabía en ese momento que algo entre ella y yo jamás habría funcionado.

El 18 octubre de 2015, a través del programa periodístico Cuarto Poder, se hicieron públicos los abusos cometidos por Figari y otros miembros del Sodalicio de Vida Cristiana. Recibí varios e-mails de apoyo por mi contribución al develamiento de los abusos. Entre esos e-mails, casi veinte años después de nuestro último encuentro, estaba uno de ella del 26 de octubre, que generó un breve intercambio. No quisiera revelar muchos detalles de esos mensajes, a fin de salvaguardar su identidad. Allí me decía:

«A mí particularmente [los sodálites] me aterraron luego del tiempo en que nos prepararon para la confirmación, y sin duda, marqué una distancia absolutamente radical con todo, incluyendo seguramente contigo en el tiempo en que decidiste acercarte. Quiero disculparme contigo si fui —inconscientemente y sin querer serlo— no amable contigo en ese momento. Sin duda fue más por el rechazo que sentía a todo el Movimiento [de Vida Cristiana], no fue a nivel personal».

Pero lo que más me conmovió fue este párrafo que incluyó en su segundo mensaje de ese día:

«Sí, sí me di cuenta de que te habías enamorado de mí, lo respeté, lo cuidé y sin duda, traté de ser lo más delicada posible para no herirte pues lamentablemente —y digo lamentablemente pues eres un hombre y siempre fuiste un ser humano extraordinario—, yo no pude corresponderte en el momento que me escribías con tanto corazón desde San Bartolo. Pero si inclusive por esa ilusión que sentiste por mí pude también acompañarte durante ese tiempo e inclusive impulsarte a que tomaras otro vuelo y decidir salir, pues ÉSA fue mi misión contigo. Y si fue así, te juro que me alegro de todo corazón, y te lo digo sinceramente. Pero sabes, te puedo también decir, que escribes lindo. Todo tu corazón estaba puesto en cada línea. Gracias por habérmelas regalado así, con toda tu alma».

Las cartas no las conservo, pues mi mujer me pidió allá en los 90 que las destruyera, cosa que hice por un principio de lealtad y transparencia. Pero lo que ellas significaron para mí —y el rol que la musa que las inspiró jugó en mi vida— ha dejado una huella indeleble en mi corazón, por la cual siempre quedaré eternamente agradecido.

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Sodalicio

Cae también bajo el escrutinio de Andreas Sturm el poder de la Iglesia, que no admite disensos entre sus filas, y el clericalismo, que excluye a los fieles laicos de la toma de decisiones y de una participación democrática en la configuración de las comunidades locales, otorgándoles poder absoluto de decisión sólo a los obispos y sacerdotes. Y, por supuesto, no se olvida de señalar la marginación de las mujeres de muchos cargos y funciones en la iglesia.

Ciertamente, el escándalo de los abusos sexuales y su encubrimiento forma parte sustancial de sus reflexiones, más aún cuando él ha tenido en ocasiones que hablar como representante de la parte abusadora, no sin que ello haya ido acompañado de conflictos de conciencia por la manera en que la Iglesia ha maltratado a las víctimas.

 Así resume Andreas Sturm su decisión al final de su libro:

«Yo siempre quise ser sacerdote. Sacerdote como pastor de almas para los seres humanos. Yo quería hablar de este Jesucristo, que redime mi vida y la enriquece en muchos aspectos. Yo siempre quise bautizar niños y prepararlos para recibir los sacramentos. Yo quería celebrar misa con una comunidad y poner en las manos amorosas de Dios lo que hemos experimentado y vivido, quería celebrar la redención e implorar fuerza y consuelo para la siguiente semana. Yo quería acompañar a las parejas en su amor y al inicio de su camino en común y concederles la bendición de Dios. Yo quería asegurarles, a aquellos que sienten que han cometido errores y han pecado, el perdón amoroso de Dios. Y yo quería acompañar a las personas en su último viaje, consolar a los que están de luto y enterrar a los difuntos. Pero yo no quiero seguir yendo contra mis convicciones, porque yo creo que todo esto también lo puede hacer una mujer como sacerdotisa. Yo no sólo quiero concederle la bendición a parejas heterosexuales, sino también a personas queer en sus relaciones. Yo ya no quiero seguir encontrándome con parejas en iglesias a puertas cerradas, sólo porque eventualmente uno de los dos ya está casado. Yo no quiero seguir poniendo mis fuerzas al servicio de una Iglesia en la cual sus empleados tienen miedo porque van contra un compromiso de fidelidad. Yo no quiero tener miedo de enamorarme y tampoco de vivir ese amor.

Yo tengo que salir de esta Iglesia, en la cual los abusadores pueden cometer sus delitos durante demasiado tiempo y son encubiertos. Me repugna lo que leo en los informes de los afectados. No es su culpa y no es mi culpa, pero es tan lamentable la imagen que como Iglesia en su totalidad proyectamos. Casi nadie saca las consecuencias y renuncia; se atrincheran detrás del Papa. Esto es difícil de soportar y a duras penas de transmitir.

Yo tengo que salir de esta Iglesia, en la cual no se ordena a mujeres, porque simplemente negamos su vocación y rechazamos su ordenación como imposible. En la que las personas queer no son aceptadas verdaderamente y que no permite que su amor del mismo sexo sea. Salir de una Iglesia que más bien se aferra al celibato obligatorio, el cual enferma a muchos sacerdotes y los deja en la soledad o representa una enorme carga emocional para sus compañeras o compañeros de vida».

Se trata a fin de cuentas de una decisión de conciencia de alguien que ha tenido una cuota de poder en la Iglesia católica y que, no obstante, se siente impotente y ha perdido toda esperanza de que haya un cambio verdadero. “Mi corazón esta vacío – como muerto”, señala Sturm. Y se va para no perder su fe y protegerse a sí mismo antes de que todo se derrumbe.

Una decisión válida, tan válida como la de la periodista Christiane Florin (nacida en 1968), que desde una perspectiva feminista también ha manifestado críticas semejantes —e incluso más ácidas— a la institución eclesiástica, pero que ha tomado una decisión muy distinta, como se refleja en el título de su último libro publicado en el año 2020: “¡A pesar de todo! Cómo intento permanecer católica” (“Trotzdem! Wie ich versuche, katholisch zu bleiben”).

 

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Iglesia

El film de Jacques Rivette, sin duda la mejor y la más fina de las adaptaciones, fue objetado desde su rodaje por círculos de la Iglesia católica, que lo consideraban blasfemo. Lo cierto es que la película obtuvo dos veces la requerida “visa d’exploitation”, es decir, el permiso para proyectarla en cines, y las dos veces el Ministro de Información Yvon Bourges bloqueó esta decisión. Otro Ministro de Información posterior, Alain Peyrefitte, argumentó que el film hería de manera grave los sentimientos y la conciencia de una gran parte de la población. Intelectuales como la periodista Françoise Giroud y el cineasta Jean-Luc Godard protestaron contra la censura, y finalmente el escritor André Malraux, quien había asumido el cargo de Ministro de la Información, dio permiso para que el film fuera exhibido en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo una nominación a la Palma de Oro. Este hecho le abrió la puerta a las exhibiciones cinematográficas en Francia, que se iniciaron en julio de 1967, obteniendo el film un relativo éxito.

La adaptación de Joe D’Amato es la que más libertades se toma respecto al texto original de la novela. Pero también es la versión más escabrosa y sórdida. Pues la cinta se ubica dentro del subgénero de explotación de monjas en conventos, dirigido al público adulto que acudía a los cines de segunda donde se ofrecían filmes cargados de violencia, sexo y sensacionalismo. Y si bien D’Amato sabe utilizar muy bien los códigos del lenguaje cinematográfico con una exquisitez que no encontramos en otros cineastas más pedestres y vulgares, su cinematografía está plagada de películas sensacionalistas sin restricciones, que van desde el terror sanguinolento hasta el erotismo e incluso la pornografía. Y eso se nota en este film que, si bien no es pornográfico, en ocasiones se le va la olla. Suzanne es violada por su padrastro en la primera escena, la afección de la Madre Superiora es gráficamente lesbiana, no hay reparo en mostrar desnudos de monjas e incluso una monja masturbándose frente a la estatua de un santo, se ve el sadismo de las monjas cuando azotan con crueldad manifiesta a Suzanne, se hace hincapié en la falta de control que algunas monjas tienen sobre su sexualidad. No obstante, ninguno de estos hechos aparece como inverosímil y se evidencia la crítica a la hipocresía y la doble moral del estamento religioso y clerical de la Iglesia, sobre todo en la impactante escena final del juicio, donde casi todos los testigos mienten a fin de salvaguardar la imagen de la institución eclesiástica, aunque tenga que ser condenada una inocente.

Parece que en la década de los 80 los tiempos ya habían cambiado, pues el film de D’Amato, a diferencia del de Rivette, no sufrió ningún tipo de censura, no obstante que tenía un enorme potencial para herir la sensibilidad de más de un católico mojigato.

El tercer film, de estilo clásico y académico, es quizás el más mesurado de todos, aunque se aparta al final de la trama original urdida por Diderot. Y más acorde con los tiempos actuales, presenta a Suzanne como una mujer que lucha por su derechos y al final logra escapar del convento y encontrar el lugar de residencia de su padre, quien había muerto el día anterior. No ocurre lo mismo en el film de Rivette, donde si bien Suzanne logra escapar, es acogida por una matrona dueña de un burdel y termina lanzándose por la ventana a fin de evitar una vida indigna. Y en la película de D’Amato Suzanne es condenada a muerte, acusada de haber hecho un pacto con el Diablo y ser una endemoniada.

Lo cierto es que, después de leer el libro “Siervas”, las historias que presentan estas películas ya no me parecen tan ficticias y lejanas de la realidad. Pues cada vez ocurre con mayor frecuencia que detrás de un gran ideal heroico, pero alejado de la vida de los mortales comunes y corrientes, se oculte una gran tragedia. O un gran infierno.

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mujeres, Religión, Sodalicio
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